Textos de Anton Pannekoek
El nuevo blanquismo
Publicado originalmente en Der Kommunist (Bremen), nº 27,
1920. Traducido del alemán a partir del original digitalizado
en el archivo Kurajse. Las citas de Rosa Luxemburg proceden de la tradución
española de obras escogidas.
Nota de presentación de Comunistas de Consejos de Galiza.
El siguiente texto de Pannekoek (1920) se sitúa en el momento
de su controversia con los bolcheviques dentro de la III Internacional,
cuando todavía la diferencia entre los comunistas consejistas
y los bolcheviques se consideraba fundamentalmente una diferencia de
táctica. También refleja las tendencias existentes en
el movimiento obrero alemán, oscilante entre el economicismo
autogestionario y el politicismo blanquista, entre la ilusión
creada por la legalización de los consejos obreros bajo la República
de Weimar y la traslación a Alemania de la concepción
bolchevique de la revolución proletaria como la toma del poder
por un partido.
Prescindiendo de las limitaciones del texto, su análisis de ambas
tendencias sigue siendo ampliamente aplicable a las situaciones revolucionarias
actuales y a la división entre las tendencias que se reclaman
revolucionarias-conscientes.
El texto fue traducido del alemán. Acrecentamos unas citas
de Rosa Luxemburg.
* * *
«Una vez conquistado el poder, el proletariado (...) debe
-y a eso está obligado- aplicar medidas socialistas inmediatas
del modo más enérgico, inflexible y sin contemplaciones,
es decir, tiene que ejercer la dictadura, pero la dictadura de la clase
y no la de un partido o una camarilla; dictadura de la clase que supone
la publicidad más extensa, la participación más
activa y sin trabas de las masas populares, la democracia ilimitada.»
«¡Pues sí, dictadura! Pero esta dictadura no consiste
en la eliminación de la democracia, sino en la forma de practicarla;
esto es, en la intervención enérgica y decidida en los
derechos adquiridos y en las relaciones económicas de la sociedad
burguesa, sin la cual no cabe realizar la transformación socialista.
Pero esta dictadura tiene que ser la obra de una clase y no la de una
pequeña minoría dirigente en nombre de una clase; esto
es, tiene que ir resultando paso a paso de la participación activa
de las masas, asimilar su influencia inmediata, someterse al control
de toda opinión pública, surgir de la educación
política creciente de las masas populares.»
Rosa Luxemburg, La revolución rusa, 1918.
Cuando las circunstancias materiales conducen a una revolución,
pero las masas están todavía pasivas y no inclinadas a
la revolución, se desarrollan entonces las doctrinas que quieren
alcanzar la meta de otro modo del que la revolución política
de los proletarios. Así en Francia antes de 1870, donde se ligaban
a los nombres de Proudhon y Blanqui las dos tendencias que, de manera
opuesta, elaboraban una teoría de los primeros gérmenes
del movimiento futuro. Se vinculaban a Proudhon, el crítico pequeñoburgués
del gran capital, aquellas partes del movimiento obrero ascendente que
querían socavar el capitalismo mediante la construcción
pacífica de las cooperativas; sentían instintivamente
que el poder de la nueva clase debía descansar en una construcción
económica de nuevos fundamentos, no en los intentos de golpes
políticos externos. Se vinculaban a Blanqui, el intrépido
conspirador revolucionario, aquellas partes del proletariado que sentían
que la conquista del poder político es necesaria; y si el conjunto
de la clase es aun así igualmente válido, debe tener lugar
por medio de una minoría decidida, que arrastre a la masa por
medio de su sapiencia y actividad y que podría mantener el poder
en sus manos a través de una estricta centralización.
Ambas tendencias estaban enraizadas en la tradición de los movimientos
anteriores y eran, por tanto, pequeñoburguesas, porque todavía
carecían de noción de la amplia fuerza que tiene la lucha
de clase proletaria desplegada, la cual encontraría su expresión
en las enseñanzas marxistas.
Es simplemente entendible, así mismo, que doctrinas similares
aparezcan de nuevo otra vez, por supuesto en una forma mucho más
avanzada y desenvuelta, con base en todo lo que, como doctrina marxista
de la lucha de clases, se ha convertido desde entonces en propiedad
común de todos los luchadores proletarios; por tanto, como diferentes
matices de esta enseñanza. La convicción de que el proletariado
debe desarrollar su poder económico mediante el dominio del proceso
de producción, a través de los consejos de fábrica,
y que toda la política de fuerza (Gewaltpolitik) de
las gentes de Noske debe rebotar sobre eso, puede conducir a un neo-proudhonismo,
si uno cree que este método es suficiente para transportar a
la sociedad, mediante su propia fuerza milagrosa, sin mayores luchas
revolucionarias del proletariado, al orden comunista. Y, por otra parte,
una tendencia neo-blanquista se vuelve evidente en la concepción
de que una minoría revolucionaria podría conquistar el
poder político y mantenerlo en sus manos, y que esto es la conquista
de la dominación (-del gobierno en sentido amplio-, n.t.) por
el proletariado. Esta tendencia se evidencia en el escrito de Struthahns
sobre la dictadura de la clase obrera y el Partido Comunista.
Él dice de la dictadura de la clase obrera aquí: "¿Qué
significa eso? Pues por el momento que ella pone en primer lugar los
intereses de la clase obrera y se dirige sólo según ellos.
Segundo, que sólo puede ser ejecutada por organizaciones obreras".
En otras palabras: la "Dictadura de la clase obrera"
no significa la dictadura de la clase obrera, sino otra cosa. No es
la dictadura de la clase, sino la dictadura de ciertos grupos, y se
autodenomina dictadura proletaria porque es llevada a cabo por una organización
obrera (también el SPD es una organización obrera) y porque
pone los intereses del obrero en primer lugar (lo que afirman de sí
muchos socialtraidores). La que está representada aquí
es la dictadura del partido comunista, la dictadura de la minoría
revolucionaria resuelta.
Se hacen luego, no obstante, muchas restricciones; la mayoría
de las veces excelentes explicaciones sobre el papel del Partido Comunista
en la revolución, que muestran que aquí hay un político
diestro con la palabra, que no quiere con eso hacer tentativas golpistas
ciegamente y ha aprendido de la revolución rusa. Pero su principio
teórico tiene que enfatizarse aún más. Y, como
consecuencia adicional de su doctrina, no es de nuevo el Partido Comunista
en conjunto, sino su comité central, el que ejerce la dictadura,
en primer lugar dentro del partido, donde excluye a personas de su poder
absoluto y expulsa a la oposición con métodos vulgares.
También resulta actualmente muy valioso lo que Struthahn dice
sobre él. Pero las palabras arrogantes sobre la centralización
de la fuerza revolucionaria en manos de campeones probados causarían
más impresión si no se supiese que ésta habría
de servir para la defensa de una pequeña política oportunista
estafadora con los Independientes, y al anhelo por la tribuna parlamentaria.
No vale aquí el apelo a Rusia, donde el gobierno comunista no
simplemente retrocede, como las grandes masas obreras desalentadas por
su desviación, sino que ejerce firmemente su Dictadura y defiende
la Revolución con toda la fuerza. La conquista del poder no fue
válida; los dados se tiraron, la dictadura proletaria dispone
de todos los medios de poder y no podría abandonarlos. Uno encuentra
el verdadero ejemplo ruso en los días anteriores a Noviembre
de 1917. Allí el Partido Comunista nunca había explicado
o creído que debía tomar el poder y que su dictadura era
la dictadura de las masas obreras. Siempre había explicado que
los Soviets, los representantes de las masas, debían tomar el
poder; él mismo formulaba el programa, luchaba por él,
y como finalmente la mayoría de los Soviets reconocieron la corrección
de este programa, tomó el gobierno en sus manos, con lo cual
los comunistas espontáneamente sus órganos ejecutivos,
cuyo soporte más poderoso era el PC y sobre cuyos hombros pesaba
todo el trabajo.
Nosotros no somos ningunos fanáticos de la democracia, no tenemos
ningún respeto supersticioso por las decisiones por mayoría
ni rendimos tributo a la creencia de que todo lo que haga estará
bien y debe suceder. La acción es crucial, la actividad es poderosa
sobre la inercia masiva. Donde el poder aparece como factor, queremos
usarlo y aplicarlo. Si, a pesar de eso, rechazamos decididamente la
doctrina de la minoría revolucionaria, es justo por la razón
de que tiene que conducir a un poder aparente, a victorias aparentes
y con ello a graves derrotas. Será aplicable en un país
donde la masa es apática de acuerdo con su clase, como es, por
ejemplo, una masa campesina, que no ve nada que no sea su villa y la
cara pasiva de la política nacional; allí, una minoría
proletaria activa de la población podría conquistar el
poder estatal. Pero si esta táctica no había sido nunca
ensayada o recomendada en Rusia, debe todo lo más coger de sorpresa
cuando es recomendada para los países europeos occidentales,
donde se encuentran circunstancias muy diferentes.
Con razón se enfatiza, de este modo, que el desarrollo de la
revolución será mucho más lento y difícil
en Europa occidental, porque la burguesía es mucho más
poderosa que en Rusia. Pero, ¿en que consiste este poder? ¿En
disponer del aparato del Estado? Ya lo perdió una vez. ¿En
el número? Se enfrenta a un enorme número de obreros.
¿En el poder de mando sobre la producción? ¿En
el poder del dinero? En Alemania, esto ya difícilmente significa
mucho. Las raíces del poder del Capital descansan mucho más
profundamente. Residen en el reinado de la cultura burguesa sobre el
conjunto de la población, como también sobre el proletariado.
Durante un ciento de años de período burgués, la
vida espiritual burguesa ha empapado el conjunto de la sociedad, creó
una organización y una disciplina espirituales que, a través
de miles de canales, penetraron en las masas y las dominaron. Esto deberá
ser gradualmente expurgado del proletariado mediante una lucha larga
y tenaz. Primero, la ideología liberal y cristiana, que fue combatida
por la ilustración socialdemocrática. Pero, precisamente
la socialdemocracia, muestra cómo de profunda y absorbente es
la dominación espiritual de las masas por el capital: parecía
liberar espiritualmente a las masas y unificarlas en una nueva cosmovisión
proletaria, y ahora se muestra que esta organización creada por
ellas mismas se convirtió ampliamente en parte de la burguesa
e impide la Revolución de las masas. De este modo, las resistencias
que el proletariado de los viejos países burgueses debe superar
en sí mismo son infinitamente mayores en su enormidad que en
los nuevos países de Europa oriental, donde está ausente
cualquier cultura burguesa y una tradición comunista favorece
la revolución. Está hondamente en las masas este respeto
por el ordenamiento legal burgués, visible en el miedo ante los
gritos de terrorismo, en la creencia en todas las mentiras, en la timidez
de las propias medidas. Hondamente establecida en su ética, la
ética burguesa, que confunde a través de bellas expresiones,
que desorienta por medio de la hipocresía, que se burla a través
del engaño inteligente. Está hondamente en su sangre el
viejo individualismo burgués, hoy creer poder ganar todo con
un embate y mañana recular ante la enormidad de la tarea.
Esto no significa que la victoria no sea posible aquí: el proletariado
tiene también vastos recursos para desarrollarse; la revolución
será en esto mucho más inmensa. No significa tampoco que
la apropiación revolucionaria deba posponerse para un futuro
distante: las circunstancias pueden forzar de cualquier modo a las masas
a tomar el poder en sus manos a un tiempo, a pesar de todos los impedimentos
espirituales, que sólo son superados después, dentro del
proceso de lucha ulterior. Pero esto significa que la revolución
no es posible a través de una minoría resuelta. Pues lo
hace todo por un poder hostil en manos de la burguesía, que no
es activo para la Revolución.
En este entorno social el Partido revolucionario no está entre
la masa, que observa indiferente --esto sólo lo parece--; todo
aquel que se comporta de un modo aparentemente apático ante la
propaganda comunista es capaz de volverse un instrumento de la contrarrevolución
gracias al poder de la ideología capitalista-burguesa. Mientras
una parte de los proletarios, en la que se cuentan luchas cruciales,
es paralizada, pasiva, hecha fluctuar por medio de la vieja ideología,
las partes más atrasadas, cuya pasividad se espera, se convierten
en un refuerzo de la burguesía. La historia de la República
de Consejos de Munich es un ejemplo rico de todas estas distintas tendencias.
Para los países capitalistas con una burguesía espiritualmente
poderosa, esto es, con una vieja cultura burguesa, cualquier desviación
en la dirección de una táctica blanquista es, por consiguiente,
imposible y reprobable. La doctrina de la minoría revolucionaria,
de la dictadura de partido (Parteidiktatur) comunista, significa
una subestimación del poder del enemigo, una subestimación
del necesario trabajo de propaganda, lo que tiene que conducir a los
más graves reveses. La revolución solamente puede venir
de las masas, y solamente por las masas es llevada a cabo. El Partido
Comunista debió olvidar esta simple verdad y, con las fuerzas
insuficientes de una minoría revolucionaria, quiere hacer lo
que sólo la clase puede hacer, de modo que la consecuencia será
la derrota, que echará para atrás durante largo tiempo
la Revolución mundial, bajo los más duros sacrificios.
* * *
«La teoría de la dictadura en Lenin y Trotski parte
de un presupuesto tácito, según el cual la revolución
socialista es cosa que ha de hacerse mediante una receta que tiene preparada
el partido de la revolución; éste no tiene más
que aplicarla enérgicamente. Por desgracia -o, quizá-
por fortuna, depende de las circunstancias- esto no es cierto. No solamente
no es una serie de prescripciones prestas para la aplicación,
sino que, como sistema social, económico y jurídico, la
realización práctica del socialismo es algo que pertenece
a las tinieblas del incierto futuro. Lo que tenemos en nuestro programa
no son sino algunos indicadores generales que muestran la dirección
en que deben tomarse las medidas, siendo éstas, además,
de carácter predominantemente negativo. Sabemos, más o
menos, lo que es preciso destruir de antemano a fin de allanar el camino
a la economía socialista; no existe, sin embargo, programa de
partido o libro de texto socialistas que nos ilustren acerca del carácter
que han de tener las mil medidas concretas y prácticas, amplias
o estrictas, para introducir los fundamentos socialistas en la Economía,
en el Derecho y en todas las relaciones sociales. Esto no es un defecto,
sino precisamente, la ventaja del socialismo científico sobre
el utópico. El sistema socialista únicamente puede ser,
y será, un producto histórico, nacido de la escuela propia
de la experiencia, en el momento de la plenitud del desarrollo de la
historia viva que, como la naturaleza orgánica (de la que, al
fin y al cabo, forma parte), tiene la bella costumbre de crear, al mismo
tiempo la necesidad social real y los medios para satisfacerla, el problema
y la solución.»
«La práctica del socialismo exige una transformación
espiritual completa de las masas, degradadas por siglos de dominación
burguesa de clase. Instintos sociales en lugar de instintos egoístas,
iniciativa de las masas en lugar de la desidia; el idealismo, que hace
superar todos los sufrimientos, etc.. (...) La única posibilidad
de un renacimiento reside en la escuela de la propia vida pública,
en la democracia más amplia y más ilimitada, en la opinión
pública. Lo único que hace el terror es desmoralizar.»
«Sin sufragio universal, libertad ilimitada de prensa y
de reunión y sin contraste libre de opiniones, se extingue la
vida de toda institución pública, se convierte en una
vida aparente, en la que la burocracia queda como único elemento
activo. Al ir entumeciéndose la vida pública, todo lo
dirigen y gobiernan unas docenas de jefes del partido, dotados de una
energía inagotable y un idealismo sin límites; la dirección
entre ellos, en realidad, corresponde a una docena de inteligencias
superiores; de vez en cuando se convoca a una asamblea a una minoría
selecta de los trabajadores, para que aplauda los discursos de los dirigentes,
apruebe por unanimidad las resoluciones presentadas. En definitiva,
una camarilla, una dictadura, ciertamente, pero no la del proletariado,
sino una dictadura de un puñado de políticos, o sea, una
dictadura en el sentido burgués, en el sentido del jacobinismo».
«La libertad que se concede únicamente a los partidarios
del gobierno y a los miembros del partido, por numerosos que sean éstos,
no es libertad. La libertad es solamente libertad para los que piensan
de otro modo. Y no precisamente a causa del fanatismo de la "justicia",
sino debido a que todo lo que hay de enriquecedor, de saludable y de
purificador en la libertad política, depende de ello y su eficacia
desaparece cuando la "libertad" se convierte en un privilegio.»
Rosa Luxemburg, La revolución rusa, 1918.
Traducido y publicado digitalmente por el
Grupo de Comunistas de Conselhos da Galiza (Estado espanhol)
www.geocities.com/comunistasdeconselhos
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