Textos del CICA

Manifiesto del Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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L@s comunistas antibolcheviques consideramos que el capitalismo está actualmente en su fase histórica de decadencia abierta. Desde hace décadas se viene constatando que éste ya no es un sistema social progresivo, sino que, para subsistir, necesita incrementar de modo persistente, continuo y creciente la explotación y la opresión de la clase obrera (considerada en sentido amplio). Incremento que se manifiesta tanto en las formas generales de explotación y opresión de clase, como en las formas particulares -de género, nacionales, culturales, etc.-, al mismo tiempo que se intensifica la proletarización de todos los sectores del trabajo social1.

Las inmensas fuerzas productivas desarrolladas por el capitalismo se vuelven cada vez más incompatibles con la existencia de la sociedad, hasta el punto de amenazar la vida de la humanidad (desempleo, hambre, marginación, guerras de rapiña) y también el conjunto de la vida en el planeta2.

En todos los países l@s trabajadores/as estamos experimentando la elevación tendencial de la jornada laboral, la intensificación de los ritmos de trabajo y el descenso del valor real de los salarios. Las conquistas sociales de la era reformista van siendo dilapidadas por una ofensiva permanente del capital, que aumenta su poder estrechando su integración con el poder político estatal y sumando a ella, en diferentes grados según su utilidad, a todas las organizaciones obreras tradicionales.

Por su parte, el viejo movimiento obrero se encuentra en un estado de descomposición, mantenido como marioneta impotente del poder capitalista, sumiendo al proletariado en una dinámica de derrota permanente y en el correspondiente estado de conciencia.

Para que nuestra clase pueda emerger de nuevo y constituirse en sujeto consciente y organizado son necesarias nuevas prácticas de lucha que posean un contenido y una orientación efectivamente revolucionarios. Estas prácticas ya surgen en forma embrionaria de la necesidad y de las condiciones de la lucha de clases, como las luchas salvajes y asamblearias, los núcleos que las impulsan y orientan, los exiguos grupos revolucionarios que se esfuerzan por consolidar esas prácticas y hacerlas avanzar.


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L@s comunistas antibolcheviques nos oponemos a todas las ideologías y programas reformistas y pseudorrevolucionarios.

En primer lugar, no luchamos por restaurar el llamado "Estado del bienestar", ni por reemplazar el capitalismo privado por una forma de capitalismo estatal total, encubierta bajo los nombres de "socialismo" y "economía planificada con el control de los trabajadores".

En segundo lugar, l@s comunistas antibolcheviques tenemos en común, como un punto de partida fundamental, el rechazo frontal y completo del bolchevismo, con toda su conocida fraseología y concepciones políticas, considerándolo una ideología pseudorrevolucionaria y semiburguesa.

La Revolución rusa de 1917 fue, por su contenido social, una revolución burguesa y no una revolución proletaria. El régimen bolchevique destruyó los consejos obreros y la democracia obrera creados por el proletariado ruso, y reprimió al movimiento obrero mediante una dictadura burocrático-policial totalitaria3 para poder imponer su programa de capitalismo de Estado: concentrar todo el capital en manos del Estado, puesto como capitalista general, para acelerar e intensificar en una escala gigantesca la acumulación de plusvalía -o sea, la explotación del proletariado-.

El régimen bolchevique ruso y sus imitadores no significaron, en absoluto, la emancipación del proletariado de esos países, o un avance hacia ella, sino una esclavitud aún más férrea de la clase obrera al capital, ahora en manos del Estado "socialista".

La destrucción a escala internacional de todo impulso o tentativa de desarrollo de la clase obrera como fuerza revolucionaria consciente, en nombre de la defensa de la URSS o del "socialismo", fue el complemento necesario de ese régimen, al que los partidos "comunistas" occidentales sirvieron como instrumento.

La tergiversación brutal de la teoría marxista y la proscripción del anarquismo, que ya se habían desarrollado con la socialdemocracia, alcanzaron su máximo con la extensión del "marxismo-leninismo".


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L@s comunistas antibolcheviques no nos adscribimos a ninguna ideología. Confluimos, en primer lugar, sobre la base del conocimiento de la situación práctica de la clase obrera hoy, y de su comprehensión de acuerdo con el objetivo, igualmente práctico, de suprimir la esclavitud asalariada.

Independientemente de nuestra afinidad con una/s u otra/s corriente/s de pensamiento revolucionaria/s (el comunismo de consejos, el anarquismo insurreccional u otros) l@s comunistas antibolcheviques nos esforzamos por llegar a una acción y orientación comunes que sirvan al necesario renacer de la clase obrera como sujeto revolucionario, a la construcción de un nuevo movimiento obrero capaz de suprimir el capitalismo.


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L@s comunistas antibolcheviques luchamos por una revolución radical y total que acabe con la división en clases de la sociedad y con su colorario, el Estado.

Para ello defendemos la autoorganización democrática de masas del proletariado, a través de asambleas y consejos obreros, o de formas más avanzadas que la clase pueda crear basadas en el mismo principio: la autonomía de clase.

La lucha del proletariado es una lucha simultánea contra el capital, el Estado y todas las formas de relaciones sociales y de conciencia ideológica que componen la sociedad burguesa. O sea, todas las instituciones y elementos sociales que son parte del sistema de explotación y opresión capitalistas y clasistas.

No ha existido ni existirá nunca tal cosa como un "Estado proletario", "socialista", etc. en el sentido conocido del término. El poder masivo de la clase obrera, que representa a la vez los intereses de la mayoría de la sociedad, sólo es un poder estatal en el sentido de que tiene que destruir las relaciones de explotación y dominación capitalistas. Por consiguiente, ha de emplear la violencia para expropiar todos los medios de producción y la riqueza sociales a los capitalistas, y para impedir, por la fuerza si es preciso, cualquier tentativa de la vieja clase dominante para restaurar su posición material, lo mismo que la acción que, por parte de cualquier fuerza social (económica, política o ideológica), incite a reestablecer la división en clases.

Pero es el pueblo armado quien debe ejercer, directamente, esa dictadura contra los capitalistas, y no un "gobierno obrero". En el sistema de los consejos obreros todas las funciones políticas delegativas de la organización social pasarán a ser ejercidas de modo rotativo por l@s obrer@s mism@s, siempre sujetos a las instrucciones de la base y revocables en todo momento.

La supresión del Estado es, pues, un proceso que comienza con la destrucción radical del Estado propiamente dicho. A esto le seguirá, una vez desaparecidas las clases y las desigualdades sociales heredadas de la sociedad capitalista, la extinción del poder político como tal. Ocurrido esto, con el desarrollo libre de la sociedad sobre la premisa de que el desarrollo libre de cada individuo es la condición del desarrollo libre de tod@s, llegará el momento en que incluso la simple formulación de leyes se haga supérflua: se habrá alcanzado entonces la anarquía como estadio supremo de la libertad humana.


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L@s comunistas antibolcheviques vemos en el desarrollo de la autonomía de la clase trabajadora, impulsado por la necesidad, madurando a través de las luchas, la clave del desarrollo de la conciencia revolucionaria de clase.

No es la difusión de una teoría revolucionaria, sino el propio desarrollo de la autoactividad, individual y colectiva de la clase -primero con la lucha espontánea, luego con la organización cada vez más sólida- lo que impulsa el desarrollo de la conciencia proletaria hacia el comunismo.

El movimiento comunista real es la acción del proletariado que ha tomado conciencia de la necesidad y de la posibilidad de suprimir la relación del capital y de todas las relaciones de clase.

Por todas esas razones l@s comunistas antibolcheviques luchamos abiertamente contra todas las fuerzas que se contraponen al desarrollo de la autonomía obrera, tanto a nivel práctico como en el plano de la conciencia, y que actúan descalificando o tergiversando la propia práctica espontánea de la clase, haciéndole dudar de sus capacidades para transformar por sí misma la sociedad mediante su acción de masas, poniendo trabas a sus iniciativas o intentando apropiarse de sus logros para rentabilizarlos políticamente.

Contra esas fuerzas, que encarnan la política de jefes, nosotros defendemos una política de clase.

Contra el parlamentarismo sindical y partidario nosotr@s oponemos la acción directa y masiva de la clase.

Contra el adoctrinamiento ideológico de cualquier tipo y la sumisión intelectual a los dirigentes, nosotr@s llamamos al conjunto de l@s proletari@s a pensar por sí mism@s y a desarrollar todas sus capacidades como seres humanos totales.

Contra las aspiraciones de cualesquiera minorías a conseguir una autoridad política sobre el movimiento autónomo de la clase, sea en la forma de una sumisión explícita, o sea en la forma de una autoridad ideológica y moral, nosotr@s defendemos la autodirección de la clase y nos esforzamos -en la medida de nuestras capacidades y como compañer@s- por ayudar a tod@s nuestr@s herman@s proletari@s a capacitarse para esa función (capacitación que es parte del proceso colectivo de maduración de la clase).


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El desarrollo de la autonomía proletaria exige ir más allá de las formas de organización tradicionales del movimiento obrero.

L@s comunistas antibolcheviques entendemos que el desarrollo de la autonomía de la clase obrera, es decir, de su capacidad para actuar y pensar según sus propias necesidades, es incompatible con las formas de organización tradicionales, que surgieron por y para la lucha por mejoras dentro del capitalismo. Sus métodos prácticos de lucha y organización, y las concepciones teóricas que los representan y justifican, tienen un carácter reformista, o sea, reproducen las relaciones sociales capitalistas en las que el proletariado en conjunto es la masa dominada, gobernada, mientras que una minoría es la que realmente decide su destino y cuales son sus condiciones de vida. Se trata, pues, de organizaciones de carácter burgués.

Los sindicatos y los partidos políticos tal y como han existido hasta ahora -incluso los que ideológicamente se definen como "revolucionarios"- son organizaciones incapaces de desarrollar la autoactividad del proletariado hasta el nivel y en la extensión necesarias para destruir el poder capitalista y transformar conscientemente la sociedad de modo comunista. Su tendencia, al contrario, es a integrarse plenamente en la estructura de la sociedad capitalista y en especial con el Estado, tanto forzados por su incapacidad revolucionaria como estimulados por su tendencia burocrática natural, determinada por sus características estructurales y por su función enmarcada en la lógica de la sociedad burguesa.

En la actualidad, estas formas de organización, transformadas en extensiones del poder del capital, o sirviendo en el mejor de los casos de alternativa ilusoria, son el principal obstáculo para el avance de la clase obrera a través de sus propios esfuerzos. De hecho, sirven de base a la ofensiva permanente del capital, particularmente para destruir o recuperar cualquier intento de oposición seria. Y lo hacen tanto mejor cuanto más parecen oponerse al capitalismo sin dar, sin embargo, a la clase obrera, en la práctica, ninguna orientación realmente revolucionaria en las luchas.

Además, precisamente porque es a través de la lucha como despiertan y se desarrollan en su forma más básica las energías y el pensamiento de l@s proletari@s, las organizaciones tradicionales funcionan como anuladoras de la lucha real e inhibidoras de la iniciativa consciente de la clase, sustituyéndolas por la negociación y la actividad delegativa4, llevando a la clase obrera a callejones sin salida como las luchas aisladas, el fetichismo sobre las virtudes mágicas del asamblearismo, el culto místico a la "combatividad", etc.., desgastando a la clase hasta hacerla renunciar a cualquier expectativa de avance y acelerando de este modo la descomposición de la conciencia de clase.


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L@s comunistas antibolcheviques pensamos que el conflicto de clases tiene su forma más inmediata y concentrada en el trabajo asalariado, pero que abarca todos los aspectos de la vida social y comprende, por consiguiente, todo el espectro de las luchas sociales5.

Igual que la dominación del capital es una dominación total, la lucha del proletariado debe ser una lucha total. Como la dominación del capital sobre el trabajo es la dominación de una minoría sobre la mayoría de la sociedad, la lucha del proletariado no puede suprimir esta dominación sin extenderse al conjunto de la sociedad y representar los intereses generales de la mayoría, ni tampoco él puede establecer una forma de sociedad superior sin capacitarse, por sus propios esfuerzos, para destruir el capitalismo y para reorganizar la vida social

En este camino, ni la unidad ciega dirigida por una minoría, ni la ignorancia de la multiplicidad de frentes de lucha, pueden conducir al derrocamiento del capitalismo. La potencia revolucionaria del proletariado sólo puede transformarse en actividad mediante una unidad consciente y múltiple a la vez, cuyo fundamento sea la liberación espiritual de l@s trabajadores/as de sus hábitos de vida y pensamiento alienados -o sea, de todas las pautas de conducta, ideas y convenciones propias de la sociedad de clases-.

La victoria sobre el capitalismo tendrá que ser, en primer lugar, una victoria espiritual, un desarrollo de las necesidades y las capacidades de la humanidad trabajadora más allá de los límites que el capitalismo les impone. Esto no ocurrirá sin conflictos ni tensiones, sin divisiones y rupturas, pero éstas son también una condición necesaria de todo progreso histórico.

El desarrollo de los múltiples sujetos particulares que integran el proletariado, de sus luchas y de su conciencia, su crecimiento tanto en la conciencia de su especificidad como en la conciencia de clase general, es lo que creará las condiciones para construir un movimiento de clase verdaderamente unificado y revolucionario.


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Para lograr todos estos objetivos, l@s comunistas antibolcheviques queremos agruparnos según ese mismo espíritu de liberación integral humana.

Un agrupamiento libre, abierto, no ideologizado, que parta siempre de la discusión y no de la adhesión a un programa, que se esfuerce por unir el debate teórico con la crítica práctica, y de este modo avanzar en la necesaria clarificación de la lucha por la revolución proletaria, sus formas y sus condiciones.

Este es el campo en el que tod@s l@s revolucionari@s sincer@s, tanto aquell@s que carecen de vinculaciones organizativas o doctrinales anteriores, como aquell@s que ya han sido o aún son miembros de grupos y tienen una orientación política más definida, podemos realmente ir más allá de los partidismos y los sectarismos y desarrollar un papel activo en la lucha de clases.

Es más. Nosotros llamamos a cooperación a tod@s aquell@s proletari@s que concuerden con nosotr@s en las orientaciones generales, dejando a un lado las diferencias sobre las distintas precisiones desarrolladas en este texto. Su finalidad es intentar aclarar y desarrollar las orientaciones generales en un sentido más práctico, y sólo representan la perspectiva de quienes ahora formamos el CICA.


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La propuesta de agrupamiento de l@s comunistas antibolcheviques no debe ser considerada como otra propuesta de agrupamiento más, formulada y propagada por un partido.

Es, antes que nada, una propuesta para la discusión, y serán los círculos entre los que se difunda y debata los que determinarán si asumen o no plenamente la misma, así como decidirán ellos mismos la actividad a desarrollar.

Más importante que el asentimiento intelectual es el avance mediante la práctica, que es lo que hará madurar y desarrollarse a los agrupamientos revolucionarios que se formen.

Por otro lado, la propuesta es inequívocamente internacionalista en su espíritu, pues los motivos que le dan impulso, las ideas que la orientan y el esfuerzo que exista para llevarla a cabo, son comunes a l@s proletari@s de todos los países, independientemente de las particularidades de su situación nacional.

El CICA sólo tiene por objeto la difusión de las ideas del comunismo antibolchevique; la asunción de la propuesta de agrupamiento no implica, por lo tanto, en absoluto obligación de establecer ningún vínculo con el CICA o con otros agrupamientos que puedan formarse. Serán los propios agrupamientos que se formen los que decidirán sobre esto en función de sus necesidades y puntos de vista, de modo que sea posible, sobre la base de los intereses comunes, construir libremente una verdadera unidad internacional.


10

¿Que tareas generales proponemos a los Círculos de Debate y Acción?

En primer lugar, el desarrollo de sus miembros como revolucionari@s conscientes, lo que implica, a la vez, potenciar su desarrollo como individuos totales.

En segundo lugar, actuar colectivamente a nivel de la clase para acercar las ideas revolucionarias a las luchas de clases que se estén desarrollando, tomando posiciones y formulando orientaciones aplicables a las situaciones concretas. Los medios para eso último pueden, bien, ser un órgano de expresión breve, así como todo tipo de propaganda esporádica, o la organización de asambleas abiertas para abrir los Círculos de Debate y Acción a l@s proletari@s interesad@s en aumentar su comprensión sobre el estado actual de la sociedad y sobre cómo cambiarlo.

Que la propuesta de los Círculos de debate y acción revolucionarios se lleve o no adelante, decaiga o prospere, dependerá fundamentalmente del curso que vaya tomando la lucha de clases. Si decidimos plantearla en unas condiciones tan difíciles como las actuales, es porque precisamente bajo estas condiciones su necesidad es más aguda, y porque se trata de una forma de organización flexible y que responde a las necesidades del periodo que tenemos ante nosotros: un periodo de reorientación general del movimiento de clase y de reagrupamiento revolucionario.

Ciertamente, todo esto no quiere decir que la voluntad de l@s proletari@s conscientes sea indiferente para llevar esto a cabo. Al contrario. Pero la propia formación social de es@s proletari@s conscientes es, en última instancia, un producto de la propia lucha de clases.

Por último, sólo en la medida en que el declive del capitalismo se produndiza y amplifica aún más, hasta el punto de hacer insostenible la simple supervivencia de amplios sectores de la clase obrera, se van creando las condiciones para el desarrollo de un movimiento revolucionario relevante y para el desarrollo de la clase obrera en un sentido revolucionario a partir de las luchas inmediatas.

¡Lo menos que podemos hacer es allanar el camino hacia la revolución!

¡ Comunismo o Barbarie !

Notas

1 La clase obrera, en sentido amplio, comprende a todos los trabajadores y trabajadoras asalariados que tienen que vender su fuerza de trabajo al capital para sobrevivir. No es una entidad homogénea, sino que está divivida en diversos estratos en función de las características particulares que adopta el trabajo asalariado y en función de la organización capitalista de la sociedad. Así, tenemos el tipo de trabajo asalariado específico del capitalismo, que es el trabajo industrial en sentido amplio (que une directamente la producción de valores de uso y de valor de cambio para la acumulación de capital), tenemos el trabajo asalariado público no siempre sujeto directa o completamente a los imperativos de la valorización del capital o de la competencia, y tenemos el trabajo asalariado consistente en el mando sobre el trabajo, las funciones puramente burocráticas y administrativas, etc.. Tenemos también la división de la clase obrera en las esferas de la producción, la circulación y la reproducción, con lo que se incluyen en ella -sin por ello abolir su singularidad- todos los estratos de la población que se vinculan a la clase obrera empleada como asalariada (estudiantes, amas de casa, jubilad@s, etc.). Todas estas divisiones tienen, naturalmente, sus consecuencias en el desarrollo de su conciencia y acción sociales, pero este es un problema que no afecta al antagonismo radical y objetivo que les enfrenta al capitalismo como masa (como en la clase obrera en sentido reduccionista, puede haber desplazamientos individuales a otra posición de clase, pero no masivamente).
Por otra parte, aunque el fundamento de la acumulación del capital está en la explotación de clase, el capitalismo tiende, a través de la competencia, a proletarizar cada vez más a l@s trabajadores/as por cuenta propia, y también al estrato del trabajo asalariado cuya función es ejecutar la explotación y opresión del proletariado -y que habitualmente gana, con ello, salarios muy superiores y otros privilegios, desarrollando una mentalidad altamente burguesa-. Con ello, hace que estos estratos pierdan cada vez más su independencia económica basada en la propiedad sobre los medios de producción o bien sus privilegios dentro del trabajo asalariado, haciéndoles receptivos a la perspectiva proletaria radical, aunque, también, la clase capitalista intente, por otro lado, enfrentarlos al proletariado mediante concesiones temporales, especialmente en los momentos críticos en que la lucha de clases es ascendente o incluso surge una situación revolucionaria.
Se trata, pues, en conclusión, de sectores que no han de considerarse en general como parte del proletariado en tanto que clase revolucionaria. Desde un punto de vista económico y numérico, su fuerza no es relevante: allí donde el capitalismo se convierte en el modo de producción dominante, la clase obrera en sentido amplio ya constituye la mayor parte de la población sin contar con esos sectores, y no digamos en los países donde el modo de producción capitalista es prácticamente el único modo de producción.

2 Esto sintetiza lo ya predicho por Marx y Engels hace más de siglo y medio en La Ideología Alemana y el Manifiesto Comunista: «Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad... porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. ...Lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.» (M.C.). La causa de ello es que: «En el desarrollo de las fuerzas productivas se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas productivas sino más bien fuerzas destructivas (maquinaria y dinero)» (Ideología Alemana)
La contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas sociales y la forma de relación social en que están inscritas no es algo nuevo, sino que «se ha producido ya repetidas veces en la historia anterior, pero sin llegar a poner en peligro la base de la misma» (Id. Al., el subrayado es nuestro), es decir, sin amenazar directamente el desarrollo de la sociedad en su conjunto. Por supuesto, esto no se debe a la naturaleza en sí misma de las fuerzas productivas (en especial, a la del conocimiento científico-técnico, al margen de cómo este se aplique), sino a la potencia y extensión que han alcanzado gracias a la propia relación capitalista.
Una vez que la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la relación capitalista de producción llega a una fase crítica, el carácter destructivo del capital, que antes se enfocaba a superar todas las barreras a su expansión global, se vuelve contra sí mismo -y, por consiguiente, contra la sociedad: «la universalidad hacia la cual tiende sin cesar el capital encuentra límites inmanentes en su naturaleza, los cuales, en un determinado estadio de su desarrollo, le convierten en el mayor obstáculo a esta tendencia y le impulsan a la autodestrucción.» (Marx, Grundrisse, cap. del capital). Es de esta manera que las fuerzas productivas se convierten en fuerzas destructivas (y las relaciones sociales, en relaciones antisociales). Y lo que antes era un motor del desarrollo, se convierte en una traba cada vez más insalvable al mismo.
Esta tendencia es la que está madurando en la época presente. Todas las fuerzas productivas de la sociedad se convierten en fuerzas de destrucción de la vida. Esto incluye al trabajo mismo, ya que la fuerza de trabajo se convierte ahora en un medio para la absoluta autodegradación material y espiritual de l@s proletari@s. El trabajo alienado se ha vuelto completamente regresivo económicamente, al tiempo que crece su carácter alienante que nos transforma en máquinas. Lo mismo ocurre con el tiempo libre y con el arte. La destrucción del tiempo libre y del desarrollo del potencial creativo de los individuos viene a sumarse al carácter alienante-espectacular que ya prevalece en las formas de ocio y de arte -y que tiende a intensificarse-. Paralelamente, esta dimensión de la vida es crecientemente mercantilizada y amoldada a los intereses del capital, al tiempo que las actividades extralaborales y creativas se abstraen cada vez más en su forma del desarrollo pleno de las necesidades y capacidades de los individuos (la extensión de formas de ocio espectacular absolutamente parasitarias, el auge de la telebasura, de los videojuegos, la cosificación, estandarización y explotación masiva del cuerpo femenino, etc.).
(Además, habría que decir que, si bien en el capitalismo el ocio y el arte no tienen un carácter y utilidad directamente sociales, desde el punto de vista del comunismo han de ser considerados como medidas cuantitativa y cualitativa del nivel de desarrollo de la producción social de riqueza, y su función en el desarrollo del potencial de los individuos es enormemente importante desde el punto de vista del desarrollo del movimiento revolucionario).
La intensificación de la explotación y la tendencia a la descomposición de la estructura económica (en la forma de reestructuraciones, cierres de empresas, etc.) también destruyen la vida familiar y comunitaria, afectando tanto a las relaciones interpersonales como a las condiciones de vida en general. La destrucción incluye además la contaminación y la quiebra de los ecosistemas naturales, que no es ya en general ningún fenómeno transitorio y subsanable a medio plazo, sino algo crecientemente irreversible.
En resumen, la totalidad de la vida material y espiritual está siendo destruida bajo la presión aplastante del capitalismo decadente. Nuestra existencia misma está amenazada, sin que su continua degradación pudiese, al menos, llevar a un progreso relativo de la humanidad. Al contrario, conduce a la destrucción del progreso mismo y del carácter social mismo de las fuerzas productivas, como ocurre con la aplicación monopolista de la biotecnología y con la producción de armas de guerra. Con todo ello, la propia dominación del capital se materializa en la destrucción de la sociedad.

3 El denominado stalinismo no hizo más que consolidar la dictadura burocrática instaurada por los bolcheviques.

4 El anarcosindicalismo no escapa a estas consecuencias, ya que no deja de ser una organización de tipo sindical en la que prevalece la afiliación indiscriminada y el interés laboral inmediato. Sigue siendo, pues, una asociación de l@s proletari@s como propietarios privados de su fuerza de trabajo convertida en mercancía. Su misma existencia es permitida por el capitalismo porque se encuadra bajo su marco legal y su actividad se reduce, más allá de los discursos ideológicos, a la negociación "asamblearia" del precio de la fuerza de trabajo.
La negociación como tal, aparte del parlamentarismo sindical o político, es la forma jurídica universal de la relación social entre propietarios privados de mercancías. En la negociación de sus condiciones de trabajo, el proletariado actúa como vendedor privado de su fuerza de trabajo, incluso cuando lo hace colectivamente. Su unidad es una asociación de individuos privados, no una verdadera comunidad proletaria, su acción no es la acción del proletariado como sujeto autónomo, independizado de la sociedad burguesa. Por eso, incluso cuando no hay delegación, incluso si es la asamblea la que discute directamente con la patronal, por ejemplo, o la que toma las decisiones definitivas al menos, incluso entonces el proletariado no deja de actuar más que como vendedor de su fuerza de trabajo y no como sujeto que se rebela contra esa condición de clase, contra el trabajo asalariado, contra el capitalismo como tal.
La negociación como tal es la base práctica elemental de cualquier forma de sindicalismo. Frente a la negociación, l@s comunistas antibolcheviques defendemos la lucha hasta la imposición unilateral de las reivindicaciones proletarias, o al menos hasta que la patronal ofrezca por su cuenta unas concesiones suficientes dada la correlación de fuerzas y teniendo en cuenta los problemas más inmediatos que han desencadenado la lucha. O sea, defendemos la no negociación con el capital y el Estado, la lucha de clases radical. Evidentemente, esto no abole en términos absolutos la dimensión jurídico-mercantil que envuelve las relaciones laborales en el capitalismo, pero la deja sin efectividad real: el proletariado no debe confiar en las leyes y acuerdos logrados con la lucha, no debe adquirir ningún compromiso explícito o implícito con ellos, debe mantenerse firme en la conciencia de que todo ello no suprime su antagonismo radical y total con el capitalismo.
Evidentemente, cuando el proletariado es débil se ve obligado a negociar, no es capaz de obligar a la burguesía a ceder unilateralmente. Pero l@s revolucionari@s no justificamos esta situación, sino que orientamos a la clase hacia los medios necesarios para fortalecerse y la impulsamos a ponerlos en práctica: extender la lucha, utilizar métodos más contundentes, mejorar la organización, unir lucha económica y lucha política, convertir la lucha particular de empresa o sector en una lucha general de masas, etc..

5 Es especialmente importante, y tradicionalmente considerada "secundaria", la lucha de las mujeres contra su explotación y opresión como género, tanto en el trabajo doméstico como en el trabajo asalariado. Las mujeres trabajadoras son la mitad de la población trabajadora y desde hace mucho son cada vez más las que acceden al trabajo asalariado, combinándolo con el trabajo doméstico. El desarrollo de la conciencia de clase revolucionaria no puede prescindir de la lucha contra la dominación de género, ya que no es posible una verdadera liberación consciente e integral de hombres y mujeres sin ella.
Desde un punto de vista más inmediato, esto afecta directamente al desarrollo de las mujeres proletarias como sujetos conscientes y activos en la lucha por la transformación de la sociedad, tanto porque la doble alienación que sufren las proletarias lo dificulta espiritualmente, como porque lo obstaculizan materialmente las desiguales condiciones sociales en que viven las mujeres (principalmente, sus menores ingresos económicos individuales) y la reproducción de las relaciones de género en el propio movimiento obrero.
Para avanzar en la lucha contra las relaciones de género y que ello contribuya al desarrollo del movimiento autónomo proletario, es necesario que la clase obrera en su conjunto reconozca la trascendencia de la lucha de las mujeres por su autoliberación integral, y que esta lucha sea dirigida por las proletarias para que adquiera un carácter consecuentemente revolucionario anticapitalista. También es necesario que sean las mujeres mismas, y en especial las proletarias, quienes tomen la iniciativa y desarrollen autónomamente esta lucha, si es necesario formando sus propias organizaciones separadas. Pues, el proletariado masculino, como parte aparentemente beneficiada por la posición subalterna de la mujer en las relaciones privadas y públicas, privilegiada con el disfrute del poder, no es capaz salvo excepciones de liberarse de estas relaciones de género por su propio impulso mientras siga bajo la presión alienante y limitante del capitalismo.
En realidad, la explotación del trabajo doméstico redunda en la creación de plusvalor potencial en forma de tiempo de trabajo adicional disponible por parte del obrero, y reduciendo el precio de la fuerza de trabajo. Por otro lado, se da la "generización" del trabajo asalariado femenino, de modo que se intensifica aún más la explotación de las mujeres como esclavas asalariadas en comparación con los hombres: aumentando los ritmos de trabajo, reduciendo los salarios, imponiendo condiciones de trabajo más penosas, etc., para lo cual el capital utiliza la mayor presión que ejerce el paro femenino (muchas veces encubierto), la mayor sumisión consecuencia de la doble alienación, así como instrumentos del tipo de la segregación sectorial, la discriminación individual y otros.
Por tanto, cuando los proletarios defienden la posición subalterna de la mujer están actuando como agentes del capital, como capital variable, no como clase. Por eso la lucha por la transformación de la familia es también una lucha que ataca al capitalismo, cuya organización social se caracteriza por separar la esfera de la producción y la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, lo público de lo privado, lo social de lo personal. Esta lucha es, desde luego, una parte inseparable de la lucha de las proletarias, que tiene que ser asumida activamente por el proletariado en su conjunto al igual que la lucha consecuente contra las desigualdades económicas y políticas de género en la esfera de la producción.
Por otra parte, la lucha de las mujeres por su liberación toca numerosos aspectos vinculados a la forma tradicional de la familia y de la sexualidad. En estos puntos, su lucha debe tender puentes de conexión, en pro de la lucha por la libertad sexual, con los movimientos de lucha de las diversidades sexuales (gays, lesbianas, transexuales...) contra su discriminación, que también han de cumplir su papel en la completa disolución de la ideologia sexista.


Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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