AL SOPLO DEL VIENTO

folletín electrónico de poesía

 

Año I, No. 4, Julio 2000

Publicación mensual
Editor: César Guerrero

Registro en trámite


Índice:

 

César Guerrero (Cd. de México):

Manhattan habla a la catedral de San Pablo

Joan Mardel (Oaxaca):

La cafetera

Ernesto Diego Buezas
de la Torre (Buenos Aires)

La mariposa y el ombú

María Ella Gómez Rivero (Mérida, Yucatán):

Bravo Río

María Eugenia Rodríguez Gaitán:

Sobre las raíces

Nataly Montiel:

Tu recuerdo en mi nostalgia

 


MANHATTAN HABLA AL CEMENTERIO DE LA
CATEDRAL DE SAN PABLO

Caccianli i ciel per non esser men belli,
né lo profundo inferno li riceve [...]
Questi non hanno speranza di morte,
e la lor cieca vita è tanto bassa,
che ´invidiosi son d'ogne altra sorte.
Fama di loro il mondo esser non lassa;

Dante Alighieri, Inferno, Canto III.

Por César Guerrero

 

Muertos del agónico 1700:
¿Qué oscuro misterio ha borrado los nombres de sus lápidas?
¿Qué rencoroso anatema ha trocado las gotas de lluvia por besos marchitos de hollín?
¿Dónde ha quedado la luz que levanta las flores sobre el pecho de los muertos?
¿Dónde el viento que arranca letanías a los árboles de cementerio?
¿Quiénes son los ladrones que hurtaron el manto inexpugnable del sol?

Ennegrecidas, desgastadas piedras
sobre un terrón de yerba enferma:
Debajo, por corroídos túneles
gritan los gusanos de hierro
arañando sus espaldas.
Por laberintos de hormigón y vidrio negro,
al fondo de aquel callejón,
la brisa marina se confunde y se suicida;
y a lo lejos, aúlla diluída una sirena,
buscando el cadáver ahogado del horizonte
bajo las aguas grises del río Hudson.

En esta catedral sin velas,
en esta catedral sin fieles,
no hay gatos o mendigos merodeando sus paredes,
no hay rezos ni palomas que se eleven a la luz.

Destino errado en mi cuerpo de acero,
falsa sepultura sin descanso,
ni santo ni infernal,
campo anónimo a la sombra bípeda del Centro de Comercio
víctimas del indiferente ajetreo mundano,
Sin paz ni sufrimiento,

¡retuérzanse

muertos del 1700!


LA MARIPOSA Y EL OMBÚ

 

La mariposa y el ombú


En un bosque de los tantos,
debajo de ingente azul,
con su tronco embelesado,
se anquilosaba un ombú.

Un ombú que perpetuaba,
indefinida, su espera,
con un ancla de raíces
lanzada sobre la tierra.

Un ombú que prolongaba
sus enramados caminos,
para que el ave asentase
la vivienda de sus nidos.

Un ombú cuya nostalgia
se remontaba a la ausente
condición, liviana y libre,
de ser pequeña simiente.

Pues sabiendo que, del suelo,
era enclavado cautivo,
nunca mostraba, aunque enorme,
contento por verse vivo.

Nunca mostraba contento,
si bosque ni monte vario
conocía por sufrir
condena de sedentario.

Mas pasó una mariposa
ingenua, por ser menor
su vivencia entre los bosques,
e inquieta se le acercó.

Y sin saber de la pena
que al árbol amedrentaba,
irreverente y curiosa
le preguntó con sus alas:

"¿Me dirás, ombú, por qué
la natura es tan injusta,
que me hizo frágil a mí
y a ti una planta robusta?

¿Me dirás, ombú, por Dios,
pues juro que no lo entiendo,
por qué fugaz me hizo a mí,
mientras a ti sempiterno?

¿Por qué, pródiga, te dio
natura a ti tantas ramas
con hojas, mientras a mí
tan sólo débiles alas?

¡Qué injusta que fue natura
conmigo, puesto que tú
cuentas con tantas ventajas
por ser un árbol, ombú!

¡Qué bellaca fue natura,
qué inicua, mala e injusta,
que me hizo frágil a mí
y a ti una planta robusta!"

Mas el ombú plañidero,
con su savia de tristeza,
le respondió con sollozos
de brisa entre la maleza:

"Yo prolongo mi enramada
cual un frondoso camino,
para que puedan posarse
los pájaros con sus nidos.

Testigo soy de las crías
que raudas al cielo huyen,
mientras a mí, una parcela
diminuta me recluye.

Y siendo enorme, no muestro
contento por verme vivo:
Obsérvame, de este suelo,
soy enclavado cautivo.

Obsérvame, que yo nunca,
ni bosque ni monte vario
conoceré, si condena
sufro de ser sedentario.

Ve tú, mariposa blanca,
que tienes vida de un día,
a conocer lo que yo
no pude en mi larga vida.

No te quejes, pues natura
me dio a mí en eternidad,
lo que a ti, con ambas alas,
te dio en posibilidad.

Que si me dio a mí, natura,
dureza sobre este suelo,
a ti la fragilidad
te dio, mas en amplio cielo.

¡Ve tú, dulce mariposa,
que tienes vida de un día,
a ver lo que yo, en un siglo,
no pude ver todavía!"

 

Ernesto Diego Buezas de la Torre

(del libro "Diálogos legendarios")

Reseña biográfica del autor: Ernesto Diego Buezas de la Torre nació en Buenos Aires, Argentina, el 31 de octubre de 1970. Cursó la licenciatura en Ciencia Política en la U.B.A, y actualmente se desempeña como profesor de dicha institución y docente de portugués. Publicó "Coro de Alimañas" (Editorial Corregidor, 1998), "Eclipses" (Edición del autor, 1999), ''Antimotivos" (Editorial JazzBird, 2000, en formato digital), Diálogos Legendarios" (Faro Editorial, 2000) y una plaqueta titulada "Sonetos Díscolos" (Editorial Nueva Generación, 1999). Obtuvo diversas distinciones en certámenes poéticos y asistió a varios talleres de poesía. Frecuenta al presente una serie de ciclos literarios. Participó en la antología de la "Casa de la Poesía" (Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad) y su obra fue difundida a través de medios radiales y televisivos, como así también en las revistas literarias "Papirolas", "La Guacha", "Imágenes e Ideas", "Nueva Avenida", "Zona Común", "La Voz del Bajo", "Vientos de Tinta y "Alas del Alma".

Página poética del autor: www.poemarios.com.ar


LA CAFETERA

Por Joán Mardel

Una interna lágrima baja de prisa
tras la etérea médula que no sucede
en favor del pulso que tan sólo puede
procurarse un alma de vapor sumisa.

Casi a fuerza de llorar, se cristaliza
una vaga estela que se miente adrede
que un gradual augurio de café le agrede,
sin que el agua sepa qué dolor le eriza.

Mas, apenas cosa, material a penas,
en la entraña bullen sus fantasmas venas,
como luz sin brillo, como hogar sin casa...

Y, con cien burbujas, el lamento ahorra
hasta que una mano venga y la socorra
por el vil pretexto de llenar la taza.


BRAVO RÍO

Por María Ella Gómez Rivero

 

¡Cuántos muertos, Señor, cuántos muertos!
Muriendo vivos están, muriendo vivos.
Sólo el agua y ellos, solos, muy solos...
El río, la corriente de una muerte corriente,
vulgar naufragio de sueños con algún
atisbo de esperanza y luz de ciegos.

Porque se van, se van, lejos se van,
inventando su propio tiempo,
sin temor de dolor ante lo desconocido;
manejar los estragos de la furia
sometiendo la incansable rigidez del estío
a los pasajes de la memoria.

Solos se queda,n sin bagaje ni historia.
Somos todos, todos, los malditos
señores de la vida, los olvidados
del mundo y los futuros soñadores
sin destino.


SOBRE LAS RAÍCES

Por María Eugenia Rodríguez Gaitán

 

Corazón rebelde
tronco de árbol vivo
extiendes tus ramas
hasta la punta
de dedos hacedores
e iluminas las sensaciones
que penetran
por tus ojos frutales.


TU RECUERDO EN MI NOSTALGIA

Por Nataly Montiel

 

Eres volátil quimera
en mi evasivo mañana,
eres temblos que lacera
en una lágrima vana.

Y en esta noche me tienta
la propensión a ser tierna
en una sed, tan violenta,
que en tu calor se hace eterna.

Quiero ser este segundo:
un resplandor en la bruma
que se conserve, si el mundo

clama por ti, que mi pluma
madurará tu recuerdo
que en la pasión me consuma.

 


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