Paul Mattick
El comunismo de consejos

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Lo que queda de este movimiento, hasta donde encontró expresión organizativa permanente, existe hoy bajo el nombre de Grupos de Comunistas de Consejos. Ellos se consideran marxistas y con eso, internacionalistas. Reconociendo que todos los problemas de hoy son problemas internacionales, rehusan pensar en términos nacionalistas, sosteniendo que todas las consideraciones nacionales especiales sirven sólo a las necesidades competitivas capitalistas. En su propio interés los obreros deben desarrollar las fuerzas de producción más allá, una condición que presupone un internacionalismo consecuente. Sin embargo, esta posición no pasa por alto las peculiaridades nacionales y, por consiguiente, no lleva a esfuerzos de perseguir políticas idénticas en países diferentes. Cada grupo nacional debe basar sus actividades en una comprensión de su ambiente, sin la interferencia de ningún otro grupo, aunque se espera que el intercambio de experiencias lleve a actividades coordinadas dondequiera que sea posible. Estos grupos son marxistas porque allí no se ha desarrollado todavía una ciencia social superior a la originada por Marx, y porque los principios marxianos de indagación científica son aún los más realistas y permiten la incorporación de nuevas experiencias que crecen a partir del continuo desarrollo capitalista. El marxismo no es concebido como un sistema cerrado, sino como el estado presente de una ciencia social en desarrollo, capaz de servir como teoría de la lucha de clase práctica de los trabajadores.

Hasta ahora las funciones principales de estas organizaciones consistieron en la crítica. Sin embargo, esta crítica ya no se dirige contra el capitalismo que existía en los tiempos de Marx. Incluye una crítica de esa transformación del capitalismo que aparece bajo el nombre de "socialismo". La crítica y la propaganda son las únicas actividades prácticas posibles hoy, y su aparente infructosidad sólo refleja una situación aparentemente no revolucionaria. El declive del viejo movimiento obrero, que implica la dificultad e incluso la imposibilidad de llevar adelante otro nuevo, es una perspectiva lamentable sólo para el viejo movimiento obrero; no es ni aclamada ni lamentada por los Grupos de Comunistas de Consejos, sino simplemente reconocida como un hecho. Los últimos reconocen también que la desaparición del movimiento obrero organizado no cambia nada de la estructura social de clases; que la lucha de clases debe continuar, y estará forzada a actuar sobre la base de las posibilidades dadas.

"Una clase en la que los intereses revolucionarios de la sociedad están concentrados, tan pronto como se ha alzado, encuentra directamente en su propia situación el contenido y el material de su actividad revolucionaria: los enemigos a ser abatidos; las medidas (dictadas por las necesidades de la lucha) a ser tomadas; las consecuencias de sus propias acciones para impulsarla adelante. No se hace preguntas teóricas acerca de su propia tarea."5

Ni siquiera una sociedad fascista puede acabar con las luchas de clases --los obreros fascistas serán forzados a cambiar las relaciones de producción--. Sin embargo, no hay en la realidad efectiva cosa alguna como una sociedad fascista, justo como no hay tal cosa como una sociedad democrática. Ambas son sólo fases diferentes de la misma sociedad, ni más elevadas ni más bajas, sino simplemente diferentes, como resultado de cambios de las fuerzas de clase dentro de la sociedad capitalista, que tiene su base en un número de contradicciones económicas.

Los Grupos de Comunistas de Consejos reconocen también que ningún cambio social real es posible bajo las condiciones presentes, a menos que las fuerzas anticapitalistas se hagan más fuertes que las procapitalistas, y que es imposible organizar las fuerzas anticapitalistas con tal fuerza dentro de las relaciones capitalistas. Partiendo del análisis de la sociedad actual y de un estudio de las luchas de clases previas, concluyen que las acciones espontáneas de las masas insatisfechas crearán, en el proceso de su rebelión, sus propias organizaciones, y que estas organizaciones, emergiendo de las condiciones sociales, pueden sólo acabar con el presente orden social. La cuestión de la organización, tal y como se discute hoy, es considerada como una cuestión superflua, en tanto las empresas, las obras públicas, los departamentos de beneficencia, los ejércitos de la guerra que viene, son organizaciones suficientes para permitir la acción de las masas --y organizaciones que no pueden ser eliminadas, no importa qué carácter pueda asumir la sociedad capitalista--.

Como marco organizativo para la nueva sociedad se propone una organización de consejos basada en la industria y el proceso productivo, y la adopción del tiempo medio de trabajo social como medida para la producción, la reproducción y la distribución en tanto se necesitan medidas para asegurar la igualdad económica a pesar de la división del trabajo existente. Esta sociedad, se cree, será capaz de planear su producción de acuerdo con las necesidades y el goce deseado por la gente.

Los Grupos de Comunistas de Consejos comprenden además, como ya se ha declarado, que tal sociedad sólo puede funcionar con la participación directa de los obreros en todas las decisiones necesarias; su concepto del socialismo es irrealizable sobre la base de una separación entre trabajadores y organizadores. Los Grupos no reclaman estar actuando por los trabajadores, sino que se consideran ellos mismos como aquellos miembros de la clase obrera que, por una razón o por otra, han reconocido las tendencias evolutivas hacia el hundimiento del capitalismo, y que intentan coordinar las actividades presentes de los obreros para ese fin. Saben que ellos no son más que grupos de propaganda, capaces sólo de sugerir los cursos necesarios de la acción, incapaces de realizarlos en el "interés de la clase". Esto, la clase tiene que hacerlo ella misma. Las funciones actuales de los Grupos, aunque referidas a las perspectivas del futuro, intentan basarse enteramente en las necesidades presentes de los trabajadores. En todas las ocasiones, intentan fomentar la iniciativa propia y la acción propia (self-iniciative and self-action) de los obreros. Los Grupos participan dondequiera que sea posible en cualquier acción de la población trabajadora, no proponiendo un programa separado, sino adoptando el programa de aquellos trabajadores y empeñándose en incrementar la participación directa de los mismos en todas las decisiones. Demuestran en la palabra y en el hecho que el movimiento obrero debe fomentar exclusivamente sus propios intereses; que la sociedad como un todo no puede verdaderamente existir hasta que las clases sean abolidas; que los trabajadores, considerando nada más que sus intereses específicos y más inmediatos, deben y han de atacar a todas las otras clases e intereses de la sociedad explotadora; que no pueden equivocarse mientras tanto hagan lo que les ayuda económica y socialmente; que esto es posible sólo mientras tanto lo hagan ellos mismos; que deben comenzar a resolver sus asuntos hoy y así prepararse para resolver los problemas aún más urgentes del mañana.

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5 Karl Marx, Las luchas de clases en Francia, 1848-50.


Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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