Algunos anarquistas de Rovereta
Notas sobre cumbres y contra-cumbres

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Lluvia ácida y hojas de parra

Los Ministros de Relaciones Exteriores que se reunirán en Riva del 4 al 6 de septiembre deben llegar a una plataforma común para ser presentada en la cumbre de la OMC en Cancún, México del 14 al 20 de septiembre. El tema es el Acuerdo General en el Comercio de Servicios (GATS) que anticipa precisamente la liberalización de los supuestos "servicios públicos" a un nivel mundial. Entre las muchas decisiones en marcha, la más escandalosa seguramente es la privatización del agua, que puede convertirse en realidad para los 144 países miembros de la Organización Mundial del Comercio. Es un proceso que empezó hace poco, ya que siete multinacionales han competido durante décadas por la concesión para embotellar agua mineral y en los últimos años también por la concesión para manejar el sistema de provisión de agua. La "junta de Trento para una Europa social" también se encarga del tema de la privatización del agua, y sobre su escasez debido a la contaminación, como la muestra del neoliberalismo más desenfrenado. Aparte de las quejas acostumbradas sobre los aspectos no-democráticos de estos acuerdos (como si aquellos llevados a cabo por gobiernos individuales fueran sujetos a quien sabe qué debate público...; además, ¿no se supone que las instituciones estatales debían salvarnos del mercado salvaje?), lo que es igual de escandoloso en el discurso de los reformistas es la brecha entre la amplitud de los desastres que denuncian y las soluciones que proponen.

Por un lado, indican que las causas de estos desastres son la industrialización de la agricultura, la concentración de poblaciones en ciudades cada vez más gigantescas, la contaminación producida por las fábricas, el desperdicio de agua potable para maquinaria industrial y para el cultivo dirigido a la reproducción intensiva de animales; resumiendo, la misma esencia del sistema tecno-industrial. Por otro lado, proponen... nuevas leyes, reglas transparentes, incluso la participación ciudadana en forma de bonos a corto plazo en las S.P.A.5 que privatizan el agua. Gracias a las maravillas del progreso, hay países enteros en los que un colapso del sistema bancario dejaría al campo sin agua, y éstos ciudadanos, tan orgullosos de serlo, piden leyes diferentes. Como si, ante un aguacero de lluvia ácida, uno sugiriera cubrirse la cabeza con una hoja de parra orgánica. Las propuestas de los diversos foros sociales, razonable en términos de racionalidad política y económica, son totalmente locas desde un punto de vista social y concreto. No es cuestión de denunciar un mundo en ruinas, sino de luchar por espacios de resistencia y el tiempo para atacar. No es una cuestión de que tan radical es uno en las calles. El punto es qué clase de vida desea uno, cuánto uno se ha sometido material y espiritualmente a un orden social cada vez más inhumano y artificial o, por otro lado, a favor de qué relaciones está listo para luchar.

No hay necesidad de ir a Riva para oponerse al fraude organizado del agua. Aquellos directamente responsables de convertir el agua en una mercancía primaria (por ejemplo el gran negocio de embotellamiento de agua mineral) están a algunos pasos de nosotros todo el tiempo. Si el civilizado ni siquiera puede defender el agua que bebe - o al menos comprender que otros lo hagan de una manera clara y directa - podemos irnos todos a dormir. En este caso también, es una larga cadena de dependencia y opresión que se nos presenta con una cuenta exorbitante. Solamente a través de la autonomía hacia la sociedad masiva industrial y a través de la revuelta abierta contra el Estado que la defiende puede nacer algo distinto.

Lo mismo es válido para la cuestión de las patentes, incluyendo aquellas relacionadas con el código genético. Es simplemente idiota afirmar que las leyes protectoras son de alguna utilidad para enfrentar la entrada del capital en el cuerpo humano. El delirio tecno-científico, que consiste en transformar la naturaleza y al ser humano en alguna clase de variable de computadora, ya hace tiempo que pasó el punto sin retorno. Cualquier ilusión de reformar una ciencia que está completamente al servicio del poder es solamente un engaño deprimente. Las acciones que se han llevado a cabo en muchos países contra el cultivo de transgénicos o contra laboratorios privados y públicos que experimentan con el genoma humano han mostrado muy bien que la crítica de la razón mercantil no tiene necesidad de fechas espectaculares.

De manera más general, lo que se describe eufemísticamente como globalización sería inimaginable sin la base material provista por los aparatos tecnológicos. Solemas pensar sólo en las cosas que aparecen como los factores principales del desarrollo y el conflicto económico y militar: la energía y la información. Esto aparenta ser una fortaleza inatacable es en realidad una telaraña gigantesca formada por cables, antenas, subestaciones, rejas y transformadores que pueden ser fácilmente atacados.

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