Mientras que el mundo cristiano recuerda a Carlos T.
Studd como un eminente misionero pionero, el mundo de los deportes lo recuerda
como uno de los mejores de críquet que Inglaterra haya jamás producido.
Todos los Studd se criaron en el lujo. De aquí que se interesaban
principalmente en la caza, en el juego de críquet, y en los caballos de
carrera de su padre. Puesto que Carlos T. Studd provenía de una familia muy
rica, tanto él como sus hermanos tuvieron la oportunidad de pasar mucho tiempo
adiestrándose en el deporte del críquet. A los dieciséis años, Carlos era
considerado como un experto; y a los diecinueve, fue elegido capitán de su
equipo en la universidad de Eton.
Era un joven alto y esbelto, y se sentía muy orgulloso de sus logros
deportivos. Pasaba muchas horas frente a un espejo, perfeccionando su técnica.
Continuó, luego, sus estudios en la universidad de Cambridge, preparándose
para ser un abogado. No obstante, mientras cursaba su último años de estudios,
ocurrió algo que alteró profundamente todos sus planes. Como resultado de una
campaña evangelizadora dirigida por el célebre evangelista norteamericano
Dwight L. Moody y su director de música, Ira D. Sankey, el padre se convirtió
genuinamente al Señor Jesucristo. De inmediato dedicó todo su tiempo y
energías a ganar a otras personas para Cristo. Vendió o regaló todos sus
caballos de carrera, excepto tres.
Luego desocupó la habitación más grande de su hermosa casa, e invitó a todos
sus amigos a asistir a los servicios de evangelización que se realizarían
allí. El Sr. Studd se sintió atraído a la campaña de Moody, debido a que los
periódicos publicaban artículos muy ofensivos en contra. "Debe de haber algo
bueno en este hombre Moody" decía el Sr. Studd. "De otra manera los periódicos
no lo insultarían tanto".
El Sr. Studd murió poco tiempo después de haberse convertido. D. L. Moody
afirmó, posteriormente, que pocas personas habían hecho más por el Señor, que
lo que Studd había hecho.
Una de aquellas cosas que el Sr. Studd hizo por su Señor, fue hablarles a sus
tres hijos en cuanto a su bienestar espiritual. Sin embargo, no le fue posible
ganar a su hijo Carlos para Cristo.
Más tarde, cuando su hermano Jorge cayó gravemente enfermo, Carlos se sintió
profundamente conmovido. Por primera vez caía en cuenta del gran valor de los
tesoros espirituales, en comparación con las posesiones mundanales. Por aquel
tiempo Moody y Sankey celebraban cultos de evangelización en Cambridge. Muchos
de los universitarios asistían a dichas reuniones. Al principio Carlos rehusó
asistir.
Aducía que, en lo personal, nunca había sentido una necesidad particular por
la religión. Sin embargo, finalmente accedió asistir a unos de esos servicios;
y fue uno de los centenares de estudiantes que dedicaron su vida completamente
a Cristo.
De seguido, abandono su ambición de ser abogado; lo cual perturbó en gran
manera a sus familiares. Sin embargo, Carlos insistía que su vida ahora
pertenecía a Dios, y que en el futuro iba a ser un misionero.
Carlos Studd demostró que su vida había sido realmente transformada por
Cristo, al hablar y testificar acerca de su nueva fe. Siendo una figura muy
conocida en el mundo deportivo, la gente concurría, a donde quiera que iba,
para escucharle. De este modo, le fue posible testificar a muchas personas
quienes, de otra manera, nunca hubieran escuchado un mensaje sobre las cosas
espirituales.
Un día fue a hablar con Hudson Taylor, el fundador de la Misión al interior de
la China, para ofrecerse como misionero. Después de haber sido aceptado,
persuadió a seis de sus amigos de Cambridge, a seguir pisadas. Este grupo
llegó a ser conocido como "Los siete de Cambridge." El hecho de que estos
siete jóvenes universitarios renunciaran a sus negocios, sus carreras, y aun a
sus fortunas, que una noticia sensacional en todo el país. Pero ellos habían
escuchado el llamado de Dios, y estaban listos para llevar el evangelio a las
multitudes aún no evangelizadas en la China.
En 1885 Carlos T. Studd se embarcó con rumbo hacia la China, listo para
iniciar allí su obra misionera. Al llegar a Shangai, el 8 de marzo, sin
perdida de tiempo se puso a estudiar el muy difícil idioma Chino. Dedicaba por
lo menos siete horas diarias a esta tarea.
Tal como lo había hecho Hudson Taylor, Studd hizo posible por identificarse
con los chinos. Se vestía como ellos vestían, comía lo que ellos comían, y
procuraba, hasta donde le era posible, deshacerse de sus costumbres
occidentales.
Un día recibió la noticia de que su padre había fallecido. La carta le
informaba, el mismo tiempo, que una gran cantidad de dinero le había sido
dejado, de acuerdo al testamento. El joven misionero, que había leído pocos
momentos antes el pasaje bíblico que dice: "Anda, vende todo lo que tienes, y
dalos a los pobres, tendrás tesoros en el cielo", decidió dar como ofrenda una
gran parte de su herencia. Regaló veinticinco mil dólares a Dwight L. Moody,
quien usó este dinero para establecer la obra del Instituto Bíblico Moody en
Chicago; institución en donde se enseña la Biblia hasta el día de hoy. Envió
una cantidad similar a Jorge Muller, para ayudarle en su obra a favor de los
huérfanos, y dio también una cuantiosa suma a la obra del Ejército de
Salvación en la India. Otros cuatro cheques, cada uno por cinco mil dólares,,
fueron enviados a otros líderes cristianos.
Tres años después de haber llegado a la China, C. T. Studd conoció a Priscila
Stewart, una joven irlandesa, quien también era misionera. Se casaron, y Dios
bendijo su hogar dándoles cinco hijos.
El clima de China no le caía bien a Studd, debido al asma de que padecía; así
que, les fue necesario regresar a Inglaterra. Después de pasar seis años
recuperando su salud, Carlos Studd salió nuevamente al campo misionero. Esta
vez fue al sur de la India, en donde el clima no era tan riguroso; e inició
una obra allí, fundando varias iglesias. Al regresar a su patria, después de
haber trabajado en aquel campo, se le presentó la oportunidad de abrir el paso
para la obra en el África. Comenzó a trabajar desde el río Nilo hasta el
Níger, abriendo el camino para las misiones cristianas en ese continente. El
15 de diciembre de 1912, dejando a su esposa y a sus cuatro hijas en
Inglaterra, emprendió el viaje que le llevaría hasta el mismo corazón del
África. Estableció una misión en Niangara, y para el mes de junio de 1915,
había bautizado a doce personas que se habían convertidos. Studd regresó a
Inglaterra para reclutar más misioneros, y en 1916 regresó con muchos
colaboradores. La misión fue nombrada Cruzada Mundial de Evangelización.
Cuando la salud de su esposa mejoró un poco, ella viajó al África, para ver a
su esposo, al cual no había visto en muchos años. Tanto la Sra. de Studd, como
el mismo eminente misionero fallecieron en el África. Pero, debido a la obra
de la Cruzada Mundial de Evangelización, sus esfuerzos misioneros continúan.
Hoy el mundo cristiano recuerda a Carlos T. Studd, no solamente como uno de
los más sobresalientes jugadores de cricket de Inglaterra, sino también como
un joven consagrado que llegó a ser un obrero muy importante en el campo
misionero de Dios.
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