Paul Mattick
La inevitabilidad del comunismo

Índice

XII - Espontaneidad obrera e Inevitabilidad del Comunismo

En el artículo ya mencionado1, Hook ha repudiado de plano la concepción de la inevitabilidad del comunismo y la concepción de la espontaneidad que la acompaña. Según Hook, el "dogma" de que el comunismo es inevitable ha de ser rechazado porque "hace ininteligible cualquier actividad en nombre del comunismo" (p.153). Dispensando que esto fuese así (aunque en nuestra opinión no lo es), este argumento, así como los argumentos ulteriores que Hook emplea, no aportan nada para refutar la concepción de la necesidad del progreso social, que únicamente puede ser vista en el comunismo. El argumento de Hook, rechazando la idea de la necesidad es justamente tan imposible de aceptar como la negativa de que el agua es húmeda simplemente por razón de que la humedad sea desagradable. Que este supuesto dogma "niega que el pensamiento ocasione diferencias en el desenlace final" (p.153) es un argumento inventado por Hook: aquellos que sostienen este presunto dogma no cuestionan lo que Hook se complace tomar por dado. De hecho, este "dogmatismo" no tiene ninguna necesidad de disputar el papel determinante del pensamiento, entre otros factores; simplemente se niega a ver en el pensamiento el papel decisivo. Pero la idea de la necesidad tiene que ser rechazada por Hook, puesto que el toma como punto de partida la asunción de que es "absurdo (creer) que la clase obrera por su propio poder, sin ayuda, puede lograr la victoria" (p.146). Para Hook, de acuerdo con esto, es "la tarea de los comunistas educarlos" (a los obreros en su propia conciencia de clase y dirigirlos) (p.146). En este mismo terreno, como ya hemos visto, la teoría del valor no tenía para Hook ningún poder predictivo. La circulación del capital sobre la base del valor no es, sin embargo, nada más que el movimiento dialéctico de la sociedad misma, y el conocimiento del método dialéctico es aquí solamente el conocimiento de este movimiento. Si uno rechaza la capacidad predictiva de la teoría del valor, uno rechaza al mismo tiempo el método dialéctico. Si uno sigue la circulación del capital mientras sostiene al mismo tiempo firmemente el método dialéctico, se ve que el presunto dogma con que nos involucramos no es otra cosa que el reconocimiento realista del movimiento real del capital.

En un artículo que aparecía recientemente en la Revista para el Estudio Social (Zeitschrift für Sozialforschung, 1933, Nº 3), Max Horkheimer ha hecho suyo el problema de la predicción en las ciencias sociales, llegando a conclusiones que compartimos y que no podemos abstenernos de oponer a esas de Hook:

"La objeción" (de que las ciencias sociales excluyen las predicciones) escribe Horkheimer, "se aplica sólo a casos especiales y no por principio... Hay campos amplios de conocimiento en los que no estamos limitados al postulado: «en caso de que estas condiciones se cumplan, ocurrirá» sino en los que podemos decir: «estas condiciones se cumplen ahora, y por consiguiente ese esperado acontecimiento ocurrirá sin ninguna intervención de nuestra voluntad»... Es ciertamente incorrecto decir que la predicción sólo es posible cuando el acontecimiento de las condiciones necesarias depende de la persona que predice, sino que la predicción será, no obstante, la más plausible puesto que las relaciones condicionantes dependen más de la voluntad humana, es decir, del grado en que el efecto predicho no es el producto de la naturaleza ciega sino el resultado de decisiones razonables. La manera en la que la sociedad capitalista mantiene y renueva su vida tiene más parecido al curso de un mecanismo natural que a una acción dirigida hacia una meta... Puede postularse como ley, que con el cambio creciente de la estructura (de la sociedad presente) en la dirección de la organización unificada y planificada, las predicciones también ganarán un grado superior de certidumbre. Según el grado en que la vida social pierde el carácter de un proceso ciego de la naturaleza y la sociedad emprende formas en las que se constituye a sí misma como un sujeto racional, más definitivamente puede predecirse el proceso social. En este, la posibilidad de predicción no depende exclusivamente del refinamiento de los métodos y de la sensibilidad de los sociólogos, sino igualmente del desarrollo de su objeto, de los cambios estructurales en la sociedad misma... Así que la preocupación de los sociólogos concerniente a llegar a predicciones más exactas se convierte en el esfuerzo político por la realización de una sociedad racional."

La abstracción marxiana, que inicialmente dejó el problema del mercado real completamente fuera de consideración, y que recurrió sólo a la distribución de las condiciones de producción entre capital y trabajo (medios de producción y fuerza de trabajo), omitiendo de esta manera el carácter de un proceso natural ciego que posee la vida social bajo el capitalismo y sosteniendo estrictamente la teoría del valor, llevó al reconocimiento de que el sistema capitalista debe derrumbarse. De este modo también era posible, sobre la base de la situación necesariamente creada por el capitalismo en el curso de su desarrollo, llegar a una conclusión con respecto al carácter de la revolución y a sus resultados. La sociedad capitalista ha llevado más allá las fuerzas de producción en tal medida que su socialización completa es inevitable, que ya no pueden funcionar realmente excepto bajo relaciones comunistas de producción. Si, para Marx, el derrumbe era inevitable, del mismo modo también era inevitable el comunismo. Si el movimiento presente sólo es posible sobre la base del anterior, entonces podemos juzgar desde el presente acerca de la naturaleza del movimiento futuro. Acerca de cómo de distante, eso depende del nivel que el movimiento presente ha logrado, mas esta consideración siempre continúa limitada. Sobre lo que vendrá a partir de la sociedad comunista, eso no puede decirse antes de que tal sociedad exista: pero lo que vendrá a partir de la sociedad capitalista se revela por sus propias condiciones materiales. Cuanto más se desarrolla la sociedad capitalista, y en consecuencia se despedaza, más claros se vuelven los rasgos de la sociedad comunista. Mientras Marx, que nada odiaba tanto como a los utópicos, no podía ir más allá del derrumbe del capitalismo, hoy es posible, en medio del derrumbamiento, esbozar las leyes del movimiento de la sociedad comunista con cierto grado de exactitud. Un análisis de la sociedad capitalista, que implica estudiar sus propias leyes internas de desarrollo, no permite otra conclusión, con una base científica y con la aceptación de la teoría del valor, que el comunismo es inevitable. Cualquiera que tome una actitud hostil a este "dogma" sólo ilustra la debilidad de su comprensión de la economía, y no tiene actualmente nada que le quede por hacer excepto encerrarse dentro de sí mismo, de su voluntad, de su inteligencia; para abreviar, debe adherirse fuertemente al mundo ideológico de la burguesía, y su conciencia debe necesariamente nublarse. Y precisamente por esa razón sus ataques sobre el "dogmatismo" y el "misticismo" deben hacerse cada vez más salvajes, cuanto más sucumba a la prestidigitación capitalista.

No hace falta decir que el rechazo del concepto de la inevitabilidad del comunismo también envuelve el rechazo de la teoría de la espontaneidad. Y, de hecho, encontramos que para Hook, "la doctrina de la espontaneidad, que enseña que las experiencias diarias de la clase obrera generan espontáneamente conciencia de clase política", es un sinsentido patente. Para él, como ya hemos visto, es más bien la "educación" proporcionada por los comunistas, que cuidan de la "propia" conciencia de la clase. La educación está aquí puesta contra la experiencia, como si la una no estuviese condicionada por la otra, como si ambas no fueran las dos caras del mismo proceso. También estos argumentos, como aquéllos que Hook emplea contra la inevitabilidad, son gratuitos. Pero aun si alguno estaba por aceptarlos como razones inevitables, que sumarían en vista del hecho de que, a pesar de estos argumentos, todos los movimientos revolucionarios reales --como incluso la autosuficiencia de un Trotsky se ve obligada a menudo a admitir-- tenían un carácter espontáneo. Rosa Luxemburgo, en sus escritos contra la socialdemocracia así como contra los bolcheviques, ya ha demostrado esto con fuerza suficiente, por lo que es superfluo hacer recuento aquí una vez más de la historia del movimiento revolucionario contemporáneo. Nos parece más importante desechar por anticipado un argumento que se avanza frecuentemente contra el concepto de espontaneidad, a saber, que incluso desde el punto de vista de la espontaneidad las masas han mostrado a menudo su insuficiencia.

¿Por qué fracasaron las masas, les gusta comentar irónicamente a estos críticos, por ejemplo para prevenir la institución de la dictadura de Hitler? Esta es la misma clase de pregunta que se opone a la teoría del derrumbe: ¿por qué, entonces, el capitalismo todavía no se ha derrumbado nunca? En ambos casos, nos enfrentamos simplemente a un mal entendimiento de las teorías en cuestión. La tan frecuentemente mencionada fórmula dialéctica de la conversión de la cantidad en calidad, las cuales están necesariamente separadas por el proceso de desarrollo, también proporciona la explicación de nuestro punto de vista, el de aquéllos que aceptan las doctrinas de la espontaneidad y del derrumbe. En ambos casos, la pregunta se refiere al momento de la conversión. Es, de hecho, una conversión que se repite una y otra vez en una escala más extensiva, por lo que, para emplear una expresión de Henryk Grossmann "cada crisis es un fenómeno de derrumbamiento y el derrumbamiento final no es otra cosa que una crisis insoluble". La teoría del derrumbe no descansa en ningún proceso automático, ni el concepto de espontaneidad asume ningún fundamento místico por el que las masas un día u otro estallarán en revuelta. El derrumbe y la espontaneidad han de ser considerados solamente desde el punto de vista de la conversión de la cantidad en calidad.

¿Por qué, aunque cada crisis es un derrumbe en miniatura, el sistema es capaz de refrenarlo? Simplemente porque las tendencias dirigidas contra el derrumbamiento --tendencias que surgen por entre las realidades de la situación-- no están agotadas todavía. Si están agotadas con referencia a las necesidades ulteriores de acumulación, la crisis ya no puede superarse y debe necesariamente convertirse en derrumbe. Es la misma manera en que el movimiento de masas está circunscrito en este proceso. Mientras las contratendencias contra la revolución son suficientemente fuertes, el movimiento espontáneo de las masas no será capaz de afirmarse. De hecho, revelará tal debilidad que dará la impresión de que nunca sería más importante que en el presente y que, por consiguiente, por su propia parte (pues por supuesto nadie niega el factor espontáneo por completo) tiene necesidad del partido para distribuir y dirigir este factor espontáneo, como todos los demás factores, según el interés de la revolución. Únicamente a causa de que las tendencias económico-políticas dirigidas contra la acción espontánea de las masas eran tan fuertes, podría parecer que las acciones reales eran despertadas conscientemente. Los pocos movimientos revolucionarios reales que Alemania, por ejemplo, podría apuntar, entraron en acción contra la voluntad de los múltiples partidos, incluso contra la voluntad del Partido comunista (Considera, como un ejemplo clásico, el movimiento de marzo de 1921). Mientras el Partido comunista participó en estas acciones, lo hizo sólo porque no tenía nada mejor que hacer; en ningún caso surgieron de la iniciativa del partido --la iniciativa era constantemente procurada por las masas mismas--. No fue hasta que el tamaño del partido era tal como para ser decisivo, que podría negarse a seguir la compulsión de la iniciativa de masas, que podría impedir los movimientos del proletariado --y los impidió, aunque haciéndolo tenía necesariamente que derrumbarse como partido--.

Sólo después de una ingente cantidad de "educación" de partido podrían las masas ser decisivamente derrotadas durante años. ¿De qué otra manera se explicará que la conciencia de clase de las masas retrocedió continuamente con el crecimiento de los partidos y su influencia? ¿Cómo se explicará, por otra parte, que incluso en Rusia, donde el partido revolucionario "podría montarse sobre un carro de heno", los obreros y campesinos llevaron a cabo su revolución sin haber sido "educados" para ello? De hecho, condujeron la revolución hasta el final con mayor esmero donde los "educadores" eran completamente deficientes. Las masas, que dieron los pasos para expropiar las fábricas contra la voluntad de los bolcheviques, forzaron primero a Lenin a dar la orden para la nacionalización. Nadie puede negar esto sin falsificar la historia. No fue el demagogo Hitler quien destruyó el Partido comunista alemán y la socialdemocracia, sino las masas mismas, en parte activamente y en parte a través de la inactividad. Puesto que estos partidos habían adoptado una posición insostenible: no representaban el interés de los obreros, y no se conformaron con los intereses de la burguesía. Esta última, que no podría enlazar sus ambiciones imperialistas con las de Moscú y su campaña militarista, tuvo que imponerse en tales proporciones y a tal ritmo como no podrían estar asegurados por un "movimiento obrero" circunscrito a la tradición. El papel de estos partidos fue simplemente el papel que la burguesía les permitió. El hecho de que los movimientos espontáneos son muchas veces incapaces de afirmarse no es ninguna prueba de su inexistencia. El diluvio puede, ciertamente, ser evitado mediante un dique, pero el dique no puede suprimirlo. Acerca de cuánto tiempo puede represarse el diluvio, depende de los medios a disposición de los constructores del dique. Las limitaciones de estos medios bajo el capitalismo son bien conocidas. El diluvio de la sublevación espontánea de masas se llevará por delante todos los diques.

La idea de Hook de que la doctrina de la espontaneidad puede ser y es utilizada como "una justificación para la política de división y ruptura cismática" (p.154) es incomprensible. Como si las divisiones saltasen por la voluntad de los disidentes en lugar de por la naturaleza de las organizaciones dentro de la sociedad capitalista. ¿Pero, dejando este factor a un lado, que será, según la concepción de Hook, de la revolución proletaria cuando ya es totalmente imposible edificar partidos influyentes, fuertes, que sean "decisivos" en la lucha de clases? ¿Qué será de la revolución cuándo la clase dominante ha tenido éxito destruyendo todos los "gigantes" --los dirigentes, los partidos, la educación comunista, etc.-- y en privarlos permanentemente de la posibilidad de ejercer sus funciones? Desde el punto de vista de Hook, la única respuesta es que entonces no puede simplemente haber ninguna revolución. La revolución, de acuerdo con él, es, en último análisis --como quiera que esto pueda sonar a chiste--, dependiente de la indulgencia democrática de la burguesía. Justo como para el Sr. G.D.H. Cole, por ejemplo, las perspectivas de socialismo han declinado como resultado de la crisis capitalista, y considera que el socialismo se desarrolla mucho mejor a partir de la prosperidad capitalista, lo mismo para Hook, aunque no reconocidamente, la existencia de la democracia es la presuposición para la revolución proletaria (no hace falta decir que el movimiento obrero ilegal no puede ser comprendido en el concepto hookiano del partido). En ambos casos, para Hook como para Cole, es la conciencia intelectual la que triunfa convenciendo al mundo, o por lo menos a un porcentaje preponderante de los trabajadores, de las bendiciones del socialismo o de la belleza de la revolución, y por consiguiente ambos sean "deseados". Esta actitud de maestría escolar puede concordar con el curso de la instrucción política, pero con respecto a la revolución sólo puede producir un efecto cómico.

El análisis de Marx de las leyes capitalistas de acumulación termina en la revolución proletaria. No hace falta decir que para Marx no había ningún problema puramente económico. Mucho antes de que el desarrollo capitalista haya alcanzado el punto final económico fijado por las consideraciones teóricas, las masas ya habrán puesto fin al sistema. La crisis cíclica se convierte en crisis permanente, una condición en la que el capitalismo es todavía capaz de existir sólo a través del continuo y absoluto empobrecimiento del proletariado. Este periodo, una fase histórica entera, compele a la burguesía al terrorismo permanente contra la población obrera, dado que bajo tales condiciones cualquier disminución de la ganancia por la vía de la lucha de clases pone en cuestión más y más el sistema mismo. El proceso de concentración también ha creado la base para la dominación de la burguesía, tan estrecha que una práctica social relativamente exenta de fricción sólo es aún posible por medio de la dictadura abierta. El final de la democracia ha llegado. Con él también desaparecen las organizaciones obreras circunscritas a la democracia, la libertad de palabra y de prensa, etc. Cuanto más se alarga la vida del capitalismo, más profunda la crisis y más afilado el terrorismo. Esta necesidad capitalista no puede eludirse por medio de la democracia. La misma salvaguarda de la "democracia formal" compele la caída del capitalismo, por lo que naturalmente la democracia capitalista se convierte en algo del pasado. El fin de la democracia envuelve el final del movimiento obrero en el sentido hookiano; él ya no tiene nada que hacer sino despedirse desilusionado de los obreros que fallaron a escucharle lo suficientemente pronto. La historia mundial se detiene porque los obreros mismos no se dejaron "educar".

Pero el concepto de espontaneidad también se adecuará a esta situación. La crisis permanente agudiza la lucha de clases en la misma medida en que suprime esa lucha. El zarismo no sólo explicó el retraso de la Revolución rusa sino al mismo tiempo su poder maravilloso y terrible cuando estalló, a pesar de la ausencia de "educadores" y de organizaciones preponderantes. La acción era simultáneamente la organización, los luchadores activos eran sus propios dirigentes. ¿Quien fue el que "persuadió" en las masas la concepción de los soviets? ¿No nació de las relaciones mismas? ¿De las masas y de sus necesidades? Sólo después de que los hubiesen formado, los soviets empezaron a ser disputados por los "educadores". La lucha de clases es el movimiento de la sociedad de clases. Pueden destruirse organizaciones, asesinarse a los dirigentes, la educación transformada en barbarismo; pero no pueden enajenar la lucha de clases, excepto dejando aparte las clases. La misma destrucción de la organización obrera legal es una mejor indicación que cualquier otra de la profundización de la lucha de clases, aunque esto no es proclamar la calidad revolucionaria de los partidos destruida.

No hay, sin embargo, ningún punto fijado en el tiempo para la revolución. Aunque uno sostenga que la revolución será inevitable, nada se ha dicho con eso en lo que estima a su tiempo de llegada. Y cualquier argumento al efecto de que el Estado fascista es inevitable es un sinsentido, sirviendo meramente para ocultar la traición perpetrada por la Tercera Internacional. En 1918, por ejemplo, se había vuelto posible para la socialdemocracia suprimir el movimiento de consejos con la sangre de los obreros. Podría haber sido igualmente el caso opuesto, y sólo posteriormente se volvió claro que lo anterior ocurrió en lugar de lo último. El factor del "accidente", de la "dirección", etc. es innegable y no será negado, pero uno también debe reconocer sus límites y su papel cambiante en el proceso histórico. Así como era posible en 1923 para el Partido Comunista de Alemania apartar a las masas del levantamiento revolucionario, podría también igualmente haber fracasado en ese esfuerzo. La revolución fue pospuesta, pero meramente pospuesta. Puede también estallar prematuramente, y de este modo complicar su propio curso. Pero prematura o retrasada, la revolución --la locomotora de la historia-- y con ella la sociedad comunista, se afirma de la necesidad, y se lleva a cabo por los obreros mismos, pues el curso previo de la historia ha creado un estado que no permite otra solución, porque esa solución es idéntica a las necesidades de la vida presente de la mayoría de la humanidad. Y la revolución proletaria, mientras cambia el mundo, no descuidará educar a los pasmados "educadores".

Índice

1 "Comunismo sin dogmas". Los números de página entre paréntesis hacen referencia a este artículo.


Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

[email protected]

Hosted by www.Geocities.ws

1