Citas Bíblicas

ELISEO Y NAAMÁN (2R:5:1-15)

Naamán, general del ejército de Siria; era un hombre muy valeroso e importante y de gran estima delante del rey de Siria; era poderoso en fuerza y adinerado; con criados que le servían y hombres bajo su mando; se podría decir que poseía todo lo que alguien puede anhelar. Sin embargo, no todo era bueno en la vida de este hombre ya que padecía de lepra, y ningún poder de los que ostentaba podía librarlo de este mal. Al igual que muchas personas en el mundo, desconocía a Dios, y por ello, ignoraba también el camino de la salvación. (vs1)
Por otra parte, había una muchacha israelita que servía a la mujer de Naamán, quien no contaba con ninguna de las posesiones, ni las influencias que tenía el general, pero poseía algo mucho más valioso, que Naamán desconocía, sin embargo estaba cautiva y lejos de su país. (vs2)
Podría suponerse que la joven, debido a su estado de cautiverio, habría perdido su confianza en Dios. Sin embargo, aun cautiva y lejos de su hogar, mantenía intacta su fe, y sabía cómo podía Naamán librarse de la lepra. (Vs2-3)
Naamán consideró la posibilidad de sanidad que se le ofrecía, y lo consultó con el rey, el cual trató de ayudarlo utilizando su influencia. (Poder político)
El mismo Naamán pensó en usar el poder de las riquezas para lograr que lo sanasen.
Es digno de destacar que ninguno de ellos consideró los dichos de la muchacha israelita, quien había dicho: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.” (vs3)
Así pues, ignorando las indicaciones, Naamán trató de utilizar la influencia política, el dinero, el poder y aun la intimidación, para lograr que lo sanasen.

Ahora bien: Ni Naamán, ni el rey conocían a Dios, de manera que actuaron como cualquier persona del mundo en sus lugares y condiciones, hubiesen obrado. (vs6)
Naamán desoyó las indicaciones de la muchacha israelita, e hizo como el rey le ordenó.

Por otra parte, el rey de Israel, al igual que la mayoría del pueblo, ignoraba y menospreciaba al profeta de Dios.
Nótese que al rey ni siquiera se le ocurrió mandar a llamar al profeta cuando Naamán fue a su presencia con el recado del rey de Siria. Lejos de esto,“…rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí para que salve a un hombre de su lepra?  Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí”  (vs7)
Es decir que el rey de Israel sabía que sólo Dios podía salvar de la lepra al general. Pero a pesar de saber que Eliseo era el profeta de Dios y de temer las represalias de parte del rey de Siria, no envió a buscar al profeta.
En cuanto al profeta Eliseo, podemos ver que dice: “…venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel….” (vs.8) Sin embargo, cuando Naamán acude a verlo, el profeta ni siquiera sale a recibirlo. Podríamos pensar que, si el profeta no iba a salir a recibirlo, no había necesidad de hacer venir a Naamán a su presencia; pues hubiese bastado con mandarle a decir cómo curarse. Pero cada una de estas situaciones por las que pasa Naamán, servían para demostrarle y hacerle ver que ninguno de los poderes que él poseía, le eran de utilidad ante Dios.
El poder político no le había dado resultado satisfactorio; y el poder de las riquezas y la importancia de ser el general del ejército de Siria, tampoco le eran de utilidad ante el profeta.
Eliseo no salió a recibirle, haciéndole notar con esta acción que la importancia de ser un hombre valeroso y grande delante de su señor y de alta estima, no eran cosas que impresionaran a Dios (vs10)
Vemos que la manera de encarar la visita al profeta, por parte del general, no había sido la indicada por la joven israelita.
Pero a pesar que Naamán no fue con la humildad requerida, a ser sanado, sino casi con prepotencia, el profeta igualmente le indicó cómo sanarse (vs10)
El propósito de Eliseo al sanar a Naamán, era que este supiese que había profeta en Israel. Esto es, había un solo Dios verdadero, y era el Dios de Israel. (vs8)
Aun cuando Naamán se fue enojado al escuchar al mensajero, sin embargo, es la fe en Dios y el reconocimiento de Eliseo como su profeta lo que lo había llevado hasta ahí. Veamos qué dice la Escritura:
“…He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios…” (vs11)
Este pensamiento del general, expresado en el (vs11) demuestra su fe, aunque también deja ver que aun tenía la necesidad humanamente lógica, de ser reconocido como alguien importante.
Él no había ido ante el profeta a rogarle que lo sanase de la manera que había dicho la joven, pero pretendía que Eliseo saliese a interceder ante Dios por él; como si Dios o el profeta le debiesen algo.
El (vs12) muestra cuán arrogante era este general, pues se negaba a lavarse en un río como el Jordán.
Los criados de Naaám son importantes en este relato; estos hombres, acostumbrados a la obediencia y la sumisión, no veían demasiado problema en realizar aquello que el profeta había mandado a su Señor que hiciese y persuadieron a Naamán de zambullirse siete veces en el Jordán.
¿Se imagina usted, querido amigo, la alegría de este hombre al verse libre de tan horrenda enfermedad?
Cuando Naamán hubo cumplido con lo dicho por el profeta y quedó limpio, ocurrió algo que demuestra la conversión real del general del ejército Sirio: “…volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel.” (vs.15)
Recuérdese que la palabra de salvación es reconocer al verdadero Dios y manifestarlo públicamente (Ro: 10:9)
Por si tenemos la pretensión de suponer que cualquiera en su lugar hubiese ido ante el profeta a agradecerle, recordemos a los diez leprosos que fueron sanados por el Señor, y sólo el samaritano volvió para dar gloria a Dios (Lc: 17:11-19)
Ahora bien: Naamán reconoce públicamente y ante el profeta del Dios altísimo, que el único Dios verdadero es el Dios de Israel; y ruega al profeta que reciba un presente. (Cosa que Eliseo, muy acertadamente, no acepta) “…te ruego que recibas algún presente de tu siervo.” (vs. 15)
Nótese que es correcto, de parte del general, que haya ido a reconocer ante el profeta y públicamente al Dios verdadero. Tampoco está mal que le haya ofrecido un presente. Pero hubiese estado pésimo que Eliseo lo hubiese aceptado, como veremos en la segunda parte, y como sí hacen ciertos “mensajeros” de Dios, en estos días.

Segunda parte


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