Ciencia Ficción Perú

Editorial

El futuro en la PALMa de la mano




Hace unos meses, en un diario local, fue publicada la carta de un lector que residía en Puno. Este lector se quejaba por la carencia de librerías en su ciudad, debido a lo cual no podía adquirir un ejemplar de la novela reseñada esa misma semana por el diario en referencia. La respuesta fue: “le proporcionamos la dirección electrónica de la librería XXXXXX, donde seguro atenderán su pedido”. Dudo que el lector haya recurrido al servicio, el cual, obviamente, encarecerá aún más el precio de la novela solicitada. Ni modo, es lo que hay, y ya he aprendido el credo liberal que dice que, si no existe mercado en Puno para una librería, pues no debe existir pues. Que se jodan los cholos.


En algún momento, consideré (me hago cargo de mis propias barbaridades) que el Estado debía intervenir, e instalar librerías en todas las capitales de departamento, por ejemplo (a propósito, ¿han leído las normas regionales publicadas en El Peruano? Todo es nombramientos, adquisiciones, creación de nuevas entidades… pero nada sobre innovación educativa). Esta propuesta, sin embargo, tiene más desventajas que ventajas. No hay un criterio objetivo para decidir cuáles deberían ser los libros a vender en estas hipotéticas librerías estatales. ¿Sólo autores nacionales, o extranjeros también? ¿Ediciones nuevas, o se pueden vender usaditos? ¿Tipo de cambio…? Dadas las conocidas capacidades logísticas del Estado peruano, cabe suponer que una iniciativa así no sería viable.

Entonces, podríamos concluir que no hay ni habrá (en el corto plazo, al menos) libros accesibles en aquellos lugares donde el mercado “dice” que no es negocio. Aparentemente es lamentable, y en anteriores editoriales, yo mismo me he lamentado por semejante estado de cosas.

Ahora no.

Al contrario, me alegro. Que no haya librerías en gran parte de ciudades peruanas (y acaso, del mundo) puede convertirse, si la sabemos aprovechar, en una ventaja. Sobre todo, una ventaja educativa. Por que… ¿quién necesita un libro, si puede tener una Aleph?

La entidad literaria creada por Jorge Luis Borges, el Aleph, figuraba un punto en el universo desde el cual podían verse todos los demás puntos, en todos los tiempos. Un punto que lo contenía todo.

Algo parecido es, aunque desde una perspectiva muy basta, la internet. Hoy en día, podemos hallar en la internet prácticamente todo el conocimiento que ha creado la humanidad, en todos los idiomas, en imágenes, en sonidos. Y lo que no hoy no está, tarde o temprano estará. ¿O creen que “Ciencia Ficción Perú” ha existido siempre?

La internet pues, volviendo a la imagen malamente tomada de Borges, sería el universo, que puede ser visto en su totalidad desde un Aleph, un punto (díganme cuántas dimensiones tiene un punto) infinitesimal, pequeñísimo, asequible.
Algo como una palmtop o “pocket pc”.

Hasta hace unos meses, consideraba a las palm (de la marca que sea) una especie de juguete sofisticado, caro, y carente de mayores aplicaciones prácticas.

Sin embargo, en menos de lo que pensaba, los precios cayeron al piso. Como cualquier electrodoméstico. Y las prestaciones aumentaron. Ya existen palm con 2 gigabytes de memoria, y supongo que me estoy quedando corto frente a las ofertas reales.

Mejor aún, cuentan con tecnología que permite, ya sea por cable o rayos infrarrojos, copiar o enviar información de una computadora de escritorio. De modo que puedo “bajarme” a la palm el contenido de una base de datos, un libro, una película o navegar en la red. El Aleph de Borges ha llegado, pero no está oculto tras el último escalón de la escalera de un sótano, sino frente a nosotros.

Aún son caros, si, sobre todo los modelos más recientes. Pero he conocido personas que cuentan con palms cuyo costo no ha superado los 20 dólares, desde las cuales han disfrutado, entre otras cosas, de novelas y cuentos que, como ya sabemos, muy difícilmente llegarán a nuestro territorio.

La internet, y en esto me baso en conceptos proporcionados por mi buen amigo Luis Bolaños, es el equivalente al descubrimiento de la imprenta y su impacto en la difusión del pensamiento y la cultura. El momento histórico que atravesamos guarda muchas coincidencias con la aparición de la imprenta: en esa época, igual se consideraba el libro “impreso” como inferior al libro “manuscrito”, pues éste último vendría a ser una obra de arte y el otro, un producto masivo. Si retrocedemos aún más en el tiempo, hay una leyenda egipcia según la cual uno de los dioses recrimina al hombre que ha inventado la escritura, pues predice que gracias a su invento, los hombres se volverán flojos en ejercitar su memoria, confiándose al frágil registro de símbolos en un papiro (papel).

De modo que no nos lamentemos. Impulsemos más bien esta nueva forma de acceder y aprovechar el conocimiento. El nuevo (¿nuevo?) paradigma en la educación debe ser el tratamiento de toda esta información que, más pronto de lo que pensamos, estará disponible para cualquier hijo del vecino, a menos que eso sea lo que se pretende evitar. No hagamos el juego a quienes pretenden mantener a las masas en la ignorancia.

Pongamos un Aleph en la PALMa de la mano de todos los niños. Cuesta (costará) menos de lo que parece.



Daniel Salvo, agosto de 2005


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