Salvador Allende: Obras escogidas


16. Carta a la masonería. (1)

Vall.: de Santiago, Junio 21 de 1965.
Al Q.:H.:
Luis Olguín Blanco.- V.: M.: de la R.: L.: HIRAM N� 65.- S.:F.:U.:
Presente.-

Venerable maestro

Creo, que tal vez, en ninguna alternativa anterior de mi existencia había experimentado una emoción más intensa y compleja como la que afronto en la presente oportunidad: he de esperar que esta comunicación traduzca ante el Q.: H.: y V.:M.: y mis hermanos lo más genuino y auténtico de mi pensamiento.

Las alternativas propias de un destino profano pictórico de contingencias de lucha, me connaturalizaron con el principio de que es esencial el frío análisis colectivo para adoptar resoluciones de gran trascendencia. Pero en tales coyunturas siempre -antes que ahora- comprendí que actuaba en función de procesos sociales y políticos e igualmente en función de organizaciones de muy claras concepciones interpretativas de la historia, regidas por programas concretos y atenidas a estrategias y tácticas consecuentes. Capté que no era yo, aun acerca de mis propios actos, el arbitro supremo y exclusivo. Encarné aspiraciones de carácter general que personificaban a cientos de miles de chilenos y, por lo mismo, aunque se me dispensara el honor máximo de las más elevadas responsabilidades cívicas, medí los hechos con un compás de justo brazo y según una cabal escala de valores objetivos. Mis pasos tenían que reflejar un fenómeno amplio. Y conforme este criterio, jamás me dejé arrastrar por la jactancia de echar sobre mis hombros el fardo de algo que me transformara en una especie de agente de lo irreparable.

Siempre me miré, antes que nada, en la faz de mi conciencia; pero aboné mis procederes y aligeré su peso, en lo que consideré como una correcta interpretación del sentir de la comunidad. En este instante no he consultado a ser humano alguno, porque ello no procede. Obro, teniéndome a mí mismo como único consejero. Por un impulso íntimo e inducido por ansias y anhelos nutridos de lo bueno y alimentado también por el ambiente familiar, con humildad y con fe en lo positivo de la condición del hombre, detuve mi ruta profana.

Golpeé, hace cerca de treinta años y en plena muchachez, ante las puertas de la Orden. Dejé oír mi solicitud iniciática; hoy, al cabo de tan larga etapa de trabajo y convivencia, he resuelto cerrar esta dilatada trayectoria, sin haber interrumpido jamás mi asiduidad a los Talleres.

Me alejo de los Templos, por magníficos que ellos aparezcan ahora en la suntuosidad de su arquitectura y me recojo al templo íntimo que, en plena madurez de condiciones, he logrado edificar para mí mismo. Este templo, construido con los sólidos muros del idealismo; traducido en la justicia social, la libertad concreta extraña a toda alienación; apoyado en la fraternidad por la proscripción de las clases sociales y de la igualdad por la derogación de cualquiera discriminación, ya sea racial o religiosa, económica o cultural, es obra de múltiples experiencias acumuladas con el correr del tiempo. Surge mi formación, de estudios hechos, de circunstancias y emociones tan variadas como ricas, en las que el éxito y el fracaso se confundieron; en que las amarguras y las decepciones se borraron ante el desinterés de los humildes y los ejemplos anónimos edificantes y, también de mis muchas jornadas de alternancia masónica. Cuanto acumulé a través de treinta años de trabajo en los Talleres de la Orden, tiene inobjetablemente, caracteres de piedra fundamental para mí. Pero no deseo que semejante cimiento angular sufra menoscabo y velando por preservarlo ante mis ojos con fuerza y vigor, he resuelto poner entre lo actual y contingente y los grandes valores, la neutralidad de la distancia y su benévola perspectiva. Me alejo sin reservas espirituales de ninguna especie; con hondo sentido de fraternidad hacia todos mis HH.: y ansiando sólo que se me excuse, si inadvertidamente, con actos o palabras ligeras, siquiera rocé espiritualmente a algún H.: en nuestros Talleres.

Solicito mi carta de retiro por imperativo de mi conciencia. Y ante ésta, todo requerimiento extraño al propio yo, ha de detenerse y todo sentimiento ha de postergarse. El precio de semejante estrictez es muy duro. Pero se alcanza una compensación: la conformidad consigo mismo y la paz que traen el tiempo y su transcurrir.

Aspiro a que mi último contacto material con los Talleres pueda ser de alguna utilidad. Ello es mi deber postrero como masón activo. Por lo mismo, pensaré en alta voz, con el único ánimo de que mi franqueza contribuya a clarificar conceptos, a evitar dudas en los iniciados y -ojalá así sea- también a enriquecer a quienes han alcanzado la plenitud masónica, ya que el acervo moral no cesa jamás de perfeccionarse por la adición incesante de puntos de vista.

Estudiante en un período de fragor social y político y médico joven, de acción profesional amplia y anónima, fui tremendamente golpeado por el impacto de la realidad patria y que, por decirlo sintéticamente, en su estructura económica, cultural, social y política, es la de toda América Latina. De ambiente familiar sin prejuicios dogmáticos y atraído por el papel protagonice de los masones desde los albores de la Independencia; por la dura tarea de la Orden en su inalterable lucha contra el mal y por el bien; por la acción profana de la institución en sus afanes de eliminar la desigualdad social; por sus esfuerzos para barrer la intolerancia y superar el obscurantismo y por imponer un régimen de igualdad de derechos y de expectativas para todos los hombres ingresé a la O.: En no escasa medida también ejerció influencia en mis preocupaciones de bien público, mi devoción hacia la figura de mi abuelo el doctor Ramón Allende Padín, ex Gran Maestro de la Orden y fundador de la primera escuela laica de Chile. Larga trayectoria, en la que he recibido honrosas muestras de confianza de mis HH.: como la Maestría y la jefatura de mi Taller, me han hecho formarme un juicio que estimo apoyado en la realidad de nuestro ámbito fraternal. Además, imagino que son muy escasos los HH.: que han visitado tantas Logias como yo, a través del territorio nacional, durante tantos y tantos años que llevo procurando descubrir en su integridad social a Chile y las características de sus gentes.

Desde un punto de vista genuinamente teórico, la O.:masónica es una institución perfecta. Esencialmente aspira a una meta que carece de ubicación determinada en el tiempo y que por lo mismo, representa un incentivo permanente del más alto nivel: la superación del hombre en sí. Los métodos que sustenta para promover semejante proceso son inobjetables por su contenido y significación. En efecto, su sistema de gradación iniciática, sinónimo de esfuerzo, disciplina y constancia, etc., no puede merecer el más leve reparo. Su lenguaje simbólico, más allá de la belleza que encierra en sí, ofrece la enorme ventaja de que las imágenes, que superan el frío significado preciso de los términos, ponen en vibración sugestiva y creadora todos los resortes de la imaginación interpretativa y de los sentimientos. Y el Ritual, en íntimo contacto con los símbolos, plantea fórmulas expresionales y hasta organizativas que ennoblecen la convivencia. La O.:, en sus aspiraciones de fondo, podría mirarse quizás si como las más acabada expresión de humanismo, ya que no incurre en dogmas -sinónimo de drama histórico- que singularizan las religiones. En su aspecto formal, la O.: también reconoce principios de una vigencia indiscutible: genuina democracia; una indispensable jerarquización funcional de valores y una precisión nítida de las delimitaciones entre los diversos órganos de su estructura. Obviamente, dentro de los Talleres se crea, así, una realidad que debería hacer de cada H.: un hombre libre, de buenas costumbres, apto para cultivar la igualdad, la fraternidad, la tolerancia y, en suma, un ciudadano auténtico de la libertad integral. En la sociedad masónica y en el pueblo masónico nace, en cierto modo, un mundo que refleja el ideal de estructura de la comunidad, no sólo ya en su carácter nacional, sino en la esfera universal.

Este mundo ideal en que vive el pueblo masónico, �puede bastar al hombre real, al hombre común, que se desenvuelve dentro de los imperativos tan concretos de una nación?

En este interrogante radica un gran problema, pues, en los hechos, se aprecia una contradicción. Los masones giramos en torno de la igualdad, de la libertad, la fraternidad como suprema síntesis de convivencia colectiva. Procede hacer una observación: �quiénes integran nuestra O.:? �Podría, con honestidad intelectual, imaginarse que su composición refleja a la sociedad chilena de hoy? La respuesta, al menos en mi comprobada experiencia, tiene que ser negativa. En la O.: sólo se cobijan elementos de la burguesía. No hay en este aserto calificativo de ninguna especie. Es un hecho y nada más. En consecuencia, los principios que animan la vida masónica son practicados por un grupo -no el más vasto- de nuestra comunidad. �Debe la O.: permanecer indiferente ante una vacancia de la clase obrera como la que enuncio? Más aún, �se trata de un fenómeno accidental? La ausencia de elementos extraños a la burguesía es grave, tanto más cuanto que el fenómeno tiende a acentuarse, ya que la historia acredita que hubo épocas en que nuestros Talleres se vieron decorados por muchos y preparados hermanos, que respondían, por lo menos a una extracción artesanal y que también predominaba en el mutualismo. �Ingresa a la O.:, en forma ininterrumpida, una caudalosa corriente de juventud, de estudiantes, de elementos representativos de la intelectualidad nacional en marcha? Tengo la impresión de que la respuesta, aunque menos categórica que en el caso de los trabajadores, tiene también que ser adversa.

En mi trayectoria de masón activo, siempre promoví estas cuestiones. Las conclusiones fluyen con extrema facilidad: determinados sectores sociales y aun estratos muy influyentes de la burguesía progresista no sienten que la O.: responda a los requerimientos del mundo contemporáneo.

�Por qué? Por dos razones principales: por el desconocimiento de lo que es en sí la O.: y por la actitud de algunos HH., que contradicen en el mundo profano lo que se imagina deben ser los principios de la institución.

En su interesante afán de superación humana, la O.: tiene, sin embargo, metas que son esenciales para que tal perfeccionamiento pueda alcanzarse. Se plantean como tales la igualdad, la libertad y la fraternidad y sus derivaciones. Algunos HH.: consideran estos elementos en una órbita exclusivamente abstracta y formalista, eludiendo toda consideración de sus aspectos reales en la convivencia y que aparecen ahora como algo sine qua non para el imperio de estos principios. Puede argumentarse que la O.:, si entra en estas actitudes temporales, pasaría rápidamente hacia su transformación en un partido político. Hay en esta apreciación un juicio simplista que exige análisis.

En primer término, tiene que pensarse en la época en que la institución masónica afianzó su etapa moderna, ya que no es del caso remontarse hacia entidades esotéricas del mundo antiguo, del Renacimiento o del feudalismo. La actual trayectoria corresponde a un período en que recién se comenzó a luchar por la emancipación del hombre, con un sentido propiamente "humanista". �Cuál era el nivel en que podía librarse esta confrontación de valores? Sólo en los espíritus selectos que, por su capacitación intelectual captaban que las únicas expectativas de progreso radicaban en el afianzamiento de ciertos conceptos de derecho, sinónimo de garantías individuales. Se promovió, así, el avance y perfeccionamiento de las instituciones constitutivas del Estado, al libre examen y al desarrollo capitalista como oposición al medioevo. La O.: partió en su ruta actual bajo el imperativo de fortificar las instituciones políticas y sus estructuras. Es decir, fue reflejo de una etapa en que las condiciones predominantes restringían las posibilidades de los seres superiores a hacer más y más correctas las manifestaciones superestructurales y formalistas de la sociedad. Y nadie puede ignorar que semejante enfoque se abría sólo ante los espíritus más cultos y generosos de la burguesía y de la intelectualidad. Y, desde entonces, la O.: para muchos HH.: ha fincado su supervivencia en subrayar el carácter abstracto de su contenido. Me inquiero, �puede una institución mantener su fuerza y su vigor situándose al margen del "devenir" histórico y preocupándose sólo de conceptos relativos? A mi juicio ello sería una vana aspiración que, a lo más, relegaría la O.: a una labor ateneísta y de grata convivencia puertas adentro.

A mi juicio, la O.: tiene que medir la realidad que la circunda, tanto nacional como latinoamericana y universal, con mirada vigilante y actual. La declaración de principios y reiterados Conventos así lo disponen. No se puede sobrevivir sólo en razón de bellas tradiciones y del mérito del papel que se desempeñó en acontecimientos históricos.

Nadie ignora que los deslumbrantes avances científicos y técnicos han formado en sus raíces mismas muchos conceptos. Diríase que la mayoría de las palabras conservan su sentido esencial; pero que resultan ineficaces para expresar las dimensiones de los nuevos valores que trastocan al mundo en sus elementos determinantes.

Es acertado imaginar que un régimen jurídico liberal, a través de las disposiciones constitucionales, podría, por ejemplo, garantizar la libertad de los hombres, en el sentido de evitar la prisión arbitraria. Evidentemente, el régimen jurídico representa un progreso sobre la etapa en que predominaban el absolutismo y la arbitrariedad. Igualmente, constituyó un enorme avance la división y la autonomía de los Poderes del Estado, etc. Nuestra O.: cumplió en este sentido una noble misión, no sólo por la filosofía que imprimió en sus afiliados, sino por la batalla que libró frente a las instituciones que, como la Iglesia, eran sinónimo de un statu quo absolutista. Pero, �puede hoy restringir sus esfuerzos a semejantes aspiraciones? No, y por una razón muy simple: en el estado actual alcanzado por las ciencias y sus técnicas derivadas, es dable ir más allá: se esté en condiciones de organizar un régimen que origine un humanismo, claramente configurado. Es alcanzable hoy la libertad concreta, y no sólo la libertad de espíritu. Antes, la gente de privilegiada sensibilidad y cultura se limitaba a alcanzar la hegemonía de su propia conciencia mientras las grandes masas quedaban al margen de todo avance. Hoy, nadie debe ignorarlo, resulta viable procurar a todos los seres los elementos que requieren para satisfacer sus necesidades biológicas, espirituales y culturales, en cualquiera de sus expresiones y matices. Es posible dar estructura a una comunidad en que haya sistemas planificados, aptos para derrotar las alienaciones afectivas que subordinan al hombre. Y un ser liberado en términos concretos tiene acceso a la más genuina, fecunda y típicamente humana existencia del espíritu y a una moral también genuinamente humana y social. Hoy, el hombre puede, en forma efectiva, desarrollar los tributos que lo diferencian de los demás seres. Es factible construir una comunidad en forma y en marcha. En forma, por responder eficazmente a los requerimientos que singularizan al hombre y su presencia, y en marcha, por la experiencia que es posible alcanzar ininterrumpidamente metas que la imaginación se revela como incapaz de concebir. Es dable, así, cumplir integralmente, en el espíritu y la materia, un humanismo que, por sí, justifica nuestra O.: y que, a mi juicio, traduce el símbolo del G.: A.: del U.: �Cómo debería proceder nuestra O.: en su labor para alcanzar tan loables finalidades? La exclusión parece ser el método más adecuado para responder. No puede, sin lugar a dudas, enunciar fórmulas programáticas defínitorias para dar solución a los problemas objetivos de la realidad, porque con ello seguramente alteraría la fraternidad, constituyéndose en un Partido Político o en una suerte de organización semejante, cuyo destino, en último término, habría de ser el predominio institucional, con todas las proyecciones y consecuencias que esto trae consigo. No puede, igualmente, desentenderse de semejante realidad, ya que los hechos son porfiados y las vacancias que se comprueban en la composición de la O.: -vacancias tanto cuali como cuantitativas- revelan que algo origina esta falta de atracción en la comunidad. A mi modo de ver, la O.: tiene una misión grande y excelsa: sin precisar enunciados de soluciones programáticas debe inculcar a sus afiliados que hay que definir con vara actual los principios de libertad, igualdad y fraternidad para que surja una sociedad exenta de alienaciones, eliminando la cesantía, abierta o disfrazada por los salarios insuficientes; para que se evite la enfermedad suprimible; para que no se operen las muertes anticipadas; para que exista un sistema de seguridad social funcionalmente correcto y eficaz en su acción; para que se erradique el analfabetismo y para que se abra a todos, el acceso a las anchas rutas de la cultura en sus múltiples expresiones y creaciones; para que se reconozca el derecho a la vivienda que llevan en sí todos los seres y para que el esparcimiento se encuentre al alcance de la generalidad, tanto en el orden físico y espiritual y no represente, como hoy acontece, un privilegio económico de los sectores que menos lo requieren por su vida grata cotidiana. Trasladados estos conceptos al orden internacional, se eliminará el subdesarrollo de los países; se afianzará la paz y se impondrá la igualdad de derechos entre los Estados, más allá de las fórmulas organizativas o de su Poderío bélico.

Esta posición de nuestra O.: necesariamente la llevará a luchar con quienes, acéptenlo o no, son índices de postergación generalizada y con quienes disfrutan de las ventajas de un statu quo insostenible por antihumano y antisocial. Estas mismas batallas se libraron ayer y ahora ellas deberán librarse contra la oligarquía; el feudalismo agrario; la concentración financiera monopólica; el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo, y el obscurantismo religioso y dogmático.

La O.: si adopta tal actitud consecuente con las responsabilidades de nuestra hora, no podrá guardar silencio y enclaustrarse en sus Templos. Sus filas, en cambio, se verán engrosadas y fortificadas de modo que sus enseñanzas trascenderán decisivamente al medio. Pero una O.: que nada dice cuando se siembra el terror psicológico masivo sobre la base de la mentira internacional durante nuestros procesos cívicos, es algo sin vigor espiritual. Una O.: que no reacciona para procurar que no se vulneren la soberanía y la libre determinación de los pueblos, es algo también sin vida. Una O.: que nada dice cuando se invade y se masacra a los pueblos porque una nación se reserva el derecho a determinar, por sí y por su poderío armado, cuál es el sistema político o económico que considera aceptable, es una institución que no vela por la libertad ni por la igualdad ni por la fraternidad.

Nadie puede inferir de estas apreciaciones que yo pretenda que la O.: se transforme en movimiento político. Pido, sencillamente, que forme a sus miembros en los conceptos que son su razón de existir, pero trasladados éstos a su significado, contenido y dimensiones presentes.

A través de toda mi labor, principalmente en los últimos años, he procurado que los HH.: adquieran una conciencia de estos hechos. En importantes actos de la G.: L.: he denunciado la colusión gigantesca puesta en marcha entre la Iglesia, el imperialismo y la reacción nacional e internacional para preservar el statu quo que origina que la sociedad chilena no esté al margen de los riesgos colectivos -hoy técnicamente eliminables siempre que impere un régimen político y de gobierno que así lo desee-. El sistema en vigencia hace que las masas no se revelen integradas por hombres "libres y de buenas costumbres", sino en alta cuota por seres alienados, frustrados y agobiados por las taras de la miseria. A través de una muy prolongada jornada también he tratado de contribuir a que en los T.: se desentrañen objetivamente los elementos que configuran la realidad, definiendo en todos sus grandes lineamientos los factores que, en conjunto dan pie al subdesarrollo de Chile.

Hasta ahora, he de reconocerlo, esta adaptación de las concepciones de mis HH.: al mundo de hoy se torna difícil. He hecho un esfuerzo grande, a pesar de que mis tareas profanas me absorbían en inmensa medida. He cumplido conmigo mismo.

En el aspecto interno se han adoptado normas institucionales que, en mi concepto, vulneran muy gravemente el sentido democrático de la institución. Tal juicio me merece y lo representé en forma del todo regular, la última enmienda constitucional que ha llevado a posibilitar la reelección del S.: G.: M.: Esgrimí objeciones morales y también genuinamente institucionales, ya que toda entidad, de cualquier naturaleza que ella sea, ha de abrir válvulas para la renovación. Si no se considera conveniente brindar tales expectativas, se llega al corolario de que la misión del Sembrador no ha sido útil, pues no se ha dado origen a frutos de cuya nobleza se tenga certidumbre.

Podría, ante todos los hechos que he analizado, adoptar una alternativa: seguir junto a quienes comparten mis ansias de renovación dentro del pueblo masónico o darme por vencido y guardar silencio. Pero no haré ninguna de ambas cosas. No creo útil para los hermanos, cuyos puntos de vista comparto en su alto significado masónico mi permanencia en la tarea junto a ellos, pues soy un político de acción militante muy definida y, por lo mismo, resulta fácil esgrimir la mezquindad de imputaciones partidistas para desconocer y desnaturalizar la raíz masónica de mis afanes. No me acojo al silencio y envío esta nota a mis HH.: explicando con franqueza mis ideas. Aspiro a que esta comunicación sea juzgada en su exacta dimensión y que ella llegue a constituir un incentivo más para las legítimas inquietudes de tantos hermanos.

Me resta formular algunas explicaciones estrictamente subjetivas. Experimento desgarramiento al alejarme de la casa que, espiritualmente, fue la mía por tantas épocas. Tengo conciencia que, dentro y fuera de los Talleres, me comporté como un masón. Siempre, aun a riesgo de mi posición política, reivindiqué públicamente mi formación iniciática; ante el ata- que aleve contra la O.: siempre se me halló adelante, ya sea en el Parlamento, en el Comité o en la Asamblea Popular. Aun dentro de los organismos superiores de mi partido hube de poner de realce la no incompatibilidad entre los principios de la O.: y los programas de tipo socialistas; entonces, al igual que esta comunicación, traté de analizar la realidad de lo que es, en esencia, nuestra institución masónica. Es decir, creo que en mí la siembra fue fecunda y al incurrir en esta mención, recuerdo con recogimiento y gratitud a quienes me brindaron la iniciación, a quienes me prodigaron la generosidad de su ejemplo y a quienes me estimularon a desbastar la piedra bruta. Mi emoción solidaria se traslada igualmente hacia los HH.: que, sin vulnerar la prescindencia política de la O.: me procuraron su inapreciable apoyo en mi trayectoria profana, me alentaron con la fe en los postulados de justicia social y me entregaron tantos y tantos testimonios de solidaridad abierta y extraños a cualquier propósito subalterno.

Me acojo a retiro. Formulo votos por la prosperidad de la O.: dentro de una efectiva misión social, para bien de la Patria, de nuestra América y del mundo. Deseo que la felicidad más genuina marque el destino de todos y cada uno de quienes son y seguirán siendo mis hermanos de verdad.

Saluda muy fraternalmente al V.: M.:
(Fdo.): Salvador Allende G.


N. del E.; La respuesta de la Logia, de fecha 5 de agosto de 1965, comunica que aquella, "habiéndose reafirmado una vez más la coincidencia de nuestros planteamientos (...) acordó, por unanimidad, rechazar la solicitud de Carta de Retiro presentada por vos".


Notas:

1. El momento político del año 70. La participación del masón Salvador Allende Gossens, 1988. Renato Verdugo Haz.


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