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HAATZMAUT Día de la Independencia |
En estos días en que festejamos el 53º aniversario de la independencia de Israel, nos viene a la memoria del histórico anochecer del viernes, 14 de mayo de 1948, 5º día del mes de Íar, cuando el pensamiento de todos los judíos del mundo se volvió al oscurecido edificio del Museo Municipal de Tel Aviv, donde se hallaba reunido el primer Consejo del Pueblo del país judío. Todos aguardaban expectantes las palabras que vendrían de allí, abriéndose camino como haces de luz por entre negros nubarrones. Ante la mesa rodeada por los representantes del pueblo, David Ben Gurión se levantó de su asiento, y exclamó con voz firme:
—"¡ Am Israel jai be-Israel!"
("¡El pueblo de Israel vive en Israel!")
Y siguió diciendo Ben Gurión: "En Érezt
Israel nació el pueblo judío, allí se forjó su estampa
espiritual, religiosa y política, allí vivió una existencia
estatal, allí creó valores culturales y humanos y legó
al mundo entero el inmortal Libro de los Libros, el Tanaj."
"Es un derecho natural del pueblo judío, el de ser como todos los
pueblos, dueño de sí mismo en su patria ancestral".
En una de las paredes de la sala, envuelta en opacado resplandor, el Dr. Herzl,
desde su retrato, parecía mirar a los asistentes, iluminado y seguro
de sí, como repitiendo las palabras de su obra redentora, "Judenstat",
"El Estado Judío":
"Creo que ha terminado para mí la vida terrena y que ha dado comienzo
la historia universal, la historia del pueblo judío".
El Estado Judío fue un hecho, el febril ensueño de Herzl se hizo
realidad. La fantasía se revistió de carne y de sangre y cobró
vida: una auténtica vida estatal judía.
Pero así como no existen luces sin sombras, tampoco hay alegría
sin dolor. En la histórica sesión solemne del primer Consejo Provisional
de Gobierno, compuesto de 34 miembros, junto con la proclamación del
Estado Judío, se rindió homenaje a los héroes que dieron
su vida por la restauración nacional: los Macabeos y los Bar Kojbas que
se alzaron en el Gueto de Varsovia y en todos los Guetos; y los jóvenes
y muchachas caídos en Éretz Israel, en las etapas previas a la
concreción de su ideal.
Así fue y sigue siendo el destino histórico del pueblo judío:
"Meavdút lejerút" ( de la esclavitud
a la libertad),
"Meafelá leor gadol" (de las tinieblas a la luz radiante).
Cuando, por una parte, ese pueblo había sufrido golpes
tan brutales, y por la otra, decenas de millones de árabes amenazaban
aplastarlo, en ese momento de oscuridad creciente, que parecía el menos
apropiado, brilló la luz clara de la redención, no sólo
para los judíos de Israel, sino para los del mundo todo.
El mismo Ben Gurión lo cuenta: "Nuestros mejores amigos de entre
los pueblos, nos advertían que no proclamáramos el Estado Judío.
Sabían que los países árabes vecinos enviarían sus
ejércitos para aniquilarnos. Por eso nos aconsejaban: —"Piénsenlo
bien, no lo hagan, porque 3 ó 4 semanas después de la invasión
árabe no va a quedar un solo judío con vida. Ellos, nuestros amigos
no judíos –sigue relatando Ben Gurión– no podían
concebir que un pueblo sin ejército, sin armas, con las solas fuerzas
clandestinas de autodefensa, armadas con unos pocos fusiles y granadas de mano,
lograría oponerse a las tropas de 7 países árabes, con
su armamento pesado, sus tanques y sus aviones de combate. Estaban convencidos
de que ningún judío saldría vivo de esa confrontación".
Cuando el Estado Judío pasó de los sueños a una realidad
palpitante, reconocida por las grandes potencias, decenas de miles de "olim"
(inmigrantes a Israel) surcaron libremente los mares desde todos los rincones
del planeta, rumbo a la tierra añorada. Naves judías, luciendo
la bandera azul y blanca, anclaron una tras otra en los puertos de Haifa y de
Tel Aviv.
Y en esa histórica noche del 14 de Mayo de 1948, se inició una
nueva era para el pueblo judío, a partir del resurgimiento de su Estado
Nacional. Esa noche, el Rabino Maimon, uno de los más importantes asesores
de Ben Gurión, declaró solemnemente desde la tribuna, en medio
de un contenido silencio: —" Este Sábado, por primera vez
en 2000 años, las velas de la judeidad que habita la Tierra Santa se
encenderán en territorio del Estado de Judío".
La ciudad de Tel Aviv amaneció al día siguiente envuelta en un
mar de banderas. La gente bailaba en las calles, compartiendo el regocijo. La
alegría no tenía límites. Inmediatamente después,
el ejército judío emitió la orden de que todos los hombres
y mujeres en edad militar se incorporaran a sus filas, para participar en el
desfile triunfal de la independencia y para defender el país de quienes
pretendían aniquilarlo.
Una vez vencidos los ejércitos que planeaban arrojarnos al mar, vinieron
años de construcción y de crecimiento, unos más plácidos
y otros más azarosos. En su transcurso no faltaron las guerras ni los
atentados, tal como sucede también en nuestros días. Pero el país
siguió desarrollándose en todas direcciones.
El tratado de paz firmado hace 22 años (1979) en Camp David entre Egipto
e Israel, y el comienzo del proceso de paz con sus altibajos, a partir de 13
de Septiembre de 1993, como todos los grandes acontecimientos de la historia
judía, reúne alegrías y tristezas, luces y sombras; y en
este caso, pesar por las víctimas inocentes de asesinos suicidas, de
quienes los envían y de los gobiernos responsables que los estimulan
y los enceguecen. Sin embargo, podemos afirmar que el proceso de paz, igual
que "Iom Haatzmaút" (el Día de la Independencia), hermosea
nuestro presente y embellecerá nuestro futuro a través de las
generaciones. Nosotros, por nuestra parte, sólo podemos augurarnos lo
que expresa la vieja frase: "Leshaná haba-á birushaláim
habnuiá" ("El año próximo en la Jerusalém
reconstruida").
¡Amén y amén!
Extraído del sitio web http//www.delacole.com