Anton PANNEKOEK
Los Consejos Obreros

Índice

8. El desarrollo

Cuando la clase trabajadora obtenga su victoria en la difícil lucha contra el capital, en la cual surgieron y se desarrollaron los consejos obreros, deberá tomar a su cargo la tarea que le es propia, es decir, la organización de la producción.

Sabemos, por supuesto, que la victoria no consistirá en un acontecimiento único que ponga fin a la lucha e introduzca a renglón seguido un período de reconstrucción. Sabemos que la lucha social y la construcción económica no andarán separadas, sino que se asociarán como una serie de sucesos en la lucha y de comienzos de la nueva organización, interrumpidos quizá por períodos de estancamiento o reacción social. Los consejos obreros, desarrollados como órganos de lucha, serán al mismo tiempo los órganos de la reconstrucción. Sin embargo, para lograr una clara comprensión distinguiremos estas dos tareas como si fueran cosas separadas que vienen una después de otra. Para percibir el verdadero carácter de la transformación de la sociedad, debemos tratarlo, de una manera esquemática, como un proceso uniforme y continuo que comienza el día después de la victoria.

Tan pronto como los trabajadores sean dueños de las fábricas, dueños de la sociedad, pondrán las máquinas a trabajar. Ellos saben que esto no puede esperar; vivir es la primera necesidad, y su propia vida, la vida de la sociedad, depende de su trabajo. A partir del caos producido por el desmoronamiento del capitalismo, los consejos deben crear el primer orden laboral, innumerables dificultades se interpondran en su camino: tendrán que vencer resistencias de toda clase, nacidas de la hostilidad, la incomprensión, la ignorancia. Pero habrán cobrado vida nuevas e insospechadas fuerzas, las fuerzas del entusiasmo, de la devoción, de la comprensión. Hay que batir a la hostilidad mediante una acción resuelta, a la incomprensión mediante la persuasión paciente, y a la ignorancia mediante una incesante propaganda y enseñanza. Haciendo que la vinculación entre las fábricas sea cada vez más estrecha, incluyendo dominios cada vez más amplios de la producción, haciendo evaluaciones y estimaciones cada vez más precisas en los planeamientos, la reglamentación de los procesos de producción progresará en forma continua. De esta manera, paso a paso, la economía social irá creciendo hasta constituir una organización conscientemente dominada, capaz de asegurar los bienes de la vida para todos los hombres.

Con la realización de este programa no termina la tarea de los consejos obreros. Por el contrario, esto constituye sólo la introducción a su verdadero trabajo, más amplio e importante. Comenzará en seguida un período de rápido desarrollo. Tan pronto como los trabajadores perciban que son dueños de su trabajo, libres para desenvolver sus propias fuerzas, su primer impulso será la decidida voluntad de eliminar toda la miseria y la perversidad, terminar con la escasez y los abusos, destruir toda pobreza y barbarie que como herencia del capitalismo constituyen la desgracia de la tierra. Hay que compensar un enorme retroceso; lo que las masas obtuvieron estuvo muy por debajo de lo que podían y debían obtener en las condiciones existentes. Al presentarse la posibilidad de satisfacer sus necesidades, éstas aumentarán a niveles más elevados; la altura de la cultura de un pueblo se mide por la extensión y calidad de sus exigencias vitales. Utilizando simplemente los medios y métodos de trabajo disponibles, la cantidad y calidad de las casas, del alimento y de la vestimenta para todos pueden elevarse a un nivel correspondiente a la productividad existente del trabajo. Toda la fuerza productiva que en la anterior sociedad se desperdiciaba o utilizaba para el lujo de los gobernantes, podrá emplearse para satisfacer las mayores necesidades de las masas. Así, como primera innovación de la sociedad, surgirá una prosperidad general.

Pero también el retraso en los métodos de producción recibirá desde el comienzo la atención de los trabajadores. Estos se rehusarán a ser atormentados y fatigados con herramientas primitivas y métodos anticuados de trabajo. Si los métodos técnicos y las máquinas mejoran mediante la aplicación sistemática de todos los inventos conocidos de los técnicos y de los descubrimientos de la ciencia, podrá aumentar considerablemente la productividad del trabajo. Esta técnica será accesible para todos; la inclusión en el trabajo productivo de las muchas personas que anteriormente tenían que desperdiciar sus fuerzas en las triquiñuelas del pequeño comercio, porque el capitalismo no tenía medios de utilizarlas, o en el servicio personal de la clase propietaria, ayudará a disminuir las horas necesarias de trabajo para todos. Así, esta será una época de suprema actividad creativa. Esto tiene que partir de la iniciativa de los productores expertos de las empresas, pero sólo tendrá lugar mediante la continua deliberación, la colaboración, la inspiración y emulación mutuas. Por consiguiente, los órganos de colaboración, los consejos, tienen que actuar en forma (incesante). En esta nueva construcción y organización de un aparato productivo cada vez más excelente, los consejos obreros, como vías nerviosas vinculadoras de la sociedad, llegarán a adquirir la plenitud de sus facultades. Mientras la abundancia de bienes necesarios para la vida, la prosperidad universal, representa el aspecto pasivo de la nueva vida, la innovación del trabajo mismo como su aspecto activo hace de la vida una delicia de espléndida experiencia creadora.

Cambiará todo el aspecto de la vida social, también en su apariencia exterior, en el ambiente y los utensilios, que mostrarán en su creciente armonía y belleza la nobleza del trabajo que los ha configurado. Lo que dijo William Morris al hablar de las técnicas de otros tiempos con sus simples herramientas: que la belleza de sus productos se debía a que el trabajo era motivo de goce para el hombre -por consiguiente, se extinguió en los aspectos repulsivos del capitalismo- se afirmará de nuevo, pero en el nivel más alto del dominio sobre las técnicas más perfectas. William Morris amaba la herramienta del artesano y odiaba la máquina del capitalista. Para el trabajador libre del futuro el manejo de la máquina perfectamente construida, al proporcionar una tensión de agudeza, será fuente de exaltación mental, de goce espiritual, de belleza intelectual.

La técnica hace que el hombre sea libre dueño de su propia vida y destino. La técnica, en un penoso proceso de crecimiento durante muchos millares de años de trabajo y lucha, se desarrolló hasta alcanzar las alturas actuales, y pondrá fin a toda el hambre y la pobreza, a todo trabajo agotador y a la esclavitud. La técnica puso todas las fuerzas de la naturaleza al servicio de la humanidad y de sus necesidades. El desarrollo de la ciencia de la naturaleza abre al hombre nuevas formas y posibilidades de vida, tan ricas y múltiples, que sobrepasan de lejos lo que podamos imaginar hoy. Pero la técnica por sí sola no lo logra. Sólo la técnica en manos de una humanidad que se haya vinculado conscientemente mediante estrechos lazos de hermandad en una comunidad trabajadora que controle su propia vida. Juntas e indisolublemente vinculadas, la técnica como base material y poder visible y la comunidad como base y conciencia ética, determinarán toda la renovación del trabajo.

Y con su trabajo el hombre mismo irá cambiando. Un nuevo sentimiento se apoderará de él, el sentimiento de seguridad. Llegará por fin el momento en que la inquietante solicitud por la vida deje de acosar a la humanidad. Durante todos los siglos pasados, desde el original estado de salvajismo hasta la civilización actual, la vida no fue segura. El hombre no era dueño de su subsistencia. Siempre, incluso en tiempos de prosperidad y aun en el caso de las personas más pudientes, por detrás de la ilusión del perpetuo bienestar, en la subconsciencia se asomaba una preocupación silenciosa por el futuro. Esta ansiedad estaba en lo profundo del corazón de los hombres como una permanente opresión, pesaba fuertemente sobre el cerebro y dañaba el desarrollo del libre pensamiento. Para nosotros, que también vivimos bajo esta presión, es imposible imaginar el profundo cambio de perspectiva, de cosmovisión, de carácter, la desaparición de toda ansiedad respecto de la vida, que se producirá. Los antiguos engaños y supersticiones que en épocas pasadas tenían que contribuir a sostener a la humanidad en su desesperanza espiritual, quedarán descartados. Cuando el hombre sienta con seguridad que es verdadero dueño de su vida, el lugar de esas supersticiones lo ocupará el conocimiento accesible a todos, la belleza intelectual de una cosmovisión científica que abarcará toda la realidad.

Aún más que en el trabajo mismo, la innovación de la vida aparecerá en la preparación del futuro trabajo, en la educación y formación de la generación próxima. Es claro que como cada organización de la sociedad tiene su sistema especial de educación adaptado a sus necesidades, este cambio fundamental en el sistema de producción debe ir inmediatamente acompañado por un cambio fundamental en la educación. En la economía originaria del pequeño comercio, en el mundo de los granjeros y los artesanos, la familia con su natural división del trabajo constituía el elemento básico de la sociedad y de la producción. En ese medio los niños crecían y aprendían los métodos de trabajo tomando gradualmente su parte en la tarea. Luego, bajo el capitalismo, la familia perdió su base económica porque el trabajo productivo se transfirió cada vez más a las fábricas. El trabajo se transformó en un proceso social con una base teórica más amplia. Hubo necesidad entonces de un conocimiento más vasto y de una educación más intelectual para todos. Por lo tanto, se fundaron escuelas, tal como nosotros las conocemos: masas de niños, educados en pequeñas casas aisladas sin ninguna vinculación con el trabajo, se concentran en las escuelas para aprender el conocimiento abstracto que necesita la sociedad, otra vez sin ningún contacto directo con la tarea viva y diferente, por supuesto, según las clases sociales. Para los hijos de la burguesía, para los futuros funcionarios e intelectuales, existe una buena educación teórica y científica que los capacita para dirigir y gobernar la sociedad. Para los hijos de los granjeros y de la clase trabajadora sólo hay un mínimo indispensable: lectura, escritura, cálculo, que necesitan para su trabajo, completados por historia y religión, para mantenerlos obedientes y respetuosos hacia sus amos y gobernantes. Eruditos autores de textos de pedagogía, no familiarizados con la base capitalista de estas condiciones que ellos suponen que serán duraderas, tratan vanamente de explicar y suavizar los conflictos que proceden de esta separación de trabajo productivo y educación, de la contradicción que existe entre el estrecho aislamiento familiar y el carácter social de la producción.

En el nuevo mundo de producción en colaboración desaparecerán estas contradicciones y se restablecerá la armonía entre la vida y el trabajo, sobre la amplia base de la sociedad en su conjunto. La educación de los jóvenes consistirá de nuevo en el aprendizaje de métodos de trabajo y de sus fundamentos mediante la participación gradual en el proceso productivo. No en el aislamiento familiar; cuando la provisión material de lo necesario para la vida sea algo asumido por la comunidad, aparte de su función como productora la familia perderá el carácter de unidad consumidora. La vida comunitaria, en correspondencia con los impulsos más fuertes de los niños mismos, tendrá un espacio mucho más amplio; fuera de los pequeños hogares los niños entrarán en la amplia atmósfera de la sociedad. La combinación híbrida de hogar y escuela cederá el paso a las comunidades de niños, que en gran parte regularán su propia vida bajo la cuidadosa guía de educadores adultos. La educación, en lugar de técnicas de absorción pasiva de materiales provenientes desde arriba, será sobre todo una actividad personal, dirigida hacia el trabajo social y en vinculación con éste. Los sentimientos sociales, como herencia de tiempos primigenios, vivos en todos los hombres pero extremadamente fuertes en los niños, podrán desarrollarse sin que los reprima la necesidad del egoísmo de la lucha capitalista por la vida.

Mientras las formas de educación estarán determinadas por la comunidad y la propia actividad, su contenido lo fijará el carácter del sistema de producción, para el cual esa educación prepara. Este sistema de producción se basó cada vez más, especialmente en el último siglo, en la aplicación de la ciencia a la técnica. La ciencia dio al hombre dominio sobre las fuerzas de la naturaleza; este dominio hizo posible la revolución social y proporciona la base de la nueva sociedad. Los productores sólo pueden ser dueños de su trabajo, de la producción, si dominan estas ciencias. Por consiguiente, la generación que ahora se desarrolla debe ser instruida, en primer lugar, en la ciencia de la naturaleza y su aplicación. La ciencia ya no será, como bajo el capitalismo, monopolio de una pequeña minoría de intelectuales, y las masas no instruidas no se limitarán a realizar actividades subordinadas. La ciencia en su plena extensión estará al alcance de todos. En lugar de la división entre trabajo manual unilateral y trabajo mental unilateral como especialidades de dos clases, se establecerá la combinación armoniosa de trabajo manual y mental para todos. Esto será también necesario para el mayor desarrollo de la productividad del trabajo, que depende del mayor progreso de sus fundamentos, es decir, de la ciencia y de la técnica. No habrá meramente una minoría de intelectuales instruidos, sino que la educación estará al alcance de todos los buenos cerebros del pueblo, preparados por la formación más cuidadosa, que se ocuparán de la creación de conocimientos y de su aplicación en el trabajo. Podemos esperar entonces una época de progreso en el desarrollo de la ciencia y la técnica, en comparación con la cual sólo fue un pobre comienzo el progreso tan cacareado del capitalismo.

Bajo el capitalismo hay una diferencia distintiva entre las tareas de los jóvenes y las de los adultos. La juventud tiene que aprender, los adultos tienen que trabajar. Es evidente que mientras el trabajo sea una pesada tarea al servicio ajeno (con un fin que se opone al bienestar y a la comodidad de los trabajadores), para producir la máxima ganancia en beneficio del capital, toda capacidad, una vez adquirida, debe utilizarse hasta el límite extremo de tiempo y esfuerzo. No debe emplearse el tiempo de un trabajador para que aprenda permanentemente cosas nuevas. Sólo un adulto excepcional tiene la posibilidad, y con menos frecuencia aún el deber de instruirse regularmente durante el resto de su vida. En la nueva sociedad esta diferencia desaparecerá. En la juventud, el aprendizaje consistirá en participar, en medida creciente según pasan los años, en el trabajo productivo. Y entonces, con el aumento de la productividad y la ausencia de la explotación, los adultos tendrán cada vez más tiempo libre disponible para actividades espirituales. Esto les permitirá mantenerse al tanto del rápido desarrollo de los métodos de trabajo. Esto es en verdad necesario para ellos. Tomar parte en las discusiones y decisiones sólo es posible cuando se pueden estudiar los problemas de la técnica que incitan y estimulan continuamente la atención. El gran desarrollo de la sociedad mediante el despliegue de técnicas y conocimientos científicos, de seguridad y abundancia, de poder sobre la naturaleza y vida, sólo podrá verificarse mediante el desarrollo de la capacidad y el conocimiento de todos los que participan en ella. Esto dará nuevos contenidos de excitante actividad a su vida, elevará la existencia y hará que la empeñosa participación en el progreso espiritual y práctico del nuevo mundo constituya un consciente deleite.

Agregadas a estas ciencias de la naturaleza estarán ahora las nuevas ciencias de la sociedad que faltan bajo el capitalismo. El rasgo distintivo especial del nuevo sistema de producción consiste en que el hombre dominará las fuerzas sociales que determinan sus ideas e impulsos. La dominación práctica debe encontrar su expresión en la dominación teórica, en el conocimiento de los fenómenos y de las fuerzas determinantes de la acción y la vida humana, del pensamiento y el sentimiento. En épocas anteriores, cuando a raíz de la ignorancia acerca de la sociedad se desconocían sus orígenes sociales, su poder se atribuía al carácter sobrenatural del espíritu, a un misterioso poder de la mente, y las disciplinas que las trataban, las así llamadas humanidades, se titulaban ciencias del espíritu: psicología, filosofía, ética, historia, sociología, estética. Como en el caso de todas las ciencias, sus comienzos estuvieron llenos de misticismo primitivo y de tradición; pero a diferencia de las ciencias de la naturaleza, su elevación a una altura realmente científica fue obstruida por el capitalismo. Estas ciencias no podían encontrar una base sólida porque bajo el capitalismo procedían del ser humano aislado con su mente individual, porque en esos tiempos de individualismo no se sabía que el hombre es esencialmente un ser social, que todas sus facultades emanan de la sociedad y están determinadas por ésta. Sin embargo, cuando la sociedad esté expuesta a la vista del hombre, como organismo de seres humanos mutuamente vinculados, y cuando la mente humana se entienda como su principal órgano de intervinculación, estas ciencias podrán desarrollarse hasta adquirir realmente ese carácter.

Y la importancia práctica de estas ciencias para la nueva comunidad no es menor que la de las ciencias de la naturaleza. Tratan de fuerzas que residen en el hombre y determinan sus relaciones con sus congéneres y con el mundo, instigan sus acciones en la vida social, aparecen en los eventos de la historia pasada y presente. Como poderosas pasiones y ciegos impulsos actuaron en las grandes luchas sociales de la humanidad, llevando unas veces al hombre a realizar vigorosas hazañas y manteniéndolo otras veces, por la acción de tradiciones igualmente ciegas, en una sumisión apática, siempre en forma espontánea, no regida, desconocida. La nueva ciencia del hombre y la sociedad revelará estas fuerzas y permitirá al hombre controlarlas mediante el conocimiento consciente. De dueñas que lo impulsan mediante instintos pasivos, se transformarán en servidoras, manejadas por la continencia, dirigidas por el hombre hacia sus propósitos bien concebidos.

La instrucción de la actual generación en el conocimiento de estas fuerzas sociales y espirituales, y su formación para que pueda dirigirlas conscientemente, será una de las principales tareas educacionales de la nueva sociedad. Así, los jóvenes estarán capacitados para desarrollar todas las dotes de pasión y capacidad de voluntad, de inteligencia y entusiasmo, y para aplicarlas en una actividad eficiente. Es una educación tanto del carácter como del conocimiento. Esta educación cuidadosa de la nueva generación, tanto teórica como práctica, en la ciencia natural y en la conciencia social, constituirá un elemento fundamental en el nuevo sistema de producción. Sólo de esta manera se asegurará una progresión sin deterioros de la vida social. Y también de esta manera el sistema de producción se desarrollará hasta alcanzar formas cada vez más elevadas. Así, mediante el dominio teórico de las ciencias de la natuarleza y de la sociedad, y mediante su aplicación práctica en el trabajo y la vida, los trabajadores harán de la tierra una feliz residencia para la humanidad libre.

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