Ciencia Ficción Perú

Jarjacha, el demonio del incesto

Insólita película peruana de terror



Jarjacha, el demonio del incesto

Director: Melinton Eusebio
Ayacucho, Perú, año 2000.



Se habló poco de esta película durante el año 2003, pese a ser una de las pocas incursiones peruanas en la producción de largometrajes de horror.

Se suele condenar a priori todo lo que se relacione con la piratería de películas y libros, pero cabe preguntarse de qué otra manera podríamos tener acceso a esta muestra de cine nacional de no existir copias piratas, como la que me ha tocado espectar.

La copia que tengo a mano pone en su cubierta "Qarqacha, el domonio (sic) del insesto (sic)", y como aviso "película ayacuchana". El resto de la cubierta incluye fotogramas de la película y un texto de la Warner Brothers que nada tiene que ver con su contenido

Para los lectores no enterados: la Qarqacha, Jarjacha, o Karkaria, es un ser mezcla de humano y llama (camélido sudamericano, según la nueva nomenclatura). Convertirse en qarqacha es un castigo que les sobreviene a quienes mantienen relaciones incestuosas, según la versión más extendida del mito. La qarqacha deambula por las noches, atacando a quien se cruce por su camino. Si se le echa sal, recobra su forma humana. Si en un pueblo sospechan de la presencia de qarqachas, se organizan rondas nocturnas para capturarla, empleando sal, espejos (dicen que la qarqacha odia los espejos) o látigos o cuerdas previamente salados. Descubiertos los culpables, se les conmina a abandonar el pueblo.
(Más información sobre la Qarqacha en la siguiente dirección en internet,  
http://encina.pntic.mec.es/~agonza59/indigenas.htm#qarqacha ).

La película que comentamos se basa en este mito, aunque el director se ha permitido algunas licencias. De hecho, la primera impresión que tuve al espectarla era que estaba viendo la versión peruana de "La bruja de Blair" filmada por Darío Argento y Leonidas Zegarra, con una cámara de esas que vienen incorporadas en los teléfonos celulares o móviles.

Los actores son completamente desconocidos, si exceptuamos al propio Mélinton Eusebio, quien hace el papel de Sebastián. La ambientación y decorados no son realistas, son REALES. Si quitáramos las escenas del ataque de las qarqachas, tendríamos un documental sobre las zonas en extrema pobreza del Perú.

Por ejemplo, los breves desnudos que se incluyen permiten deducir que esas pieles no son muy asiduas al agua y al jabón, lo cual no es un demérito, sino un extraño alarde de realismo. El director no ha recurrido al facilismo de buscar actores conocidos o caras bonitas. Después de espectar esta película, uno se da cuenta de lo falsos que son los "cholos" e "indios" de las grandes producciones extranjeras o nacionales. Sobre todo, nos muestra qué poco nos conocemos entre peruanos.

La historia comienza cuando un grupo de tres estudiantes de antropología, Ivon, Sebastián y Nilo, llegan en una combi al pueblito de Huillcawasi, o al menos, así me sonó a mí. Llegan de noche, cuando todos están en sus hogares, salvo un poblador que vaga por el pueblo enarbolando un pequeño espejo, de esos con marco dorado que cuestan tres soles. Nuestros tres amigos son atraídos por un llanto que suena en la oscuridad, el cual proviene de la casa de una mujer que está velando a su hermano. En un arranque de crueldad, Sebastián, el portavoz del grupo (Nilo no habla casi nunca, el pobre), le exige que le permitan dormir en algún rincón de la casa, a lo cual la mujer accede entre sollozos.

Al día siguiente, nuestros amigos se dedican a investigar "la pobreza del pueblo", para lo cual se dirigen a la vivienda del alcalde, quien vive con su hija Rosita en una casa ubicada en la plaza principal. El alcalde les niega cualquier apoyo, acusándolos más bien de ocasionar líos. Tras cerrar la puerta de su casa con un candado de procedencia china,  parte en búsqueda de su sobrino, para dedicarse a labores campestres en su chacra (fundo, heredad).

Aquí hay un curioso cambio de enfoque en la acción, que se desplaza de los tres estudiantes hacia el grupo de campesinos que conforman el alcalde, su hija y su sobrino, rodeados por la animadversión del resto de pobladores. En efecto, se nos muestra al alcalde y a su sobrino, campesinos arquetípicos, comiendo después de sus faenas, siendo atendidos por Rosita. Demostrando un buen manejo de recursos, el director consigue que artistas amateurs como los que vemos nos muestren una actuación soberbia, en la cual el director nos permite acudir al nacimiento del triángulo y la génesis del conflicto incestuoso entre el padre, el sobrino y la  hija prácticamente sin palabras (mis felicitaciones para Mélinton Eusebio). Al día siguiente, con la excusa de que le duele el estómago, el sobrino no acompañará al alcalde en su diario trabajo en la chacra. Luego, el sobrino acude a la casa del alcalde, donde Rosita aún duerme. Intentará seducirla, siendo interrumpido en este afán por un grupo de vecinos muy poco conformes con la labor del alcalde, que se han reunido para presentar sus reclamos. Cualquier parecido con lo ocurrido recientemente en Puno es pura coincidencia.

A estas alturas del filme, uno se pregunta. ¿Y donde está lo terrorífico? Bueno, tal vez el gran defecto de esta cinta es su lentitud para desarrollar la historia. Los primeros cuarenta minutos sirven para ponernos "en autos" acerca de quien es quien, tiempo que resulta excesivo y que fuerza bastante el desarrollo del resto, donde se cae de lleno en la temática propia del cine de terror más clásico. Baste decir que las escenas finales muestran a una muchedumbre de campesinos persiguiendo al monstruo en plena noche, alumbrados por teas encendidas, ante el asombro y el horror de los estudiantes de antropología, representantes del Perú civilizado y "moderno"...

La capacidad del director supera con creces las carencias técnicas evidenciadas en la filmación. El incesto del título tiene lugar al interior del triángulo alcalde-sobrino-hija, para luego producirse la transformación: los incestuosos se convertirán en llamas, que serán capturadas por los campesinos durante la noche, lo cual es atestiguado por los incrédulos estudiantes de antropología que, a estas alturas, han vuelto a incorporarse al desarrollo de la historia. A la mañana siguiente, constataran con horror - muy deficientemente reflejado en su actuación, dicho sea de paso- que las llamas capturadas durante la noche se han convertido en un hombre y una mujer, siendo estos los qarqachas que amenazan al pueblo por la noche. Los infortunados son apedreados hasta morir... o eso es lo que parece.

Es hora de presentarles al Jarjacha, el demonio del incesto, el hombre - llama. Pero no esperen demasiado.

Para empezar, las llamas son el tipo de animal más indefenso que pueda existir. No tienen garras, ni colmillos, y puesto que son camélidos, son animales de una mansedumbre apreciable. Empero, tienen la característica de lanzar certeros y copiosos escupitajos si se sienten molestas. El director, en un alarde de imaginación , ha construido su qarqacha de la siguiente forma: un hombre cubierto por un hábito oscuro, capucha incluida (un monje, vamos), que inmoviliza a sus víctimas por medio de espesos y abundantes escupitajos sanguinolientos, para luego comerles el cerebro. Tampoco la tenía fácil, por cierto. Y dados sus recursos técnicos, merece una felicitación por su inventiva. El género de horror no es fácil.

Las apariciones del jarjacha son breves pero intensas, mostrándose generosos primeros planos del actor acumulando la saliva que será certeramente lanzada al rostro de sus, nunca mejor dicho, víctimas. Aquí no hay efectos especiales.

El final no es el típico final abierto de las películas de horror modernas. Si bien respeta las convenciones del género, respeta también la idiosincrasia de los habitantes de las serranías, al punto que uno termina de espectar "Jarjacha, el demonio del incesto" con la sensación de haber visto un documental.

Una sola cámara, una escenografía "natural", actores principiantes o acaso aficionados (curiosamente, quienes hacen de campesinos actúan mejor que los tres "estudiantes"), cero maquillaje (el espectador verá unos desnudos que muestran la carne en toda su crudeza: maciza, sucia e imperfecta...), iluminación deficiente. Aparentemente, todo en contra, pero la verdad es que Mélinton Eusebio sabe contar historias con mayor efectividad que muchos de sus colegas limeños, y sin disponer de sus ventajas técnicas.

En el mismo Ayacucho, se filmó una secuela de esta película, titulada "La maldición de los qarqachas 2", y fue dirigida por Palito Ortega (no es broma, se llama así) en el año 2003. Lamentablemente, no la hemos visto. Para otra vez será.

Daniel Salvo (c) junio de 2004



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