Helmut Wagner
El anarquismo y la Revolución española
Índice
[Introducción]
La heroica lucha de los trabajadores españoles contra los fascistas
es un hito en el desarrollo del movimiento de clase internacional del
proletariado. Simultáneamente, esta lucha pone fin al curso ininterrumpido
del fascismo victorioso e inicia un nuevo periodo de crecientes luchas
de clases.
Pero esta no es la única razón por la que la Guerra
Civil Española tiene una gran importancia para el proletariado.
Su significación radica en el hecho de que pone a prueba las
teorías y tácticas del anarquismo y el anarcosindicalismo.
España siempre ha sido la tierra del anarquismo. La enorme
influencia que las doctrinas anarquistas obtuvieron en España
sólo puede entenderse en relación con la peculiar estructura
de clases del país. La teoría de Proudhon de los artesanos
individuales e independientes, así como la aplicación
de esa misma teoría por parte de Bakunin a las fábricas,
encontró un atnplio apoyo entre los pequeños campesinos
y los trabajadores del campo y las ciudades. Amplios sectores del proletariado
español abrazaron las doctrinas anarquistas, y la aceptación
de esas doctrinas fue la causa del espontáneo levantamiento de
los trabajadores contra el alzamiento fascista.
Sin embargo, eso no quiere decir que el desarrollo de la lucha también
esté determinado por la ideología anarquista o que sea
un reflejo de los objetivos de los anarquistas. Por el contrario, queremos
subrayar que los anarquistas fueron obligados a abandonar muchas de
sus viejas queridas ideas y a aceptar, en cambio, compromisos de la
peor especie. El análisis de ese proceso nos demostrará
que el anarquismo es incapaz de resolver los problemas de la lucha de
clase revolucionaria. Las tácticas anarquistas puestas en práctica
en España fueron incapaces de hacer frente a la situación,
no porque el movimiento fuera demasiado reducido para permitir su puesta
en práctica, sino porque los métodos anarquistas para
organizar las diferentes fases de la lucha estaban en contradicción
con la realidad objetiva. Esa fase de desarrollo pone de manifiesto
claras similitudes con la Rusia bolchevique de 1917. Así como
los bolcheviques rusos tuvieron que abandonar, paso a paso, sus viejas
teorías hasta que, finalmente, fueron obligados a explotar a
los obreros y campesinos con métodos capitalistas burgueses,
los anarquistas en España se ven forzados a aceptar medidas que
con anterioridad ellos mismos denunciaron como centralistas y opresoras.
El desarrollo de la Revolución rusa puso de manifiesto la inadecuación
de las teorías bolcheviques para resolver los problemas de la
lucha de clase proletaria y, de forma similar, la Guerra Civil Española
revela la inadecuación de las doctrinas anarquistas.
Nos parece de gran importancia señalar los errores cometidos
por los anarquistas, porque en líneas generales su valiente combate
ha inducido a muchos trabajadores -que ven con claridad el papel de
traidores que juegan la Segunda y Tercera Internacionales- a creer que
los anarquistas tienen razón, a pesar de todo. Desde nuestro
punto de vista, esto entraña un gran peligro en la medida en
que tiende a aumentar la confusión rampante dentro de la clase
obrera.
Consideramos nuestro deber el mostrar, a partir del ejemplo español,
que la argumentación anarquista contra el marxismo es errónea;
que, por el contrario, es la doctrina anarquista la que ha fracasado.
Cuando se trata de comprender una situación dada, o mostrar las
vías y métodos dentro de una lucha revolucionaria concreta,
el marxismo todavía tiene ventaja, y la mantiene en una aguda
oposición al pseudo-marxismo de los partidos de la IIª y
IIIª Internacionales.
La debilidad de las teorías anarquistas se puso de manifiesto,
en primer lugar, por la actitud de las organizaciones anarquistas respecto
de la cuestión de la organización política del
poder. Según la teoría anarquista, la victoria revolucionaria
se obtendría y garantizaría poniendo la gestión
de las fábricas en manos de los sindicatos. Los anarquistas nunca
intentaron arrebatar el poder al gobierno del Frente Popular. Ni propiciaron
la organización de un poder político de los soviets. En
vez de propagar la lucha de clases contra la burguesía, preconizaron
la armonía de clases entre todos los grupos que formaban parte
del frente antifascista. Cuando la burguesía empezó a
recortar el poder de las organizaciones obreras, los anarquistas se
unieron al nuevo Gobierno lo que, según las teorías anarquistas,
es una gran desviación de sus principios básicos. Intentaron
explicar este cambio con la excusa de que, teniendo en cuenta la colectivización,
el nuevo gobierno del Frente Popular no representaba un poder político,
como antes, sino simplemente económico, porque sus miembros eran
representantes de los sindicatos a los que, sin embargo, también
pertenecían los miembros de la pequeño-burguesa Esquerra
[Republicana de Catalunya]. Los anarquistas aducían: puesto que
el poder está en las fábricas, y las fábricas están
controladas por los sindicatos, el poder está en manos de los
trabajadores. Lo que resulta de todo esto es algo que veremos a continuación.
Mientras los anarquistas estuvieron en el Gobierno, fue emitido el
decreto de disolución de las milicias. La incorporación
de las milicias al ejército regular y la supresión del
POUM en Madrid fueron decretados con su aprobación. Los anarquistas
contribuyeron a organizar el poder político burgués, pero
no hicieron nada por la formación de un poder político
proletario.
No es nuestra intención hacer a los anarquistas responsables
del desarrollo de la lucha antifascista y de su desviación hada
un callejón sin salida burgués. Habría que reprocharlo
a otros factores, especialmente, a la pasividad de los trabajadores
en otros países. Pero lo que queremos criticar firmemente es
el hecho de que los anarquistas abandonaran la tarea hacia una revolución
realmente proletaria y se identificaran a sí mismos con el proceso
actual. En consecuencia, tendieron una cortina de humo que ocultaba
la posición de los trabajadores contra la burguesía, y
dieron pie a ilusiones que, nos tememos, ellos mismos habrán
de pagar muy caras en el futuro.
Las tácticas de los anarquistas españoles habían
encontrado numerosas críticas entre los grupos libertarlos extranjeros.
Algunas de esas críticas los acusaban incluso de haber traicionado
los ideales anarquistas. Pero como esas críticas ven erróneamente
la situación a la que sus camaradas españoles hacen frente,
se quedan en críticas meramente negativas. No podría ser
de otro modo. Las doctrinas anarquistas no pueden responder a las cuestiones
que la práctica revolucionaria plantea. No participación
en el gobierno, no a la organización del poder político,
sindicalización de la producción, éstas son las
consignas básicas anarquistas.
Con tales consignas es completamente imposible abordar de forma efectiva
los intereses de la revolución proletaria. Los anarquistas españoles
se retrajeron hacia las prácticas burguesas porque fueron incapaces
de reemplazar sus consignas irrealizables por otras proletarias. Precisamente,
por esa razón, los críticos y asesores liberales extranjeros
no podían ofrecer una solución, pues esos problemas sólo
pueden resolverse sobre la base de la teoría marxiana.
La posición más extrema entre los anarquistas extranjeros
es la de los anarquistas holandeses (excepto los anarcosindicalistas
del NSV - Nederland Syndikalist Vuband). Los acérrimos anarquistas
holandeses rechazan cualquier lucha que suponga la utilización
de armas de guerra, porque tal lucha estaría en contradicción
con los ideales y objetivos anarquistas. Niegan la existencia de clases,
aunque no pueden evitar la expresión de su simpatía con
la lucha de masas antifascista. En realidad, su posición significa
un sabotaje de la lucha. Denuncian cualquier acción que signifique
una ayuda para los trabajadores españoles, como el envío
de armas. El núcleo de su propaganda es el siguiente: todo lo
que se haga ha de estar encaminado a prevenir la extensión del
conflicto a otros países europeos. Propugnan la "resistencia
pasiva" al estilo de Gandhi, cuya filosofía, traducida en
la realidad objetiva, significa la rendición de los trabajadores
indefensos a los verdugos fascistas.
La oposición dentro de los anarquistas mantiene que el poder
centralizado en la dictadura del proletariado o en el comité
militar, llevará a otra forma de sometimiento de masas. Los anarquistas
españoles responden subrayando que ellos (en España) no
luchan por la imposición de un poder político centralizado,
al contrario, favorecen la sindicalización de la producción,
que excluye la explotación de los trabajadores. Creen sinceramente
que las fábricas están en manos de los trabajadores y
que no hace falta organizar todas las fábricas de forma centralizada
y sobre una base política. El proceso actual, sin embargo, ha
demostrado que la centralización de la producción ya se
está llevando a cabo y que los anarquistas se han visto forzados
a adaptarse a las nuevas circunstancias, incluso en contra de su voluntad.
Dondequiera que los trabajadores anarquistas no asuman la organización
del poder políticamente y de forma centralizada en las fábricas
y ayuntamientos, los representantes de los partidos capitalistas burgueses,
incluidos el partido socialista y el comunista, lo harán en su
lugar. Esto quiere decir que los sindicatos, aunque sean controlados
directamente por los trabajadores en las fábricas, estarán
dirigidos de acuerdo con leyes y disposiciones emanadas por el gobierno
capitalista burgués.
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