CARACTERIZACIÓN
ECOLÓGICA DE LA DEHESA DE SANTA FE.
1.
Clima:
Dada
su latitud, la Dehesa de Santa Fe se encuentra inmersa dentro del
clima mediterráneo. Sin embargo, y a pesar de la relativa cercanía
al mar, su clima tiende a la continentalidad debido a las sierras
Penibéticas que actúan de barrera aislando esta zona de la influencia
marítima. De este modo encontramos que en este territorio el contraste
térmico entre inviernos y veranos es relativamente acusado (en verano
se superan los 40ºC y en invierno baja por debajo de 0ºC incluso
algunas noches de mayo), que los inviernos son más largos, al igual
que los veranos, y que el "entretiempo" (primavera y otoño) son
notablemente más cortos de "lo normal". La amplitud térmica anual
oscila alrededor de los 18ºC, pero incluso la temperatura diaria
varía ampliamente entre su máxima y su mínima la mayoría de las
veces.
En
cuanto a las precipitaciones, se sujetan al régimen típico mediterráneo,
es decir, en verano son escasas o nulas, y normalmente en forma
de tormenta; en los periodos más lluviosos (primavera-otoño-invierno)
son irregulares y la mayor parte de esta precipitación cae también
de manera torrencial, llenando bruscamente las ramblas y barranqueras
que pasan la mayor parte del año secas. Dichas precipitaciones,
oscilan entre los 300mm y los 600mm anuales y no precisamente repartidas
de manera continua, entre días de lluvia aparecen muchos días de
sol y la sequía azota periódicamente.
Y
es esta coincidencia entre las altas temperaturas del verano y la
escasez o nulidad de precipitaciones lo que más caracteriza al clima
mediterráneo, pero a esto hay que añadirle a la Dehesa de Santa
Fe la existencia de suelos margosos, de carácter básico, con afloramientos
de yeso, su fisionomía a modo de colinas separadas por barrancos,
su altitud que va entre los 650m y los 750m, etc. Todo este mosaico
de factores conformará la vegetación y, por consiguiente, la fauna
que en este lugar habita.
2.
Flora y fauna:
2.1
Potencialidad de la zona:
Dado
lo establecido en el apartado anterior, la vegetación que le correspondería
presentar a la Dehesa de Santa Fe es la que denominaremos como vegetación
potencial. En este caso concreto, la vegetación potencial se corresponde
casi por completo con la vegetación que hubo antes de comenzar su
proceso de degradación, y esta vegetación potencial es el encinar
con peonías (Paeonia broteroi), salvo en las zonas de barrancos
por donde discurren arroyos de aguas algo saladas donde prosperaría
un tarajal (Tamarix africana) acompañado de junco y carrizo fundamentalmente.
Este encinar en su estado "clímax" se compondría de varios estratos
arbustivos compuestos de una serie de especies adaptadas a la zona.
Estos estratos serían:
- Arbóreo:
en este estrato dominaría la encina (Quercus rotundifolia)
aunque también aparecerían pinos carrascos (Pinus halepensis)
en las zonas más yesíferas y de menor profundidad de suelo.
- Arbustivo:
en este estrato aparecerían arbustos tan típicos del monte mediterráneo
como son la coscoja (Quercus coccifera), el aladierno (Rhamnus
alaternus), el enebro (Juniperus oxicedrus), el espino
negro (Rhamnus lycioides), la retama (Retama sphaerocarpa),
majuelo (Crataegus monogyna), aulaga (Genista scorpius
y Ulex parviflorus), romero (Rosmarinus officinalis),
etc.
- Lianas
o trepadoras: destacarían la hiedra (Hedera helix),
la madreselva (Lonicera implexa), clemátide (Clematis
flammula) y la rubia (Rubia peregrina).
- Subarbustos
(matas): se compondría de esparragueras (Asparagus acutifolius),
jara blanca (Cistus albidus), alhucema (Lavandula latifolia),
tomillos (Thymus sp), etc.
- Herbáceas:
distintas especies de gramíneas, peonía, orquídeas silvestres,
etc.
En
este estado el propio encinar se autoabastece de nutrientes, incluso
crea un propio microclima a su sombra más húmedo que lo que le correspondería
tan sólo con las precipitaciones que recibe, lo que provoca que
aparezca flora en su orla boscosa que requiere algo más de agua
que la propia encina (p.e. el majuelo).
Entre
la fauna asociada, pues, a este encinar, destacaríamos al conejo
como eslabón base en la cadena alimenticia de los vertebrados en
el ámbito del monte mediterráneo, así como al lince ibérico, águila
imperial, buitre negro, etc, por constituir animales actualmente
en serio peligro de extinción y que fueron comunes en la Dehesa
de Santa Fe como en otros muchos lugares del entorno mediterráneo;
pero fueron muchos más los habitantes de estos bosques sin olvidarnos
de las incontables especies de invertebrados.
2.2 Situación actual:
Sin
embargo, debido a la explotación irracional del encinar, aumenta
la degradación del propio suelo lo que favorece la instalación de
una serie de comunidades con especies cada vez de menor porte y
menos densas cuanto más degradado esté el terreno, pero dentro de
las especies típicas de la zona, en lo que llamamos serie de degradación
del encinar. Así de un encinar pasaríamos a un coscojar donde dominan
las coscojas, apareciendo chaparros (encinas que no alcanzan el
porte arbóreo), espino negro, enebros, aulagas, etc. Del coscojar
pasaríamos a un retamal acompañado de romeros, aulagas, alhucemas,
etc. A continuación se establecería un espartal, de ahí a los tomillares,
y de los tomillares a los pastizales. El paso siguiente ya sería
el desierto. En el caso de la Dehesa de Santa Fe, la fase de degradación
en la que se encuentra varía según las zonas pero siempre entre
el retamal y el tomillar, aunque en este caso hay que tener en cuenta
la repoblación fundamentalmente de pino carrasco a la que fue sometida
la Dehesa en los años 70 que le da un elemento arbóreo a la comunidad.
Así,
nos encontramos que la zona de la Dehesa de Santa Fe está fuertemente
antropizada en la actualidad pues su uso se remonta a varios siglos
atrás. Se trata de una zona forestal de pino carrasco de repoblación
rodeada de inmensos campos de cultivo de cereales y olivares fundamentalmente.
En consecuencia, tenemos:
- Estrato
arbóreo: está dominado por el pino carrasco de repoblación,
pero aparecen también cipreses (Cupressus sp) y algún pino
negral (Pinus pinaster). Los pies de encina que quedan,
como recuerdos vivientes de aquel encinar primigenio, aparecen
aislados entre los campos de cultivo, así como algunos almendros
e higueras, vestigio a su vez de cultivos antiguos.
- Estrato
arbustivo: son pocas ya las coscojas que aparecen en la zona
más occidental del territorio, sobre laderas que no han podido
labrar, y los espinos negros, también escasos, aparecen salpicados
por toda la Dehesa. Más abundantes son las retamas, bufalagas
(Thymelaea hirsuta), y aulagas, aunque tampoco se distribuyen
de manera continua debido a la acción de un pinar denso, apretado.
- Estrato
subarbustivo: aquí aparecen la alhucema, romero, alcaparra
(Capparis spinosa), puntualmente el torvisco (Daphne
gnidium), esparragueras, esparto (Stipa tenacissima),
y otras especies menos abundantes (albaida, zahareña, romero macho
Ononis tridentata, etc), normalmente relegadas a laderas de barranco
por la acción de los pinos "cultivados" y de otras plantaciones.
Pero hay que destacar la abundancia de tomillos que sí se distribuyen
de manera continua por la Dehesa.
- Estrato
herbáceo: gramíneas, Moricandia arvensis, etc, más o menos
bien distribuidas. Cabe destacar a la orquídea abejilla (Ophrys
lutea) por su escasez y belleza; también aparecen los nazarenos
(Muscari neglectum), Croccus sp (bellas flores que
"nacen" a ras de suelo), etc. Incluso se podría añadir un último
estrato muscinal donde se desarrollan distintas especies de musgos
y líquenes.
Sin
embargo, la existencia de un segundo microhábitat en la Dehesa de
Santa Fe constituido por los barrancos (el primero sería el pinar),
enriquece enormemente en especies y da mayor variedad al ecosistema
de este territorio. Así aparecen tarajales (Tamarix africana) acompañados
de juncos (Scirpus holoschoemus), cardos, carrizos en las partes
más bajas de los barrancos, mientras en las "paredes" de éstos aparecen
espartales, romeros y bufalagas principalmente. En estos barrancos,
durante la época de lluvias se dejan ver arroyuelos con su correspondiente
vegetación acuática, de este modo, en algunos barrancos se crea
la suficiente humedad en sus partes bajas como para que aparezcan,
excepcionalmente, algunos pies solitarios de olmo (Ulmus minor)
o de peralejo (Populus alba).
La
fauna que encontramos actualmente dista mucho de la que debió haber
en un principio no muy lejano. Pero aún es rica en especies, entre
las que son sedentarias de la zona y las que son sólo estacionales,
además de las que utilizan la zona como paso o descanso en sus migraciones.
Muchas de estas especies están protegidas por ley.
- Mamíferos:
los más abundantes son ratoncillos, ratas (negra y de agua), lirones
caretos, topillos, y el familiar conejo, que comparte con los
anteriores la base de la cadena trófica (sin contar la vegetación,
claro), así como la liebre que se le ve correteando por los olivares
y que encama numerosas veces en el resto arbustivo de la Dehesa.
Como carnívoros, aún quedan zorros y algún tejón, aunque este
último más omnívoro que otra cosa. También aparecen musarañas,
murciélagos, etc.
- Aves:
comenzando por las rapaces, las más comunes son el cernícalo vulgar
y el ratonero común, entre las nocturnas destaca el mochuelo y,
en las partes más cercanas al pueblo de Santa Fe, la lechuza.
Pero también aparecen esporádicamente el águila real y el búho
real, en ambos casos parece tratarse de juveniles en dispersión
que buscan un territorio, y en los cielos de la Dehesa podemos
observar en paso a los halcones abejeros y las águilas calzadas.
Y aprovechamos pues, para recordar que todas las rapaces se encuentran
estrictamente protegidas por ley en todo el país.
También
encontramos distintas especies de palomas (torcaz, zurita y bravía),
la cada vez más escasa tórtola común, los abundantes córvidos
(grajillas y urracas), abubillas, los curiosos críalos y cucos
que parasitan durante la crianza los nidos de otras especies y
son de las pocas aves que se alimenta de "procesionaria" entre
otras cosas, los estivales abejarucos, vencejos, golondrinas,
los carpinteros pitos reales, y muchas especies de paseriformes:
jilgueros, verdecillos, distintas especies de currucas, los graciosos
reyezuelos, piquituertos en invierno, carboneros común y garrapinos
(aves forestales por excelencia), etc. En las zonas abiertas de
los cultivos podemos encontrar aves típicamente esteparias como
el ya raro sisón, la ortega, y distintos alaudidos.
- Reptiles
y Anfibios: aún relativamente abundante, en la Dehesa habita
el lagarto ocelado, que está protegido por ley, así como las escurridizas
lagartijas colilarga y colirroja que gustan, como su "primo" de
mayor tamaño, de solearse temprano por la mañana. También los
beneficiosos ofidios están representados en la Dehesa por la culebra
bastarda, nuestro "gigante" de entre las culebras españolas, y
la "viperina", que es una culebra de agua que imita a las víboras
para defenderse, entre otras. Así mismo, cerca de los arroyuelos
y en las balsas artificiales encontramos rana común, sapillo pintojo
y, ya no tan ligado al agua, sapo común.
- De invertebrados
destacaremos tan sólo algunas mantis crípticas del género Empussa,
la presencia de escorpión (alacrán), ortópteros tan bonitos como
Vanessa atalanta, Vanessa cardui, Papilio machaon, género
Iphiclides, etc, y en los arroyos, el escorpión acuático (una
chinche). Cabe mencionar la importancia que tiene la acción de
uno de estos invertebrados, la "procesionaria del pino", que es
un ortóptero nocturno que devora acículas de pino, muchos de los
cuales terminan por debilitarse lo suficiente como para secarse
o contraer una enfermedad que los lleva al mismo final.
Como
vemos, a pesar de la fuerte presión humana en la zona durante tanto
tiempo, su fauna es aún diversa, pues la Dehesa constituye una "isla"
dentro de un "mar" de cultivos donde se refugia una fauna que sobrevive
como puede dentro de un entorno hostil para muchas de estas especies.
Además supone la Dehesa una protección frente a la erosión, si bien
el hecho de ser en gran parte un pinar de repoblación no ataja aún
el problema. Por esto se plantea necesaria una repoblación con especies
autóctonas, para intentar devolver el aspecto de aquel bosque primigenio
que otrora ocupara, entre otras zonas, la que ahora nos referimos;
pero una repoblación bien estudiada, comprendiendo el funcionamiento
del entorno, conociendo los distintos ecosistemas, los distintos
microhábitats y su interrelación entre ellos, conociendo el porqué
utilizar las especies autóctonas y la influencia en el medio de
las que no lo son; y, por supuesto, gestionar este "conjunto vivo"
de manera que lleguen a conocerlo las futuras generaciones. Y sin
embargo, no con ello excluir la actividad socioeconómica del ser
humano en este entorno, sino más bien reajustarla, enfocarla de
otra manera, aprovechando los recursos que el bosque nos ofrece
pero sin esquilmarlos (p.e. apicultura, agricultura ecológica,...);
en pocas palabras, volver a integrarnos en el ecosistema sin destruirlo.
Sergio
de Haro Guijarro.
Zoólogo.
Miembro de Auca.
(Este texto es parte de una serie de monografías
para la formación del voluntariado de Auca.)
e-mail: [email protected]
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