Ciencia Ficción Perú

Comunidades Imaginadas

por Ricardo León



Comunidades imaginadas

por Ricardo León

Aunque son adultos, profesionales e incluso -algunos de ellos- padres de familia, viven pegados a los clásicos de la ciencia ficción y se agrupan para rendirles culto


QUE LA FUERZA ESTE CONTIGO

En 1999 circulaba por Lima una revista de corta tirada llamada Comics Info, hecha casi clandestinamente por un grupo de fanáticos peruanos del cómic. En un número dedicado a la saga de Star Wars, titulado The Force, aparecía un pequeño aviso publicitario que marcó el inicio de la asociación cultural The Force Perú, conformada por un grupo de fervientes seguidores de la obra que el cineasta George Lucas estrenó en el cine en 1977.

El aviso mencionaba una pequeña tienda ubicada frente al Centro Cívico (ciudad de Lima, capital del Perú), llena de artículos y objetos que todo coleccionista de Star Wars podía imaginar. Humberto Chipoco, el dueño, se pasaba ahí horas de horas, con otros aficionados, soñando con las aventuras de Han Solo y Luke Skywalker en su lucha contra Darth Vader y compañía.
La tienda se mudó más tarde a Miraflores, donde tuvo mayor acogida. Fueron apareciendo más adeptos, hasta que llegó el momento de consolidarse como asociación cultural gracias al empuje de Chipoco y de sus socios, entre ellos el actual presidente de The Force Perú, Daniel Acevedo.
«Al comienzo, éramos 30 socios; ahora somos 170. Nos reunimos cada dos meses para realizar concursos, conversatorios, foros con diversas temáticas, etc., pues esto es un hobbie, un feeling en el que la idea principal es ir más allá de lo conocido», explica Acevedo.
Parte del hobbie son las exposiciones que realizan a lo largo del año, en las cuales debaten sobre un tema relacionado con La guerra de las galaxias. En la última, por ejemplo, discutieron sobre los cazarrecompensas en la saga. También están los concursos de preguntas y respuestas -aptos sólo para conocedores-, cuyos premios son objetos de la serie.


ANILLO LOCAL

El siete de julio pasado, la Sociedad Tolkien Peruana celebró su primer año de actividades, y el 22 de setiembre último firmó su ansiada constitución legal. La STP es una filial de la Tolkien Society de Inglaterra -la cuna artística del célebre escritor nacido en Sudáfrica-, que reúne a los amantes de la obra de J. R. R. Tolkien.
Sus miembros -profesionales de entre 30 y 40 años-, carné en mano, se reúnen cuatro veces al año para tratar la vida y obra del creador de Frodo y la Tierra Media. Su tarea es estudiar a Tolkien y descubrir nuevas luces en ese mundo imaginario habitado por humanos, elfos, hobbits, enanos, espectros y demás personajes.
Mediante juego de roles -especie de juego de mesa en el que cada participante representa un personaje de El Señor de los Anillos, para crear una historia basada en la obra- y talleres de lectura, de música y danza, de arte dramático y de lenguas de la Tierra Media, ellos han ido adoptando una nueva filosofía de vida extraída de la fantasía pura.
Su constante devoción los lleva a conseguir permanentemente material nuevo: lecturas recientes, avances y preestrenos de las películas y la posibilidad latente y provocadora de asistir, de aquí a dos años, a la gran convención de aficionados en Oxford, el hábitat de Tolkien, para celebrar con ellos los 50 años de la publicación de su obra.


MUNDO FANTÁSTICO

José Jaramillo (33) conoció a Mercedes Romero (33) estudiando la carrera de sistemas. Un día descubrió que tenían un denominador común: la afición por la serie Star Trek, o Viaje a las estrellas, una de las muestras más representativas y esenciales del género de ciencia ficción. Corría el año 1994, y las listas de interés vía e-mail comenzaban a aparecer con cierta fuerza. Al poco tiempo, y con un grupo más sólido, decidieron compartir sus colecciones y pulir una afición que los mantendría unidos hasta el día de hoy.
«En las reuniones hacíamos lo que se conoce como Starnet Media: ver videos de los avances de las películas bajados de internet, combinándolos con diapositivas y haciendo exposiciones y debates», cuenta Jaramillo.
Mercedes tiene en su casa una colección completa de Star Trek: una habitación rodeada de muñecos de cuatro y nueve pulgadas, de cuadros, fotos, videos, libros y enciclopedias, naves espaciales y la satisfacción de haber viajado a tres convenciones mundiales de Star Trek y de haber visto al capitán Kirk y al Sr. Spock a pocos metros de distancia.
Tantos años, tantas adquisiciones y tanto fervor la convierten en una experta conocedora del mundo Trek. «Me siento atraída por su visión futurista, por el poder conocer otros planetas. No es pura ciencia ficción, son exploraciones muy profundas», sostiene, mientras panea con los ojos su amplio ejército de muñequitos de plástico.
Algún intolerante creería que se trata de unos treintones dementes alejados de la realidad, o quizás un grupo de excéntricos afectados por un mal pueril, pero ellos lo niegan. Están permanentemente siguiendo el rumbo de la sociedad y no admiten que los vean como unos bichos raros adictos a los muñequitos y los rayos láser de colores.
Todos ellos nos demuestran que un aficionado o cultor de la ciencia ficción no es sólo quien pinta en la fachada de su casa una nave espacial, o elabora reproducciones de los objetos de las obras que nadie puede ver. Este insólito gusto se basa en el coraje de llevar el gusto por delante, aunque tengan que soportar burlas intolerantes y miradas extrañas. Lo importante es no separar los pies de este mundo.





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