Salvador Allende: Obras escogidas


47. Colombia, hermanos en el dolor y la esperanza. (*)

Señor Presidente del Senado de Colombia, señores Parlamentarios, señoras y señores:

Con emocionadas palabras quisiera expresarles lo que representa para mí que el Congreso de Colombia se reúna en ambas Cámaras, para darme la oportunidad de levantar mi voz en este recinto, prestigiado ante su Patria y ante América.

Aquí ha habido debates que han estremecido al pueblo y a la conciencia de hombres y mujeres de Colombia. Esta actitud de ustedes, señores parlamentarios, está destinada -lo agradezco aún más- a honrar a mi Patria. Mi pueblo -como lo ha dicho en elocuentes palabras el señor Presidente del Señado-es hermano de Colombia, en el dolor y en la esperanza. Es hermano de Colombia en la iniciación de nuestras vidas. Juntos, continuaremos la gran batalla de los pueblos, por una América distinta, digna y soberana.

Hablar en este Parlamento es recordar al Parlamento de mi Patria. Tiene años y años, como el vuestro. Allí estuve 27 años; 2 como diputado, 25 como senador. Sé lo que es actuar en un Congreso, tener la responsabilidad de plantear ideas y principios, defender proyectos, ser hombre de gobierno y ser hombre de oposición. En el debate público taladré mi personalidad, respetando al adversario, pero reclamando el derecho -que nunca se me negó- para exponer con claridad mi pensamiento y mis principios.

Desde esta prestigiosa tribuna, expreso mi reconocimiento, al señor Presidente de la República, por su atenta invitación, que me ha permitido llegar a Colombia. A ustedes, señores congresales, por recibirme en su Parlamento. Al pueblo, que he visto, he sentido, he recibido sus vítores y sus aplausos desde que llegara al aeropuerto, y al recorrer las calles de la Embajada de Chile en Colombia, hasta aquí. A este pueblo, que está congregado en la Plaza, expreso, en nombre de los trabajadores chilenos, mi saludo más emocionado. Llegue a ellos también el saludo del obrero, del campesino, del estudiante, de toda la colmena humana que vive de su esfuerzo y de su trabajo. Cuánto significa para mí, señor Presidente, el contenido de sus palabras: se las dictaron el afecto de un colombiano por el pueblo de Chile. Gracias, señor Presidente.

Uso esta tribuna como un combatiente de América Latina.

América Latina necesita culminar una etapa que se iniciara en el siglo 18, cuando en el Perú, Tupac-Amaru, levantara la rebelión de los indios y con frases lapidarias marcara una época, al decirles a los suyos: "El patrón no comerá más de tu hambre".

En el siglo 18, Galán y Antonia Santos en Colombia, también lucharon contra los sectores y grupos dirigentes, contra la dominación social y política.

En el fragor heroico del combate, hombres y mujeres, de diferentes latitudes, se unieron en el llamado, en el sentimiento, en la voluntad rebelde de independizar nuestras naciones. Los próceres señeros de este continente, como Bolívar, San Martín, Sucre, Morolos y 0'Higgins, el Padre de mi Patria, impulsaron la lucha de nuestros pueblos contra los grupos oligárquicos, que se aliaron a las fuerzas foráneas, y a los capitales extranjeros.

La lucha de los pueblos ha tenido héroes que han sabido interpretarlos levantando con gallardía patriótica su decisión de luchar por una existencia mejor. Martí se expresaba de esta manera: "el trabajador que es aquí el Atlas, se está cansando de llevar a cuestas el mundo y parece decidido a sacudirlo de los hombros y busca poder andar sin tantos sudores por la vida; los acaudalados, los que prosperan en su sombra, no se ocupan de defender estas reclamaciones de justicia, sino es sobornar a los que dictan las malas leyes para que las pongan a sus pies las libertades públicas".

Desde un ángulo distinto en esta lucha emancipadora, un hombre de mi tierra -que pagó con su vida el amarla tanto-, el Presidente José Manuel Balmaceda, en el año 1888 planteaba ante la conciencia nacional, la necesidad impostergable, de preservar para Chile las riquezas básicas que estaban siendo atrapadas por el capital foráneo. Decía Balmaceda: "porque el crédito y el capital que juegan a las especulaciones de todo género en los recintos brillantes de las grandes ciudades, se retraen y dejan al extranjero fundar bancos en Iquique; en donde la fragua del trabajo humano hace brotar una riqueza que deslumbra y abandona a los extraños la explotación de la Salitrera de Tarapacá, de donde emana la savia que vivifica al mundo envejecido; y para conducirlo, para lo cual van y vienen escuadras mercantiles que no cesan de llegar y partir jamás. Y el extranjero explota estas riquezas y toma el beneficio del valor nativo, para que vayan a dar a otros pueblos y a personas desconocidas los bienes de esta tierra, nuestros propios bienes y las riquezas que nosotros necesitamos".

Necesitamos continuar esa lucha y señalar las estructuras de poder en América Latina. Debemos luchar contra un sistema interno y externo, que limita nuestro desarrollo. Somos países dependientes, con una economía retrasada y la realidad de nuestros pueblos la confrontamos dramáticamente después de más de 150 años. Séame permitido señalarlo en breves cifras, ya que entre hermanos no podemos avergonzarnos, sino en conjunto, del dolor y el sufrimiento de nuestros pueblos. América Latina, continente próspero, con grandes posibilidades, con riquezas infinitas, marca el drama de sus densas multitudes, sometidas a una infra vida humana. América Latina tiene 80 millones de analfabetos y 40 millones de semi-analfabetos. 80 millones es el 30% de la población total. América Latina, con 65 millones de seres humanos, el 28%, no tiene cómo emplear su capacidad, no hay mano de obra para ellos. América Latina, donde el promedio de alimentación alcanza a 2.500 calorías por persona; el mismo en los países desarrollados sube de 3.000. Aquí el hombre nuestro consume 65 gramos de proteínas al día, y en los países europeos pasa de 100. América Latina, donde faltan 14 millones de viviendas y donde hay -que parece no ser cierto- 25 millones de seres humanos que no conocen la moneda, como valor de intercambio. América Latina, con su cultura inicial, con la grandeza de los creadores indios. América Latina, con el valor de la raza secular. América Latina, con los hijos de Atahualpa o de Lautaro, dominada durante siglo y medio. En las cifras breves que entregamos, podemos palpar el drama común de nuestros pueblos que reclaman, más que nunca, la presencia combatiente de nosotros.

He dicho que somos países dependientes, englobados en el proceso de desarrollo económico de las grandes metrópolis. La razón dialéctica se expresa con claridad. Existe el subdesarrollo, porque existe el imperialismo. Existe el imperialismo, porque existe el subdesarrollo.

Medidas económicas tomadas desde afuera, repercuten violenta y dramáticamente en la existencia de todos nuestros pueblos y nosotros estamos ausentes de poder influir, de poder opinar -y a veces- de poder protestar. La realidad nos señala que cuando los países poderosos o el país hegemónico confronta las consecuencias de una crisis, somos también nosotros los que sufrimos y los que tenemos que soportar las medidas que golpean tan fuertemente a nuestros pueblos. Ya antes, el mundo lo vivió en una época cruenta y está próximo, quizás, a vivirlo de nuevo.

Yo puedo aquí incursionar indebidamente en la vida interna y en la conducción de un gran país. Lincoln decía de su propia patria, que "eran mitad esclavos y mitad libres".

Sabemos la realidad que señala el proceso interno financiero del más poderoso país capitalista del mundo. En 1949, poco después de la guerra, Estados Unidos tenía en reservas de oro 24.600 millones de dólares. En 1960, 17.800 millones; ahí comienza a intensificarse el proceso de penetración en Asia. La guerra de Vietnam es una consecuencia también de la realidad que Estados Unidos nos refleja, cuando sus reservas descienden a 10.000 millones de dólares. La deuda externa de este gran país, a corto plazo ha subido cuarenta mil millones de dólares, especialmente comprometidos con Europa Occidental y Japón. Como puede verse, esta deuda es 4 veces más alta que sus reservas actuales. Estos hechos son aleccionadores, y nos obligan imperativamente a meditar sobre las consecuencias que para nuestras economías podrán tener las repercusiones que ya se sienten, como resultado de las medidas tomadas. Pueblos como los nuestros, siendo exportadores de capitales, viven la angustia de conseguir unos cuantos millones de créditos. Paradójicamente se gastan 66 millones de dólares al día -24.000 millones de dólares al año- en la guerra de Vietnam, frente a un pueblo pequeño que. como los nuestros, tiene pleno derecho a la autoderminación.

Frente a ustedes, como una obligación de Latinoamérica, en forma muy resumida, quiero demostrarles �lo que somos! �lo que queremos! �por qué luchamos en nuestra patria!

Chile es un país con un proceso político que alcanzó altos niveles en el desarrollo de la democracia burguesa. Este año, el Parlamento chileno va a cumplir 166 años de existencia ininterrumpida. Acordes con nuestra historia, hemos dado una batalla en que las fuerzas populares, por las cauces del sufragio, han alcanzado el Gobierno. No ha sido un proceso, que como aluvión populista, haya arrasado con las viejas concepciones partidarias.

Desde hace muchos años en nuestro país las fuerzas llamadas de izquierda se han ido conglomerando. En 1938, ya se hizo presente la decisión de Chile, de su pueblo, de sus mayorías, de alcanzar el Gobierno para los sectores populares. Fuimos uno de los tres países del mundo en que hubo un Gobierno de Frente Popular. La campaña internacional y nacional que siguieron en contra nuestra, no es necesario recordarla. Mientras el francés desapareció en el silencio de la inacción, mientras el Frente Popular español devino en una dolorosa guerra civil, nuestro Frente Popular aglutinó a los sectores de la clase media y a los obreros, en el Gobierno del pueblo.

Se organizaron los trabajadores en una Central Única y se creó la Corporación de Fomento que ha permitido dar a Chile electricidad, petróleo y acero, o sea, se echaron las bases de la industria pesada del país. Nosotros no renegamos del pasado, ni desconocemos lo que otros hombres hicieron en nuestra Patria, en su época y en su oportunidad.

El Frente Popular chileno fue el acuerdo de los Partidos Radical, Socialista, Comunista y Democrático, para formar la izquierda del régimen capitalista y realizar profundas innovaciones, sobre todo, en el campo social. Posteriormente, dos Gobiernos, uno similar al del Frente Popular, y otro que se desviaría, posibilitaron esas fórmulas. Por último, en el período pasado, como expresión de disconformidad frente al sistema capitalista, se levantó también la voluntad de cambio de la Democracia Cristiana que alcanzó el Gobierno.

Podemos decir, basándonos en los hechos, que jamás en Chile, y tampoco en ningún país de América Latina -cualesquiera que hayan sido las fórmulas de su Gobierno- se han podido solucionar los problemas urgentes de nuestras masas populares. Ni de la vivienda, del trabajo, ni de la salud, y -educación, recreación, ni descanso.

Somos un país de 10 millones de habitantes. Sobre la base de una producción agraria diferente, podríamos alimentar a 25 millones más. En el hecho, ocurre que todos los años tenemos que importar carne, trigo, grasa, mantequilla y aceite, por un valor de 180 a 200 millones de dólares. �Qué ocurriría en mi patria si el aumento vegetativo de la población continuara con el ritmo que tiene -que no es el más alto de América Latina- y se mantuvieran los niveles de producción agraria? El año 2.000 tendríamos que importar 1.000 millones de dólares. Actualmente, todo el comercio de exportación, alcanza en Chile tan sólo a 1.200 millones de dólares, de los cuales, 1.030 a 1.050 corresponden al cobre que hasta hace poco no era nuestro, pero que hemos reconquistado por la voluntad del pueblo.

En nuestro país los presidentes quisieron dar techo, abrigo, descanso a sus compatriotas, pero no pudieron hacerlo porque estuvieron limitados, constreñidos, amarrados a la dependencia y a la influencia foránea que siempre ha marcado los caminos que tenemos que seguir.

En 1938 creamos un poderoso movimiento popular, cuyas raíces las encontramos en los primeros pasos de nuestra vida independiente. En el acento de los padres de la patria, como 0'Higgins o Manuel Rodríguez, que conquistaron la libertad política y nos enseñaron el camino de la libertad económica.

El camino es auténticamente nuestro. Cada país tiene su propia realidad, su propia historia y sus propias características. Frente a ellas está la obligación de sus dirigentes populares: saber encontrar la solución.

La revolución no es una receta que pueda aplicarse en cualquiera latitud. La revolución es un cambio profundo, es la transformación del sistema, es abrir paso a las grandes mayorías, es hacer que el campesino, que yo también, seamos ciudadanos iguales.

La revolución es aprovechar lo mejor que otros hicieron y lo mejor de nuestra historia, de nuestro pueblo, para cimentar el futuro. La revolución no es arrasar y destruir. Es construir y levantar con una nueva mentalidad una Patria más amplia y generosa para todos los chilenos. Anhelamos -y lo hemos demostrado-, hacer nuestro camino revolucionario con el menor costo social posible, �sin costo social! Buscamos el camino del sufragio -dentro de una ley que no dictó el pueblo-, y hemos triunfado. Somos y seremos la fuerza revolucionaria si la reacción pretende imponer la contrarrevolución.

En Chile llegamos al Gobierno, como lo ha recordado el Señor Presidente del Senado, por la voluntad expresada primero en las urnas y ratificada después en el Congreso. En actitud ejemplar, tradicional de nuestras Fuerzas Armadas, Institutos Profesionales y Carabineros -que a lo largo de su vida han demostrado su capacidad técnica-, acataron el dictado de la Constitución y de la ley junto a la voluntad del pueblo.

Nosotros no exportamos Unidad Popular. En el homenaje a Cuba hablé como Presidente de Chile; ahora hablo como latinoamericano, exponiendo en lo personal, el combate de mi patria, dentro de sus propias características. Sobre la base del respeto mutuo podremos destruir, definitivamente, las fronteras ideológicas que se levantaron por insolencias pretendiendo impedir las nuevas ideas y el pensamiento revolucionario de los pueblos.

Vamos hacia el socialismo, en democracia de inspiración revolucionaria, en pluralismo y libertad. Democracia, para que el pueblo -a través de sus partidos y organizaciones sindicales- tenga acceso a los niveles de nuestra existencia política, social, económica y administrativa.

Democracia, para que el pueblo sepa que no queremos su voto cada 6 años. Jamás pedí un voto en mi patria. Siempre sostuve que quería conciencias que votaran y no votos que no tuvieran conciencia ni ideas, principios ni doctrinas.

Queremos más democracia, para que coexista el respeto a todas las ideas.

El movimiento nuestro está integrado por maestros, universitarios, campesinos, mineros y estudiantes, por simples dueñas de casa, pequeños comerciantes, agricultores o industriales. Es un movimiento pluralista en lo social y en lo político.

Nos hemos unido frente a un programa y a la decisión implacable de hacer progresar a Chile. Elevar los niveles de nuestras masas. Trabajar en forma tesonera y apasionada dentro de nuestra propia tierra. Mirar por sobre las fronteras materiales a América Latina para contribuir sin soberbia, sin pretensiones hegemónicas, a que algún día América sea la voz de un pueblo continente.

Hemos asegurado la libertad de reunión, libertad de asociación, libertad de prensa, libertad de pensamiento y el respeto irrestricto a todas las creencias. Sobre esa base marchamos con la decisión de convertir la libertad abstracta en una libertad concreta que la sienta y la viva, que la comprenda y la defienda el pueblo. En democracia, pluralismo y libertad, caminamos con decisión a construir en Chile una nueva sociedad, la sociedad socialista.

Hemos cambiado nuestra realidad. Ustedes, señores parlamentarios de Colombia, deben comprender que a pesar de que hemos usado los cauces legales y la Constitución; a pesar de respetarnos y haber presentado con honradez, ante el pueblo, nuestro programa, somos implacablemente agredidos por una campaña planificada y organizada, destinada a desfigurar los perfiles de nuestro pueblo y nuestra voluntad constructora. Las horas que vienen serán más duras. Entonces, tendremos que apelar a la comprensión solidaria, a la fe revolucionaria, de estos pueblos pequeños como el mío, pero grandes en su pasado histórico y en la esperanza de su futuro. La dignidad no se mide en los países por el ingreso per cápita de sus ciudadanos y si los países poderosos y grandes creen que son dignos, lo somos también los países pequeños, por nuestra historia y por nuestro futuro.

Ser revolucionario (aplausos) es ir contra el hecho mismo de lo que se juzga absurdo y perjudicial; pero seriamente, metódicamente. El revolucionario sabe que la labor es ardua, dura, difícil y por tanto, considera que las relaciones no son para hoy, que las pirámides no se comienzan por el vértice. El revolucionario -idea no comprende la revolución, sino como una culminación de una evolución- antecedente orgánico y formal. Afianzamos esos conceptos y agregamos: para ser revolucionarios, hay que iniciar la revolución interior. Alguien escribió en los momentos agitados de los estudiantes, en las murallas de "La Sorbonne": "la revolución comienza por las personas, antes que por las cosas".

Si queremos ser revolucionarios, tenemos que entender el superior contenido de esa expresión y crear una nueva moral, un nuevo espíritu, un sentido distinto de la vida en lo colectivo y en lo humano. A los jóvenes sobre todo, me dirijo. Comprendo el derecho a sus rebeldías.

Entiendan que no hay una lucha de generaciones. No es un problema entre jóvenes, hombres maduros o ancianos; es más profundo, es un problema de clases sociales y debemos estar ubicados en el mismo frente, jóvenes, hombres maduros, mujeres y ancianos para combatir con conciencia revolucionaria. Los jóvenes, tan presurosamente dedicados, a veces, al verbalismo revolucionario, tienen que entender que los Gobiernos revolucionarios necesitan técnicos, profesionales, obreros calificados, estudiantes modelos. �Antes de ser dirigente universitario, agitador, para tener autoridad moral, hay que ser un estudiante como tal!

Hay que trabajar más, hay que producir más, hay que sacrificarse más. La conducción socialista implica renunciamiento y sacrificio, capacidad y preparación. Claro que es distinto producir para minorías ávidas de riquezas y de poder, que producir para el pueblo en su mayoría. Con emoción de compañero Presidente -así me llaman los trabajadores de mi Patria- (aplausos), les digo que ellos han entendido este lenguaje. Nosotros planteamos frente a América Latina la realidad de nuestro presente. �Podremos, por los viejos caminos de siempre garantizar al hombre nuestro el derecho al pan, al libro, al descanso y a la recreación? �Irán a aumentar más y más los grandes déficit que caracterizan y golpean a nuestras multitudes? �No se hace cada vez más evidente que se ensancha la línea que separa a los países en vía de desarrollo, de los países poderosos e industriales?

América Latina está abocada a una nueva lucha, en busca de un proyecto nuevo para ella misma.

Los líderes, conductores de las fuerzas populares, deben comprender cuan fundamental es emanciparnos de viejos prejuicios, de dominios de clases, de hegemonías foráneas. Tenemos, sobre todo, que reivindicar nuestra cultura. Necesitamos hacer que brote de nuevo la capacidad creadora del hombre y la mujer de nuestra tierra.

Bolívar dijo de nosotros: "No somos europeos; no somos indios, sino una especie media entre aborígenes y españoles, una civilización que tiene su propia personalidad que hay que desarrollar, sin complejos de inferioridad". Las palabras del Libertador nos señalan el mandato que debemos seguir: Crear de nuevo la fuerza de nuestra cultura. Reivindicar la cultura latinoamericana, sin sentimos inferiores. Al contrario, orgullosos de los aborígenes que trazaron los caminos iniciales de nuestra raza.

La lucha de Bolívar coincidió con la revolución industrial y sus combates fueron contra una estructura de poder colonial y de dominación.

Ahora nos encontramos frente a una revolución tecnológica, con sus propias manifestaciones de dominación y de neocolonialismo, desde las nuevas formas de gestión a las empresas multinacionales. En lucha contra esta realidad, tenemos dos alternativas: la movilización refleja, es decir, la modernización refleja que algunos quieren imponernos como fórmulas de las viejas castas. Y la aceleración de la evolución en la dirección latinoamericana, autónoma y propia, en forma profunda, sistemática y organizada, con un espíritu definido claramente, en el pensamiento revolucionario.

�Será posible que olvidemos a las masas populares que hoy están marginadas de la vida y que mañana aumentarán en número creciente -como lo he señalado en el caso nuestro- ahondando aún más las grandes fallas del sistema y haciendo más dramática la existencia del hombre? �Será posible que con medidas técnico-científicas y neomalthusianas, podamos solucionar de verdad lo que ocurre en nuestras patrias? �Es que América no tiene respuestas? �Es que América tendrá en la riqueza de sus bosques, en lo infinito de sus mares, en lo profundo de sus tierras -en la mina, en el árbol, en la madera o en la pesca-, que encontrar lo necesario para impulsar su desarrollo y lograr una vida distinta y mejor para el hombre latinoamericano? Yo pienso que sí. El problema es organizarse de manera distinta, prepararse de manera diferente. Buscar de acuerdo a la realidad de cada país, primero el camino, y después la ancha avenida por donde pase el pueblo. Ayer, luchaban hombres. Hoy, luchan las masas. Ayer, eminentes ciudadanos levantaron su vista y avizoraron el porvenir. Hoy el hombre-masa sabe que a él le pertenece el porvenir, y nosotros sabemos que es en el pueblo donde tenemos que apoyarnos. Señalo frente a Uds., con inquietud de hombre de Latinoamérica, que estamos en el vértice de una etapa. No podemos retroceder, pero es difícil avanzar si no conquistamos nuestra independencia económica, garantía de nuestra independencia política y de nuestra plena soberanía. Como hombre de Chile, no traigo un mensaje ni un llamado. Simplemente, como latinoamericano que me siento y soy, hablo ante Uds., para decirles que los dirigentes tenemos la obligación de no vivir sólo el presente sino avizorar el mañana. �De qué manera romper los cercos que aprisionan nuestras vidas como hombre individual y como países colectivamente hablando? �Cómo hacer para que América Latina encuentre una dimensión distinta para que sea ella misma América Latina? No podemos aceptar seguir siendo siempre los países de segunda categoría. Debemos elevarnos por nuestro propio esfuerzo.

El esfuerzo individual no se aquilata. Necesitamos el esfuerzo común y colectivo. Necesitamos que las fronteras se hagan pequeñas, no para recibir la influencia de un régimen a otro, sino para fortalecer en la unidad y la lucha combatiente una América Latina. Necesitamos establecer el estatuto del hombre latinoamericano. Que sea nuevo, auténtico, con los derechos de nuestros pueblos, levantando su propia voz sin estar sometidos a tutelajes o a presiones de orden político o económico. Queremos una carta de América Latina que sea lo que quisieron los padres de la independencia, como guía señera de la unidad de este continente.

Queremos un estatuto del hombre americano -como lo dijera anoche brevemente, en un fragmento del discurso que pronunciara frente al Presidente, señor Pastrana- queremos el estatuto del hombre americano para sentirnos, en realidad, hombres de un mismo pueblo, sin perder nuestra nacionalidad. Anhelamos que haya una historia común, que hable del pasado nuestro. (Aplausos).


Notas:

Discurso ante el Congreso de Colombia. Bogotá, Colombia, 30 de agosto de 1971.


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