El hombre que corre

      { página de César Guerrero }

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Poesía

Ausentes las calles,
cerradas las cortinas,
con candados los zaguanes,
los pájaros acicalándose el plumaje,
resiste el tiempo
como gato adormecido,
y nadie se percata 
del hombre que corre. 

No hay reloj ni campanario.
No hay autobuses 
ni trenes que lo lleven a esta hora.
No hay nadie esperándole
en alguna esquina.
No hay tenderos por cerrar. 
No tiene a dónde ir
y, sin embargo, corre. 

El aire estalla en sus pulmones. 
Arden sus tobillos hasta encender sus ropas grises. 
Nadie lo sigue, 
de nadie se oculta, 
pero como una llama, sin embargo, corre. 

Los cables de luz se pueblan de pájaros 
mientras sus piernas quisieran ser la otra, 
el agua lagañosa a su paso se retira.

Quizá sus manos busquen
un último asidero, 
pero no se mira cuál
ni se vislumbra una razón por la que huye. 

Nada teme,
no tiene un sentido, 
no es un loco ni un proscrito. 
Es sólo que bajo su piel 
siente el abrazo rojo de su sangre,
que en sus ojos quisiera
reflejar el cielo entero, 
y sus plantas quisieran
alcanzar el horizonte. 

Apagan las farolas,
los callejones se iluminan con sus voces. 
El pavimento florece
a quienes buscan lo que nunca encuentran, 
aquellos que para sentirse bien asidos al mundo 
marchan con fiereza impaciente . 

Un portón abre, un hombre asoma, lo mira, 
pero ya no corre. 

El muro le arropa con sombra
plena de recuerdos ignorados. 
Y así, desde el reino
que gobierna el espacio
de su cuerpo
el hombre se ha sentado

y sonríe...

 


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