Salvador Allende: Obras escogidas


51. Relaciones entre Chile y México. (*)

Señor Rafael Rodríguez Barrera, Presidente del Congreso;
Señor Presidente de la Cámara de Diputados;
Señor Presidente de la Gran Comisión del Senado de la República;

Señores Congresales:

Quiero primeramente saludarlos a nombre de Chile, y señalar que es un honor para mí el que hayan sido invitados y estén presentes hombres que fueron protagonistas del proceso constitucional de 1916 y 1917.

En la mañana de hoy he cumplido, en nombre de mi patria, con el honroso deber de depositar una ofrenda floral en la Columna de la Independencia, en el Hemicilio a Juárez y en el Monumento a la Revolución, donde reposan Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. Los pueblos sin memoria nada significan y nada valen. Hay que honrar a aquellos que dieron su vida y su existencia por dar contenido, forma y perfil a nuestras nacionalidades. Tributo el homenaje de Chile a los mexicanos ilustres a quienes ustedes honran y han honrado siempre.

Quiero destacar con qué emoción, ayer recibí el saludo más que cordial del Presidente del pueblo mexicano. Es ésta la ocasión, en la tribuna del pueblo, para decir simplemente:

Gracias. Gracias en nombre de Chile, de su pueblo y fundamentalmente de sus trabajadores.

Sé que vuestra generosa acogida me impone un grado mayor de responsabilidad. Al recibimos ayer en la forma que lo hicieron, demuestran que han depositado confianza en la lucha en que estamos empeñados. Ello fortalece nuestra decisión. Además, en este gesto de extraordinaria significación, no sólo por la presencia de miles y miles de jóvenes, mujeres, hombres y ancianos de México, había un contenido; estaba presente un pensamiento nacido en la raíz de nuestra historia: la vocación de ser pueblos libres y estrechar nuestros lazos solidarios.

Es decir, nos identificamos por un pasado histórico coincidente, que reafirmó ayer nuestra amistad tradicional. Se hizo presente la generosa solidaridad con mi patria en las horas duras de la agresión y se reafirmó la esperanza de que tendremos éxito y venceremos las dificultades que se levantan para impedir que Chile, por su propio esfuerzo y con sus propias manos, construya el nuevo destino que le permita decir en la historia escrita por la inmensa mayoría de nuestros compatriotas y las masas populares, que seremos un pueblo independiente en lo económico y soberano en lo político.

Chile está anclado, geográficamente, a cientos y miles de kilómetros. La historia, la realidad de los hechos, la fecunda y vigorosa generosidad de nuestros pueblos, han trazado un paralelo que quisiera evocar brevemente.

Desde la conquista -allá y aquí, aquí y allá- Cuauhtemoc, con sobriedad y orgullo de indio, con el silencio responde a la tortura y sólo expresa que no está en un lecho de rosas. En la zona austral otro indio, de la raza araucana, Galvarino, con el mismo silencio marca la dignidad del aborigen y con los muñones de sus brazos en alto indica que no podrá su raza olvidar la epopeya que estaba exhibiendo.

Por eso, esta mañana, cuando fui a uno de los monumentos, me impresionó extraordinariamente el que un trabajador que estaba allí me dijera: "Usted viene, compañero, como Cóndor de los Andes".

Tomé esa frase para decir que el Águila caída y el Cóndor de los Andes, el azteca y el araucano, siguen con orgullo inmortal señalando lo fecundo de sus razas.

Efectivamente, en el pasado hemos coincidido, y fue así en la hora primera de la independencia. El enfrentamiento contra la intromisión externa del imperialismo, en la lucha por la justicia social.

Mientras aquí, el 16 de septiembre de 1810, se lanza el "Grito de Dolores", por Miguel Hidalgo, en Chile, el 18 de septiembre de 1810, nace la primera Junta de Gobierno. Allá y aquí, miles de hombres y muchas mujeres empiezan en la esperanzada ruta de la lucha social lo que llega a ser nuestra Independencia.

Es por ello que para mí es extraordinariamente significativo el poder hablar en el Congreso de México, en este año; el año de Juárez.

Porque Juárez significa para ustedes y también para los hombres de Latinoamérica, la figura símbolo de un indio, que como simple ovejero o Presidente de la República, con el calor de las armas o con la ley, siempre tuvo el orgullo de ser indio zapoteca; nunca dejó de hacer presente su condición de tal. Por ello, su figura traspasa las fronteras materiales. Y si pertenece esencialmente a México, le pertenece también a la conciencia y el corazón agradecido de este Continente.

Supo del exilio, de la cárcel, de la derrota y la victoria. Pero supo también liberar a su pueblo de la invasión extranjera. Luchó contra las hordas malvadas del imperialismo.

En el siglo pasado, en mí también emerge una figura proyectada hacia el futuro de nuestra historia. Es el Presidente José Manuel Balmaceda, el que quiso recuperar para Chile sus riquezas esenciales, especialmente el salitre. Combatido desde fuera y desde dentro, puso fin a su vida. Pero dejó una herencia al pueblo de Chile, que nosotros estamos cumpliendo: el Gobierno que presido ha recuperado para Chile y su pueblo las riquezas básicas que estaban en manos del capital foráneo.

Quiero señalar que Juárez escribió -y ello vinculado al recuerdo que he traído del Presidente mártir de mi tierra- que el gobernante no es el hombre que goza y se prepara un porvenir de dicha y de ventura. Es sí, el primero en el sufrimiento y el trabajo; la primera víctima que los opresores del pueblo tienen señalada para el sacrificio.

�Gran lección de conciencia política revolucionaria y de ética y moral!

Palabras perpetuadas por su vida y su ejemplo.

Para el paralelo entre Chile y México, debemos reconocer que México se anticipó mucho más que otros pueblos, y por cierto que al nuestro, en el proceso de lucha social.

Es por ello que debemos destacar que aquí nace la primera revolución agraria mundial. Aquí emergen figuras como Madero, Zapata, Obregón, Carranza; Emiliano Zapata va más lejos, y plantea interrogantes para el destino de la clase trabajadora. Denuncia al capitalismo y define las condiciones de la vida de los pobres de esta manera: "Todo se hacía a costa del sacrificio de un pueblo esclavo y analfabeto; un patrimonio sin porvenir. Estaba condenado a trabajar sin descanso y a morirse de hambre y agotamiento, porque gastando todas sus energías en producir tesoros incalculables, no ganaba para contar ni con lo indispensable siquiera, ni para satisfacer sus necesidades más perentorias". Son palabras que marcan la igualdad de miles y miles de hombres en el mundo, y fundamentalmente, en nuestro Continente.

Con diferencia escasa de años, en Chile surge una figura en la Pampa Salitrera, en el norte árido, en el jardín mineral de mi patria: Luis Emilio Recabarren.

Luis Emilio Recabarren habla, escribe, recorre los pueblos, golpea la conciencia de los trabajadores, eleva el nivel político del pueblo, y señala las lacras del régimen y el sistema capitalista.

En Chile y en México, en México y en Chile, van tomando forma y contenido la lucha social y el enfrentamiento de clases.

Pasan los años. La historia escribe el avance lento de nuestros países por alcanzar condiciones mejores de vida y de existencia. Pero ellos están marcados por ser países en vías de desarrollo, o sumergidos -como se decía en esa época-. Países exportadores de materias primas e importadores de artículos manufacturados; países mendicantes para recibir créditos y exportadores de capital; países donde las grandes masas estaban al margen de la cultura, de la educación, del trabajo, de la vivienda, de la salud, de la recreación y del descanso.

Pero en México, en la década del 30, el proceso político va adquiriendo un contenido diferente, y profundiza en la realidad de esta tierra fecunda el imperativo de una lucha proyectada a hacer posible que México fuera dueño de su riqueza fundamental.

Lázaro Cárdenas recoge las banderas alzadas por los luchadores de la Independencia, fundamentalmente por Benito Juárez, y en 1938 nacionaliza el petróleo.

Para mí, nombrar a Lázaro Cárdenas, citar sus palabras, tiene un significado muy especial. Puedo decir que me honró con su amistad. Hablamos largo en Cuba, por primera vez, y continuamos conversando aquí en México.

En una de las batallas que diera por mandato de mi pueblo recibí como estímulo dos cartas de Lázaro Cárdenas, con pensamiento latinoamericano que señalaba la gran proyección de su decisión histórica.

Por ello, en nombre de los trabajadores chilenos le rindo un homenaje al recuerdo del que abriera el camino de la segunda independencia latinoamericana.

En su discurso, pronunciado al ser proclamado candidato, diseñó su acción y su labor: fomentar la educación, organizar al pueblo, hacer una Reforma Agraria, impulsar y defender la dignidad nacional.

Muchas veces, a los trabajadores chilenos les leímos sus palabras. En relación con el petróleo y su nacionalización, decía así el General Cárdenas: "Mas para que la marcha de la revolución continúe sin que se detenga la ejecución de las obras inherentes a su acción eminentemente constructiva, es necesario que en todo momento estemos preparados para resistir los ataques, aun a costa de propios sacrificios económicos".

"Y los que no han comprendido la justicia de la causa de México, se empeñan en hacerla fracasar, creando situaciones de incertidumbre y de alarma. Tal parece el caso de las empresas petroleras, en su reciente actitud frente al conflicto con sus trabajadores, al hacer el retiro violento de sus depósitos y efectuar intencionada campaña de publicidad para inquietar a los hombres de empresas, diciendo que se les iba a negar el crédito a las industrias".

"Como si se pretendiera usar nuestra acción legítima, para forzar el sentido de esta revolución decisiva, en beneficio de los intereses comerciales e impedir el normal y recto desarrollo de un proceso ante los tribunales correspondientes".

"Y a este respecto, creo oportuno declarar que, consecuente el Ejecutivo con respecto a las leyes, a la independencia de los poderes que han normado su actuación, en este caso como en todos, su conducta será la de prestar apoyo al fallo final que se pronuncie, cualquiera que sea el sentido de su determinación".

Cuando los Tribunales de México dieron razón a los trabajadores, las empresas foráneas del petróleo recurrieron a todas las acciones ilícitas para impedir que se cumpliera este fallo, y después, para obstaculizar la nacionalización.

Cómo no recordar estas palabras, que vienen a marcar a fuego la realidad que vive mi patria, cuando hace pocas horas, una empresa transnacional -la ITT- estuvo a punto de lanzarnos a una guerra civil, para impedir que el pueblo alcanzara el poder.

Cómo no recordar estas palabras, que son una lección, cuando en mi tierra la Kennecott ha pretendido -después de un fallo de los Tribunales de Chile, que le fuera adverso- recurrir a Tribunales de otros países para defender sus privilegios.

Ayer en México y hoy en Chile, los intereses bastardos de los capitales imperialistas han querido aplastar el derecho legítimo de ser nosotros los dueños de nuestro propio destino.

Lázaro Cárdenas en México. En Chile, un Gobierno Popular. El Gobierno del Frente Popular del recordado Maestro Estadista, nacido en un pueblo agrícola en la provincia de Aconcagua, de un chileno auténtico, con gran sentido patriótico: Pedro Aguirre Cerda.

Cuando el 25 de octubre de 1938, el Gobierno del Frente Popular empezara a caminar para dar techo, pan y abrigo a las masas preteridas de mi pueblo, México, envió, por petición expresa del General Cárdenas, una misión de cultura. Se aproximó a nosotros; nos entregó su fraternal apoyo y a mi tierra llegaron los cantantes, los artistas, los campesinos mexicanos para fundirse con los trabajadores chilenos.

Acá había un Gobierno Popular que ha iniciado una etapa histórica, que tendrá que continuar.

Allá se sembraba la presencia de los trabajadores en la Central Única. De la clase en el ejercicio del poder, se levantaban el acero, el petróleo y la electricidad como bases fundamentales del desarrollo industrial de nuestro país.

Lázaro Cárdenas avanzó más, en un Continente que parecía dormido, frente a los requerimientos indispensables de las grandes mayorías.

A lo largo de la historia, como un hilo subterráneo pero evidente, va marcándose el proceso, que a pesar de la distancia, señala que nuestros pueblos tienen similares inquietudes, y que gobernantes de ustedes, mexicanos, y de nosotros, chilenos, interpretaron sus anhelos y los plasmaron en realidades constructivas, para darle un perfil más decidido a nuestras nacionalidades.

Así llegamos a la época actual. México y Chile se reencuentran, una vez más. Hablan un lenguaje común; es un lenguaje de pueblo a pueblo. Comprenden más claramente la necesidad de luchar unidos.

Pero no bastan las coincidencias. Es necesario amalgamar más y más nuestro empeño, para hacer de América Latina un Continente pueblo.

De nuevo nos encontramos con el pensamiento señero de Lázaro Cárdenas, cuando dice:

"Ya es necesaria la conjugación de los crecientes esfuerzos de los pueblos latinoamericanos, para dejar sentadas las bases orgánicas continentales para la acción común y permanente de nuestra cabal independencia; y a la vez, para hacer más efectiva nuestra presencia en el mundo, con la fuerza solidaria de todos los pueblos que luchen en distintas formas y en diferentes latitudes por su progreso, su amistosa convivencia y por el mantenimiento de la paz mundial".

Estas palabras adquieren relieve e importancia especiales. Sobre todo, después de ver la actitud del Presidente Echeverría en mi patria y aquí, y después de haber recibido, de parte del pueblo mexicano, la reafirmación de ella, con su presencia combatiente en las calles de la ciudad.

Chile y México, cada uno de acuerdo con su propia realidad, su historia y sus costumbres.

�No hay recetas para hacer la revolución!

Cada país debe adecuar la parte que le concierne a su propia realidad. Ni ustedes ni nosotros exportamos revoluciones, ni importamos revoluciones.

Aprovechamos la experiencia, venga de donde venga, y la adecuamos a lo que somos, a lo que hemos sido, a lo que seremos.

La revolución en Chile y en México tiene perfiles propios, de acuerdo a las características de sus pueblos, de su propia historia y su propio contenido.

Chile y México tienen claridad cabal de quiénes son sus amigos y quiénes son sus enemigos.

Necesitan estrecharse más los vínculos con los amigos y con los pueblos hermanos de este Continente. Sabemos que estamos dentro de América Latina, y América Latina está inmersa en el Tercer Mundo; y que son muchos y muchos los millones de seres humanos, de distintos colores y razas, que viven o nacieron en geografías tan desiguales, los que tienen la misma pasión y el mismo anhelo: hacer de sus pueblos y de sus patrias, pueblos y patrias independientes.

Debo recordar, con profunda satisfacción, la presencia en Chile -cuando se realizaba esta reunión, la más importante patrocinada por las Naciones Unidas- del Presidente Echeverría, quien se expresara de la siguiente manera:

"Nuestros pueblos ven con desencanto cómo se enrarece la atmósfera de los escenarios internacionales con palabras que no van seguidas de decisiones. Es indispensable que esta Conferencia -se refería a la UNCTAD III- dé soluciones que obliguen para todas las partes. De poco vale emplear nuestro tiempo en pedir lo que no se quiere dar; en lograr acuerdos precarios, y lamentarse luego porque no se cumplió lo prometido".

Con esa experiencia, entregó, como una tarea -que Chile hizo suya y que será consagrada con el empeño de México, de Chile y de otros pueblos-, de que algún día se dicte la Carta de los Derechos y los Deberes Económicos de los pueblos del mundo.

Chile y México están por la solución pacífica de los diferendos y dificultades entre naciones. Están por el diálogo, la Coexistencia Pacífica y el entendimiento entre gobiernos.

Recogemos el pensamiento de Juárez: "El respeto al derecho ajeno es la paz". �Cómo no recordar estas palabras, cuando todavía el mundo siente una realidad que no puede callar, y que sé que al no silenciarla seguramente interpreto a millones y millones de latinoamericanos, de chilenos y mexicanos!

"El respeto al derecho ajeno es la paz". Pero hay países poderosos que no entienden el hondo contenido de esta definición, tan humana y tan profunda. Por eso, frente a la realidad que golpea todavía en el Asia, frente a la lucha de Indochina, frente al drama que se prolonga en Vietnam, desde esta tribuna del pueblo de México reafirmo la fe en que la paz de Vietnam hará justicia a un pueblo, pequeño como el nuestro.

A un pueblo pequeño que luchó y lucha por su unificación, por su independencia. Los que han caído y caen en Vietnam, han caído por la lucha emancipadora de todos los pueblos en vías de desarrollo del mundo.

México y Chile piden respeto por parte de las grandes potencias del mundo industrializado-capitalista, a fin de que no se apliquen medidas discriminatorias en nuestro comercio; a fin de que no sigamos siendo países que vendemos a precios bajos y compramos a precios altos; que no se restrinja la posibilidad sobre todo para los productos agropecuarios nuestros que ingresan a sus mercados.

México y Chile rechazan todas aquellas presiones que representen un atentado al principio de No Intervención.

México, con la doctrina Estrada, ha sentado claramente esta realidad que nosotros hacemos nuestra. Chile es también partidario de la No Intervención y de respeto a la Autodeterminación de los pueblos. A cada pueblo corresponde elegir el camino de su conformación social; cada país tiene el derecho de elegir el camino que más avenga a su característica propia y a su personalidad; cada país tiene derecho a elegir a sus gobernantes, respetándose la voluntad de los pueblos.

No podemos aceptar que se pretenda, por la presión económica o por la amenaza, poner vallas a la autodeterminación, vulnerar la no intervención. La doctrina de México es la sana doctrina que Chile esgrime y ha esgrimido en el ámbito internacional.

Cuando expreso esto que estoy diciendo, lo hago porque mi país vive, desde septiembre de 1970, un clima artificial creado desde fuera y ejecutado desde dentro, que busca resquebrajar las bases políticas y sociales en que descansa el Gobierno de los Trabajadores que me honro en presidir. Nunca mi patria vio, como desde el 4 de septiembre al 3 de noviembre de 1970, lo que es la defensa de los privilegios y los intereses foráneos. Nunca pudimos más claramente percatamos de lo que representaba la maraña de intereses extranjeros, coludidos con grupos oligárquicos feudales.

Llegó la tentativa tenebrosa de evitar que el pueblo fuera Gobierno, hasta el asesinato del Comandante en Jefe de nuestro Ejército, general Rene Schneider. Pero el pueblo, su organización, su espíritu combativo, la lealtad de las Fuerzas Armadas a la Constitución, a la Ley, y a la voluntad expresada en las urnas por la mayoría del país, hizo posible que alcanzáramos el 3 de noviembre el Gobierno, para caminar desde allí a la conquista del Poder.

Presido un conjunto de Partidos, que tienen un Programa y un Ideario, y una voluntad de realizarlos. Chile hace su revolución -que es todavía un proceso revolucionario en marcha-, a través del marco de la Constitución, y las leyes burguesas.

Presido un Gobierno que no es un gobierno socialista, pero que abre y abrirá sin vacilaciones el camino al socialismo, dentro del pluralismo, la democracia y la libertad.

Para nosotros, la revolución no es destruir, sino edificar. No es arrasar, sino levantar formas distintas de convivencia de las mayorías nacionales en un esfuerzo y en tareas que pertenecen a Chile, a su destino. Por ello, hemos podido saludar con alborozo la presencia, en esta etapa de nuestra patria, de la mujer chilena, que sabe que no podrá consolidar la revolución si ella no comparte junto a sus compañeros -su padre, su hijo, su esposo-, la gran tarea de abrir el paso a una sociedad diferente.

Tenemos como meta construir el socialismo. Pero sabemos que el socialismo no se impone por decreto. Sin premuras, pero sin claudicaciones, caminamos rompiendo la maraña de los intereses creados, a edificar una auténtica sociedad, donde desaparezcan la injusticia, la explotación, la miseria moral y fisiológica, donde el hombre del pueblo tenga derecho al trabajo, a la educación, a la cultura, a la salud y a la recreación. Una nueva sociedad, donde el pueblo organizado sea el gran ejecutor de este proceso. �Estamos haciendo nuestra revolución, afianzada en la conciencia revolucionaria de los trabajadores chilenos!

Esta es una tarea de todos, los hombres que tienen un profundo sentido patriótico y nacional. �Quién más que ustedes, representantes del pueblo, podrían comprender que hay que poner en marcha acelerada la emancipación definitiva de nuestras propias patrias!

Hay que pensar lo que significa darle contenido a nuestra Segunda Independencia, a esta gran batalla de la dignidad latinoamericana.

Sabemos que no es una opción. Es un desafío. Es el viento de la historia que viene desde lejos. Es el llamado de nuestros próceres. Son las razas aborígenes, humilladas pero no vencidas. Es el ayer, que nos impulsa y nos llama a actuar.

Esta es la etapa en que no caben vacilaciones ni puede haber dudas. En Chile, el Presidente Luis Echeverría se expresó así: "Ante los obstáculos, debemos actuar con el optimismo propio de las naciones jóvenes, ya que el espíritu de derrota sería una forma disfrazada de sumisión". �Ni mexicanos, ni chilenos, hemos nacido para estar sumisos frente a la prepotencia imperialista!

Nuestro planteamiento no es una utopía. Hemos visto ya cómo han fracasado iniciativas que no tomaron en cuenta al pueblo; cómo nosotros en América, vimos que la Alianza para el Progreso era tan sólo una gran maniobra política que no alcanzaba a la raíz esencial de nuestra realidad nuestros problemas. Por eso, de acuerdo con sus posibilidades, cada una de nuestras naciones busca el camino emancipador, y para lograrlo plenamente, vamos suprimiendo los obstáculos que han levantado con la intención de impedir el diálogo fraterno de los latinoamericanos. Las barreras ideológicas ya han caído, y hay conciencia de que el diálogo puede y debe mantenerse, aunque haya formas distintas de gobierno en nuestras naciones, respetando los principios que señalábamos y que son tan suyos, tan de ustedes, mexicanos: respeto a la Autodeterminación y a la No Intervención.

Cuántos hombres de nuestros países, frente a dificultades internas que a veces los obligan a emigrar, van a ganarse la vida a otras partes donde no tienen ni los salarios suficientes ni gozan de la Previsión; regresan después cansados y ancianos a su patria, y se encuentran en la miseria y con su hogar deshecho. �Por qué luchar para que ellos tengan un derecho a la jubilación?

�Algún día habrá un derecho común, para los trabajadores de América Latina, como un anticipo de lo que también alcanzaremos en la instancia final: la Nacionalidad Continental, sin rechazo por cierto, a nuestra propia nacionalidad!

"El triunfo de la reacción es moralmente imposible".


Notas:

* Discurso en el Congreso Nacional de México. México D.F., México, 1 de diciembre de 1972.


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