Gaceta Sindical de
CCOO � INM




Índice:


   Portada


  Manifestaciones

  Turnos

  Funcionarios

  Laborales

  Concursos de méritos

  Quejas

  Historia

  Formación continua

  Ayudas sociales

  Reuniones

  Salud

  Humor

  Otros

  Otros vínculos de interés

  Contactos de correo de CCOO

  ¿Cómo añadir un documento en esta página Web?





Correo de CCOO para el tema de turnos: [email protected]

Correo de sugerencias, aportaciones, etc. de CCOO: [email protected]

Correo del administrador de estas páginas Web: Mantenedor Web
 

LA TRANSFORMACIÓN DEL SINDICALISMO: La U.G.T. -(1)



Con la proclamación de la Segunda República, el movimiento sindical aprovecha las posibilidades que le ofrece la nueva situación para alcanzar un peso en la realización social hasta entonces desconocido. Socialistas, anarco-sindicalistas, comunistas y católicos intentan conseguir una fuerte implantación sindical en la clase obrera española, aunque los dos últimos citados, y particularmente los católicos, no lograrán una presencia muy destacada. En relación a su propia historia, U.G.T. adquiere mayor importancia en la Segunda República, en particular en el primer bienio, al obtener un crecimiento insospechado y convertirse en punto obligado de referencia en las relaciones sociolaborales.

El presente trabajo aborda fundamentalmente el estudio de la central socialista desde la proclamación del nuevo régimen hasta que el sector 'largocaballerista' se instala en la dirección del sindicato a finales de enero de 1934 y desplaza de sus órganos de poder a los miembros del sector 'besterista', iniciándose entonces oficialmente el proceso de radicalización de U.G.T.



EL GRAN CRECIMIENTO

Es cierta la importancia que para el desarrollo del movimiento obrero español tuvieron el PSOE y la UGT, pero sólo con la Segunda República, cuando sus efectivos se multiplican a un ritmo acelerado, cobrarán protagonismo. Si a la caída de la Dictadura el número de miembros de U.G.T. sobrepasaba en poco los 200.000, alcanzando las cifras más altas de su historia, tres años después había conseguido superar el millón, cifra por lo demás impensable unos años antes.

Desde la caída de la Dictadura (de Primo de Rivera) comienza un cierto incremento que se acelerará bruscamente cuando se proclame la República, llegando a su culminación durante los años 1932 y 1933. En los primeros momentos del nuevo régimen, el crecimiento de la central se maneja con objetivos propagandísticos con el fin de luchar contra la propaganda de C.N.T., que presentaba a los socialistas como traidores al movimiento obrero por haber colaborado con la Dictadura. Cuando en abril se proclama la República, U.G.T. contaba con unos 300.000 afiliados cotizantes, lo que la convertía en ese momento en la organización sindical más importante, dada la debilidad en que se encontraba por entonces la C.N.T. En octubre de 1931, en una estadística que publica en diciembre la Comisión Ejecutiva con el número de afiliados distribuidos por provincias, se habla ya de 654.403 miembros. Desde la cifra anterior, las distintas fuentes nos presentan 778.599 cotizantes en marzo de 1932, que según las secciones ascenderían a 957.451 afiliados para pasar meses después, en junio, a 1.041.539, con arreglo a los datos que aportaban las secciones, independientemente de su estado de cotización, y teniendo constancia de ello en la memoria que presenta la Comisión Ejecutiva al congreso de 1932. Desde 1933 la afiliación tendió a bajar ligeramente, al menos en cuanto a cotizantes se refiere, puesto que éstos a comienzos de 1934 se situaban en torno a los 650.000. Como puede apreciarse, el nivel de afiliación a U.G.T. al llegar la Segunda República fue considerable. Se trataba de una gran fuerza social, que representaba aproximadamente al 20 por 100 del proletariado español.

El cambio político despertó la conciencia de muchos sectores obreros y permitió debatir todos los problemas del país. Muchos núcleos obreros vieron en U.G.T. el organismo idóneo para colmar sus aspiraciones sindicales. El hecho de que la central socialista no hubiera tenido desgaste en la Dictadura y se presentara bien organizada y con cohesión ideológica al llegar el nuevo régimen, junto al peso de su tradición en la historia del movimiento obrero y el que tres socialistas, y especialmente Largo Caballero, ocuparan cargos ministeriales en el nuevo gobierno, convirtiendo así a la U.G.T. en un buen interlocutor social, influyó en gran manera sobre esta afiliación masiva. Según los datos de que disponemos, U.G.T. era la primera organización sindical del país, seguida de cerca por C.N.T. Esta central anarcosindicalista presentaba un nivel de afiliación inferior en junio de 1931, con 539.958 afiliados, llegando en septiembre a los 800.000 federados, con una tendencia a la baja en 1932 y 1933.

En cuanto a su distribución geográfica, el número de afiliados a U.G.T. era muy desigual. Si tomamos los datos ya significativos de la estadística anteriormente citada para el año 1931, aunque no era el momento de su culmen, y distribuimos los afiliados por el territorio español, encontramos mayoritaria a la U.G.T. en las dos Castillas y León y con una fuerte afiliación en Madrid, País Vasco, Asturias y Andalucía, aunque con indudable competencia en algunos casos por parte de C.N.T. Se encontraba especialmente al descubierto en Cataluña, donde su notable debilidad le acarreaba serios problemas. Era considerable su fuerza en Aragón, y en Levante, aunque se había fortalecido y tenía cierto arraigo, no era mayoritaria.

La C.N.T., sin embargo, tenía los mayores índices de afiliación en Cataluña y en Andalucía, donde, no obstante, había perdido peso específico en relación con la evolución registrada por U.G.T. Era fuerte en Valencia, donde U.G.T. también había progresado, así como en Aragón y en Asturias. Era muy inferior a U.G.T. en Madrid, País Vasco, toda Castilla o Extremadura. En otras zonas, como Galicia, las Islas, Navarra y Murcia, las dos centrales se manifestaban bastante débiles.

Si hemos analizado el crecimiento global de U.G.T. y su implantación geográfica, nos resta estudiar ahora su distribución por sectores productivos. Sobre la cifra de 1.041.593 miembros de U.G.T. que dábamos para junio de 1932, observamos la gran importancia que tienen los afiliados de la agricultura (445.414), edificación (83.861), ferrocarril (49.117), transportes terrestres (34.435), minería (40.653) y metalurgia (33.287). Son los sectores donde más población asalariada existía en ese momento. En el textil, localizado fundamentalmente en Cataluña, la central socialista tenía escasa incidencia. De todas formas, a la llegada de la Segunda República, una gran avalancha de afiliados se produce en la Federación de Trabajadores de la Tierra. Si en junio de 1928, cuando todavía no existía la Federación como tal, eran unos 50.000, en octubre de 1931 sobrepasaban los 193.000 y en marzo de 1932, los 400.000. Conviene no olvidar que casi la mitad de los afiliados de la agricultura pertenecían a U.G.T., y esto era un fenómeno nuevo en la historia de la organización. Hasta el advenimiento de la Segunda República, el campesinado no había tenido ningún protagonismo en el conjunto de la central socialista. En realidad, el gran peso de los jornaleros sin tierra explicará muchas actitudes de U.G.T. a partir de 1933. A pesar de todo, esta federación nunca llegó a cotizar a U.G.T. por más de 250.000 afiliados, aunque el número de afiliados reales sobrepasaba con mucho esa cifra. La Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra se creó en abril de 1930, siendo la mayor parte de sus miembros jornaleros y en algunos casos arrendatarios y pequeños propietarios, y teniendo su mayor presencia en Extremadura, Andalucía, ciertas zonas de la Meseta y Levante.

EL CAMBIO EN LA ESTRUCTURA INTERNA

Frente al modelo cenetista, la U.G.T. había mantenido siempre una menor autonomía en sus distintos niveles organizativos. A pesar de ello, en los años inmediatamente anteriores a la proclamación de la República comenzó un proceso de mayor centralización de su organización. U.G.T. había tenido a lo largo de buena parte de su historia un esquema organizativo poco operativo. Su propia evolución imponía frecuentemente formas de organización dispares, sin un organigrama totalmente uniforme. En un principio, la central socialista se articuló en función de las distintas sociedades de oficio que se adherían directamente a sus órganos de dirección. Estas secciones formaron durante mucho tiempo el núcleo más importante de encuadramiento de los afiliados a U.G.T. Pero este esquema de organización, muy disperso, imposibilitaba en buena medida la relación permanente entre todos sus miembros, hasta el punto que, con frecuencia, las publicaciones periódicas impresas por los órganos centrales de dirección eran el nexo más real que unificaba la acción de todos sus militantes. Pasados los primeros años del desarrollo de la central, su estructura organizativa se hizo más compleja y aparecieron otras formas de organización más perfectas que coexistieron con las anteriores.

Presentadas así las cosas, era preciso racionalizar toda su estructura y su funcionamiento, pues se daba el caso de secciones que se encontraban vinculadas a U.G.T. a través de varios conductos, mientras que otras muchas se quedaban aisladas entre si, adhiriéndose a la central mediante el simple nexo que las unía a la Comisión Ejecutiva. Era, pues, necesario encontrar un modelo de funcionamiento mucho más racional y, sobre todo, más cohesionado que fuera capaz de estructurar las fuerzas obreras organizadas, respondiendo de esta forma mejor al carácter centralizado que siempre tuvo U.G.T., puesto de manifiesto en las amplias atribuciones de sus órganos de dirección. El conjunto de la organización debía poseer mayor entidad, y contar con canales y normas de funcionamiento más homogéneos para todos los afiliados y organismos de la central. Se imponía una mayor concentración de fuerzas. Era preciso, en definitiva, reformar la estructura de la U.G.T. con arreglo a lo que las nuevas circunstancias exigían y conforme a modelos que sus correligionarios europeos habían adoptado hacía años. Esta necesidad era sentida por amplios sectores de U.G.T. y sobre todo por sus máximos dirigentes.

El nuevo modelo se buscó en una estructuración de la central que se articulara en función de las federaciones nacionales de industria. Estas adquirían una importancia capital en el nuevo organigrama, puesto que pasaban a ser los pilares esenciales de la nueva organización. Mediante el nuevo sistema, los afiliados y las sociedades a las que estaban adheridos se integraban en U.G.T. a través de las federaciones nacionales de industria, que serían fuertes organismos nacionales que copaban todo el campo de una industria determinada. De esta forma, la organización basada en el oficio dejaba paso a la organización basada en la industria, que englobaba y aglutinaba varios oficios. La federación nacional de industria se convertía así en el nexo que unía a individuos y secciones de la misma industria, y en virtud del cual se creaban unas relaciones que implicaban un pacto de solidaridad económica y moral ante la patronal.

Desde un planteamiento teórico el cambio propuesto se justificaba en función de varios presupuestos. Se argumentaba, en primer lugar, que si la clase obrera aspiraba a ser en el futuro la directora de la producción y el intercambio, era necesario crear de antemano las instituciones capaces de cumplir tan importante misión histórica. Por otra parte, en tanto llegara ese momento era evidente que el sistema capitalista se fortalecía cada vez más, y desde esta perspectiva se consideraba necesario darle una respuesta organizativa adecuada. El desarrollo y perfeccionamiento de la organización era un proceso básico en la lucha contra el capitalismo. Ante el fortalecimiento de éste, U.G.T. proponía su propio fortalecimiento. La nueva estructura en federaciones nacionales de industria era la respuesta eficaz que la organización sindical presentaba a las formas cada vez más complejas y potentes del capitalismo. Las pequeñas organizaciones de oficio no tenían capacidad de respuesta ante la nueva situación económica. Con el nuevo sistema, era mucho más facil coordinar una acción de conjunto. La nueva organización en función de la industria requería, por tanto, un proceso de concentración, unificación y centralización de los efectivos sindicales, lo que permitía aumentar su fuerza. Oficialmente, el cambio de estructura se operó en el congreso celebrado en 1928. En él se aprobó la nueva organización de U.G.T. en federaciones nacionales de industria. Además se autorizó al Comité Nacional a realizar los trabajos de adaptación que el proceso suponía. El nuevo organigrama sería sometido a la determinación del siguiente congreso, previsto para 1930 y que no llegó a celebrarse hasta octubre de 1932.

El proceso de transformación de la estructura ugetista fue continuo en el período comprendido entre el XVI congreso de septiembre de 1928 y el XVII de octubre de 1932. En realidad, este último marca un momento importante en la consolidación de la nueva organización de la central socialista, sin que el proceso quedara allí cerrado. Las federaciones nacionales de industria se articulaban en varios niveles organizativos a través de los cuales se encuadraban gran parte de los afiliados a U.G.T. Dichos niveles, no siempre presentes en todas las federaciones nacionales de industria, eran las sociedades locales, las federaciones locales o provinciales y los sindicatos locales o provinciales. Ahora bien, a pesar de los grandes esfuerzos para consolidar fuertemente la organización, haciéndola más operativa, racional y centralizada -transformación importante en comparación con la situación anterior a 1928-, no fue suficiente para hacer frente a los problemas que la nueva situación política crearía.

Si analizamos detenidamente la organización de la U.G.T. durante los años republicanos, observamos el trecho existente entre el modelo ideal propuesto y su funcionamiento concreto. En este sentido, el modelo de organización sindical que representa U.G.T. en estos años no está consolidado, encontrándose en un proceso de transición hacia el sindicalismo de industria. Durante todo el período republicano, muchas sociedades permanecen fuera del ámbito de las federaciones nacionales de industria y en algunos casos perviven o se crean federaciones nacionales de oficio. Por otra parte, las sociedades de oficio siguen siendo un componente importante de las federaciones nacionales de industria, sin que en muchas de éstas se lleguen a crear apenas sindicatos. De esta manera, dentro o fuera de las federaciones nacionales de industria, las sociedades siguen teniendo un peso muy fuerte en la composición de U.G.T. En definitiva, durante la Segunda República estamos ante una organización, la U.G.T., que no logra consolidarse a pesar de los cambios experimentados y que presenta grandes desajustes organizativos, no estando tan armonizada como en un principio pudiera pensarse.

Hosted by www.Geocities.ws

1