Preparate!!! Cristo Pronto Volverá!!!

 

David Brainerd

 

David Brainerd fue el tercero en una familia de nueve hijos. Tenía cuatro hermanas y cuatro hermanos. La familia residía en Haddam, en el estado de Connecticut.

David era un niño muy tímido, y le era difícil expresarse. No hallaba siquiera el valor necesario para confiar a sus padres sus inquietudes infantiles, así que se guardaba par sí mismo las preguntas que le preocupaban y que le dejaban perplejo. A muy temprana edad se dio cuenta de que todo no andaba bien entre él y Dios, y el pensamiento de la mente lo dejaba aterrorizado.

David tenía nueve años cuando falleció su padre; y catorce cuando murió su madre. La muerte de estos seres queridos trajo más preguntas e interrogantes a la mente de David Brainerd. La pregunta que más le molestaba era: ¿cómo conocer a Dios?. Sabía algo acerca de Dios, pero no estaba seguro si en realidad lo conocía, y continuamente sentía que algo faltaba en su vida.

David asistía regularmente a la iglesia, y pasaba mucho tiempo leyendo la Biblia y orando; sin embargo, le parecía que Dios estaba tan lejos como siempre, y no tenía ni paz ni gozo en el corazón. Sabía que no andaba bien con Dios, y se preguntaba qué más podría hacer.

A la edad de diecinueve años, se fue al pueblo de Durham, para trabajar en una granja. Permaneció en aquel lugar más o menos un año, y durante aquel tiempo decidió llevar una vida religiosa muy rígida. Posteriormente, escribiría lo siguiente, en cuanto a aquellos días: "Adopté un comportamiento muy estricto en cuanto a mis pensamientos, palabras y hechos, y se me figuraba que en verdad me había dedicado al Señor". Sin embargo, halló que ni así era feliz.

Poco después de cumplir los veintiún años, la verdad de la salvación pareció que se le esclarecía en su mente. No le era necesario trabajar para lograr la salvación. Cristo había pagado la pena del pecado, cuando murió en la cruz del Calvario. Lo único que Dios quería que David hiciera, era que aceptara esa salvación personalmente y que consagrara su vida a Dios. Así lo hizo el 12 de julio de 1739, y desde aquel momento en adelante, su vida entera fue transformada. Después de eso, lo único que quería hacer era invertir su vida en el servicio de Cristo.

En septiembre de 1739 Brainerd se matriculó en la universidad de Yale, en New Haven, estado de Connecticut, para iniciar su preparación teológica. Pero en su tercer año de estudios fue expulsado. Esto causó un gran alboroto entre los estudiantes, puesto que David era un alumno sumamente inteligente, y también uno de los cristianos más sobresalientes en la universidad. Todo sucedió un día en que David y unos pocos amigos íntimos estaban conversando. Hablaban ingenuamente acerca de uno de los profesores, el cual desaprobaba las reuniones de oración que los estudiantes creyentes celebraban entre sí. Uno de los muchachos le preguntó a David, directamente, qué opinaba acerca de dicho profesor. David respondió acaloradamente: "Me parece que no tiene más gracia que esta silla". Sin que lo supiera el grupo, otro estudiante alcanzó a escuchar esa parte de la conversación, y pronto las palabras de Brainerd llegaron a oídos de la administración. Las autoridades universitarias le dijeron a David que tendría que hacer una confesión pública humillándose ante la universidad, o de lo contrario tendría que irse. Brainerd rehusó pedir disculpas, así que de inmediato fue expulsado. Cuatro años más tarde, escribió una confesión pública y pidió perdón ante toda la universidad.

Después de su expulsión se fue a vivir con su pastor, con el cual siguió estudiando. En tal lugar, pasó mucho tiempo reflexionando qué es lo que debía hacer con su vida. Todavía quería dedicarse al servicio de Dios. Si no podía ser ministro, quizá podría ser misionero. Con el paso del tiempo, se iba convenciendo cada vez más, de que la obra misionera era la voluntad de Dios para su vida. Pronto fue comisionado por una sociedad misionera de Escocia, para iniciar una obra entre los indígenas de los estados de Nueva York, Nueva Jersey y Pennsylvania.

Lo primero que tuvo que hacer fue aprender un lenguaje muy difícil. Esto requirió mucha paciencia y dedicación; y el progreso era muy lento, mayormente porque el idioma constaba de muchos dialectos diferentes. Nunca llegó a dominar realmente el idioma, de manera que tenía que depender principalmente de algunos nativos que hablaban un poco inglés, para que le sirvieran de intérpretes.

No solo el aprendizaje le fue lento y difícil, sino que también le fue sumamente arduo lograr que los indígenas lo aceptaran. Lo miraban con recelo y suspicacia. En el pasado, a menudo habían sido tratados cruelmente por parte de los blancos, y por tanto, no se fiaban de ninguno de ellos.

Otra dificultad que obstaculizaba la obra de David Brainerd entre los indios era la influencia de los exorcismos. Los brujos quienes aducían poseer toda clase de poderes misteriosos, se daban cuenta de que, mientras más les predicara David a la gente, más se extendería la luz del evangelio entre ellos. Esto significaba, desde luego, que desconfiarían más y más en la obra de los brujos, y pondrían su fe y confianza en Cristo. Como resultado, estos hombres malvados hacían la vida muy difícil, no solo a los indígenas cristianos, sino también a Brainerd.

El éxito del ministerio de Brainerd se debe, sin lugar a dudas, a su sobresaliente vida de oración. Orar le parecía tan natural como respirar, y muchas veces pasaba toda la noche en oración. Muchas veces era presa del desaliento, y a menudo se sentía abatido y deprimido por las condiciones de su obra entre los indios. Parecían no responder el mensaje de amor de Dios como Brainerd hubiera deseado que lo hicieran.

Pocos han sacrificado tanto, y tan alegremente, como David Brainerd, con el fin de llevar el evangelio a los inconversos. Durante casi toda su vida misionera estuvo privado del compañerismo de sus amigos. Acrecía de comodidades. Con frecuencia se encontraba en graves peligros, y a menudo, le era difícil obtener comida apropiada. A pesar de todas estas pruebas, ni una sola vez pensó en darse por vencido.

En muchas ocasiones, y por mucho tiempo, estuvo enfermo, y no tenía a nadie que lo cuidara en su quebrantamiento de salud. Esto lo hizo sentirse muy abatido y desalentado.

Uno de los intérpretes de David aprendió mucho acerca del Señor Jesucristo en esta obra. Brainerd estaba seguro de que el joven todavía no había aceptado a Cristo como su Salvador, pero se dio cuenta de que el mensaje había dejado una honda impresión en él. Un día, el joven nativo llegó muy angustiado, y le preguntó: "¿Qué debo hacer para ser salvo?. Brainerd le dio al joven la misma respuesta que San Pablo diera al carcelero en Filipos: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo". Este joven llegó a ser ayudante más fiel y valioso que tuvo David. No sólo le servía de intérprete, sino que también le ayudó a comprender las ideas y las costumbres del pueblo indígena.

Dios bendijo el ministerio de este misionero a los indios de una manera maravillosa. Repentinamente, y sin que David supiera por qué, los nativos empezaron a asistir a las reuniones, pidiendo ayuda espiritual. Este avivamiento empezó durante el verano de 1745. Por varias semanas, los indios continuaban llegando en gran número, y muchos de ellos respondieron cuando se les invitó a aceptar a Cristo. Por primera vez, David pudo ver fruto de su ministerio. El apogeo de este avivamiento llegó el día 8 de agosto. En aquel día asistieron personas de toda clase y edad. Muchos de ellos habían sido borrachos notorios desde hacía años, pero en esa ocasión llegaron para escuchar el mensaje de salvación y entregarse al Salvador. David amaba sinceramente a los indígenas, y ellos se daban cuenta de que él había dejado todo para traerles el mensaje de salvación.

El 9 de octubre de 1747 David Brainerd murió de tuberculosis. Aun cuando no había cumplido todavía los treinta años, había acabado su obra, y se fue para estar con el Señor.

 

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