AL SOPLO DEL VIENTO

folletín electrónico de poesía

Año I, No. 7, Enero 2001

Publicación mensual
Editor: César Guerrero

Registro en trámite


 

Índice:

 

Cristián (Tabasco)

Presenta un crimen serial:

Como un Libro Salvaje.

 


Poemas de Cristián

COMO UN LIBRO SALVAJE

1. El vocablo que me significaba

Ya no me llamo

Tantas veces
el vocablo que me significaba
fue arrojado sin ver sobre la mesa,
tantas fue silenciado,
tantas otras
se tuvo que gastar en frases sin motivo.

Ya no me llamo.

El nombre fue amputado
de mis entrañas de animal contrito,
fue relegado a nada itinerante:
ha desaparecido en la costumbre
la voluble atadura
a un alma que no existe.

Ya no me llamo.

La diluída inmensidad de una palabra
ya no sabe invocarme,
un signo vacuo que ha gastado el viento
no puede contenerme.

2. Cual todo que se pierde sin haberlo encontrado

Repleta hasta las tapas
de inesperados giros
y erratas y entre líneas,

un manojo de historias inconclusas,
de esperanzas echadas a las suertes,
de explicaciones vagas no pedidas;

cual todo que se pierde sin haberlo encontrado,
quimera sugerida por la voz del espejo
cuando ya no es posible revertir su ironía...

la vida es una de esas
cosas que muerden sin razón ni freno,
como un libro salvaje que escapa de las manos.

3. Alegoría

Me gustan las mariposas:
no hay otro ser que sepa más sobre el silencio;
sobre el arte sutil
de escribir en el aire
breves historias para que nadie lea,
no hay otro ser
que sepa más acerca
de aparentar que es nuevo el mundo.

Habría qué existir
sólo el espacio de unas cuantas horas,
vivir tan sólo un breve recital,
para que hablar sobre la vida
en textos destinados a la nada
tuviese algún sentido.

4. Mi ajena voz adicta a un sobrenombre

Ésta es mi profesión: hay textos tales
como pueda querer sueños un hombre
y, como ellos, proyectos de ceniza
más o menos profundos o triviales.

Es este el cruel acervo, no te asombre,
en que una alquimia vana se realiza
cuando imita al silencio en sus eriales
mi ajena voz adicta a un sobrenombre.

Aquí mi rostro en letra cristaliza,
saben aquí las noches ser fatales,
en papel yace muerto aquí el renombre:

nada ardiente que en nada se eterniza,
astros que en luz se extinguen a raudales...
y un nombre que dejó de ser mi nombre.

5. Vela

Puede acechar la hora con súbita violencia
nacida en la rabia de no encontrar el cielo
y un tiempo sin tiempo rondar la inconsciencia
para en un poema intentar el vuelo.

Puede una llama abrasar la esencia
de hojas que plaga el desconsuelo,
consumir la intrascendencia
de un malparido anhelo.

Puede la existencia
velar un duelo:
impotencia,
desvelo...

6. Que narra una costumbre

Un nombre
un nombre tiene
un nombre tiene magia
un nombre tiene magia brusca
un nombre tiene magia brusca y triste
fatal y triste magia que pende de un destino

Un nombre tiene siempre algo de espejo trunco
de libro inacabado que narra una costumbre
Un nombre es un axioma que no entendemos nunca

A espera incierta y vana de que tal vez seremos
un nombre sabe a espera incierta y vana
un nombre sabe a espera incierta
un nombre sabe a espera
un nombre sabe
un nombre

¡ Ay de aquellos que tienen un nombre que los guía
un nombre que resume
la ciega pequeñez de sus afanes !

7. Desde que no me llamo

En mi país
nunca ha dejado de caer el polvo,
las calles se han llenado mil veces
en una maldición irreparable
y las construcciones han crecido
como un accidente colosal.

En mi país los hombres
caminan como si existieran
hasta desaparecer en la costumbre
y el tiempo corre
tropezando de ahora en ahora como un loco.

En mi país las butacas permanecen vacías
en un sueño de muertes y desapariciones
y las palabras secas
en un perpetuo otoño
son la única expresión de los caminos.

Da la impresión
de que todas las piezas han caído
en los lugares que no correspondía,
en mi país.

Desde el instante en que no tuve nombre,
bajo el turbión de espejismos
que arrasa mi país,
Arlequín puso sus dedos en mi frente.

8. El espejo trunco

No se encuentra vacío y sin embargo
no está lleno, la imagen no aparece
completa, el eco trunco no esclarece
la dimensión total del fondo amargo.

No se encuentra vacío, aunque el reflejo
debiera arrojar más que el hecho llano
donde hoy tan sólo una contraria mano
se crispa al otro lado del espejo.

Ahí está el Otro, sí, pero un arcano
le emboza el rostro, que imagino humano
cuanto el pago asumió de su osadía.

Tan sólo en una mano se resume
toda la imagen que el dolor consume
como el tiempo consume la poesía.

9. Y las construcciones han crecido

Hace extrañar el mundo este lugar
en el que el mundo se ha perdido.

En un recuerdo canta un ave
cuya imagen nunca supe;
en otro, un río se estremece
cuando le hablo acerca de una flor.
Pero no vuelve el rostro.
Hay otro más
en que son inútiles
una selva
y la esencia de un océano
para evitar que Diosa olvide.

Debiera haber un mundo aquí
para no tener que recordar,
para no tener
que simularme vivo
en este sitio cada vez más grande.

10. Las butacas vacías

He hablado y el viento no cae en ningún sitio.
El escenario
permanece mudo a mis espaldas
y el auditorio no enarbola
una sola mirada frente a mí.

He hablado ante el espacio que no ocupan
miles de rostros,
ante el asombro que no provocaré,
ante la rebeldía
que espera en cada asiento un corazón.

He pretendido despertar
a un poder que duerme inquieto
sin ojos, sin oídos,
una bestia de ausencia que derrocha
sus furibundos puños en el foro.

He hablado.
Y el silencio ha surgido
de la evaporación de los minutos
para cerrar una ecuación sencilla.

He arrojado las flores que tenía
al paso de Arlequín.

11. Los dedos en mi frente

Arlequín me mira de lejos, perdido
en la forma absurda y en el ritmo extraño
que cubre mi mano de polvo y olvido.

No hay más impaciencia, no existe más daño
que el fragor del tiempo que engasta mi oído
cual secas palabras engasta mi engaño.

Arlequín lo sabe, fui dueño de un mundo
que se me ha extraviado, del que eternamente
tan sólo un recuerdo conservo infecundo
y un espejo trunco y un tiempo demente.

Se acerca y observa mi gesto iracundo,
mi estúpida saña, mi verbo indigente
y con la alta luna de un sueño profundo
su piedad señala mi pálida frente.


                                                CRISTIÁN

 

 


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