León Felipe, 
   un poeta universal

{ página de César Guerrero }

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Publicado en Opción. Revista del alumnado del ITAM, México, No. 116, octubre 2002, pp. 82-92

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Yo me voy a crecer con los muertos.
Volveré mañana en el corcel del viento.

 León Felipe

En un siglo de vanguardias estéticas y encarnizadas luchas ideológicas, León Felipe es un poeta que se distinguió por no pertenecer a ninguna de estas facciones. Tampoco fue miembro de las grandes generaciones de las letras españolas: la del 98 y la del 27. Este aislamiento ha mantenido la obra de León Felipe fuera de los principales reflectores de la crítica, de la historia literaria y de las lecturas obligadas. 

Al no participar en ninguno de los grandes movimientos artísticos del siglo, existe la impresión de que León Felipe es un poeta menor. En tiempos de surrealismo y creacionismo, León Felipe propuso un verso privado de cualquier artificio estético (“No quiero el verbo raro / ni la palabra extraña”), una poética que nunca tuvo pretensiones de convertirse en movimiento, sino que era enteramente personal: “quiero que todas, / todas mis palabras / –fáciles siempre a los que aman–, vayan ungidas con mi alma.”  

En efecto, la poesía de León Felipe es de recursos sencillos, mas no es una poesía fácil. Con recursos como la reiteración y la asonancia, tomados de la tradición poética más antigua del hombre (“Mi voz... es una voz que viene desde el comienzo del mundo”), León Felipe fue y es el poeta de la justicia. Y un poeta de la justicia no puede ser menos que universal. 

Así como no se adhirió a ningún movimiento estético y a pesar de que mucha de su poesía tiene un origen “político”, León Felipe tampoco fue ofuscado por la pasión de las banderas ideológicas. La justicia de la que habla León Felipe no tiene nada que ver con la lucha de clases. Su apelación a la justicia nace de esa lucha fratricida que fue la Guerra Civil Española, conflicto que marcó definitivamente al poeta. 

La obra de León Felipe ha sido muy poco estudiada. Apenas hace dos años apareció un primer estudio acucioso de su obra, León Felipe: trayectoria poética. Escrito por José Ángel Ascunce, catedrático de la Universidad de Deusto, está editado por la filial del Fondo de Cultura Económica en España. El profesor Ascunce denuncia en el prólogo la falta de atención de la crítica sobre la poesía de León Felipe, y en la bibliografía se nota que, en efecto, es muy poco lo que se ha escrito a fondo sobre el poeta. Advierte que la de León Felipe no es sólo una poesía del exilio, sino una obra compleja y actual, y que el poeta zamorano ocupará algún día el lugar que le corresponde en las letras españolas.[1] 

El estudio de Ascunce permite apreciar el desarrollo y la riqueza de la obra felipeana, aunque para ello debe omitir algunas obras que reiteran temas fundamentales (Versos del merolico o del sacamuelas, Rocinante, Puesto ya el pie en el estribo y El gran responsable). Sigue un criterio cronológico dividido en cinco momentos. Los primeros pasos de una aventura poética, hasta 1936, que incluye los libros Versos y oraciones de caminante I y II y Drop a Star. El periodo de la Guerra Civil, “una poesía de combate y propaganda,” de 1936 a 1938, comprende Good Bye Panamá, La insignia y Subasta. La experiencia del exilio fomenta una poesía mítica, a decir de Ascunce, desde El payaso de las bofetadas y el pescador de caña a Ganarás la Luz pasando por Español del éxodo y del llanto. La crisis existencial de 1950 a 1965 desemboca en una poesía antimítica con los poemarios Llamadme publicano, El ciervo y Cuatro poemas con epígrafe y colofón. Los últimos años, de 1965 a 1968 ve la luz una última obra: ¡Oh, este viejo y roto violín!

A decir del propio León Felipe, todos sus libros son parte de un mismo poema. En todos ellos, desde el primero hasta el último, subyacen las mismas preguntas y unos mismos principios de búsqueda: ¿Cuál es el sentido de la vida humana? ¿Por qué no hay justicia en el mundo? ¿Por qué se repite el sufrimiento interminablemente?  La voz de León Felipe fue la voz de un profeta rebelde y antiheroico, que propuso y padeció su propio credo. Es la voz de un sabio atormentado que reinterpretó el significado de personajes esenciales en la cultura occidental para dramatizar su angustia existencial: el sentido de la vida humana y su relación con Dios.

En el complejo universo alegórico de León Felipe, su tono profético-dramático promulga la lucha del Quijote por la justicia, reexamina las preguntas del príncipe Hamlet y de Segismundo, exalta el valor de Prometeo por llevar la luz a los hombres, la rectitud ética de Edipo al autoexiliarse y sacarse los ojos, el sacrificio de Cristo, el Dios hecho hombre –que llora, sangra y muere también. León Felipe se auto identifica con Jonás, el profeta que reniega de su misión, y con Job, que blasfema por el injusto dolor de los justos; después con Lázaro, que resucita. Encuentra una condena en el rostro del niño de Vallecas de Velásquez, un sentido místico al Retrato de un caballero desconocido de El Greco, un tono idóneo para la labor profética en el libro de los Salmos y en los versos de Whitman.

Esta poesía de altos vuelos no llegó de la noche a la mañana. León Felipe es un poeta de madurez, fruto de la errancia. Su nombre completo parece predestinarlo: León Felipe Camino Galicia. Nació en abril de 1884 en el pueblo de Tábara, Zamora.[2] Sus padres eran oriundos de Valladolid y tuvo cinco hermanos. En 1886, la familia se mudó a Sequeros, Salamanca, donde León Felipe vive su infancia. Apenas con nueve años, se vuelven a mudar, esta vez a Santander. Ahí termina el bachillerato y a los dieciséis, parte a Madrid para estudiar Farmacia por voluntad paterna. Es en Madrid donde asiste a una representación de Hamlet que le impresiona mucho. Nace pues la inquietud por la vida literaria. Mas cuando tiene 24 muere su padre y debe hacerse cargo de la farmacia que le ha dejado en Santander. Ante la responsabilidad, se rebela dándose vida de señorito, dedicándose al juego y acumulando deudas. Entonces huye.

Llega a Barcelona para enrolarse en una compañía de teatro, con la que recorre España y Portugal. Al llegar a Madrid es procesado y encarcelado por sus deudas. En el poema “Escuela”, escrito al final de su vida, recordará: 

Viví tres años en la cárcel...

no como prisionero político,

sino como delincuente vulgar...

 

Es en la cárcel donde realiza un profundo examen de conciencia y escribe sus primeros poemas. A su salida, no sabe a dónde ir ni qué camino seguir. Los inviernos se instala en Madrid, el resto del año es regente de farmacia en varios pueblos. Estando en Madrid le presenta un libro de poemas a Juan Ramón Jiménez, quien lo devuelve sin comentarios. Lo destruye y en Almonacid de Zorita escribe su verdadero primer libro Versos y oraciones de caminante. Tiene entonces 35 años.  

En él, el poeta refleja el desarraigo y falta de sentido en su vida. En el poema “¡Qué lástima!” su queja es: 

¿Qué voy a cantar si no tengo una patria,

ni una tierra provinciana, 

ni una casa

solariega y blasonada,

ni el retrato de un mi abuelo que ganara

una batalla,

ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?

¡Qué voy a cantar si soy un paria 

que apenas tiene una capa!

 

El desamparo teleológico se manifiesta recurrentemente:

 

¿Qué más da ser Rey

que ir de puerta en puerta?

¿Qué va

de miseria a miseria?

 

León Felipe seguirá vagando por el mundo. En mayo de 1920 le ofrecen un puesto como administrador de hospitales de la Guinea española, en el África Central. En 1922, de vuelta en Madrid, decide partir a Nueva York. Un año después llega por vez primera a México, donde conoce a Berta Gamboa, profesora en Estados Unidos. La sigue a Nueva York y se casan en Brooklyn. Trabaja como profesor de español en una escuela Berlitz, un amigo lo anima a estudiar letras en la Universidad de Columbia y en 1924 se hará amigo de García Lorca. De 1925 a 1929 escribe la segunda parte de Versos y oraciones de caminante al tiempo que descubre a Whitman. Tiene ya 46 años, no es un poeta joven y lo mejor está por venir. En ese segundo libro aparecen estos versos: 

 

–No andes errante

y busca tu camino...

Dejadme...

ya vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio.

 

De 1930 a 1936 divide su tiempo entre España, México, Las Vegas y Panamá. Es en este último país donde lo toma el estallido de la guerra en España. La Guerra Civil ofrece la oportunidad de luchar por el hombre y la justicia en la tierra patria. Escribe un discurso poemático ¡Goodbye Panamá!, Mismo que le prohíben leer en la radio, pues critica con fuerza al gobierno panameño y a los españoles radicados en ese país centroamericano. En lugar de huir de la guerra, va en su busca. Su objetivo es contribuir a la lucha republicana por medio de la palabra. Más que una lucha política, la guerra es una lucha por la justicia del hombre con el hombre, una lucha metafísica. 

Llegando a España escribe el poema La Insignia. En él ataca las divisiones ideológicas, exige la solidaridad de todas las banderas bajo un mismo emblema, la justicia. Ésta es su proclama: “Oíd ahora: / La Justicia vale más que un imperio, aunque este imperio abarque toda la curva del Sol. / Y cuando la Justicia, herida de muerte, nos llama a todos en agonía desesperada no podemos decir: ‘yo aún no estoy preparado.’ / La justicia se defiende con una lanza rota y con una visera de papel.”[3]

El profesor Ascunce afirma: “León Felipe es el gran poeta de la justicia, ya que sobre este principio levanta el edificio de su cosmovisión creativa, ya sea bajo una proyección metafísica o bajo una orientación política. [...] ...la defensa de la justicia en la Guerra Civil implica la defensa de los principios de trascendencia y espiritualidad. De esta manera, el fracaso político en esta contienda implica un fracaso metafísico; y la victoria política, a su vez, una victoria teológica.”[4] 

Al malograrse la lucha contra el franquismo, la opresión de un pueblo a manos del poder militar y de la Iglesia, injusto triunfo con la probable anuencia de Dios, engendra un profundo dolor. De vuelta en México escribe Español del éxodo y del llanto, libro que lee en el palacio de Bellas Artes y que le publica La Casa de España. En él perfila su posterior tono metafísico. El poema “Reparto” responde al poder militar que ha triunfado: 

Tuya es la hacienda,

la casa,

el caballo 

y la pistola.

Mía es la voz antigua de la tierra.

Tú te quedas con todo

y me dejas desnudo y errante por el mundo...

Mas yo te dejo mudo... ¡Mudo!

¿Y cómo vas a recoger el trigo

y a alimentar el fuego

si yo me llevo la canción?[5]

La frustración de León Felipe adquiere incluso un sentimiento de culpa personal. “Porque yo fui el que dijo: ‘una estrella roja, sí... / una estrella roja y sola / de sangre española en la frente... / preparad los cuchillos, / aguzad las navajas, / calentad al rojo vivo los hierros. / Id a las fraguas, / que os pongan en la frente el sello de la unidad y de la justicia’... / Y aquí está mi frente / sin una gota de sangre. ¡Miradla!”[6]

León Felipe se pregunta sobre el sentido del sufrimiento y propone una poética del llanto  en Ganarás la luz, obra fundamental: los ojos son para llorar y para ver, el llanto comprará la luz divina. Escrito en 1943, lo publica en la revista mexicana Cuadernos Americanos. “He venido a escuchar otra vez esta vieja sentencia en las tinieblas: / Ganarás el pan con el sudor de tu frente / y la luz con el dolor de tus ojos. / Tus ojos son las fuentes del llanto y de la luz.”[7]

En Ganarás la luz León Felipe busca su verdadero nombre, aquél que lo define como ser; al mismo tiempo define un sentido para el sufrimiento humano, una justificación teológica del mismo, un alivio espiritual al dolor de la guerra y la sangre derramada. “El infierno no es un fin, es un medio... / (Nos salvaremos por el fuego.) / Y no es un fuego eterno. / Pero es, como las lágrimas, un elevado precio / que hay que pagarle a Dios, sin bulas ni descuentos, para entrar en el reino de la luz, / en el reino de los hombres, en el reino de los héroes, en el reino / que vosotros habéis llamado siempre el reino beatífico del cielo.”[8]

Sin embargo, a la muerte de su esposa Berta, el poeta, ya viejo, cayó en una honda depresión durante la cual, estremecido por una línea del Eclesiastés (“aquello que ha sido es lo que será, y lo que se ha hecho, lo que se volverá a hacer”), reniega de Dios, del hombre creado a imagen y semejanza de Él. Si la naturaleza humana es incapaz de progresar, ¿qué sentido tiene la poética del llanto que proclamó en su anterior libro? León Felipe se vuelca sobre el pesimismo y, como Job, blasfema. El hombre es un perro de caza que no supo soñar, un manjar de Dios, y en El ciervo expone: “la palabra es un ladrillo [...] un ladrillo para levantar la Torre... [...] Hasta que ya no quede más que un ladrillo solo, / el último ladrillo... la última palabra, / para tirársela a Dios, / con la fuerza de la blasfemia o la plegaria... / y romperle la frente... A ver si dentro de su cráneo / está la Luz... o está la Nada”.[9] 

Mas León Felipe se arrepiente y pide perdón en sus Cuatro poemas con epígrafe y colofón. Poco antes de morir escribe ¡Oh, este viejo y roto violín! a partir de la muerte de un amigo suyo, el jorobadito Rubén, quien vendía billetes de lotería y que es asaltado y muerto. León Felipe ve en su amigo a un ángel caído, y en su muerte, al medio para su retorno al cielo. Los hombres ya no son un producto malogrado del barro y el viento divino, sino ángeles caídos. León Felipe hace un recuento de su vida para finalmente considerarse un virtuoso: aquél que ha visto el rostro de Dios. 

¡Oh, este viejo y roto violín! contiene uno de los poemas más hermosos de León Felipe. “La Gran Aventura”, dedicado a todos los españoles del mundo y cuyo epígrafe es ese verso que el poeta viene arrastrando desde hace décadas: “Bacía, yelmo, halo... Éste es el orden, Sancho”. Los personajes del poema son el Quijote, Sancho y Rocinante, quienes llevan muchos años caminando por el mundo. Sancho se parece más a su señor y el Quijote sueña con la Gran Aventura. El escenario es la gran llanura de Castilla, con una luz tremenda y un silencio absoluto. 

La escenificación trágica se alarga, el Quijote y Sancho dialogan, recuerdan, hasta que finalmente aparece una luz en el horizonte que no distinguen bien y Sancho confunde con Mambrino. La luz pasa, Sancho voltea y el Quijote resplandece, vestido de luz. Sobre su cabeza hay una corona de fuego. Han desaparecido sus bélicos arreos, parece un Cristo viejo y llora. “...esta luz de Castilla / ¡Qué bien se quiebra / en una lágrima de verdad! [...] El hombre es un animal extraño / -que un día se pone a llorar, sin más ni más... / y no sabe por qué llora, / por quién llora,  / y qué significa una lágrima.” El Quijote no sabe qué significa y se lo pregunta a Sancho, quien simplemente se arrodilla y le besa la mano llorando. Quedan juntos los dos, el Tiempo se detiene. El Quijote se ha salvado, ha visto finalmente la luz a través de una lágrima que no es de dolor, sino de gracia. 

Luego de veinte años de radicar en la ciudad de México, León Felipe, el poeta de la justicia, murió octogenario un 18 de septiembre, hace 34 años. Una estatua de bronce honra su memoria en los jardines de la Casa del Lago, en el Bosque de Chapultepec.®

 

Libros de León Felipe: 

 

·        Versos y oraciones de caminante, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        La Insignia y otros poemas, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        El payaso de las bofetadas y el pescador de caña, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        Español del éxodo y del llanto, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        El gran responsable (Grito y salmo), Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1984.

·        Ganarás la luz, CONACULTA, Lecturas Mexicanas, Tercera Serie, México, 1990.

·        Llamadme Publicano, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        El Ciervo y otros poemas, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        Versos del merolico o del sacamuelas, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        Oh, este viejo y roto violín, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        Rocinante, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1982.

·        Puesto ya el pie en estribo y otros poemas, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1983.

·        Versos y blasfemias de caminante, Visor, Colección León Felipe, Madrid, 1984. 

·        León Felipe. Selección de poemas (Voz del autor), (Disco compacto), Voz Viva de México, UNAM, 1994, 6ª ed., 42’ 26’’.

 

Otras fuentes:

 

SOUTO ALABARCE, Arturo. León Felipe. Antología de poesía, FCE, Colecc. Tezontle, México, 1985. 

ASCUNCE, José Ángel. León Felipe: trayectoria poética, FCE, Madrid, 2000.

 

NOTAS:

[1] Soy lector de León Felipe desde hace ocho años. Desde que comencé a leerlo pienso que ha sido muy menospreciado, y espero que este breve texto sea una contribución más a modificar esa apreciación que me parece incompleta y equivocada.

[2] Las siguientes referencias biográficas están tomadas de la cronología que Arturo Souto Alabarce (León Felipe. Antología de poesía, FCE, México, 1985, pp. 281-284) hizo a partir de la biografía que Luis Rius escribió de León Felipe, León Felipe, poeta de barro, hoy incunable. Llevo años buscándola, si alguien tiene noticia...

[3] Citado en Jose Ángel ASCUNCE. León Felipe: trayectoria poética, FCE, Madrid, 2000, p. 115.

[4] Ibid, p. 115.

[5] Citado en Ibid, p. 157.

[6] Citado en Ibid, p. 164.

[7] Citado en Ibid, p. 183.

[8] Citado en Ibid, p. 213.

[9] Citado en Ibid, p. 155.

 

 


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