PURIM |
Purim ha sido, desde siempre, una fiesta popular entrañable
para todos los judíos. Aún aquéllos indiferentes a las
festividades tradicionales, reciben la de Purim con beneplácito y le
dedican ágapes, festejos y representaciones dramáticas.
Tal vez esto se daba al hecho de ser Purim una fiesta referida a la existencia
misma del pueblo judío. Ella nos recuerda de que manera los judíos
lograron evitar una catástrofe y mantenerse unidos en momentos de grave
peligro. En esas circunstancias, el pueblo entero aunó esfuerzos, apartó
la desgracia y se sobrepuso al enemigo que pretendía "lehashmid,
laharog ul-abed" ("exterminar, quitar la vida y llevar a la perdición").
El carácter popular de la fiesta de Purim, más
acentuado que el de todas las otras festividades, se debe a que no refleja el
ayer, el pasado, sino que simboliza el presente y resulta siempre actual. Todas
las otras festividades nos retrotraen al pasado, a tiempos irrepetibles. Lo
que sucede con Purim es que, si bien aparentemente evoca viejos tiempos, de
pronto nos da la sensación de estar viviéndolos hoy mismo.
Y algo más: cada festividad cuenta su historia, que es siempre antigua
y que ocurrió una sola vez. Así, sólo una vez salieron
los judíos del país que los esclavizaba hacia la libertad del
desierto; una vez sola sucedió que un puñado de valientes, los
Hasmoneos y sus partidarios, se levantaron contra la tiranía de un imperio
gigantesco, sacudió el yugo que los doblegaba y fundó un reino
judío independiente en la Tierra de Israel. En cambio Purim nos relata
una vieja historia siempre actual, una historia que no cesa, Más de una
vez pareció que los hechos de Purim habían llegado a pertenecer
enteramente al pasado, que no volverían a ocurrir; y de pronto se desataba
una violenta tempestad, y esos hechos se repetían ante nuestros ojos
atónitos.
El rumbo requerido.
Si la historia judía se hubiera encauzado por otros rumbos,
si se les hubiera permitido a los judíos como pueblo llevar una vida
tranquila, sin atacarlos constantemente, tal vez, con el tiempo, la fiesta de
Purim habría perdido popularidad. Pero sucedió que, dondequiera
habitaran los judíos, casi siempre surgían nuevos Hamanes, como
aquel ministro persa que nos pinta el Libro de Ester, y ya fueran esos Hamanes
pequeños, grandes o sumamente poderosos, todos ellos buscaban, por todos
los medios, oprimir a nuestro pueblo y aún llevarlo a la perdición.
Eso fue lo que contribuyó a afianzar la festividad de Purim en el sentimiento
popular. En tiempos oscuros y catastróficos para los judíos, les
proveyó de coraje y esperanza en la rendición. Venía a
anunciarles la derrota y el naufragio del malévolo enemigo y el arribo
de días más venturosos.
De modo que la historia de Purim fue para los judíos siempre, y sigue
siéndolo hasta hoy, un símbolo del arduo destino judío
y de la fe inconmovible en la posibilidad de superarlo. Purim nos habla de un
pueblo judío indestructible, a despecho de las circunstancias catastróficas
que le toque afrontar.
La alegría del festejo.
Purim también apela a todos por el modo como se festeja
desde tiempos remotos hasta nuestros días. Es, entre los judíos,
la única festividad que no requiere un estricto marco religioso. A lo
largo del año, el judío se hallaba dedicado, casi siempre, a pensamientos
austeros y profundos, de modo que el aspecto lúdico, o sea de juego,
el aspecto amable de la vida, quedaba relegado, buscando expresarse. El judío
hallaba esa expresión en los festejos de Purim, cuando la diversión
era algo lícito y recomendable, y hasta podía deleitarse con alguna
copita, "ad-lo-iadá", "hasta no saber", esto es,
no saber discernir "bein arur Hamán uvaruj Mordejái",
entre la maldición a Hamán (el malvado) y la bendición
a Mordejái (el justo). Por eso se denomina "Adloiada" ("Hasta
no saber") el desfile público que los niños, con sus máscaras
y sus disfraces, realizan el día de Purim en las calles de Israel.
Según un dicho popular ídish, "Púrim iz kain ióntev
nit" (Púrim no es una festividad). Se refiere a "festividad"
en el sentido espiritual del término. Significa que Purim no es un día
sagrado, sino un día de esparcimiento; que no se celebra con oraciones
devotas ni calladas intenciones, sino más bien con cierto grado de estrépito
y algarabía. Se hacen sonar las matracas, se bebe una copa, se canta,
y las comparsas de enmascarados recorren las calles. Algunos judíos orientales
conservan la costumbre de festejar Purim con un tumultuoso desfile alrededor
de una figura que representa a "Hamán Harashá" (Hamán
el Malvado). Por la mañana, luego de la lectura del Libro de Ester (llamado
"Meguilá" por hallarse escrito en un rollo), los niños
clavan una estaca en medio del patio y cuelgan de ella un muñeco relleno
de paja y trapos. Luego rodean al muñeco, baten palmas y gritan: "¡Hamán
Harashá!" (¡Hamán el Malvado!). También durante
la lectura del texto bíblico "Meguilat Ester", el rollo que
contiene el bíblico Libro de Ester, los niños, junto con el resto
del público, baten palmas, dan golpes con los pies y hacen sonar sus
matracas cada vez que se menciona el nombre de Hamán.
El "Libro de ESter".
"Meguilat Ester" no es un idilio apacible, a la manera
del Libro de Rut, por ejemplo. Se trata de un drama ágil y animado en
forma de novela. Todo lo que narra se mueve a un ritmo acelerado, a una curiosa
velocidad, propios de un espectáculo. Las escenas se suceden trayendo
cambios inesperados. Así, la reina Vashti, esposa del rey Asuero (Ajashvérosh),
ofrece un gran banquete en el palacio, y a renglón seguido la vemos enjuiciada.
Ester es una huérfana humilde, y cuando queremos acordarnos, ciñe
la corona real. Hamán, el Gran Visir, deberá conducir a Mordejái,
montado en su caballo, por las calles de la ciudad. Los judíos del reino,
que en todas las provincias ayunan y se lamentan amargamente, pasan a festejar
en medio del mayor regocijo. Y todo esto no transcurre calladamente, sino con
gran alharaca: Hamán conduce a Mordejái como en un desfile; los
heraldos corren alborotados llevando el decreto real; en medio de una tumultuosa
alegría en todo Shushán, capital de Persia, sale Mordejái
del palacio envuelto en manto de púrpura y luciendo corona de oro; y
así desde el comienzo al fin de la "Meguilá", se pasa
raudamente de un climax a otro. Así como la "Meguilá"
es un relato dramático, también la celebración de Purim
conforma un drama en varios actos, con su prólogo y su epílogo.
Desde el sábado que precede a la festividad, se percibe una atmósfera
de vísperas. Se trata del sábado en que corresponde leer en las
sinagogas la "Parashá" (episodio, fragmento de la Torá)
que se titula "Zejor": "¡Recuerda!". El tema es recordar
a Amalek, un pueblo que en el desierto hostigó a los israelitas y fue
vencido por éstos al mando de Moisés. El fragmento contiene la
frase: "Ki majó emjé et zéjer Amalek mitájat
hashamáim" ("Pues habré de borrar, ciertamente, la memoria
de Amalek debajo del cielo"). Amalek representa a todos los enemigos del
pueblo judío a través de los tiempos. Por eso, en la ocasión
mencionada, hay judíos observantes que dan golpes de puño en las
mesas y las paredes cuando se lee dicha frase.
Un segundo prólogo de Purim se da en la fecha de "Taanit Ester",
"Ester Tones", "El Ayuno de Ester".
La tradición.
En cuanto al primer acto
del drama mismo, éste sólo comienza en la tarde de "Taanit
Ester", luego de "maariv" (la oración de la tarde), con
la lectura de la "Meguilá". No obstante, antes de "maariv"
se cumple una interesante ceremonia: el pago simbólico del "majatzit
hashékel", la mitad de un "shékel" (siclo, con
"s"), nombre de una moneda antigua. Se trata del tributo que todo
judío mayor de 20 años debía afrendar al "Bet Hamikdash"
(el Templo de Jerusalem). El año nuevo en el Templo comenzaba en el mes
de Nisán. Pero 4 semanas antes tenía lugar el pago de "majatzit
hashékel". "Be-ejad ba-Adar mashmiín al hashekalim"
("El 1º del mes de Adar se hace el anuncio de los ‘shekalim’
" –dice el Talmud). Han transcurrido más de 1900 años
desde la destrucción del Templo, pero en el pensamiento, en la fe, en
la esperanza de los judíos, el "Bet Hamikdash" no ha desaparecido.
En vísperas de Purim, todo judío hace su aporte simbólico
al Templo de Jerusalem.
Los actos más importantes, las principales ceremonias de Purim, son la
lectura de la "Meguilá", el envío de obsequios, especialmente
comestibles, llamado "mishlóaj manot", y la "seudá"
(banquete), nombre dado a la cena festiva de Purim. No se trata aquí
de ceremonias religiosas. No se ha creado una atmósfera religiosa alrededor
de Purim. La celebración exhibe, en cambio, coloridas costumbres populares
y un rico folklore: infinidad de dichos, anécdotas, cuentos cómicos,
discursos y bromas, payasadas, ridiculizaciones y parodias de todo tipo. Es
el momento de reír de todo y de todos.
Purim no queda reducido a un solo día. Abarca varias jornadas ("ieméi
ha Purim", "los días de Purim"), todo un lapso de diversión.
Están el pre-Purim y la víspera de Purim y el Purim propiamente
dicho. A los que debemos agregar un epílogo: "Shushan Purim".
Eran los niños quienes disfrutaban especialmente de este último
día, ya que no iban al "jéder" (la escuela de primeras
letras) y además paladeaban sabrosos manjares.
Más aún que en épocas pasadas, tiene Purim para nosotros
hoy, después de la "Shoá" (el Holocausto), con el exterminio
masivo de judíos en el continente europeo, y asimismo, luego de la instauración
del Estado de Israel, un significado actual. Con su historia dramática
de los tiempos antiguos, esa festividad nos transmite un mensaje: que los judíos
no deben desesperar en tiempos de catástrofe, cuando la amenaza de aniquilamiento
pende sobre sus cabezas; que, como reza el Libro de Ester, "révaj
vehatzalá iaamod laiehudim": "vendrá alivio y salvación
para los judíos"; que los Hamanes terminarán en la horca
y los judíos tendrán "orá vesimjá vesasón
vikar" ("luz y alegría, regocijo y honores"), como lo
expresa el mismo libro.
Extraído del sitio web www.delacole.com