Carlos Alberto Vario              Experiencia Personal

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En la década del 50 había una serie de televisión llamada El Cisco Kid, este cuando atrapaba a los ladrones siempre los tomaba del brazo, los cargaba sobre su espalda haciéndolos pasar sobre su espalda hacia el suelo en donde los dominaba y les sacaba el arma, pues bien, a los 8 años de edad en el patio del colegio esa fue la primer toma de lucha que tire en mi vida, el Cisco Kid había resultado ser mi primer profesor de lucha.

Desde el primer sábado de abril de 1960, fecha en que por primera vez toque un colchón de lucha, gran parte de mis experiencias se relacionaron con las luchas.

En esa época yo tenía 12 años, mi padre me había hecho socio del Club River Plate de Buenos Aires en a Argentina y empezaba a conocer un nuevo mundo, la relación con otras personas en el club me enseñaron facetas de la vida desconocidas para mí y el hecho de tomar la responsabilidad de aprender y entrenarme en este deporte me cambio en todo sentido.

Luego de 6 meses de entrenarme, el profesor Agustin Muller (un pionero de la lucha en la Argentina) consideró que ya estaba en condiciones para competir como novicio, todavía recuerdo el estado de nerviosismo que sentía antes de cada lucha, los miedos, la satisfacción interior cada vez que superaba una prueba en forma exitosa  y las reflexiones cuando así no ocurría.

Ese estado de incertidumbre, enfrentar un desafío, entregar lo máximo posible, aceptar con gallardía el resultado cualquiera que sea y meditar siempre en forma positiva, me fueron dando la posibilidad de mejorarme.

La mecánica propia del combate de lucha hace que la persona  automatice sus reflejos, que la mente ordene a los músculos una reacción ante hechos impredecibles que parecen movimientos impensados.

A los 13 años estaba parado en el paso peatonal de una barrera esperando que pase el tren, cuando a mí derecha pasa caminando una persona leyendo el diario, estire el brazo derecho lo tome de su brazo izquierdo y lo tire para atrás, hecho esto pasó el tren en forma instantánea, no se si le salve la vida, pero si se que yo no pensé lo que hice, la lucha había perfeccionado mis reacciones.

Cuando tenía 15 años hubo un momento que me enseño para el resto de mi vida que dentro de lo posible, siempre había que buscar un mejor método para hacer las cosas, estábamos en una clase técnica de lucha y yo no obtenía buenos resultados cuando intentaba tomar de las piernas a mi oponente, se acercó mi entrenador el profesor Federico Lanzón y me explico porque yo fallaba en mis intentos y como debía evitar los obstáculos cuando yo me acercaba a mi oponente, así, simplemente, en ese momento sentí que debía estudiar y analizar las diferentes alternativas que pudieran existir para cada acción que debía realizar, eso me enseño que siempre se puede mejorar y que los cambios son una constante de la vida. 

Con el correr de los años, ganando y perdiendo, fui consolidando mí carácter, desarrollando el físico naturalmente y tratando de tomar con la mayor tranquilidad posible todos los acontecimientos buenos y malos que me fueron ocurriendo.

Al convertirme en entrenador de infantiles de 3 a 14 años, consolide todos los conceptos que me había formado como luchador en lo que hace a los beneficios que tienen las luchas olímpicas para las personas que las practican.

Hay experiencias que les quiero contar como ejemplo de algunos de estos beneficios, un alumno que tenía problemas de conducta en el colegio mejoró notablemente ya que al luchar descargaba todas sus tensiones y como consecuencia controlaba mejor su temperamento, hubo un niño de 12 años que tenía problemas de motricidad fina y gruesa, dadas estas características no podía encontrar un deporte que pudiese hacerlo junto a otros niños que no presentaban este cuadro, el participaba con sus limitaciones físicas en todas las consignas, en los entrenamientos luchaba con rivales con quienes hacíamos equilibrio entre tamaño, técnica, potencia, motricidad y edad, como una forma de igualar las posibilidades, el ponía un empeño admirable, como resultado de esa actividad deportiva mejoró notablemente su motricidad y hasta llegó a luchar en torneos amistosos con buenos resultados, sus compañeros no hacían ninguna diferencia y hasta puedo decir que lo respetaban y admiraban  por su ejemplo. 

No creo estar equivocado cuando afirmo que todo aquel que es capaz de luchar un tiempo prolongado, a superado bastantes pruebas que presenta este deporte y eso implica adquirir un grado de aplomo y equilibrio que solo esa experiencia la puede dar, la lucha y sus reglamentos no permiten acciones malas y no inhiben al deportista que exponga su máxima potencia y voluntad en el desarrollo del combate con el objetivo de salir victorioso, esto conlleva a lograr la plena satisfacción física y mental.    

Estoy profundamente convencido que la practica de este deporte en nuestro país y en Sudamérica puede hacer mucho por el mejoramiento de nuestros niños y adolescentes, generar nuevas fuentes de trabajo y en el tiempo llegar a ser iguales a los hoy mejores del mundo.     

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