Textos de Anton Pannekoek

Esperanza en el futuro

Escrito en 1912. Publicado en Le Socialisme, 16 de Noviembre de 1912.

Si fuese necesario creer las palabras de los portavoces de la burguesía, la clase obrera no tendría peores enemigos que los socialistas. "Pues ellos hablan claramente en contra de los vicios de la sociedad actual", dicen, "y lamentan la suerte infeliz de los obreros; pero en lugar de pensar en proporcionarles ayuda inmediata, al proletario le muestran, en el futuro, una sociedad socialista que, precisamente, nunca se realizará. Sólo aquellos que, como nosotros, se sitúan en el terreno del orden actual y que sostienen que es eterno, pueden dedicarse con ardor a la mejora, por medio de reformas, de las condiciones actualmente existentes. Y esto es por lo que todos nosotros, liberales y antisemitas, progresistas y cristianos católicos, somos amigos infatigables de la reforma y estamos incesantemente preocupados por mejorar la suerte de los obreros. En lo que a ellos respecta, los socialistas lo ven todo muy facil: en lugar de ponerse a trabajar, solamente dan a los hombres un consuelo, el futuro. Rechazan las reformas que proponemos, bajo el pretexto de que son una burla de las demandas obreras, o de que contienen disposiciones calificadas hostiles a los obreros. Toman una actitud exclusivamente negativa. Y esto es enteramente natural; si todos los males pudiesen ser suprimidos dentro del marco del mundo actual y si, consecuentemente, las causas del descontento fuesen a desaparecer, no habría nada que hacer en una sociedad futura."

La socialdemocracia siempre ha desenmascarado fácilmente la fanfarronada de estos amigos del obrero. Ha dicho: "¡Por favor, Señores, demuestren celo por las reformas sólo por una vez! ¡Tomados en conjunto son la mayoría del parlamento, así que hagan desaparecer los vicios del capitalismo!" Y para explicar su propia posición, opuesta a las reformas, sólo tenía que recordar su doctrina, su práctica y su programa.

Nuestra doctrina nos dice que el socialismo no puede ser construido sobre las ruinas de la sociedad existente, mediante una revuelta de mendigos hambrientos en harapos. Sólo puede resultar de la poderosa marcha hacia delante de un ejército de proletarios organizados, luchando para conquistar cada posición, cada progreso. La práctica ha mostrado que los socialistas son los más infatigables campeones de cada reforma, de cada mejora en interés de las masas explotadas, mientras que los partidos burgueses siempre rechazan sus propuestas con las palabras: "¡Imposible! ¡Pretensiones exageradas!". Y la prueba de que estas propuestas no se hacen por oportunismo, con el único objetivo de crear popularidad, de que nacen necesariamente de nuestra concepción fundamental, la proporciona nuestro programa. Allí puede encontrarse un sistema lógico de reformas para la mejora del mundo capitalista. Nosotros proponemos este programa a los partidos burgueses para examinar su ardor reformista. Cuando se haga todo esto, entonces podemos hablar.

Pero ellos no quieren esto: "Estas no son otra cosa que demandas imposibles", exclaman, "quizás apropiadas para una sociedad ideal, compuesta sólo por ángeles y hermanos, pero no para nuestro mundo capitalista de hoy, donde los hombres, difiriendo en propiedades, talentos y metas perseguidas, dominados exclusivamente por el egoísmo, luchan entre ellos y tienen que ser mantenidos en jaque por un fuerte poder político." Están equivocados en esto: nuestro programa no contiene nada que sea incompatible con el capitalismo. Permite que la explotación misma y la oposición de clases sigan en su sitio, y sólo propone suprimir, para el proletariado, cualquier exceso de opresión y depresión, su falta de derechos políticos, su esclavitud al yugo del militarismo, la mala educación de sus hijos y el desperdicio sin sentido de su fuerza de trabajo.

Veamos lo que hay en estas demandas "imposibles". La primera posición es: el sufragio universal igual y directo, su extensión a las mujeres, la representación proporcional, la elección de magistrados por el pueblo y la autonomía comunal. No hay aquí nada que sea imposible; siendo prueba de esto que estas demandas han sido realizadas parcialmente en otros países. Luego viene el armamento general del pueblo, reemplazando el militarismo actual. Un número infinito de experiencias demuestran que, para el valor defensivo de una nación, el sistema de milicias es tan bueno, quizás mejor, que un ejército teniendo tras de sí un largo entrenamiento de cuartel. Nada se podrá encontrar de imposible en declarar la religión "un asunto privado", en el mejoramiento de la educación del pueblo, en el establecimiento de garantías jurídicas sólidas. En lo que respecta al impuesto progresivo sobre las fortunas, con la supresión de todos los impuestos indirectos, estas han estado durante mucho tiempo en el programa de los políticos burgueses. Donde probablemente podría residir la imposibilidad es en la demanda de la legislación protectora del trabajo, cubriendo la fijación de la jornada diaria, la prohibición del trabajo infantil y nocturno, las precauciones tomadas por la seguridad e higiene de los obreros, o incluso un seguro de los obreros bien constituido.

Como podemos ver, todas estas son reivindicaciones inmediatas para el presente; nada que suponga un orden social distinto del actual.

No demandamos la abolición total de los ejércitos, pues sabemos que bajo el régimen capitalista las guerras son a veces inevitables. No demandamos una educación científica más elevada para todos los niños; la instrucción sirve a la vida, y las condiciones de los obreros en la sociedad capitalista sólo demandan una buena instrucción elemental. No demandamos la extinción del desempleo: el capitalismo no puede suprimir esta fuente principal de la pobreza del obrero. Nuestras demandas son todas realizadas en el terreno del capitalismo. Pero hay más. Su sola realización cumplirá verdaderamente los principios fundamentales de la sociedad burguesa: la igualdad de derechos entre todos los hombres como vendedores de mercancías, y el derecho de los trabajadores a prestar su fuerza de trabajo sólo recibiendo a cambio el pleno valor de esta fuerza de trabajo.

Así, podemos preguntarnos por qué los partidos burgueses no quieren saber nada de estas reivindicaciones, cuya realización será parte del capitalismo normal. La cosa es terriblemente simple: el desarrollo del socialismo también depende de la naturaleza normal del capitalismo, su más íntima esencia. No obstante, de este desarrollo tampoco quieren oir nada. Quieren un capitalismo anormal, no natural, un capitalismo que estaría hecho para durar eternamente. Realizar nuestras reivindicaciones inmediatas –que fortalecerián a la clase obrera física y mentalmente, que pondrían el poder político en manos de la mayoría de la nación- sería abrir el camino a una pacífica e imperceptible transición de la sociedad al socialismo. En tanto el proletariado madura y las masas se hacen conscientes de las causas de sus sufrimientos, podrían, expropiando a los grandes monopolios de explotación, tanto como realizando reformas sociales apropiadas y efectivas, oponer una barrera siempre más fuerte al poder y a la aflicción de los que sufren, y así llevar al capitalismo a su ruina.

Esto es justo lo que la clase propietaria no quiere. Esto es por lo que intenta mantener a los trabajadores en un estado de degradación, dejarles ignorantes y privados de derechos políticos, en la ilusión insensata de que de este modo bloquearán la evolución para siempre. No ve que el único resultado que han obtenido es que la evolución tenga que tener lugar a través de violentas catástrofes. Piensa solamente en su poder momentáneo.

Así es como son las cosas. Nuestras reivindicaciones inmediatas serían realizables con bastante facilidad, pero se enfrentan a la resistencia obstinada de la clase dominante. Cualquier cosa en lugar de permitir que su poder y sus beneficios sean reducidos incluso un poco. ¡Que la opresión, la pobreza, la injusticia y la explotación que el pueblo sufre continuen para siempre!

Nosotros sabemos bien que, mientras tanto el capitalismo dure, sólo se le podrán hacer unas cuantas modificaciones. No es nuestro partido, es la burguesia la que sitúa la esperanza de los obreros en una sociedad futura. Es como si les dijeran: “Si quereis ser felices tenéis que empezar por suprimir el capitalismo”. Así, conseguirá lo contrario de lo que desea. Por su oposición reaccionaria a las reformas, empuja a las masas trabajadoras a nuestras filas y les fuerza a conquistar, por la via de una enérgica lucha revolucionaria, lo que no podría ser concedido pacíficamente.

Traducido y publicado digitalmente por el
Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques


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