«En el país de Oz también se escucha heavy»

 

Grupos: Mägo De Oz + Cuatro Gatos_ Día: 31/01/04_ Lugar: Buesa Arena (Gasteiz)

 

         Al mago se le vio el truco: pirotecnia, humo, disfraces, el decorado de “Piratas del Caribe”… tras la caída del telón empieza una función en la que todos son actores, y eso se nota. Durante el concierto que Mägo de Oz ofreció en el Buesa Arena de Vitoria el pasado 31 de enero, hubo mucho de comedia y más bien lo justo de buena música. En aquella orgía en la que estrenaban ‘Gaia’, su último braguetazo discográfico, muchos nos sentimos como la niñita de las trencitas y el perro Totó, es decir, engañados. Por si el plato fuerte de la noche no colmaba las apetencias del gentío que se dio cita en el santuario deportivo vitoriano, los también madrileños Cuatro Gatos, sirvieron de entremés variado y sobre todo, inesperado.

         Pueden imaginarse el grado de especialización de algunos espectadores cuando estos dieron por hecho que a eso de las ocho y media de la tarde, Mägo de Oz ya se hallaba sobre las tablas con sus fiestas paganas y molinos de viento. Nada más lejos de la realidad, a Cuatro Gatos se la metieron doblada y su actuación fue lo más parecido a un concierto para reclusos de Carabanchel, más que nada por el despilfarro de vatios y medios técnicos. Hay que joderse. La formación liderada por el teclista Pedro Vela y el baterista Joaquín Arellano, intentó que sus ritmos progresivos lucieran entre tanta piedra cartón envuelta en sábanas negras… pero fue inútil. Al final, Cuatro Gatos no tuvo más remedio que agotar su repertorio basado en su primer álbum ‘La caja de música’ y saludar resignado ante algunos entendidos que ocupaban las primeras filas.

         Con Mägo de Oz, esta vez sí, en el escenario, el enano de detrás del telón se valía de juegos de luces y sombras para no dar la cara, y salvo a un grupo de quinceañeros chumbetas que no debían de saber que allí se tocaba Heavy, a los de siempre nos decepcionaron un poco. José se porto y no falló ni cuando le obligaron a interpretar “La venganza de Gaia” en una silla para minusválidos cubierta de linternas. Se supone que estaba en la silla eléctrica, aunque eso sería mejor que se lo dejaran al que tuvo la idea.

         Txus también hizo lo suyo en la batería que parecía vibrar como si el barco del escenario fuera presa de un ataque a cañonazos. Golpeó la maquinaría con saña y nos tuvo a todos con la cabeza arriba y abajo, descargó la ira y nos reventó los tímpanos a placer. También, cabe decir, tuvo su momento lacrimógeno y explicó al auditorio que tenía una costilla rota con una camiseta del Atlethic y una falda escocesa que dejaba muy poco a la imaginación. Pero pese a las piernas peludas del batería el líder enamoró, como siempre. Sus letras llegan al corazón, incluso aunque se vendan en las mantas de los moros junto a los discos del tipo ese de los tirabuzones.

Una fiesta más que pagana

         Tocaron los clásicos que les han hecho tan queridos y tan odiados, pero también algunos, los menos, que evocaban recuerdos caducos de cuando la banda aún no había alcanzado el éxito de Finisterra. Con “Gaia” lo hicieron bien. Ambiente, música de la de siempre y paridas como un pene gigante vestido de superman que amenizó un tema que ya muchos no recordábamos. Un punto infantil en un grupo que ya ha alcanzado la madurez. Sin embargo, los solos quedaron para el final y no fueron nada del otro mundo. Se gastó tiempo en los juegos de siempre y las mejores canciones tuvieron que esperar hasta que al equipo de efectos especiales le salió de los huevos.

         Pese a todo cuando cantaban lo hacían bien, e incluso a los más detractores del grupo se les cerraron los labios con las interpretaciones de “El que quiera entender que entienda” y el clásico “Jesús de Chamberí”. También celebrar que no se vendieran a la crítica fácil y que pasaran de banderas en un acontecimiento donde la única patria fue la música (decir el Heavy Metal igual provocaría debate). Tocaron a su manera, es decir, sin innovar, pero ofreciendo una alternativa que ya de por sí resulta distinta.

         Un concierto para el recuerdo de un grupo que ha caminado por la cuerda floja. Pese a todo un detalle que no es muy de nuestro agrado. El ambiente no fue de concierto Heavy sino de orgía pre-adolescente. Quizás en el próximo de Mago ya no veamos melenudos de esos con los que nos gusta brindar. Quizás en un par de años a Txus le de por girar en el escenario como si hubiera salido de “Un Paso Adelante”. A los que nos gusta la música que narra historias y bailar con el cuello no nos esperan buenos tiempos si los más veteranos tocan corneta de retirada. Pero mientras estemos en las trincheras… ¡Que viva la birra y los grupos que saben palmarla antes que volverse de la acera de enfrente!



Texto/Sergio Llamas y Fotos/Raúl Martínez

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