MEDITACIÓN, DESCANSANDO EN EL SER

En amplios círculos de trabajo espiritual existe el malentendido, o la información erronea, de que el meditar puede ser ajustado a una técnica.

En realidad, meditación es volver a nuestra propia naturaleza, y lógicamente no hay ninguna técnica que se pueda interponer en el acceso a nuestra mismidad.

Se confunde concentración con meditación. La primera es una habilidad en el uso de la mente, la segunda es la consciencia del hecho presente.

Concentrarse es enfocar nuestra atención sobre un objeto. Es un acto de la consciencia, el cual puede tener diversos beneficios tanto para la mente como para el cuerpo y los sentidos. Cada objeto de concentración elegido, reportará una vibración al organismo, al sistema nervioso, a la memoria. Y tal vibración sembrará unas consecuencias que pueden ser voluntariamente pretendidas. Por ejemplo, concentrarse sobre la llama de una vela, puede fortalecer el órgano de la vista, y a su vez estimular la visión interior, la imaginación y la capacidad de evocar, entre otros muchos beneficios.

Meditar, a diferencia, es establecerse en el sí mismo que es lo mismo que la consciencia fundamental que ordinariamente se dirige hacia los objetos. Es reposar en el sujeto mismo. Meditar, se podría decir, es la consciencia de la consciencia. Es saber dónde está nuestra mente, más allá de que nuestra mente esté aquí o allá (concentrada).

La meditación es el estado natural de nuestro ser, significa reconocer la base de todas nuestras experiencias -que consiste en ser consciente.

Meditar despierta la inteligencia fundamental e innata del ser, la luz del espíritu. La consciencia es el alfa y el omega de todos los fenómenos experimentables, su misma esencia, a donde vuelven una vez se han disuelto y desaparecido, de donde surgieron inefable y misteriosamente. Por eso en Oriente se le ha llamado vacuidad y en Occidente el Yo Soy.

No hay una técnica para estar en meditación, pues no hay una técnica para ser. Meditación es el fundamento de todo cuanto percibimos, el percibir mismo. No se puede entrar en meditación, como no se puede salir de ella ni practicarla. Se puede tan sólo reconocer su pervasividad en este mismo momento, lo cual es ya todo en términos de realización.

El acto formal de meditar significa solamente tomar conciencia de la posibilidad de vivir despiertos y, como niños, aplicarnos a descubrir ese ser despierto que ya somos. Digo como niños porque, si bien no hay técnica, al sentarnos en un lugar apacible, nos retiramos de infinidad de actividades de cuerpo y mente para dedicarnos solamente al sujeto de toda experiencia que somos nosotros mismos. No es que esas actividades o experiencias pudieran en ningún momento ser contradictorias o incompatibles con el hecho de vivir despiertamente, sino que las apartamos para simplificar nuestro encuentro con el ser.

Los árboles no nos dejan ver el bosque: en las experiencias y fenómenos percibidos en los que nos enredamos, sigue estando el ser, el Yo Soy, el sujeto, la vacuidad inefable de la que están formados... sin embargo, llamamos distracción a esa sugestión en la que nos dividimos entre dentro y fuera, una dualidad que es falsa completamente. No hay exterior aparte del interior, sino que ambos son los polos objetivo y subjetivo de la misma consciencia de ser: materia y espíritu, universo y yo.

Sólo existe Eso, como sea que lo llamemos. Y en Eso es en lo que meditamos. En lo que Es.

Inevitablemente, si se aborda rigurosamente, hablar sobre meditación nos lleva a un lenguaje abstracto, y eso que estamos hablando de la realidad, de lo único que es como es! Pues efectivamente, meditar se refiere a la vivencia inclusiva de la realidad tal cual es, sin perdernos en ilusiones conceptuales o apegos emocionales que no son más que fraccionamientos de esa insondable e inmensa realidad.

Para terminar, unos consejos o pautas... aunque, tras quince años dirigiendo seminarios de meditación, sé que poco puede ser dicho... sé que la iniciación más eficaz es la de compartir espíritu con espíritu junto a un ser cuyo silencio sea presencia iluminada.

Siéntate, y sin hacer especial ritual de ello, relaja tu cuerpo erecto y hazte uno con tu respiración... esto es sólo una ayuda para apaciguar las vibraciones de tu cuerpomente, lo que he llamado "los árboles" que normalmente nos fascinan tanto que no vemos "el bosque", es decir, el ser que les da esencia y existencia.

Ya en la postura del loto, o en otra que te permita tener tus sentidos alerta y tranquilos, tan solo dáte cuenta de que estás consciente. Ni siquiera conceptualices "estoy consciente", o "yo soy en todo", aunque sea verdad... La simple presencia en este momento, libre de todo intento elaborador... el volver instante a instante a esa consciencia inmediata que abarca todo cuanto es y se percibe... es meditación, es vivencia sin dualidad.

El momento eres tú y tú el momento, no hay dos ni división. Lo que los sentidos captan es parte de la consciencia pues es en su espacio sin perímetro donde se experimenta. Y la consciencia no tiene ego, pues no tiene centro, ni referencia, ni materia que la defina o reduzca... siendo ella misma lo que abarca todo y la única esencia de cuanto ocurre y pasa.

La consciencia es como el loto, pues emerge en el lodo del cuerpomente, del universo sensorial, pero a su vez no puede ser definida por éste. Así, meditar es volverse lotos espirituales, trascender la danza de creación y destrucción de la materia, en el propio espacio infinito que la comprende y contiene.

Meditar es vivir iluminadamente, no es reductible a una práctica. Ni siquiera es una actitud, sino el volver a la base inmanente de todo, es decir, al Yo Soy, a la virginidad original y definitiva. Por eso, las vivencias -mundanas o sagradas- pueden ser contenidas en el proceso inexplicable del meditar... del ser en el ser. Así llegamos a entender algunas formulaciones de desarrollo personal y transpersonal que consisten en ejercicios de concentración meditativa. De hecho toda práctica y acto humano debería ser meditativo, es decir, iluminado, despierto, libre de engaño.

Meditatividad es verdad. No hay otra verdad que este momento sin división entre sujeto y objeto. No hay otra verdad sino el sin ego. Y sin la corrupción del abismo entre yo y no-yo no cabe la oscuridad ni el dolor... meros fantasmas amparados en la no-consciencia de lo único que es. Sombra es el resultado de no ver, nada que posea propiamente sustancia. La dualidad genera un corte umbrío donde no hay realmente separación, la linea es ficticia. Por eso se ha dicho: ser-consciencia-beatitud. El Yo es la Luz es la Ultima Felicidad.

Para meditar, sé una persona sencilla, descánsa de conceptos, vuélve a tu experiencia inmediata de este momento, víve lo que te viene sin reaccionar automáticamente con apego o con aversión... míra simple y ecuánimemente todo cuanto es, no enfatices la demarcación "dentro/fuera" pues es sólo un pensamiento. Víve. Sé como eres. Dáte la oportunidad de ser un poco más libre cada día, reconociendo tus sentimientos tal como son, y dejando que sea tu inteligencia innata de este momento la que te guíe en cada acto, no las ideas acumuladas en la memoria o los juicios de un pensar prestado.

Para meditar, víve sinceramente, mírate desnudo en el espejo de tu propio ser, ábrete confiadamente a la realidad del universo que te circunda... porque es tu propio hogar.
 
 

Clara Llum
Maestra de Yoga, Dharma y Reiki
Texto de Devi Clara Llum, publicado en la revista de la AEPY

 

 

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