Ciencia Ficción Perú


Colaboraciones



De Supercholo a Teodosio

Historietas peruanas de los 60 y los 70



Curador: Melvin Ledgard

 


De Supercholo a Teodosio

La historieta o “cómic” no es un arte que haya estado ausente en el Perú. Desde principios de la república, hubo quienes dedicaron a la política nacional – de por sí anecdótica- ingeniosas caricaturas, que con el tiempo se decantaron en originales historietistas que nos ofrecieron, no ya dibujos aislados, sino aventuras completas, algunas de ellas dignas de reeditarse en el formato denominado “comic book”, tanto por lo original de su propuesta como por la calidad de sus gráficos.

La consolidación de esta “historieta nacional” (supongo que hoy en día se diría “comic peruano”) tuvo lugar, a mi juicio, durante las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado. Es triste insistir en ello, pero parece que el Perú ha entrado en una etapa ¿irreversible? de decadencia cultural y creativa.

El presente artículo tiene como base la estupenda muestra realizada en la sede del Instituto Cultural Peruano Norteamericano de San Miguel, Lima, a cargo de Melvin Ledgard, quien –oh sorpresa- es también el creador de algunos personajes como Calibán (un diablo ingenuísimo) y un profesor de historia universal que me hizo ver la historia como algo divertido. El título de la muestra fue “De Supercholo a Teodosio”, y se centraba en la historieta nacional producida durante las dos décadas mencionadas. Sin embargo, aunque el alcance del trabajo de Ledgard es más amplio, es justo reconocer que las historietas de ciencia ficción o con elementos del género ocupan un lugar central. No podía ser de otra manera: hasta los años cincuenta, el Perú era un país atrasadísimo, cuya capital apenas sobrepasaba los cincuenta mil habitantes. El fin de la segunda guerra mundial y un cierto desarrollo de la industria trajeron una ola de modernidad, al menos para un sector de la población (reducido, lamentablemente) y de confianza hacia el progreso tecnológico.

Es así que en esa época se podía imaginar deliciosas situaciones que hoy nos parecerían descabelladas, pero que el imaginario de la época bien podía situar en su propio tiempo y lugar. Así, un habitante de esos años 60 y 70 veía como inminentes los viajes a Marte, las colonias en la Luna, las ciudades submarinas y demás etcétera. ¿No hay una canción llamada “Marcianita”, en la cual se dice que los hombres de ciencia han predicho que en 1970 el hombre llegaría a Marte? ¿No creían los escolares de los años 70 que el hombre nuclear existía? Si a ello sumamos la ignorancia y novelería (limeña, sobre todo), pues teníamos terreno listo para la historieta de ciencia ficción, obviamente en una versión pulp.

La historieta nacional tiene también un elemento de “respuesta” a la historieta norteamericana, rasgo que comparte incluso con el “comic” contemporáneo de cualquier parte del mundo. Si en EE.UU. existía el Ratón Mickey, pues acá debíamos tener un Cuy. Si los gringos tenían a Superman, nosotros tuvimos al … ¡Supercholo!



Nace el Supercholo




El creador del Supercholo fue Vitold Victor Honigman, de origen austriaco. El personaje apareció por primera vez en el diario “El Comercio” el 3 de noviembre de 1957, donde continuó sus aventuras hasta febrero de 1966. En la década de los ochenta, volvería al suplemento “Dominical” del mismo diario, aunque a cargo de otros dibujantes y guionistas (recuerdo el nombre de uno de ellos, Diodoros Kronos).

El primer Supercholo tenía un aspecto más bien caricaturesco. Era un sujeto esmirriado y de exagerados rasgos andinos. Su vestimenta, con la cual parecía hasta dormir, eran un par de ojotas, un pantalón de bayeta, un poncho y el sempiterno chullo, que al igual que el sombrero de Indiana Jones, no podía perder por ninguna circunstancia. A veces aparecía acompañado por una llama.

Tras su arribo a la capital – en esa época se gestó la llamada migración “del campo a la ciudad” que tan bien analizó José Matos Mar en sus ensayos - , el Supercholo se embarcó en ddiversas aventuras, y para muchas de ellas se echó mano a recursos propios de la ciencia ficción.

Por ejemplo, existe una aventura en la cual un científico desarrolla una máquina del tiempo a la que denomina “kronoton”. A causa de una avería de la máquina, una gran cantidad de dinosaurios son trasladados a la Lima de 1958. En un alarde de ingenio (posmoderno, dirían algunos), el Supercholo se dirige a la sede de “El Comercio” (diario del cual es personaje, no lo olvidemos) para informar del desastre. Al creerlo demente, es enviado a un manicomio, desde donde escapa para pedir ayuda… ¡a sus dibujantes y a su guionista! Como hecho anecdótico, esta aventura incorporaba a otros personajes de la vida real, como el jugador de fútbol Alberto “Toto” Terry.

Ya en otras aventuras del Supercholo, que tampoco tenían título, lo vemos viajando a la Luna, a mundos fantásticos, al universo de “Las mil y una noches”… e incluso a la Roma antigua, donde se convierte en Espartaco (?), quien por supuesto muere… pero no el Supercholo.



La aventura más famosa



Melvin Ledgard ha destacado en su muestra una aventura del Supercholo que involucra a habitantes de otros planetas, iniciada el 20 de mayo de 1962.

La primera viñeta nos muestra un cartel con el siguiente anuncio: “¡Por primera vez! Gran campeonato inteplanetario (sic) de futbol – Participan los equipos de:  Tierra – Marte – Saturno – Júpiter – Venus – Neptuno”.

Mientras tanto, el dibujante de Supercholo ha tenido un contratiempo: un boceto de aventuras ha sido rechazado. Deprimido, pide ayuda al Supercholo, quien le informa que ha sido nombrado reportero gráfico encargado de cubrir el Campeonato Interplanetario de Fútbol, que tendrá lugar en el planetoide Supergalaxia. El Supercholo promete enviar informes a Honigman.

Ya en el planetoide, de color rojizo y con un paisaje montañoso, los periodistas y miembros de las delegaciones deportivas ocupan sus respectivos lugares en el estadio.

El campeonato se inicia con un desfile de los equipos planetarios. El equipo de Venus está integrado por hermosas mujeres. Los jugadores marcianos son individuos de aspecto “marcial”, de color rosado, orejas puntiagudas y calvos, con una estatura promedio que supera los dos metros. Los jugadores de Saturno tienen un aspecto más parecido al nuestro, aunque tienen color anaranjado, grandes cabezas, orejas prominentes y usan un casco parecido al que suele utilizar el dios Mercurio.

Los jugadores de Júpiter y Neptuno ofrecen una anatomía más exótica. Los jupiterianos son humanos en casi todos los aspectos, excepto en su color, que es amarillo, y en las piernas: a la altura de las pantorrillas cuentan con un pie adicional, de modo que los jugadores tienen un equipo (a mi juicio, poco funcional para caminar o jugar fútbol) de cuatro pies. Los rostros jupiterianos recuerdan al personaje “Namor”, aunque sus cuellos son más gruesos.

Por último, los neptunianos, que como era de esperarse de un planeta con el nombre del dios del mar, tienen el aspecto de peces antropomorfos. Su cuerpo es humanoide, escamoso y de color verde. Sus rostros recuerdan a los “profundos” de H.P. Lovecraft: ojos saltones, branquias, orejas puntiagudas y boca de labios gruesos. Increíblemente, tienen cejas muy pobladas.

El primer partido es entre Marte y Júpiter, en el cual los cuatro pies de los jupiterianos les ayudan a vencer. En otro partido, las venusinas utilizan sus poderes de seducción (ojos hipnóticos) para vencer a los neptunianos.

Hasta aquí llegamos con el campeonato interplanetario, que suponemos ganó la Tierra.




Los años siguieron pasando, y a principios de 1965, el Supercholo viaja al año 3000 en una máquina del tiempo creada por un científico loco. Se observa que dos personajes del remoto futuro utilizan la famosa “aleta” aerodinámica en la cabeza.

En febrero de 1966, las aventuras del Supercholo llegan a su fin en el Comercio. Hubo un intento de relanzamiento, con nuestro personaje utilizando un atuendo más actual (blue jeans, casaca negra, sin chullo), pero el proyecto no prosperó.



Otros personajes

La muestra del ICPNA nos permitió conocer otras historietas de ciencia ficción, las cuales fueron publicadas en otros diarios en forma de tira periódica.

Así, tenemos a dos personajes que aparecieron en el diario “La Prensa”. El primero de ellos fue “Novac”, dibujado por Jorge Bernuy, eximio pintor que además ilustró muchos artículos de la revista desaparecida “Lo Insólito”. “Novac” apareció por primera vez el 8 de abril de 1973.

Otro personaje fue Mario Cosmo, astronauta peruano protagonista de la historieta “Arriba, siempre arriba”, publicada en “La Crónica” desde el 16 de noviembre de 1974. La acción transcurre en el año 3000 (parece que nuestros autores intuían que para el 2000 las cosas no iban a cambiar mucho en el Perú), y como constata Melvin Ledgard, el dibujo siempre solía incluir alusiones al origen peruano de Mario Cosmo. En una de sus aventuras, debe luchar en el planeta Grog con un mazo de diseño medieval, utilizando un curioso chaleco peludo, con la bandera peruana en el pecho.

En el antiguo diario “Correo”, se publicaron dos tiras de ciencia ficción, por cierto, de excelente aspecto gráfico. “Zarkhan” y “Yungay ‘70” Aparecieron simultáneamente el primero de mayo de 1978. “Zarkhan”, suerte de aventurero galáctico físicamente parecido a Conan el Bárbaro, era dibujado por Roberto Castro; mientras que “Yungay ‘70”, de Jorge Monterrey, nos ofrecía a unos extraterrestres tratando de prevenir el desastre que borró del mapa a la ciudad de Yungay en 1970. Lamentablemente, ambas historietas tuvieron corta vida, pues aparecieron por última vez el 24 de julio de 1978.

Por último, el diario “Extra” inició las aventuras de “El señor Unklaus” el 21 de octubre de 1964. Esta tira, de la cual no tenemos mayores referencias, era dibujada por C. Zegarra, con guiones de C. Arboleda.

Contexto histórico

Hablar de las décadas del 60 y del 70 del siglo XX en el Perú no es fácil. A grandes rasgos, se recuerda que hubo un acelerado proceso de industrialización, un golpe de Estado en 1968, una segunda fase de gobierno militar y la vuelta a la democracia en 1980.

Sobre el gobierno militar, hemos pasado del denuesto gratuito y desinformado a la inquietud sobre si, en el fondo, fue o no tan malo como se pregona. Hemos aprendido a echarle la culpa de todos los males que aquejan a la sociedad peruana a otros (a los extranjeros, a los conquistadores, a los militares, a la gente del pasado,…), de modo que hoy en día es difícil contar con una referencia histórica mas o menos desapasionada e imparcial.

Respecto a la historieta, es en ese periodo de gobierno militar donde se dieron muchos debates. Se decía que las historietas extranjeras (sobre todo las de origen estadounidense) eran “alienantes” para nuestra realidad. Incluso se observa una tira (nacional) en la cual un personaje, vestido como el Tio Sam, arroja un grupo de historietas con los títulos “Batman” o “Roldán el temerario” a un campesino, supuestamente con el fin de distraerlo… Las historietas fueron vistas como peligrosos agentes del imperialismo yanki, al punto que hubo una norma que prohibió o restringió su difusión “por atentar contra el proceso educativo”. Prohibición que, por cierto, no impidió el consumo masivo de las historietas de siempre.



Análisis especializados

No es la primera vez que Instituto Cultural Peruano Norteamericano – ICPNA – nos ofrece una exposición relativa a la historieta peruana. En el año 2003, Carla Sagástegui estuvo a cargo de “Los primeros cien años de la historieta peruana”, mientras que la exposición a cargo de Melvin Ledgard se centró en un período de tiempo más breve.

Ambos autores han volcado el producto de sus investigaciones en sendos libros que, lamentablemente, son imposibles de ubicar en las librerías peruanas. Esperemos que esta situación se revierta en el corto plazo.


Daniel Salvo © agosto de 2004
(artículo publicado originalmente en Velero 25  Ciencia Ficción Peruana)


(N.de E.: La exposición "De Supercholo a Teodosio" se presenta actualmente en la Galería Pancho Fierro, ubicada a espaldas de la Municipalidad Metropolitana de Lima)


Daniel Salvo [email protected]


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