Makai miró
a su alrededor. Aproximadamente 600 personas hacían fila delante de
él para entrar a la cabina del KOAN-testador. Hizo un breve cálculo
mental. Cinco minutos por persona, una persona para cada una de las 25 cabinas
del Centro de Juegos Neuroutopía, él estaría adentro
en casi una hora.
La espera parecía
interminable, pero, de acuerdo a lo que le había dicho su padre,
cada minuto de espera valía la pena. Veinticinco personas más
entraron a las cabinas. La fila avanzó. Sin recordar que hoy era
día de juego, y que, por ello, se cortaba todo tipo de transmisión
o actividad no relacionada al juego, Makai cerró sus ojos, trató
de sintonizar las últimas noticias de la batalla de Alfa-Centauri
con su implante directo. Obtuvo ocho transmisiones de la final de Jai' alai,
ocho de baloncesto tetradimensional, un análisis del último
partido entre Taurnatov y Allexein, los campeones y eternos rivales de holo-ajedrez,
una lectura de la condición defensiva del planeta, y la imagen de
un reloj que marcaba la hora. Cambió a otros canales, sin obtener
mejores resultados. Nada sobre la batalla contra los Nhia. Hoy era día
par. Por ley, los ciudadanos se debían dedicar entera y exclusivamente
a jugar todo, desde dados, juegos con huesos y pelotas, hasta cascos senso-simuladores
que recreaban antiguas batallas d
e la vieja Tierra, observándolos o participando en ellos- cada día
par del mes. El no cumplir con la orden traía consigo la pena de
reclusión solitaria de una semana. Así había sido desde
los primeros años de la guerra entre los humanos y los Nhia, y así
sería hasta su conclusión.
De algún lado de
la ciudad vino un ruido estrepitoso que hizo que Makai abriera los ojos repentinamente.
Por un segundo, la gente pensó que finalmente las naves Nhia habían
encontrado la forma de romper las defensas planetarias de la Nueva Gaia
y que estaban procediendo a destruir el planeta sistemáticamente,
como hicieron con todo el sistema Sol. La fila casi comenzó a disolverse
ante la incertidumbre. Como si fueran un solo organismo, todos los habitantes
de la zona sintonizaron al satélite con sus implantes, para verificar
si el planeta seguía realmente a salvo. Las lecturas eran normales.
Ninguna nave amenazaba a la nueva colonia. Además, de acuerdo al
código del Nuevo Bushido, los ataques planetarios violaban todos
los reglamentos bélicos entre humanos y Nhia, y eran fuertemente
penalizados. Alguien en la fila murmuró que el ruido se debió
a que el equipo de casa finalmente anotó el punto de empate en la
final del Jai´alai acuático. La fila recobró su forma
y, poco a poco, su tranquilidad.
Makai tenía hambre.
No había comido en casi un día. Inmediatamente sintonizó
un canal al azar. Efectivamente, el equipo de casa había anotado
un punto y estaba a punto de anotar otro más. Sintió que alguien
le tocaba el hombro, indicándole que la fila había avanzado
una vez más. Caminó hacia adelante, sin abrir los ojos. Todo
pensamiento de comida quedó atrás.
El juego del Jai'alai lo
absorbió tan completamente, que, cuando volvió a abrir los
ojos, ya podía distinguir a las azafatas de la puerta que se encargaban
de guiar a los jugadores a las cabinas.
De seguro que su grupo
sería el siguiente. Un frío recorrió su espalda mientras
recordaba lo que su padre le había dicho del KOAN-testador. "Es el
juego de todos los juegos. Tu rival es invencible, pero nunca es más
de lo que eres tú. Sabe lo que sabes, te conoce como tu propia sombra.
Sus preguntas son las tuyas y tus respuestas son sus laberintos. Nada de
lo que te digo te puede preparar para lo que allí verás, pues
las palabras no alcanzan para abarcar tanto significado". Su estómago
se retorció, pero ya no era sólo hambre. Estaba nervioso. En
el senso-simulador del liceo, él había sido el mejor entre
sus compañeros, obteniendo una anotación casi perfecta en todos
los escenarios bélicos y de razonamiento. Las ecuaciones cuánticas
le parecían tan aburridas como las simples combinaciones binarias
que había hecho de niño. Entonces su profesor le recomendó
participar en el KOAN-testador.
Al principio, de lo que
había leído en la interred, Makai no creyó que el KOAN-testador
fuera la gran maravilla que todos decían que era. Sus reglas eran
sencillas. El jugador se conectaba al KOAN-testador y éste le hacía
preguntas que debía responder. Realmente se basaba en un antiguo juego
infantil de la primera Tierra en el sistema Sol, en el que dos contrincantes
se planteaban enigmas y adivinanzas mutuamente, ganando quien respondiese
la mayor cantidad de preguntas correctas. Este mismo principio se había
utilizado en los juegos de segunda generación, que eran impulsados
por electricidad (Makai se rió ante la idea de tener que utilizar
cables metálicos y corriente eléctrica para algo), en los que
los jugadores se podían enfrentar no solamente contra otros rivales
humanos, sino contra una máquina, que luego fue una computadora (También
a electricidad. ¿Cómo podían vivir así en ese
entonces?, se preguntó Makai).
Los juegos y las guerras
actuales mantenían el mismo principio: oponente contra oponente,
gana el más apto. Pero, ¿qué pasaba cuando los rivales
eran iguales en todos los sentidos? La respuesta era simple: ocurría
un empate. A pesar de ello, de acuerdo a Tzuoal, el gran filósofo
neocuántico del siglo pasado, en términos humanos, un verdadero
empate era inexistente, puesto que era imposible enfrentar a dos rivales
humanos idénticos. Tarde o temprano, el cuerpo y/o la mente de alguno
de los contrincantes siempre debía ceder primero. Todo era cuestión
de tiempo. Es más, si no fuera por el tiempo, el juego entre oponentes
idénticos (si es que existieran), sería infinito. Incluso Tzuoal
llegó a enunciar que si dos fuerzas infinitamente poderosas e idénticas
entraran en colisión, el velo del tiempo se rasgaría, creándose
así un vacío temporal, una nada donde las leyes del tiempo
serían negadas. O algo por el estilo. Lo cierto que las teorías
de Tzuoal a veces bordeaban en lo absurdo, motivo por el que los científic
os las ignoraron casi durante un siglo, hasta la invención del KOAN-testador.
Makai consultó la
hora. En menos de cuatro minutos estaría dentro de la cabina KOAN,
enfrentándose a un rival único. Desconectó su implante,
preparándose mentalmente para lo que iba a venir. Se tocó
el espacio justo encima de ambas orejas, donde su padre le dijo que le pondrían
los parches que conectarían los lóbulos de su cerebro a un
neuroestimulador que se encargaba de extraer e introducir información
para utilizar durante la sesión.
Finalmente, le tocó
el turno a su grupo. Makai y el resto de los jugadores ingresaron a la sala
de las cabinas. Todos se miraron entre sí, conscientes de que algunos
tal vez no se volverían a ver. Al menos no como antes. Makai recordó
que una vez uno de sus compañeros del liceo dejó de asistir
luego de haber estado en una sesión del KOAN-testador. De acuerdo
a algunos rumores, el muchacho habría sufrido una descarga extrema
de estímulo y quedado mudo, desaparecido de la cabina o habría
muerto misteriosamente. No se sabía con certeza. De lo único
que Makai estaba seguro era que, cuando su padre salió del KOAN-testador,
nunca fue el mismo. No sabía exactamente en qué había
cambiado, pero lo podía sentir. Había un ligero olor a ozono
en el aire, una tensión que se respiraba como agua. Un guía
lo llevó junto con el resto del grupo a una cabina con dos puertas.
Mientras caminaban, se
les explicaba cómo funcionaba el KOAN-testador. "Al inicio, algunos
de ustedes se sentirán incómodos con la privación sensorial.
No se preocupen, es una condición momentánea, e indispensable
para tener una buena sesión. Ambos lóbulos cerebrales se conectan
al neuroestimulador, que se encarga de descifrar las señales de un
lóbulo para enviarlas al otro lóbulo, codificadas de manera
entendible, a veces a manera de pregunta, a veces no. Las cosas siempre
son distintas para cada persona y nunca se les puede preguntar algo que
no saben, puesto que la fuente de todo acertijo es la mente de uno mismo.
A medida que uno va avanzando, los escenarios se pueden volver más
complejos. Básicamente, es el juego más avanzado de solitario
que se puede desarrollar. ¿Alguna pregunta?". Makai levantó
la mano.
"¿Cuáles
son las reglas?", preguntó. El guía sonrió levemente.
Por un instante, Makai pensó ver en su rostro una mirada distante,
casi de contemplación, una mirada que muchas veces vio en su padre
después de que participó en una sesión KOAN. "Eso dependerá
enteramente de ti", le respondió el guía.
Uno a uno, los jugadores
procedieron a tomar sus lugares en las cabinas, donde se sentaron en sillones
acolchados. Aunque confundido con la respuesta del guía, Makai decidió
no preguntar más. Sabía que la lógica del KOAN-testador
era tan secreta e intrincada como la personalidad de cada uno.
Cuando el guía conectó
los parches a su cráneo, Makai estaba temblando. De un momento a
otro, las sensaciones físicas de Makai desaparecieron. De repente
se encontraba a oscuras, en el silencio más absoluto y total. La
privación sensorial era uno de los requisitos indispensables para
poder concentrarse enteramente en el KOAN-testador. Oyó, sin oír
realmente, una especie de zumbido ininteligible. Mientras más enfocaba
su atención en el ruido, menos podía percibirlo. Sólo
cuando se relajaba sentía que se hacía más fuerte.
Poco a poco, se dio cuenta de que era una voz. El juego había comenzado.
"¿Quién eres?".
La voz provenía de la oscuridad. Makai dijo su nombre completo, edad,
y todos los datos que le parecieron relevantes.
"¿Qué sientes?".
Makai respondió nuevamente. ¿Era el famoso KOAN nada más
que esto?, ¿había esperado tanto tiempo en fila para que le
hicieran preguntas de escuela básica a oscuras?
Inmediatamente, la oscuridad
retrocedió y Makai apareció en un aula de su escuela primaria.
Se miró a sí mismo y se dio cuenta que el tiempo había
retrocedido. Ya no era el muchacho de 18 que alguna vez derrotó a
todos sus compañeros en el liceo, sino un niño de cinco años.
Frente a él se hallaba el maestro Atys, el primer profesor que había
tenido. Atys escribía una ecuación matemática en una
pizarra.
Makai levantó la
mano y dijo: "32". Atys siguió escribiendo otra ecuación y
respondió sin mirar a Makai. "¿Qué es 32?"
-"La respuesta a su pregunta",
respondió Makai.
-"¿Qué pregunta?",
dijo Atys.
-"La que usted me hizo",
devolvió Makai. Sólo entonces Atys dejó de escribir
y se dio la vuelta para mirarlo.
-"Yo no te hice pregunta
alguna", dijo.
-"¿Entonces por
qué escribe ecuaciones en la pizarra si no es para que yo las responda?"
Makai se hallaba confundido. Atys sonrió.
- "¿Quién
te dijo que yo quería que las responda?"
-"¿Cuál sería
el sentido de jugar si no es para responder al enigma?"
-"Entonces para qué
hacer una pregunta que se va a responder de todas formas?", replicó
Atys. "Entonces, preguntar no sería más que una pérdida
de tiempo, ¿no crees? Makai quedó mudo un instante. Atys se
dio la vuelta y continuó escribiendo en la pizarra.
-"Si no respondo, no gano",
dijo Makai entre dientes.
-"Si ganas, dejas de jugar".
Atys lo volvió a mirar, esta vez fijamente a los ojos. "Si dejas
de jugar, pierdes. Si vas a dejar de jugar, ¿para qué empezar?,
¿para qué ganar?"
-"El objetivo de todo juego
es ganar", respondió Makai.
-"Una respuesta es tan
buena como cualquiera." Atys cerró los ojos y desapareció.
En ese momento, la pizarra empezó a llenarse de ecuaciones y preguntas
de todo tipo. Automáticamente, Makai encontró que podía
resolverlas con sólo mirarlas. Obtenía raíces cuadradas
e hipotenusas casi tan rápidamente como aparecían. Fechas
y eventos históricos, procesos químicos, todo lo que aprendió
de los libros volvió a su mente como ráfagas de luz. Su cuerpo
se llenaba de adrenalina. Sentía que estaba ganando. Sin embargo,
una sensación inquietante se revolvía en su estómago.
De rato en rato, tenía la impresión de que todas estas pequeñas
preguntas ocultaban algo más grande detrás de ellas, como
si fueran un velo que se hacía más espeso cada vez que se
trataba de atravesarlo.
- Un pescador agarra 20
pescados con una red. Los lleva a la orilla. ¿Qué hace con
la red después de atraparlos?
Makai leyó la pregunta
una vez y su mente se detuvo abruptamente. En ese instante de duda, Makai
sintió que el velo dejaba pasar un rayo de luz. Pero la pregunta
no tenía sentido. No era lo suficientemente importante como para
contestarla, así que prosiguió leyendo y resolviendo las demás
preguntas de razonamiento lógico.
- Un cazador agarra un
conejo con una trampa de hilo y palos. El conejo es café.
¿Qué hace
el cazador con la trampa luego de atrapar el conejo café?
Nuevamente Makai se detuvo,
confundido. Esta pregunta tampoco era importante y no entendía por
qué estaba entre los demás acertijos. La respuesta era igual
que a la de la anterior pregunta sin sentido, tan sencilla que ni siquiera
merecía respuesta. Pero sabía que si no la respondía,
volvería a aparecer nuevamente e interrumpiría el juego.
- "Nada. El pescador y
el cazador no hacen nada más con sus redes y trampas," respondió.
Esta vez, sintió
que el cuarto y la pizarra, incluso él mismo empezaron a deshacerse.
El vértigo lo envolvió
y tuvo que clavarse las uñas en las palmas de su mano para no desvanecerse.
Se sentía como un trapo que estaba siendo jalado por todos lados,
y que rehusaba a romperse. Debía seguir con las preguntas.
El vértigo pasó.
Makai tomó un momento para recomponerse y proseguir con el juego.
Las preguntas y ecuaciones eran cada vez más abstractas, pero no tenía
mucho problema en resolverlas. Fue entonces cuando las preguntas dejaron
de aparecer.
El silencio se apoderó
del aula y lo invadió como un oscuro frío. El KOAN había
sido derrotado. No podía creer que hubiera sido tan fácil.
Esperó, sabiendo que en momentos despertaría nuevamente en
la cabina. Siguió esperando.
El tiempo siguió
pasando y no despertaba. Pudo observar cómo las paredes de la habitación
se desmoronaban lentamente, cómo la pizarra se volvía polvo.
Makai se mantenía inmutable. Pronto todo terminaría. Las respuestas
ya habían sido dadas, sólo había que esperar.
La hierba penetró
en la habitación, a través de las grietas entre los ladrillos.
El techo se derrumbó. Flores crecieron entre los pies de Makai, y
Makai siguió esperando. Poco a poco, todo rastro del aula desvaneció
y él quedó al aire libre, rodeado de vegetación que
crecía y moría. Luego, la arena comenzó a cubrir las
flores y las hierbas. Pronto, un desierto se formó a sus pies y lo
cubrió todo de arena. Makai siguió su espera. Observó
el desierto, viendo cómo incluso los granos de arena sucumbían
ante el paso del tiempo. Tal vez, si esperaba lo suficiente, vería
cómo hasta el tiempo mismo desaparecería. Entonces, ¿qué
tomaría su lugar?
- "32", dijo una voz
Ahora Makai flotaba en
una oscuridad absoluta. El aula, el campo, el desierto e incluso el mundo
que lo sostenía ya habían sucumbido hace mucho tiempo, o tal
vez hace segundos, no sabía.
-"32". En la oscuridad,
Makai reconoció la voz. Atys había vuelto.
-"¿Qué es
32?" preguntó Makai.
-"La respuesta a tu pregunta,"
replicó Atys desde la oscuridad.
-"Yo no hice pregunta alguna".
Sintió una sonrisa
en la oscuridad. Makai se dejó ir, libre al fin. Sintió que
en algún lugar de este espacio sin tiempo, un muchacho era retirado
de una cabina. El muchacho no hablaba, pues las palabras ya no le alcanzaban.
Su cuerpo no se movía,
pues no tenía necesidad del cuerpo. Ya nada importaba, pues ciertamente
ya ni siquiera él mismo existía ya. El velo había sido
roto. Él mismo había sido el velo. Las liebres y los peces
ya habían sido atrapados. Era tiempo de dejar las redes y las trampas,
de dejar las preguntas y sus respuestas. Era tiempo de seguir jugando.