Paul Mattick
El comunismo de consejos
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[VI]
Lo que queda de este movimiento, hasta donde encontró expresión
organizativa permanente, existe hoy bajo el nombre de Grupos de
Comunistas de Consejos. Ellos se consideran marxistas y con eso,
internacionalistas. Reconociendo que todos los problemas de hoy son
problemas internacionales, rehusan pensar en términos nacionalistas,
sosteniendo que todas las consideraciones nacionales especiales
sirven sólo a las necesidades competitivas capitalistas. En su
propio interés los obreros deben desarrollar las fuerzas de producción
más allá, una condición que presupone un internacionalismo
consecuente. Sin embargo, esta posición no pasa por alto las
peculiaridades nacionales y, por consiguiente, no lleva a esfuerzos
de perseguir políticas idénticas en países diferentes.
Cada grupo nacional debe basar sus actividades en una comprensión
de su ambiente, sin la interferencia de ningún otro grupo, aunque
se espera que el intercambio de experiencias lleve a actividades coordinadas
dondequiera que sea posible. Estos grupos son marxistas porque allí
no se ha desarrollado todavía una ciencia social superior a la
originada por Marx, y porque los principios marxianos de indagación
científica son aún los más realistas y permiten
la incorporación de nuevas experiencias que crecen a partir del
continuo desarrollo capitalista. El marxismo no es concebido como un
sistema cerrado, sino como el estado presente de una ciencia social
en desarrollo, capaz de servir como teoría de la lucha de clase
práctica de los trabajadores.
Hasta ahora las funciones principales de estas organizaciones consistieron
en la crítica. Sin embargo, esta crítica ya no se dirige
contra el capitalismo que existía en los tiempos de Marx. Incluye
una crítica de esa transformación del capitalismo que
aparece bajo el nombre de "socialismo". La crítica
y la propaganda son las únicas actividades prácticas posibles
hoy, y su aparente infructosidad sólo refleja una situación
aparentemente no revolucionaria. El declive del viejo movimiento
obrero, que implica la dificultad e incluso la imposibilidad de llevar
adelante otro nuevo, es una perspectiva lamentable sólo para
el viejo movimiento obrero; no es ni aclamada ni lamentada por los Grupos
de Comunistas de Consejos, sino simplemente reconocida como un
hecho. Los últimos reconocen también que la desaparición
del movimiento obrero organizado no cambia nada de la estructura social
de clases; que la lucha de clases debe continuar, y estará forzada
a actuar sobre la base de las posibilidades dadas.
"Una clase en la que los intereses revolucionarios de la sociedad
están concentrados, tan pronto como se ha alzado, encuentra directamente
en su propia situación el contenido y el material de su actividad
revolucionaria: los enemigos a ser abatidos; las medidas (dictadas por
las necesidades de la lucha) a ser tomadas; las consecuencias de sus
propias acciones para impulsarla adelante. No se hace preguntas teóricas
acerca de su propia tarea."5
Ni siquiera una sociedad fascista puede acabar con las luchas de clases
--los obreros fascistas serán forzados a cambiar las relaciones
de producción--. Sin embargo, no hay en la realidad efectiva
cosa alguna como una sociedad fascista, justo como no hay tal
cosa como una sociedad democrática. Ambas son sólo
fases diferentes de la misma sociedad, ni más elevadas ni más
bajas, sino simplemente diferentes, como resultado de cambios de las
fuerzas de clase dentro de la sociedad capitalista, que tiene su base
en un número de contradicciones económicas.
Los Grupos de Comunistas de Consejos reconocen también
que ningún cambio social real es posible bajo las condiciones
presentes, a menos que las fuerzas anticapitalistas se hagan más
fuertes que las procapitalistas, y que es imposible organizar las fuerzas
anticapitalistas con tal fuerza dentro de las relaciones capitalistas.
Partiendo del análisis de la sociedad actual y de un estudio
de las luchas de clases previas, concluyen que las acciones espontáneas
de las masas insatisfechas crearán, en el proceso de su rebelión,
sus propias organizaciones, y que estas organizaciones, emergiendo de
las condiciones sociales, pueden sólo acabar con el presente
orden social. La cuestión de la organización, tal y como
se discute hoy, es considerada como una cuestión superflua, en
tanto las empresas, las obras públicas, los departamentos de
beneficencia, los ejércitos de la guerra que viene, son organizaciones
suficientes para permitir la acción de las masas --y organizaciones
que no pueden ser eliminadas, no importa qué carácter
pueda asumir la sociedad capitalista--.
Como marco organizativo para la nueva sociedad se propone una organización
de consejos basada en la industria y el proceso productivo, y la
adopción del tiempo medio de trabajo social como medida
para la producción, la reproducción y la distribución
en tanto se necesitan medidas para asegurar la igualdad económica
a pesar de la división del trabajo existente. Esta sociedad,
se cree, será capaz de planear su producción de acuerdo
con las necesidades y el goce deseado por la gente.
Los Grupos de Comunistas de Consejos comprenden además,
como ya se ha declarado, que tal sociedad sólo puede funcionar
con la participación directa de los obreros en todas las decisiones
necesarias; su concepto del socialismo es irrealizable sobre la base
de una separación entre trabajadores y organizadores. Los Grupos
no reclaman estar actuando por los trabajadores, sino que se consideran
ellos mismos como aquellos miembros de la clase obrera que, por una
razón o por otra, han reconocido las tendencias evolutivas hacia
el hundimiento del capitalismo, y que intentan coordinar las actividades
presentes de los obreros para ese fin. Saben que ellos no son más
que grupos de propaganda, capaces sólo de sugerir los cursos
necesarios de la acción, incapaces de realizarlos en el "interés
de la clase". Esto, la clase tiene que hacerlo ella misma.
Las funciones actuales de los Grupos, aunque referidas a las
perspectivas del futuro, intentan basarse enteramente en las necesidades
presentes de los trabajadores. En todas las ocasiones, intentan fomentar
la iniciativa propia y la acción propia (self-iniciative and
self-action) de los obreros. Los Grupos participan dondequiera
que sea posible en cualquier acción de la población trabajadora,
no proponiendo un programa separado, sino adoptando el programa de aquellos
trabajadores y empeñándose en incrementar la participación
directa de los mismos en todas las decisiones. Demuestran en la palabra
y en el hecho que el movimiento obrero debe fomentar exclusivamente
sus propios intereses; que la sociedad como un todo no puede verdaderamente
existir hasta que las clases sean abolidas; que los trabajadores, considerando
nada más que sus intereses específicos y más inmediatos,
deben y han de atacar a todas las otras clases e intereses de la sociedad
explotadora; que no pueden equivocarse mientras tanto hagan lo que les
ayuda económica y socialmente; que esto es posible sólo
mientras tanto lo hagan ellos mismos; que deben comenzar a resolver
sus asuntos hoy y así prepararse para resolver los problemas
aún más urgentes del mañana.
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5 Karl Marx, Las luchas de clases en Francia, 1848-50.
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