CONTENIDO
1 |
|||
PROLOGO A LAS EDICIONES FRANCESA Y ALEMANA |
3 |
||
|
|
3 |
|
I. |
LA CONCENTRACION DE
LA PRODUCCION Y LOS MONOPOLIOS |
12 |
|
II. |
LOS BANCOS Y SU NUEVO
PAPEL |
33 |
|
III. |
EL CAPITAL FINANCIERO
Y LA OLIGARQUIA FINANCIERA |
56 |
|
IV. |
LA EXPORTACION DE
CAPITAL |
76 |
|
V. |
EL REPARTO DEL MUNDO
ENTRE LAS ASOCIACIONES DE |
83 |
|
VI. |
EL REPARTO DEL MUNDO
ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS |
95 |
|
VII. |
EL IMPERIALISMO, COMO
FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO |
|
|
VIII. |
EL PARASITISMO Y LA
DESCOMPOSICION DEL CAPITALISMO |
126 |
|
IX. |
LA CRITICA DEL
IMPERIALISMO |
140 |
|
X. |
EL LUGAR HISTORICO
DEL IMPERIALISMO |
158 |
|
167 |
|||
pág. 1
EL
IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR
DEL CAPlTALISMO[1]
(Ensayo
popular )
PROLOGO
El folleto que ofrezco a la atención del lector fue escrito en Zurich
durante la primavera de 1916. En las condiciones en que me veía obligado a
trabajar tuve que tropezar, naturalmente, con una cierta insuficiencia de
materiales franceses e ingleses y con una gran carestía de materiales rusos.
Sin embargo, la obra inglesa más importante sobre el imperialismo, el libro de
J. A. Hobson, ha sido utilizada con la atención que, a mi juicio, merece.
El folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto,
no sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente
teórico -- sobre todo económico --, sino también a formular las indispensables
y poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria
prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al
cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban
la pluma para escribir algo con destino a la literatura "legal".
Produce pena releer ahora, en los días de libertad, los pasajes del
folleto desnaturalizados, comprimidos, contenidos
pág. 2
en
un anillo de hierro por la preocupación de la censura zarista. Para decir que
el imperialismo es el preludio de la revolución socialista, que el
socialchovinismo (socialismo de palabra, chovinismo de hecho) es una traición
completa al socialismo, el paso completo al lado de la burguesía, que esa
escisión del movimiento obrero está relacionada con las condiciones objetivas
del imperialismo, etc., me vi obligado a hablar en un lenguaje servil, y por
esto no tengo más remedio que remitir a los lectores que se interesen por el
problema a la colección de mis artículos de 1914-1917, publicados en el
extranjero, que serán reeditados en breve. Vale la pena,
particularmente, señalar un pasaje de las páginas 119-120[2]: para hacer
comprender al lector, en forma adaptada a la censura, el modo indecoroso de
cómo mienten los capitalistas y los socialchovinistas que se han pasado al lado
de aquéllos (y contra los cuales lucha con tanta inconsecuencia Kautsky), en lo
que se refiere a la cuestión de las anexiones, el descaro con que encubren
las anexiones de sus capitalistas, me vi precisado a tomar el ejemplo. .
. ¡del Japón! El lector atento sustituirá fácilmente el Japón por Rusia, y
Corea, por Finlandia, Polonia, Curlandia, Ucrania, Jiva, Bujará, Estlandia y
otros territorios del imperio zarista no poblados por grandes rusos.
Quiero abrigar la esperanza de que mi folleto ayudará a orientar en la
cuestión económica fundamental, sin cuyo estudio es imposible comprender nada
en la apreciación de la guerra y de la política actuales, a saber: la cuestión
de la esencia económica del imperialismo.
EL AUTOR
Petrogrado, 26 de abril de 1917
pág. 3
PROLOGO A LAS EDICIONES FRANCESA
Y ALEMANA[3]
Este libro, como ha quedado dicho
en el prólogo de la edición rusa, fue escrito en 1916, teniendo en cuenta la
censura zarista. Actualmente, no tengo la posibilidad de rehacer todo el texto;
por otra parte, sería inútil, ya que el fin principal del libro, hoy como ayer,
consiste en ofrecer, con ayuda de los datos generales irrefutables de la
estadística burguesa y de las declaraciones de los sabios burgueses de todos
los países, un cuadro de conjunto de la economía mundial capitalista en
sus relaciones internacionales, a comienzos del siglo XX, en vísperas de la
primera guerra mundial imperialista.
Hasta cierto grado será incluso
útil a muchos comunistas de los países capitalistas avanzados persuadirse por
el ejemplo de este libro, legal, desde et punto de vista de la
censura zarista, de que es posible -- y necesario -- aprovechar hasta esos
pequeños resquicios de legalidad que todavía les quedan a éstos, por ejemplo,
en la América actual o en Francia,
pág. 4
después de los recientes encarcelamientos de
casi todos los comunistas, para demostrar todo el embuste de las concepciones y
de las esperanzas socialpacifistas en cuanto a la "democracia
mundial".
Intentaré dar en este prólogo los
complementos más indispensables a este libro censurado.
II
En esta obra hemos probado que la
guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos lados beligerantes, una guerra
imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de robo), una
guerra por el reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto de las
colonias, de las "esferas de influencia" del capital financiero, etc.
Pues la prueba del verdadero
carácter social o, mejor dicho, del verdadero carácter de clase de una guerra
no se encontrará, claro está, en la historia diplomática de la misma, sino en
el análisis de la situación objetiva de las clases dirigentes en todas
las potencias beligerantes. Para reflejar esa situación objetiva, no hay que
tomar ejemplos y datos aislados (dada la infinita complejidad de los fenómenos
de la vida social, se puede siempre encontrar un número cualquiera de ejemplos
o datos aislados, susceptibles de confirmar cualquier tesis), sino
indefectiblemente el conjunto de los datos sobre los fundamentos
de la vida económica de todas las potencias beligerantes y del mundo entero.
Me he apoyado precisamente en
estos datos generales irrefutables al describir el reparto del mundo en
1876 y en 1914 (§ VI) y el reparto de los ferrocarriles en todo el globo en
1890 y en 1913 (§ VII). Los ferrocarriles constituyen el
pág. 5
balance de las principales ramas de la industria
capitalista, de la industria del carbón y del hierro; el balance y el índice
más notable del desarrollo del comercio mundial y de la civilización
democráticoburguesa. En los capítulos precedentes de este libro, exponemos la
conexión entre los ferrocarriles y la gran producción, los monopolios, los
sindicatos patronales, los cartels, los trusts, los bancos y la oligarquía
financiera. La distribución de la red ferroviaria, la desigualdad de esa
distribución y de su desarrollo, constituyen el balance del capitalismo
moderno, monopolista, en la escala mundial. Y este balance demuestra la
absoluta inevitabilidad de las guerras imperialistas sobre esta base
económica, en tanto que subsista la propiedad privada de los medios de
producción.
La construcción de ferrocarriles
es en apariencia una empresa simple, natural, democrática, cultural,
civilizadora: se presenta como tal ante los ojos de los profesores burgueses,
pagados para embellecer la esclavitud capitalista, y ante los ojos de los filisteos
pequeñoburgueses. En realidad, los múltiples lazos capitalistas, por medio de
los cuales esas empresas se hallan ligadas a la propiedad privada sobre los
medios de producción en general, han transformado esa construcción en un medio
para oprimir a mil millones de seres (en las colonias y en las
semicolonias), es decir, a más de la mitad de la población de la tierra en los
países dependientes y a los esclavos asalariados del capital en los países
"civilizados".
La propiedad privada fundada en
el trabajo del pequeño patrono, la libre concurrencia, la democracia, todas
esas consignas por medio de las cuales los capitalistas y su prensa engañan a
los obreros y a los campesinos, pertenecen a un pasado lejano. El capitalismo
se ha transformado en un
pág. 6
sistema universal de opresión colonial y de
estrangulacion financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por
un puñado de países "avanzados". Este "botín" se reparte
entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los
dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), que, por el reparto de su botín,
arrastran a su guerra a todo el mundo.
III
La paz de Brest-Litovsk, dictada
por la monárquica Alemania, y la paz aún más brutal e infame de Versalles,
impuesta por las repúblicas "democráticas" de América y de Francia y
por la "libre" Inglaterra, han prestado un servicio extremadamente
útil a la humanidad, al desenmascarar al mismo tiempo a los coolíes de la pluma
a sueldo del imperialismo y a los pequeños burgueses reaccionarios -- aunque se
llamen pacifistas y socialistas --, que celebraban el "wilsonismo" y
trataban de hacer ver que la paz y las reformas son posibles bajo el
imperialismo.
Decenas de millones de cadáveres
y de mutilados, víctimas de la guerra -- esa guerra que se hizo para resolver
la cuestión de si el grupo inglés o alemán de bandoleros financieros recibiría
una mayor parte del botín --, y encima, estos dos "tratados de paz"
hacen abrir, con una rapidez desconocida hasta ahora, los ojos de millones y
decenas de millones de hombres atemorizados, aplastados, embaucados y engañados
por la burguesía. Sobre la ruina mundial creada por la guerra, se agranda así
la crisis revolucionaria mundial, que, por largas y duras que sean las
peripecias que atraviese, no podrá terminar sino con la revolución proletaria y
su victoria.
pág. 7
El Manifiesto de Basilea de la II
Internacional, que, en 1912, caracterizó precisamente la guerra que estalló en
1914 y no la guerra en general (hay diferentes clases de guerra; hay también
guerras revolucionarias), ha quedado como un monumento que denuncia toda la
vergonzosa bancarrota, toda la traición de los héroes de la II Internacional.
Por eso, uno el texto de ese
Manifiesto como apéndice a esta edición, advirtiendo una y otra vez a los
lectores que los héroes de la II Internacional rehuyen con empeño todos los
pasajes del Manifiesto que hablan precisa, clara y directamente de la relación
entre esta guerra que se avecinaba y la revolución proletaria, con el mismo
empeño con que un ladrón evita el lugar donde cometió el robo.
IV
Hemos prestado en este libro una
atención especial a la crítica del "kautskismo", esa corriente
ideológica internacional representada en todos los países del mundo por los
"teóricos más eminentes", por los jefes de la II Internacional (Otto
Bauer y Cía. en Austria, Ramsay MacDonald y otros en Ingíaterra, Albert Thomas
en Francia, etc., etc.) y por un número infinito de socialistas, de reformistas,
de pacifistas, de demócratas burgueses y de clérigos.
Esa corriente ideológica, de una
parte, es el producto de la descomposición, de la putrefacción de la II
Internacional y, de otra parte, es el fruto inevitable de la ideología de los
pequeños burgueses, a quienes todo el ambiente los hace prisioneros de los
prejuicios burgueses y democráticos.
En Kautsky y las gentes de su
calaña, tales concepciones significan precisamente la abjuración completa de
los funda-
pág. 8
mentos revolucionarios del marxismo, defendidos
por Kautsky durante decenas de años, sobre todo, dicho sea de paso, en la lucha
contra el oportunismo socialista (de Bernstein, Millerand, Hyndman, Gompers,
etc.). Por eso, no es un hecho casual que los "kautskistas" de todo
el mundo se hayan unido hoy, práctica y políticamente, a los oportunistas más
extremos (a través de la II Internacional o Internacional amarilla) y a los
gobiernos burgueses (a través de los gobiernos de coalición burgueses con
participación socialista).
El movimiento proletario
revolucionario en general, que crece en todo el mundo, y el movimiento
comunista en particular, no puede dejar de analizar y desenmascarar los errores
teóricos del "kautskismo". Esto es tanto más necesario cuanto que el
pacifismo, y el "democratismo" en general -- que no sienten
pretensiones de marxismo, pero que, enteramente al igual que Kautsky y Cía.,
disimulan la profundidad de las contradicciones del imperialismo y la
ineluctabilidad de la crisis revolucionaria engendrada por éste -- son
corrientes que se hallan todavía extraordinariamente extendidas por todo el
mundo. La lucha contra tales tendencias es el deber del partido del
proletariado, que debe arrancar a la burguesía los pequeños propietarios que
ella engaña y los millones de trabajadores cuyas condiciones de vida son más o
menos pequeñoburguesas.
V
Es menester decir unas palabras a
propósito del capítulo VIII: "El parasitismo y la descomposición del
capitalismo". Como lo hacemos ya constar en este libro, Hilferding,
antiguo "marxista", actualmente compañero de armas de Kautsky y
pág. 9
uno de los principales representantes de la política
burguesa, reformista, en el seno del "Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania"[4], ha dado en
esta cuestión un paso atrás con respecto al inglés Hobson, pacifista y
reformista declarado. La escisión internacional de todo el movimiento
obrero aparece ahora de una manera plena (II y III Internacional). La lucha
armada y la guerra civil entre las dos tendencias es también un hecho evidente:
en Rusia, apoyo de Kolchak y de Denikin por los mencheviques y los
"socialistas-revolucionarios" contra los bolcheviques; en
Alemania, Scheidemann, Noske y Cía. con la burguesía contra los espartaquistas[5]; y lo mismo
en Finlandia, en Polonia, en Hungria, etc. ¿Dónde está la base económica de
este fenómeno histórico-mundial?
Se encuentra precisamente en el parasitismo y en la descomposición del
capitalismo, inherentes a su fase histórica superior, es decir, al
imperialismo. Como lo demostramos en este libro, el capitalismo ha destacado
ahora un puñado (menos de una décima parte de la población de la tierra,
menos de un quinto, calculando "por todo lo alto") de Estados
particularmente ricos y poderosos, que saquean a todo el mundo con el simple
"recorte del cupón". La exportación de capital da ingresos que se
elevan a ocho o diez mil millones de francos anuales, de acuerdo con los
precios de antes de la guerra y según las estadísticas burguesas de entonces.
Naturalmente, ahora eso representa mucho más.
Es evidente que una supetganancia tan gigantesca (ya que los
capitalistas se apropian de ella, además de la que exprimen a los obreros de su
"propio" país) permite corromper a los dirigentes obreros y a
la capa superior de la aristocracia obrera. Los capitalistas de los países
"avanzados" los
pág. 10
corrompen,
y lo hacen de mil maneras, directas e indirectas, abiertas y ocultas.
Esta capa de obreros aburguesados o de "aristocracia obrera",
completamente pequeños burgueses en cuanto a su manera de vivir, por la cuantía
de sus emolumentos y por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la
Segunda Internacional, y, hoy día, el principal apoyo social (no
militar) de la burguesía. Pues éstos son los verdaderos agentes de la
burguesía en el seno del movimiento obrero, los lugartenientes
obreros de la clase capitalista (labour lieutenants of the capitalist class),
los verdaderos portadores del reformismo y del chovinismo. En la guerra civil
entre el proletariado y la burguesía se ponen inevitablemente, en número no
despreciable, al lado de la burguesía, al lado de los "versalleses"
contra los "comuneros".
Sin haber comprendido las raíces económicas de ese fenómeno, sin haber
alcanzado a ver su importancia política y social, es imposible dar el menor
paso hacia la solución de las tareas prácticas del movimiento comunista y de la
revolución social que se avecina.
El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado.
Esto ha sido confirmado, en una escala mundial, desde 1917.
N. LENIN
6 de julio de 1920
pág. 11
Durante los últimos quince o veinte años, sobre todo después de la
guerra hispano-americana (1898) y de la anglo-boer (1899-1902), la literatura
económica, así como la política, del Viejo y del Nuevo Mundo, consagra una
atención creciente al concepto de "imperialismo" para caracterizar la
época que atravesamos. En 1902, apareció en Londres y Nueva York la obra del
economista inglés J. A. Hobson, "El imperialismo". El autor, que está
situado en el punto de vista del socialreformismo y del pacifismo burgueses --
punto de vista que coincide, en el fonda, con la posición actual del
ex-marxista C. Kautsky -- hace una descripción excelente y detallada de las
particularidades económicas y políticas fundamentales del imperialismo. En
1910, se publicó en Viena la obra del marxista austriaco Rudolf Hilferding,
"El capital financiero" (traducción rusa: Moscú 1912). A pesar del
error del autor en la cuestión de la teoría del dinero y de cierta tendencia a
conciliar el marxismo con el oportunismo, la obra mencionada constituye un
análisis tebrico extremadamente valioso de la "fase moderna de desarrollo
del capitalismo" (así está concebido el subtítulo de la obra de
Hilferding). En el fondo, lo que se ha dicho acerca del imperialismo durante
estos últimos años -- sobre todo en el número inmenso de artículos sobre este
tema publicados en
pág. 12
periódicos
y revistas, así como en las resoluciones tomadas, por ejemplo, en los Congresos
de Chemnitz y de Basilea, que se celebraron en otoño de 1912 -- salía apenas
del círculo de ideas expuestas o, para decirlo mejor, resumidas en los dos
trabajos mencionados. . .
En las páginas que siguen nos proponemos exponer someramente, en la
forma más popular posible, el lazo y la correlación entre las particularidades
económicas fundamentales del imperialismo. No nos detendremos, tanto
como lo merece, en el aspecto no económico de la cuestión. Las indicaciones
bibliográficas y otras notas que no a todos los lectores pueden interesar, las
damos al final del folleto.
I. LA CONCENTRACION
DE LA PRODUCCION
Y LOS MONOPOLIOS
El incremento enorme de la
industria y el proceso notablemente rápido de concentración de la producción en
empresas cada vez más grandes constituyen una de las particularidades más
características del capitalismo. Las estadísticas industriales modernas
suministran los datos más completos y exactos sobre este proceso.
En Alemania, por ejemplo, de cada
mil empresas industriales, en 1882, tres eran empresas grandes, es decir, que
contaban con más de 50 obreros; en 1895, seis, y en 1907, nueve. De cada cien
obreros les correspondían, respectivamente, 22, 30 y 37. Pero la concentración
de la producción es mucho más intensa que la de los obreros, pues el trabajo en
las grandes empresas es mucho más productivo, como lo indican los datos
relativos a las máquinas de vapor y a los motores eléctricos. Si tomamos lo que
en Alemania se llama
pág. 13
industria en el sentido amplio de esta palabra,
es decir, incluyendo el comercio, las vías de comunicación, etc., obtendremos el
cuadro siguiente: grandes empresas, 30.588 sobre un total de 3.265.623, es
decir, el 0,9% . En ellas están empleados 5,7 millones de obreros sobre un
total de 14,4 millones, es decir, el 39,4%; caballos de fuerza de vapor, 6,6
millones sobre 8,8, es decir, el 75,3%; de fuerza eléctrica 1,2 millones de
kilovatios sobre 1,5 millones, o sea el 77,2%.
¡Menos de una centésima parte de
las empresas tienen más de 3/4 de la cantidad total de la
fuerza de vapor y eléctrica! ¡A los 2,97 millones de pequeñas empresas (hasta 5
obreros asalariados) que constituyen el 91% de todas las empresas, corresponde
únicamente el 7% de la fuerza eléctrica y de vapor! Las decenas de miles de
grandes empresas lo son todo; los millones de pequeñas empresas no son nada.
En 1907, había en Alemania 586
establecimientos que contaban con mil obreros y más. A esos establecimientos
corres pondía casi la décima parte (1,38 millones) del número total de
obreros y casi el tercio (32%) del total de la fuerza eléctrica y de
vapor*. El capital monetario y los bancos, como veremos, hacen todavía más
aplastante este predominio de un puñado de grandes empresas, y decimos
aplastante en el sentido más literal de la palabra, es decir, que millones de
pequeños, medianos e incluso una parte de los grandes "patronos" se
hallan de hecho completamente sometidos a unos pocos centenares de financieros
millonarios.
En otro país avanzado del
capitalismo contemporáneo, en los Estados Unidos, el incremento de la
concentración de la producción es todavía más intenso. En este país, la
estadís-
* Cifras del "Annalen des deutschen Reichs", 1911, Zahn.
pág. 14
tica considera aparte a la industria en la
acepción estrecha de la palabra y agrupa los establecimientos de acuerdo con el
valor de la producción anual. En 1904, había 1.900 grandes empresas (sobre
216.180, es decir, el 0,9%), con una producción de 1 millón de dólares y más;
en ellas, el número de obreros era de 1,4 millones (sobre 5,5 millones, es
decir el 25,6%), y la producción, de 5.600 millones (sobre 14.800 millones, o
sea, el 38%). Cinco años después, en 1909, las cifras correspondientes eran las
siguientes: 3.060 estableci mientos (sobre 268.491, es decir, el 1,1%) con dos
millones de obreros (sobre 6,6 millones, es decir el 30,5%) y 9.000 millones de
producción anual (sobre 20.700 millones, o sea el 43,8%)[*]
¡Casi la mitad de la producción global de todas las empresas del país en
las manos de la centésima parte del número total de empresas! Y esas
tres mil empresas gigantescas abrazan 258 ramas industriales. De aquí se deduce
claramente que la concentración, al llegar a un grado determinado de su
desarrollo, por sí misma conduce, puede decirse, de lleno al monopolio, ya que
a unas cuantas decenas de em presas gigantescas les resulta fácil ponerse de
acuerdo entre sí, y, por otra parte, la competencia, que se hace cada vez más
difícil, y la tendencia al monopolio, nacen precisamente de las grandes
proporciones de las empresas. Esta transformación de la competencia en
monopolio constituye de por sí uno de los fenómenos más importantes -- por no
decir el más importante -- de la economía del capitalismo moderno, y es
necesario que nos detengamos a estudiarlo con mayor detaile Pero antes debemos
eliminar un equívoco posible.
* "Statistical Abstract of the
United States", 1912, pág. 202.
pág. 15
La estadística norteamericana dice:
3.000 empresas gigantescas en 250 ramas industriales. Al parecer, corresponden
12 grandes empresas a cada rama de la producción.
Pero no es así. No en cada rama
de la industria hay grandes empresas; por otra parte, una particularidad
extremadamente importante del capitalismo, que ha alcanzado su más alto grado
de desarrollo, es la llamada combinación, o sea la reunión, en una sola
empresa, de distintas ramas de la industria que representan en sí o bien fases
sucesivas de la elaboración de una materia prima (por ejemplo, la fundición del
mineral de hierro, la transformación del hierro en acero y, en ciertos casos,
la elaboración de tales o cuales productos de acero), o bien distintas ramas
que desempeñan unas con relación a otras un papel auxiliar (por ejemplo, la
utilización de los residuos o de los productos accesorios, producción de
artículos de embalaje, etc.).
"La
combinación -- dice Hilferding -- nivela las diferencias de coyuntura y
garantiza, por tanto, a la empresa combinada una norma de beneficio más
estable. En segundo lugar, la combinación determina la eliminación del
comercio. En tercer lugar, hace posible el perfeccionamiento técnico y, por
consiguiente, la obtención de ganancias suplementarias en comparación con las
empresas 'puras' (es decir, no combinadas). En cuarto lugar, consolida la
posición de la empresa combinada en comparación con la 'pura', la refuer~a en
la lucha de competencia durante las fuertes depresiones (estancamiento de los
negocios, crisis), cuando la disminución del precio de la materia prima va a la
zaga con respecto a la disminución de los precios de los artículos
manufacturados"*.
* Rudolf Hilferding, "Das
Finanzkapital", 2a ed., pág. 254.
pág. 16
El economista burgués alemán
Heymann, que ha consagrado una obra especial a las empresas "mixtas"
o combinadas en la industria siderúrgica alemana, dice: "Las empresas
puras perecen, aplastadas por el precio elevado de los materiales y el bajo
precio de los artículos manufacturados". Resulta lo siguiente:
"Por una
parte, han quedado grandes compañías hulleras, con una extracción de carbón que
se cifra en varios millones de toneladas, sólidamente organizadas en su
sindicato hullero; luego, estrechamente ligadas a ellas, las grandes
fundiciones de acero con su sindicato. Estas empresas gigantescas, con una
producción de acero de 400.000 toneladas por año, con una extracción inmensa de
mineral de hierro y de hulla, con la producción de artículos de acero, con
10.000 obreros alojados en los cuarteles de las colonias obreras, que cuentan a
veces con ferrocarriles y puertos propios, son los representantes típicos de la
industria siderúrgica alemana. Y la concentración continúa avanzando sin cesar.
Las empresas van ganando en importancia cada día; cada vez es mayor el número
de establecimientos de una o varias ramas de la industria que se agrupan en
empresas gigantescas, apoyadas y dirigidas por media docena de grandes bancos
berlineses. En lo que se refiere a la industria minera alemana, ha sido
demostrada con exactitud la doctrina de Carlos Marx sobre la concentración; es
verdad que esto se refiere a un país en el cual la industria se halla defendida
por derechos arancelarios proteccionistas y por las tarifas de transporte. La
industria minera de Alemania está madura para la expropiación"*.
* Hans Gideon Heymann, "Die
gemischten Welke im deutschen Grosseisengewerbe", Stuttgart, 1904, págs. 256 y
278.
pág. 17
Tal es la conclusión a que se
vio obligado a llegar un economista burgués, concienzudo, por excepción. Hay
que observar que considera a Alemania como un caso especial a consecuencia de
la protección de su industria por elevadas tarifas arancelarias. Pero esta
circunstancia no ha podido más que acelerar la concentración y la constitución
de asociaciones monopolistas patronales, cartels, sindicatos, etc. Es
extraordinariamente importante hacer notar que, en el país del librecambio, en
Inglaterra, la concentración conduce también al monopolio, aunque un
poco más tarde y acaso en otra forma. He aquí lo que escribe el profesor
Hermann Levy, en su estudio especial sobre los "Monopolios, cartels y
trusts", hecho a base de los datos del desarrollo económico de la Gran
Bretaña:
"En la
Gran Bretaña, precisamente las grandes proporciones de las empresas y su alto
nivel técnico son las que traen aparejada la tendencia al monopolio. Por una
parte, la concentración ha determinado el empleo de enormes sumas de capitaí en
las empresas; por eso, las nuevas empresas se hallan ante exigencias cada vez
más elevadas en lo que concierne a la cuantía del capital necesario, y esta
circunstancia dificulta su aparición. Pero por otra parte (y este punto lo
consideramos como el más importante), cada nueva empresa que quiere mantenerse
al nivel de las empresas gigantescas, creadas por la concentración, representa
un aumento tan enorme de la oferta de mercancías, que su venta lucrativa es
posible sólo a condición de un aumento extraordinario de la demanda, pues, en
caso contrario, esa abundancia de productos rebaja su precio a un nivel
desventajoso para la nueva fábrica y para las asocia ciones monopolistas".
En Inglaterra, las asociaciones mo-
pág. 18
nopolistas de patronos,
cartels y trusts, surgen en la mayor parte de los casos -- a diferencia de los
otros países, en los que los aranceles proteccionistas facilitan la
cartelización -- únicamente cuando el número de las principales empresas
competidoras se reduce a "un par de docenas" . . . "La
influencia de la concentración en el nacimiento de los monopolios en la gran
industria aparece en este caso con una claridad cristalina"[*].
Medio siglo atrás, cuando Marx escribió "El Capital", la libre
concurrencia era considerada por la mayor parte de los economistas como una
"ley natural". La ciencia oficial intentó aniquilar por la
conspiración del silencio la obra de Marx, el cual había demostrado, por medio
del análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre concurrencia
engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un
cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. Ahora el monopolio es un
hecho. Los economistas escriben montañas de libros en los cuales describen
manifestaciones aisladas del monopolio y siguen declarando a coro que "el
marxismo ha sido refutado". Pero los hechos son testarudos -- como dice un
refrán inglés -- y, de grado o por fuerza, hay que tenerlos en cuenta. Los hechos
demuestran que las diferencias entre los diversos países capitalistas, por
ejemplo, en lo que se refiere al proteccionismo o al librecambio, condicionan
únicamente diferencias no esenciales en la forma de los monopolios o en el
momento de su aparición, pero que el engendramiento del monopolio por la
concentración de la producción es una ley general y fundamental de la fase
actual de desarrollo del capitalismo.
* Hermann Levy, "Monopole,
Kartelle und Trusts". Jena, 1909, págs. 286, 290, 298.
pág. 19
Por lo que a Europa se refiere,
se puede fijar con bastante exactitud el momento en que se produjo la
sustitución definitiva del viejo capitalismo por el nuevo: fue
precisamente a principios del siglo XX. En uno de los trabajos de recopilación
más recientes sobre la historia de la "formación de los monopolios",
leemos:
"Se pueden
citar algunos ejemplos de monopolios capitalistas de la época anterior a 1860;
se pueden descubrir en ellos los gérmenes de las formas que son tan corrientes
en la actualidad; pero esto constituye indiscutibler~ente la época prehistórica
de los cartels. El verdadero comienzo de los monopolios contemporáneos lo
hallamos no antes de la década de 1860. El primer gran período de desarrollo
del monopolio empieza con la depresión internacional de la industria en la
década del 70, y se prolonga hasta principios de la última década del
siglo". "Si se examina la cuestión en lo que se refiere a Europa, la
libre concurrencia alcanza el punto culminante de desarrollo en los años 1860-1880.
Por aquel entonces, Inglaterra terminaba la edificación de su organización
capitalista de viejo estilo. En Alemania, dicha organización entablaba una
lucha decidida contra la industria artesana y doméstica, y empezaba a crear sus
formas de existencia".
"Empieza una transformación profunda con el crac de 1873, o
más exactamente, con la depresión que le siguió y que -- con una pausa apenas
perceptible, a principios de la década del 80, y con un auge
extraordinariamente vigoroso, pero breve, hacia 1889 -- llena veintidós años de
la historia económica europea". "Durante el corto período de auge de
1889-1890, fueron utilizados en gran escala los cartels para aprovechar la
coyuntura. Una política irreflexiva
pág. 20
elevaba los precios todavía
con mayor rapidez y aun en mayores proporciones de lo que hubiera sucedido sin
los cartels, y casi todos esos cartels perecieron sin gloria 'enterrados en la
fosa del crac'. Transcurrieron otros cinco años de malos negocios y precios
bajos, pero en la industria reinaba ya un estado de espíritu distinto del
anterior: la depresión no era considerada ya como una cosa natural, sino,
sencillamente, como una pausa ante una nueva coyuntura favorable".
"Y el movimiento de los cartels entró en su segunda época.
En vez de ser un fenómeno pasajero, los cartels se convierten en una de las
bases de toda la vida económica, conquistan una esfera industrial tras otra, y,
en primer lugar, la de la transformación de materias primas. Ya a principios de
la década del 90, los cartels consiguieron en la organización del sindicato del
cok, el que sirvió de modelo al sindicato hullero, una técnica tal de los
cartels, que, en esencia, no ha sido sobrepasada por el movimiento. El gran
auge de fines del siglo XIX y la crisis de 1900 a 1903 se desarrollan ya
enteramente por primera vez -- al menos en lo que se refiere a las industrias
minera y siderúrgica -- bajo el signo de los cartels. Y si entonces esto
parecía aún algo nuevo, ahora es una verdad evidente para todo el mundo que
grandes sectores de la vida económica son, por regla general, sustraídos a la
libre concurrencia"*.
* Th. Vogelstein, "Die
finanzielle Organisation der kapitalistischen Industrie und die
Monopolbildungen" en "Grundriss der Sozialökonomik" VI Abt.,
Tub., 1914. Véase asimismo la obra del mismo autor: "Organisationsformen
der Eisenindustrie und Textilindustrie in England und Amerika", t. I,
Leipzig, 1910.
pág. 21
Así,
pues, el balance principal de la historia de los monopolios es el siguiente:
1. 1860-1880, punto
culminante de desarrollo de la libre concurrencia. Los monopolios no
constituyen más que gérmenes apenas perceptibles.
2. Después de la crisis de
1873, largo período de desarrollo de los cartels, pero éstos constituyen
todavia una excepción, no son aún sólidos, aun representan un fenómeno
pasajero.
3. Auge de fines del siglo
XIX y crisis de 1900-1903; los cartels se convierten en una de las bases de
toda la vida económica. El capitalismo se ha transformado en imperialismo.
Los cartels se ponen de acuerdo
entre sí respecto a las condiciones de venta, a los plazos de pago, etc. Se
reparten los mercados de venta. Fijan la cantidad de productos a fabricar.
Establecen los precios. Distribuyen las ganancias entre las distintas empresas,
etc.
El número de cartels era en
Alemania aproximadamente de 250 en 1896, y de 385, en 1905, abarcando cerca de
12.000 establecimientos*. Pero todo el mundo reconoce que estas cifras son
inferiores a la realidad. De los datos de la esta dística de la industria
alemana de 1907 que hemos citado más arriba se deduce que hasta esos 12.000
grandes establecimientos concentran seguramente más de la mitad de toda la
fuerza motriz de vapor y eléctrica. En los Estados Unidos, el número de trusts
era, en 1900, de 185; en 1907, de 250.
* Dr. Riesser, "Die
Deutschen Grossbanken und ihre Konzentration im Zusammenhange mit der
Entwicklung der Gesamtwirtschaft in Deutschland", 4a ed.,
1912, pág. 149. -- R. Liefmann, "Kartelle und Trusts und die
Weiterbildung der volkswirtschaftlichen Organisation", 2a ed.,
1910, pág. 25
pág. 22
La estadística norteamericana divide todas las
empresas industriales en empresas pertenecientes a personas aisladas, a firmas
y a corporaciones. A las últimas pertenecían, en 1904, el 23,6%; en 1909, el
25,9%, es decir, más de la cuarta parte del total de las empresas. En dichos
establecimientos estaban ocupados, en 1904, el 70,6% de obreros; en 1909, el
75,6%, las tres cuartas partes del número total. La cuantía de la producción
era, respectivamente, de 10,9 y de 16,3 mil millones de dólares, o sea el 73,7%
y el 79% de la suma total.
En las manos de los cartels y
trusts se encuentran a menudo las siete o las ocho décimas partes de toda la
producción de una rama industrial determinada; el sindicato hullero del Rhin y
Westfalia, en el momento de su constitución, en 1893, concentraba el 86,7% de
toda la producción del carbón en aquella cuenca, y en 1910, el 95,4%*. El
monopolio constituido en esta forma proporciona beneficios gigantescos y
conduce a la creación de unidades técnicas de producción de proporciones
inmensas. El famoso trust del petróleo de Estados Unidos ("Standard Oil
Company") fue fundado en 1900.
"Su
capital era de 150 millones de dólares. Fueron emitidas acciones ordinarias por
valor de 100 millones de dólares y acciones privilegiadas por valor de 106
millones de dólares. Estas últimas percibieron los siguientes dividendos: en el
período 1900-1907: 48, 48, 45, 44, 36, 40, 40, 40% o sea, en total, 367
millones de dólares. Desde 1882 a 1907, obtuviéronse 889 millones de dólares de
beneficio neto de los que 606 millones fueron distribuidos en dividendos,
* Dr. Fritz Kestner, "Der
Organisationszwang. Eine Untersuchung über die Kampfe zwischen Kartellen und
Aussenseitern". Berlín, 1912, pág. 11.
pág. 23
y el resto pasó al capital de
reserva"[*]. "En todas las empresas
del trust del acero ("United States Steel Corporation") estaban
ocupados, en 1907, no menos de 210.180 obreros y empleados. La empresa más
importante de la industria minera alemana, la Sociedad Minera de Gelsenkirchen
("Gelsenkirchener Bergwerksgesellschaft") tenía, en 1908, 46.048 obreros
y empleados"[**].
Ya en 1902, el trust del acero
producía 9 millones de toneladas de acero[***]. Su producción constituía, en 1901, el 66,3% y,
en 1908, el 56,1 % de toda la producción de acero de los Estados Unidos[****]. Sus extracciones de mineral de hierro, el
43,9% y el 46,3%, respectivamente.
El informe de la comisión
gubernamental norteamericana sobre los trusts dice:
"La
superioridad de los trusts sobre sus competidores se basa en las grandes
proporciones de sus empresas y en su excelente instalación técnica. El trust
del tabaco, desde el momento mismo de su fundación, consagró todos sus
esfuerzos a sustituir en todas partes en vasta escala el trabajo manual por el
trabajo mecánico. Con este objeto, adquirió todas las patentes que tenían una
relación cualquiera con la elaboración del tabaco y empleó para esto sumas
enormes. Muchas patentes resultaban al principio inservibles y tuvieron que ser
modificadas por los ingenieros que se hallaban al servicio del trust. A fines
de 1906,
* R.
Liefmann, "Beteiligungs-und Finanzierungsgesellschaften. Eine Studie
über den modernen Kapitalismus und das Effektenwesen", Ia ed., Jena, 1909,
pág. 212.
** Ibíd., pág. 218.
*** Dr. S. Tschierschky, "Kartell und Trust",
Gött., 1903, pág. 13.
**** Th.
Vogelstein, "Organisationsformen", pág. 275.
pág. 24
fueron
constituidas dos sociedades filiales con el único objeto de adquirir patentes.
Con este mismo objeto, el trust creó fundiciones, fábricas de construcción de
maquinaria y talleres de reparación propios. Uno de dichos establecimientos, en
Brooklyn, da ocupación, por término medio, a 300 obreros; en él se experimentan
y se perfeccionan los inventos relacionados con la producción de cigarrillos,
cigarros pequeños, tabaco rapé, papel de estaño para el embalaje, cajas,
etc."*.
"Hay otros trusts que tienen también a su servicio a los
llamados developping engineers (ingenieros para el desarrollo de la
técnica), cuya misión consiste en inventar nuevos procedimientos de producción
y en comprobar los perfeccionamientos técnicos. El trust del acero abona a sus
ingenieros y obreros premios importantes por los inventos susceptibles de
elevar la técnica o reducir los gastos"**.
Del
mismo modo está organizado todo cuanto se refiere a los perfeccionamientos
técnicos en la gran industria alemana por ejemplo, en la industria química, la
cual se ha desarro llado en proporciones gigantescas durante estas últimas
décadas. El proceso de concentración de la producción creó ya en l908 en dicha
industria dos "grupos" principales, que, a su manera, evolucionaban
hacia el monopolio. Al principio, esos grupos constituían "alianzas
dobles" de dos pares de grandes fabricas con un capital de 20 a 21
millones de marcos cada una; de una parte, la antigua fábrica de Meister, en
*
Report of the Commissioner of Corporations on the Tobacco Industry, Washington,
1909, pág. 266. Citado del libro del Dr. Paul Tafel: "Die
nordamerikanischen Trusts und ihre Wirkungen auf den Fortschritt des
Technik" Stuttg., 1913, pág. 48.
** Ibid.,
pág. 49.
pág. 25
Höchst, y la de
Cassella, en Francfort del Main; de otra parte, la fábrica de anilina y sosa en
Ludwigshafen y la antigua fábrica de Bayer, en Elberfeld. Uno de los grupos en
1905 y el otro en 1908 se pusieron de acuerdo, cada uno por su cuenta, con otra
gran fábrica, a consecuencia de lo cual resultaron dos "alianzas
triples" con un capital de 40 a 50 millones de marcos cada una, y entre
las cuales se inició ya una "aproximación", se estipularon
"acuerdos" sobre los precios, etc.[*]
La competencia se convierte en
monopolio. De aquí resulta un gigantesco progreso de la socialización de la
producción. Se efectúa también, en particular, la socialización del proceso de
inventos y perfeccionamientos técnicos.
Esto no tiene ya nada que ver con
la antigua libre concurrencia de patronos dispersos, que no se conocían entre
sí y que producían para un mercado ignorado. La concentración ha llegado hasta
tal punto, que se puede hacer un cálculo aproximado de todas las fuentes de
materias primas (por ejemplo, yacimientos de minerales de hierro) en un país, y
aun, como veremos, en varios países, en todo el mundo. No sólo se realiza este
cálculo, sino que asociaciones monopolistas gigantescas se apoderan de dichas
fuentes. Se efectúa el cálculo aproximado del mercado, el que, según el acuerdo
estipulado, las asociaciones mencionadas se "reparten" entre sí. Se
monopoliza la mano de obra calificada, se toman los mejores ingenieros, y las
vías y los medios de comunicación -- las líneas férreas en América, las
compañías navieras en Europa y América -- van a parar a manos de los
* Riesser, obra cit.,
págs. 547 y siguientes de la tercera edición. Los periódicos dan cuenta (junio
de 1916) de la constitucion de un nuevo trust gigantesco, que agrupa a la
industria quimica de Alemania.
pág. 26
monopolios
citados. El capitalismo, en su fase imperialista conduce de lleno a la
socialización de la producción en sus más variados aspectos; arrastra, por
decirlo así, a pesar de su voluntad y conciencia, a los capitalistas a un
cierto nuevo régimen social, de transición entre la plena libertad de
concurrencia y la socialización completa.
La producción pasa a ser social, pero la apropiación continúa siendo privada.
Los medios sociales de producción siguen siendo propiedad privada de un número
reducido de individuos. El marco general de la libre concurrencia formalmente
reconocida persiste, y el yugo de un grupo poco numeroso de monopolistas sobre
el resto de la población se hace cien veces más duro, más sensible, más
insoportable.
El economista alemán Kestner ha consagrado una obra especial a la "lucha
entre los cartels y los outsiders", es decir, empresarios que no formaban
parte de los cartels. El autor ha titulado dicha obra: "La organización
forzosa", cuando hubiera debido hablar, naturalmente, para no embellecer
el capitalismo, de la subordinación forzosa a las asociaciones monopolistas. Es
instructivo echar una simple ojeada aunque no sea más que a la enumeración de
los medios a que acuden dichas asociaciones en la lucha moderna, novísima
civilizada por la "organización": 1) privación de las materias primas
(. . . "uno de los procedimientos más importantes para obligar a entrar en
el cartel"); 2) privación de mano de obra mediante "alianzas"
(esto es, mediante acuerdos entre los capitalistas y los sindicatos obreros
para que estos últimos acepten trabajo solamente en las empresas cartelizadas);
3) privación de medios de transporte; 4) privación de mercados; 5) acuerdo con
los compradores para sostener relaciones comerciales únicamente con los
cartels; 6) disminución siste-
pág. 27
mática de los
precios (con objeto de arruinar a los "outsiders", es decir, a las
empresas que no se someten a los monopolistas, se gastan millones para vender,
durante un tiempo determinado, a precios inferiores al coste: en la industria
de la bencina se ha dado el caso de bajar el precio de 40 a 22 marcos, es
decir, ¡casi a la mitad!); 7) privación de crédito; 8) declaración del boicot.
Nos hallamos en presencia, no ya de una lucha de competencia entre grandes y
pequeñas empresas, entre establecimientos técnicamente atrasados y
establecimientos de técnica avanzada. Nos hallamos ante la estrangulación, por
los monopolistas, de todos aquellos que no se someten al monopolio, a su yugo,
a su arbitrariedad. He aquí cómo se refleja este proceso en la conciencia de un
economista burgués.
"Aun en el terreno de la actividad económica pura -- escribe
Kestner --, se produce cierto desplazamiento de la actividad comercial, en el
sentido tradicional de la palabra, hacia una actividad organizadora especulativa.
Consigue los mayores éxitos, no el comerciante que, basándose en su experiencia
técnica y comercial, sabe determinar mejor las necesidades del comprador,
encontrar y, por decirlo así, "descubrir" la demanda que se halla en
estado latente, sino el genio [?!] especulador que por anticipado sabe tener en
cuenta o intuir el desenvolvimiento en el terreno de la organización, la
posibilidad de determinados lazos entre las diferentes empresas y los
bancos" . . .
Traducido al lenguaje común, esto significa: el desarrollo del capitalismo ha
llegado a un punto tal, que, aunque la producción de mercancías sigue
"reinando" como antes y
pág. 28
siendo
considerada como la base de toda la economía, en realidad se halla ya
quebrantada, y las ganancias principales van a parar a los "genios"
de las maquinaciones financieras. En la base de estas maquinaciones y de estos
chanchullos se halla la socialización de la producción; pero el inmenso
progreso logrado por la humanidad, que ha llegado a dicha socialización, beneficia
. . . a los especuladores. Más adelante veremos cómo, "basándose en
esto", la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria del imperialismo
capitalista sueña con volver atrás, a la concurrencia "libre",
"pacífica", "honrada".
"La elevación persistente de los precios, como resultado de la
constitución de los cartels -- dice Kestner --, hasta ahora se ha observado
sólo en lo que se refiere a los principales medios de producción, sobre todo a
la hulla, el hierro, la potasa, y, por el contrario, no se ha observado nunca
en lo que se refiere a los artículos manufacturados. Como consecuencia de ello,
el aumento de los beneficios se ha limitado igualmente a la industria de los
medios de producción. Hay que completar esta observación con la de que la
industria de transformación de las materias primas (y no de productos
semimanufacturados) no sólo obtiene, como resultado de la constitución de
cartels, ventajas en forma de las ganancias elevadas, en perjuicio de la
industria dedicada a la transformación ulterior de los productos
semimanufacturados, sino que ha pasado a mantener, con respecto a esta última
industria, relaciones de dominación, que no existían bajo la libre
concurrencia"*.
Las palabras subrayadas por nosotros muestran el fondo de la cuestión, que de
tan mala gana y sólo de vez en cuando
* Kestner, obra cit.,
pág. 254.
pág. 29
reconocen los
economistas burgueses y que se empeñan tanto en no ver y pasar por alto los
defensores actuales del oportunismo, con C. Kautsky al frente. Las relaciones
de dominación y de violencia -- violencia que va ligada a dicha dominación --:
he aquí lo típico en la "nueva fase del desarrollo del capitalismo",
he aquí lo que inevitablemente tenía que derivarse y se ha derivado de la
constitución de los monopolios económicos todopoderosos.
Citaremos otro ejemplo de los manejos de los cartels. Allí donde es posible
apoderarse de todas o de las más importantes fuentes de materias primas, la
aparición de cartels y la constitución de monopolios es sobremanera fácil. Pero
sería un error pensar que los monopolios no surgen también en otras ramas de la
producción en las cuales la conquista de todas las fuentes de materias primas
es imposible. En la industria del cemento, la materia prima existe en todas
partes. Sin embargo, también esta industria está extremadamente cartelizada en
Alemania. Las fábricas se han agrupado en sindicatos regionales: el de Alemania
del Sur, el renanowestfaliano, etc. Los precios establecidos son precios de
monopolio: ¡de 230 a 280 marcos por vagón, cuando el valor de coste es de 180
marcos! Las empresas dan dividendos del 12 al 16%; además, no hay que olvidar
que los "genios" de la especulación contemporánea saben canalizar
hacia sus bolsillos grandes sumas de ganancias, aparte de las que se reparten
en concepto de dividendo. Para eliminar la competencia en una industria tan
lucrativa, los monopolistas se valen incluso de artimañas diversas: hacen
circular rumores falsos sobre la mala situación de la industria; publican en
los periódicos anuncios anónimos: "¡Capitalistas! ¡No colo-
pág. 30
quéis vuestros
capitales en la industria del cemento!"; por ultimo, compran empresas
"outsiders" (es decir, que no forman parte de los sindicatos),
abonando 60, 80, 150 mil marcos al que "cede"[*]. El monopolio se abre camino en todas partes,
valiéndose de todos los medios, empezando por el pago de una
"modesta" indemnización al que cede y terminando por el "procedimiento"
americano del empleo de la dinamita contra el competidor.
La supresión de las crisis por los
cartels es una fábula de los economistas burgueses, los cuales lo que hacen es
embellecer el capitalismo a toda costa. Al revés, el monopolio que se crea en varias
ramas de la industria aumenta y agrava el caos propio de todo el sistema
de la producción capitalista en su conjunto. La desproporción entre el
desarrollo de la agricultura y el de la industria, desproporción que es
característica del capitalismo en general, se acentúa aún más. La situación
privilegiada en que se halla la industria más cartelizada, la llamada industria
pesada, particularmente el hierro y la hulla, determina en las demás
ramas de la industria "la falta mayor aún de coordinación
sistemática", como lo reconoce Jeidels, autor de uno de los mejores
trabajos sobre "las relaciones entre los grandes bancos alemanes y la
industria"**.
"Cuanto más
desarrollada está la economía nacional -- escribe Liefmann, defensor acérrimo del
capitalismo -- tanto más se entrega a empresas arriesgadas o, en el extranjero,
a empresas que exigen largo tiempo para su
* L.
Eschwege, "Zement", en "Die Bank", 1909, I, págs. 115 y
siguientes.
** Jeidels, "Das Verhältnis der deutschen Grossbanken
zur Industrie, mit besonderer Berücksichtigung der Eisenindustrie",
Leipzig, 1905, pág. 271.
pág. 31
desarrollo
o, finalmente, a las que sólo tienen una importancia local"[*].
El aumento del riesgo es
consecuencia, al fin y al cabo, del aumento gigantesco de capital, el cual, por
decirlo así, desborda el vaso y se vierte hacia el extranjero, etc. Y junto con
esto 106 progresos extremadamente rápidos de la técnica traen aparejados
consigo cada vez más elementos de desproporción entre las distintas partes de
la economía nacional, de caos, de crisis.
"Probablemente -- se ve obligado a reconocer el mismo Liefmann -- la
humanidad asistirá en un futuro próximo a nuevas y grandes revoluciones en el
terreno de la técnica, que harán sentir sus efectos también sobre la
organización de la economía nacional . . . [la electricidad, la navegación
aérea]. Habitualmente, y por regla general, en estos períodos de radicales
transformaciones económicas se desarrolla una fuerte especulación" . . .**
Y las crisis -- las crisis de toda
clase, sobre todo las crisis económicas, pero no sólo éstas -- aumentan a su
vez en proporciones enormes la tendencia a la concentración y al monopolio. He
aquí unas reflexiones extraordinariamente instructivas de Jeidels sobre la
significación de la crisis de 1900, la cual, como sabemos, desempeñó el papel
de punto crucial en la historia de los monopolios modernos:
"La crisis
de 1900 se produjo en un momento en que, al lado de gigantescas empresas en las
ramas principales
* Liefmann,
"Beíeiligungs- etc. Ges", pág. 434.
** Liefmann, obra cit., págs. 465-456.
pág. 32
de
la industria, existían todavía muchos establecimientos con una organización
anticuada, según el criterio actual, establecimientos 'puros' [esto es, no
combinados], que se habían elevado sobre las olas del auge industrial. La baja
de los precios, la disminución de la demanda, llevaron a esas empresas 'puras'
a una situación calamitosa que o no conocieron en modo alguno las gigantescas
empresas combinadas o que sólo conocieron durante un breve período. Como
consecuencia de esto, la crisis de 1900 determinó la concentración de la industria
en proporciones incomparablemente mayores que la crisis de 1873, la cual
efectuó también una determinada selección de las mejores empresas, pero, dado
el nivel técnico de entonces, esta selección no pudo crear un monopolio de las
empresas que habían conseguido salir victoriosas de la crisis. Precisamente de
un tal monopolio persistente, y, además, en un alto grado, gozan las empresas
gigantescas de la industria siderúrgica y eléctrica actuales, gracias a su
técnica complicadísima, a su extensa organización, a la potencia de su capital,
y, en menor grado, también las empresas de construcción de máquinas,
determinadas ramas de la industria metalúrgica, las vías de comunicación,
etc."*.
El monopolio es la última palabra de la "fase más reciente del desarrollo
del capitalismo". Pero nuestro concepto de la fuerza efectiva y de la
significación de los monopolios contemporáneos sería en extremo insuficiente,
incompleto, reducido, si no tomáramos en consideración el papel de los bancos.
* Jeidels, obra cit.,
pág. 108.
pág. 33
II. LOS BANCOS Y SU NUEVO PAPEL
La
operación fundamental y primordial de los bancos consiste en servir de
intermediarios para los pagos. En relación con ello, los bancos convierten el
capital monetario inactivo en activo, esto es, que rinde beneficio; reúnen toda
clase de ingresos metálicos y los ponen a disposición de la clase de los
capitalistas.
A
medida que van desarrollándose los bancos y que va acentuándose su
concentración en un número reducido de establecimientos, de modestos
intermediarios que eran antes, se convierten en monopolistas omnipotentes que
disponen de casi todo el capital monetario de todos los capitalistas y pequeños
patronos, así como de la mayor parte de los medios de producción y de las fuentes
de materias primas de uno o de varios países. Esta transformación de los
numerosos y modestos intermediarios en un puñado de monopolistas constituye uno
de los procesos fundamentales de la transformación del capitalismo en
imperialismo capitalista, y por esto debemos detenernos, en primer término, en
la concentración de los bancos.
En
el año económico de 1907 a 1908, los depósitos de todos los bancos anónimos de
Alemania que poseían un capital de más de un millón de marcos eran de 7.000
millones de marcos; en el año económico de 1912 a 1913, de 9.800 millones; un
aumento de un 40% en cinco años. Además, de esos 2.800 millones de aumento,
2.750 millones correspondían a 57 bancos con un capital de más de 10 millones
de marcos. La distribución de los depósitos entre los bancos grandes y pequeños
era la siguiente:*
* Alfred
Lansburgh, "Fünf Jahre d. Bankwesen", "Die Bank", 1913,
núm. 8, pág. 728.
pág.
34
PERCENTAGE
OF TOTAL DEPOSITS
Años |
En los
gran- |
En los 48 |
En 115 ban- |
En los
peque- |
1907/8
. . . . |
47 |
32,5 |
16,5 |
4 |
Los
pequeños bancos van siendo eliminados por los grandes, de los cuales nueve
concentran casi la mitad de todos los depósitos. Pero aquí no se tiene todavía
mucho en cuenta, por ejemplo, la transformación de una serie de pequeños bancos
en agencias efectivas de los grandes, etc., de lo cual trataremos más adelante.
A
fines de 1913, Schulze-Gaevernitz fijaba los depósitos de los nueve grandes
bancos berlineses en 5.100 millones de marcos sobre un total de cerca de 10.000
millones. Tomando en consideración no sólo los depósitos, sino todo el capital
bancario, ese mismo autor escribía:
"A fines de 1909, los nueve grandes bancos berlineses, junto con
los bancos adheridos a ellos, administraban 11.300 millones de marcos, esto
es, cerca del 83% de la suma del capital bancario alemán. El 'Banco Alemán'
("Deutsche Bank"), que administra, junto con los bancos adheridos
a él, cerca de 3.000 millones de marcos, representa, al lado de la
administración prusiana de las líneas férreas del Estado, Ia aglomeración de
capital más considerable, con la parti-
pág.
35
cularidad
de estar en alto grado descentralizada, del viejo mundo"[*].
Hemos subrayado la indicación
relativa a los bancos "adheridos", porque esto se refiere a una de
las particularidades características más importantes de la concentración
capitalista moderna. Los grandes establecimientos, particularmente los bancos,
no sólo absorben directamente a los pequeños, sino que los
"incorporan", los subordinan, los incluyen en "su" grupo,
en su consorcio (konzern) -- según el término técnico -- por medio de la
"participación" en su capital, de la compra o del cambio de acciones,
del sistema de crédito, etc., etc. El profesor Liefmann ha consagrado un
voluminoso "trabajo" de medio millar de páginas a la descripción de
las "sociedades contemporáneas de participación y financiación"**,
pero, por desgracia, agregando razonamientos "teóricos" de calidad
más que inferior a un material bruto, a menudo mal digerido. El resultado a que
conduce este sistema de "participación", desde el punto de vista de
la concentración, se halla indicado mejor que en ninguna otra parte en la obra
del "financiero" Riesser sobre los grandes bancos alemanes. Pero
antes de examinar sus datos daremos un ejemplo concreto del sistema de
"participación".
El "grupo" del
"Banco Alemán" es uno de los más importantes, por no decir el más
importante, de los grupos de grandes bancos. Para darse cuenta de los hilos
principales
* Schulze-Gaevernitz,
"Die deutsche Kreditbank", en "Grundriss der
Sozialökonomik", Tüb., 1915, págs. 12 y 137.
** R. Liefmann, "Beteiliguns- und
Finanzierungsgesellschaften. Eine Studie über den modernen Kapitalismus und das
Effektenwesen", 1a ed., Jena, 1909, pág. 212.
pág. 36
que atan entre
sí a los bancos del grupo mencionado, hay que distinguir la
"participación" de primero, segundo y tercer grado, o, lo que es lo
mismo, la dependencia (de los bancos más pequeños con respecto al "Banco
Alemán") de primero, segundo y tercer grado. Resulta lo siguiente[*]:
El "Banco Alemán" |
Dependencia de |
Dependencia de |
Dependencia de |
De un modo per- |
en 17 bancos |
de los cuales 9 |
de los cuales 4 |
Total .
. . . . |
en 30 bancos |
de los cuales 14 |
de los cuales 6 |
Entre los ocho bancos de
"dependencia de primer grado" sometidos al "Banco Alemán"
"de vez en cuando", figuran tres bancos extranjeros: uno austriaco
(la "Sociedad Bancaria", de Viena -- "Bankverein" --) y dos
rusos (el "Banco Comercial Siberiano" -- "Sibirski Torgovi
Bank" -- y el "Banco Ruso para el Comercio Exterior" --
"Russki Bank dliá vneshnei torgovli" --). En total forman parte del
grupo del "Banco Alemán", directa o indirectamente, parcial o
totalmente, 87 bancos, y el capital total, propio o ajeno, de que dispone el
grupo se calcula en dos o tres mil millones de marcos.
* A.
Lansburgh, "Das Beteiligungssystem im deutschen Bankwesen",
"Die Bank", 1910, I, pág. 500.
pág. 37
Es evidente que un banco que se halla al frente de un grupo tal y que se pone
de acuerdo con media docena de otros, casi tan importantes como él, para
operaciones financieras singularmente grandes y lucrativas, tales como, por
ejemplo, los empréstitos de Estado, ha superado ya el papel de
"intermediario" y se ha convertido en la alianza de un puñado de
monopolistas.
Los datos de Riesser que damos a continuación, en forma abreviada, muestran la
rapidez con que a fines del siglo XIX y principios del XX se ha efectuado la
concentración de los negocios bancarios en Alemania:
SEIS GRANDES BANCOS BERLINESES TENIAN
Años |
Sucursales |
Cajas de
de- |
Participación |
Total de |
|
|
|
|
|
Estos datos nos permiten ver cómo se extiende la espesa red de canales que
abrazan a todo el país, que centralizan todos los capitales e ingresos
monetarios, que convierten a los millares y millares de explotaciones dispersas
en una explotación capitalista única, nacional en un principio y mundial
después. La "descentralización" de que en el pasaje que hemos
reproducido más arriba, hablaba Schulze-Gaevernitz en nombre de la economía
política burguesa de nuestros días,
pág. 38
consiste, en
realidad, en la subordinación a un centro único de un número cada día mayor de
unidades económicas que antes eran relativamente "independientes", o,
más exactamente, que tenían un carácter estrictamente local. Se trata, pues, en
efecto, de la centralización, del reforzamiento del papel, de la importancia y
del poder de los gigantes monopolistas.
En los países capitalistas más viejos, dicha "red bancaria" es
todavía más espesa. En Inglaterra (comprendida Irlanda), en Iglo, el número de
sucursales de todos los bancos era de 7.151. Cuatro grandes bancos contaban con
más de 400 sucursales cada uno (de 447 a 689); otros cuatro, con más de 200, y
11 con más de 100 cada uno.
En Francia, los tres bancos más importantes: el "Crédit Lyonnais", el
"Comptoir National" y la "Société Générale" han
desarrollado sus operaciones y la red de sus sucursales del modo siguiente:*
Años |
Número
de sucursales |
Capitales
(en mi- |
|||
En pro- |
En
París |
Total |
Propios |
Ajenos |
|
|
|
|
|
|
|
* Eugen Kaufmann, "Das franzasische Bankwesen", Tüb.,
1911, págs. 356 y 362.
pág. 39
Para caracterizar las
"relaciones" de un gran banco moderno, Riesser suministra datos sobre
el número de cartas enviadas y recibidas por la "Sociedad de
Descuento" ("Disconto-Gesellschaft"), uno de los bancos más
importantes de Alemania y de todo el mundo (su capital ascendía, en 1914, a 300
millones de marcos):
Años |
Numero de cartas |
Numero de cartas |
|
|
|
En el gran banco parisién
"Crédit Lyonnais", el número de cuentas corrientes, que en 1875 era
de 28.535, pasó a 633.539, en 1912*.
Estas simples cifras muestran,
quizá con mayor evidencia que largos razonamientos, cómo la concentración del
capital y el aumento del giro de los bancos transforman radicalmente la
importancia de estos últimos. Los capitalistas dispersos vienen a formar un
capitalista colectivo. Al llevar una cuenta corriente para varios capitalistas,
el banco, al parecer, realiza una operación puramente técnica, únicamente
auxiliar. Pero cuando esta operación crece en proporciones gigantescas, resulta
que un puñado de monopolistas subordina las operaciones comerciales e
industriales de toda la sociedad capitalista, obteniendo la posibilidad -- por
medio de sus
* Jean Lescure, "L'épargne en France", París, 1914,
pág. 52.
pág. 40
relaciones bancarias, de las cuentas corrientes
y otras operaciones financieras --, primero, de enterarse con exactitud
del estado de los negocios de los distintos capitalistas, y, después, de controlarlos,
de ejercer influencia sobre ellos mediante la ampliación o la restricción del
crédito, facilitándolo o dificultándolo y, finalmente, de determinar
enteramente su destino, de determinar su rentabilidad, de privarles de
capital o de permitirles acrecentarlo rápidamente y en proporciones inmensas,
etc.
Acabamos de aludir al capital de
300 millones de marcos de la "Sociedad de Descuento" de Berlín. Este
aumento del capital de dicha sociedad fue uno de los episodios de la lucha por
la hegemonía entre los dos bancos berlineses más importantes: el "Banco
Alemán" y la "Sociedad de Descuento".
En 1870, el primero, todavía un
novato, no contaba más que con un capital de 15 millones, mientras que el del
segundo se elevaba a 30 millones. En 1908, el primero tenía un capital de 200
millones; el del segundo era de 170 millones. En 1914, el primero elevó su
capital a 250 millones; el segundo, mediante la fusión con otro banco
importantísimo, la "Alianza Bancaria de Schaffhausen", a 300
millones. Y, naturalmente, esta lucha por la hegemonía se desarrolla
paralelamente a los "acuerdos", cada ve~ más frecuentes y más
sólidos, entre los dos bancos. He aquí a qué conclusiones hace llegar este
desarrollo de los bancos a los especialistas en cuestiones bancarias, que
examinan los problemas económicos desde un punto de vista que no va más allá,
ni mucho menos, de los límites del reformismo burgués más moderado y puntual:
"Los demás
bancos seguirán el mismo camino -- decía la revista alemana 'Die Bank', con
motivo de la elevación
pág. 41
del capital de la 'Sociedad de
Descuento' a 300 millones --, y los trescientos individuos que en el momento
actual rigen los destinos económicos de Alemania se verán reducidos con el tiempo
a 50, 25 0 menos. No hay que esperar que el movimiento moderno de concentración
quede circunscrito a los bancos. Las estrechas relaciones entre diferentes
bancos conducen asimismo, de un modo natural, al acercamiento entre los
sindicatos de industriales que se hallan protegidos por estos bancos. . . Un
buen día nos despertaremos, y ante nuestros ojos asombrados no habrá más que
trusts, y nos hallaremos en la necesidad de reemplazar los monopolios privados
por los monopolios de Estado. Y, sin embargo, en realidad, nosotros no
tendremos nada que reprocharnos, a no ser el haber dejado que la marcha de las
cosas se desarrollara libremente, acelerada un poco por el uso de las
acciones"*.
He aquí un ejemplo de la
impotencia del periodismo burgués, del cual la ciencia burguesa se distingue
sólo por una menor franqueza y por la tendencia a velar la esencia de las
cosas, a ocultar el bosque tras los árboles. "Asombrarse" de las
consecuencias de la concentración, hacer "reproches" al gobierno de
la Alemania capitalista o a la "sociedad" capitalista
("nosotros"), temer la "aceleración" de la concentración
como consecuencia de la introducción de las acciones, del mismo modo que un
especialista alemán en cartels, Tschierschky, teme los trusts norteamericanos y
"prefiere" los cartels alemanes, porque, según él, no son tan
susceptibles "de acelerar de un modo tan excesivo como los trusts el
* A. Lansburgh, "Die Bank
mit den 300 Millionen", "Die Bank", 1914, I, pág. 426.
pág. 42
progreso técnico y económico"[*], ¿no es todo esto una prueba de impotencia?
Pero los hechos no dejan de ser
hechos. En Alemania no hay trusts, sino "solamente" cartels, pero dirigen
el país no más de 300 magnates del capital, y su número disminuye sin cesar.
Los bancos, en todo caso, en todos los países capitalistas, cualquiera que sea
la diferencia entre las legislaciones bancarias, intensifican y aceleran
enormemente el proceso de concentración del capital y de constitución de
monopolios.
"Los bancos crean en escala
social la forma, y nada más que la forma, de la contabilidad general y de la
distribución general de los medios de producción", escribía Marx, hace
medio siglo, en "El Capital" (trad. rusa, t. III, parte II, pág.
144). Los datos que hemos reproducido referentes al incremento del capital
bancario, al aumento del número de oficinas de cambio y sucursales de los
bancos más importantes, de sus cuentas corrientes, etc., nos muestran
concretamente esa "contabilidad general" de toda la clase de
los capitalistas y aun no sólo de los capitalistas, pues los bancos recogen,
aunque no sea más que temporalmente, toda clase de ingresos monetarios de los
pequeños propietarios, de los funcionarios, de la reducida capa superior de los
obreros, etc. La "distribución general de los medios de producción":
he aquí lo que brota, desde el punto de vista formal, de los bancos
modernos, de los que los más importantes en número de 3 a 6 en Francia, y de 6
a 8 en Alemania, disponen de miles y miles de millones. Pero, por su contenido,
esa distribución de los medios de producción no es "general", ni
mucho menos, sino privada, esto es, conforme a los intereses del gran capital,
y, en primer lugar, del capital monopolista más
* S. Tschierschky,
obra cit., pág. 128.
pág. 43
grande, el cual
obra en unas condiciones en las que la masa de la población vive
semihambrienta; condiciones en las que todo el desarrollo de la agricultura se
retrasa irremediablemente con respecto al de la industria, una parte de la
cual, la "industria pesada", percibe un tributo de todas las demás
ramas industriales.
En lo que se refiere a la socialización de la economía capitalista, empiezan a
competir con los bancos las cajas de ahorro y los establecimientos postales,
los cuales son más "descentralizados", es decir, atraen al círculo de
su influencia a un número mayor de localidades, a un número mayor de puntos
recónditos, a sectores más vastos de la población. He aquí los datos recogidos
por la comisión norteamericana encargada de investigar el desarrollo comparado
de los depósitos en los bancos y en las cajas de ahorro:[*]
DEPOSITOS (EN MILES DE
MILLIONES OF MARCOS)
|
Inglaterra |
Francia |
Alemania |
||||
En los |
En las |
En los |
En las |
En los |
En las |
En las |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* Datos de la "National
Monetary Commission" norteamericana, "Die Bank", 1910, I, pág.
1200.
pág. 44
Las cajas de ahorro, que pagan el 4 y el 4 1/4% a los depositarios, se ven obligadas a buscar la manera
de colocar de un modo "remunerativo" sus capitales, lanzarse a
operaciones sobre las letras de cambio, las hipotecas y otras. Las fronteras
existentes entre los bancos y las cajas de ahorro "van desapareciendo cada
vez más". Las Cámaras de Comercio de Bochum y de Erfurt, por ejemplo,
exigen que se "prohiba" a las cajas de ahorro realizar operaciones
"puramente" bancarias, tales como el descuento de letras; exigen la
limitación de la actividad "bancaria" de los establecimientos
postales* Los magnates bancarios temen verse alcanzados por el monopolio del
Estado cuando menos lo esperen. Pero, naturalmente, dicho temor no va más allá
de los límites de la competencia entre dos jefes de despacho de una misma
cancillería, porque de un lado, son de hecho, y al fin y al cabo, esos
mismos magnates del capital bancario los que disponen de los miles de millones
que constituyen el capital de las cajas de ahorro, y, de otro lado, el
monopolio del Estado en la sociedad capitalista no es más que un medio de
elevar y asegurar los ingresos de los millonarios que están a punto de quebrar
en tal o cual rama de la industria.
La sustitución del viejo capitalismo, en el cual reina la Iibre concurrencia,
por el nuevo capitaíismo, en el que domina el monopolio, se expresa, entre
otras cosas, por la disminución de la importancia de la Bolsa.
"Hace ya tiempo -- dice la revista 'Die Bank' -- que la Bolsa ha
dejado de ser el intermediario necesario de la circulación, como ío era antes,
cuando los bancos no podían
* Informe de la "National Monetary Commission", "Die
Bank", 1913, págs. 811 y 1022; 1914, pág. 713.
pág. 45
todavía colocar la mayor parte
de sus emisiones entre sus clientes"[*].
"<<Todo banco es una Bolsa>>. Este aforismo moderno es
tanto más justo cuanto más grande es el banco, cuanto mayores son los éxitos de
la concentración en los negocios bancarios"[**]. "Si antes, en los años del
70, la Bolsa, con sus excesos de juventud" [alusión "delicada"
al crac bolsista de 1873, a los escándalos de Gründer[6], etc.], "abrió la época de la industrialización
de Alemania, en el momento actual los bancos y la industria 'se las pueden
arreglar de un modo independiente'. La dominación de nuestros grandes bancos
sobre la Bolsa . . . no es otra cosa que la expresión de la organización
completa del Estado industrial alemán. Si se restringe de este modo el campo de
acción de las leyes económicas que funcionan automáticamente y se ensancha
extraordinariamente el de la regulación consciente a través de los bancos,
aumenta así en proporciones gigantescas la responsabilidad por la economía
nacional de unas cuantas cabezas dirigentes", dice el profesor alemán
Schulze-Gaevernitz***, apologista del imperialismo alemán, quien es considerado
como una autoridad por los imperialistas de todos los países y que se esfuerza
en disimular una "pequeñez", a saber, que esa "regulación
consciente" a través de los bancos se basa en el despojo del público por
un puñado de monopolistas "completamente organizados". La tarea del
profesor burgués consiste no en poner al des cubierto todo el mecanismo y en
desenmascarar todas las
*
"Die Bank", 1914, I, pág. 316.
** Dr. Oscar Stillich, "Geld- und Bankwesen",
Berlín, 1907, pág. 169.
*** Schulze-Gaevernitz, "Die deutsche Kreditbank, en
Grundriss der Soziaiokonomik", Tüb., 1915, pág. 101.
pág. 46
artimañas de
los monopolistas bancarios, sino en embellecerlos.
Del mismo modo, Riesser, economista y financiero más prestigioso todavía, sale
del paso por medio de frases que no dicen nada, con respecto a hechos que es
imposible negar:
"La Bolsa va perdiendo cada día más la cualidad, absolutamente
indispensable para toda la economía y para la circulación de los valores, no
sólo de ser el instrumento más fiel de evaluación, sino también el regulador
casi automático de los movimientos económicos que convergen hacia ella"[*].
En otros términos: el viejo
capitalismo, el capitalismo de la libre concurrencia, con su regulador absolutamente
indispensable, la Bolsa, pasa a la historia. En su lugar, ha aparecido el nuevo
capitalismo, que tiene los rasgos evidentes de un fenómeno transitorio, que
representa una especie de mescolanza de la libre concurrencia y del monopolio.
Surge de un modo natural la pregunta: ¿a qué tiende la
"transición" de este nuevo capitalismo? Pero los sabios burgueses
tienen miedo de hacerse esta pregunta.
"Treinta
años atrás, los empresarios que competían libremente entre sí realizaban las 9/10 de la
labor económica que no pertenece a la esfera del trabajo físico de los
"obreros". En la actualidad, son los funcionarios los que
realizan las 9/10 de esa labor económica
intelectual. Los bancos se hallan al frente de esta evolución"**.
* Riesser, obra cit.,
pág. 629 de la cuarta edición.
** Schulze-Gaevernitz, "Die deutsche Kreditbank"
en Grundriss der Sozialökonomik, Tüb., 1915, pág. 151.
pág. 47
Esta confesión de Schulze-Gaevernitz lleva una y otra vez a la cuestión de
saber a qué tiende esta transición del nuevo capitalismo, del capitalismo en su
fase imperialista.
Entre el reducido número de bancos que, como consecuencia del proceso de
concentración, se queda al frente de toda la economía capitalista, se observa y
se acentúa cada día más, como es natural, la tendencia a llegar a un acuerdo
monopolista, al trust de los bancos. En los Estados Unidos, no son
nueve, sino dos grandes bancos, de los multimillonarios Rockefeller y
Morgan, los que dominan sobre un capital de 11.000 millones de marcos*. En
Alemania, la absorción, a que hemos aludido antes, de la "Alianza Bancaria Schaffhausen" por la
"Sociedad de Descuento", provocó las siguientes reflexiones por parte
del periódico de los intereses bursátiles, la "Gaceta de Francfort"[7]:
"Con el
incremento de la concentración de los bancos, se restringe el círculo de
instituciones a las cuales uno se puede dirigir en demanda de crédito, como
consecuencia de lo cual aumenta la dependencia de la gran industria con
respecto a un reducido número de grupos bancarios. Como resultado de la
estrecha relación entre la industria y el mundo financiero, la libertad de
movimiento de las sociedades industriales que tienen necesidad del capital
bancario se ve restringida. Por eso, la gran industria asiste con cierta
perplejidad a la trustificación de los bancos (unificación o transformación en
trusts), cada día más intensa; en efecto, a menudo se ha podido observar el
germen de acuerdos determinados entre los consorcios de
* "Die Bank", 1912, I, pág.
435.
pág. 48
grandes bancos, acuerdos cuya
finalidad es limitar la competencia"[*].
Una y otra vez más se ve que la
última palabra en el desarrollo de los bancos es el monopolio.
En cuanto a la estrecha relación
existente entre los bancos y la industria, es precisamente en esta esfera donde
se manifiesta, acaso con más evidencia que en ninguna otra parte, el nuevo
papel de los bancos. Si el banco descuenta las letras de un empresario, le abre
una cuenta corriente, etc., esas operaciones, consideradas aisladamente, no
disminuyen en lo más mínimo la independencia de dicho empresario y el banco no
pasa de ser un modesto intermediario. Pero si estas operaciones son cada vez
más frecuentes e importantes, si el banco "reúne" en sus manos
inmensos capitales, si las cuentas corrientes de una empresa permiten al banco
-- y es así como sucede -- enterarse, de uun modo cada vez más detallado y
completo, de la situación económica de su cliente, el resultado es una
dependencia cada día más completa del capitalista industrial con respecto al
banco.
Paralelamente se desarrolla, por
decirlo así, la unión personal de los bancos con las más grandes empresas
industriales y comerciales, la fusión de los unos y de las otras por la
posesión de las acciones, la entrada de los directores de los bancos en los
consejos de vigilancia (o administración) de las empresas industriales y
comerciales, y viceversa. El economista alemán Jeidels ha reunido datos muy
detallados sobre esta forma de concentración de los capitales y de las
empresas. Seis grandes bancos berlineses estaban representados, por sus
directores, en 344 sociedades industriales, y por los miembros de sus
consejos de administración, en otras
* Citado por
Schulze-Gaevernitz en "Grdr. d. S.-Oek.", pág. 155.
pág. 49
407, o sea, en total, 751 sociedades. En 289
sociedades tenían a dos de sus miembros en los consejos de administración u
ocupaban en ellos la presidencia. Entre esas sociedades mercantiles e
industriales hallamos las ramas industriales más variadas: compañías de
seguros, vías de comunicación, restoranes, teatros, industria artística, etc.
Por otra parte, en los consejos de administración de esos seis bancos había (en
1910) 51 grandes industriales, entre ellos el director de la firma Krupp, el de
la gigantesca sociedad marítima "Hapag" (Hamburgo-América), etc.,
etc. Cada uno de los seis bancos, desde 1895 a 1910, participó en la emisión de
acciones y obligaciones para varios centenares de sociedades industriales, más
concretamente, de 281 a 419*.
"La unión personal" de los bancos y la industria se completa con
la "unión personal" de ambas con el gobierno. "Los puestos en
los consejos de administración -- escribe Jeidels -- son confiados
voluntariamente a personalidades de renombre, así como a antiguos funcionarios
del Estado, los cuales pueden proporcionar no pocas facilidades (!!) en las
relaciones con las autoridades. . . En el consejo de administración de un banco
importante hallamos generalmente a un miembro del parlamento o del ayuntamiento
de Berlín".
Los grandes monopolios capitalistas van surgiendo y desarrollándose, por decir
así, a toda máquina, siguiendo todos los caminos "naturales" y
"sobrenaturales". Se establece sistemáticamente una determinada
división del trabajo entre algunos centenares de reyes financieros de la sociedad
capitalista actual.
* Jeidels y Riesser,
obras cit.
pág. 50
"Paralelamente a esta extensión del campo de acción de algunos
grandes industriales [que entran en los consejos de administración de los
bancos, etc.] y al hecho de que se confíe a los directores de los bancos de
provincias únicamente la administración de una zona industrial determinada, se
produce cierto aumento de la especialización entre los dirigentes de los
grandes bancos. Tal especialización en general es concebible únicamente en el
caso de que la empresa bancaria, y particularmente sus relaciones industriales,
tengan grandes dimensiones. Esta división del trabajo se efectúa en dos
sentidos: de una parte, la relación con la industria en su conjunto se confía,
como ocupación especial, a uno de los directores; de otra parte, cada director
es encargado del control de empresas aisladas o de grupos de empresas afines
por su producción o por sus intereses [el capitalismo ha llegado ya a ejercer
el control organizado sobre las empresas aisladas]. . . La especialidad
de uno es la industria alemana, o simplemente la de la Alemania occidental [la
Alemania occidental es la parte más incdustrial del país]; la de otro, las
relaciones con los industriales y los gobiernos extranjeros, los informes sobre
los industriales, etc., sobre los negocios bursátiles, etc. Además de esto,
cada uno de los directores de banco, a menudo queda encargado de una localidad
o de una rama especial de industria; uno trabaja principalmente en los consejos
de administración de las sociedades eléctricas, otro en las fábricas químicas,
azucareras o de cerveza, el tercero en un cierto número de empresas aisladas y,
paralelamente, en el consejo de administración de sociedades de seguros. . . En
una palabra, es indudable que en los grandes bancos, a medida que aumentan las
proporciones y la variedad de sus operaciones, se establece una división
pág. 51
del
trabajo cada vez mayor entre los directores, con el fin (que consiguen) de
elevarlos un poco, por decirlo así, por encima de los negocios puramente
bancarios, de hacerlos más aptos para tener un juicio propio sobre los asuntos,
para orientarse mejor sobre las cuestiones generales de la industria y sobre
las cuestiones especiales de sus diversas ramas, de prepararlos para su
actividad en la esfera industrial de la influencia del banco. Este sistema de
los bancos se halla completado por la tendencia de los mismos a elegir para sus
consejos de administración a gente que conozca bien la industria, a
empresarios, a antiguos funcionarios, particularmente a los que hayan trabajado
en los departamentos de ferrocarriles, minas", etc.[*]
En los bancos franceses hallamos
instituciones similares, sólo que en una forma un poco diferenee. Por ejemplo,
uno de los tres grandes bancos franceses, el "Crédit Lyonnais", ha
organizado una sección especial dedicada a recoger informaciones financieras:
"Service des études financieres". En dicha sección trabajan
permanentemente so personas: ingenieros, estadísticos, economistas, abogados,
etc. Cuesta de 600 a 700 mil francos anuales. La sección se halla dividida a su
vez en ocho subsecciones: una recoge datos especiales sobre las empresas
industriales, otra estudia la estadística general, otra las sociedades
ferroviarias y navieras, otra los fondos, otra los balances financieros, etc.**
Resulta, de una parte, una fusión
cada día mayor, o según la acertada expresión de N. Bujarin, la ensambladura de
los capitales bancario e industrial, y de otra, la transformación
* Jeidels, obra cit.,
pág. 157.
** Artículo de Eugen Kaufmann sobre los bancos franceses, en
"Die Bank", 1909, II, págs. 851 y siguientes.
pág. 52
de los bancos
en instituciones de un "caracter" verdaderamente
"universal". Juzgamos necesario reproducir los términos exactos
relativos a esta cuestión empleados por Jeidels, el escritor que mejor la ha
estudiado:
"Como resultado del examen de las relaciones industriales en su
conjunto, obtenemos el carácter universal de los establecimientos
financieros que trabajan para la industria. En oposición a otras formas de los
bancos, en oposición a las exigencias, formuladas a veces en la literatura, de
que los bancos deben especializarse en una esfera determinada de negocios o en
una rama industrial determinada a fin de pisar terreno firme, los grandes
bancos tienden a hacer sus relaciones con los establecimientos industriales lo
más variadas posible, tanto desde el punto de vista del lugar como del género
de la producción; se esfuerzan en eliminar la distribución desigual del capital
entre las distintas regioncs o ramas de la industria, desigualdad que halla su
explicación en la historia de diversos establecimientos. . . Una tendencia
con6iste en convertir la relación con la industria en un fenómeno de orden
general; la otra, en trocarla en sólida e intensiva; ambas están realizadas en
seis grandes bancos no de un modo completo, pero ya en proporciones
considerables y en un grado igual".
En
los medios comerciales e industriales se oyen con frecuencia lamentaciones
contra el "terrorismo" de los bancos. Y no tiene nada de sorprendente
que surjan tales lamentaciones cuando los grandes bancos "mandan" tal
como lo demuestra el ejemplo siguiente: El 19 de noviembre de Igol, uno de los
bancos berlineses llamados bancos D (el nombre de los cuatro bancos más
importantes empieza por la letra D) se dirigió a la administración del
"Sindicato del cemento de
pág. 53
la Alemania del
Norte, del Oeste y del Centro", con la carta siguiente:
"Según la nota publicada por ustedes el 18 del mes actual en el
periódico tal, se ve que debemos admitir la posibilidad de que la asamblea
general de su sindicato, que debe celebrarse el 30 de este mes, adopte resoluciones
susceptibles de determinar en su empresa modificaciones que son inaceptables
para nosotros. Por esto, sintiéndolo profundamente, nos vemos obligados a
retirarles el crédito de que hasta ahora gozaban. . . Pero si dicha asamblea
general no toma resoluciones inaceptables para nosotros y se nos da garantías a
este respecto para lo futuro, estamos dispuestos a entablar negociaciones con
el fin de abrir un nuevo crédito"[*].
En esencia, se trata de las mismas
lamentaciones del pequeño capital con respecto al yugo del grande, ¡pero, en
este caso, ha pasado a la categoría de "pequeño" capital todo un
sindicato! La vieja lucha entre el pequeño y el gran capital se reproduce en un
nuevo e inconmensurablemente más elevado grado de desarrollo. Es evidente que,
disponiendo de miles de millones, las empresas de los grandes bancos pueden
también hacer avanzar el progreso técnico, valiéndose de medios
incomparablemente superiores a los anteriores. Los bancos crean, por ejemplo,
sociedades especiales de investigación técnica, de cuyos resultados se
aprovechan, naturalmente sólo las empresas industriales "amigas".
Entre ellas figuran la "Sociedad para el estudio del problema de los
ferrocarriles eléctricos", la "Oficina central de investigaciones
científico-técnicas", etc.
* Dr.
Osc. Stilllch, "Geld- und Bankwesen", Berlín, 1907, pág. 148.
pág. 54
Los dirigentes
mismos de los grandes bancos no pueden dejar de ver que están creándose nuevas
condiciones de la economía nacional, pero ellos son impotentes ante las mismas.
"El que haya observado durante los últimos años -- dice Jeidels --
el cambio de personas en los cargos de directores y miembros de los consejos de
administracion de los grandes bancos, no habrá podido dejar de darse cuenta de
que el poder pasa paulatinamente a manos de hombres que consideran que el fin
necesario y cada vez más vital de los grandes bancos consiste en intervenir
activamente en el desenvolvimiento general de la industria; y que entre estos
hombres y los viejos directores de los bancos, se producen con este motivo
divergencias en el terreno de los negocios y, a menudo, en el terreno personal.
Se trata, en el fondo de saber si no perjudica a los bancos, en su calidad de
instituciones de crédito, esa intervención de los mismos en el proceso
industrial de la producción, si no se sacrifican los principios firmes y el
beneficio seguro a una actividad que no tiene nada de común con el papel de intermediario
para la facilitación de créditos y que coloca a los bancos en un terreno en el
que se hallan todavía más expuestos que antes al dominio ciego de la coyuntura
industrial. Así hablan muchos de los viejos directores de bancos, mientras que
la mayoría de los jóvenes considera la intervención activa en los problemas de
la industria como una necesidad semejante a la que ha originado, junto con la
gran industria moderna, los grandes bancos y las empresas industriales
bancarias modernas. En lo único en que están de acuerdo las dos partes es en
que no existen principios firmes ni fines concretos para la nueva actividad de
los grandes bancos"*.
* Jeidels, obra cit.,
pág. 183-184.
pág. 55
El viejo capitalismo lla caducado. El nuevo constituye una etapa de transición
hacia algo distinto. Encontrar "principios firmes y fines concretos"
para la "conciliación" del monopolio con la libre concurrencia, es,
naturalmente, imposible. Las confesiones de los prácticos tienen un sentido bien
distinto de los himnos oficiales a las excelencias del capitalismo
"organizado", entonados por sus apologistas, tales como
Schulze-Gaevernitz, Liefmann y otros "teóricos".
Jeidels nos da una respuesta bastante exacta a la cuestión importante de saber
a qué período se refieren con precisión los comienzos de la "nueva
actividad" de los grandes bancos:
"Las relaciones entre las empresas industriales con su nuevo
contenido, sus nuevas formas, sus nuevos órganos, a saber: los grandes bancos
organizados de un modo a la vez centralizado y descentralizado, se forman, como
fenómeno característico de la economía nacional, hacia los años del go; en
cierto sentido, puede incluso ser considerado como punto de partida el año
1897, con sus grandes "fusiones" de empresas que introdujeron por vez
primera la nueva forma de organización descentralizada, por razones de la
política industrial de los bancos. Este punto de partida se puede tal vez
llevar incluso a un período más reciente, pues únicamente la crisis de 1900
aceleró en proporciones gigantescas el proceso de concentración tanto de la
industria como de la banca, consolidó dicho proceso, convirtió por primera vez
las relaciones con la industria en verdadero monopolio de los grandes bancos y
dio a dichas relaciones un carácter incomparablemente más estrecho y más
intenso"*.
* Jeidels, obra cit.,
pág. 181.
pág. 56
En resumen, el siglo XX señala el punto de viraje del viejo al nuevo
capitalismo, de la dominación del capital en general a la dominación del
capital financiero.
III. EL CAPITAL FINANCIERO Y LA
OLIGARQUIA FINANCIERA
"Una parte cada día mayor del capital industrial -- escribe
Hilferding -- no pertenece a los industriales que lo utilizan. Pueden disponer
del capital únicamente por mediación del banco, que representa, con respecto a
ellos, al propietario de dicho capital. Por otra parte, el banco también se ve
obligado a colocar en la industria una parte cada vez más grande de su capital.
Gracias a esto, se convierte, en proporciones crecientes, en capitalista
industrial. Este capital bancario, por consiguiente, capital en forma de
dinero, que por este procedimiento se trueca de he cho en capital industrial,
es lo que llamo capital financiero". "El capital financiero es el
capital que se halla a disposición de los bancos y que es utilizado por los
industriales"*.
Esta
definición no es completa, por cuanto no se indica en ella uno de los hechos
más importantes, a saber: el aumento de la concentración de la producción y del
capital en un grado tan elevado, que conduce y ha conducido al monopolio. Pero
en toda la exposición de Hilferding, en general, y en particular en los dos
capítulos que preceden a aquél del cual hemos entresacado esta definición, se
subraya el papel de los monopolios capitalistas.
Concentración
de la producción; monopolios que se derivan de la misma; fusión o ensambladura
de los bancos con la
* Hilferding, "El capital
Financiero", Moscú, 1912, págs. 338-339.
pág.
57
industria: he aquí
la historia de la aparición del capital financiero y el contenido de dicho
concepto.
Ahora pasaremos a describir cómo el poder de los monopolios capitalistas se
convierte indefectiblemente, en las condiciones generales de la producción de
mercancías y de la propiedad privada, en la dominación de la oligarquía
financiera. Señalemos que los representantes de la ciencia burguesa alemana --
y no sólo de la alemana --, tales como Riesser, Schulze-Gaevernitz, Liefmann y
otros, son todos unos apologistas del imperialismo y del capital financiero. No
ponen al descubierto, sino que disimulan y embellecen el "mecanismo"
de la formación de las oligarquías, sus procedimientos, la cuantía de sus
ingresos "lícitos e ilícitos", sus relaciones con los parlamentos,
etc., etc. Se quitan de encima las "cuestiones malditas" por medio de
frases altisonantes y oscuras, de invocaciones al "sentido de la
responsabilidad" de los directores de los bancos; por medio de elogios al
"sentimiento del deber" de los funcionarios prusianos; por medio del
análisis en serio de las minucias de proyectos de ley nada serios sobre el
"control" y la "reglamentación", por medio de infantiles
juegos teóricos, tales como la siguiente definición "científica" a
que ha llegado el profesor Liefmann: . . . "el comercio es una
actividad profesional encaminada a reunir bienes, conservarlosy ponerlos a
disposición" * (en cursiva y en gruesos caracteres en la obra del
profesor) . . . ¡Resulta que el comercio existía entre los hombres primitivos,
los cuales no conocían todavía el cambio, y que también existirá en la sociedad
socialista!
Pero
los monstruosos hechos relativos a la monstruosa dominación de la oligarquía
financiera son tan evidentes, que
* R. Liefmann, obra cit., pág. 476.
pág. 58
en todos los países capitalistas -- en América,
en Francia, en Alemania -- ha surgido una literatura que se coloca en el punto
de vista burgués y que, no obstante, traza un cuadro aproximadamente
exacto y hace una crítica -- pequeñoburguesa, naturalmente -- de la oligarquía
financiera.
Hay que consagrar una atención
preferente al "sistema de participación", del que ya hemos hablado
brevemente más arriba. He aquí cómo describe la esencia del asunto el
economista alemán Heymann, el cual ha sido uno de los primeros, si no el
primero, en prestarle atención:
"El director
controla la sociedad fundamental (textualmente, la 'sociedad madre'); ésta, a
su vez, ejerce el dominio sobre las sociedades que dependen de ella
('sociedades filiales'); estas últimas, sobre las 'sociedades nietas', etc. De
esta forma, es posible, sin poseer un capital demasiado grande, dominar sobre
ramas gigantescas de la producción. En efecto: si la posesión del 50% del
capital es siempre suficiente para controlar una sociedad anónima, al dirigente
le basta poseer sólo un millón para tener la posibilidad de controlar 8
millones de capital de las 'sociedades nietas'. Y si esta 'combinación' va
todavía más lejos, con un millón se pueden controlar dieciséis, treinta y dos
millones, etc."*
En efecto, la experiencia
demuestra que basta con poseer el 40% de las acciones para disponer de los
negocios de una sociedad anónima**, pues cierta parte de los pequeños
accionistas dispersos no tienen en la práctica ninguna posibilidad de tomar
parte en las asambleas generales, etc. La
* Hans Gídeon Heymann, "Die
gemischten Werke im deutschen Grosseisengewerbe", St., 1904, págs. 268-269.
** Liefmann, "Beteiligungsges, etc.", pág. 258
(primera edición).
pág. 59
"democratización" de la posesión de
las acciones, de la cual los sofistas burgueses y los pretendidos
socialdemócratas que son oportunistas esperan (o afirman que esperan) la
"democratización del capital", el acrecentamiento del papel y de la
importancia de la pequeña producción, etc., es en realidad uno de los modos de
reforzar el poder de la oligarquía financiera. Por eso, entre otras cosas, en
los países capitalistas más adelantados o más viejos y
"experimentados", la legislación autoriza la emisión de acciones más
pequeñas. En Alemania, la ley no permite acciones de menos de mil marcos, y los
magnates financieros de dicho país vuelven los ojos con envidia hacia
Inglaterra, donde la ley consiente acciones hasta de una libra esterlina (es
decir, de 20 marcos, o alrededor de 10 rublos). Siemens, uno de los "reyes
financieros" e industriales más poderosos de Alemania, declaraba el 7 de
junio de 1900, en el Reichstag, que "la acción de una libra esterlina es
la base del imperialismo británico"*. Este negociante tiene una concepción
considerablemente más profunda, más "marxista" de lo que es el
imperialismo, que cierto escritor poco honorable que se considera
como el fundador del marxismo ruso[8] y que supone que el imperialismo es un defecto
propio de uno de los pueblos. . .
Pero el "sistema de
participación" no sólo sirve para aumentar en proporciones gigantescas el
poderío de los monopolistas, sino que, además, permite llevar a cabo
impunemente toda clase de negocios oscuros y sucios y robar al público, pues
los dirigentes de las "sociedades madres", formalmente, según la ley,
no responden por la "sociedad filial", que es considerada como
"independiente" y a través de la cual se puede "hacer
pasar" todo. He aquí un ejemplo que entresa-
* Schulze-Gaevernitz,
"Grundriss der Sozialökonomik", vol. V., 2, pág.
110.
pág. 60
camos del número de mayo de 1914, de la revista
alemana 'Die Bank":
"La
'Sociedad anónima de acero para resortes', de Cassel, hace unos años, era
considerada como una de las empresas más lucrativas de Alemania. Como
consecuencia de la mala administración, los dividendos descendieron del 15% al
0%. Como se pudo comprobar después, la administración, sin informar a los
accionistas, había hecho un préstamo de seis millones de marcos a una de
sus 'sociedades filiales', 'Hassia', cuyo capital nominal era únicamente de
algunos centenares de miles de marcos. Ese préstamo, tres veces superior al
capital en acciones de la 'sociedad madre', no figuraba en los balances de
ésta; jurídicamente, tal silencio era completamente legal y podía continuar
durante dos años, pues con ello no se vulneraba ni un solo artículo de la
legislación comercial. El presidente del consejo de administración, que en calidad
de personalidad responsable firmó los balances falsos, era y sigue siendo
presidente de la Cámara de Comercio de Cassel. Los accionistas se enteraron de
este préstamo a la sociedad 'Hassia' sólo mucho tiempo después, cuando resultó
que dicho préstamo había sido un error. . . [el autor debiera haber colocado
esta palabra entre comillas] . . . y cuando las acciones del 'acero para
resortes', a consecuencia de que empezaron a deshacerse de ellas los enterados,
vieron bajar su precio aproximadamente en un 100%. . .
. . . Este ejemplo típico de equilibrismo en los balances,
el más común en las sociedades anónimas, nos explica por qué las
direcciones de éstas emprenden negocios arriesgados con mucha más facilidad que
los negociantes particulares. La técnica moderna de elaboración de los balances
pág. 61
no sólo les da posibilidad de
ocultar al accionista medio la operación arriesgada, sino que incluso permite a
los individuos principalmente interesados descargarse de la responsabilidad por
medio de la venta oportuna de las acciones en el caso de que fracase el
experimento, mientras que el negociante particular responde con su piel de todo
lo que hace . . .
Los balances de muchas sociedades anónimas se parecen a los
palimpsestos de la Edad Media, de los cuales era necesario borrar lo que
llevaban escrito para descubrir los signos escritos debajo y que daban el
contenido real del manuscrito. [El palimpsesto era un pergamino en el cual el
texto fundamental estaba cubierto por otro manuscrito.]
El medio más sencillo y, por esto, más comúnmente empleado para
hacer indescifrable un balance, consiste en dividir una empresa en varias
partes por medio de la creación de 'sociedades filiales' o de la incorporación
de establecimientos de este género. Las ventajas de este sistema, desde el
punto de vista de diversos fines -- legales e ilegales --, son tan evidentes,
que en la actualidad constituyen una excepción las grandes sociedades que no lo
adoptan"*.
Como ejemplo de sociedad
monopolista de gran importancia, que aplica en gran escala dicho sistema, el
autor cita la famosa "Sociedad General de Electricidad" (A.E.G., de
la cual volveremos a hablar más adelante). En 1912, se calculaba que esta
sociedad participaba en otras 175 a 200, dominándolas, claro
está, y reuniendo entre todas ellas un capital de cerca de 1.500 millones de
marcos **.
* L. Eschwege,
"Tochtergesellschaften", "Die Bank", 1914, t. I, pág. 545.
** Kurt Heinig, "Der Weg des Elektrotrusts",
"Neue Zeit", 1912, 30 año II, pág. 484.
pág. 62
Cualesquiera reglas de control, de
publicación de balances, de elaboración de esquemas precisos para los mismos,
de institución de control, etc., con lo que distraen la atención del público
los profesores y funcionarios bien intencionados, esto es, que tienen la buena
intención de defender y de embellecer el capitalismo, no pueden tener aquí
ninguna importancia, pues la propiedad privada es sagrada, a nadie se le puede
prohibir comprar, vender, permutar, hipotecar acciones, etc.
Se puede juzgar de las
proporciones que el "sistema de la participación" ha alcanzado en los
grandes bancos rusos por los datos comunicados por E. Agahd, quien durante
quince años fue funcionario del Banco Ruso-Chino y que en mayo de 1914 publicó
una obra con el título, no del todo exacto, "Los grandes bancos y el
mercado mundial"*. El autor divide los grandes bancos rusos en dos grupos
funda mentales: a) los que funcionan con el "sistema de participa
ción", y b) los "independientes", entendiendo, sin embargo, arbitrariamente
por "independencia" la independencia con respecto a los bancos extranjeros.
El autor divide el primer grupo en tres subgrupos: 1) participación alemana, 2)
inglesa y 3) francesa, entendiendo por ello la "participación" y el
dominio de los más grandes bancos extranjeros de la nacio nalidad
correspondiente. Los capitales de los bancos los divide en
"productivos" (los invertidos en el comercio y en la industria) y en
"especulativos" (los empleados en las operaciones bursátiles y
financieras), suponiendo, de acuerdo con el punto de vista pequeñoburgués
reformista que le es
* E. Agahd, "Grossbanken und
Weltmarkt. Die wirtschaftliche und politische Bedeutung der Grossbanken im
Weltmarkt unter Berucksichtigung ihres Einflusses auf Russlands Volkswirtschaft
und die deutsch-russischen Beziehungen", Berlín, 1914.
pág. 63
propio, que, bajo el capitalismo, es posible
separar la primera forma de inversión de la segunda y suprimir esta última.
Los datos del autor son los
siguientes:
ACTIVO DE LOS BANCOS EN
MILLIONES DE RUBLOS
(Según los balances de octubre-noviembre de 1913)
Grupos de bancos rusos |
Capitales colcados |
Total |
|
Produc- |
Especula- |
||
a 1) 4 bancos: Comercial
Siberiano, Ruso, |
|
|
1.272,8 |
(11 bancos) Total : .
. . . . . a) = b) 8 bancos: Comercial
de Moscú, Comercial |
1.364,8 |
1.689,4 |
3.054,2 |
(19 bancos) Total : .
. . . . . . . . |
1.869,0 |
2.080,5 |
3.949,5 |
pág. 64
De estos datos resulta que del
total aproximado de 4 mil millones de rublos que constituyen el capital
"activo" de los grandes bancos, más de los 3/4, más de 3 mil millones,
corresponden a bancos que, en el fondo, son "sociedades filiales" de
los bancos extranjeros, en primer lugar, de los parisienses (el famoso trío
bancario: "Unión Parisiense", "Banco de París y de los Países
Bajos", "Sociedad General") y de los berlineses (particularmente
el "Banco Alemán" y la "Sociedad de Descuento"). Dos de los
bancos rusos más importantes, el "Ruso" ("Banco Ruso de Comercio
Exterior") y el "Internacional" ("Banco Comercial
Internacional de San Peters burgo") vieron pasar sus capitales, en el
período comprendido entre 1906 y 1912, de 44 a 98 millones de rublos, y las
reservas, de 15 a 39 millones, "trabajando en los 3/4 con capitales
alemanes"; el primer banco pertenece al "consorcio" del
"Banco Alemán", de Berlín; el segundo, a la "Sociedad de
Descuento", de la misma capital. El bueno de Agahd se indigna
profundamente de que los bancos berlineses tengan en sus manos la mayoría de
las acciones y de que, a consecuencia de ello, los accionistas rusos sean
impotentes. Y, naturalmente, el país que exporta el capital se queda con la
nata: por ejemplo, el "Banco Alemán", de Berlín, introduciendo en
esta ciudad las acciones del Banco Comercial Siberiano, guardó durante un año
dichas acciones en cartera y después las vendió al curso de 193 por 100, es
decir, casi al doble, "obteniendo" de este modo un beneficio de cerca
de 6 millones de rublos, calificado por Hilferding de "beneficio de
constitución".
El autor estima en 8.235 millones
de rublos la "potencia" de los bancos petersburgueses más
importantes. La "participación" o, para decirlo mejor, el dominio de
los bancos extranjeros lo fija en las proporciones siguientes: bancos fran-
pág. 65
ceses, 55%; ingleses, 10%; alemanes, 35%. De
esta suma, de 8.235 millones de capital activo, 3.687 millones, esto es, más
del 40%, corresponden, según los cálculos del autor, a los
sindicatos: el "Produgol"[9], el "Prodamet"[10] y los sindicatos del petróleo, de la metalurgia
y del cemento. Por consiguiente, la fusión del capital bancario e industrial,
con motivo de la constitución de los monopolios capitalistas, ha dado también
en Rusia un gran paso adelante.
El capital financiero, concentrado
en un puño y que goza del monopolio efectivo, obtiene un beneficio enorme, que
se acrece sin cesar, de la constitución de sociedades, de la emisión de
valores, de los empréstitos del Estado, etc., consolidando la dominación de la
oligarquía financiera, imponiendo a toda la sociedad los tributos en provecho
de los monopolistas. He aquí uno de los innumerables ejemplos de los
"negocios" de los trusts americanos, citado por Hilferding: En 1887,
Havemeyer constituyó el trust del azúcar mediante la fusión de 15 pequeñas
compañías, cuyo capital total era de 6,5 millones de dólares. Pero el capital
del trust, "diluido", según expresión norteamericana, fue determinado
en 50 millones de dólares. La "sobrecapitalización" calculaba de
antemano los futuros beneficios monopolistas, del mismo modo que, también en
América, el trust del acero calcula los futuros beneficios monopolistas
acaparando un número cada vez más considerable de yacimientos de mineral de
hierro. Y, en efecto, el trust del azúcar fijó precios de monopolio y percibió
tales beneficios, que pudo pagar un dividendo del 10% al capital siete veces
"diluido", es decir, ¡casi el 70% del capital aportado
efectivamente al ser constituido el trust! En 1909, su capital era de 90
millones de dólares. En veintidós años, el capital fue más que decuplicado.
pág. 66
En Francia, la dominación de la
"oligarquía financiera" ("Contra la oligarquía financiera en
Francia" es el título del conocido libro de Lysis, cuya quinta edición
apareció en 1908) ha adoptado una forma sólo un poco modificada. Los cuatro
bancos más importantes gozan no del monopolio relativo, sino "del
monopolio absoluto" para la emisión de valores. De hecho, se trata de un
"trust de los grandes bancos". Y el monopolio garantiza beneficios
monopolistas de las emi siones. Al hacerse los empréstitos, el país que los
negocia percibe habitualmente no más del 90% del total; el 10% restante va a
parar a los bancos y demás intermediarios. El beneficio de los bancos en el
empréstito ruso-chino de 400 millones de francos fue del 8%; en el ruso (1904)
de 800 millones, del 10%; en el marroquí (1904) de 62,5 millones, del 18,75%.
El capitalismo, que inició su desarrollo con e pequeño capital usurario, llega
al final de este desarrollo con un capital usurario gigantesco. "Los
franceses son los usureros de Europa", dice Lysis. Todas las condiciones
de la vida económica sufren una modificación profunda a consecuencia de esta
transformación del capitalismo. Con el estancamiento de la población, de la
industria, del comercio y del transporte marítimo, "el país" puede
enriquecerse por medio de las operaciones usurarias. "Cincuenta
individuos, que representan un capital de 8 millones de francos, pueden
disponer de dos mil millones colocados en cuatro bancos". El sistema de la
"participación", que ya conocemos, conduce a las mismas
consecuencias: uno de los bancos más importantes, la "Sociedad
General" (Société Générale) emitió 64.000 obligaciones de la
"sociedad filial", "Refinerías de azúcar de Egipto". El
curso de la emisión era del 150%, es decir, que el banco se beneficiaba en
cincuenta céntimos por cada franco. Los dividendos de dicha sociedad resultaron
ficticios,
pág. 67
el "público" perdió de 90 a 100
millones de francos; "uno de los directores de la 'Sociedad General' era
miembro de la administración de las 'Refinerías'. No tiene nada de sorprendente
que el autor se vea obligado a llegar a la siguiente conclusión: "la
República francesa es una monarquía financiera"; "es el dominio
completo de la oligarquía financiera, que reina sobre la prensa y sobre el gobierno"[*].
Los beneficios excepcionalmente
elevados que proporciona la emisión de valores, como una de las operaciones
principales del capital financiero, desempeñan un papel muy importante en el
desarrollo y consolidación de la oligarquía financiera. "En el interior
del país no hay ningún 'negocio' que dé, ni aproximadamente, un beneficio tan
elevado como el servir de intermediario para la emisión de los empréstitos
extranjeros", dice la revista alemana "Die Bank"[**].
"No hay ninguna operación
bancaria que produzca beneficios tan elevados como las emisiones". En la
emisión de valores industriales, según los datos de "El Economista
Alemán", el beneficio anual fue, por término medio, el siguiente:
1895 . . . . .
38,6% |
1898 . . . . .
67,7% |
"En diez años, de 1891 a
1900, la emisión de valores industriales alemanes produjo un 'beneficio' de más
de mil millones "***.
* Lysis, "Contre
l'oligarchie financière en France", 5a edición, París, 1908,
págs 11, 12, 26, 39, 40, 48.
** "Die Bank", 1913, núm. 7, pág. 630.
*** Stillich, obra cit., pág. 143 y W. Sombart,
"Die deutsche Volkswirtschaft im. 19. Jahrhundert", 2a edición, 1909, pág. 526, Apéndice 8.
pág. 68
Si durante los períodos de auge industrial los beneficios del capital
financiero son inconmensurables, durante los períodos de decadencia se arruinan
las pequeñas empresas y las empresas inconsistentes, mientras que los grandes
bancos "participan" en la adquisición de las mismas a bajo precio o
en su "saneamiento" y "reorganización" lucrativos. Al
efectuarse el "saneamiento" de las empresas que trabajan con pérdida,
"el capital anónimo sufre una baja, esto es, los beneficios son
distribuidos sobre un capital menor y se calculan en lo sucesivo a base de ese
capital. O, si la rentabilidad ha quedado reducida a cero, se incorpora nuevo
capital, el cual, al unirse con el capital viejo, menos lucrativo produce ya un
beneficio suficiente. Conviene decir -- añade Hilferding -- que todos esos
saneamientos y reorganizaciones tienen una doble importancia para los bancos:
primero, como operación lucrativa, y segundo, como ocasión propicia para
colocar a esas sociedades necesitadas bajo su dependencia"*
He aquí un ejemplo: la sociedad anónima minera "Unión" de Dortmund,
fundada en 1872. Fue emitido un capital en acciones por cerca de 40 millones de
marcos, y, cuando el primer año se percibió un dividendo del 12%, el curso se
elevó hasta el 170%. El capital financiero se quedó con la nata, embolsándose
la pequeñez de unos 28 millones de marcos. Desempeñó el papel principal en la
fundación de dicha sociedad ese mismo gran banco alemán "Sociedad de
Descuento", que sin contratiempos alcanzó un capital de 300 millones.
Después, los dividendos de la "Unión" descendieron hasta cero. Los
accionistas tuvieron que consentir en hacer pasar el capital "a pérdidas y
ganancias", es decir, en perder una parte de su capital, a fin de no
perderlo todo.
* Hilferding, obra cit., pág. 172.
pág. 69
Como resultado de una serie de
"saneamientos", de los libros de la sociedad "Unión"
desaparecen, en el transcurso de treinta años, más de 73 millones de marcos.
"En la actualidad, los accionistas primitivos de esta sociedad tienen en
sus manos únicamente el 5% del valor nominal de sus acciones"[*], y a cada nuevo "saneamiento" los
bancos seguían "embolsándose ganancias".
Una de las operaciones
particularmente lucrativas del capital financiero es también la especulación
con terrenos en las afueras de las grandes ciudades que crecen rápidamente. El
monopolio de los bancos se funde en este caso con el monopolio de la renta del
suelo y con el monopolio de las vías de comunicación, pues el aumento de los
precios de los terrenos, la posibilidad de venderlos ventajosamente por partes,
etc., dependen principalmente de los buenos medios de comunicación con el
centro de la ciudad, y dichas vías de comunicación se hallan en marlos de
grandes cornpañías, ligadas, por el sistema de la participación y por la
distribu ción de los puestos directivos, con esos mismos bancos. Resulta de
todo ello lo que el escritor alemán L. Eschwege, colaborador de la revista
"Die Bank", que se ha especializado en el estudio de las operaciones
relacionadas con la venta e hipoteca de terrenos, etc., ha calificado de
"charca": la furiosa especulación con los terrenos de las afueras de
las ciudades, los cracs de las sociedades de construcciones, como, por ejemplo,
la firma berlinesa "Boswau y Knauer", que había embolsado hasta 100
millones de marcos por mediación del banco "más importante y
respetable", el "Banco Alemán", el cual, naturalmente, obraba
según el sistema de la "participación", esto es, en secreto, en la
sombra, y salió
* Stillich,
obra cit., pág. 138; Liefmann, pág. 51.
pág. 70
del paso no
perdiendo "más" que 12 millones de marcos; después, la ruina de los
pequeños patronos y de los obreros que no consiguen percibir ni un céntimo de
las sociedades de construcción ficticias; los trapicheos fraudulentos con la
"honrada" policía berlinesa y la administración para tener en sus
manos el servicio de información sobre los terrenos y las autorizaciones del municipio
para construir, etc.[*]
Los "hábitos
norteamericanos" de los que tan hipócritamente se lamentan los profesores
europeos y los burgueses bien intencionados, en la época del capital financiero
se han convertido en hábitos de toda ciudad importante de cualquier país.
En Berlín, a principios de 1914,
se hablaba de la fundación de un "trust del transporte", esto es, una
"comunidad de intereses" de las tres empresas berlinesas de
transporte: los ferrocarriles eléctticos urbanos, la sociedad de tranvías y la
de autobuses.
"Que este
propósito existe -- decía la revista 'Die Bank' -- lo sabíamos desde que fue
del dominio público que la mayoría de las acciones de la sociedad de ómnibus
había sido adquirida por las otras dos sociedades del transporte. . . Se puede
dar entero crédito a quienes persiguen dicho propósito, cuando afirman que,
mediante la regulación uniforme de los transportes, tienen la esperanza de
obtener economías de una parte de las cuales, en resumidas cuentas, se
beneficiaría el público. Pero la cuestión se complica a consecuencia de que,
detrás de ese trust del transporte en formación, están los bancos, que, si
quieren,
*
"Die Bank", 1913, pág. 952, L. Eschwege, "Der
Sumpf"; ibíd. 1912, I, págs. 223 y siguientes.
pág. 71
pueden
subordinar los medios de comunicación monopolizados por ellos a los intereses
de su tráfico de terrenos. Para convencerse de lo justificado de esta
suposición basta recordar que, ya al ser fundada la sociedad del ferrocarril
eléctrico urbano, se hallaban mezclados en ella los intereses del gran banco
que patrocinó la constitución de dicha sociedad. Esto es: los intereses de la
mencionada empresa de transporte estaban íntimamente relacionados con los del
comercio de terrenos. La cuestión es que la línea oriental de dicho ferrocarril
debía pasar por los terrenos que más tarde ese banco, cuando la construcción
del ferrocarril estaba ya asegurada, vendió con un enorme beneficio para sí y
para algunas personas que intervinieron en la venta". . .[*]
El monopolio, una vez que está
constituido y maneja miles de millones, penetra de un modo absolutamente
inevitable en todos los aspectos de la vida social, independientemente
del régimen político y de otras "particularidades". En la literatura económica alemana son habituales los autobombos serviles a la
honradez de los funcionarios prusianos y las alusiones al "Panamá"
francés[11] o a la venalidad política norteamericana. Pero
el hecho es que aun la literatura burguesa consagrada a los asuntos bancarios
de Alemania, se ve constantemente obligada a salirse de los límites de las
operaciones puramente bancarias y a escribir, por ejemplo, sobre la
"tendencia a entrar en los bancos", a propósito de los casos, cada
día más frecuentes, de funcionarios que pasan al servicio de los bancos.
"¿Qué se puede decir de la incorruptibilidad del funcionario de Estado
cuya secreta aspiración
*
"Verkehrstrust", "Die Bank", 1914, I, pág. 89.
pág. 88
nuevo
reparto si se modifica la
relación de fuerzas, a consecuencia de la desigualdad del desarrollo, de las
guerras, de los cracs, etc.
La industria del petróleo nos ofrece un ejemplo instructivo de intento de un
nuevo reparto de este género, de la lucha por el mismo.
"El mercado petrolero del mundo -- escribía Jeidels, en 1905 -- aun
actualmente se halla repartido entre dos grandes grupos financieros: el trust
norteamericano 'Standard Oil C.', de Rockefeller, y los dueños del
petróleo ruso de Bakú Rothschild y Nobel. Estos dos grupos están íntimamente
ligados entre sí, pero su situación de monopolio se halla amenazada, hace ya
algunos años, por cinco enemigos:[*] 1) el agotamiento de los yacimientos
norteamericanos de petróleo; 2) la competencia de la firma Mantaschev en Bakú;
3) los yacimientos de Austria; 4) los de Rumania; 5) los yacimientos de
petróleo transoceánicos, particularmente en las colonias holandesas (las riquísimas
firmas Samuel y Shell, enlazadas también con el capital inglés). Las tres
últimas series de empresas están relacionadas con los grandes bancos alemanes,
con el más importante de ellos, el "Banco Alemán", al frente. Estos
bancos han desarrollado de un modo sistemático e independiente la industria
petrolífera, por ejemplo, en Rumania, a fin de tener "su" punto de
apoyo. En 1907, se calculaba que, en la industria petrolífera rumana, había
capitales extranjeros por valor de 185 millones de francos, de los cuales 74
millones eran alemanes**.
Empezó lo que en la literatura
económica ha sido calificado de lucha por el "reparto del mundo". Por
una parte, el
* Jeidels,
pág. 193.
** Diouritch, pág, 245.
pág. 89
"Standard
Oil", de Rockefeller, deseando apoderarse de todo, fundó una
"sociedad filial" en la misma Holanda, adquiriendo los yacimientos de
la India holandesa y aspirando de este modo a asestar el golpe a su enemigo
principal: el trust holandés-británico "Shell". Por otra parte, el
"Banco Alemán" y otros bancos berlineses dirigían todos sus esfuerzos
a "salvaguardar" "para sí" Rumania y a unirla a Rusia
contra Rockefeller Este último poseía un capital incomparablemente más
cuantioso y una magnífica organización del transporte y del abastecimiento de
petróleo a los consumidores. La lucha debía terminar y terminó en 1907, con la
derrota completa del "Banco Alemán", al cual le quedaban dos caminos:
o liquidar con millones de pérdida sus "intereses petrolíferos" o
someterse. Escogió el segundo y pactó un acuerdo muy poco ventajoso para él,
con el "Standard Oil". En dicho acuerdo, se comprometía "a no
hacer nada en perjuicio de los intereses norteamericanos", estipulándose,
sin embargo, que el acuerdo perdería su vigor en el caso de que en Alemania
llegara a aprobarse una ley estableciendo el monopolio del Estado sobre el
petróleo.
Entonces empieza la "comedia del petróleo". Uno de los reyes
financieros de Alemania, von Gwinner, director del "Banco Alemán",
por mediación de su secretario privado, Stauss, organiza una campaña de
agitación en favor del monopolio del petróleo Se pone en juego todo el
gigantesco aparato del más importante banco berlinés, todas las vastas
"relaciones" de que dispone, la prensa se llena de gritos
"patrióticos" contra el "yugo" del trust norteamericano, y
el Reichstag, casi por unanimidad, adopta, el 15 de marzo de 1911, una
resolución invitando al gobierno a elaborar un proyecto de monopolio del
petróleo. El gobierno acogió esta idea "popular", y el "Banco
Alemán", que quería
pág. 90
engañar a su
"partenaire" norteamericano y arreglar sus negocios por mediación del
monopolio de Estado, parecía haber ganado la partida. Los reyes alemanes del
petróleo se frotaban ya las manos de gusto pensando en sus beneficios gigantescos,
que no serían inferiores a los de los azucareros rusos. . . Pero, en primer
lugar, los grandes bancos alemanes se malquistaron entre sí a causa del reparto
del botín, y la "Sociedad de Descuento" puso al descubierto las miras
interesadas del "Banco Alemán"; en segundo lugar, el gobierno se
asustó ante la idea de una lucha con Rockefeller, pues era muy dudoso que
Alemania pudiera procurarse petróleo sin contar con él (la productividad de
Rumania no es muy considerable); en tercer lugar, casi al mismo tiempo, en
1913, se votaba un crédito de mil millones para los preparativos de guerra de
Alemania. El proyecto de monopolio fue aplazado. Por el momento el
"Standard Oil" de Rockefeller salió victorioso de la lucha.
La revista berlinesa "Die Bank" escribía a este propósito que
Alemania no podría luchar con el "Standard Oil" más que introduciendo
el monopolio de la electricidad y convirtiendo la fuerza hidráulica en
electricidad barata.
Pero -- añadía -- "el monopolio de la electricidad vendrá cuando
constituya una necesidad de los productores, precisamente cuando nos hallemos
en vísperas del gran crac de turno en la industria eléctrica, y cuando las
gigantescas centrales eléctricas caras que se están construyendo actualmente en
todas partes por los 'consorcios' privados de la industria eléctrica y para las
cuales dichos 'consorcios' obtienen ya ahora algunos monopolios de los
municipios, del Estado, etc., no puedan ya trabajar con beneficio. Entonces
será necesario poner en marcha las fuerzas hidráulicas; pero no será posible
convertirlas en electricidad barata por cuenta
pág. 91
del Estado,
síno que se hará preciso entregarlas también a un 'monopolio privado controlado
por el Estado', pues la industria privada ha concertado ya una serie de transacciones
y estipulado grandes indemnizaciones. . . Así ocurrió con el monopolio de la
potasa, así sucede con el monopolio del petróleo, así será con el monopolio de
la electricidad. Es hora ya de que nuestros socialistas de Estado, que se dejan
deslumbrar por principios brillantes, comprendan, por fin, que en Alemania los
monopolios no han perseguido nunca como fin, ni han dado como resultado,
proporcionar beneficios a los consumidores o, por lo menos, poner a disposición
del Estado una parte de los beneficios patronales, sino que han servido para
sanear a costa del Estado la industria privada, que ha llegado casi al borde de
la bancarrota"[*].
Estas son las confesiones
preciosas que se ven obligados a hacer los economistas burgueses de Alemania.
Aquí vemos patentemente cómo, en la época del capital financiero, los
monopolios de Estado y los privados se entretejen formando un todo y cómo,
tanto los unos como los otros, no son, en realidad, más que distintos eslabones
de la lucha imperialista entre los más grandes monopolistas por el reparto del
mundo.
En la navegación comercial, el
proceso gigantesco de concentración ha conducido asimismo al reparto del mundo.
En Alemania, se han destacado dos grandes sociedades:
"Hamburg-Amerika-Linie" y el "Lloyd de la Alemania del
Norte", ambas con un capital de 200 millones de marcos (acciones y
obligaciones) cada una y poseyendo buques por un valor de 185 a 189 millones de
marcos. Por otra parte, en Norteamérica, el 1 de enero de 1903, se fundó el
llamado
*
"Die Bank", 1912, I, pág, 1036; 1912, II, pág. 629; 1913, I, pág.
388.
pág. 92
trust Morgan,
"Compañía internacional de comercio maritimo", que une a las
compañías navieras norteamericanas e inglesas, en número de nueve, y que
dispone de un capital de 120 millones de dólares (480 millones de marcos). Ya
en 1903, entre los colosos alemanes y ese trust angloamericano se concertó un
tratado sobre el reparto del mundo en relación con el reparto de los
beneficios. Las sociedades alemanas renunciaron a la competencia en los
transportes entre Inglaterra y Norteamérica. Se fijó de un modo preciso los
puertos "reservados" a cada uno, se creó un comité de control común,
etc. El tratado fue concertado para veinte años, con la prudente reserva de que
perdería su vigor en caso de guerra[*].
Es también extraordinariamente
instructiva la historia de la constitución del cartel internacional del rail.
Por primera vez, las fábricas de railes inglesas, belgas y alemanas inten taron
ya en 1884, constituir dicho cartel en un período de decadencia intensa de los
negocios industriales. Se pusieron de acuerdo para que los países firmantes del
tratado no com pitieran en sus mercados interiores, y los mercados exteriores
se distribuyeran con arreglo a la proporción siguiente: Inglaterra, el 66%;
Alemania, el 27%; Bélgica, el 7%. La India quedó enteramente a merced de
Inglaterra. Se hizo una guerra común contra una firma inglesa que se había
quedado al margen del acuerdo. Los gastos de dicha guerra fueron cubiertos con
un tanto por ciento de las ventas generales. Pero en 1886, cuando salieron del
cartel dos firmas inglesas, éste se desmoronó. Es un hecho característico el de
que no fue posible conseguir el acuerdo durante los años de prosperidad
industrial que siguieron.
* Riesser, obra cit.,
pág. 125.
pág. 93
A
principios de 1904, fue fundado el sindicato del acero de Alemania. En
noviembre del mismo año reanudó su existencia el cartel internacional del rail,
con la proporción siguiente: Inglaterra, el 53,5%; Alemania, el 28,83%;
Bélgica, el 17,67%. Más tarde se adhirió Francia con el 4,8%, 5,8% y 6,4%, en
el primero, segundo y tercer año, respectivamente, sobre el 100% es decir, con
el 104,8% en total, y así sucesivamente. En 1905, se adhirió el "Trust del
acero" de los Estados Unidos ("Corporación del acero"); después,
Austria y España.
"En el momento actual -- decía Vogelstein en 1910 -- el reparto del
mundo está terminado, y los grandes consumidores, en primer lugar los
ferrocarriles del Estado, pueden vivir -- puesto que el mundo está ya
repartido, sin tener en cuenta sus intereses --, como el poeta, en los cielos
de Júpiter"[*].
Recordemos también el sindicato
internacional del zinc, fundado en 1909, que distribuyó exactamente el volumen
de la producción entre tres grupos de fábricas: alemanas, belgas, francesas,
españolas, inglesas; después el trust internacional de la pólvora, esa
"estrecha asociación, completamente moderna -- según las palabras de
Liefmann --, entre todas las fábricas alemanas de explosivos, que más tarde,
juntas con las fábricas de dinamita francesas y norteamericanas, organi zadas
de un modo análogo, se han repartido, por decirlo así, todo el mundo"**.
Según Liefmann, en 1897 había
cerca de 40 cartels inter nacionales con la participación de Alemania, y en
1910, ya había cerca de un centenar.
* Vogelstein,
"Organisationsformen", pág. 100.
** Liefmann, "Kartelle und Trusts", 2a ed., pág. 161.
pág. 94
Algunos escritores burgueses (a los cuales se ha unido ahora C. Kautsky, que ha
traicionado completamente su posición marxista, por ejemplo, de 1909) han
expresado la opinión de que los cartels internacionales, siendo como son una de
las expresiones de mayor relieve de la internacionalización del capital,
permiten abrigar la esperanza de la paz entre los pueblos bajo el capitalismo.
Esta opinión es, desde el punto de vista teórico, completamente absurda, y,
desde el punto de vista práctico, un sofisma, un medio de defensa poco honrado
del oportunismo de la peor especie. Los cartels internacionales muestran hasta
qué grado han crecido ahora los monopolios capitalistas y cuáles son los
objetivos de la lucha que se desarrolla entre los grupos capitalistas. Esta
última circunstancia es la más importante, sólo ella nos aclara el sentido
histórico-económico de los acontecimientos pues la forma de lucha puede
cambiar y cambia constantemente como consecuencia de diversas causas,
relativamente particulares y temporales, pero la esencia de la lucha, su
contenido de clase no puede cambiar, mientras subsistan las
clases. Se comprende que a los intereses de la burguesía alemana, por ejemplo,
a la cual se ha pasado en realidad Kautsky en sus razonamientos teóricos (como
veremos más abajo), convenga velar el contenido de la lucha económica
actual (por el reparto del mundo) y subrayar ya esta ya la otra forma de
dicha lucha. Este es el mismo error en que incurre Kautsky. Y se trata,
naturalmente, no sólo de la burguesía alemana, sino de la burguesía
internacional. Los capitalistas reparten el mundo, no como consecuencia de su
particular perversidad, sino porque el grado de concentración a que se ha
llegado les obliga a seguir este camino para obtener beneficios; y se lo reparten
"según el capital"; "según la fuerza"; otro procedimiento
de reparto es impo-
pág. 95
sible en el
sistema de la producción de mercancías y del capitalismo. La fuerza varía a su
vez en consonancia con el desarrollo económico y político; para comprender lo
que está aconteciendo, hay que saber cuáles son los problemas que se solucionan
con el cambio de las fuerzas, pero saber si dichos cambios son
"puramente" económicos o extraeconómicos (por ejemplo,
militares), es una cuestión secundaria que no puede hacer variar en nada la
concepción fundamental sobre la época actual del capitalismo. Sustituir la
cuestión del contenido de la lucha y de las transacciones entre los
grupos capitalistas por la cuestión de la forma de esta lucha y de estas
transacciones (hoy pacífica, mañana no pacífica, pasado mañana otra vez no
pacífica) significa descender hasta el papel de sofista.
La época del capitalismo moderno nos muestra que entre los grupos capitalistas
se están estableciendo determinadas relaciones sobre le base del reparto
económico del mundo, y que, al mismo tiempo, en conexión con esto, se están
estableciendo entre los grupos políticos, entre los Estados, determinadas
relaciones sobre la base del reparto territorial del mundo, de la lucha por las
colonias, de la "lucha por el territorio económico".
VI. EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS
GRANDES POTENCIAS
En
su libro sobre el "desarrollo territorial de las colonias europeas"*,
el geógrafo A. Supan establece el siguiente breve resumen de dicho desarrollo a
fines del siglo XIX:
* A. Supan, "Die territoriale
Entwicklung der europaischen Kolonien", 1906, pág. 254.
pág.
96
PORCENTAJE
DE TERRITORIO PERTENECIENTE
A LAS POTENCIAS COLONIALES EUROPEAS
Y A LOS ESTADOS UNIDOS
|
1876 |
1900 |
Aumento |
In
Africa . . . . . |
10,8% |
90,4% |
+79.6% |
"El rasgo característico de este período -- concluye dicho autor -- es,
por consiguiente, el reparto de Africa y Polinesia".
Como
ni en Asia ni en América hay tierras desocupadas, es decir, que no pertenezcan
a ningún Estado, hay que ampliar la conclusión de Supan y decir que el rasgo
característico del período que nos ocupa es el reparto definitivo de la Tierra,
definitivo no en el sentido de que sea imposible repartirla de nuevo --
al contrario, nuevos repartos son posibles e inevitables --, sino en el de que
la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la
conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por
vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante
puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de
territorios de un "amo" a otro, y no el paso de un territorio sin amo
a un "dueño".
Vivimos, por consiguiente, en una época singular de la política colonial del
mundo que se halla íntimamente rela-
pág.
97
cionada con la
"novisima fase de desarrollo del capitalismo", con el capital
financiero. Por eso es necesario detenerse ante todo más detalladamente en los
hechos concretos, para formarnos una idea lo más precisa posible de la
diferencia existente entre esta época y las precedentes, así como de la
situación actual. Ante todo, surgen dos cuestiones de carácter práctico: ¿se
observa una acentuación de la política colonial, una exacerbación de la lucha
por las colonias precisamente en el período del capital financiero? ¿Cómo se
halla precisamente repartido el mundo en la actualidad desde este punto de
vista?
El
escritor norteamericano Morris, en su libro sobre la historia de la colonización[*], intenta resumir los datos concretos sobre la
extensión de las posesiones coloniales de Inglaterra, Francia y Alemania
durante distintos períodos del siglo XIX. He aquí, brevemente expuestos, los
resultados obtenidos:
EXTENSION DE LAS POSESIONES
COLONIALES
Años |
Inglaterra |
Francia |
Alemania |
|||
Superficie |
Población |
Superficie |
Población |
Superficie |
Población |
|
1815-30 . . |
? |
126,4 |
0,02 |
0,5 |
-- |
--- |
* Henry
C. Morris, "The history of colonization", N.-Y., 1900, vol. II, pág. 88; I, 419; II, 304.
pág. 98
Para Inglaterra el período de intensificación enorme de; las conquistas
coloniales corresponde a los años 1860-1880, y es muy considerable durante los
últimos veinte años del siglo XIX. Para Francia y Alemania, corresponde
precisamente a estos veinte años. Hemos visto más arriba que el período del
desarrollo máximo del capitalismo anterior al monopolista, el capitalismo en el
que predomina la libre concurrencia, va de 1860 a 1880. Ahora vemos que es
precisamente después de este período cuando empieza el enorme
"auge" de las conquistas coloniales, se exacerba hasta el grado
máximo la lucha por el reparto territorial del mundo. Es indudable, por
consiguiente, el hecho de que el paso del capitalismo a la fase de capitalismo
monopolista, al capital financiero, se halla relacionado con la
exacerbación de la lucha por el reparto del mundo.
Hobson, en su obra sobre el imperialismo, destaca el período de 1884-1900 como
período de intensa "expansión" (ensanchamiento territorial) de los
principales Estados europeos. Según sus cálculos, Inglaterra adquirió durante
ese período 3.700.000 millas cuadradas con una población de 57 millones de
habitantes; Francia, 3.600.000 millas cuadradas con 36,5 millones de
habitantes; Alemania, 1.000.000 de millas cuadradas con 14,7 millones de
habitantes; Bélgica, 900.000 millas cuadradas con 30 millones de habitantes;
Portugal, 800.000 millas cuadradas con 9 millones de habitantes. La caza de las
colonias a fines del siglo XIX, sobre todo desde la década del 80, por parte de
todos los Estados capitalistas, constituye un hecho universalmente conocido de
la historia de la diplomacia y de la política exterior.
En la época de mayor florecimiento de la libre concurrencia en Inglaterra, en
los años 1840-1860, los dirigentes políticos burgueses de este país eran adversarios
de la política colonial
pág. 99
y consideraban
como útil e inevitable la emancipación de las colonias y su separación completa
de Inglaterra. M. Beer indica en un artículo, publicado en 1898, sobre "el
imperialismo inglés moderno"[*], que en 1852 un hombre de Estado inglés como
Disraeli, tan inclinado en general al imperialismo, decía que "las
colonias son una rueda de molino que llevamos atada al cuello". ¡En
cambio, a fines del siglo XIX, los héroes del día en Inglaterra eran Cecil
Rhodes y Joseph Chamberlain, los cuales predicaban abiertamente el imperialismo
y aplicaban la política imperialista con el mayor cinismo!
No
carece de interés saber que la ligazón existente entre las raíces puramente
económicas, por decirlo así, y las social-políticas del imperialismo moderno
era, ya en aquel entonces, clara para esos dirigentes políticos de la burguesía
inglesa. Chamberlain predicaba el imperialismo como una "política justa,
prudente y económica", indicando sobre todo la competencia con que ahora
tropieza Inglaterra en el mercado mundial por parte de Alemania, EE.UU. y
Bélgica. La salvación está en el monopolio, decían los capitalistas, fundando
cartels, sindicatos, trusts. La salvación está en el monopolio, repetían los
jefes políticos de la burguesía, apresurándose a apoderarse de las partes del
mundo todavía no repartidas. Y Cecil Rhodes, según cuenta su íntimo amigo, el
periodista Stead, le decía a éste en 1895 a propósito de sus ideas
imperialistas: "Ayer estuve en el East-End londinense (barriada obrera) y
asistí a una asamblea de los desocupados. Al oir, en dicha reunión, discursos
exaltados cuya nota dominante era: ¡pan!, ¡pan! y al reflexionar, cuando
regresaba a casa, sobre lo que había oído, me convencí, más que nunca,
*
"Die Neue Zeit", XVI, I, 1898, pág. 302.
pág. 100
de la
importancia del imperialismo. . . La idea que yo acaricio representa la
solución del problema social, a saber: para salvar a los cuarenta millones de
habitantes del Rein Unido de una guerra civil funesta, nosotros, los político
coloniales, debemos posesionarnos de nuevos territorios para colocar en ellos
el exceso de población, para encontrar nuevo mercados en los cuales colocar los
productos de nuestra fábricas y de nuestras minas. El imperio, lo he dicho
siempre, es una cuestión de estómago. Si no queréis la guerra civil, debéis
convertiros en imperialistas"[*].
Así hablaba, en 1895, Cecil
Rhodes, millonario, rey financiero, principal culpable de la guerra anglo-boer.
Esta defensa del imperialismo es simplemente un poco grosera, cínica, pero, en
el fondo, no se diferencia de la "teoría" de los señores Máslov,
Sudekum, Pótresov, David, del fundador del marxismo ruso, etc., etc. Cecil
Rhodes era un socialchovinista algo más honrado. . .
Para dar un panorama lo más exacto
posible del reparto territorial del mundo y de los cambios habidos en este
aspecto durante las últimas décadas, utilizaremos los datos suministrados por
Supan, en la obra mencionada, sobre las posesiones coloniales de todas las
potencias del mundo. Supan compara los años 1876 y 1900; nosotros tomaremos el
año 1876 -- punto de comparación elegido muy acertadamente, ya que puede
considerarse, en términos generales, que es precisamente entonces cuando
termina el desarrollo del capitalismo de la Europa occidental en su fase
premonopolista y el año 1914, sustituyendo las cifras de Supan por las más
recientes de Hubner, que entresacamos de sus "Tablas
geográfico-estadísticas". Supan estudia sólo las
* Ibíd., pág. 304.
pág. 101
colonias;
nosotros consideramos útil (para que el cuadro del reparto del mundo sea
completo) agregar unos cuantos datos sobre los países no coloniales y
semicoloniales, entre los cuales incluímos a Persia, China y Turquía; el
primero de estos países se ha transformado casi por completo en colonia; el
segundo y el tercero se van transformando en tales.
Como resultado, obtendremos lo siguiente:
POSESIONES COLONIALES DE LAS GRANDES POTENCIAS
(En millones de kilómetros
cuadros y de habitantes)
PAISES |
Colonias |
Metrópolis |
Total |
|||||
1876 |
1914 |
1914 |
1914 |
|||||
Km.2 |
Habit.
|
Km.2 |
Habit.
|
Km.2 |
Habit.
|
Km.2 |
Habit.
|
|
Inglaterra .
. |
22,5 |
251,9 |
33,5 |
393,5 |
0,3 |
46,5 |
33,8 |
440,0 |
Total para 6 |
|
|
|
|
|
|
|
|
Colonias
de las demás potencias (Bélgica, Holanda, etc.) . . .
. . |
9,9 |
45,3 |
||||||
Superficie
y población totales de la Tierra . . . .
. . |
133,9 |
1.657,0 |
Se
ve claramente cómo a fines del siglo XIX y en los albores del siglo XX se
hallaba ya "terminado" el reparto del mundo. Las posesiones
coloniales se ensancharon en proporciones gigantescas después de 1876: en más
de una vez y media, de 40 a 65 millones de kilómetros cuadrados para las
pág. 102
seis potencias
más importantes; el aumento representa 25 millones de kilómetros cuadrados, una
vez y media más que la superficie de las metrópolis (16,5 millones). Tres
potencias no poseían en 1876 ninguna colonia, y la cuarta, Francia, casi no las
tenía. Para el año 1914, esas cuatro potencias habían adquirido colonias con
una superficie de 14,1 millones de kilómetros cuadrados, es decir,
aproximadamente una vez y media más que la superficie de Europa, con una población
de casi loo millones de habitantes. La desigualdad en la ampliación de las
posesiones coloniales es muy grande. Si se comparan, por ejemplo, Francia,
Alemania y el Japón, cuya diferencia no es muy considerable en cuanto a la
superficie y la población, resulta que el primero de dichos países ha adquirido
casi tres veces más colonias (desde el punto de vista de la superficie) que el
segundo y tercero juntos. Pero por la cuantía del capital financiero, Francia,
a principios del período que nos ocupa, era acaso también varias veces más rica
que Alemania y el Japón juntos. Las dimensiones de las posesiones coloniales se
hallan influenciadas no sólo por las condiciones puramente económicas, sino
también, a base de éstas, por las condiciones geográficas y otras. Por
considerable que haya sido durante las últimas décadas la nivelación del mundo,
la igualación de las condiciones económicas y de vida de los distintos países
bajo la presión de la gran industria, del cambio y del capital financiero, la
diferencia sigue siendo, sin embargo, respetable, y entre los seis países
mencionados observamos, por una parte, países capitalistas jóvenes, que han
progresado con una rapidez extraordinaria (Estados Unidos, Alemania, el Japón);
por otra parte, países de viejo tipo capitalista, que durante los últimos años
han progresado mucho más lentamente que los anteriores (Francia e Inglaterra);
en tercer lugar, un país, el más atrasado desde
pág. 103
el punto de
vista económico (Rusia), en el cual el imperialismo capitalista moderno se
halla envuelto, por así decirlo, en una red particularmente densa de relaciones
precapitalistas.
Al lado de las posesiones coloniales de las grandes potencias, hemos colocado
las colonias menos importantes de los Estados pequeños y que son, por decirlo
así, el obieto inmediato del "nuevo reparto" de las colonias, posible
y probable. La mayor parte de esos pequeños Estados conservan sus colonias
únicamente gracias a que entre las grandes potencias existen intereses
contrapuestos, ro~amientos, etc., que dificultan el acuerdo para el raparto del
botín. En cuanto a los Estados "semicoloniales", nos dan el ejemplo
de las formas de transición que hallamos en todas las esferas de la naturaleza
y de la sociedad. El capital financiero es una fuerza tan considerable, por
decirlo así tan decisiva en todas las relaciones económicas e internacionales,
que es capaz de subordinar, y en efecto subordina, incluso a los Estados que
gozan de una independencia política completa, como lo veremos más adelante. Pero,
naturalmente, para el capital financiero la subordinación más beneficiosa y más
"cómoda" es aquella que trae aparejada consigo la pérdida de
la independencia política de los países y de los pueblos sometidos. Los países
semicoloniales son típicos, en este sentido, como "caso intermedio".
Se comprende, pues, que la lucha por esos países semidependientes haya tenido
que exacerbarse particularmente en la época del capital financiero, cuando el
resto del mundo se hallaba ya repartido.
La política colonial y el imperialismo existian ya antes de la fase actual del
capitalismo y aun antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, llevó a
cabo una política colonial y realizó el imperialismo. Pero los razonamientos
pág. 104
"generales"
sobre el imperialismo, que olvidan o relegan a segundo término la diferencia
radical de las formaciones económico-sociales, se convierten inevitablemente en
banalidades vacuas o en fanfarronadas, tales como la de comparar "la Gran
Roma con la Gran Bretaña"[*]. Incluso la política colonial capitalista de
las fases anteriores del capitalismo se diferencia esencialmente de la
política colonial del capital financiero.
La particularidad fundamental del
capitalismo moderno consiste en la dominación de las asociaciones monopolistas
de los grandes empresarios. Dichos monopolios adquieren la máxima solidez
cuando reúnen en sus manos todas las fuentes de materias primas, y ya
hemos visto con qué furor los grupos internacionales de capitalistas dirigen
sus esfuerzos a arrebatar al adversario toda posibilidad de competencia, a
acaparar, por ejemplo, las tierras que contienen mineral de hierro, los
yacimientos de petróleo, etc. La posesión de colonias es lo único que garantiza
de una manera completa el éxito del monopolio contra todas las contingencias de
la lucha con el adversario, sin excluir la de que el adversario desee
defenderse por medio de una ley sobre el monopolio de Estado. Cuanto más
adelantado se halla el desarrollo del capitalismo, cuanto con mayor agudeza se
siente la insuficiencia de materias primas, cuanto más dura es la competencia y
la caza de las fuentes de materias primas en todo el mundo, tanto más
encarnizada es la lucha por la adquisición de colonias.
"Se puede
aventurar la afirmaciónescribe Schilder --, que a algunos puede parecer
paradójica, de que el creci-
* C.
P. Lucas, "Greater Rome and Greater Britain", Oxford, 1912; o Earl
of Cromer, "Ancient and modern imperialism", Londres, 1910.
pág. 105
miento de la población urbana e industrial en un futuro más o
menos próximo puede más bien hallar obstáculos en la insuficiencia de materias
primas para la industria, que en la de productos alimenticios".
Así, por ejemplo, aumenta la escasez de madera, que va encareciendo cada vez
más, de pieles, de materias primas para la industria textil.
"Las asociaciones industriales intentan
establecer el equilibrio entre la agricultura y la industria en los límites de toda
la economía mundial; como ejemplo se puede citar la unión internacional de
asociaciones de fabricantes de hilados de algodón de los países industriales
más importantes, fundada en 1904, y la unión de asociaciones europeas de
fabricantes de hilados de lino, constituida en 1910, según el tipo de la
anterior"*.
Claro que los reformistas burgueses, y entre ellos los kautskianos actuales
sobre todo, intentan atenuar la importancia de esos hechos, indicando que las
materias primas "podrían ser" adquiridas en el mercado libre sin una
política colonial "cara y peligrosa", que la oferta de materias
primas "podría ser" aumentada en proporciones gigantescas con el
"simple" mejoramiento de las condiciones de la agricultura en general.
Pero esas indicaciones se convierten en una apología del imperialismo, en el
embellecimiento del mismo, pues se fundan en el olvido de la particularidad
principal del capitalismo moderno: los monopolios. El mercado libre pasa cada
vez más al dominio de la historia, los sindicatos y trusts monopolistas van
reduciéndolo de día en día, y el "simple" mejo-
* Schilder, obra
cit., págs. 38-42.
pág. 106
ramiento de
las condiciones de la agricultura se reduce al mejoramiento de la situación de
las masas, a la elevación de los salarios y a la disminución de los beneficios.
¿Dónde existen, como no sea en la fantasía de los reformistas dulzones, trusts
capaces de preocuparse de la situación de las masas y no de la conquista de
colonias?
Para el capital financiero tienen importancia no sólo las fuentes de materias
primas descubiertas ya, sino también las probables, pues la técnica se
desarrolla con una rapidez increíble en nuestros días y las tierras hoy
inservibles pueden ser convertidas mañana en tierras útiles, si se descubren nuevos
procedimientos (a cuyo efecto un banco importante puede organizar una
expedición especial de ingenieros, agrónomos, etc.), si se invierten grandes
capitales. Lo mismo se puede decir con respecto a la exploración de riquezas
minerales, a los nuevos métodos de elaboración y utilización de tales o cuales
materias primas, etc., etc. De aquí la tendencia inevitable del capital
financiero de ampliar el territorio económico y aun el territorio en general.
Del mismo modo que los trusts capitalizan sus bienes en el doble o en el triple
de su valor, calculando los beneficios "posibles" en el futuro (y no
los beneficios presentes) y teniendo en cuenta los resultados ulteriores del
monopolio, el capital financiero manifiesta en general la tendencia a apoderarse
de las mayores extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se halle
donde se halle, por cualquier medio, teniendo en cuenta las fuentes posibles de
materias primas y ante el temor de quedarse atrás en la lucha rabiosa por las
últimas porciones del mundo todavía no repartidas o por un nuevo reparto de las
ya repartidas.
Los capitalistas ingleses se esfuerzan por todos los medios para desarrollar la
producción de algodón en su colonia,
pág. 107
Egipto (en
1904, de los 2,3 millones de hectáreas de tierra cultivada en Egipto, 0,6, esto
es, más de la cuarta parte, estaba destinada ya al algodón); los rusos hacen lo
mismo en la suya, el Turquestán, pues de este modo les es más fácil vencer a
sus competidores extranjeros, les es más fácil monopolizar las fuentes de
materias primas, crear un trust textil menos costoso y más lucrativo, con
producción "combinada", con la concentración en una sola mano de todas
las fases de la producción y de la transformación del algodón.
Los intereses de la exportación del capital empujan del mismo modo a la
conquista de colonias, pues en el mercado colonial es más fácil (y a veces sólo
en él es posible) suprimir al competidor por medios monopolistas, garantizarse
encargos, consolidar las "relaciones" existentes, etc.
La superestructura extraeconómica, que brota sobre la base del capital
financiero, la política, la ideología de éste, refuerzan la tendencia a las
conquistas coloniales. "El capital financiero quiere, no la libertad, sino
la dominación", dice con razón Hilferding. Y un escritor burgués francés, como si desarrollara y
completara las ideas de Cecil Rhodes[12], que hemos citado más arriba, escribe que hay
que añadir las causas de orden social a las causas económicas de la política
colonial contemporánea:
"A
consecuencia de la complejidad creciente de la vida y de las dificultades que
pesan no sólo sobre las masas obreras, sino también sobre las clases medias, en
todos los países de vieja civilización se están acumulando 'la impaciencia, la
irritación, el odio, que ponen en peligro la tranquilidad pública; hay que
hallar una aplicación a la energía sacada de un determinado cause de clase,
encon-
pág. 108
trarle aplicación fuera del
país, a fin de que no se produzca la explosión en el interior'"[*].
Puesto que hablamos de la política
colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que
el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual se
reduce a la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político
del mundo, crean toda una serie de formas de transición de dependencia
estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de
países: los que poseen colonias y los países coloniales, sino también las
formas variadas de países dependientes políticamente independientes, desde un
punto de vista formal, pero, en realidad, envueltos por las redes de la
dependencia financiera y diplomática. Una de estas formas, la semicolonia, la
hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina.
"La América
del Sur, y sobre todo la Argentina -- dice Schulze-Gaevernitz en su obra sobre
el imperialismo británico --, se halla en una situación tal de dependencia
financiera con respecto a Londres, que se la debe calificar de colonia
comercial inglesa"**.
Según Schilder, los capitales invertidos
por Inglaterra en la Argentina, de acuerdo con los datos suministrados por el
cónsul austro-húngaro en Buenos Aires, fueron, en 1909, de
* Wahl, "La
France aux colonies", cit. por Henri Russier, "Le Partage de
l'Océanie", París, 1905, pág. 165.
** Schulze-Gaevernitz,
"Britischer Imperialismus und englischer Freihandel zu Beginn des XX. Jahrhunderts",
Leipzig, 1906, pág. 318. Lo mismo dice Sartorius von Waltershausen,
"Das volkswirtschaftliche System der Kapitalanlage im Auslande",
Berlín, 1907, pág. 46.
pág. 109
8.750 millones
de francos. No es difícil imaginarse qué fuerte lazo se establece entre el
capital financiero -- y su fiel "amigo", la diplomacia -- de
Inglaterra y la burguesía argentina, los círculos dirigentes de toda su vida económica
y política.
El ejemplo de Portugal nos muestra una forma un poco distinta de dependencia
financiera y diplomática bajo la independencia política. Portugal es un Estado
independiente, soberano, pero en realidad, durante más de doscientos años,
desde la época de la guerra de sucesión de España (1701-1714), se halla bajo el
protectorado de Inglaterra. Inglaterra lo defendió y defendió las posesiones
coloniales del mismo para reforzar su propia posición en la lucha con sus
adversarios: España y Francia. Inglaterra obtuvo en compensación ventajas
comerciales, mejores condiciones para la exportación de mercancias y, sobre
todo, para la exportación de capitales a Portugal y sus colonias, la
posibilidad de utilizar los puertos y las islas de Portugal, sus cables, etc.,
etc.*. Este género de relaciones entre algunos grandes y pequeños Estados ha
existido siempre, pero en la época del imperialismo capitalista se convierte en
sistema general, entran a formar parte del conjunto de relaciones que rigen el
"reparto del mundo", pasan a ser eslabones en la cadena de las
operaciones del capital financiero mundial.
Para terminar con la cuestión del reparto del mundo, debemos todavia hacer
notar lo siguiente: No sólo la literatura norteamericana, después de la guerra
hispano-americana, y la inglesa, después de la guerra anglo-boer, plantearon
esta cuestión de un modo completamente abierto y definido, a fines del siglo
XIX y a principios del XX; no sólo la litera-
* Schilder,
obra cit., t. I, págs. 160-161.
pág. 110
desarrollo del
"imperialismo británico", ha juzgado sistemáticamente este hecho.
También la literatura burguesa de Francia ha planteado la cuestión de un modo
suficientemente claro y vasto, en tanto que esto es concebible desde el punto
de vista burgués. Remitámonos al historiador Driault, el cual, en su libro
"Los problemas políticos y sociales de fines del siglo XIX", en el
capítulo sobre "las grandes potencias y el reparto del mundo", decía
lo siguiente:
"En el transcurso de los últimos años, todos los territorios libres de la
Tierra, a excepción de China, han sido ocupados por las potencias de Europa y
por los Estados Unidos. Debido a esto se han producido ya varios conflictos y
ciertos desplazamientos de influencia que no son más que precursores de
explosiones mucho más terribles en un futuro próximo. Pues hay que apresurarse:
las naciones que no se han provisto corren el riesgo de no percibir nunca su
porción y de no tomar parte en la explotación gigantesca de la Tierra, que será
uno de los hechos más esenciales del próximo siglo [esto es, del siglo XX]. He
aquí por qué toda Europa y América, durante los últimos tiempos, fueron presas
de la fiebre de expansión colonial, del 'imperialismo', el cual constituye el
rasgo característico más notable de fines del siglo XIX" Y el autor añade:
"Con un reparto tal del mundo, con esa caza rabiosa de las riquezas y de
los grandes mercados de la Tierra la importancia relativa de los imperios
creados en este siglo XIX es completamente desproporcionada al puesto que
ocupan en Europa las naciones que los han creado. Las potencias predominantes
en Europa, que son los árbitros de su destino, no predominan igualmente en todo
el mundo. Y debido a que el poderío colonial, la esperanza de poseer riquezas
todavía ignoradas tendrá, evidentemente, una repercusión en la im-
pág. 111
portancia
relativa de las potencias europeas, la cuestión colonial -- el 'imperialismo',
si queréis --, que ha transformado ya las condiciones políticas de Europa
misma, las irá modificando cada vez más"[*].
VII. EL IMPERIALISMO, COMO FASE
PARTICULAR DEL CAPITALISMO
Intentaremos ahora hacer un balance, resumir lo que hemos dicho más arriba
sobre el imperialismo. El imperialismo ha surgido como desarrollo y
continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en
general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista
únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando
algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a
convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en
toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una
estructura económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este
proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre
concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre concurrencia
es la propiedad fundamental del capitalismo y de la producción de mercancías en
general; el monopolio se halla en oposición directa con la libre concurrencia,
pero esta última se ha convertido a nuestros ojos en monopolio, creando la gran
producción, eliminando la pequeña, reemplazando la gran producción por otra
todavía mayor, llevando la concentración de la producción y del capital hasta
tal punto, que de su seno ha surgido
* J. E. Driault,
"Problemes Politiques et sociaux", París, 1907, pág. 299.
pág. 112
y surge el
monopolio: cartels, sindicatos, trusts, y, fusionándose con ellos, el capital
de una docena escasa de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo
tiempo, los monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no la
eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una
serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente agudos. El
monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior.
Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo,
debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una
definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital
financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido
con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el
reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin
obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia
capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los
territorios del globo, enteramente repartido.
Pero las definiciones excesivamente breves, si bien son cómodas, pues resumen
lo principal, son, no obstante, insuficientes, ya que es necesario deducir de
ellas especialmente rasgos muy esenciales del fenómeno que hay que definir. Por
eso, sin olvidar la significación condicional y relativa de todas las
definiciones en general, las cuales no pueden nunca abarcar en todos sus
aspectos las relaciones del fenómeno en su desarrollo completo, conviene dar
una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales
siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada
hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que
desempeñan un papei decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital
ban-
pág. 113
cario con el
industrial y la creación, sobre la base de este "capital financiero",
de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la
exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación
de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se
reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre
las potencias capitalistas más importantes. El imperialismo es el capitalismo
en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los
monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer
orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los
trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del
mismo entre los países capitalistas más importantes.
Más adelante veremos cómo se puede y se debe definir de otro modo el
imperialismo, si se tienen en cuenta no sólo las nociones fundamentales
puramente económicas (a las cuales se limita la definición que hemos dado),
sino también el lugar histórico de esta fase del capitalismo en relación con el
capitalismo en general o la relación del imperialismo y de las dos tendencias
fundamentales del movimiento obrero. Lo que hay que consignar inmediatamente es
que, interpretado en el sentido mencionado, el imperialismo representa en sí,
indudablemente, una fase particular de desarrollo del capitalismo. Para dar al
lector una idea lo más fundamentada posible del imperialismo, nos hemos
esforzado deliberadamente en reproducir el mayor número posible de opiniones de
economistas burgueses, que se ven obligados a reconocer los hechos de la
economía capitalista moderna establecidos de una manera particularmente
incontrovertible. Con el mismo fin hemos reproducido datos estadísticos
detallados que permiten ver hasta qué punto ha crecido el capital banca-
pág. 114
rio, etc., en
qué precisamente se ha expresado la transformación de la cantidad en calidad,
el tránsito del capitalismo desarrollado al imperialismo. Huelga decir,
naturalmente, que en la naturaleza y en la sociedad todos los límites son
convencionales y mudables, que sería absurdo discutir, por ejemplo, sobre el
año o la década precisos en que se instauró "definitivamente" el
imperialismo.
Pero sobre la definición del imperialismo nos vemos obligados a discutir ante
todo con C. Kautsky, con el principal teórico marxista de la época de la
llamada Segunda Internacional, es decir, de los veinticinco años comprendidos
entre 1889 y 1914.
Kautsky se pronunció decididamente, en 1915, e incluso en noviembre de 1914,
contra las ideas fundamentales expresadas en nuestra definición del
imperialismo, declarando que por imperialismo hay que entender, no una
"fase" o un grado de la economía, sino una política, precisamente una
política determinada, la política "preferida" por el capital
financiero; que no se puede "identificar" el imperialismo con el
"capitalismo contemporáneo"; que, si se incluyen en la noción de
imperialismo "todos los fenómenos del capitalismo contemporáneo" --
cartels, proteccionismo, dominación de los financieros, política colonial --,
en ese caso la cuestión de la necesidad del imperialismo para el capitalismo se
convierte en "la tautología más trivial", pues entonces,
"naturalmente, el imperialismo es una necesidad vital para el
capitalismo", etc. Expresaremos todavía con más exactitud el pensamiento
de Kautsky si reproducimos la definición del imperialismo dada por él,
directamente opuesta a la esencia de las ideas explanadas por nosotros (pues
las objeciones procedentes del campo de los marxistas alemanes, los cuales han
defendido semejantes ideas durante toda una serie de años, son ya conocidas
pág. 115
desde hace
mucho tiempo por Kautsky como objeción de una tendencia determinada en el
marxismo).
La definición de Kautsky está concebida así:
"El imperialismo es un producto del capitalismo
industrial altamente desarrollado. Consiste en la tendencia de cada nación
industrial capitalista a someter y anexionarse regiones agrarias, cada vez
mayores [la cursiva es de Kautsky], sean cuales sean las naciones que las
pueblan"[*].
Esta definición no sirve
absolutamente para nada, puesto que es unilateral, es decir, destaca
arbitrariamente tan sólo el problema nacional (si bien extraordinariamente
importante, tanto por sí mismo como por su relación con el imperialismo),
enlazándolo arbitraria y erróneamente sólo con el capital industrial en
los países que se anexionan otras naciones, colocando en primer término, de la
misma forma arbitraria y errónea, la anexión de las regiones agrarias.
El imperialismo es una tendencia a
las anexiones; he aquí a lo que se reduce la parte política de la
definición de Kautsky. Es justa, pero extremadamente incompleta, pues en el
aspecto político es, en general, una tendencia a la violencia y a la reacción.
Pero lo que en este caso nos interesa es el aspecto económico que
Kautsky mismo ha introducido en su definición. Las inexactitudes
de la definición de Kautsky saltan a la vista. Lo característico del
imperialismo no es justamente el capital industrial, sino el
capital financiero. No es un fenómeno casual que, en Francia precisamente, el
desarrollo particularmente rápido del capital financiero, que coincidió
con un debilitamiento del capital
* "Die Neue Zeit",
11 de septiembre de 1914, II (año 32), pág. 909; 1915, II, págs. 107 y
siguientes.
pág. 116
industrial,
provocara a partir de la década del 80 del siglo pasado una intensificación
extrema de la política anexionista (colonial). Lo característico para el
imperialismo consiste precisamente en la tendencia a la anexión no sólo
de las regiones agrarias, sino también de las más industriales (apetitos
alemanes respecto a Bélgica, los de los franceses en cuanto a la Lorena), pues,
en primer lugar, el reparto definitivo de la Tierra obliga, al proceder a un
nuevo reparto, a tender la mano hacia toda clase de territorios; en
segundo lugar, para el imperialismo es sustancial la rivalidad de varias
grandes potencias en la aspiración a la hegemonía, esto es, a apoderarse de
territorios no tanto directamente para sí, como para el debilitamiento del
adversario y el quebrantamiento de su hegemonía (para Alemania, Bélgica
tiene una importancia especial como punto de apoyo contra Inglaterra; para
Inglaterra, la tiene Bagdad como punto de apoyo contra Alemania, etc.).
Kautsky se remite particularmente -- y reiteradas veces -- al ejemplo de los
ingleses, los cuales, según él, han establecido la significación puramente
política de la palabra "imperialismo" en la acepción de Kautsky.
En la obra del inglés Hobson, "El imperialismo", publicada en 1902,
leemos lo siguiente:
"El nuevo imperialismo se distingue del viejo,
primero, en que, en vez de las aspiraciones de un solo imperio creciente,
sostiene la teoría y la práctica de imperios rivales, guiado cada uno de ellos
por idénticos apetitos de expansión política y de beneficio comercial; segundo,
en que los intereses financieros o relativos a la inversión del capital
predominan sobre los comerciales"*.
* Hobson,
"Imperialism", Londres, 1902, pág. 324.
pág. 117
Como vemos, Kautsky de hecho carece por completo de razón al remitirse a los
ingleses en general (en los únicos en que podría apoyarse sería en los
imperialistas ingleses vulgares o en los apologistas declarados del imperialismo).
Vemos que Kautsky, que pretende continuar defendiendo el marxismo, en realidad
da un paso atrás con relación al social-liberal Hobson, el cual tiene en
cuenta, con más acierto que él, las dos particularidades
"histórico-concretas" (¡Kautsky, con su definición, se mofa
precisamente de lo histórico-concreto!) del imperialismo contemporáneo: 1)
concurrencia de varios imperialismos; 2) predominio del financiero sobre
el comerciante. Si lo esencial consiste en que un país industrial se anexiona
un país agrario, en este caso se concede el papel principal al comerciante.
La definición de Kautsky no sólo es errónea y no marxista, sino que sirve de
base a todo un sistema de concepciones que rompe totalmente con la teoría
marxista y con la práctica marxista, de lo cual hablaremos más adelante. Carece
absolutamente de seriedad la discusión sobre palabras promovida por Kautsky:
¿hay que calificar de imperialismo o de fase del capital financiero la fase
actual del capitalismo? Llamadlo como queráis, esto es indiferente. Lo esencial
consiste en que Kautsky separa la política del imperialismo de su economía,
hablando de las anexiones como de una política "preferida" por el
capital financiero y oponiendo a la misma otra política burguesa posible, según
él, sobre la misma base del capital financiero. Resulta que los monopolios en
la economía son compatibles con el modo de obrar no monopolista, no violento,
no anexionista en política. Resulta que el reparto territorial del mundo,
terminado precisamente en la época del capital financiero y que constituye la
base del caracter particular de las formas actuales de rivalidad entre los más
grandes Estados
pág. 118
capitalistas,
es compatible con una política no imperialista. Resulta que de este modo se
disimulan, se atenúan las contradicciones más radicales de la fase actual del
capitalismo en vez de ponerlas al descubierto en toda su profundidad; resulta
un reformismo burgués en lugar del marxismo.
Kautsky discute con el apologista alemán del imperialismo y de las anexiones,
Cunow, el cual razona de un modo burdo y cínico: el imperialismo es el
capitalismo contemporáneo; el desarrollo del capitalismo es inevitable y
progresivo; por consiguiente, el imperialismo es progresivo ¡y hay que
arrastrarse ante el imperialismo y glorificarlo! Este razona miento se parece,
en cierto modo, a la caricatura que trazaban los populistas contra los
marxistas rusos en los años 1894-1895: si los marxistas consideran que el
capitalismo es en Rusia inevitable y progresivo, deben consagrarse a abrir
tabernas y a fomentar el capitalismo. Kautsky objeta a Cunow: no, el
imperialismo no es el capitalismo contemporáneo, sino solamente una de las
formas de la política del mismo; podemos y debemos luchar contra esa política,
luchar contra el imperialismo, contra las anexiones, etc.
La objeción parece completamente plausible, pero, en realidad, equivale a una
defensa más sutil, más velada (y, por esto, más peligrosa) de la conciliación
con el imperialismo, pues una "lucha" contra la política de los
trusts y de los bancos que deje intactas las bases de la economía de los unos y
de los otros, se reduce al reformismo burgués y al pacifismo, a los buenos
propósitos inofensivos. Velar con palabras las contradicciones existentes,
olvidar las más importantes, en vez de descubrirlas en toda su profundidad: he
aquí en qué consiste la teoría de Kautsky, la cual no tiene nada que ver con el
marxismo. ¡Y, naturalmente, semejante
pág. 119
"teoría"
no sirve más que para la defensa de la idea de la unidad con los Cunow!
"Desde el punto de vista puramente económico -- escribe Kautsky --, no es
imposible que el capitalismo pase todavía por una nueva fase: la aplicación de
la política de los cartels a la pol{tica exterior, la fase del
ultraimperialismo"[*], esto es, el superimperialismo, la unión de los
imperialismos de todo el mundo, y no la lucha de los mismos, la fase de la
cesación de las guerras bajo el capitalismo, la fase de la "explotación
general del mundo por el capital financiero unido internacionalmente"[**].
Será preciso que nos detengamos
más adelante en esta "teoria del ultraimperialismo", con el fin de
hacer ver en detalle hasta qué punto rompe irremediable y decididamente con el
marxismo. Lo que aquí debemos hacer, de acuerdo con el plan general de este
trabajo, es echar una ojeada a los datos económicos precisos que se refieren a
esta cuestión. ¿Es posible el "ultraimperialismo", "desde el
punto de vista puramente económico", o es un ultradisparate?
Si se entiende por punto de vista
puramente económico la "pura" abstracción, todo cuanto se pueda decir
se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo
tanto, hacia un monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es
indiscutible, pero, al mismo tiempo, carece de todo contenido, como la
indicación de que "el desarrollo va hacia" la producción de los
artkulos alimenticios en los laboratorios. En este sentido, la
"teoría" del ultraim-
* "Die Neue Zeit",
1914, II (año 32), pág. 921, 11 de septiembre, 1914; 1915, II, págs. 107 y
siguientes.
** "Die Neue Zeit", 1915, I, pág. 144, 30 de abril,
1915.
pág. 120
perialismo es
tan absurda como lo sería la de la "ultraagricultura".
Pero si se habla de las condiciones "puramente económicas" de la
época del capital financiero como de una época históricamente concreta que se
refiere a principios del siglo XX, la mejor respuesta a las abstracciones
muertas del "ultraimperialismo" (que sirven exclusivamente al fin más
reaccionario: distraer la atención del carácter profundo de las contradicciones
existentes) es la oposición a las mismac de la realidad económica
concreta de la economía mundial moderna. Las divagaciones inconsistentes de
Kautsky sobre el ultraimperialismo estimulan, entre otras cosas, la idea
profundamente errónea y que echa agua al molino de los apologistas del
imperialismo, según la cual la dominación del capital financiero atenúa
la desigualdad y las contradicciones de la economía mundial, cuando, en
realidad, lo que hace es acentuarlas.
R. Calwer, en su opúsculo "Introducción a la economía mundial"*, ha
intentado resumir los principales datos puramente económicos que permiten
formarse una idea concreta de las interrelaciones de la economía mundial en los
albores del siglo XX. Calwer divide al mundo en cinco "regiones económicas
principales": 1) la centro-europea (toda Europa, con excepción de Rusia e
Inglaterra); 2) la británica; 3) la rusa; 4) la oriental-asiática, y 5) la
americana, incluyendo las colonias en las "regiones" de los Estados a
los cuales pertenecen, y "dejando de lado" algunos países no
incluidos en las regiones, por ejemplo: Persia, Afganistán, Arabia, en Asia;
Marruecos y Abisinia, en Africa, etc.
* Richard
Calwer, "Einführung in die Weltwirtschaft", Berlín, 1906.
pág. 120
He aquí, en forma resumida, los datos económicos sobre las regiones citadas,
suministrados por dicho autor:
Regiones |
Exten- |
Pobla- |
Vias de
co- |
Comercio |
Industria |
|||
Vias |
Flota |
Exporta- |
Extrac- |
Produc- |
Número |
|||
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Vemos tres regiones con un capitalismo muy desarrollado (alto desarrollo de las
vías de comunicación, del comercio y
* Las cifras entre
paréntesis indican la extensión y la población de las colonias.
pág. 122
de la
industria): la centro-europea, la británica y la americana. Entre ellas, tres
Estados que ejercen el dominio del mundo: Alemania, Inglaterra y los Estados
Unidos. La rivalidad imperialista y la lucha entre ellos se hallan
extremadamente exacerbadas a consecuencia de que Alemania dispone de una región
insignificante y de pocas colonias; la creación de una "Europa
Central" es todavía cosa del futuro, y se está engendrando en una lucha
desesperada. Por el momento, el rasgo característico de toda Europa es el
fraccionamiento político. En las regiones británica y americana, por el
contrario, es muy elevada la concentración política, pero hay una desproporción
enorme entre la inmensidad de las colonias de la primera y la insignificancia
de las de la segunda. Y en las colonias, el capitalismo no hace más que empezar
a desarrollarse. La lucha por la América del Sur se va exacerbando cada día
más.
Hay dos regiones, en las que el capitalismo está débilmente desarrollado: la de
Rusia y la oriental-asiática. En la primera, es extremadamente débil la
densidad de la población; en la segunda, muy elevada; en la primera, la
concentración política es grande; en la segunda, no existe. El reparto de China
no ha hecho más que empezar, y la lucha por dicho país entre el Japón, los
Estados Unidos, etc. es cada día más intensa.
Comparad con esta realidad -- con la variedad gigantesca de condiciones
económicas y políticas, con la desproporción extrema en la rapidez de
desarrollo de los distintos países, etc., con la lucha rabiosa entre los
Estados imperialistas -- el cuento estúpido de Kautsky sobre el
ultraimperialismo "pacífico". ¿No es esto un intento reaccionario de
un asustado
pág. 123
filisteo de
ocultarse la terrible realidad? ¿Es que los cartels internacionales, en los que
Kautsky ve los gérmenes del "ultraimperialismo" (como la producción
de tabletas en los laboratorios "puede" ser considerada como el
germen de la ultraagricultura), no nos muestran el ejemplo de una partición y
un nuevo reparto del mundo, el tránsito del reparto pacífico al no
pacífico, y a la inversa? ¿Es que el capital financiero norteamericano y otros,
que se repartían pacíficamente todo el mundo, con la participación de Alemania,
en el sindicato internacional del rail, pongamos por caso, o en el trust
internacional de la marina mercante, no reparten actualmente de nuevo
el mundo sobre la base de las nuevas relaciones de fuerzas, relaciones que se
modifican de una manera absolutamente no pacífica?
El capital financiero y los trusts no atenúan, sino que acentúan la diferencia
entre el ritmo de crecimiento de las distintas partes de la economía mundial. Y
si la correlación de fuerzas ha cambiado, ¿cómo pueden resolverse las con
tradicciones, bajo el capitalismo, si no es por la fuerza? En la estadística de
las vías férreas* hallamos datos extraordina riamente exactos sobre la
diferencia de ritmo en el creci miento del capitalismo y del capital financiero
en toda la economía mundial. Durante las últimas décadas de des arrollo
imperialista, la longitud de las líneas férreas ha cam biado del modo
siguiente:
*
Statistisches Jahrbuch für das deutsche Reich, 1915; Archiv für Eisenbahnwesen,
1892. Por lo
que se reíiere a 1890, ha sido preciso determinar aproximadamente algunas
pequeñas particularidades sobre la distribución de las vías férreas entre las
colonias de los distintos países.
pág. 124
LINEAS FERREAS (EN MILES DE KILOMETROS)
|
1890 |
1913 |
+ |
|||||||||
|
|
|
|
|||||||||
Total . . . .
. |
617 |
1,104 |
|
Las
vías férreas se han desarrollado, por consiguiente, con mayor rapidez que en
ninguna otra parte, en las colonias y en los Estados independientes (y
semiindependientes) de Asia y América. Es sabido que el capital financiero de
los cuatro o cinco Estados capitalistas más importantes ordena y manda aquí de
un modo absoluto. Doscientos mil kilómetros de nuevas líneas férreas en las
colonias y en otros países de Asia y América, significan más de 40 mil millones
de marcos de nuevas inversiones de capital en condiciones particularmente
ventajosas, con garantías especiales de rendimiento, con pedidos lucrativos
para las fundiciones de acero, etc., etc.
Donde más rápidamente crece el capitalismo es en las colonias y en los países
transoceánicos. Entre ellos aparecen nuevas potencias imperialistas
(Japón). La lucha de los imperialismos mundiales se agudiza. Crece el tributo
que el capital financiero percibe de las empresas coloniales y ultraoceánicas,
particularmente lucrativas. En el reparto de este "botín", una parte
excepcionalmente grande va a parar a manos de países que no siempre ocupan un
lugar preeminente,
pág. 125
desde el punto
de vista del ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas. En las potencias
más importantes, tomadas junto con sus colonias, la longitud de las líneas
férreas era la siguiente:
(EN MILES DE KILOMETROS)
|
1890 |
1913 |
|
Estados
Unidos . . . . |
268 |
413 |
+145 |
Total
en 5 potencias . . |
491 |
830 |
+ 339 |
Así,
pues, cerca del 80% de todas las líneas férreas se halla concentrado en las
cinco potencias más importantes. Pero la concentración de la propiedad
de dichas líneas, la concentración del capital financiero es incomparablemente
mayor aún; pues, por ejemplo, una masa enorme de las acciones y obligaciones de
los ferrocarriles americanos, rusos y otros pertenece a los millonarios
ingleses y franceses.
Gracias a sus colonias, Inglaterra ha aumentado "su" red ferroviaria
en 100 mil kilómetros, cuatro veces más que Alemania. Sin embargo, todo el
mundo sabe que el desarrollo de las fuerzas productivas de Alemania, en este
mismo período, y sobre todo el desarrollo de la producción hullera y
siderúrgica, ha sido incomparablemente más rápido que en Inglaterra, dejando ya
a un lado a Francia y Rusia. En 1892, Alemania producía 4,9 millones de
toneladas de hierro fundido, contra 6,8 en Inglaterra, mientras que en 1912
pro-
pág. 126
ducía ya 17,6
contra 9,0, esto es iuna superioridad gigantesca sobre Inglaterra![*]
Ante esto, cabe preguntar: en
el terreno del capitalismo, ¿qué otro medio podía haber que no sea la
guerra, para suprimir la desproporción existente entre el desarrollo de las
fuerzas productivas y la acumulación del capital, por una parte, y el reparto
de las colonias y de las "esferas de influencia" para el capital
financiero, por otra?
VIII. EL PARASITISMO Y LA DESCOMPOSICION
DEL CAPITALISMO
Conviene ahora que nos detengamos en otro aspecto, muy importante, del
imperialismo, al cual, en los razonamientos sobre este tema, no se concede la
atención debida en la mayor parte de los casos. Uno de los defectos del
marxista Hilferding consiste en que, en comparación con el no marxista Hobson,
ha dado un paso atrás. Nos referimos al parasitismo, propio del imperialismo.
Como
hemos visto, la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio.
Se trata de un monopolio capitalista, esto es, que ha nacido del seno del
capitalismo y se halla en las condiciones generales del mismo, de la producción
de mercancías, de la competencia, en una contradicción constante insoluble con
dichas condiciones generales. Pero, no obstante, como todo monopolio, engendra
inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposi-
* V.
también Edgar Crummond, "The Economic Relations of the British and
German Empires", en el "Journal of the Royal Statistical
Society" Julio de 1914, págs, 777 y siguientes.
pág. 127
ción. Puesto
que se fijan, aunque sea temporalmente, precios monopolistas, desaparecen hasta
cierto punto las causas estimulantes del progreso técnico y, por consiguiente,
de todo progreso, de todo movimiento hacia adelante, surgiendo así, además, la
posibilidad económica de contener artificialmente el progreso técnico.
Ejemplo: en los Estados Unidos, un tal Owens inventó una máquina que produjo
una revolución en la fabricación de botellas. El cartel alemán de fabricantes
de botellas compró la patente a Owens y la guardó bajo llave, retrasando su
aplicación. Naturalmente, bajo el capitalismo, el monopolio no puede nunca
eliminar del mercado mundial de un modo completo y por un período muy
prolongado la competencia (en esto consiste, dicho sea de paso, una de las
causas de lo absurdo de la teoría deí ultraimperialismo). Desde luego, la
posibilidad de disminuir los gastos de producción y de aumentar los beneficios
por medio de la introducción de mejoras técnicas obra en favor de las
modificaciones. Pero la tendencia al estancamiento y a la descomposición
inherente al monopolio, sigue obrando a su vez, y en ciertas ramas de la
industria, en ciertos países, por períodos determinados llega a imponerse.
El monopolio de la posesión de colonias particularmente vastas, ricas o
favorablemente situadas, obra en el mismo sentido.
Prosigamos. El imperialismo es la enorme acumulación en unos pocos países de
capital monetario, el cual, como hemos visto, alcanza la suma de 100 a 150 mil
millones de francos en valores. De aquí el incremento extraordinario de la
clase o, mejor dicho, del sector rentista, esto es, de individuos que viven del
"corte del cupón", completamente alejados de la participación en toda
empresa y cuya profesión es la ociosidad. La exportación del capital, una de
las bases económicas
pág. 128
mas esenciales
del imperialismo, acentúa todavía más este divorcio completo del sector
rentista respecto a la producción, imprime un sello de parasitismo a todo el
país, que vive de la explotación del trabajo de varios países y colonias
ultraoceánicos.
"En 1893 -- dice Hobson -- el capital británico invettido en el extranjero
representaba cerca del 15~0 de toda la riqueza del Reino Unido"[*].
Recordemos que, para el año 1915,
dicho capital aumentó aproximadamente en dos veces y media.
"El
imperialismo agresivo -- dice más adelante Hobson --, que cuesta tan caro a los
contribuyentes y tiene tan poca importancia para el industrial y el
comerciante. . . , es una fuente de grandes beneficios para el capitalista que
busca el modo de invertir su capital" . . . [En inglés esta noción se
expresa con una sola palabra: "investor", rentista]. "El
estadístico Giffen estima en 18 millones de libras esterlinas, calculando a
razón de un 2,5% sobre un giro total de 800 millones de libras esterlinas, el
beneficio anual percibido en 1899 por la Gran Bretaña de su comercio exterior y
colonial".
Por grande que sea esta suma, no
puede explicar el imperialismo agresivo de la Gran Bretaña. Lo que lo explica
son los 90 ó 100 millones de libras esterlinas que representan el beneficio del
capital "invertido", el beneficio del sector de los rentistas.
¡El beneficio de los rentistas es cinco
veces mayor que el beneficio del comercio exterior del país más
"comercial" del mundo! ¡He aquí la esencia del imperialismo y del
parasitismo imperialista!
* Hobson, obra cit.,
págs. 59-60.
pág. 129
Por este motivo, la noción de "Estado-rentista" (Rentnerstaat )
o Estado-usurero ha pasado a ser de uso general en la literatura económica
sobre el imperialismo. El mundo ha quedado dividido en un puñado de
Estados-usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores.
"Entre el capital invertido en el extranjero --
escribe Schulze-Gaevernitz -- se halla, en primer lugar, el capital colocado en
los países políticamente dependientes o alia dos: Inglaterra hace préstamos a
Egipto, Japón, China y América del Sur. En caso extremo, su escuadra desempeña
el papel de alguacil. La fuerza política de Inglaterra la pone a cubierto de la
indignación de sus deudores"*.
Sartorius von Waltershausen, en su obra "El sistema económico de inversión
de capital en el extranjero", presenta a Holanda como modelo de
"Estado-rentista" e indica que Inglaterra y Francia van tomando
asimismo este carácter**. A juicio de Schilder, hay cinco países industriales
que son "Estados acreedores bien definidos": Inglaterra, Francia,
Alemania, Bélgica y Suiza. Si no incluye a Holanda en este grupo es únicamente
por ser "poco industrial"***. Los Estados Unidos son acreedores
solamente con referencia a América.
"Inglaterra -- dice Schulze-Gaevernitz -- se
está convirtiendo paulatinamente de Estado industrial en Estado-acreedor. A
pesar del aumento absoluto de la producción y de la exportación industriales,
aumenta la importancia relativa para toda la economía nacional de los ingresos
* Schulze-Gaevernitz,
"Britischer Imperialismus", págs. 320 y otras.
** Sartorius von Waltershausen, "Das
Volkswirtschaftliche System, etc.", Berlín, 1907, tomo IV.
*** Schilder, pág. 393.
pág. 130
procedentes de los intereses y de los dividendos, de las emisiones,
de las comisiones y de la especulación. A mi juicio, este hecho es precisamente
el que constituye la base económica del auge imperialista. El acreedor está más
solidamente ligado con el deudor que el vendedor con el comprador"[*].
Con respecto a Alemania, el editor
de la revista berlinesa "Die Bank", A. Lansburgh, escribía en 1911 lo
siguiente, en el artículo "Alemania, Estado-rentista":
"En Alemania
la gente se ríe de buena gana de la tendencia a convertirse en rentista que se
observa en Francia. Pero, al hacerlo, se olvidan de que, por lo que se refiere
a la burguesía, las condiciones alemanas se parecen cada día más a las de
Francia"**.
El Estado-rentista es el Estado
del capitalismo parasitario y en descomposictón, y esta circunstancia no puede
dejar de reflejarse tanto en todas las condiciones político-sociales de los
países correspondientes en general, como en las dos tendencias fundamentales
del movimiento obrero en particular. Para mostrarlo de un modo más evidente,
cedemos la palabra a Hobson, el cual es un testigo "seguro", ya que
no se le puede considerar como sospechoso de apasionamiento por la
"ortodoxia marxista" y, por otra parte, es un inglés bien informado
de la situación del país más rico en colonias, en capital financiero y en
experiencia imperialista.
Describiendo, bajo la viva
impresión de la guerra anglo-boer, el lazo que une al imperialismo con los
intereses de los
* Schulze-Gaevernitz,
obra cit., pág. 122.
** "Die Bank", 1911, t. I, págs.
10-11.
pág. 131
"financieros",
el aumento de los beneficios resultantes de las contratas, de los suministros
de guerra, etc., Hobson decía:
"Los orientadores de esta política netamente
parasitaria son los capitalistas; pero los mismos motivos ejercen también su
acción sobre categorías especiales de obreros. En muchas ciudades, las ramas
más importantes de la industria dependen de los pedidos del Estado; el imperialismo
de los centros de las industrias metalúrgica y naviera depende, en gran parte,
de este hecho".
Las circunstancias de dos órdenes, a juicio del autor, han debilitado la fuerza
de los viejos imperios: 1) el "parasitismo económico" y 2) la
formación de ejércitos con soldados de los pueblos dependientes.
"La primera es costumbre del parasitismo
económico, en virtud del cual el Estado dominante utiliza sus provincias, sus
colonias y los países dependientes, con el objeto de enriquecer a su clase dirigente
y corromper a las clases inferiores a fin de que permanezcan tranquilas".
Para que sea económicamente posible esa corrupción, sea cual sea la forma en
que se realice, es necesario -- añadiremos por nuestra cuenta -- un beneficio
monopolista elevado.
En lo que se refiere a la segunda circunstancia, Hobson dice:
"Uno de los síntomas más extraños de la ceguera
del imperialismo es la despreocupación con que la Gran Bretaña, Francia y otras
naciones imperialistas emprenden este camino. Gran Bretaña ha ido más lejos que
ningún otro país. La mayor parte de los combates por medio de los cuales
conquistamos nuestro imperio indio, fueron sostenidos por tropas indígenas. En
la India, como durante los últimos tiempos en Egipto, grandes ejércitos permanentes
pág. 132
se hallan bajo el mando de los ingleses; casi todas nuestras
guerras de conquista en Africa, con excepción del Sur, han sido llevadas a cabo
para nosotros por los indígenas".
La perspectiva del reparto de China suscita en Hobson la siguiente apreciación
económica:
"La mayor parte de la Europa occidental podría
tomar entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertas partes
de esos países: el sur de Inglaterra, la Riviera, los sitios de Italia y Suiza
más frecuentados por los turistas y poblados por ricachos, es decir: un puñado
de ricos aristócratas que percibirían dividendos y pensiones del Lejano
Oriente, con un grupo un poco más considerable de empleados y de comerciantes y
un número mayor de domésticos y de obreros ocupados en la industria del
transporte y en la industria dedicada a la última fase de preparación de
artículos de fácil alteración. En cambio, las ramas principales de la industria
desaparecerían y los productos alimenticios de gran consumo, los artículos
semimanufacturados corrientes afluirían, como un tributo, de Asia y Africa. . .
He aquí qué posibilidades abre ante nosotros una alianza más vasta de los
Estados occidentales una federación europea de las grandes potencias: dicha
federación no sólo no haría avanzar la civilización mundial, sino que podría
implicar un peligro gigantesco de parasitismo occidental: formar un grupo de
naciones industriales avanzadas, cuyas clases superiores percibirían enormes
tributos de Asia y Africa, por medio de los cuales mantendrían a grandes masas
domesticadas de empleados y criados, ocupados no ya en la producción agrícola e
industrial de artículos de gran consumo, sino en el servicio personal o en el
trabajo industrial secundario, bajo el control de
pág. 133
una nueva aristocracia financiera. Que los que se hallan
dispuestos a rechazar esta teoría [debería decirse: perspectiva], como poco
digna de ser examinada, reflexionen sobre las condiciones económicas y sociales
de las regiones del sur de Inglaterra que se hallan ya en esta situación. Que
piensen en las proporciones enormes que podría adquirir dicho sistema, si China
fuese sometida al control económico de tales grupos financieros, de los
'capital investors', de sus agentes políticos y empleados comerciales e
industriales, que agotarán el más grande depósito potencial de beneficios que
jamás ha conocido el mundo, con objeto de consumir dichos beneficios en Europa.
Naturalmente, la situación es excesivamente compleja, el juego de las fuerzas
mundiales es demasiado difícil de calcular para que resulte muy verosímil esa u
otra interpretación única del futuro. Pero las influencias que inspiran al
imperialismo de la Europa occidental en la actualidad se orientan en este
sentido, y si no chocan con una resistencia, si no son desviadas hacia otra
parte, se desarrollarán precisamente en el sentido de la culminación de este
proceso"*.
El autor tiene toda la razón: si las fuerzas del imperialismo no tropezaran con
resistencia alguna, conducirían indefectiblemente a esto. La significación de
los "Estados Unidos de Europa", en la situación imperialista actual,
es apreciada acertadamente por este autor. Convendría únicamente añadir que también
en el interior del movimiento obrero, los oportunistas, temporalmente
vencedores ahora en la mayoría de los países, "trabajan" de una
manera sistemática y firme precisamente en esta dirección. El imperialismo, que
significa el reparto del mundo y la explotación no sólo de China
* Hobson, obra cit.,
pags. 103, 205, 144, 335, 386.
pág. 134
e implica
ganancias monopolistas elevadas para un puñado de países los más ricos, crea la
posibilidad económica de la corrupción de las capas superiores del proletariado
y con ello nutre, da forma, refuerza el oportunismo. Lo que no hay que olvidar
son las fuerzas que contrarrestan al imperialismo en general y al oportunismo
en particular, y que, naturalmente, no puede ver el social-liberal Hobson.
El oportunista alemán Gerhard Hildebrand, el cual fue a su tiempo excluido del
Partido por su defensa del imperialismo y que en la actualidad podría ser jefe
del llamado Partido "Socialdemócrata" de Alemania, completa muy bien
a Hobson al preconizar los "Estados Unidos de Europa occidental" (sin
Rusia), con el objeto de llevar a cabo una acción "común" . . .
contra los negros africanos, contra el "gran movimiento islamita",
para mantener "un fuerte ejército y una escuadra potente" contra la
"coalición chino-japonesa", etc.*
La descripción del "imperialismo británico" que nos da Schulze-Gaevernitz
nos muestra los mismos rasgos de parasitismo. La renta nacional de Inglaterra,
en el período de 1865-1898, casi se duplicó mientras que la renta procedente
"del extranjero", durante ese mismo período, aumentó en nueve
veces. Si el "mérito" del imperialismo consiste en que
"educa al negro para el trabajo" (no es posible evitar la coerción. .
.), el "peligro" del imperialismo consiste en que "Europa
descargue el trabajo físico -- al principio el agrícola y el minero, después el
trabajo industrial más brutal -- sobre las espaldas de la población de color, y
se reserve para sí el papel de rentista, preparando acaso, de este modo, la
* Gerhard Hildebrand, "Die
Erschutterung der Industrieherrschaft und des Industriesozialismus", 1910,
págs. 229 y siguientes.
pág. 135
emancipación económica y, después, política de
las razas de color".
En Inglaterra, se priva a Ia
agricultura de una parte de tierra cada día mayor para dedicarla al deporte, a
las diversiones de los ricachos. Por lo que se refiere a Escocia -- el sitio
más aristocrático para la caza y otros deportes -- se dice que "vive de su
pasado y de mister Carnégie" (multimillonario norteamericano). Sólo en las
carreras de caballos y en la caza de zorros gasta anualmente Inglaterra 14
millones de libras esterlinas (unos 130 millones de rublos). El número de
rentistas ingleses es de cerca de un millón. El tanto por ciento de la
población productora disminuye:
Años |
Población de |
Número de obreros |
Tanto por cien- |
1851 . . . . |
17,9 |
4,1 |
23 |
El investigador burgués del
"imperialismo británico de principios del siglo XX", al hablar de la
clase obrera inglesa, se ve obligado a establecer sistemáticamente una
diferencia entre las "capas superiores " de los obreros y la
"capa prole taria inferior propiamente dicha ". La capa
superior suministra la masa de los miembros de las cooperativas y de los
sindicatos, de las sociedades deportivas y de las numerosas sectas religiosas.
El derecho electoral se halla adaptado al nivel de dicha categoría. Dicho derecho
sigue siendo en Inglaterra ¡¡"lo suficientemente limitado para excluir
a la
pág. 136
capa proletaria interior propiamente
dicha"!! Para colorear la situación de la clase obrera inglesa,
ordinariamente se habla sólo de dicha capa superior, la cual constituye la minoría
del proletariado: por ejemplo, "la cuestión del paro forzoso es
principalmente un problema que afecta a Londres y a la capa proletaria
inferior, de la cual los políticos hacen poco caso ". . .[*] Se debería decir: de la cual los políticastros
burgueses y los oportunistas "socialistas" hacen poco caso.
Entre las particularidades del
imperialismo relacionadas con los fenómenos de que hemos hablado, figura la
disminución de la emigración de los países imperialistas y el aumento de la
inmigración (afluencia de obreros y transmigraciones) a estos últimos,
procedente de los países más atrasados, donde el nivel de los salarios es más
bajo. La emigración de Inglaterra, como lo hace observar Hobson, disminuye a
partir de 1884: en este año, el número de emigrantes fue de 242.000, y de
169.000 en 1900. La emigración de Alemania alcanzó el máximo entre 1881 y 1890:
1.453.000, descendiendo en las dos décadas siguientes hasta 544.000 y 341.000.
Por el contrario, aumentó el número de obreros llegados a Alemania procedentes
de Austria, Italia, Rusia y otros países. Según el censo de 1907, en Alemania
había 1.342.294 extranjeros, de los cuales 440.800 eran obreros industriales y
257.329 agrícolas**. En Francia, una "parte considerable" de los
obreros mineros está constituida por extranjeros: polacos, italianos,
españoles***. En los Estados Unidos, los inmigrados de la Europa oriental y
meridional ocupan los puestos peor retribuidos, mientras que los obreros
norteamericanos su-
* Schulze-Gaevernitz,
"Britischer Imperialismus", pág. 301.
** "Statistik des Deutschen Reichs", vol. 211.
*** Henger, "Die Kapitalsanlage der Franzosen",
Stuttgart, 1913.
pág. 137
ministran el
tanto por ciento mayor de capataces y de los obreros que tienen un trabajo
mejor retribuido[*]. El imperialismo tiene la tendencia a formar
categorías privilegiadas también entre los obreros y a divorciarlas de la gran
masa del proletariado.
Es preciso hacer notar que, en
Inglaterra, la tendencia del imperialismo a escindir a los obreros y a acentuar
el oportunismo entre ellos, a engendrar una descomposición temporal del
movimiento obrero, se manifestó Mucho antes de fines del siglo XIX y comienzos
del siglo XX. Esto se explica porque, desde mediados del siglo pasado, existían
en Inglaterra dos importantes rasgos distintivos del imperialismo: inmensas
posesiones coloniales y situación de monopolio en el mercado mundial. Durante
decenas de años, Marx y Engels estudiaron sistemáticamente ese lazo existente
entre el oportunismo en el movimiento obrero y las particularidades
imperialistas del capitalisrno inglés. Engels escribía, por ejemplo, a Marx el
7 de octubre de 1858:
"El
proletariado inglés se va aburguesanda de hecho cada día más; por lo que se ve,
esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al
lado de la burguesía una aristocracia burguesa y un proletariado burgués.
Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es,
hasta cierto punto, lógico".
Casi un cuarto de siglo después,
en su carta del 11 de agosto de 1881, habla de "las peores tradeuniones
inglesas que consienten ser dirigidas por individuos vendidos a la
* Hourvich,
"Immigration and Labor", New York, 1913.
pág. 138
burguesía o
que, por lo menos, son pagados por ella". Y en la carta del 12 de
septiembre de 1882 a Kautsky, Engels escribía:
"Me pregunta usted qué piensan los obreros
ingleses acerca de la política colonial. Lo mismo que piensan de la política en
general. Aquí no hay un partido obrero, no hay más que radicales conservadores y
liberales, y los obreros se aprovechan, junto con ellos, con la mayor
tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el
mercado mundial"*. [Engels desarrolla la misma idea en el prólogo a la
segunda edición de "La situación de la clase obrera en Inglaterra",
1892.]
He aquí, claramente indicadas, las causas y las consecuencias. Causas: 1)
explotación del mundo entero por dicho país; 2) su situación de monopolio en el
mercado mundial; 3) su monopolio colonial. Consecuencias: 1) aburguesamiento de
una parte del proletariado inglés; 2) una parte de dicho proletariado se deja
dirigir por gentes compradas por la burguesía o, cuando menos, pagadas por la
misma. El imperialismo de comienzos del siglo XX terminó el reparto del mundo entre
un puñado de Estados, cada uno de los cuales explota actualmente (en el sentido
de la obtención de superganancias) una parte "del mundo entero" poco
más pequeña que la que explotaba Inglaterra en 1858; cada uno de ellos ocupa
una posición de monopolio en el mercado mundial, gracias a los trusts, a los
cartels, al capital financie-
* "Briefwechsel von Marx und
Engels", vol. II, pág. 290; IV, pág. 453; K. Kautsky,
"Sozialismus und Kolonialpolitik", Berlín, 1907, pág. 79. Este
folleto fue escrito en los tiempos, tan remotos ya, en que Kautsky era
marxista.
pág. 139
ro, a las relaciones entre acreedor y deudor;
cada uno de ellos dispone hasta cierto punto de un monopolio colonial (como
hemos visto, de los 75 millones de kilómetros cuadrados de todas las
colonias del mundo, 65 millones, es decir, el 86%, se hallan
concentrados en manos de seis potencias; 61 millones, esto es, el 81%,
están concentrados en manos de tres potencias).
El rasgo distintivo de la
situación actual consiste en la existencia de condiciones económicas y
políticas tales, que forzosamente han tenido que acentuar la inconciliabilidad
del oportunismo con los intereses generales y vitales del movimiento obrero: el
imperialismo embrionario se ha convertido en un sistema dominante; los
monopolios capitalistas han pasado al primer plano en la economía nacional y en
la política; el reparto del mundo se ha llevado a su término; pero, por otra
parte, en vez del monopolio indiviso de Inglaterra, vemos la lucha por la
participación en él entre un pequeño número de potencias imperialistas, lucha
que caracteriza todo el comienzo del siglo XX. El oportunismo no puede ahora
resultar completamente victorioso en el movimiento obrero de un país durante
decenas de años, como triunfó en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo
XIX, pero, en una serie de países, ha alcanzado su plena madurez, la ha
sobrepasado y se ha descompuesto, fundiéndose del todo, bajo la forma del
socialchovinismo, con la política burguesa*.
* El socialchovinismo ruso de los señores Pótresov, Chjenkeli, Máslov y
otros, lo mismo en su forma franca, como en su forma encubierta (señores
Chjeidse, Skóbelev, Axelrod, Mártov, etc.), también nació de la variedad rusa
del oportunismo: el liquidacionismo.
pág. 140
IX. LA CRITICA DEL IMPERIALISM0
Entendemos la crítica del imperialismo en el sentido amplio de esta palabra,
como posición de las distintas clases de la sociedad ante la política del
imperialismo en relación con la ideología general de las mismas.
Las
gigantescas proporciones del capital financiero, concentrado en unas pocas
manos, que ha creado una red extraordinariamente vasta y densa de relaciones y
enlaces, que ha sometido no sólo a la masa de los capitalistas y empresarios
medianos y pequeños, sino a los más insignificantes, por una parte, y la
exacerbación, por otra, de la lucha con otros grupos nacionales de financieros
por el reparto del mundo y por el dominio sobre otros países: todo esto provoca
el paso en bloque de todas las clases poseyentes al lado del imperialismo. El
signo de nuestro tiempo es el entusiasmo "general" por las
perspectivas de este último, la defensa porfiada del mismo, su embellecimiento
por todos los medios. La ideología imperialista penetra, incluso, en el seno de
la clase obrera, la cual no está separada de las demás clases por una muralla
china. Si los jefes del llamado Partido "Socialdemócrata" actual de
Alemania han sido con justicia calificados de "socialimperialistas",
esto es, de socialistas de palabra e imperialistas de hecho, Hobson hacía notar
ya en 1902 la existencia de "imperialistas fabianos" en Inglaterra,
pertenecientes a la oportunista "Sociedad Fabiana".
Los
sabios y los publicistas burgueses ordinariamente defienden el imperialismo en
una forma un poco encubierta, velando la dominación completa del imperialismo y
sus raíces profundas, esforzándose en colocar en primer plano las
particularidades y los detalles secundarios, esforzándose en distraer la
atención de lo esencial por medio de proyectos de
pág.
141
"reformas"
faltos de toda seriedad, tales como el control policiaco de los trusts o de los
bancos, etc. Es menos frecuente que den abiertamente la cara los imperialistas
cínicos, declarados, que tienen el valor de considerar como absurda la idea de
reformar las características fundamentales del imperialismo.
Daremos un ejemplo. Los imperialistas alemanes, en las ediciones del
"Archivo de la Economía Mundial", se esfuerzan en seguir de cerca los
movimientos de liberación nacional de las colonias, particularmente, como es
natural, de las no alemanas, señalan la fermentación y las protestas en la
India, el movimiento en Natal (Africa del Sur), en la India holandesa, etc. Uno
de ellos, en una nota a propósito de una publicación inglesa que informaba sobre
la Conferencia de naciones y razas sometidas, que se celebró del 28 al 30 de
junio de 1910 y en la cual participaron representantes de distintos pueblos de
Asia, Africa y Europa que se hallan bajo la dominación extranjera, al comentar
los discursos pronunciados en dicha Conferencia, se expresa así:
"Hay que luchar contra el imperialismo, se nos dice; los Estados
dominantes deben reconocer el derecho a la independencia de los pueblos
sometidos; un tribunal internacional debe velar por el cumplimiento de los
tratados concertados entre las grandes potencias y los pueblos débiles. La
Conferencia no va más allá de esos buenos deseos. No vemos ni la menor huella
de comprensión de la verdad de que el imperialismo está indisolublemente ligado
al capitalismo en su forma actual ni, por tanto, la menor huella de comprensión
de que, por ello (¡¡ !!), la lucha directa contra el imperialismo está
condenada al fracaso, a no ser
pág.
142
que
la lucha se limite a protestas contra excesos aislados particularmente odiosos"[*].
Como la enmienda reformista de las
bases del imperialismo es un engaño, un "buen deseo", como los
representantes burgueses de las naciones oprimidas no van "más allá",
hacia adelante, el representante burgués de la nación opresora va "más
allá", hacia atrás, hacia el servilismo con respecto al
imperialismo, cubierto con una pretensión de "cientifismo". ¡Vaya una
"lógica"!
Las cuestiones esenciales en la
crítica del imperialismo son la de saber si es posible modificar con reformas
las bases del imperialismo, la de saber si hay que seguir adelante
desarrollando la exacerbación y el ahondamiento de las contradicciones
engendradas por el mismo o hay que retroceder, atenuando dichas
contradicciones. Como las particularidades políticas del imperialismo son la
reacción en toda la línea y la intensificación del yugo nacional como
consecuencia del yugo de la oligarquía financiera y la supresión de la libre
concurrencia, a principios del siglo XX, en casi todos los países
imperialistas, aparece una oposición democrática pequeñoburguesa al
imperialismo. Y la ruptura con el marxismo por parte de Kautsky y de la vasta
corriente internacional del kautskismo consiste precisamente en que Kautsky no
sólo no se ha preocupado, no ha sabido enfrentarse a esa oposición
pequeñoburguesa, reformista, en lo económico fundamentalmente reaccionaria,
sino que, por el contrario, se ha fundido prácticamente con ella.
En los Estados Unidos, la guerra
imperialista de 1898 contra España provocó una oposición de los
"antiimperialistas", los últimos mohicanos de la democracia burguesa,
los
*
"Weltwirtschaftliches Archiv", vol. II, pág. 193.
pág. 143
cuales calificaban
de "criminal" dicha guerra, consideraban como una violación de la
Constitución la anexión de tierras ajenas, denunciaban como "un engaño de
los patrioteros" la actitud hacia el jefe de los indígenas filipinos
Aguinaldo (al cual prometieron la libertad de su país y después desembarcaron
tropas norteamericanas y se anexionaron las Filipinas), citaban las palabras de
Lincoln: "cuando el blanco se gobierna a sí mismo, esto se llama
autonomía; cuando se gobierna a sí mismo y, al mismo tiempo, gobierna a otros,
no es ya autonomía, esto se llama despotismo"[*]. Pero mientras toda esa crítica tenía miedo de
reconocer el lazo indisoluble existente entre el imperialismo y los trusts, y,
por consiguiente, entre el imperialismo y los fundamentos del capitalismo;
mientras temía unirse a las fuerzas engendradas por el gran capitalismo y su
desarrollo, no pasaba de ser una "aspirasión inocente".
Igual es la posición fundamental
de Hobson en su crítica del imperialismo. Hobson se ha anticipado a Kautsky al
levantarse contra la "inevitabilidad del imperialismo" y al invocar
la necesidad de "elevar la capacidad de consumo" de la población
(¡bajo el régimen capitalistat). Mantienen una posición pequeñoburguesa en la
crítica del imperialismo, de la omnipotencia de los bancos, de la oligarquía
financiera, etc., Agahd, A. Lansburgh, L. Eschwege, citados reiteradas veces
por nosotros, y, entre los escritores franceses, Víctor Bérard, autor de la
obra superficial "Inglaterra y el imperialismo", aparecida en 1900.
Todos ellos, sin ninguna pretensión de marxismo, ni mucho menos, oponen al
imperialismo la libre concurrencia y la democracia, condenan la aventura del
ferrocarril de Bagdad, que conduce a conflictos y a la guerra,
* J. Patouillet,
"L'impérialisme américain", Dijon, 1904, pág. 272.
pág. 144
manifiestan
"aspiraciones inocentes" de paz, etc., incluso el estadístico de las
emisiones internacionales, A. Neymarck, el cual, calculando los centenares de
miles de millones de francos de valores "internacionales", exclamaba,
en 1912: "¿Es posible concebir que la paz pueda ser violada. . . , que con
unas cifras tan enormes el mundo se arriesgue a provocar la guerra?"[*]
Por parte de los economistas
burgueses esa ingenuidad no tiene nada de sorprendente; además, para ellos es ventajoso
aparecer tan ingenuos y hablar "seriamente" de la paz bajo el
imperialismo. Pero ¿qué es lo que le queda del marxismo a Kautsky, cuando en
1914, 1915 y 1916 adopta ese mismo punto de vista burgués-reformista y afirma
que "todo el mundo está de acuerdo" (imperialistas, pseudosocialistas
y social-pacifistas) en lo que se refiere a la paz? En vez de analizar y de
poner al descubierto en toda su profundidad las contradicciones del
imperialismo, vemos únicamente la "aspiración inocente" reformista de
evitarlas, de deshacerse de ellas.
He aquí una pequeña muestra de la
crítica económica del imperialismo por Kautsky. Este toma los datos sobre la
exportación y la importación de Inglaterra en Egipto en 1872 y 1912: resulta
que esa exportación e importación aumentó menos que la exportación y la
importación generales de Inglaterra. Y Kautsky saca de ello la conclusión
siguiente:
"No tenemos
fundamento alguno para suponer que, sin la ocupación militar de Egipto, el
comercio con dicho país hubiera crecido menos bajo la influencia del simple
peso
* Bulletin de l'Institut
International de Statistique, t. XIX, libro II, pág. 225.
pág. 145
de los factores económicos". "Como mejor puede el
capital realizar su tendencia a la expansión es, no por medio de los métodos
violentos del imperialismo, sino por la democracia pacífica"[*].
Este razonamiento de Kautsky, repetido en todos los tonos por su escudero ruso
(y encubridor ruso de los socialchovinistas), señor Spectator[13], constituye la base de la crítica kautskiana
del imperialismo y por esto debemos detenernos más detalladamente en él.
Empecemos por una cita de Hilferding, cuyas conclusiones Kautsky ha declarado
muchas veces, por ejemplo, en abril de 1915, que eran "aceptadas
unánimemente por todos los teóricos socialistas".
"No incumbe
al proletariado -- dice Hilferding -- oponer a la política capitalista más
progresiva la era del librecambio, que se ha quedado atrás, y la actitud hostil
frente al Estado. La respuesta del proletariado a la política económica del
capital financiero, al imperialismo, puede ser no el librecambio, sino
solamente el socialismo. El fin de la política proletaria no puede ser
actualmente la restauración de la libre concurrencia -- que se ha convertido en
un ideal reaccionario --, sino únicamente la destrucción completa de la
competencia por medio de la supresión del capitalismo"**.
Kautsky ha roto con el marxismo al
defender para la época del capital financiero un "ideal
reaccionario", la "democracia pacífica", "el simple peso de
los factores económicos", pues este ideal arrastra objetivamente
hacia
* Kautsky,
"Nationalstaat, imperiaíistischer Staat und Staatenbund", Nürnberg,
1915, págs. 72 y 70.
** "El capital financiero", pág. 567.
pág. 146
atrás, del
capitalismo monopolista al capitalismo no monopolista, y es un engaño
reformista.
El comercio con Egipto (o con otra colonia o semicolonia) "hubiera
crecido" más sin la ocupación militar, sin el imperialismo, sin el
capital financiero. ¿Qué significa esto? ¿Que el capitalismo se desarrollaría
más rápidamente si la libre concurrencia no se viera limitada por los
monopolios en general ni por las "relaciones" o el yugo (esto es,
monopolio asimismo) del capital financiero, ni por la posesión monopolista de
las colonias por parte de países aislados?
Los
razonamientos de Kautsky no pueden tener otro sentido, y este
"senticdo" es un sin sentido. Admitamos que sí, que la libre
concurrencia, sin monopolios de ninguna especie desarrollar í a el
capitalismo y el comercio más rápidamente. Pero cuanto más rápido es el
desarrollo del comercio y del capitalismo, más intensa es la concen tración de
la producción y del capital, que engendra el monopolio. ¡Y los
monopolios han nacido y a precisamente d e la libre concurrencia!
Aun en el caso de que los monopolios retrasaran actualmente el desarrollo, esto
no sería, a pesar de todo, un argumento en favor de la libre concurrencia, la
cual es imposible después de haber engendrado los monopolios.
Por más vueltas que deis a los razonamientos de Kautsky, no hallaréis en él más
que reaccionarismo y reformismo burgués.
Si se corrige este razonamiento y se dice, como Spectator, que el comercio de
las colonias inglesas con Inglaterra se desarrolla en la actualidad más
lentamente que con otros países, esto tampoco salva a Kautsky, pues Inglaterra
va siendo batida t a m b i é n por el monopolio, t a m b i é n
por el imperialismo, pero de otros países (Estados Unidos,
pág. 147
Alemania). Es
sabido que los cartels han conducido al establecimiento de aranceles proteccionistas
de un tipo nuevo, original: se protegen (como lo hizo ya observar Engels en el
III tomo de "El Capital") precisamente los productos susceptibles de
ser exportados. Es conocido asimismo el sistema, propio de los cartels y del
capital financiero, de "exportación a precios tirados", el
"dumping", como dicen los ingleses: en el interior del país, el
cartel vende sus productos a un precio monopolista elevado, y en el extranjero
los vende a un precio tres veces más bajo con objeto de arruinar al competidor,
ampliar hasta el máximo su propia producción, etc. Si Alemania desarrolla más
rápidamente que Inglaterra su comercio con las colonias inglesas, esto
demuestra solamente que el imperialismo alemán es más lozano, más fuerte, mejor
organizado que el inglés, superior a él, pero no demuestra, ni mucho menos, la
"preponderancia" del librecambio porque no es él el que lucha contra
el proteccionismo, contra la dependencia colonial, sino que un imperialismo
lucha contra otro, un monopolio contra otro, un capital financiero contra otro.
La preponderancia del imperialismo alemán sobre el inglés es más fuerte que la
muralla de las fronteras coloniales o de los aranceles proteccionistas: sacar
de ahí un "argumento" en favor del librecambio y de la
"democracia pacífica" equivale a sostener una trivialidad, a olvidar
los rasgos y las propiedades fundamentales del imperialismo, a sustituir el
marxismo por el reformismo pequeñoburgués.
Es interesante hacer notar que incluso el economista burgués A. Lansburgh, que
critica el imperialismo de una manera tan pequeñoburguesa como Kautsky, ha
elaborado, sin embargo, de un modo más científico que él los datos de la
estadística comercial. Lansburgh no sólo ha comparado
pág. 148
un país tomado
al azar, y no sólo una colonia con los demás países, sino la exportación de un
país imperialista: 1) en los países que dependen financieramente de él, que han
recibido empréstitos, y 2) en los países financieramente independientes. El
resultado obtenido es el siguiente:
EXPORTACION DE ALEMANIA (EN MILLONES DE MARCOS)
A los países financieramnete
dependientes de Alemania
Países |
1889 |
1908 |
Aumento |
Rumania
. . . . . . |
48,2 |
70,8 |
47% |
Total
. . . . |
234,8 |
451,5 |
92% |
A los países financieramnete
independientes de Alemania
Países |
1889 |
1908 |
Aumento |
Gran
Bretaña . . . . . |
651,8 |
997,4 |
53% |
Total
. . . . |
1,206.6 |
2,264.4 |
87% |
pág. 149
Lansburgh
no dedujo las conclusiones, y por esto no se dio cuenta, lo que es algo
extraño, de que si estas cifras demuestran algo es precisamente contra
él, pues la exportación a los países financieramente dependientes ha crecido, a
pesar de todo, más rápidamente, aunque no de un modo muy consi
derable, que la exportación a los países financieramente independientes
(subrayamos "si" porque la estadística de Lansburgh dista mucho de
ser completa).
Refiriéndose a la relación existente entre la exportación y los empréstitos,
Lansburgh dice:
"En 1890-91, fue concertado el empréstito
rumano por mediación de los bancos alemanes, los cuales, en los años
anteriores, adelantaban ya dinero a cuenta del mismo. El empréstito sirvió
principalmente para la adquisición de material ferroviario, el cual se recibía
de Alemania. En 1891, la exportación alemana a Rumania fue de 55 millones de
marcos. Al año siguiente descendió hasta 39,4 y, con intervalos, hasta 25,4
millones, en 1900. Unicamente en estos últimos años ha sido nuevamente
alcanzado el nivel de 1891, gracias a otros dos nuevos empréstitos.
La exportación alemana a Portugal aumentó, a
consecuencia de los empréstitos de 1888-89, hasta 21,1 millones de marcos
(1890); después, en los dos años siguientes, descendió hasta 16,2 y 7,4
millones, y alcanzó su antiguo nivel únicamente en 1903.
Son todavía más expresivos los datos relativos al
comercio germano-argentino. A consecuencia de los empréstitos de 1888 y 1890,
la exportación alemana a la Argentina alcanzó, en 1889, la cifra de 60,7
millones de marcos. Dos años más tarde, la cxportación era sólo de 18,6
millones, esto es, menos de la tercera parte. Sólo en 1901 es
pág. 150
alcanzado y superado el nivel de 1889, como resultado de los
nuevos empréstitos del Estado y municipales, de la entrega de dinero para la
construcción de centrales eléctricas y de otras operaciones de crédito.
La exportación a Chile aumentó, a consecuencia del empréstito de
1889, hasta 45,2 millones de marcos (1892) y descendió un año despues a 22,5
millones. Después de un nuevo empréstito, concertado por medio de los bancos
alemanes en 1906, la exportación se elevó hasta 84,7 millones de marcos (1907),
para descender de nuevo a 52,4 millones en 1908"[*].
Lansburgh deduce de estos hechos
una divertida moral pequeñoburguesa: cuán inconsistente y desigual es la
exportación relacionada con los empréstitos, lo mal que está exportar capitales
al extranjero en vez de desarrollar la industria patria de un modo
"natural" y "armónico", lo "caras" que le
resultan a Krupp las propinas de muchos millones al ser concertados los
empréstitos extranjeros, etc. Pero los hechos hablan con claridad: el aumento
de la exportación está precisamente relacionado con las maquinaciones
del capital financiero, que no se preocupa de la moral burguesa y saca al buey
dos cueros: primero, el beneficio del empréstito, y segundo, un beneficio de ese
mismo empréstito, cuando éste es invertido en la compra de los artículos de
Krupp o de material ferroviario del sindicato del acero, etc.
Repetimos que no consideramos
perfecta, ni mucho menos, la estadística de Lansburgh, pero era indispensable
reproducirla, porque es más científica que la de Kautsky y de Spectator, ya que
Lansburgh indica una manera justa de enfocar la cuestión. Para razonar sobre la
significación del
* "Die Bank",
1909, II, págs. 819 y siguientes.
pág. 151
capital
financiero en lo que se refiere a la exportación, etc. es indispensable saber
destacar ésta especial y únicamente en su relación con las maquinaciones de los
financieros, especial y únicamente en su relación con la venta de los productos
de los cartels, etc. Limitarse a cornparar sencillamente las colonias en
general con los países no coloniales, un imperialismo con otro, una semicolonia
o colonia (Egipto) con todos los demás países significa dejar de lado y
escamotear precisamente la esencia de la cuestión.
La crítica teórica del imperialismo hecha por Kautsly no tiene nada de común
con el marxismo; sirve únicamente como punto de partida para predicar la paz y
la unidad con los oportunistas y los socialchovinistas, porque dicha crítica
deja de lado y escamotea justamente las contradicciones más profundas y
radicales del imperialismo: las contradicciones entre los monopolios y la libre
concurrencia que existe paralelamente con ellos, entre las
"operaciones" gigantescas (y las ganancias gigantescas) del capital
financiero y el comercio "honrado" en el mercado libre, entre los
cartels y trusts, de una parte, y la industria no cartelizada, por otra, etc.
Lleva absolutamente el mismo sello reaccionario la famosa teoría del
"ultraimperialismo", inventada por Kautsky. Comparad su razonamiento
sobre este tema en 1915 con el de Hobson en 1902:
Kautsky:
". . . ¿No puede la política imperialista
actual ser desalojada por otra nueva, ultraimperialista, que colocaría en el
sitio de la lucha de los capitales financieros nacionales entre sí la
explotación común de todo el mundo por el capital financiero unido
internacionalmente? Una semejante nueva fase del capitalismo, en todo caso, es
conce-
pág. 152
bible. La ausencia de premisas suficientes impide afirmar si es
realizable o no"[*].
Hobson:
"El
cristianismo, que se ha consolidado en un número limitado de grandes imperios
federales, cada uno de los cuales dispone de varias colonias no civilizadas y
de varios países dependientes, les parece a muchos como la evolución más
legítima de las tendencias actuales, una evolución, además, que haría concebir
las mayores esperanzas en una paz permanente sobre la base sólida del
interimperialismo".
Kautsky califica de
ultraimperialismo o superimperialismo lo que Hobson, 13 años antes, calificaba
de interimperialismo. Si exceptuamos la creación de una nueva y sapientísima
palabreja por medio de la sustitución de un prefijo latino por otro, el
progreso del pensamiento "científico" en Kautsky consiste únicamente
en la pretensión de hacer pasar por marxista lo que Hobson describe, en
esencia, como manifestación hipócrita de los curitas ingleses. Después de la guerra
anglo-boer era natural que este honorable estamento dirigiera sus mayores
esfuerzos en el sentido de consolar a los pequeños burgueses y a los
obreros ingleses, los cuales habían tenido no pocos muertos en los combates
surafricanos y fueron obligados a pagar impuestos elevados a fin de garantizar
mayores utilidades a los financieros ingleses. Y ¿qué consuelo podía ser mayor
que el de que el imperialismo no era tan malo, que se hallaba muy cerca del
inter o ultraimperialismo, capaz de asegurar la paz permanente? Cualesquiera
que fueran las buenas intenciones de íos curitas ingleses o del dulzón de
Kautsky, el sentido objetivo, esto
* "Neue Zeit", 30
de abril, 1915, pág. 144.
pág. 153
es, el
verdadero sentido social de su "teoría" es uno, y sólo uno: el
consuelo archirreaccionario de las masas por medio de la esperanza en la
posibilidad de la paz permanente bajo el capitalismo, distrayenclo la atención
de las agudas contradicciones y de los agudos problemas de la actualidad y
dirigiendo dicha atención hacia las falsas perspectivas de un pretendido nuevo
"ultraimperialismo" futuro. Excepción hecha del engaño de las masas,
la teoría "marxista" de Kautsky no da más de sí.
En efecto, basta confrontar con claridad los hechos generalmente conocidos, indiscutibles,
para convencerse hasta qué punto son falsas las perspectivas que Kautsky se
esfuerza en inculcar a los obreros alemanes (y a los de todos los países).
Tomemos el ejemplo de la India, de la Indochina y de China. Es sabido que esos
tres países coloniales y semicoloniales, con una población de 600 a 700
millones de almas, se hallan sometidos a la explotación del capital financiero
de varias potencias imperialistas: Inglaterra, Francia, Japón, Estados Unidos,
etc. Supongamos que dichos países imperialistas forman alianzas, los unos
contra los otros, con objeto de defender o extender sus posesiones, sus
intereses y sus "esferas de influencia" en los mencionados países
asiáticos. Esas alianzas serán alianzas "inter" o "ultraimperialistas".
Supongamos que todas las potencias imperialistas constituyen una alianza
para el reparto "pacífico" de dichos países asiáticos. Esa será una
alianza del "capital financiero unido internacionalmente". En la
historia del siglo XX, hallamos ejemplos concretos de una tal alianza, por
ejemplo, en las relaciones de las potencias con China Cabe preguntar: ¿es
"concebible" suponer que, en las condiciones de conservación del
capitalismo (y son precisamente estas condiciones las que presupone Kautsky),
dichas alianzas no sean de corta
pág. 154
duración, que
excluyan los rozamientos, los conflictos y la lucha en todas las formas
imaginables?
Basta formular claramente la pregunta para que sea imposible darle otra
respuesta que no sea negativa, pues bajo el capitalismo no se concibe
otro fundamento para el reparto de las esferas de influencia, de los intereses,
de las colonias, etc., que la fuerza de los participantes en el reparto,
la fuerza económica general, financiera, militar, etc. Y la fuerza no se
modifica de un modo idéntico en esos participantes del reparto, ya que es
imposible, bajo el capitalismo, el desarrollo igual de las distintas
empresas, trusts, ramas industriales y países. Hace medio siglo, la fuerza
capitalista de Alemania era de una absoluta insignificancia en comparación con
la de la Inglaterra de aquel entonces; lo mismo se puede decir del Japón en
comparación con Rusia. ¿Es "concebible" que dentro de unos diez o
veinte años, permanezca invariable la correlación de fuerzas entre las
potencias imperialistas? Es absolutamente inconcebible.
Por esto, las alianzas "interimperialistas" o
"ultraimperialistas" en la realidad capitalista, y no en la vulgar
fantasía pequeñoburguesa de los curas ingleses o del "marxista"
alemán Kautsky -- sea cual fuera su forma: una coalición imperialista contra
otra coalición imperialista, o una alianza general de todas las
potencias imperialistas -- no pueden constituir, inevitablemente, más
que "treguas" entre las guerras. Las alianzas pacíficas preparan las
guerras y, a su vez, surgen del seno de la guerra, condicionándose mutuamente,
engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica sobre una
y la misma base de relaciones imperialistas y de relaciones recíprocas
entre la economía y la política mundiales. Y el sapientísimo Kautsky, para
tranquilizar a los obreros y reconciliarlos con los socialchovi-
pág. 155
nistas, que se
han pasado a la burguesía, separa dos eslabones de una sola y misma
cadena, separa la actual alianza pacífica (ultraimperialista y aun
ultra-ultraimperialista) de todas las potencias para la
"pacificación" de China (acordaos del aplastamiento de la
insurrección de los "boxers") del conflicto bélico de mañana, que
preparará para pasado mañana otra alianza "pacífica" general para el
reparto, supongamos, de Turquía, etc., etc. En vez del enlace
vivo entre los períodos de paz imperialista y de guerras imperialistas, Kautsky
ofrece a los obreros una abstracción muerta, a fin de recon ciliarlos con sus
jefes muertos.
El norteamericano Hill, en su "Historia de la diplomacia en el
desenvolvimiento internacional de Europa", indica, en el prólogo, los
períodos siguientes en la historia moderna de la diplomacia: 1) era de las
revoluciones; 2) movimiento constitucional; 3) era del "imperialismo comercial"*
de nuestros días. Otro escritor divide la historia de la "política
mundial" de la Gran Bretaña, a partir de 1870, en cuatro períodos: 1)
primer período asiático (lucha contra el movimiento de Rusia en el Asia Central
en dirección a la India); 2) período africano (aproximadamente, de 1885 a
1902): lucha contra Francia por el reparto de Africa (incidente de Fachoda, en
1898, a punto de producir la guerra con Francia); 3) segundo período asiático
(tratado con el Japón contra Rusia); 4) período "europeo",
caracterizado principalmente por la lucha contra Alemania**. "Las
escaramuzas políticas de los destacamentos de vanguardia se libran en el
terreno financiero", escribía ya en 1905 el "financiero"
* David Jayne Hill, "A
History of the Diplomacy in the international development of Europe", vol.
I, pág. 10.
** Schilder, obra cit., pág. 178.
pág. 156
Riesser, indicando cómo el capital financiero
francés, al operar en Italia, preparó la alianza política de dichos países,
cómo se desarrollaba la lucha entre Alemania e Inglaterra por Persia, la lucha
de todos los capitales europeos por los empréstitos chinos, etc. He aquí la
realidad viva de las alianzas "ultraimperialistas" pacíficas con su
indisoluble lazo de unión con los conflictos simplemente imperialistas.
La atenuación por Kautsky de las
contradicciones más profundas del imperialismo, atenuación que se convierte
inevitablemente en un embellecimiento del imperialismo, no pasa sin imprimir su
sello también a la crítica, hecha por este escritor, de las propiedades
políticas del imperialismo. El imperialismo es la época del capital financiero
y de los monopolios, los cuales traen aparejada por todas partes la tendencia a
la dominación y no a la libertad. La reacción en toda la línea, sea cual fuere
el régimen político; la exacerbación extrema de las contradicciones en esta
esfera también: tal es el resultado de dicha tendencia. Particularmente se
intensifica también la opresión nacional y la tendencia a las anexiones, esto
es, a la violación de la independencia nacional (pues la anexión no es sino la
violación del derecho de las naciones a su autodeterminación). Hilferding hace
observar con acierto la relación entre el imperialismo y la intensificación de
la opresión nacional:
"En lo que
se refiere a los países nuevamente descubiertos -- dice --, el capital
importado intensifica las contradicciones y provoca contra los intrusos una
resistencia creciente de los pueblos, cuya conciencia nacional se despierta;
esta resistencia se puede convertir fácilmente en medidas peligrosas dirigidas
contra el capital extranjero Se revolucionan radicalmente las viejas relaciones
sociales;
pág. 157
se desmorona el aislamiento
agrario milenario de las 'naciones sin historia', las cuales se ven arrastradas
a la vorágine capitalista. El propio capitalismo poco a poco proporciona a los
sometidos, medios y procedimientos adecuados de emancipación. Y dichas naciones
formulan el fin que en otros tiempos era considerado como el más elevado por
las naciones europeas: la creación de un Estado nacional único como instrumento
de libertad económica y cultural. Este movimiento por la independencia amenaza
al capital europeo en sus zonas de explotación más preciadas, que prometen las
perspectivas más brillantes, y el capital europeo puede mantener su dominación
sólo aumentando continuamente sus fuerzas militares"[*].
A esto hay que añadir que no sólo en los países nuevamente descubiertos,
sino incluso en los viejos, el imperialismo conduce a las anexiones, a la
intensificación de la opresión nacional, y por consiguiente, también, a la
intensificación de la resistencia. Al hacer objeciones a la intensificación de
la reacción política por el imperialismo, Kautsky deja en la sombra la cuestión
acerca de la imposibilidad de la unidad con los oportunistas en la época del
imperialismo, cuestión que ha adquirido particular importancia vital. Al
oponerse a las anexiones, da a sus objeciones una forma tal, que resulta la más
inofensiva para los oportunistas y fácilmente aceptable por ellos. Kautsky se
dirige directamente al auditorio alemán y, sin embargo, escamotea precisamente
lo más esencial y más actual, por ejemplo, que Alsacia-Lorena es una anexión de
Alemania. Para apreciar esta "desviación del pensamiento" de Kautsky,
tomemos un ejemplo. Supongamos
* "El capital financiero", pág. 487.
pág. 158
que un japonés condena la anexión de
Filipinas por los norteamericanos. Cabe la pregunta: ¿serán muchos los que
crean que esto se hace por hostilidad a las anexiones en general y no por el
deseo del Japón de anexionarse él mismo las Filipinas? ¿Y no será preciso
reconocer que la "lucha" del japonés contra las anexiones puede ser
considerada como sincera y políticamente honrada sólo en el caso de que se
levante contra la anexión de Corea por el Japón, de que exija la libertad de
Corea de separarse del Japón?
Tanto el análisis teórico como
la crítica económica y política del imperialismo hechos por Kautsky se hallan totalmente
impregnados de un espíritu en absoluto inconciliable con el marxismo, de un
espíritu que escamotea y pule las contradicciones más fundamentales, de la
tendencia a mantener a toda costa la unidad, que se está desmoronando, con el
oportunismo en el movimiento obrero europeo.
X. EL LUGAR
HISTORICO DEL
IMPERIALISMO
Como hemos visto, el imperialismo,
por su esencia económica, es el capitalismo monopolista. Con ello queda ya
determinado el lugar histórico del imperialismo, pues el monopolio, que nace
única y precisamente de la libre concurrencia, es el tránsito del capitalismo a
un orden social-económico más elevado. Hay que poner de relieve particularmente
cuatro variedades principales del monopolio o manifestaciones principales del
capitalismo monopolista característicos del período que nos ocupa.
Primero: El monopolio es un
producto de la concentración de la producción en un grado muy elevado de su
desarrollo.
pág. 159
Son las alianzas monopolistas de los
capitalistas, cartels, sindicatos, trusts. Hemos visto, qué inmenso papel
desempeñan en la vida económica contemporánea. Hacia principios del siglo XX,
alcanzaron pleno predominio en los países avanzados, y si los primeros pasos en
el sentido de la cartelización fueron dados con anterioridad por los países con
tarifas arancelarias proteccionistas elevadas (Alemania, Estados Unidos),
Inglaterra, con su sistema de librecambio, mostró, sólo un poco más tarde, ese
mismo hecho fundamental: el nacimiento del monopolio como consecuencia de la
concentración de la producción.
Segundo: Los monopolios han
conducido a la conquista recrudecida de las más importantes fuentes de materias
primas, particularmente para la industria fundamental y más cartelizada de la
sociedad capitalista: la hullera y la siderúrgica. La posesión monopolista de
las fuentes más importantes de materias primas ha aumentado en proporciones
inmensas el poderío del gran capital y ha agudizado las contradicciones entre
la industria cartelizada y la no cartelizada.
Tercero: El monopolio ha
surgido de los bancos, los cuales, de modestas empresas intermediarias que eran
antes, se han convertido en monopolistas del capital financiero. Tres o cinco
bancos más importantes de cualquiera de las naciones capitalistas más avanzadas
han realizado la "unión personal" del capital industrial y bancario,
han concentrado en sus manos miles y miles de millones que constituyen la mayor
parte de los capitales y de los ingresos en dinero de todo el país. Una
oligarquía financiera que tiende una espesa red de relaciones de dependencia
sobre todas las instituciones económicas y políticas de la sociedad burguesa
pág. 160
contemporánea sin excepción: he aquí la
manifestación de más relieve de este monopolio.
Cuarto: El monopolio ha
nacido de la política colonial. A los numerosos "viejos" motivos de
la política colonial, el capital financiero ha añadido la lucha por las fuentes
de materias primas, por la exportación de capital, por las "esferas de
influencia", esto es, las esferas de transacciones lucrativas,
concesiones, beneficios monopolistas, etc., y, finalmente, por el territorio
económico en general. Cuando las potencias europeas ocupaban, por ejemplo, con
sus colonias, una décima parte de Africa, como fue aún el caso en 1876, la
política colonial podía desarrollarse de un modo no monopolista, por la
"libre conquista", por decirlo así, de territorios. Pero cuando
resultó que las 9/10 de Africa estaban ocupadas (hacia 1900), cuando
resultó que todo el mundo estaba repartido, empezó inevitablemente la era de
posesión monopolista de las colonias y, por consiguiente, de lucha
particularmente aguda por la partición y el nuevo reparto del mundo.
Todo el mundo conoce hasta qué
punto el capital monopolista ha agudizado todas las contradicciones del
capitalismo. Basta indicar la carestía de la vida y el yugo de los cartels.
Esta agudización de las contradicciones es la fuerza motriz más potente del
período histórico de transición iniciado con la victoria definitiva del capital
financiero mundial.
Los monopolios, la oligarquía, la
tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación
de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de
naciones riquísimas o muy fuertes: todo esto ha originado los rasgos
distintivos del imperialismo que obligan a caracterizarlo como capitalismo
parasitario o en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con más
relieve,
pág. 161
como una de las tendencias del imperialismo, la
creación de "Estados-rentistas", de Estados-usureros, cuya burguesía
vive cada día más de la exportación del capital y de "cortar el
cupón". Sería un error creer que esta tendencia a la descomposición
descarta el rápido crecimiento del capitalismo. No; ciertas ramas industriales,
ciertos sectores de la burguesía, ciertos países, manifiestan, en la época del
imperialismo, con mayor o menor fuerza, ya una, ya otra de estas tendencias. En
su conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente mayor que
antes, pero este crecimiento no sólo es cada vez más desigual, sino que esa
desigualdad se manifiesta asimismo, de un modo particular, en la descomposición
de los países más fuertes en capital (Inglaterra).
En lo que se refiere a la rapidez
del desarrollo económico de Alemania, el autor de las investigaciones sobre los
grandes bancos alemanes, Riesser, dice:
"El
progreso, no muy lento, de la época precedente (1848-1870) se halla en relación
con la rapidez del desarrollo de toda la economía en Alemania y particularmente
de sus bancos en la época actual (1870-1905), aproximadamente como la rapidez
de movimiento de un coche de posta de los viejos buenos tiempos se halla
relacionado con la rapidez del automóvil moderno, el cual lleva una marcha tal,
que resulta un peligro tanto para el tranquilo transeúnte, como para las
personas que van en el automóvil".
A su vez, ese capital financiero
que ha crecido con una rapidez tan extraordinaria, precisamente porque ha
crecido de este modo, no tiene ningún inconveniente en pasar a una posesión más
"pacífica" de las colonias que deben ser arrebatadas, no sólo por
medios pacíficos, a las naciones más ricas. Y en los Estados Unidos, el
desarrollo económico
pág. 162
durante estos últimos decenios ha sido aún más
rápido que en Alemania, y, precisamente, gracias a esta circunstancia,
los rasgos parasitarios del capitalismo norteamericano contemporáneo se han
manifestado con particular relieve. De otra parte, la comparación, por ejemplo,
de la burguesía republicana norteamericana con la burguesía monárquica japonesa
o alemana muestra que las más grandes diferencias políticas se atenúan
extraordinariamente en la época del imperialismo no porque, en general, dicha
diferencia no sea importante, sino porque en todos esos casos se trata de una
burguesía con rasgos definidos de parasitismo.
La obtención de elevadas ganancias
monopolistas por los capitalistas de una de las numerosas ramas de la industria
de uno de los numerosos países, etc., da a los mismos la posibilidad económica
de sobornar a ciertos sectores obreros y, temporalmente, a una minoría bastante
considerable de los mismos, atrayéndolos al lado de la burguesía de una
determinada rama industrial o de una determinada nación contra todas las demás.
El antagonismo cada día más intenso de las naciones imperialistas, provocado
por el reparto del mundo, refuerza esta tendencia. Es así como se crea el lazo
entre el imperialismo y el oportunismo, el cual se ha manifestado, antes que en
ninguna otra parte y de un modo más claro, en Inglaterra, debido a que varios
de los rasgos imperialistas del desarrollo aparecieron en dicho país mucho
antes que en otros. A algunos escritores, por ejemplo, a L. Mártov, les place
esquivar el hecho de la relación entre el imperialismo y el oportunismo en el
movimiento obrero -- hecho que salta actualmente a la vista de un modo
particularmente evidente -- por medio de razonamientos llenos de "optimismo
oficial" (en el espíritu de Kautsky y Huysmans) tales como: la causa de
los adversarios del capitalismo sería
pág. 163
una causa perdida si precisamente el capitalismo
avanzado condujera al reforzamiento del oportunismo o si precisamente los obreros
mejor retribuidos se inclinaran al oportunismo, etc. No hay que dejarse engañar
sobre la significación de ese "optimismo": es un optimismo con
respecto al oportunismo, es un optimismo que sirve de tapadera al oportunismo.
En realidad, la rapidez particular y el carácter singularmente repulsivo del
desarrollo del oportunismo no sirve en modo alguno de garantía de su victoria
sólida, del mismo modo que la rapidez de desarrollo de un tumor maligno en un
cuerpo sano no puede hacer más que contribuir a que dicho tumor reviente más de
prisa, a librar del mismo al organismo. Lo más peligroso en este sentido son
las gentes que no desean comprender que la lucha contra el imperialismo, si no
se halla ligada indisolublemente a la lucha contra el oportunismo, es una frase
vacía y falsa.
De todo lo que llevamos dicho más
arriba sobre la esencia económica del imperialismo, se desprende que hay que
calificarlo de capitalismo de transición o, más propiamente, agonizante. Es, en
este sentido, extremadamente instructivo que los términos más corrientes
empleados por los economistas burgueses que describen el capitalismo moderno
son: "entrelazamiento", "ausencia de aislamiento", etc.;
los bancos son "unas empresas que, por sus fines y desarrollo, no tienen
un carácter puramente de economía privada, sino que cada día más se van
satiendo de la esfera de la regulación de la economía puramente privada".
¡Y es ese mismo Riesser, al cual pertenecen las últimas palabras, quien con la
mayor seriedad del mundo declara que las "predicciones" de los
marxistas respecto a la "socialización" "no se han
realizado"!
¿Qué significa, pues, la palabreja
"entrelazamiento"? Dicha palabra expresa únicamente el rasgo más
acusado del pro-
pág. 164
ceso que se está desarrollando ante nosotros;
muestra que los árboles impiden al observador ver el bosque, que copia
servilmente lo exterior, lo accidental, lo caótico, indica que el observador es
un hombre aplastado por los materiales y que no comprende nada del sentido y de
la significación de los mismos. Se "entrelazan casualmente" la
posesión de acciones, las relaciones de los propietarios privados. Pero lo que
constituye la base de dicho entrelazamiento, lo que se halla debajo del mismo,
son las relaciones sociales de la producción que se están modificando. Cuando
una gran empresa se convierte en gigantesca y organiza sistemáticamente, sobre
la base de un cálculo exacto de múltiples datos, el abastecimiento en la
proporción de los 2/3 o de los 3/4 de la materia prima de todo
lo necesario para una población de varias decenas de millones; cuando se
organiza sistemáticamente el transporte de dichas materias primas a los puntos
de producción más cómodos, que se hallan a veces a una distancia de centenares
y de miles de kilómetros uno de otro- cuando desde un centro se dirige la
elaboración del material en todas sus diversas fases hasta la obtención de una
serie de productos diversos terminados; cuando la distribución de dichos
productos se efectúa según un solo plan entre decenas y centenares de millones
de consumidores (venta de petróleo en América y en Alemania por el "Trust
del Petróleo" americano), aparece entonces con evidencia que nos hallamos
ante una socialización de la producción y no ante un simple
"entrelazamiento"; que las relaciones de economía y propiedad
privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe
inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión, que
puede permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente
largo (en el peor de los casos, si la curación del tumor opor-
pág. 165
tunista se prolonga demasiado), pero que, sin
embargo, será ineluctablemente suprimida.
El entusiasta partidario del
imperialismo alemán, Schulze-Gaevernitz, exclama:
"Si, en fin
de cuentas, la dirección de los bancos alemanes se halla en las manos de una
docena de individuos, la actividad de los mismos es ya actualmente más
importante para el bienestar popular que la actividad de la mayoría de los
ministros [en este caso, es más ventajoso olvidar el 'entrelazamiento'
existente entre banqueros, ministros, industriales, rentistas, etc.]. . . Si se
reflexiona hasta el fin sobre el desarrollo de las tendencias que hemos visto,
llegamos a la conclusión siguiente: el capital monetario de la nación está
unido en bancos; los bancos, unidos entre sí en el cartel; el capital de la
nación, que busca el modo de ser aplicado, ha tomado la forma de títulos de
valor. Entonces se cumplen las palabras geniales de Saint-Simon: 'La anarquía actual
en la producción, que es una consecuencia del hecho de que las relaciones
económicas se desarrollan sin una regulación uniforme, debe dejar su puesto a
la organización de la producción. La producción no será dirigida por patronos
aislados, independientes uno del otro, que ignoran las necesidades económicas
de los hombres; la producción se hallará en manos de una institución social
determinada. El comité central de administración, que tendrá la posibilidad de
enfocar la vasta esfera de la economía social desde un punto de vista más
elevado, la regulará del modo que resulte útil para la sociedad entera,
entregará los medios de producción a las manos apropiadas para ello y se
preocupará, sobre todo, de que exista una armonía constante entre la producción
y el
pág. 166
consumo. Existen instituciones
que entre sus fines han incluido una determinada organización de la labor
económica: los bancos'. Estamos todavía lejos de la realización de estas
palabras de Saint-Simon, pero nos hallamos ya en camino de la misma: un
marxismo distinto de como se lo imaginaba Marx, pero distinto sólo por la
forma"[*].
No hay nada que decir: excelente "refutación" de Marx, que da un
paso atrás, del análisis científico exacto de Marx a la conjetura -- genial,
pero conjetura al fin -- de Saint-Simon.
Escrito en enero-junio de
1916.
Publicado por primera vez en forma de
folleto en Petrogrado, en abril de 1917.
Impreso según el manuscrito y confron-
tad o con el texto d el folleto.
·
"Grundriss der
Sozialoekonomik", pág. 146.
·
·
pág.
167
NOTAS
[1] "El imperialismo, fase
superior del capitalismo " fue escrito en la primera mitad de 1916. El
estudio de publicaciones de distintos países acerca del imperialismo lo inició
Lenin en Berna, en 1916; el libro empezó a escribirlo en enero de 1916. A fines
de este mes, Lenin se trasladó a Zurich y siguió trabajando en el libro, en la
biblioteca cantonal de esa ciudad. Los extractos, apuntes, observaciones y
cuadros que Lenin hizo de centenares de libros, revistas, periódicos y
resúmenes estadísticos extranjeros componen más de 40 pliegos de imprenta.
Estos materiales fueron publicados en edición aparte en 1939 bajo el título de Cuadernos
sobre el imperialismo.
El 19 de junio (2 de julio) de 1916, Lenin termino el trabajo y
envió el manuscrito a la Editorial Parus. Los elementos mencheviques
atrincherados en la Editorial suprimieron de él la dura crítica que se hacía de
las teorías oportunistas de Kautsky y de los mencheviques rusos (Mártov, etc.).
Cuando Lenin decía "transformación" (del capitalismo en imperialismo
capitalista) ellos pusieron "conversión", el "carácter
reaccionario" (de la teoría del "ultraimperialismo") lo
sustituyeron por el "carácter atrasado", etc. Con el título de El
imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo la Editorial Parus
lo imprimió a principios de 1917 en Petrogrado.
A su llegada a Rusia, Lenin escribió el prólogo del
libro, que vio la luz en septiembre de 1917.
Con respecto a la significación del libro El
imperialismo, fase superior del capitalismo, véase el Compendio
de Historia del Pártido Comunista (bolchevique) de la URSS. [pág. 1]
pág. 168
[2] Véase: págs, 156-157 del presente folleto. [pág. 2]
[3] El presente prólogo fue publicado por
primera vez, bajo el título de El imperialismo y el capitalismo, en el
N. 18 de la revista La Internacional Comunista, correspondiente al
mes de octubre de 1921. [pág. 3]
[4] "Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania ", partido centrista fundado en abril de
1917. Lo fundamental en él era la organización kautskiana "Confraternidad
del Trabajo". Los "independientes" propugnaban la
"unidad" con los socialchovinistas descarados, a los cuales
justificaban y defendían, y reivindicaban el abandono de la lucha de clases.
El Partido Socialdemócrata Independiente se escindió en octubre
de 1920, en el Congreso de Halle. Una parte considerable de él se fundió en
diciembre de 1920 con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos
derechistas formaron su partido, al que dieron el viejo nombre de Partido
Socialdemócrata Independiente; éste subsistió hasta 1922. [pág. 9]
[5] Espartaquistas, miembros de la unión Espartaco,
que se formó durante la Primera Guerra Mundial. Al comenzar la conflagración,
los socialdemócratas alemanes de izquierda formaron el grupo Internacional,
que dirigían K. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin y otros, grupo
que empezo a llamarse también unión Espartaco. Los esparta quistas
mantuvieron entre las masas la propaganda revolucionaria contra la guerra imperialista,
denunciando la política rapaz del imperialismo alemán y la traición de los
jefes de la socialdemocracia. Pero los espartaquistas, los alemanes de
izquierda no estaban exentos de errores semimencheviques en importantísimos
problemas de la teoría y la política: fomentaban la teoría semimenchevique del
imperialismo, impugnaban el principio de la libre determinación de las naciones
en su interpretación marxista (es decir, hasta la separación y la formación de
Estados independientes), negaban la posibilidad de las guerras de liberación
nacional en la época del imperialismo, no estimaban suficientemente el papel
del partido revolucionario y se inclinaban ante la espontaneidad del
movimiento. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha
por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una
caricatura de marxismo y sobre el "economismo imperialista ", y
otros, y por Stalin en su carta Sobre algunas cuestiones de la historia del
bolchevismo. En 1917, los espartaquistas ingresaron en el partido centrista
de los "independientes" sin perder su autonomía en materia de
organización. Después de la revolución alemana de noviembre de 1918, los
espartaquistas rompieron con los "independientes" y en diciembre del
mismo año fundaban el Partido Comunista de Alemania. [pág. 9]
pág. 169
[6] Los escándalos de Gründer se produjeron en el período de fundación
intensa (Gründer en alemán significa fundador) de sociedades anónimas en
Alemania a principios de los años 70 del siglo pasado. El creciente proceso de
fundación de estas sociedades iba acompañado de fraudulentas maniobras de los
negociantes burgueses enriquecidos y de una especulación desenfrenada sobre
tierras y valores en la Bolsa. [pág. 45]
[7] "Gaceta de Francfort "
("Frankfurter Zeitung"): Periódico burgues aleman que editóse desde
1856 en Francfort de Main. [pág. 47]
[8] Lenin se refiere a G. V. Plejánov.
[pág. 59]
[9] Produgol : "Sociedad Rusa de comercio del
combustible mineral de la cuenca del Donetz". Fue fundada en el año 1906.
[pág. 65]
[10] Prodamet : "Sociedad para la venta de
artículos de las fábricas metalúrgicas rusas". Fue fundada en el año 1901.
[pág. 65]
[11] El Panamá francés, expresión aparecida en Francia en
1892-1893, cuando se descubrieron abusos enormes y la venalidad de gobernantes
funcionarios y periódicos, a quienes había comprado la compañía francesa para
la apertura del Canal de Panamá. [pág. 71]
[12] Véase: págs. 99-100 del presente folleto. [pág. 107]
[13] Spectator, seudónimo del menchevique S. M.
Najimson. [pág. 145]