V. I. LENIN
I N D I C E
I |
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a) |
PREPARACION DEL CONGRESO |
1 |
b) |
SIGNIFICACION DE LOS AGRUPAMIENTOS EN EL CON- |
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c) |
COMIENZA EL CONGRESO. INCIDENTE CON EL COMITE |
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d) |
DISOLUCION DEL GRUPO "IUZHNI RABOCHI" |
21 |
e) |
EL INCIDENTE DE LA IGUALDAD DE DERECHOS DE LAS |
|
f) |
EL PROGRAMA AGRARIO |
36 |
g) |
LOS ESTATUTOS DEL PARTIDO. PROYECTO DEL CAMA- |
|
h) |
DISCUSION SOBRE EL CENTRALISMO ANTES DE
LA |
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i) |
ARTICULO PRIMERO DE LOS ESTATUTOS |
64 |
j) |
VICTIMAS INOCENTES DE UNA FALSA ACUSACION DE |
|
k) |
CONTINUA LA DISCUSION SOBRE LOS ESTATUTOS. |
|
l) |
TERMINA LA DISCUSION SOBRE LOS ESTATUTOS LA |
|
ll) |
LAS ELECCIONES. FINAL DEL CONGRESO |
137 |
m) |
CUADRO GENERAL DE LA LUCHA EN EL CONGRESO EL |
|
n) |
DESPUES DEL CONGRESO. DOS METODOS DE LUCHA |
191 |
ñ) |
PEQUEñOS DISGUSTOS NO DEBEN EMPAZAR UN GRAN |
|
o) |
LA NUEVA ISKRA. EL OPORTUNISMO EN
LAS CUES- |
|
p) |
ALGO SOBRE LA DIALECTICA. DOS REVOLUCIONES |
272 |
ANEXO. EL
INCIDENTE DEL CAMARADA GUSIEV CON EL |
|
|
292 |
pág. I
PROLOGO
En toda lucha larga, tenaz y apasionada,
comienzan a diseñarse generalmente, al cabo de cierto tiempo, los puntos de
divergencia centrales, básicos, de cuya solución depende el desenlace
definitivo de la campaña y, en comparación con los cuales, pasan cada vez más a
segundo plano todos y toda clase de pequeños y mezquinos episodios de la lucha.
Esto es lo que sucede también con la lucha
que se desarrolla en el seno de nuestro Partido y que hace ya seis meses tiene
concentrada sobre sí la atención de todos los miembros del Partido. Y
precisamente porque en el esbozo de toda la lucha que ofrezco al lector he
tenido que referirme a muchas pequeñeces, que tienen un interés insignificante,
a muchas querellas que, en el fondo, no tienen interés alguno, precisamente por
ello quisiera, desde el comienzo mismo, ílamar la atención del lector sobre dos
puntos verdaderamente centrales y básicos que presentan un interés enorme, que
tienen indudable valor histórico y constituyen las cuestiones políticas más
urgentes en el orten del día de nuestro Partido.
La primera de estas cuestiones es la de la
significación política de la división de nuestro Partido en "mayoría"
y "minoría", división que ha tomado forma en el II Congreso del
Partido y que ha dejado muy atrás todas las anteriores divisiones de los
socialdemócratas rusos.
pág. II
La segunda cuestión es la del valor de
principio de la posición de la nueva Iskra en las cuestiones de
organización, en tanto en cuanto esta posición es efectivamente de principios.
La primera cuestión es la del punto inicial
de nuestra lucha en el Partido, la cuestión acerca de su origen, de sus causas,
de su carácter político fundamental. La segunda cuestión es la de los
resultados finales de esa lucha, la cuestión acerca de su término, del total
que, en el terreno de los principios, resulta si se suma todo lo que se refiere
a la esfera de los principios y se resta todo lo que se refiere a la esfera de
las querellas. La primera cuestión se resuelve analizando la lucha que ha
tenido lugar en el Congreso del Partido; la segunda, analizando el nuevo
contenido de principio de la nueva Iskra. Uno y otro análisis, contenido
de las nueve décimas partes de mi folleto, llevan a la conclusión de que la
"mayoría" es el ala revolucionaria de nuestro Partido, y la
"minoría" es su ala oportunista. Las discrepancias que separan a un
ala de la otra en el presente, se reducen, principalmente, no a cuestiones de
programa y de táctica, sino sólo a cuestiones de organización; el nuevo sistema
de concepciones que se dibuja en la nueva Iskra con tanta mayor claridad
cuanto más procura ahondar su posición y cuanto más limpia va quedando dicha
posición de querellas por la cooptación, es el oportunismo en las cuestiones de
organización.
El principal defecto de la literatura con que
ahora contamos sobre la crisis de nuestro Partido, en el terreno del estudio e
ilustración de los hechos, es la falta casi total de un análisis de las actas
del Congreso del Partido, y, en el terreno del esclarecimiento de los
principios fundamentales del problema de organización, la falta de un análisis
del nexo que indudablemente existe entre el error fundamental cometido por el
camarada Mártov y el camarada Axelrod al formular
pág. III
el artículo primero de los estatutos y al defender esta
fórmula, por una parte, y todo el "sistema" (si es que puede hablarse
en este caso de sistema) de las concepciones de principio que ahora tiene Iskra
sobre el problema de organización. La actual redacción de Iskra ni
siquiera advierte, por lo visto, este nexo, aun cuando en las publicaciones de
la "mayoría" se ha señalado ya muchisimas veces la importancia de las
discusiones sobre el artículo primero. En el fondo, el camarada Axelrod y el
camarada Mártov no hacen ahora sino ahondar, desarrollar y extender el error
inicial respecto al artículo primero. En el fondo, ya en las discusiones
habidas con respecto al artículo primero comenzó a despuntar toda la posición
de los oportunistas en el problema de organización: su defensa de una
organización del Partido difusa y no fuertemente cimentada, su hostilidad a la
idea (a la idea "burocrática") de estructurar el Partido de arriba
abajo, a base del Congreso del Partido y de los organismos por él creados; su
tendencia a ir de abajo arriba, permitiendo considerarse como miembros del
Partido a cualquier profesor, a cualquier estudiante de bachillerato y a
"todo huelguista"; su hostilidad al "formalismo" que exija
a un miembro del Partido la pertenencia a una de las organizaciones reconocidas
por éste; su propensión a la psicologia de intelectual burgués, dispuesto tan
sólo a "reconocer platónicamente las relaciones de organización"; la
facilidad con que se entregan a elucubraciones oportunistas y a frases
anárquicas; su tendencia al autonomismo en contra del centralismo; en una
palabra, todo lo que florece ahora exuberantemente en la nueva Iskra,
contribuyendo cada vez más a una palmaria y completa aclaración del error
cometido en un principio.
Por lo que se refiere a las actas del
Congreso del Partido, la verdaderamente inmerecida falta de atención de que son
pág. IV
objeto, sólo puede explicarse-por las querellas que
encizañan nuestras discusiones y además, probablemente, por el exceso de
verdades demasiado amárgas que contienen esas actas. Las actas del Congreso del
Partido brindan un cuadro único en su género, insustituible por lo exacto, lo
pleno, lo polifacético, lo rico y lo auténtico, un cuadro de la verdadera
situación de nuestro Partido, un cuadro de los puntos de vista, de los estados
de ánimo y de los planes trazados por los mismos hombres que participan en el
movimiento, un cuadro de los matices políticos existentes en nuestro Partido,
que permite ver su fuerza correlativa, sus relaciones mutuas y su lucha.
Precisamente las actas del Congreso del Partido, y sólo ellas, son las que nos
permiten ver hasta qué punto hemos conseguido barrer realménte todos los restos
de las viejas relaciones, puramente de círculos, y sustituirlas por una grande
y única conexión del Partido. Todo miembro del Partido que quiera participar
conscientemente en los asuntos de su Partido está obligado a es tudiar de
manera minuciosa nuestro Congreso, y repito: a estutiar, porque la mera lectura
del montón de materiales en crudo, como son las actas, no bastan para dar el
cuadro del Congreso. Sólo por un estudio minucioso y personal pue de
conseguirse (y debe conseguirse) que los breves resúmenes de los discursos,
notas escuetas sobre las discusiones, pequeñas escaramuzas por pequeñas
(pequeñas al parecer) cuestiones se fundan en algo que sea un todo, para que
los miembros del Partido vean surgir como viva la~figura de cada orador
destacado y quede clara toda la fisonomía política de cada gNpO de delegados
del Congreso. El que escribe estas líneas no ha trabajado en vano si consigue
aunque sea impulsar hacia un estudio amplio y personal de las actas del
Congreso del Partido.
pág. V
Unas palabras más, para los adversarios de la
socialdemocracia. Con muecas de alegría maligna siguen nuestras discusione;
procurarán, naturalmente, entresacar para sus fines algunos pasajes aislados de
mi folleto, consagrado a los defectos y deficiencias de nuestro Partido. Los
socialdemócratas rusos están ya lo bastante fogueados en el combate para no
dejarse turbar por semejantes alfilerazos y para continuar, pese a ellos, su
labor de autocrítica, poniendo despiadadamente al descubierto sus propias
deficiencias, que de un modo necesario e inevitable serán enmendadas por el
desarrollo del movimiento obrero. ¡Y que ensayen los señores adversarios a
describirnos un cuadro de la situación efectiva de sus
"partidos" que se parezca aunque sea de lejos al que brindan las
actas de nuestro II Congreso!
N. Lenin
Mayo de 1904
pág. 1
a) PREPARACION DEL
CONGRESO
Se dice que, en un plazo de veinticuatro
horas, todo el mundo tiene el terecho de maldecir a sus jueces. El Congreso de
nuestra Partido, como todo congreso de cualquier otro partido, ha sido también
juez de algunas persanas que aspiraban al puesto de dirigentes y han sufrido un
fracaso. Y ahora estos representantes de la "minoría", con una
candidez enternecedora, "maldicen a sus jueces" y tratan por todos
los medios de desacreditar el Congreso, de aminorar su importancia y su
autoridad. Con especial relieve se ha manifestado esta tendencia en un artículo
de Práctico[2] en el núm.
57 de Iskra, en el que se indigna ante la idea de la soberana
"divinidad" del Congreso. Vemos aquí un rasgo tan característico de
la nueva Iskra, que no es posible pasarlo en silencio. La redacción,
compuesta en su mayoría por personas rechazadas por el Congreso,
continúa, por una parte, titulándose redacción "del Partido" y, por
otra, abre sus brazos a aquellos que dicen que el Congreso no es una divinidad.
Muy bonito, ¿verdad? Sí, señores, el Congreso, desde luego, no es una divinidad;
pero ¿qué debemos pensar de quienes empiezan a "denigrar" el Congreso
después de haber sufrido en él una dertota?
Recordemos, en efecto, los principales hechos de la historia de la preparación
del Congreso.
pág.
2
Desde el
primer momento, en su anuncio de Igoo, que precedió a la salida del periódico, Iskra
declaró que, antes de unificarnos, hacía falta deslindar nuestros
campos. Iskra procuró convertir la Conferencia de 1902[3] en una
reunión privada y no en un Congreso del Partido[*]. Iskra
procedió con extraordinario cuidado en el verano y otoño de 1902, al renovar el
Comité de Organización elegido por aquella Conferencia. Por fin, terminó la
labor de deslindamiento, y terminó con forme todos nosotros reconocimos. El
Comité de Organización se constituyo a fines de 1902. Iskra celebró su
afianzamiento y declaró -- en el artículo de fondo del núm. 32 -- que la
convocatoria de un Congreso del Partido era la necesidad más imperiosa y
urgente[**]. De modo
que lo que menos se nos puéde reprochar es precipitación en la convocatoria del
II Congreso. Precisamente nos atuvimos a la regla: mídelo siete veces y córtalo
una; teníamos pleno derecho moral a esperar de los camaradas que, después de
cortar, no serían ellos los que se lamentaran y volvieran a medir.
El Comité
de Organización elaboró para el II Congreso unos estatutos extraordinariamente
minuciosos (formalistas y burocráticos, dirían ahora los que encubren con estas
palabrejas su falta de carácter en materia política), hizo que fue sen
adoptados por todos los comités y, por último, los aprobó, disponiendo, entre
otras cosas, en el artículo 18: "Todas las resoluciones del Congreso y
todas las elecciones que en él tienen lugar son decisiones del Partido, obligatorias
para todas sus organizaciones. Nadie, bajo pretexto alguno, puede protestar
contra ellas, y sólo el siguiente Congreso del Par-
* Véase las actas del II
Congreso.
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI.
pág. 3
tido puede anularlas o modificarlas"[*]. ¡En verdad
que son inocentes en sí mismas estas palabras, tácitamente aceptadas entonces,
como algo que se sobreentiende, y que ahora tiene un sonido tan extraño, como
una sentencia pronunciada contra la "minoría"! ¿Con qué objeto se
escribió este artículo? ¿Por pura fórmula? Claro que no. Esa disposición
parecía imprescindible, y era, en efecto, imprescindible, porque el Partido se
componía de una serie de grupos dispersos y autónomos, de los que podía
esperarse que no reconocieran el Congreso. Esa disposición expresaba
precisamente la buena voluntad de todos los revolucionarios (de la que
con tanta frecuencia y tan poca oportunidad se habla ahora, calificando de
bueno, con un eufemismo, lo que más bien merecía el epíteto de caprichoso).
Equivalía a una palabra de honor recíproca que empeñaban todos los
socialdemócratas rusos. Debía garantizar que no serían vanos los gigantescos
esfuerzos, los peligros y gastos relacionados con el Congreso, que éste no se
convertiría en una comedia Calificaba de antemano de falta de lealtad
todo acto que signifique no reconocer las decisiones y las elecciones
del Congreso.
¿De quién
se ríe, pues, la nueva Iskra, al hacer el nuevo descubrimiento de que el
Congreso no es una divinidad y sus decisíones no son sagradas? ¿Contiene este
descubrimiento "un nuevo punto de vista sobre los problemas de
organización" o tan sólo nuevos intentos de borrar viejas huellas?
* Véase las actas del II
Congreso.
pág. 4
b) SIGNIFICACION DE LOS
AGRUPAMIENTOS
EN EL CONGRESO
Por tanto, el Congreso fue convocado después
de la preparación más minuciosa, teniendo como base el principio de plena
representación en su forma superior. El presidente, después de constituido el
Congreso (pág. 54 de las actas), declaró también que todos reconocían que el
Congreso tenía una composición justa y sus decisiones eran absolutamente
obligatorias.
¿Cuál era, pues, la principal tarea del
Congreso? Crear un partido efectivo, sobre las bases de principio y de
organización propuestas y elaboradas por Iskra. Tres años de actividad
de Iskra, aprobada por la mayoría de los comités, habían decidido de antemano
que aquélla debía ser precisamente la dirección en que debía trabajar el
Congreso. El programa y la orientación de Iskra debían convertirse en el
programa y la orientación del Partido, los planes de organización de Iskra
debían quedar afianzados en los estatutos de organización del Partido. Pero de
suyo se comprende que semejante resultado no podía conseguirse sin lucha: la
plenitud de representación en el Congreso aseguraba la presencia en él también
de organizaciones que sostenían contra Iskra una lucha decidida (Bund y
"Rabócheie Dielo"), y de otras que, reconociendo de palabra a Iskra
como órgano directivo, perseguían en la práctica sus planes especiales y se
pág. 5
distinguían por su falta de firmeza en el terreno de los
principios (el grupo "Iuzhni Rabochi" y los delegados de algunos
comités adheridos a él-). En semejantes condiciones, el Congreso no podía menos
de convertirse en campo de lucha por la victoria de la orientación iskrista.
Todo el que lea con un poco de atención las actas del Congreso, verá en seguida
que, efectivamente, fue campo de esta lucha. Y nuestra misión ahora consiste en
estudiar detalladamente los agrupamientos principales que, con motivo de
diversas cuestiónes, se han señalado en el Congreso, y reconstruir, con los datos
exactos de las actas, la fisonomía política de cada uno de los grupos
fundamentales del Congreso. ¿Qué eran realmente los grupos, tendencias y
matices que debían fundirse en el Congreso, bajo la dirección de Iskra,
en un partido único? Esto es lo que debemos demostrar, analizando los debates y
las votaciones. La aclaración de este punto es también de cardinal importancia
para estudiar lo que son en realidad nuestros socialdemócratas, así como para
comprender las causas de la divergencia. Por esto es por lo que tanto en mi
discurso ante el Congreso de la Liga, como en mi carta a la redacción de la
nueva Iskra, ponía precisamente en primer plano el análisis de los
diversos agrupamientos. Mis adversarios de la "minoría" (con Mártov
al frente) no comprendieron en absoluto el fondo del problema. En el Congreso
de la Liga se limitaron a enmiendas parciales, "justificándose" de la
acusación de viraje hacia el oportunismo de que se les había hecho objeto, sin
intentar siquiera trazar, en contraposición al mío, un cuadro algo distinto
de los agrupamientos en el Congreso. Ahora, en Iskra (n. 56), Mártov
trata de presentar como simple "politiquería de círculos" todos los
intentos de delimitar exactamente los diversos grupos políticos del Congreso.
¡Son palabras muy fuertes, camarada Mártov! Pe-
pág. 6
ro las palabras fuertes de la nueva Iskra tienen una
propiedad original: basta reproducir exactamente todas las peripecias de la
divergencia, empezando por el Congreso, y veremos que todas esas palabras
fuertes se vuelven, plenamente y sobre todo, contra la redacción actual.
¡Miraos a vosotros mismos, señores que os llamáis redactores del Partido, y que
planteáis la cuestión de la politiquería de círculos!
Todo lo acontecido durante nuestra lucha en
el Congreso molesta ahora tanto a Mártov, que procura velarlo por completo.
"Iskrista -- dice -- es quien, en el Congreso del Partido y antes de él,
ha declarado que se solidariza plenamente con Iskra, ha defendido su
programa y sus puntos de vista en materia de organización y ha apoyado su
política en este terreno. En el Congreso hubo más de cuarenta iskristas de este
tipo y ése fue el número de votos favorables al programa de Iskra y por
la resolución reconociendo a Iskra órgano central del Partido."
Hojead las actas del Congreso y veréis que el programa fue aceptado por
todos (pág. 233), menos por Akímov, que se abstuvo. ¡Con esas palabras, el
camara da Mártov quiere asegurarnos que tanto los bundistas, como Brúker y
Martínov, han demostrado su "plena solidaridad" con Iskra
y defendido sus puntos de vista en materia de organización! Esto es ridículo.
El hecho de que, después del Congreso, todos los que en él
tomaron parte se hayan convertido en miembros del Pártido, con iguales derechos
(y aún no todos, porque los bundistas se retiraron), se confunde aquí con
aquellos grupos que provocaron la lucha en el Congreso. En lugar de
estudiar cuáles fueren los elementos que después del Congreso formaron
la "mayoría" y la "minoría", se hace una frase oficial:
¡han aceptado el programa!
Ved la votación para reconocer a Iskra
como órgano central. Veréis que Martínov, a quien el camarada Mártov, con
pág. 7
valor digno de mejor causa, atribuye ahora la defensa de
los puntos de vista y de la política de Iskra en materia de
organización, es quien precisamente insiste en que se distingan dos partes en
la resolución: el mero reconocimiento de Iskra cómo órgano central y el
reconocimiento de sus méritos. Cuando se vota la primera parte de la resolución
(en que se reconoce los méritos de Iskra, y se expresa la solidaridad
con ella), hay sólo 35 votos en favor, dos en contra (Akímov y Brúker) y
once abstenciones (Martínov, los cinco bundistas y los cinco votos de la
Redacción, los dos míos, los dos de Mártov y el de Plejánov). Por consiguiente,
el grupo de antiiskristas (cinco bundistas y tres de "Rabócheie
Dielo") se destaca con toda claridad también aquí, en este ejemplo, el más
favorable para el punto de vista actual de Mártov, ejemplo que él mismo ha elegido.
Ved la votación de la segunda parte de la resolución, por la que se reconoce a Iskra
como órgano central, sin dar motivo alguno y sin expresar solidaridad (pág. 147
de las actas): 44 votos en favor, que el actual Mártov clasifica como
iskristas. En total hubo 51 votos; restan do las cinco abstenciones de los
redactores, quedan 46; hubo dos votos en contra (Akímov y Brúker); todos
los cinco bundistas entran, por tanto, en el número de los 44 restantes. De
modo que los bundistas, en el Congreso, "expresaron su completa
solidaridad con Iskra". ¡Así se escribe la historia oficial por la Iskra
oficial! Adelantándonos al relato, explicaremos al lector los verdáderos
motivos de esta verdad oficial: la actual redacción de Iskra podría ser
y sería, en realidad, redacción del Partido (y 40 seudo-redacción del Partido,
como ahora), si no se hubieran retirado del Congreso los bundistas y los
rabócheiedielistas ". Por esta razón hubo que convertir en
"iskristas" a estos fieles guárdiancs de la actual
pág. 8
redacción, sedicente redacción del Partido. Pero ya
hablaremos detalladamente de esto más adelante.
Luego cabe-preguntar: si el Congreso era una
lucha de elementos iskristas y antiiskristas, ¿no habría elementos intermedios,
vacilantes, que oscilaran entre unos y otros? Todo el que conozca algo nuestro
Partido y la fisonomía habitual de todos los congresos se inclinará, ya a
priori, a contestar a esta pregunta afirmativamente. El camarada Mártov no
siente ahora el menor deseo dé acordarse de estos elementos vacilantes y
describe el grupo de "Iuzhni Rabochi", con los delegados que tienden
hacia él, como iskristas típicos, presentando las discrepancias que nos separan
de ellos como insignificantes y sin importancia. Felizmente, tenemos ahora ante
nosotros el texto completo de-las actas, y podemos resolver este problema -- el
probléma de los hechos, claro está -- a base de datos documentales, Lo que
hemos dicho más arriba, sobre el agrupamiento general en el Congreso, no
pretende, naturalmente, resolver este problema, sino sólo plantearlo de un modo
acertado.
Sin analizar los agrupamientos políticos, sin
trazar un cuadro del Congreso como lucha de determinados matices, nuestras
divergencias son totalmente incomprensibles. Cuando Mártov intenta escamotear
las diferencias de matiz, incluyendo hasta a los bundistas entre los iskristas,
no hace más que esquivar la cuestión. Ya a priori, a base de la historia
de la socialdemocracia rusa antes del Congreso, se observan (para su ulterior
estudio y detallada comprobación) tres grupos principales: iskristas,
andiskristas y elementos inconstantes, vacilantes, inestables.
pág. 9
c) COMIENZA EL
CONGRESO. INCIDENTE
CON EL COMITE DE ORGANIZACION
Como mejor se hará el análisis de los debates
y votaciones del Congreso será siguiendo el orden de las sesiones del mismo, a
fin de ir consignando consecutivamente los matices políticos que en él se iban
señalando cada vez más. Sólo cuando sea absolutamente necesario nos apartaremos
del orden cronológico para examinar en conjunto problemas que guarden estrecha
relación entre sí o agrupamientos homogéneos. En aras de la imparcialidad,
trataremos de señalar todas las votaciones más importantes, dejando de
lado, naturalmente, numerosos casos en que se votaron menudencias, que se
llevaron en nuestro Congreso una cantidad exorbitante de tiempo (parte, por
nuestra inexperiencia y porque no supimos distribuir el material entre las
reuniones de comisiones y las sesiones plenarias, y parte, por dilaciones
rayanas en la obstrucción).
La primera cuestión que suscitó debates en
que empezaron a marcarse los diferentes matices, fue, si debía figurar en
primer lugar, (en el "orden del día" del Congreso) la del punto
siguiente: "situación del Bund en el Partido" (págs. 29-33 de las
actas). Desde el punto de vista iskrista, que defendíamos Plejánov, Mártov,
Trotski y yo, no podía haber ningún género de dudas a este respecto. La salida
del Bund del Partido demostró palpablemente la justeza de nuestras
pág. 10
consideraciones: si el Bund no quería ir con nosotros ni
reconocer los principios de organización que con Iskra compartía la
mayoría del Partido, era inútil y absurdo "hacer como si" fuéramos
juntos y prolongar sólo el Congreso (como lo prolongaban los bundistas). La
cuestión estaba ya plenamente aclarada en las publicaciones, y para todo
miembro del Partido que reflexionara algo era evidente que sólo cabía plantear
francamente la cuestión y elegir de una manera directa y honrada entre la
autonomía (vamos juntos) y la federación (nos separamos).
Con toda su política de evasivas, también
aquí quisieron los bundistas eludir el problema, aplazándolo. Se les unió el
camarada Akímov, que en seguida, por lo visto en nombre de todos los
partidarios de "Rabócheie Dielo", planteó las discrepancias con Iskra
en materia de organización (pág. 31 de las actas). Al lado del Bund y de
"Rabócheie Dielo" se coloca Májov (¡dos votos del Comité de
Nikoláiev, que hacía poco había expresado su solidaridad con Iskrar! ).
El camarada Májov no comprende nada del problema; él considera también
"punto flaco" "la cuestión del régimen democrático o, por el
contrario [¡fijaos en esto!], del centralismo", lo mismo que la mayoría de
nuestra actual redacción "del Par tido", ¡que no ha visto todavía en
el Congreso este "punto flaco"!
De modo que contra los iskristas están: El
Bund, "Rabócheie Dielo" y el camarada Májov, que tienen juntos
precisamente los diez votos que hubo contra nosotros (pág. 33). En favor
nuestro hubo treínta votos, cifra alrededor de la cual, como veremos
más adelante, oscilan con frecuencia los votos de los iskristas. Hubo 11
abstenciones de los que, por lo visto, no se inclinaban por ninguno de los dos
"partidos" en lucha. Es interesante observar que, cuando votamos el
artí-
pág. 11
culo 2 de los estatutos del Bund (artículo que, al ser
rechazado, provocó la salida del Bund del Partido), los votos a favor del
artículo 2 y las abstenciones sumaron también diez (pág. 289 de las actas),
absteniéndose precisamente los tres de "Rabócheie Dielo" (Brúker,
Martínov y Akímov) y el camarada Májov. Es evidente que la votación sobre el lugar
que correspondía al problema del Bund había dado un agrupamiento que no era
casual. Es evidente que todos estos camaradas disentían de Iskra, no
sólo en una cuestión técnica, en ei orden de examen de las cuestiones, sino
también en el fondo. Por lo que se refiere a "Rabócheie Dielo",
todo el mundo ve claramente la divergencia de fondo, y el camarada Májov
definió de un modo magistral su actitud en el discurso que pronunció con motivo
de la retirada del Bund, (págs. 289-290 de las actas). Vale la pena detenerse
en este discurso. El camarada Májov dice que, después de la resolución que
rechazó la federación, "la situación del Bund en el P.O.S.D.R., de
problema de principio, se ha convertido para él en problema de la política real
con respecto a una organización nacional históricamente constituida; aquí, --
continúa el orador --, no hubiera podido dejar de tener en cuenta todas las consecuencias
que pudieran resultar de nuestra votación y por ello hubiera votado por el
punto dos en su totalidad". El camarada Májov ha asimilado perfectamente
el espíritu de la "política real": ¡en principio ha rechazado ya
la federación y por eso, en la práctica, hubiera votado un punto
de los estatutos que sería una aplicación de esta misma federación! Y este
camarada "práctico" explica su posición, basada en profundos
principios, con las palabras siguientes: "Pero [¡el famoso
"pero" de Schedrín] como cualquier votación mía sólo tenía un
carácter de principio [¡!] y no podía tener carácter práctico, debido a la casi
completa unanimidad
pág. 12
de los demás miembros del Congreso, preferí abstenerme para
señalar una diferencia de principios". . .[¡líbrenos Dios de semejante
apego a los principios!]. . . "entre mi posición en este caso y la
posición que propugnaban los delegados del Bund que votaron a favor del punto.
Por el contrario, hubiera votado a favor de ese punto si los delegados del Bund
se hubieran abstenido de votar, cosa en la que insistían anteriormente".
¡Entiéndalo quien pueda! Un hombre de principios se abstiene de decir bien alto
que sí, porque ello es prácticamente inútil cuando todos dicen que no.
Después de votar el lugar que correspondía al
problema del Bund, surgió en el Congreso la cuestión del grupo
"Borbá" que produjo también un agrupamiento extraordinariamente
interesante y estaba estrechamente relacionada con el problema más
"agudo" del Congreso, el de la composición de los organismos
centrales. La comisión encargada de determinar la composición del Congreso,
opina que no debe invitarse al grupo "Borbá", según la decisión reiterada
del Comité de Organización (v. págs. 383 y 375 de las actas) y el informe de
sus representantes en la comisión (pág. 35).
El camarada Iegórov, miembro del Comité de
Organización, declara que "el problema del grupo 'Borbá' [observad que
dice del grupo "Borbá", y no de tal o cual miembro] es para él cosa
nueva", y pide que se suspenda la sesión. Es un misterio cómo es posible
que un problema sobre el que han recaído dos decisiones del Comité de
Organización pueda ser cosa nueva para uno de sus miembros. Se suspende la
sesión y se reúne el Comité de Organización (pág 40 de las actas), asistiendo
aquellos de sus miembros que por casualidad se encuentran en el Congreso
(estaban ausentes unos cuantos miembros del Comité de Organización, de los
viejos
pág. 13
miembros de la organización de Iskra)[*]. Comienzan
los de bates sobre "Borbá". Están en favor los rabócheiedielistas (Martínov, Akímov y Brúker, págs. 36-38); en contra, los iskristas
(Pavlóvich, Sorokin, Langue[5], Trotski,
Mártov y otros). Nuevamente se establece en el Congreso la división en grupos
que ya conocemos. Con motivo de "Borbá" se empeña una lucha
obstinada, y el camarada Mártov pronuncia un discurso particularmente detallado
(pág. 38) y "combativo", en el que alude con razón a la
"desigualdad de representación" de los grupos rusos y del extranjero,
habla de que no estaría del todo "bien" conceder a un grupo del
extranjero un "privilegio" (¡palabras de oro, especialmente
instructivas, ahora, desde el punto de vista de lo que ha sucedido después del
Congreso!), que no debía fomentarse "en el Partido el caos de
organización, manifestación característica del cual era una fragmentación no
originada por ninguna consideración de principio" (¡tiro directo. . . a la
"minoría" del Congreso de nuestro Partido!). Nadie, fuera de
los partidarios de "Rabócheie Dielo", se puso franca y razonadamente
al lado del grupo "Borbá" hasta el momento de cerrarse la hoja de
inscripción de oradores (pág. 40): hay que hacer justicia al camarada Akímov y
a sus amigos, porque ellos, por lo menos, no anduvieron con ambages y rodeos,
sino que siguieron abiertamente su línea y dijeron francamente lo que querían.
Después
de cerrada la lista de oradores, cuando sobre el fondo de la cuestión ya
no se puede hablar, el camarada Iegórov "insiste en que se escuche la
resolución que acaba de
* Véase sobre esta reunión
la "Carta" de Pavlóvich[4], miembro del Comité de Organización, que, además, había sido
elegido por unanímidad, antes del Congreso, representante autorizado de
la redacción, de la que era séptimo miembro (actas de la Liga, pág. 44).
pág.
14
tomar el Comité de
Organización". No es de extrañar que los miembros del Congreso se muestren
indignados ante semejante proceder, y el camarada Plejánov, como presidente,
expresa su "asombro ante el hecho de que el camarada Iegórov insista en su
exigencia". Porque una de dos: o había que hablar franca y precisamente
sobre el fondo de la cuestión ante todo el Congreso, o no había que hablar en
absoluto. ¡Pero dejar que se cerrara la lista de oradores y después, como
"palabras de resumen", presentar al Congreso una nueva
resolución del Comité de Organización, precisamente sobre el problema de que se
trataba, era un golpe a traición!
La sesión
se reanuda después del almuerzo, y el Buró, que sigue asombrado, decide dejarse
de "formalidades" y echar mano del último recurso, que sólo en casos
extremos se utiliza en los Congresos, "la explicación entre
camaradas". Un representante del Comité de Organización, Popov, comunica
el acuerdo del Comité aprobado por todos sus miembros contra uno, Pavlóvich
(pág. 43), y por el que se propone al Congreso que invite a Riasánov.
Pavlóvich
declara que él había negado y seguía negando legitimidad a la reunión del
Comité de Organización, y que el nuevo acuerdo del citado Comité "está
en pugna con el anterior ". Esta declaración produce una verdadera
tempestad. El camarada Iegórov, también miembro del Comité de Organización y
del grupo "Iuzhni Rabochi", elude en su respuesta el fondo de la
cuestión y quiere trasladar el centro de gravedad a la cuestión de disciplina.
Como si el camarada Pavlóvich quebrantara la disciplina del Partido (!), porque
el Comité de Organización, después de examinar la protesta de aquél, había
acordado "no poner en conocimiento del Congreso la opinión particular de
Pavlóvich". Se pasa a discutir
pág. 15
el problema de la
disciplina del Partido y Plejánov explica en forma didáctica al camarada
Iegórov, entre ruidosos aplausos del Congreso, que "nosotros no tenemos
mandatos imperativos " (pág. 42. Cfr. pág. 379, reglamento del
Congreso, artículo 7: "Los delegados no tendrán limitados sus poderes por
mandatos imperativos. Serán plenamente libres e independientes en el ejercicio
de sus poderes"). "El Congreso es la instancia suprema del
Partido" y, por tanto, falta a la disciplina del Partido y al reglamento
del Congreso precisamente todo el que en cualquier forma ponga obstáculos a que
cualquiera de los delegados apele, directamente ante el Congreso, sobre todas
las cuestiones de la vida del Partido, sin excepción alguna. El problema en
discusión se reduce de este modo a un dilema: ¿el espíritu de corrillo o el
espíritu de Partido? O se limitan los derechos de los delegados del Congreso,
en virtud de imaginarios derechos o estatutos de toda suerte de comisiones y
corrillos, o se disuelven totalmente antes del Congreso, y no sólo de
palabra, sino de hecho, todas las instancias inferiores y los viejos
grupitos, hasta que se creen verdaderas instituciones funcionales del Partido.
Ya por esto puede ver el lector qué enorme importancia de principio tenía esta
discusión al comienzo mismo (tercera sesión) de un congreso que se planteaba
como finalidad restaurar de hecho el Partido. En esta discusión se concentraba,
por decirlo así, el conflicto entre los antiguos corrillos y grupitos (como
"Iuzhni Rabochi") y el Partido que renacía. Y los grupos
antiiskristas salen en seguida a la superficie: tanto el bundista Abramson,
como el camarada Martínov, ardiente partidario de la actual redacción de Iskra,
y el camarada Májov, a quien también conocemos, todos ellos se declaran a favor
de Iegórov y del grupo de "Iuzhni Rabochi", en contra
pág.
16
de Pavlóvich. El
camarada Martínov, que ahora, a porfía con Mártov y Axelrod, hace gala de
"democratismo" en materia de organización, recuerda hasta. . . ¡¡el
ejército, donde sólo se puede apelar a la instancia superior por mediación de
la inferior!! Todo el que asistía al Congreso o había seguido atentamente la
historia interna de nuestro Partido antes de su celebración, comprendía
claramente el verdadero sentido de esta "compacta" oposición
antiiskrista. La tarea de la oposición (quizá todos sus representantes no
siempre se percataran de ello, y a veces lo sostuvieran por inercia) consistía
en salvaguardar la independencia, el particularismo, los intereses de capilla
de los pequeños grupos, para que no se los tragara un partido amplio, que se
venía estructurando a base de los principios iskristas.
Tal es
precisamente el punto de vista que, respecto a esta cuestión, adoptó también el
camarada Mártov, que por entonces aún no se había unido a Martínov. El camarada
Mártov se alza decididamente, y se alza con razón, contra aquellos cuya
"idea de la disciplina de partido no va más allá de las obligaciones de un
revolucionario respecto al grupo de orden inferior del que forma
parte". "En el seno de un partido único no es admisible ningún
agrupamiento forzoso " (subrayado por Mártov), explica Mártov a los
defensores de los corrillos, sin prever cómo fustigan estas palabras su propia
conducta política en las últimas sesiones del Congreso y después de él. . . El
agrupamiento forzoso no es admisible para el Comité de Organización, pero es
plenamente admisible para la redacción. Mártov condena el agrupamiento forzoso
mientras lo mira desde el organismo central, pero lo defiende en cuanto deja de
satisfacerle la composición de este organismo central. . .
pág. 17
Es
interesante observar el hecho de que en su discurso, además del "enorme
error" del camarada Iegórov, subraya el camarada Mártov especialmente la
inestabilidad política de que ha dado prueba el Comité de Organización.
"En nombre del Comité de Organización -- se indigna Mártov con razón --,
se ha hecho una proposición que contradice al informe de la comisión
[fundado, añadámoslo nosotros, en el informe de los miembros del Comité de
Organización: pág. 43, palabras de Koltzov] y a las proposiciones anteriores
del Comité de Organización " (subrayado por mí). Como veis, Mártov
comprendía perfectamente entonces, antes de su "viraje", que
el sustituir el grupo "Borbá" por Riasánov nada quita de la completa
contradicción y falta de firmeza de la actuación del Comité de Organización
(por las actas del Congreso de la Liga, pág. 57, podrán ver los miembros del
Partido el punto de vista de Mártov después de su viraje). No se limitó
entonces Mártov a examinar el problema de la disciplina, sino que preguntó,
además, directamente al Comité de Organización: "¿qué ha sucedido para que
sea necesaria esa refundición?" (subrayado por mí). Porque, en efecto, el
Comité de Organización, al hacer su proposición, no tuvo ni siquiera el
suficiente valor de defender francamente su opinión, como la defendieron Akímov
y otros. Mártov niega esto (actas de la Liga, pág. 56), pero quien lea las
actas del Congreso verá que Mártov se equivoca. Popov, al hacer la proposición
en nombre del Comité de Organización, no dice ni una palabra de razones
(pág. 41 de las actas del Congreso del Partido). Iegórov traslada la discusión
al punto sobre la disciplina, pero, sobre el fondo de la cuestión, sólo dice
"El Comité de Organización podía tener nuevas consideraciones" . . .
[pero no se sabe si las tenía, ni de qué conside-
pág.
18
raciones se trata] . .
. "ha podido olvidarse de inscribir a alguien, etc.". [Este
"etc." es la única salvación del orador, porque el Comité de
Organización no pudo olvidarse de la cuestión del grupo
"Borbá", que había examinado dos veces antes del Congreso y una vez
ante la comisión]. "El Comité de Organización no ha aprobado este acuerdo
porque haya cambiado de actitud respecto al grupo 'Borbá', sino porque quiere
quitar piedras sobrantes del camino de la futura organización central del
Partido, en los primeros pasos de su actuación". Esto no es dar razones,
sino eludirlas. Todo socialdemócrata sincero (y nosotros no ponemos ni aun en
duda la sinceridad de ninguno de los participantes en el Congreso) se preocupa
de apartar todo lo que él considera escollo, de apartarlo por los
procedimientos que él reconoce adecuados. Dar razones significa
explicar y decir exactamente la opinión de uno sobre las cosas y no salir del
paso con una perogrullada. Y no se hubieran podido dar razones sin
"cambiar de actitud respecto al grupo 'Borbá'", porque las anteriores
decisiones contradictorias del Comité de Organización trataban también de
apartar escollos, pero veían estos "es collos" precisamente en lo
contrario. El camarada Mártov ataca precisamente con extraordinaria dureza y
con muchísima razón este argumento, calificándolo de "fútil "
y debido al deseo de "excusarse " y aconsejando al Comité de
Organización que "no tema al qué dirán ". Con estas palabras
definía el camarada Mártov perfectamente el fondo y el sentido de un matiz
político que ha desempeñado en el Congreso un papel importantísimo y que se
distingue precisamente por la falta de independencia, la mezquindad, la falta
de línea propia,el temor al qué dirán, la eterna vacilación entre las dos
partes determinadas, el temor a exponer abiertamente su
pág. 19
credo ; en una palabra, por todas las características de la
"charca"[*].
Esta
falta de carácter, en política, de un grupo inconstante condujo, entre otras
cosas, a que nadie a éxcepción del bundista Iudin (pág. 53), presentara
al Congreso una resolución para invitar a uno de los miembros del grupo
"Borbá". La resolución de Iudin obtuvo cinco votos a favor, pot lo
visto, de todos los bundistas: ¡los elementos vacilantes volvian a dar otro
bandazol El contingente aproximado de votos del grupo del centro se vio en las
votaciones de las resoluciones de Koltzov y de Iudin sobre este punto: la
resolución del iskrista obtuvo 32 votos (pág. 47) y la del bundista I6, es
decir, además de los ocho votos antiiskristas, tuvieron los dos votos del
camarada Májov (pág. 46), los cuatro votos de los miembros del grupo
"Iuzhni Rabochi" y otros dos votos más. En seguida demostraremos que
en ningún modo puede considerarse esta distribución de votos casual, pero
primero expondremos brevemente lo que ahora opina Mártov sobre este
incidente con el Comité de Organización. Mártov ha dicho en la Liga que
"Pavlóvich y otros atizaron las pasiones". Basta ver las actas del
Congreso para convencerse de que fue el mismo Mártov quien pronunció los
discursos más detallados, ardientes y duros contra el grupo "Borbá" y
el Comité
* Tenemos ahora en el
Partido gentes que, al oir esta palabra, se horrorizan y se lamentan a gritos
de una polémica impropia de camaradas. ¡Extraña deformación del sentido común
bajo la influencia de la corrección oficial. . . cuando se aplica
indebidamente! Casi no hay partido político con lucha interna que prescinda de
este término, que sirve siempre para designar a los elementos inconstantes que
vacilan entre los que luchan. Tampoco los alemanes, que saben mantener la lucha
interna en un marco de exquisita corrección, se ofenden por la palabra "versumpft
[encharcado -- N. de la Red.] Y no se horrorizan ni manifiestan
ridícula "pruderie " [gazmoñería -- N. de la Red.]
oficial.
pág. 20
de Organización. Al tratar de descargar la
"culpa" sobre Pavlóvich, lo único que hace es demostrar su falta de
firmeza: antes del Congreso eligió precisamente a Pavlóvich séptimo miembro de
la redacción y en el Congreso se solidarizó por entero con él (pág. 44) contra
Iegórov. Después, sin embargo, cuando ha sido derrotado por Pavlóvich, le acusa
de "atizar las pasiones". Esto no pasa de ser ridículo.
En Iskra (núm. 56) Mártov habla con
ironía de la importancia que se da a invitar a fulano o zutano. Esta ironía se
vuelve de nuevo contra Mártov, porque precisamente el incidente con el Comité
de Organización dio origen a una discusión sobre problema tan
"importante" como el invitar a fulano o zutano a formar parte del
Comité Central o del Organo Central. No está bien eso de medir con dos varas
distintas, según se trate del propio "grupo de orden inferior"
(respecto al Partido), o de un grupo ajeno. Esto es psicología filistea
y de círculos, y no la actitud que el Partido exige ante una cuestión. Lo demuestra
suficientemente el simple cotejo del discurso de Mártov en la Liga (pág. 57)
con su discurso en el Congreso (pág. 44). "No comprendo -- dijo Mártov,
entre otras cosas, en la Liga -- cómo se las arregla la gente para llamarse a
toda costa iskristas y al mismo tiempo avergonzarse de serlo". Extraña
incomprensión de la diferencia que hay entre "llamarse" y
"ser", entre el dicho y el hecho. El mismo Mártov se dijo en
el Congreso adversario de los agrupamientos forzosos y después del Congreso fue
partidario de ellos.
pág. 21
d) DISOLUCION DEL
GRUPO "IUZHNI
RABOCHI"
Quizá pueda parecer obra de la casualidad la
forma en que se dividieron los delegados en el problema del Comité de
Organización. Pero tal opinión sería errónea, y para eliminarla, nos
apartaremos del orden cronológico y examinaremos en seguida un incidente que,
aun cuando tuvo lugar al finalizar el Congreso, está íntimamente relacionado
con el que acabamos de exponer. Se trata de la disolución del grupo
"Iuzhni Rabochi". En contra de las tendencias de Iskra en
materia de organización -- plena cohesión de las fuerzas del Partido y
eliminación del caos que las fragmentaba -- se levantaron en este caso los
intereses de uno de los grupos, cuyo trabajo era útil mientras faltaba un
verdadero partido, pero se hizo superfluo al organizarse el trabajo de un modo
centralizado. En aras de los intereses de un círculo, el grupo "Iuzhni
Rabochi", con no menos derecho que la vieja Iskra, podía pretender
que se mantuviera la "continuidad" y su inviolabilidad. En aras de
los intereses del Partido, este grupo debía someterse al traslado de sus
fuerzas "a las correspondientes organizaciones del Partido" (pág.
313, final de la resolución adoptada por el Congreso). Desde el punto de vista
de los intereses de círculo y de la mentalidad pequeñoburguesa, no podía menos
de parecer "quisquillosa" (expresión del camarada Rúsov y del
camarada Deich) la disolución de
pág. 22
un grupo útil, que tenía tan pocas ganas de disolverse como
la vieja redacción de Iskra. Desde el punto de vista de los intereses
del Partido, era imprescindible la disolución, "la dilución"
(expresión de Gúsiev) en el Partido. El grupo "Iuzhni Rabochi"
declaró francamente que "no consideraba necesario" declararse
disuelto y exigía que "el Congreso expresara su opinión en forma
categórica", y además, "inmediatamente: sí o no". El grupo
"Iuzhni Rabochi" invocaba la misma "continuidad" a la que
había apelado la vieja redacción de Iskra . . . ¡después de su
disolución! "Aunque todos nosotros, tomados cada uno individualmente,
constituimos un partido único -- dijo el camarada Iegórov --, este Partido se
compone, sin embargo, de toda una serie de organizaciones que es menester tener
en cuenta como magnitudes históricas. . . Si una de estas organizaciones
no perjudica al Partido, no hay motivo para disolverla ".
De este modo, se planteaba en forma
completamente definida una importante cuestión de principio, y todos los
iskristas -- mientras no salieron a primer plano los intereses de sus propios
círculos -- se levantaron decididos contra los elementos vacilantes (los
bundistas y dos de "Rabócheie Dielo" no estaban ya entonces en el
Congreso; indudablemente, se hubieran declarado decididos partidarios de
"tener en cuenta las magnitudes históricas"). La votación dio 31
votos a favor, cinco en contra y cinco abstenciones (cuatro miembros del
grupo "Iuzhni Rabochi" y probablemente Bielov, a juzgar por sus
anteriores declaraciones, pág. 308). El grupo de diez votos,
tajantemente opuesto al plan de organización consecuente propugnado por Iskra
y partidarios de los círculos contra el espíritu de partido, se dibuja con toda
precisión. En los debates, los iskristas plantean esta cuestión precisamente
desde el punto de vista de los principios (véase el discurso de Lan-
pág. 23
gue, pág. 315), declarándose en contra de los métodos
primitivos de trabajo y de la dispersión, negándose a tener en cuenta las
"simpatias" de algunas organizaciones y diciendo francamente que
"se hubiera conseguido antes la unificación del Partido y el triunfo de
los principios programáticos que aquí hemos sancionado, si los camaradas del
grupo 'Iuzhni Rabochi' se hubieran atenido antes, hace uno o dos años, a un
punto de vista más en consonancia con los principios". En el mismo sentido
hablan Orlov, Gúsiev, Liádov, Muraviov, Rúsov, Pavlóvich, Gliébov y Gorin. No
sólo no se alzaron los iskristas de la "minoría" contra estas
alusiones concretas, que repetidamente se hicieron en el Congreso, a la
política y la "linea" del grupo "Iuzhni Rabochi", de Májov
y otros, carente de principios, no sólo no hicieron reserva alguna a este
respecto, sino que, por el contrario, por boca de Deich, se unieron
decididamente a ellos, censurando el "caos" y aplaudiendo el que
"planteara francamente la cuestión" (pág. 315) el mismo camarada
Rúsov, que en aquella misma sesión tuvo -- ¡qué horror! -- la osadia de
"plantear francamente también" el problema de la vieja redacción en
el terreno puramente de partido (pág. 325).
En el grupo "Iuzhni Rabochi" el
asunto de su disolución produjo una indignación terrible, de la que encontramos
huellas también en las actas (no debe olvidarse que las actas no dan más que un
pálido reflejo de los debates, pues en lugar de discursos completos no
contienen más que extractos y resúmenes muy abreviados). El
camarada Iegórov calificó incluso de "mentira" la simple mención del
grupo "Rabóchaia Misl"[6] junto con el
grupo "Iuzhni Rabochi", ejemplo característico de la actitud que
predominaba en el Congreso respecto al economismo consecuente. Incluso mucho
después, en la 37 sesión, Iegórov habla de la disolución de "Iuzhni
Rabochi"
pág.
24
con profunda irritación
(pág. 356), pidiendo que se haga constar en el acta que, cuando se trató de
este grupo, no se preguntó a sus miembros acerca de los medios para las
ediciones, ni sobre el control del Organo Central y del Comité Central. Durante
la discusión sobre el grupo "Iuzhni Rabochi", el camarada Popov alude
a la compacta mayoría que pareció decidir de antemano la cuestión acerca de
dicho grupo. "Ahora -- dice (pág. 316) --, después de los
discursos de los camaradas Gúsiev y Orlov, todo está claro ".
El sentido de estas palabras es indudable: ahora, después de que los iskristas
han expresado su opinión y han propuesto una resolución, todo está claro, es
decir, está claro que el grupo "Iuzhni Rabochi" será disuelto contra
su voluntad. El mismo representante del grupo "Iuzhni Rabochi" separa
aquí a los iskristas (y, además, a tales como Gúsiev y Orlov) de sus
partidarios, considerando que representan "líneas" distintas de
política de organización. Y cuando la actual Iskra presenta al grupo
"Iuzhni Rabochi" (¿y también probablemente a Májov?) como
"iskristas típicos", esto no hace sino probar en forma patente un
olvido de los acontecimientos más importantes (desde el punto de vista de este
grupo) sucedidos en el Congreso y, por parte de la nueva redacción, un deseo de
borrar las huellas para que no se vea con qué clase de elementos se formó la
llamada "minoría".
Es de
lamentar que no se haya planteado en el Congreso el problema de un órgano
popular. Todos los iskristas trataron con extraordinario interés de este
problema tanto antes del Congreso, como durante el mismo, fuera de las
sesiones, coincidiendo en que no sería nada razonable iniciar la edición de
semejante órgano o dar este carácter a uno de los ya existentes en el momento
actual de la vida de nuestro Partido. Los antiiskristas, en el Congreso, se
manifestaron en sentido
pág. 25
contrario, lo mismo que
el grupo "Iuzhni Rabochi" en su informe, y sólo la casualidad o el no
haber querido plantear una cuestión "desesperanzada" pueden explicar
que no se presentara la correspondiente resolución con diez firmas al pie.
pág.
26
e) EL INCIDENTE DE LA
IGUALDAD DE
DERECHOS DE LAS LENGUAS
Volvamos al orden de sesiones del Congreso.
Hemos podido persuadirnos de que, aún antes
de que se pasara a examinar el fondo de las cuestiones, se había manifestado ya
con claridad en el Congreso, no sólo un grupo perfectamente definido de
antiiskristas (8 votos), sino también un grupo de elementos intermedios,
inestables, dispuestos a apoyar a estos ocho y a aumentar su número hasta unos
16 ó 18 votos.
La cuestión del lugar que en el Partido
correspondía al Bund, cuestión que se examinó en el Congreso de un modo
extraordinaria y excepcionalmente detallado, se redujo a resolver una tesis de
principio, posponiéndose la solución práctica hasta tanto se tratara de las
relaciones de organización. Como ya antes del Congreso se había consagrado
bastante espacio en las publicaciones a explicar temas referentes a este punto,
los debates del Congreso dieron poco que fuese relativamente nuevo. Sin
embargo, no se puede menos de observar que los partidarios de "Rabócheie
Dielo" (Martínov, Akímov y Brúker), declarándose conformes con la
resolución de Mártov, hicieron la reserva de que la consideraban insuficiente y
disentían de ella en las conclusiones (págs. 69, 73, 83, 86).
Después de la cuestión acerca del lugar que
correspondía al Bund, pasó el Congreso a tratar del programa. En este
pág. 27
punto, la mayor parte de la discusión giró en torno a
enmiendas particulares que presentaban escaso interés. En principio, la
oposición de los antiiskristas se manifestó únicamente en el enfoque del
camarada Martínov contra el célebre planteamiento de la cuestión acerca de la
espontaneidad y la conciencia. En favor de Martínov se mostraron plenamente de
acuerdo, como es natural, los bundistas y los de "Rabócheie Dielo".
Mártov y Plejánov, entre otros, demostraron lo infundado de las objeciones de
Martínov. ¡Como cosa curiosa es de observar que ahora la redacción de Iskra
(tras de reflexionar un poco, por lo visto) se ha pasado al lado de Martínov y
dice lo contrario de lo que dijo en el Congreso! Probablemente, esto
corresponde al célebre principio de la "continuidad". . . Nos queda
ahora esperar a que la redacción acabe de orientarse y nos explique hasta qué
punto está de acuerdo con Martínov, en qué y exactamente desde cuándo. Entre
tanto, nos limitaremos a preguntar si se ha visto alguna vez un órgano del Partido,
cuya redacción diga después de un congreso precisamente lo contrario de lo que
ha dicho en él.
Pasando por alto las discusiones sobre el
reconocimiento de Iskra como órgano central (ya nos hemos referido a
esto más arriba) y el comienzo de los debates sobre los estatutos (de los que
sera más cómodo tratar cuando los examinemos en conjunto), pasemos a los
matices de principio que se señalaron cuando se trató del programa. Notemos, en
primer lugar, un detalle extraordinariamente característico: los debates sobre
la cuestión de la representación proporcional. El camarada Iegórov, del
"Iuzhni Rabochi", abogaba por que se incluyera en el programa, y
defendió este punto de vista de tal modo que provocó una observación acertada
de Posadovski (iskrista de la minoría) sobre la existencia de una "seria
discrepancia". "Es indudable -- dijo el camarada Posadovski --
pág. 28
que disentimos en la cuestión fundamental siguiente: ¿es
preciso someter nuestra política futura a unos u otros principios democráticos
fundamentales, reconociéndoles un valor absoluto, o bien deben
quedar todos los principios democráticos sometidos exclusivamente a los
intereses de nuestro Partido? Yo me declaro decididamente partidario de este
último". Plejánov "se adhiere plenamente" a Posadovski,
expresándose aún más concreta y enérgicamente contra "el valor absoluto de
los principios democráticos", contra "el modo abstracto" de
interpretarlos. "Es concebible en hipótesis un caso -- dice -- en el que
nosotros, socialdemócratas, nos declaremos en contra del sufragio universal.
Hubo épocas en que la burguesía de las repúblicas italianas privaba de derechos
políticos a los individuos pertenecientes a la nobleza. El proletariado
revolucionario podría limitar los derechos políticos de las clases altas, lo
mismo que éstas hicieron antes respecto al proletariado". El discurso de
Plejánov es acogido con aplausos y siseos, y cuando Plejánov protesta
contra el Zwischenruf * "no hay que sisear" y ruega a los
camaradas que no se cohiban, se levanta el camarada Iegórov y dice:
"Cuando seme jantes discursos provocan aplausos, no tengo más remedio que
sisear". Juntamente con el camarada Goldblat (delegado del Bund), el
camarada Iegórov se declara en contra de las opiniones de Posadovski y Plejánov.
Es de lamentar que se cerrara la discusión y el asunto que surgió en relación
con ella desapareciese inmediatamente de la escena. Pero en vano procura ahora
el camarada Mártov aminorar e incluso anular su significación, diciendo en el
Congreso de la Liga: "Estas palabras [de Plejánov] provocaron la
indignación de una parte de los delegados, indignación que hubiera sido fácil
de evitar
* Observación desde un
escaño durante un discurso. (N. de la Red.)
pág. 29
de haber añadido el camarada Plejánov que, naturalmente, no
puede imaginarse una situación tan trágica, que el proletariado, para afianzar
su victoria, tenga que violar derechos políticos como la libertad de prensa. .
. (Plejánov: "merci")" (pág. 58 de las actas de la Liga). Esta
interpretación está en pugna directa con lo que, en forma absolutamente
categórica, dijo el camarada Posadovski en el Congreso acerca de una
"seria discrepancia" y una disensión sobre el "problema
fundamental". Respecto a este problema fundamental, todos los iskristas se
declararon en el Congreso contra los representan tes de la
"derecha" antiiskrista (Goldblat) y del "centro" del
Congreso (Iegórov). Esto es un hecho y podemos garantizar sin temor que si el
"centro" (espero que esta palabra chocará menos que ninguna otra a
los partidarios "oficiales" de la suavidad. . .), si el
"centro" (representado por el camarada Iegórov o Májov) hubiera
tenido que expresar "libremente " su opinión sobre esta o
análogas cuestiones, hubieran aparecido en seguida serias discrepancias.
Esta discrepancia se puso de manifiesto con
mayor relieve aún en la cuestión de la "igualdad de derechos de las
lenguas" (pág. 171 y siguientes de las actas). En cuanto a este punto, no
son tan elocuentes los debates como las votaciones: sumándolos, llegamos a la increíble
cifra de ¡dieciséis! ¿Por qué? Por si no basta señalar en el programa la
igualdad de derechos de todos los ciudadanos, independientemente de su sexo,
etc. y de su lengua, o si es preciso decir: "libertad de
lengua" o "igualdad de derechos de las lenguas". El camarada
Mártov ha definido con bastante acierto en el Congreso de la Liga este
episodio, diciendo que "una discusión insignificante sobre la redacción de
un punto del programa adquirió significación de principio, porque la mitad del
Congreso se mostraba dispuesta a derrocar la comisión de programa".
pág. 30
Precisamente así[*]. El motivo
del choque fue, en efecto, insignificante, y, sin embargo, éste adquirió en
verdad carácter de principio y, por lo mismo, formas terriblemente
encarnizadas, llegándose al intento de "derrocar " la comisión
de programa, a sospechar que deseaba "jugar una mala pasada al Congreso
" (¡sospecha que Iegórov expresó respecto de Mártov!), llegándose a
cambiar alusiones personales del carácter más. . . injurioso (pág. 178).
Incluso el camarada Popov "lamentó que, con motivo de naderías, se creara una
tal atmósfera " (subrayado por mí, pág. 182), atmósfera que reinó
durante tres sesiones (16,17 y 18).
Todas
estas expresiones confirmaban definida y categóricamente el hecho
importantísimo de que la atmósfera de "sospechas" y de las más
encarnizadas formas de lucha ("derrocar") -- ¡después, en el Congreso
de la Liga, se acusó a la mayoría de los iskristas de haberla creado! -- había
sido creada, en realidad, mucho antes de que nos escindiéramos en
* Mártov
añade: "En este caso nos hizo mucho daño el chiste de Plejánov a
propósito de los burros" (cuando se hablaba de la libertad de lengua,
alguien, creo que un bundista, recordó entre las instituciones la de la cría
caballar, y Plejánov dijo para sí: "Los caballos no hablan, pero sí lo
hacen algunas veces los burros"). Claro que yo no puedo ver en este chiste
una suavidad especial, espíritu de concesión, prudencia ni flexibilidad. Pero
me extraña, sin embargo, que Mártov, después de reconocer el carácter de
principio de la discusión, no se detenga en absoluto a examinar en qué
consiste este carácter de principio ni qué matices tiene, limitándose a una
indicación de lo "perjudiciales" que son los chistes. ¡Esto sí que es
ya un punto de vista auténticamente burocrático y formalista! Los chistes
pesados, en efecto, "hicieron mucho daño en el Congreso", y no sólo
los referentes a los bundistas, sino otros que iban dirigidos contra personas a
quienes éstos algunas veces apoyaron e incluso salvaron de la derrota. Pero,
una vez reconocido el valor de principio del incidente, no puede uno salir del
paso limitándose a decir que son "inadmisibles" ciertos chistes (pág.
58 de las actas de la Liga).
pág. 31
mayoría y minoría. Repito que es un hecho de enorme importancia,
un hecho fundamental, y el no comprenderlo conduce a muchísima gente a las
opiniones más ligeras sobre el carácter artificial de la mayoría a la
terminación del Congreso. Desde el punto de vista actual del camarada Mártov,
quien afirma que había en el Congreso 9/10 de iskristas, es absolutamente
inexplicable y absurdo el hecho de que, por "naderías", por un motivo
"insignificante", pudiera producirse una colisión que adquirió
"carácter de principios" y estuvo a punto de echar abajo a la
comisión del Congreso. Sería ridículo tratar de deshacerse de este hecho
con gimoteos y lamentaciones sobre el "daño" que han hecho ciertas ocurrencias.
El carácter de principio de la colisión no pudo resultar de ninguna
aspereza: sólo pudo nacer del carácter de los agrupamientos políticos en el
Congreso. No fueron las asperezas ni los chistes los que promovieron el
conflicto: eran sólo un síntoma de que en el mismo agrupamiento político
del Congreso existía una "contradicción", existían todos los
antecedentes de un conflicto, existía una falta de homogeneidad interna que
prorrumpía con fuerza inmanente con cualquier motivo, incluso insignificante.
Por el contrario, desde el punto de vista que
yo tengo sobre el Congreso y que considero mi deber defender como una
determinada interpretación política de los acontecimientos, aunque semejante
interpretación pueda ofender a alguien, era plenamente explicable e inevitable
el conflicto más agudo de carácter de principio por un motivo
"insignificante". Puesto que en nuestro Congreso hubo constantemente
lucha entre iskristas y antiiskristas, puesto que entre éstos y aquéllos
estaban los elementos vacilantes y puesto que estos últimos, juntamente con los
antiiskristas, constituían 1/3 de los votos (8 + 10 = 18 de 51, según mis
cálculos, naturalmente, aproxima-
pág. 32
dos), resulta muy comprensible y natural que siempre que
se apartaba de los iskristas aunque fuera una pequeña minoría de ellos, eso
creaba una posibilidad de victoria de la tendencia antiiskrista y provocaba,
por ello mismo, una lucha "furiosa". Esto no es resultado de salidas
de tono y ataques de inadecuada dureza, sino resultado de una combinación
política. No eran las asperezas las que daban origen a un conflicto político,
sino que la existencia de un conflicto político en el mismo agrupamiento del
Congreso originaba asperezas y ataques: esta contraposición encierra la divergencia
fundamental de principio entre Mártov y nosotros en la apreciación de la
importancia política del Congreso y de sus resultados.
En el transcurso de todo el Congreso se
produjeron tres casos especialmente notables de separación de un grupo in significante
de iskristas de su mayoría -- la igualdad de derechos de las lenguas, el
artículo primero de los estatutos y las elecciones --, y en los tres casos se
produjo una lucha encarnizada que, al fin y al cabo, ha traído como
consecuencia la grave crisis que atraviesa actualmente el Partido. Para
comprender el sentido político de esta crisis y de esta lucha, no debemos
limitarnos a frases sobre chistes inadmisibles, sino examinar los agrupamientos
políticos de los matices que se enfrentaron en el Congreso. El incidente de la
"igualdad de derechos de las lenguas" presenta, por esto, un doble
interés desde el punto de vista del esclarecimiento de las causas de la
divergencia, porque en ese problema Mártov era (¡aún era!) iskrista y combatió
quizá más que nadie contra los antiiskristas y el "centro".
Comienza la guerra por una discusión entre el
camarada Mártov y el líder de los bundistas, camarada Líber (págs. 171-172).
Mártov demuestra que es suficiente exigir "la igualdad de derechos de los
ciudadanos". Se rechaza la "libertad de
pág. 33
lengua", pero inmediatamente se propone "la
igualdad de derechos de las lenguas" y con Líber se lanza al combate el
camarada Iegórov. Mártov declara que es fetichismo "el que los
oradores insistan en la igualdad de derechos de las nacionalidades y
transfieran la desigualdad de derechos al dominio linguístico. Sin embargo,
esta cuestión debe examinarse desde el ángulo opuesto: existe una desigualdad
de derechos entre las nacionalidades, y esta desigualdad se expresa, entre
otras cosas, también en el hecho de que las personas que pertenecen a una
nacionalidad determinada se ven privadas del derecho a hacer uso de su lengua
materna" (pág. 172). Mártov tenía entonces completa razón. En efecto, algo
de fetichismo tenía el intento de Líber y de Iegórov, que carecía absolutamente
de sentido, de defender lo acertado de sus fórmulas y considerar que nosotros
no queríamos o no sabíamos aplicar el principio de igualdad de derechos de las
nacionalidades. La realidad es que, como "fetichistas", defendían
precisamente una palabra, y no un principio, no procedían guiados por el temor
a algún error de principio, sino por temor al qué dirán. Justamente esta
psicología vacilante (¿y si "los demás" nos echan esto en cara?), que
señalamos en el incidente con el Comité de Organización, es la que mostró aquí
con plena claridad todo nuestro "centro". Otro representante del
mismo, Lvov, delegado de una región minera, próximo al grupo "Iuzhni
Rabochi", "considera muy serio el problema sobre la opresión de las
lenguas, planteado por la periferia. Importa que nosotros, después de haber
incluido un punto referente a la lengua en nuestro programa, alejemos toda
sospecha de rusificación, que podría suscitarse contra los
socialdemócratas". He aquí una magnífica motivación de la
"seriedad" del problema. ¡El problema es muy serio porque es
preciso evitar las posibles sospechas de la periferia! El orador no dice nada,
pág. 34
en el fondo, no contesta a las acusaciones de fetichismo,
sino que las confirma plenamente, dando pruebas de una completa falta de
argumentos y saliendo del paso con una alusión a lo que dirá la periferia. Se
le advierte: todo lo que puedan decir es falso. Pero, en lugar de
poner en claro si es exacto o no lo es, contesta: "pueden sospechar ".
Semejante modo de plantear el
problema, con pretensiones de seriedad e importancia, adquiere ya, en efecto,
carácter de principio, pero ni mucho menos el que querían ver en él los Líber,
los Iegórov, los Lvov. El que tiene carácter de principio es el problema de si
debemos facultar a las organizaciones y a los miembros del Partido para aplicar
los principios generales y fundamentales del programa, aplicándolos a
circunstancias concretas y desarrollándolos en el sentido de semejante aplicación,
o si, por simple temor a las sospechas, debemos llenar el programa de detalles
fútiles, de indicaciones particulares, de repeticiones, de casuística. Lo que
adquiere carácter de principio es la cuestión de cómo pueden los
socialdemócratas, en la lucha contra la casuística, ver ("sospechar")
intentos de limitar los derechos y libertades democráticas elementales.
¿Cuándo, por fin, dejaremos este culto fetichista a la casuística? Este es el
pensamiento que pasaba por nuestra mente tuando asistimos a la lucha por las
"lenguas".
El agrupamiento de Ios delegados en esta
lucha es especialmente claro, merced a la abundancia de votaciones nominales.
Estas votaciones fueron tres. Contra el núcleo iskrista están unánime y
constantemente todos los antiiskristas (8 votos) y, con muy ligeras
vacilaciones, todo el centro (Májov, Lvov, Iegórov, Popov, Medviédiev, Ivanov,
Tsariov, Bielov; tan sólo los dos últimos vacilaron al principio, absteniéndose
unas veces, votando otras con nosotros, y sólo to-
pág. 35
maron una actitud definitiva en la tercera votación). De
los iskristas se separa una parte, sobre todo los caucasianos (tres, con seis
votos), y debido a esto obtiene el predominio, al fin y al cabo, la tendencia
del "fetichismo". Cuando se votó por tercera vez, cuando los
partidarios de ambas tendencias pusieron más en claro sus posiciones, tres
caucasianos, con seis votos, se apartaron de los iskristas de la mayoría,
adhiriéndose al grupo contrario. De los iskristas de la minoría se apartaron
dos con dos votos: Posadovski y Kóstich. En las dos primeras votaciones se
pasaron al grupo opuesto o se abstuvieron: Lenski, Stepánov y Gorski, de la
mayoría iskrista, y Deich de la minoría. El hecho de que se apartaran ocho
votos iskristas (del total de 33) inclinó la balanza a favor de la
coalición de antiiskristas y elementos vacilantes. Este es precisamente el
hecho fundamental de la división en grupos que tuvo lugar en el Congreso,
hecho que volvió a repetirse (separándose tan sólo otros iskristas) con
motivo de la votación del artículo primero de los estatutos y con motivo de las
elecciones. No es de extrañar, pues, que quien ha salido en las elecciones
derrotado cierre ahora empeñadamente los ojos ante las causas políticas
de esa derrota, ante el punto de partida de la lucha de matices, que
ponía cada vez más de manifiesto y desenmascaraba cada vez más despiadadamente
ante el Partido a los elementos poco firmes y faltos de carácter en política.
El incidente de la igualdad de derechos de las lenguas nos muestra esta lucha
con tanto mayor relieve cuanto que entonces el mismo camarada Mártov no había
aún merecido los elogios y la aprobación de Akímov y Májov.
pág. 36
f) EL PROGRAMA
AGRARIO
La falta de firmeza de antiiskristas y
"centro" en el terre no de los principios se puso también de relieve
en las discusiones habidas en torno al programa agrario, que quitaron al
Congreso no poco tiempo (v. págs. 190-226 de las actas) y plantearon numerosas
cuestiones de extraordinario interés. Como era de esperar, es el camarada
Martínov quien promueve la ofensiva contra el programa (después de unas
pequeñas observaciones de los camaradas Líber y Iegórov). Utiliza el viejo
argumento de que corrigiendo "precisamente esta injusticia
histórica", "consagramos", según ellos, de un modo indirecto,
"otras injusticias históricas", etc. A su lado se coloca el camarada
Iegórov, que incluso "no ve claramente cuál es el sentido de este
programa: si es un programa para nosotros, es decir, si formula las reivindicaciones
que nos otros planteamos, o si es que queremos hacerlo popular" (!?!?). El
camarada Líber "quisiera hacer las mismas indicaciones que el camarada
Iegórov". El camarada Májov habla, con la decisión que le es propia,
declarando que "la mayoría [?] de los oradores no comprende en absoluto
qué es el programa propuesto ni los fines que persigue". Según dice,
"es difícil considerar el programa propuesto como programa agrario
socialdemócrata"; este programa. . . "huele un poco a juego de
corrección de injusticias históricas", tiene "un matiz de demagogia y
de aventurerismo". La confirmación teó-
pág. 37
rica de estas elucubraciones es la habitual exageración y
simplificación del marxismo vulgar: se pretende que los iskristas "quieren
operar con los campesinos como con algo homogéneo; y como los campesinos están
ya hace tiempo [?] divididos en clases, el proponer un programa único conduce
inevitablemente a convertir este programa en su conjunto en demagógico, y su
aplicación se transformará en una aventura" (202). El camarada Májov
"suelta" aquí la verdadera causa de la actitud negativa que ante
nuestro programa agrario adoptan muchos socialdemócratas, dispuestos a
"reconocer" a Iskra (como la ha reconocido el mismo Májov),
pero sin haber reflexionado ni poco ni mucho sobre su orientación, sobre su
posición teórica y táctica. Precisamente la vulgarización del marxismo aplicada
a un fenómeno tan complejo y polifacético como es el régimen actual de la
economía campesina rusa, y no la divergencia sobre algunas particularidades, es
lo que ha producido y sigue produciendo la incomprensión de dicho programa. Y
sobre este punto de vista de un marxismo vulgar se pusieron rápidamente de
acuerdo los líderes de los elementos antiiskristas (Líber y Martínov) y los del
"centro", Iegórov y Májov. El camarada Iegórov expresó también
francamente uno de los rasgos característicos del grupo "Iuzhni
Rabochi" y de los grupos y circulos que tienden hacia él, a saber: la
incomprensión de la importancia del movimiento campesino, la incomprensión de que
el lado débil de nuestros socialdemócratas, durante las primeras y célebres
insurrecciones campesinas, no consistió en sobreestimar, sino más bien, por el
contrario, en subestimar esa importancia (y en no tener fuerzas suficientes
para utilizar el movimiento). "Estoy lejos del entusiasmo que la redacción
siente por el movimiento campesino -- dijo el camarada Iegórov --, del
entusiasmo que después de las revueltas campesi-
pág. 38
nas se apoderó de muchos socialdemócratas". Pero,
desgraciadamente, el camarada Iegórov no se tomó la molestia de informar con
alguna exactitud al Congreso en qué consiste ese entusiasmo de la redacción,
ni se tomó la molestia de dar indicaciones concretas sobre el material
bibliográfico proporcionado por Iskra. Además, olvidó que Iskra
había desarrollado todos los puntos fundamentales de nuestro programa
agrario ya en su tercer número[*], es decír, mucho
tiempo antes de las revueltas campesinas. ¡No estaría de más que quien
"ha reconocido" a Iskra no sólo de palabra, dedicara algo más
de atención a sus principios teóricos y tácticos!
"¡No, no podemos hacer mucho entre los campesinos!", exclama el
camarada Iegórov, y luego explica esta exclamación, no como protesta contra tal
o cual "apasionamiento" aislado, sino como repudio de toda nuestra
posición: "y eso significa precisamente que nuestra consigna no puede
hacer competencia a una consigna de aventureros". Fórmula ultra
característica de una actitud falta de principios ante la causa, ¡de una
actitud que todo lo reduce a una "competencia" de consignas de
distintos partidos! Y esto lo dice el orador después de haberse declarado "satisfecho"
por las explicaciones teóricas en las que se decía que nosotros aspiramos a un
éxito firme en la agitación, sin que nos asusten los reveses pasajeros y que un
éxito firme (a pesar del ruidoso griterío de los "competidores". . .
de un minuto), es imposible sin una firme base teórica en el programa (pág.
196). ¡Qué confusión trasluce esa afirmación de sentirse
"satisfecho", seguida in mediatamente de la repetición de las tesis
vulgares heredadas del viejo economismo, para el cual la "competencia de
consignas" decidía en todas las cuestiones, no sólo del programa
* Véase V. I. Lenin: Obras
Completas, t. IV.
pág. 39
agrario, sino de todo el programa y de toda la táctica de
la lucha económica y política. "No podéis obligar a un jornalero -- decía
el camarada Iegórov -- a luchar al lado del campesino rico por los recortes,
que ya están en buena parte en manos de ese campesino rico".
Nos encontramos de nuevo ante la misma
simplificación, indudablemente emparentada con nuestro economismo oportunista,
que insistía en que era imposible "obligar" al proletariado a luchar
por lo que en gran parte está en manos de la burguesía y por lo que en
proporción aún más considerableirá a parar a sus manos en el futuro. Una vez
más la misma vulgarización, que olvida las particularidades rusas de las
relaciones capitalistas generales entre el jornalero y el campesino rico. Los
recortes oprimen ahora, oprimen en realidad también al jornalero, a
quien no hay que "obligar" a luchar por librarse de la sujeción a que
está sometido. En cambio, hay que "obligar" a algunos intelectuales:
obligarles a tener una visión más amplia de sus tareas, obligarles a que renun
cien a las fórmulas estereotipadas cuando traten problemas concretos,
obligarles a tener en cuenta la coyuntura histórica, que complica y modifica
nuestros objetivos. Precisamente sólo el prejuicio de que el mujik es tonto --
prejuicio que, como observa en justicia el camarada Mártov (pág. 202), se
trasluce en los discursos del camarada Májov y de otros adversarios del programa
agrario --, sólo un prejuicio explica el que estos adversarios olviden las
condiciones reales de la vida de nuestros jornaleros.
Después de haber simplificado el problema
reduciéndolo a una mera contraposición: obrero y capitalista, los representantes
de nuestro "centro", como de costumbre, trataron de descargar su
estrechez mental sobre el mujik. "Precisamente porque considero -- decía
el camarada Májov -- que el mu-
pág. 40
jik es inteligente en la medida de su estrecho punto de
vista de clase, supongo que será partidario del ideal pequeñoburgués de la toma
y el reparto de la tierra". En estas palabras se mezclan claramente dos
cosas: una característica del punto de vista de clase del mujik, como
pequeñoburgués, y una restricción de este punto de vista, la reducción
de éste a una "medida estrecha". Precisamente en esta
reducción es donde está el error de los Iegórov y Májov (lo mismo que el error
de los Martínov y Akímov consistía en reducir a una "medida estrecha"
el punto de vista del proletario). Sin embargo, tanto la lógica como la
historia enseñan que el punto de vista pequeñoburgués de clase puede ser más o
menos estrecho, más o menos progresivo, precisamente por la doble posición del
pequeñoburgués. Y nuestra tarea no puede consistir en modo alguno en
desalentarnos ante la estrechez ("tontería") del mujik o ante el
hecho de que le dominen "prejuicios", sino, por el contrario, en
ensanchar constantemente su punto de vista, en contribuir a la victoria de su
juicio sobre sus prejuicios.
El punto de vista del "marxismo"
vulgar sobre el problema agrario ruso ha tenido su expresión culminante en las
palabras finales del profundo discurso del camarada Májov, fiel defensor de la
vieja redacción de Iskra. No en vano fue ron acogidas estas palabras con
aplausos. . . , es verdad que irónicos. "Desde luego, yo no sé a qué
llamar desgracia -- dice el camarada Májov, indignado porque Plejánov había
dado a entender que el movimiento en favor del reparto negro no nos asustaba en
absoluto y que no seríamos nosotros los que pondríamos trabas a ese movimiento
progresivo (progresivo-burgués) --. Pero esa revolución, si es que puede
dársele este nombre, no será revolucionaria. Yo diría más exactamente que no
será ya revolución, sino reacción (risas ), una
pág. 41
revolución parecida a un motín. . . Semejante revolución
nos hará retroceder y exigirá cierto tiempo para volver nuevamente a la
situación en que ahora nos encontramos. Porque ahora tenemos mucho más que en
los tiempos de la revolución francesa (aplausos irónicos ), tenemos un
partido socialdemócrata (risas ). . ." Sí, un partido
socialdemócrata que razonara a lo Májov, o tuviera instituciones centrales
apoyadas en personas como Májov, no merecería, en efecto, más que risas. . .
Por tanto, vemos que también en problemas
puramente de principios, suscitados por el programa agrario, se puso de
manifiesto inmediatamente el agrupamiento que ya conocemos. Los antiiskristas
(8 votos) emprenden una cruzada en nombre del marxismo vulgar; tras ellos se
arrastran los jefes del "centro", los Iegórov y Májov, errando y
desviándose siempre al mismo punto de vista estrecho. Por ello, es muy natural
que en algunos puntos del programa agrario, la votación arroje 30 y 35 votos a
favor (págs. 225 y 226), es decir, precisamente el número aproximado que ya
hemos visto cuando se discutía el momento en que había de tratarse la cuestión
del Bund, cuando se produjo el incidente con el Comité de Organización y cuando
se trató de la disolución del grupo "Iuzhni Rabochi". En cuanto
surgía una cuestión que se saliera algo del marco del lugar común, ya
establecido y habitual, una cuestión que exigiera una cierta aplicación
independiente de la teoría de Marx a relaciones económico-sociales de un
carácter peculiar y nuevo (nuevo para los alemanes), no resultaban más que 3/5 de los votos de iskristas
que supieran ponerse a la altura de la tarea, todo el "centro" se
colocaba inmediatamente tras los Líber y Martínov. ¡Y el camarada Mártov se
esfuerza aún por velar este hecho evidente, sor-
pág. 42
teando temeroso las votaciones en que se ponían claramente
de manifiesto los matices!
La discusión del programa agrario muestra
bien claramente la lucha de los iskristas contra las dos quintas partes bien
contadas del Congreso. Los delegados caucasianos ocuparon en este punto una
posición totalmente acertada, debido en gran parte, probablemente, al hecho de
que, conociendo de cerca las formas locales de numerosos restos del régimen de
servidumbre, estaban a salvo de las meras contraposiciones, de un carácter
abstracto y escolar, que satisfacían a los Májov. Contra Martínov y Líber,
contra Májov y Tegórov se alzaron tanto Plejánov como Gúsiev (quien confirmó
que "una concepción tan pesimista de nuestra labor en el
campo" . . . como era la del camarada Iegórov. . . "la había
encontrado bastantes veces entre los camaradas que actuaban en Rusia"),
así como Kostrov[7], Karski y
Trotski. Este último indica con razón que los "consejos benevolentes"
de los críticos del programa agrario "huelen demasiado a filisteísmo ",
Respecto al estudio de los agrupamientos políticos que se produjeron en el
Congreso, sólo hay que observar que, en este punto de su discurso (pág. 208),
quizá no se cite con razón al camarada Langue junto a Iegórov y Májov. Quien
lea con atención las actas verá que la posición de Langue y Gorin es totalmente
distinta de la de Iegórov y Májov. A Langue y Gorin no les gusta la formulación
del punto referente a los recortes, comprenden plenamente la idea de nuestro
programa agrario, tratando de ponerla en práctica de otro modo,
trabajando de un modo positivo para buscar una formulación más impecable, desde
su punto de vista, presentando proyectos de resoluciones para convencer a los
autores del programa o para ponerse a su lado contra todos los no iskristas.
Basta comparar, por ejemplo, la proposición de Májov de que
pág. 43
se rechace todo nuestro
programa agrario (pág. 212, nueve a favor, 38 en contra) y sus diversos
puntos (págs. 216 y otras) con la posición de Langue, que propone una
redacción propia del punto referente a los recortes (pág. 225), para convencer
se de la diferencia radical que los separa[*].
Hablando
más adelante de los argumentos que huelen a "filisteísmo", el
camarada Trotski señalaba que "en el perío do revolucionario que se
avecina debemos ligarnos a los campesinos". . . "Y ante semejante
tarea el escepticismo y la 'perspicacia' política de Májov y Iegórov son más
dañinos que cualquer miopía". El camarada Kóstich, otro iskrista de la
minoría, señalaba muy certeramente la "falta de seguridad en si mismo y en
su firmeza de principios" que se observa en el camarada Májov,
característica que da justamente en el blanco en lo que se refiere a nuestro
"centro". "En su pesimismo coincide el camarada Májov con el
camarada Iegórov, aunque hay entre ellos matices -- continuaba el camarada
Kóstich --. Olvida que, en el momento actual, los socialdemócratas trabajan ya
entre los campesinos y dirigen ya su movimiento, en la medida de lo posible. Y
con este pesimismo reducen la envergadura de nuestro trabajo" (pág. 210).
Para
terminar con la cuestión de las discusiones sobre el programa en el Congreso,
vale la pena señalar todavía los breves debates sobre el apoyo a tendencias
oposicionistas. En nuestro programa se dice claramente que el partido
socialdemócrata apoya "todo movimiento de oposición y
revolucionario, dirigido contra el régimen social y político existente en
Rusia "[8]. Parece que
esta última reserva indica con suficiente precisión qué tendencias
oposicionistas son las que precisamente apoyamos. ¡Sin embargo, los
diferentes matices que
* V. el discurso de Gorin.
pág. 44
ya hace tiempo se han dado en nuestro Partido han aparecido
en seguida también en este punto, por difícil que fuera imaginarse que
aún eran posibles "confusiones e incomprensiones" en un asunto tan
trillado! Se trataba, de modo evidente, no de incomprensiones, sino preásamente
de matices. Májov, Líber y Martínov tocaron en seguida a rebato y
volvieron a encontrarse en tan "compacta" minoría, que, también en
este punto, el camarada Mártov hubiera tenido que tratar de atribuir esto a las
intrigas, los manejos, la diplomacia y otras cosas por el estilo (v. su
discurso en el Congreso de la Liga) a las que recurren las personas incapaces
de reflexionar sobre las causas políticas que llevan a la formación de grupos
"compactos" tanto de la mayoría como de la minoría.
Májov vuelve a empezar por una simplificación
vulgar del marxismo. "No tenemos más clase revolucionaria que el
proletariado -- dice; pero de este principio justo deduce en seguida una
consecuencia equivocada --: las demás son algo de poca monta, como un pegote (risa
general ). . . Sí, como un pegote, y lo único que quieren es aprovecharse.
Yo estoy en contra de que se les apoye" (pág. 226). La formulación
inimitable que el camarada Májov dio a su posición confundió a muchos (de sus
partidarios), pero en realidad coincidieron con él tanto Líber como Martínov,
proponiendo que se eliminara la palabra "de oposición" o se la
limitara añadiendo "democrático de oposición". Plejánov se alzó con
razón contra esta enmienda de Martínov. "Nosotros debemos criticar a los
liberales -- decía --, descubrir su posición ambigua. Esto es verdad. . . Pero,
al poner de manifiesto la estrechez y limitación de todos los demás
movimientos, a excepción del socialdemócrata, estamos obligados a explicar al
proletariado que, comparada con el absolutismo, incluso una Constitución que no
conceda el sufragio universal es un paso adelante y
pág. 45
que, por ello, el proletariado no debe preferir el régimen
actual a semejante Constitución". Los camaradas Martínov, Líber y Májov se
muestran disconformes con esto y mantienen su posición, contra la cual dirigen
sus ataques Axelrod, Starovier, Trotski y nuevamente Plejánov. Por lo demás, el
camarada Májov se ha derrotado una vez más a sí mismo. Al principio dijo que
las demás clases (fuera del proletariado) son "de poca monta" y que
"él está en contra de que se les apoye". Después se compadeció y
reconoció que, "siendo en en el fondo reaccionaria, la burguesía es muchas
veces revolucionaria, por ejemplo, cuando se trata de luchar contra el
feudalismo y sus vestigios". "Pero hay grupos -- continuó, yendo más
de mal en peor -- que son siempre [?] reaccionarios, como son los
artesanos". ¡A semejantes perlas llevaron su palabrería en el terreno de
los principios los mismos líderes de nuestro "centro", que después
defendían con espuma en los labios a la vieja redacción! Precisamente los
artesanos, incluso en la Europa occidental, donde la organización gremial era
tan fuerte, lo mismo que otros pequeños burgueses en las ciudades, dieron
pruebas de extraordinario espíritu revolucionario en la época de la caída del
absolutismo. Precisamente para el socialdemócrata ruso es sobre todo absurdo
repetir sin reflexionar lo que dicen sus camaradas de Occidente, sobre los
artesanos de ahora, en una época separada por uno o medio siglo de la caída del
absolutismo. En Rusia, decir que los artesanos son reaccionarios en comparación
con la burguesía en el terreno de las cuestiones políticas, no es más que una
estereotipia, una frase aprendida.
Es de lamentar que las actas no hayan
conservado indicación alguna sobre el número de votos que lograron reunir las
enmiendas sobre esta cuestión presentadas por Martínov, Májov y Líber y que
fueron rechazadas. Sólo podemos decir
pág. 46
que los lideres de los elementos antiiskristas y uno de los
líderes del "centro"* se unieron también en este punto para formar el
agrupamiento que ya conocemos contra los iskristas. Resumiendo toda la
discusión sobre el programa, no podemos menos de llegar a la conclusión
de que ni un solo deba te algo animado y que despertara un interés
general dejó de poner de manifiesto los diferentes matices que ahora pasan en
silencio el camarada Mártov y la nueva redacción de Iskra.
* Otro lider de ese mismo
grupo, del "centro", el camarada Iegórov, expresó en otro lugar su
opinión sobre el apoyo a las tendencias oposicionistas, al tratarse de la
resolución de Axelrod sobre los socialrevolucionarios (pág. 359). El camarada
Iegórov ve una "contradicción" entre la exigencia, que figura en el
programa, de apoyar todo movimiento de oposición y revolucionario, y la
actitud negativa ante socialrevolucionarios y liberales. En otra forma,
y abordando la cuestión de un modo algo distinto, el camarada Iegórov muestra
en este punto la misma concepción estrecha del marxismo que los camaradas
Májov, Liber y Martinov y la misma actitud vacilante y semihostil ante la
posición de Iskra (que él mismo ha "reconocido").
pág. 47
g) LOS ESTATUTOS DEL
PARTIDO.
PROYECTO DEL CAMARADA MARTOV
Después del programa trató el Congreso de los
estatutos del Partido (pasamos por alto la cuestión del Organo Central y los
informes de los delegados, que por desgracia, en su mayoría, no pudieron
presentarlos en forma satisfactoria). Ni que decir tiene que la cuestión de los
estatutos tenía para to dos nosotros enorme importancia. En efecto, Iskra
había sido desde el primer momento, no sólo un órgano de publicación sino,
además, una célula de organización En el artículo de fondo de su cuarto número
("¿Por dónde empezar?"), Iskra había propuesto todo un plan de
organización*, aplicándolo sistemática e inflexiblemente durante tres años.
Cuando el II Congreso del Partido reconoció a Iskra como Organo Central,
entre los tres puntos que exponían los motivos de la resolución correspondiente
(pág. 147) dos estaban consagrados
* En el discurso pronunciado
cuando se reconoció a Iskra como Organo Central, el camarada Popov,
entre otras cosas, dijo lo siguiente: "Recuerdo, en el número tres o
cuatro de Iskra, el artículo '¿Por dónde empezar?' Muchos de los
camaradas que por entonces actuaban en Rusia lo encontraron falto de tacto; a
otros, el plan les parecla fantástico, y la mayoría (probablemente la mayoría
de las personas que rodeaban al camarada Popov) lo explicaba sólo por
vanidad" (pág. 140). Como puede ver el lector, estoy ya acostumbrado a
esta explicación de mis opiniones políticas como vanidad, explicación que ahora
caldean el camarada Axelrod y el camarada Mártov.
pág. 48
precisamente a este plan de organización y a las ideas de
organización de Iskra : a su papel en la dirección del trabajo práctico
del Partido y a su papel dirigente en la labor de unificación. Por ello, es
completamente natural que la labor de Iskra y toda la obra de
organización del Partido, toda la obra de restablecimiento efectivo del
Partido no podía considerarse terminada si todo el Partido no reconocía
y no dejaba afianzadas de una forma taxativa determinadas ideas de
organización. Y esta tarea debían cumplirla los estatutos de organización del
Partido.
Las ideas fundamentales que Iskra
trataba de sentar como base de la organización del Partido, se reducían, en el
fondo, a las dos que damos a continuacion. La primera, la idea del centralismo
determinaba en principio el modo de resolver todo el cúmulo de problemas
particulares y de detalle en el terreno de la organización. La segunda, la que
se refería al papel especial que desempeña un órgano ideológico directivo, un
periódico, tenía en cuenta lo que necesitaba, de un modo peculiar y temporal,
precisamente el movimiento obrero socialdemócrata ruso bajo la esclavitud
política, a condición de crear en el extranjero una base de operaciones inicial
para la ofensiva revolucionaria. La primera idea, como la única idea de
principios, debía penetrar todos los estatutos; la segunda, como idea
particular, engendrada por una circunstancia temporal de lugar y de modo de
acción, se expresaba en un apartamiento aparente del centralismo, en la
creación de dos centros, el Organo Central y el Comité Central.
En el artículo editorial de Iskra "¿Por dónde empezar?"* (núm.
4), así como en "¿Qué hacer?"** desarrollé estas dos
* Véase V. I. Lenin, Obras
Completas, t. V. (N. de la Red.)
** ibíd.
pág. 49
ideas fundamentales de la organización iskrista del Partido
y, por último, las he explicado detalladamente, casi en forma de estatutos, en
la "Carta a un camarada"[*]. Sólo
quedaba, en realidad, un trabajo de redacción para dar forma a los artículos de
los estatutos que debían llevar a la práctica precisamente esas ideas, si el
reconocimiento de Iskra no quedaba en el papel, si no era una frase
convencional. En el prólogo que puse a la "Carta a un camarada" al
reeditarla, decía ya que era suficiente una simple comparación de los estatutos
del Partido con ese folleto para dejar sentada la completa identidad de las
ideas de organización en ambos sitios[**].
En
relación con la labor de redacción para formular las ideas de organización de Iskra
en los estatutos, tengo que referirme a un incidente, provocado por el camarada
Mártov. ". . . La aclaración de los hechos os demostrará -- decía Mártov
en el Congreso de la Liga (pág. 58) -- cuán inesperado fue para Lenin mi caida
en el oportunismo en lo que atañe a este artículo (es decir, al primero). Mes y
medio o dos meses antes del Congreso le enseñé a Lenin mi proyecto, donde el
artículo primero estaba expuesto exactamente en la misma forma en que lo
propuse en el Congreso. Lenin se declaró en contra de mi proyecto,
considerándolo demasiado detallado, y me dijo que a él le gustaba sólo la idea
del artículo primero, la determinación de la condición de miembro del Partido,
que trasladaría a sus estatutos con modificaciones, porque no consideraba
acertada la formulación que yo le había dado. Así, pues, hacía ya tiempo que
Lenin conocía mi formulación, mi punto de vista sobre este problema. Como veis,
fui al Congreso con la visera levantada, sin ocultar mis
* Véase V. I. Lenin, Obras
Completas, t. VI. (N. de la Red.)
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de
la Red.)
pág. 50
opiniones. Yo había advertido que lucharía contra la
cooptación recíproca, contra el principio de unanimidad en la cooptación para
el Comité Central y para el Organo Central, etc.".
Ya veremos en el momento oportuno cómo fue el
asunto en lo que atañe a la advertencia de la lucha contra la cooptación
recíproca. Detengámonos ahora en esta "visera levantada" de los
estatutos de Mártov. Refiriendo en la Liga, de memoria, el episodio de su
desafortunado proyecto (que el mismo Mártov retiró en el Congreso, como
desacertado, pero volvió a sacarlo a la luz, con su habitual consecuencia,
después del Congreso), Mártov, como suele suceder, ha olvidado muchas cosas, y
por ello ha vuelto a enredarlas. Parece que había ya hechos bastantes para
guardarse de referencias a conversaciones privadas y a su memoria (¡porque los
hombres, involuntariamente, no recuerdan sino lo que les conviene!) y, a pesar
de todo, el camarada Mártov, no teniendo otros materiales, usa datos de pésima
calidad. Ahora, incluso el camarada Plejánov empieza a imitarle; por lo visto,
son contagiosos los malos ejemplos.
La "idea" del artículo primero del
proyecto de Mártov no podía "gustarme", porque en su proyecto no
existía ninguna idea que saliera a relucir en el Congreso. Le ha fallado
su memoria. ¡He tenido la suerte de encontrar entre mis papeles el proyecto de
Mártov, donde "precisamente el artículo primero n o está
expuesto en la forma en que lo propuso en el Congreso"! ¡Aquí tienen
ustedes la "visera levantada"!
Artículo primero del proyecto de Mártov:
"Se considerará como perteneciente al Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia a todo el que, aceptando su programa, trabaje activamente para llevar a
la práctica sus tareas bajo el control y la dirección de los órganos [¡sic!]
del Partido".
pág. 51
Artículo primero de mi proyecto: "Se
considerará miembro del Partido todo el que acepte su programa y apoye al
Partido tanto con recursos materiales, como con su participación personal en
una de las organizaciones del mismo".
Artículo primero de la fórmula propuesta por
Mártov en el Congreso y aceptada por éste: "Se considerará miembro del
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a todo el que acepte su programa, apoye
al Partido con recursos materiales y le preste su colaboración personal en
forma regular bajo la dirección de una de sus organizaciones".
Por este cotejo vemos con claridad que en el
proyecto de Mártov no hay precisamente ninguna idea, sino sólo una
frase vacía. Es claro de por sí que los miembros del Partido trabajan bajo
el control y la dirección de los órganos del Par tido, y no puedé ser
de otro modo ; de ello no hablan sino las gentes aficionadas a hablar por
hablar, los que gustan de llenar "estatutos" de un río de palabras y
fórmulas burocráticas (es decir, innecesarias para el objeto y, al parecer,
necesarias para hacer bulto). La idea del artículo primero sólo aparece
al plantearse la cuestión de si pueden los órganos del Partido llevar a
la práctica su dirección respecto a aquellos miembros del mismo que no
forman parte de ninguna de las organizaciones del Partido. No hay ni
rastro de esta idea en el proyecto del camarada Mártov. Por tanto, yo no
podía conocer las "opiniones" del camarada Mártov "sobre
este problema", porque no hay en el proyecto del camarada Mártov opinión
alguna sobre este problema. La aclaración de hechos del camarada Mártov
resulta un enredo.
En cambio, precisamente del camarada Mártov
hay que decir que él, por mi proyecto, "conocía mis opiniones sobre esta
cuestión" y no protestó ni las combatió, ni en la comi-
pág. 52
sión de redacción, aunque mi proyecto fue mostrado a todo
el mundo dos o tres semanas antes del Congreso, ni ante los delegados, que se
enteraron sólo de mi proyecto. Y aún más. Incluso en el Congreso,
cuando presenté mi proyecto de es tatutos[*] y ló defendí
antes de que se eligiera la comisión de estatutos, el camarada Mártov
dijo claramente: "me adhiero a las conclusiones del camarada Lenin. Sólo,
en dos puntos disiento de este último " (subrayado por mí): en el
modo de constitución del Consejo y en la cooptación por unanimidad (pág. 157). Ni
una palabra dice aún de que disienta respecto al artículo primero.
En su
folleto sobre el estado de sitio, el camarada Mártov ha considerado preciso
volver a recordar con peculiar meticulosidad sus estatutos. Asegura allí que
sus estatutos, que también ahora (en febrero de I904; no se sabe lo que
sucederá dentro de tres meses) está dispuesto a firmar, a excepción de algunas
particularidades secundarias, "expresaban con bastante claridad su
posición negativa respecto a la hipertro-
* A propósito. La
comisión de actas ha publicado en el anexo XI el proyecto de estatutos "presentado
al Congreso por Lenin " (pág. 393). También en este punto ha
embrollado un poco las cosas la cómisión de actas. Ha confundido mi proyecto
inicial, que se mostró a todos los delegados (y 8 muchísimos antes del
Congreso) con el que presenté en el Congreso (v. V. I. Lenin, Obras
Completas, t. VI -- N. de la Red.) y ha publicado el primero como si
fuera el segundo. Yo, naturalmente, no tengo nada en contra de la publicación
de mis proyectos, incluso en todos los grados de su preparación, pero no
por eso hay que embrollar las cosas. Y, sin embargo, ha resultado un embrollo,
porque Popov y Mártov (págs. 154 y 157) critican, en el proyecto que presenté
al Congreso, formulaciones que no existen en el proyecto publicado por
la comisión de actas (cfr. pág. 394, arts. 7 y 11). Con más atención para el
asunto, bastaba haber cotejado las páginas que yo indicaba para notar el error.
pág. 53
fia del centralismo" (pág. IV). El camarada Mártov
explica ahora el no haber propuesto este proyecto al Congreso dicien do,
primero, que "la educación iskrista le inspiró una actitud despectiva
hacia los estatutos". (¡La palabra iskrista, cuando así le place al
camarada Mártov, no significa ya para él el estrecho espíritu de círculo, sino
la más consecuente de las tendencias! Sólo es de lamentar que al cabo de tres
años la educación iskrista no haya inspirado al camarada Mártov una actitud
despectiva para la fraseología anarquista, con la que la inestabilidad propia
de un intelectual es capaz de justificar las violaciones de unos estatutos
aprobados en común). En segundo lugar, resulta nada menos que él, el camarada
Mártov, rehuía "introducir cualquier disonancia en la táctica del núcleo
orgánico fundamental que era Iskra " ¡Resulta de una congruencia
maravillosa! ¡En la cuestión de principio sobre la formulación
oportunista del artículo primero o de la hipertrofia del centralismo tuvo el
camarada Mártov tal miedo a la disonancia (temible tan sólo desde el más
estrecho punto de vista de círculo), que ni siquiera expuso sus discrepancias
ante un núcleo como la redacción! Sobre el problema práctico acerca de
la composición de los organismos centrales, el camarada Mártov apeló contra el
voto de la mayoría de los miembros de la organización de Iskra
(verdadero núcleo orgánico fundamental ) al auxilio del Bund y de los
miembros de "Rabócheie Dielo" El camarada Mártov no ve la
"disonancia" que hay en sus propias frases, cuando se vale de
procedimientos propios de los círculos en defensa de la seudoredacción para
renegar del espíritu de "círculo" en la forma en que enjuician la
cuestión las personas más competentes. Para castigarle, citaremos íntegro
su proyecto de estatutos
pág. 54
haciendo constar por nuestra parte qué puntos de vista
y qué hipertrofia se representan en el mismo.[*]
"Proyecto de estatutos del Partido. -- I. Pertenencia al Partido.
-- 1) Se considerará como perteneciente aal Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia a todo el que, aceptando su programa, trabaje activamente para llevar a
la práctica sus tareas bajo el control y la dirección de los órganos del
Partido. -- 2) El Comité Central acordará la expulsión do los miembros del
Partido por actos incompatibles con los intereses del Partido. !La sentencia de
expulsión, argumentada, se conservará en el archivo del Partido y, en caso de
exigencia, se comunicará a cada comité del mismo. Se puede apelar ante el
Congreso contra el acuerdo de expulsión tomado por el Comité Central, siempre
que lo exijan dos o más comités]". . . Indicaré con corchetes los puntos evidentemente
faltos de contenido en el proyecto de Mártov, los que no sólo no contienen
ninguna "idea", sino ni siquiera ninguna condición ni exigencia
determinada, como es el caso sin igual de indicar en unos "estatutos"
dónde precisamente deberá conservarse la sentencia, o de referirse a la
apelación ante el Congreso de que puede ser objeto de un acuerdo de expulsión
tomado por el Comité Central (¿y no todos sus acuerdos en general?). Esto es
justamente una hipertrofia de frase, o un verdadero formalismo burocrático en
el sentido de componer puntos y artículos superfluos, sabiendo de antemano que
no sirven para nada o que sirven para entor pecer. ". . . II. Comités locales.
-- 3) Serán representantes del Partido enn su trabajo local los comités del
Partido. . ." (¡qué nuevo y qué ingenioso!). ". . . 4) [Se
considerarán comités del Partido los que existan al celebrarse el II Congreso y
estén representados en él con la composición que tengan en este momento]. -- 5)
Los nuevos comités, es decir, los que no queden comprendidos en el artículo 4,
serán designados por el Comité Central [que reconocerá como comité a la
composición que en el momento dado tenga la organización local, o constituirá
el comité local reformando esta última]. -- 6) Los comités completan el número
de sus miembros mediante la cooptación. -- 7) El Comité Central tiene derecho a
completar el número de miembros de un comité local con una cantidad de
camaradas (que él conozca), de modo que su número no constituya más de un
tercio del número total de miembros. . ." Modelo de estilo
* He de advertir que no he
podido encontrar, y lo lamento, la primera variante del proyecto de Mártov, que
tenía algo así como 48 artículos y adoleda de una "hipertrofia" aún
mayor de formalismo sin objeto.
pág. 55
ofidnesco: ¿por qué no más de un tercio?
¿Con qué objeto? ¿Qué-sentido tiene esta limitación que nada limita, pues este
modo de completar puede repetirse muchas veces? ". . . 8) [Si un comité
local se desmorona o es deshecho" (¿es decir, si no son detenidos todos
sus miembros?) "por las persecuciones, el Comité Central lo
restablecerá"]. . . (¿sin tener ya en cuenta el artículo 7? ¿Y no
encuentra el camarada Mártov que existe un parecido entre el artículo 8 y las
leyes rusas sobre la moral pública, que prescriben trabajar en los días
laborables y descansar en las fiestas?). ". . . 9) El Congreso ordinario
del Partido podrá encargar al C.C. que reforme la composición de cualquier
comité local, cuando se haya reconocido que la actividad de este último es
incompatible con los intereses del Partido. En este último caso, el comité, con
la composición que tenga se declara disuelto y los camaradas de su localidad
quedan exentos de la obligación de prestarle obediencia*.]. . . La regla que se
contiene en este artículo es tan altamente útil como el artículo aún existente
en las leyes rusas y que dice: se prohibe a todos y cada uno el alcoholismo.
". . . 10) [Los comités locales del Partido dirigen toda la labor de
propaganda, agitación y organización del Partido en la localidad y, en la
medida que se lo permiten sus fuerzas, cooperan con el Comité Central y el
Organo Central en el cumplimiento de las tareas generales del Partido que les incumben.].
. ." ¡Uf! ¿A qué viene esto, por todos los santos?. . . ". . . 11)
[El régimen interior de la organización local, las relaciones recíprocas entre
el comité y los grupos a él subordinados" (¿oye usted, oye usted, camarada
Axelrod?) "y los limites de competencia y autonomía" (¿pero es que
los límites de competencia no son lo mismo que los limites de autonomía?)
"de estos grupos los establecerá el mismo comite, poniéndolos en
conocimiento del C.C. y de la redacción del O.C.]. . ." (Hay una laguna: no
se dice dónde se archivan estas comunicaciones). ". . . 12) [Todos los
grupos y miembros individuales del Partido sometidos a los comités tienen
derecho a exigir que se comunique al C.C. del Partido y a sus órganos centrales
sus opiniones y deseos sobre cualquier problema.] -- 13) Cada comité local del
Partido quedara obligado a descontar de sus ingresos una parte que
corresponderá a la caja del C.C., según distribución que efectuará el C.C. --
III. Organizacioncs destinadas a la agitación en diversas lenguas (además del
ruso). -- 14) [Para la agitación en una de las lenguas no rusas, y para
organizar a los obreros entre los que se lleve
* Llamamos la atención del
camarada Axelrod sobre esta palabreja. ¡Un verdadero horror! Esto sí que son
las raíces mismas de "jacobinismo", que llega hasta. . . hasta
modificar la composición de la redacción. . .
pág. 56
a cabo tal agitación, podrán formarse
organizadones aparte en los puntos donde sea imprescindible especializar esa
agitadón y establecer semejante organización separada]. -- 15) Corresponderá al
C.C. del Partido, y en los casos litigiosos al Congreso del mismo, decidir
cuándo existe en estos casos verdadera necesidad. . ." La primera parte
del artículo es superflua, si se tienen en cuenta otras disposiciones de los
estatutos, y la segunda, sobre los casos litigiosos, mueve sencillamente a
risa. . . "16) [Las organizaciones locales a que hace referencia el
artículo 14, serán autónomas en sus objetivos especiales, pero actuarán bajo el
control del comité local y estarán sometidas a este último, siendo el comité
local quien establecerá las formas de este control y las normas que, en el
trabajo de organización, regularán las relaciones entre el comité y la
organización especial. . ." (bueno, ¡gracias a Dios!, ahora se ve bien
claro que no había razón para toda esa montaña de palabras vadas). ". . .
En cuanto a los asuntos generales del Partido, tales organizaciones actuarán
como parte de la organización del comité.] -- 17) [Las organizaciones locales a
que hace referencia el artículo 14, podrán formar una unión autónoma para la
consecución eficaz de sus objetivos especiales. Semejante unión puede tener sus
órganos especiales, administrativos y publicaciones, quedando unos y otros
sometidos al control inmediato del C.C. del Partido. Tal unión establecerá ella
misma sus estatutos, pero los someterá a la aprobación del C.C. del Partido.]
-- 18) [De la unión autónoma a que hace rreferencia el artículo 17 pueden
también entrar a formar parte los comités locales del Partido, si debido a las
condiciones locales se dedican principalmente a la agitación en una lengua
determinada. Nota. Siendo parte integrante de una unión autónoma, semejante
comité no deja, sin embargo, de ser un comité del Partido.]. . ." (Todo el
artículo es de una utilidad extrema y de una profundísima inteligencia, y la
nota aún más). . . ". . . 19) [Las organizaciones locales que formen parte
de una unión autónoma quedarán sometidas al control de los comités locales en
sus relaciones con los órganos centrales de la unión.] -- 20) [Los órganos
literarios y administrativos centrales de lás uniones autónomas tendrán con el
C.C. del Partido las mismas relaciones que los comités locales del Partido.] --
IV. El Comit¿ Central y los órganos literarios del Partido. -- 21)
[Representantes del Partido en su totalidad serán el Comité Central y los
órganos literarios: el órgano político y el órgano científico.] -- 22) Incumbe
al C.C. la dirección general de toda la labor práctica del Partido; cuidar de
que se utilicen y distribuyan debidamente todas sus fuerzas; controlar la
actuación de todos los sectores del Partido; suministrar publicaciones a las
organizaciones locales; organizar el aparato técnico del Partido; convocar los
pág. 57
congresos del Partido. -- 23)
Corresponderá a los organos literarios del Partido la dirección ideológica de
la vida del mismo; la propaganda del programa del Partido y la exposidón
científica y publicística de la concepción del mundo de la socialdemocracia. --
24) Todos los comités locales del Partido, así como las uniones autónomas,
mantendrán una relación directa tanto con el C.C. del Partido, como con la
redacdón de sus órganos, poniendo periódicamente en su conocimiento la marcha
del movimiento y del trabajo de organización en el área local. -- 25) El
Congreso del Partido designará la redacción de los órganos literarios del
mismo, que seguirá en funciones hasta el Congreso siguiente. -- 26) [La
redacción tendrá autonomía en sus asuntos internos] y, en el intenalo entre dos
Congresos, podrá completar y modificar su composición, comunicándolo en cada
caso al C.C. -- 27) Todos los comunicados que emanen del C.C., o hayan sido
sancionados por él se publicarán, a petición del C.C., en el órgano del
Partido. -- 28) El C.C., de acuerdo con la redacción de los órganos del
Partido, formará grupos literarios espedales para determinados trabajos
literarios. -- 29) El Congreso del Partido designará al Comité Central, que
seguirá en funciones hasta el Congreso siguiente. El C.C. podrá completar su
composición por cooptación en número ilimitado, poniéndolo cada vez en
conocimiento de la redacción de los órganos centrales del Partido. -- V.
Organización del Partido en el extranjero. -- 30) La organización del Partido
en el extranjero cuidara de la propaganda entre los rusos residentes en el
extranjero y de organizar entre ellos a los elementos socialistas. A su frente
figurará una administración designada por elección. -- 31) Las uniones
autónomas que formen parte integrante del Partido podrán tener secciones en el
extranjero para cooperar a la consecución de los objetivos especiales de tales
uniones. Estas secciones, en calidad de grupos autónomos, quedarán incluidas en
la organización general en el extranjero. -- VI. Congresos del Partido. -- 32)
La instancia superior del Partido es su Congreso. -- 33) [El Congreso del
Partido establecerá su programa, sus estatutos y los principios por los que se
regirá su actuación; controlará la labor de todos los órganos del Partido y
entenderá en los conflictos que entre ellos puedan surgir.] -- 34) Tendrán
representación en el Congreso: a) todos los comités locales del Partido; b) los
órganos administrativos centrales de todas las uniones autonomas que estén
comprendidas en el Partido; c) el C.C. del Partido y la redacción de sus
órganos centrales; d) la organización del Partido en el extranjero. -- 35) Se
consentirá la transmisión de mandatos, pero a condidón de que un delegado no
represente más de tres mandatos efectivos. Podrá dividirse un mandato entre dos
representantes. No se consentirán mandatos imperativos -- 36) El C.C. quedará
facultado para in
pág. 58
vitar al Congreso, con voz, pero sin voto,
a los camaradas cuya presencia pueda ser útil. -- 37) Para introducir
modificaciones en el programa o en los estatutos, hará falta una mayoría de dos
tercios de los votos presentes; las demás cuestiones se resolverán por simple
mayoría. -- 38) El Congreso se considerará válido siempre que estén
representados en él más de la mitad de los comités del Partido existentes en el
momento de su celebración. -- 39) El Congreso se reunirá, siempre que las
circunstancias lo permitan, una vez cada dos años. [En caso de que, para su
convocatoria en este plazo, surjan dificultades ajenas a la voluntad del C.C.,
éste podrá aplazarlo bajo su responsabilidad."]
De seguro que el lector que haya tenido
paciencia, como caso excepcional, suficiente para leerse hasta el final estos
así llamados estatutos no nos exigirá un examen especial de las conclusiones
que a continuación formulamos. Primera conclusión: los estatutos padecen una
hidropesía difícilmente curable. Segunda conclusión: no hay manera de descubrir
en estos estatutos ningún matiz especial, en punto a organización, por lo que
se refiere a una actitud negativa frente a la hipertrofia centralista. Tercera
conclusión: el camarada Mártov ha procedido muy razonablemente, ocultando a los
ojos del mundo (y al examen del Congreso) más de los 38/39 de sus estatutos. Lo
único que resulta algo original es que con motivo de esta ocultación se hable
de visera levantada.
pág. 59
h) DISCUSION SOBRE EL
CENTRALISMO
ANTES DE LA ESCISION ENTRE LOS
ISKRISTAS
Antes de pasar a una cuestión efectivamente
interesante que, de un modo indudable, pone al descubierto los diversos matices
de opinión respecto a la formulación del artículo primero de los estatutos,
hemos de detenernos aún someramente en la breve discusión general de los
estatutos que ocupó la sesión 14 y parte de la 15 del Congreso. Esta discusión
tiene cierta importancia, porque precedió al completo desacuerdo de la
organización de Iskra en lo tocante a la composición de los organismos
centrales. Por el contrario, las discusiones posteriores, sobre los estatutos
en general y sobre la cooptación en particular, tuvieron lugar después
de nuestro des acuerdo en la organización de Iskra. Naturalmente, antes
del desacuerdo podíamos expresar nuestras opiniones más imparcialmente, en el
sentido de que nuestras consideraciones eran más independientes del problema de
la composición personal del C.C., que a todos preocupaba. El camarada Mártov,
como he señalado ya, se adhirió (pág. 157) a mi punto de vista en
materia de organización, haciendo tan sólo dos reservas por estar disconforme
conmigo en particularidades. Por el contrario, tanto los antiiskristas
como el "centro" se alzaron en seguida contra las dos ideas fundamentales
de todo el plan de organización de Iskra (y, por consiguiente, de todos
pág. 60
los estatutos): tanto contra el centralismo, como contra
los "dos organismos centrales". El camarada Líber calificó mis
estatutos de "desconfianza organizada", y vio descentralización
en los dos organismos centrales (lo mismo que los camaradas Popov y Iegórov).
El camarada Akímov expresó el deseo de ampliar la esfera de competencia de los
comités locales, en particular el otorgarles a ellos mismos "el derecho de
modificar su composición". "Es preciso darles mayor libertad de
acción. . . Los comités locales deben ser elegidos por los militantes activos
de la localidad, lo mismo que el C.C. es elegido por los representantes de
todas las organizaciones activas de Rusia. Y si tampoco esto puede permitirse,
que se limite entonces el número de miembros que el C.C. puede designar para
trabajar en los comités locales. . ." (158). Como veis, el camarada Akímov
apunta un argumento contra la "hipertrofia del centralismo", pero el
camarada Mártov sigue sordo a estas autorizadas indicaciones, mientras la
derrota en el problema de la composición de los organismos centrales no le
lleva a seguir a Akímov. ¡Sigue sordo incluso cuando el camarada Akímov le
apunta la "idea " de sus propios estatutos (artículo 7:
limitación de los derechos del C.C. a introducir miembros en los comités)! El
camarada Mártov no queria todavía entonces ninguna "disonancia" con
nosotros y consentia por ello la disonancia tanto con el camarada Akímov, como
consigo mismo. . . Entonces sólo abogaban coné tra el "monstruoso
centralismo" aquellos a quienes no convenía, evidentemente, el
centralismo de Iskra : abogaban contra él Akímov, Líber, Goldblat, y les
seguían con cautela y precaución (de modo que siempre pudiera uno
volverse atrás) Iegórov (v. págs. 156 y 276), etc.: Entonces, la inmensa
mayoría del Partido veia aún con toda claridad que eran precisamente los intereses
de capilla, de círculo, del "Bund", y del
pág. 61
grupo "Iuzhni Rabochi", etc. los que provocaban
la protesta contra el centralismo. Por lo demás, también ahora ve claramente la
mayoría del Partido que son precisamente los intereses de círculo de la vieja
redacción de Iskra los que provocan su protesta contra el centralismo. .
.
Ved, por ejemplo, el discurso del camarada
Goldblat (160-161). Se pronuncia contra mi "monstruoso" centralismo,
que según él, conduce al "aniquilamiento" de las organizaciones de
base y "está imbuido de la tendencia de otorgar al centro un poder
ilimitado, el derecho de intervención ilimitada en todo", que reserva a
las organizaciones "el único derecho de someterse sin un murmullo de
protesta a lo que se les ordene desde arriba", etc. "El organismo
central que prevé el proyecto se encontrará en un espacio vacio: a su alrededor
no habrá periferia alguna, sino una especie de masa amorfa en la que se moverán
sus agentes ejecutores". Esto es, palabra por palabra, la misma fraseología
falsa con que, después de su derrota en el Congreso, han comenzado a
obsequiarnos los Mártov y los Axelrod. Ha merecído risas el Bund, que, en
guerra contra nuestro centralismo, concede él mismo, a su organismo central
derechos ilimitados, definidos de un modo todavía más preciso (aunque
sea, por no citar otros, la facultad de admitir y excluir miembros e incluso la
de rechazar delegados a los congresos). Risas merecerán también, cuando se
aclaren las cosas, las lamentaciones de la minoría, que chilla contra el
centralismo y contra los estatutos mientras está en la minoría, y se apoya en
estos últimos en cuanto ha logrado pasar a la mayoría.
También se puso claramente de manifiesto la
división en grupos en cuando a los dos organismos centrales: Líber, Akímov (el
primero con la cancioncita de moda, a lo Axelrod-
pág. 62
Mártov, sobre el predominio del O.C. sobre el C.C. en el
Consejo), Popov y Iegórov se opusieron a todos los iskristas. El plan de
los dos organismos centrales se desprendía lógicamente de las ideas que, en
materia de organización, había desarrollado siempre la vieja Iskra (¡y
que de palabra habían aprobado los camaradas Popov y Iegórov!). La
política de la vieja Iskra era diametralmente opuesta a los planes de
"Iuzhni Rabochi", a los planes de crear paralelamente un órgano
popular y de convertirlo en órgano en realidad predominante. He aquí el origen
de la contradicción que, a primera vista, podría parecer extraña: por un solo
organismo central, es decir, por lo que podria parecer un mayor centralismo,
están todos los antiiskristas y toda la charca. Claro que también hubo
delegados (sobre todo en la charca) que apenas si tenían clara comprensión de a
dónde conducirían y tenían que conducir, en virtud de la marcha de las cosas,
los planes de organización del grupo "Iuzhni Rabochi", pero los
impelía al bando de los antiiskristas su propia naturaleza vacilante y poco
segura de sí misma.
Entre los discursos pronunciados por
iskristas durante estos debates (que precedieron a la escisión de los
iskristas) sobre los estatutos, son particularmente notables los de los
camaradas Mártov (la "adhesión" a mis ideas en materia de
organización) y Trotski. Este último contestó a los camaradas Akímov y Líber en
tal forma, que cada palabra de su contestación descubre toda la falsedad de la
conducta que después del Congreso siguió la "minoría" y de las
teorías que después del Congreso adoptó la "minoría". "Los
estatutos, dice (el camarada Akímov), determinan la esfera de competencia del
C.C. de un modo que no es bastante preciso. No puedo estar de acuerdo con él.
Por el contrario, la determinación es pre-
pág. 63
cisa y significa: por cuanto el Partido es un todo, es
imprescindible asegurarle el control de la actividad de los comités locales. El
camarada Líber ha dicho que los estatutos, para emplear una expresión mía, son
la 'desconfianza organizada'. Es verdad. Pero yo empleé esta expresión
refiriéndome a los estatutos propuestos por los representantes del Bund,
estatutos que eran la desconfianza organizada de un sector del Partido frente a
todo el Partido En cambio, nuestros estatutos [¡entonces esos estatutos eran
"nuestros", hasta que se produjo la derrota en lo tocante a la composición
de los organismos centrales!] representan la desconfianza organizada del
Partido frente a todos sus sectores, es decir, el control de todas las
organizaciones locales, regionales, nacionales, etc." (158). Sí, nuestros
estatutos quedan exactamente caracterizados aquí, y nosotros
aconsejaríamos recordar con más frecuencia esta característica a las personas
que ahora, con la conciencia tranquila, afirman que es la intrigante mayoría
quien ha discurrido la idea y establecido el sistema de la "desconfianza
organizada", o, lo que es lo mismo, "del estado de sitio".
Bastará comparar el discurso citado con los discursos pronunciados en el
Congreso de la Liga en el extranjero para obtener un modelo de falta de
carácter en política, un ejemplo de cómo cambian las opiniones de Mártov y
compañía, según se trata de organismo inferior propio o ajeno.
pág. 64
i) ARTICULO PRIMERO
DE LOS ESTATUTOS
Ya hemos citado las diversas formulaciones
que suscitaron en el Congreso interesantes debates. Estos debates se llevaron
casi dos sesiones y terminaron por dos votaciones nominales (en
todo el Congreso no hubo, si no me equivoco, más que ocho votaciones nominales,
tan sólo en casos de especial importancia, por la enorme pérdida de tiempo que
su ponen tales votaciones) Se habla planteado una cuestión que, indudablemente,
tiene un carácter de principio. El interés del Congreso por los debates era
inmenso. En la votación tomaron parte todos los delegados, fenómeno raro
en nuestro Congreso (como en todo gran congreso) y prueba, al mismo tiempo, del
interés de los que discutían.
¿En qué consistía, pues, la esencia de la
cuestión en litigio? Ya dije en el Congreso, y lo he repetido después más de
una vez, que "no considero en absoluto nuestra discrepancia (respecto al
artículo primero) tan esencial, que de ella dependa la vida o la muerte del
Partido. ¡No pereceremos, ni mucho menos, por un mal artículo en los
estatutos!" (250)*. Esta discrepancia, por si misma, aunque pone de
manifiesto matices de carácter de principio, no pudo producir en modo alguno la
divergencia (y en realidad, para hablar sin convencionalismos, la escisión) que
se ha producido después del Con-
* Véase V. I. Lenin, Obras
Completas, t. VI. (N. de la Red.)
pág. 65
greso. Pero toda pequeña discrepancia puede hacerse grande
si se insiste en ella, si se la saca a primer plano, si nos ponemos a
buscar todas las raíces y todas las ramificaciones de la misma. Toda pequeña
discrepancia puede adquirir enorme importancia, si sine de punto de partida
para un viraje hacia ciertos conceptos equivocados, y si a estos
conceptos equivocados vienen a unirse, a consecuencia de nuevas divergencias
complementarias, actos anárquicos que llevan al Partido a la escisión.
Esta era precisamente la situación en el caso
que examinamos. Una discrepancia relativamente pequeña sobre el artículo
primero ha adquirido ahora enorme importancia, porque es precisamente lo que ha
servido de punto de viraje hacia las elucubraciones oportunistas y hacia la
fraseología anarquista de la minoría (especialmente en el Congreso de la Liga,
y después también en las columnas de la nueva Iskra ). Esta discrepancia
ha sido precisamente el comienzo de la coalición de la minoría iskrista
con los antiiskristas y con la charca, que adquirió formas definitivamente
precisas en el momento de las elecciones. Sin comprender esta coalición no
es posible comprender tampoco la divergencia principal, básica, en el
problema de la composición de los organismos centrales. El pequeño error de
Mártov y Axelrod acerca del artículo primero era una pequeña quebradura en
nuestro vaso (según dije en el Congreso de la Liga). Podíamos haberlo atado
bien fuerte, con un nudo doble (y no con un nudo corredizo, como creyó oir
Mártov, que durante el Congreso de la Liga se encontraba en un estado próximo a
la histeria). Podían hacerse todos los esfuerzos para agrandar la
quebradura, para romper el vaso. Y esto fue precisamente lo que sucedió por el
boicot y demás medidas anárquicas de tipo parecido, de los entusiastas
partidarios de Mártov. La discrepancia acerca del
pág. 66
artículo primero desempeñó un papel considerable en el
problema de la elección de los organismos centrales, y la derrota de Mártov en
este punto lo llevó a la "lucha en el terreno de principios" por
medios toscamente mecánicos y hasta escandalosos (discursos en el Congreso de
la Liga de la socialdemocracia revolucionaria rusa en el extranjero).
Ahora, después de todas esas peripecias, el
problema del artículo primero ha adquirido, de este modo, enorme importancia,
y debemos darnos cuenta exacta tanto del carácter de los agrupamientos que se
establecieron en el Congreso al votarse este artículo, como -- lo que es
incomparablemente más importante -- del carácter efectivo de los matices de
opinión que se señalaron, o comenzaron a señalarse, en relación con el
artículo primero. Ahora, después de los acontecimientos mencionados, la
cuestión está ya planteada en la forma siguiente: ¿Se ha reflejado en la
formulación de Mártov defendida por Axelrod, su (de él o de ellos)
inestabilidad, su falta de firmeza y su vaguedad política, como dije en el
Congreso del Partido (333), su (de él o de ellos) desviación hacia el
jauresismo y el anarquismo, según suponía Plejánov en el Congreso de la Liga
(102 y otras de las actas de la Liga)? ¿O es que mi formulación, defendida por
Plejánov, reflejaba una concepción del centralismo equivocada, burocrática,
formalista autoritaria, no socialdemócrata? ¿Oportunismo y anarquismo o
buroaacia y formalismo? : en estos términos está planteada la
cuestión ahora, cuando se ha agrandado una pequeña divergencia. Y
nosotros debemos tener en cuenta precisamente esta forma de
plantear el problema, que los acontecimientos nos han impuesto a todos, diría
históricamente determinada, si no temiese expresiones demasiado rimbombantes,
al examinar el fondo de los argumentos en pro y en contra de mi
formulación.
pág. 67
Comencemos el examen de estos argumentos por
un análisis de las discusiones que se desarrollaron en el Congreso. El primer
discurso, el del camarada Iegórov, sólo interesá porque su actitud (non
liquet, no está aún claro para mí, no sé aún dónde está la verdad), fue muy
característica de la actitud de muchos delegados a quienes no les fue fácil
orientarse en un problema efectivamente nuevo, bastante complejo y minucioso.
El discurso siguiente, el del camarada Axelrod, plantea ya en seguida la
cuestión en el terreno de los principios. Es el primer discurso de esta índole,
mejor dicho, es, en general, el primer discurso del camarada Axelrod en el
Congreso, y cuesta trabajo considerar como muy feliz su debut con el célebre
"profesor". "Yo creo -- dijo el camarada Axelrod -- que debemos
delimitar los conceptos: Partido y organización. En cambio, aquí estos dos
conceptos están confundidos. Esta confusión es peligrosa", Tal es el
primer argumento contra mi formulación. Pero examinadlo más de cerca. Cuando
digo que el Partido debe ser una suma (y no una simple suma aritmética,
sino un complejo) de organizaciones *, ¿quiere esto decir que yo
"confunda" los conceptos
* La palabra
"organización" suele utilizarse en dos sentidos: amplio y estrieto.
En sentido estricto, designa una célula de una colectividad humana, en cuanto
ha adquirido aunque sea la más mínima forma. En sentido amplio, significa una
suma de dichas células, reunidas en un todo. Por ejemplo: la marina, el
ejéreito, el Estado, constituyen simultáneamente una suma de organizaciones (en
el sentido estricto de la palabra) y una variedad de organizaeión social (en el
sentido amplio de la palabra). El departamento de Instrucción Pública es una
organizatión (en el sentido amplio de la palabra), y consta de una serie de
organizaciones (en el sentido estricto de la palabra). Del mismo modo, un
partido es asimismo una organización, debe ser una organización (en el
sentido amplio de la palabra); pero, al mismo tiempo, un partido debe constar
de una serie de organizaciones diversas (en el sentido estricto de la palabra).
De aquí que el camarada Axelrod, al hablar de la delimitación entre los [cont. en pág. 68. --
DJR] conceptos de partido y organización, no ha tenido en
cuenta, en primer lugar, esta diferencia entre el sentido amplio y estricto de
la palabra "organización" y, en segundo lugar, no se ha fijado en que
ha mezclado, él mismo, en un solo montón a elementos organizados y no
organizados.
pág. 68
de partido y organización? Claro que no. Al hacerlo,
expreso de un modo perfectamente claro y preciso mi deseo, mi exigencia de que
el Partido, como destacamento de vanguardia de la clase, sea lo más organizado
posible y sólo acoja en su seno a aquellos elementos que admitan, por
to menos, un gredo mínimo de organización. Por el contrario, mi
contrincante confunde en el Partido elementos organizados y no
organizados, a los que se dejan dirigir con los que no se dejan, a los
avanzados con los incorregiblemente atrasados, pues los que son corregiblemente
atrasados pueden entrar en la organización. Esta confusión es la
efectivamente peligrosa. El camarada Axelrod alude luego "a las
organizaciones del pasado rigurosamente conspirativas y centralistas"
("Tierra y Libertad" y "La Voluntad del Pueblo"); alrededor
de estas organizaciones, según dice, "se agruparon toda una serie de
personas que no formaban parte de la organización, pero que la ayudaban en una
u otra forma y se consideraban miembros del Partido. . . Este principio debe
aplicarse en forma aún más rigurosa en la organización socialdemócrata". Y
aquí hemos llegado precisamente a uno de los quids de la cuestión:
"este principio", que autoriza llamarse miembros del Partido a
personas que no figuran en ninguna de sus organizaciones, sino que se limitan a
"ayudarle de uno u otro modo", ¿es, efectivamente, un principio
socialdemócrata? Plejánov ha dado a esta pregunta la única respuesta posible:
"Axelrod no tenía razón cuando aludía a la década del 70. Entonces existía
un centro bien organizado, con una disciplina perfecta;
pág. 69
alrededor de él existían organizaciones de diverso grado
que él había creado, y lo que estaba fuera de esas organizaciones era caos y
anarquía. Los elementos integrantes de este caos se daban el título de miembros
del Partido, pero la causa no salía ganando con ello, sino perdiendo. No
debemos imitar la anarquía de la década del 70, sino evitarla". Por tanto,
"este principio", que el camarada Axelrod quería hacer pasar por
socialdemócrata, es en realidad un principio anárquico. Para refutar
esto, es preciso demostrar la posibilidad del control, de la dirección y
de la disciplina al margen de la organización, hay que demostrar la necesidad
de que a los "elementos del caos" se les adjudique el título de
miembros del Partido. Los defensores de la formulación del camarada Mártov no
han demostrado y no podían demostrar ni una ni otra cosa. Para poner un
ejemplo, el camarada Axelrod ha hablado del "profesor que se considera
socialdemócrata y lo declara". Para llevar a su término la idea que
contiene este ejemplo, el camarada Axelrod debiera haber dicho luego si los
mismos socialdemócratas organizados reconocen como socialdemócrata a este
profesor. No habiendo formulado ulteriormente esta pregunta, el samarada
Axelrod ha dejado su argumentación a medias. En efecto, una de dos: o bien los
socialdemócratas organizados consideran al profesor de que tratamos como
socialdemócrata, y entonces, ¿por qué no incluirlo en esta o la otra
organización socialdemócrata? Sólo después de semejante incorporación estarán
"las declaraciones" del profesor en armonía con sus actos y no serán
frases huecas (que es en lo que quedan con demasiada frecuencia las
declaraciones de profesores). O bien los socialdemócratas organizados no
consideran socialdemócrata al profesor, y en este caso carece de sentido y es
absurdo y perjudicial concederle el derecho a ostentar el título de
miembro del Parti-
pág. 70
do, que entraña consideración y responsabilidad. Por tanto,
lá cosa queda reducida precisamente a aplicar de un modo consecuenté el
principio de organización o a consagrar la dispersión y la anarquía. ¿Estamos
constituyendo el Partido, tomando por base el núcleo de socialdemócratas
que ya ha sido creado y ha adquirido cohesión, el núcleo que ha organizado,
supongamos, el Congreso del Partido y que debe extender y multiplicar toda
clase de organizaciones del Partido, o nos contentamos con la frase
tranquilizadora de que todos los que ayudan son miembros del Partido? "Si
aceptamos la fórmula de Lenin -- continuó el camarada Axelrod --, echaremos por
la borda una parte de los que, aun cuando no puedan ser admitidos directamente
en la organización, son, sin embargo, miembros del Partido". La confusión
de conceptos de que Axelrod quiso acusarme a mí se destaca aquí en sus propiás
palabras con toda claridad: considera ya como un hecho que todos los que ayudan
son miembros del Partido, cuando esto es precisamente lo que se discute
y los oponentes tienen que demostrar aún la necesidad y ventaja de
semejante interpretación. ¿Cuál es el contenido de esta frase, a primera vista
terrible, de echar por la borda? Si únicamente se consideran como miembros del
Partido los miembros de organizaciones reconocidas como organizaciones del
mismo, entonces personas que no pueden ingresar "directamente" en ninguna
organización del Partido, podrán, sin embargo, trabajar en una organización que
no sea del Partido, pero que esté en contacto con él. Por consiguiente, no se
puede ni hablar de arrojar por la borda en el sentido de apartar del trabajo,
de la participación en el movimiento. Por el contrario, cuanto más fuertes sean
nuestras organizaciones del Partido, integradas por socialdemócratas efectivos,
cuanta menos vacilación e inestabilidad haya dentro del Partido, tanto
más amplia y poli-
pág. 71
facética, tanto más rica y fructuosa será la influencia del
Partido sobre los elementos de las masas obreras que le rodean y que él
dirige. Porque no se puede, en verdad, confundir al Partido como destacamento
de vanguardia de la clase obrera con toda la clase. Y ésta es precisamente la
confusión (propia de nuestro economismo oportunista, en general) en que cae el
camarada Axelrod cuando dice: "Claro es que antes que nada constituimos
una organización de los elementos más activos del Partido, una organización de
revolucionarios, pero, puesto que somos un partido de clase, debemos pensar en
hacer las cosas de modo que no queden fuera de él personas que, de un modo
consciente, aunque quizá no con plena actividad, están en contacto con dicho
partido". En primer lugar, entre los elementos activos del Partido Obrero
Socialdemócrata en modo alguno figurarán tan sólo las organizaciones de
revolucionarios, sino toda una serie de organizaciones obreras
reconocidas como organizaciones del Partido. En segundo lugar: ¿por qué motivo
y en virtud de qué lógica podía deducirse, del hecho de que somos un partido de
clase, la consecuencia de que no es preciso establecer una distinción éntre los
que integran el Partido y los que están en contacto con él? Muy
al contrario: precisamente porque existen diferencias en el grado de conciencia
y en el grado de actividad, es necesario establecer una diferencia en el grado
de proximidad al Partido. Nosotros somos el Partido de la clase, y, por ello, casi
toda la clase (y en tiempo de guerra, en época de guerra civil, la clase
entera) debe actuar bajo la dirección de nuestro Partido, debe tener con
nuestro Partido la ligazón más estrecha posible; pero sería manilovismo y
"seguidismo" creer que casi toda la clase o la clase entera pueda
algún dia, bajo el capitalismo, elevarse hasta el punto de alcanzar el grado de
conciencia y de actividad de su destacamento de
pág. 72
vanguardia, de su Partido socialdemócrata. Ningún
socialdemócrata juicioso ha puesto nunca en duda que, bajo el capitalismo, ni
aun la organización sindical (más rudimentaria, más asequible al grado de
conciencia de las capas menos desarrolladas) esté en condiciones de englobar a
toda o casi toda la clase obrera. Olvidar la diferencia que existe entre el
destacamento de vanguardia y toda la masa que gravita hacia él, olvidar el
deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a
capas cada vez más amplias a su avanzado nivel, sería únicamente engañarse a sí
mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas, restringir
nuestras tareas. Y precisamente así se cierran los ojos y tal es el olvido que
se comete cuando se borra la diferencia que existe entre los que están en
contacto y los que ingresan, entre los conscientes y los activos, por una
parte, y los que ayudan, por otra.
Remitirse a que somos un partido de clase para
justificar la difusíón orgánica, para justificar la confusión entre
organización y desorganización, significa repetir el error de Nadiezhdin, que
confundía "la cuestión filosófica e histórico-social de las 'profundas
raíces' del movimiento con una cuestión técnica de organización" (¿Qué hacer?, pág. 91)*. Y precisamente esta confusión, que con tanta
suerte inició el camarada Axelrod, la repitieron después decenas de veces los
oradores que defendieron la formulación del camarada Mártov. "Cuanto más
se extienda el título de miembro del Partido, tanto mejor", dice Mártov,
sin explicar, no obstantej qué ventaja resulta de la amplia difusión de un título
que no corresponde a su contenido. ¿Puede negarse que es una ficción el control
de los miembros del Partido que no forman
* Véase V. I. Lenin, Obras
Completas, t. V. (N. de la Red.)
pág. 73
parte de su organización? La amplia difusión de una ficción
es nociva, y no útil. "Sólo podemos alegrarnos de que todo huelguista,
todo manifestante, respondiendo de sus actos, pueda declararse miembro del
Partido" (pág. 239). ¿De verdad? ¿Cualquier huelguista debe tener
derecho a declararse miembro del Partido? Con esta tesis lleva el
camarada Mártov su error al absurdo, rebajando el socialdemocratismo al
huelguismo, repitiendo las malandanzas de los Akímov. Sólo podemos alegrarnos
de que la socialdemocracia consiga dirigir cada huelga, porque la obligación
directa y absoluta de la socialdemocracia estriba en dirigir todas las
manifestaciones de la lucha de clase del proletariado, y la huelga es una de
las manifestaciones más profundas y potentes de esta lucha. Pero seremos
seguidistas si consentimos que esta forma elemental de lucha, ipso facto
nada más que forma trade unionista, se identifique con la lucha
socialdemocrática, multilateral y consciente. De un modo oportunista, consagraremos
una cosa manifiestamente falsa, si concedemos a todo huelguista el derecho
a "declararse miembro del Partido", pues semejante
"declaración", en una inmensidad de casos, será una
declaración falsa. Nos adormeceremos con ensueños manilovianos si se nos
ocurre asegurarnos a nosotros mismos y a los demás que todo huelguista
puede ser socialdemócrata y miembro del Partido Socialdemócrata, dada la
infinita fragmentación, opresión y embrutecimiento que, bajo el capitalismo,
pesará inevitablemente sobre sectores muy amplios de obreros "no
instruidos", no calificados. Precisamente el ejemplo del "huelguista
" muestra con singular claridad la diferencia entre la aspiración
revolucionaria a dirigir de un modo socialdemócrata cada huelga y la frase
oportunista que declara miembro del Partido a todo huelguista. Nosotros
somos un partido de clase por cuanto dirigimos, en efecto, de
pág. 74
un modo socialdemócrata, a casi toda e incluso a toda la
clase del proletariado; pero sólo los Akímov pueden deducir de esto que
tengamos que identificar de palabra el Partido y la clase.
"No me da miedo una organización de
conjuradores" -- decía el camarada Mártov en el mismo discurso --, pero --
añadía -- "para mí una organización de conjuradores sólo tiene sentido en
la medida que la rodea un amplio Partido obrero socialdemócrata" (pág 239)
Para ser exacto debiera decir: en la medida que la rodea un amplio movimiento
obrero socialdemócrata. Y en esta forma, la tesis del camarada Mártov no sólo
es indiscutible, sino que es una evidente perogrullada. Me detengo en este
punto únicamente porque de la perogrullada del camarada Mártov, los oradores
siguientes dedujeron el argumento muy corriente y muy vulgar de que
Lenin quería "reducir todo el conjunto de miembros del Partido a un
conjunto de conspiradores". Tanto el camarada Posadovski como el camarada
Popov esgrimieron este argumento, que sólo puede provocar una sonrisa, y cuando
Martínov y Akímov lo hicieron suyo, su verdadero carácter, es decir, el
carácter de frase oportunista quedó ya esbozado con toda claridad. En el presente,
el camarada Axelrod desarrolla este mismo argumento en la nueva Iskra,
para poner en conocimiento de los lectores los nuevos puntos de vista de la
nueva redacción en materia de organización. Ya en el Congreso, en la primera
sesión en que se trató del artículo primero, obsené que los oponentes querían
aprovecharse de arma tan barata y por esto hice en mi discurso la advertencia
siguiente (pág. 240): "No debe pensarse que las organizaciones del Partido
habrán de constar sólo de revolucionarios profesionales. Necesitamos las
organizaciones más variadas, de todos los tipos, categorías y matices,
comenzando por or-
pág. 75
ganizaciones extraordinariamente reducidas y conspirativas
y concluyendo por organizaciones muy amplias, libres, lose Organisationen ".
Se trata de una verdad hasta tal punto evidente y lógica, que consideré
superfluo pararme en ella. Pero, en los momentos actuales, como nos han
arrastrado hacia atrás en muy mucho, también en este punto hay que
"repetir lo ya mascado". Y para hacerlo, citaré unos pasajes de ¿Qué
hacer? y de la "Carta a un camarada":
. . . "A un círculo de corifeos como
Alexéiev y Mishkin, Jalturin y Zheliábov le son accesibles las tareas políticas
en el sentido más real, más práctico de la palabra, y le son accesibles precisamente
por cuanto sus ardientes prédicas encuentran eco en la masa, que se despierta
espontáneamente; por cuanto su hirviente energía es comprendida y apoyada por
la energía de la clase revolucionaria"[*]. Para ser un partido socialdemócrata hay
que conquistar el apoyo de la clase propiamente No es el Partido el que
debe rodear a la organización conspirativa, como pensaba el camarada Mártov,
sino que la clase revolucionaria, el proletariado, debe rodear al Partido, el
cual ha de abarcar tanto las organizaciones conspirativas, como las no
conspirativas.
. . . "Las organizaciones obreras para
la lucha económica deben ser organizaciones sindicales. Todo obrero
socialdemócrata debe, dentro de lo posible, apoyar a estas organizaciones y
trabajar activamente en ellas. . . Pero no estamos en manera alguna interesados
en exigir que únicamente los socialdemócratas puedan ser miembros de los
sindicatos: esto reduciría el alcance de nuestra influencia en la masa. Dejemos
participar en el sindicato a todo obrero que comprenda que es necesario unirse
para luchar contra los patronos y con-
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
pág. 76
tra el gobierno. El fin
mismo de los sindicatos sería inasequible si no agrupasen a todos los obreros
capaces de comprender aunque no fuese más que esta noción elemental, si estos
sindicatos no fuesen organizaciones muy amplias. Y cuanto más amplias
sean estas organizaciones, tanto más podrá extenderse nuestra influencia en
ellas, influencia ejercida no solamente por el desenvolvimiento 'espontáneo' de
la lucha económica, sino también por la acción consciente y directa de los
miembros socialistas de los sindicatos sobre sus camaradas" (pág 86)[*] Diremos de paso que el ejemplo de los
sindicatos es particularmente característico para dilucidar el problema en
discusión respecto al artículo primero. No puede haber entre socialdemócratas
dos opiniones acerca de que estos sindicatos deban trabajar "bajo
el control y la dirección" de organizaciones socialdemócratas. Pero el
partir de esta base para dar a todos los miembros de dichos sindicatos el
derecho a "declararse" miembros del Partido Socialdemocrata, sería un
absurdo evidente y representaría la amenaza de un doble daño: reducir
las proporciones del movimiento sindical y debilitar la solidaridad obrera en
este terre no, por una parte. Por otra, esto abeiría las puertas del Partido
Socialdemócrata a lo confuso y vacilante. La socialdemocracia alemana se vio en
el caso de resolver un problema semejante, planteado en forma concreta, cuando surgió el célebre incidente de los albañiles de Hamburgo, que
trabajaban a destajo[9]. Ni un momento vaciló la socialdemocracia en
reconocer que la conducta de los esquiroles era indigna desde el punto de vista
de un socialdemócrata, es decir, en reconocer la dirección de las huelgas; en
apoyarlas como cosa suya propia, pero, al mismo tiempo, y con la misma de-
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
pág. 77
cisión rechazó la
exigencia de identificar los intereses del Partido con los intereses de los
sindicatos, de hacer al Partido responsable de los diversos pasos de los
distintos sindicatos. El Partido debe y procurará imbuir de su espíritu,
someter a su influencia a los sindicatos, pero, precisamente en aras de esa
influencia, debe distinguir en estos sindicatos a los elementos plenamente
socialdemócratas (integrantes del Partido Socialdemócrata) de los elementos que
no tienen plena conciencia ni plena actividad política, y no confundir a unos y
a otros, como quiere el camarada Axelrod.
. . .
"La centralización de las funciones más clandestinas por la organización
de los revolucionarios no debilitará, sino que reforzará la amplitud y el
contenido de la actividad de una gran cantidad de otras organizaciones
destinadas al gran público y, por consiguiente, lo menos reglamentadas y lo me
nos clandestinas posibles: sindicatos obreros, círculos obreros de autodidactas
y de lectura de publicaciones ilegales, círculos socialistas, círculos
democráticos para todos los demás sectores de la población, etc., etc.
Tales círculos, sindicatos y organizaciones son necesarios por todas partes; es
preciso que sean lo más numerosos, y sus funciones, lo más variadas
posible, pero es absurdo y perjudicial confundir estas organizaciones
con la de los revolucionarios, borrar entre ellas las fronteras. .
." (pág. 96)*. Este pasaje muestra cuán inoportunamente me recordó el
camarada Mártov que la organización de revolucionarios debía quedar rodeada
de amplias organizaciones obreras. Ya lo indiqué en ¿Qué hacer?, y en la
"Carta a un camarada" desarrollé esta idea de un modo más concreto.
Los círculos de las fábricas -- escribía yo en dicha carta -- "tienen
especial importancia para nosotros: en
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
pág. 78
efecto, toda la fuerza
principal del movimiento reside en el grado en que estén organizados los
obreros de las grandes fábricas, pues las grandes fábricas contienen la
parte de la clase obrera predominante no sólo por su número, sino, aún más por
su influencia, su desarrollo y su capacidad de lucha. Cada fábrica debe ser una
fortaleza nuestra . . El subcomité de fábrica debe procurar abarcar toda la
empresa, el mayor número posible de obreros en una red de toda clase de
círculos (o agentes). . . Todos los grupos, círculos, subcomités, etc., deben
considerarse organismos dependientes del comité o secciones filiales del mismo.
Algunos de ellos declararán francamente su deseo de ingresar en el Partido
Obrero Socialdemócrata de Rusia y, a condición de que sean aprobados por
el Comité, entrarán a formar parte del Partido, asumirán determinadas funciones
(por encargo del Comité o de acuer do con él), se comprometerán a someterse a
las disposiciones de los organismos del Partido, obtendrán los derechos de
todos los miembros del Partido, se considerarán los candidatos más próximos
a miembros del Comité, etc. Otros no entrarán a formar parte del P.O.S.D.R.,
permaneciendo en la situación de círculos, organizados por miembros del Partido
o en con tacto con éste o el otro grupo del Partido, etc." (págs. 17-18)*.
Las palabras que he subrayado indican con particular claridad que la idea
de la formulación que yo di al artículo primero estaba totalmente expresada ya
en la "Carta a un camarada" Allí están claramente indicadas las
condiciones de admisión en el Partido, a saber: 1) cierto grado de organización
y 2) confirmación por un comité del Partido. Una página más abajo indico
también aproximadamente qué grupos y organizaciones y por qué consideraciones
deben (o no deben)
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI (N. de la Red.)
pág. 79
ser admitidos en el
Partido: "Los grupos de distribuidores deben pertenecer al P.O.S.D.R. y
conocer a determinado número de sus miembros y de sus funcionarios. Un grupo
que estudie las condiciones profesionales del trabajo y elabore proyectos de
reivindicaciones sindicales no tiene que pertenecer obligatoriamente al
P.O.S.D.R. Un grupo de estudiantes, de oficiales del ejército o de empleados
que trabajen en su autoeducación con la ayuda de uno o dos miembros del
Partido, hasta no tiene a veces por qué saber que éstos pertenecen al Partido,
etc." (págs. 18-19)[*].
¡Ahí tenéis nuevos materiales para la
cuestión de la "visera levantada"! Mientras que la fórmula del proyecto
del camarada Mártov no toca ni siquiera las relaciones entre el Partido y la
organización, yo, casi un año antes del Congreso, indicaba ya que ciertas
organizaciones debían entrar en el Partido y otras no. En la "Carta a un
camarada" se destaca ya claramente la idea que he defendido en el
Congreso. La cosa podría representarse en forma gráfica del modo siguiente. Por
el grado de organización en general, y por el grado de clandestinidad de la
organización en particular, pueden distinguirse, aproximadamente, las
categorías siguientes: 1) organizaciones de revolucionarios; 2) organizaciones
obreras, lo más amplias y diversas que sea posible (me limito a la clase
obrera, suponiendo, como cosa que se entiende por sí misma, que ciertos
elementos de las demás clases entrarán también en estas organizaciones, en
determinadas condiciones). Estas dos categorías constituyen el Partido Luego:
3) organizaciones obreras en contacto con el Partido; 4) organizaciones obreras
que no están en contacto con el Partido, pero subordinadas de hecho a su
control y dirección; 5) elementos
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI (N. de la Red.)
pág. 80
inorganizados de la clase
obrera, que en parte también se subordinan, al menos en los casos de grandes
manifestaciones de la lucha de clases, a la dirección de la socialdemocracia.
Así es, aproximadamente, cómo se presentan las cosas, desde mi punto de vista.
Desde el punto de vista del camarada Mártov, por el contrario, las fronteras
del Partido quedan absolutamente indeterminadas, porque "cualquier
huelguista" puede "declararse miembro del Partido". ¿Cuál es el
provecho de semejante vaguedad? La gran difusión del "título". Lo que
tiene de nocivo consiste en que origina la idea desorganizadora sobre la
confusión de la clase con el Partido.
Para
ilustrar los principios generales que hemos expuesto, dirigiremos aún una breve
ojeada a los debates de que más tarde fue objeto en el Congreso el artículo
primero. El camarada Brúker (para satisfacción del camarada Mártov) se declaró
en favor de mi formulación, pero su alianza conmigo, a diferencia de la alianza
del camarada Akímov con Mártov, resulto estar fundada en un malentendido. El
camarada Brúker "no está de acuerdo con el conjunto de los estatutos ni
con todo su espíritu" (pág. 239), y propugna mi fórmula como base del
democratismo deseable para los partidarios de "Rabócheie Dielo".
El camarada Brúker no se ha elevado aún al punto de vista de que, en la lucha
política, hay que elegir a veces el mal menor ; el camarada Brúker no se
fijó en que era inútil defender el democratismo en un congreso como el nuestro.
El camarada Akímov resultó ser más perspicaz. Planteó la cuestión de un modo
absolutamente exacto, reconociendo que "los camaradas Mártov y Lenin
discuten sobre la formulación que mejor alcanza su fin común" (pág 252)
"Brúker y yo -- continúa -- queremos elegir la que menos alcanza el
fin. Yo, en este sentido, elijo la formulación de Mártov". El camarada
Akímov explicó con franqueza que
pág. 81
"el propío fin de ellos"
(de Plejánov, de Mártov y el mío, es decir, la creación de una organización
dirigente de revolucionarios) lo considera "irrealizable y
perjudicial"; lo mismo que el camarada Martínov[*], propugna la idea de los economistas de que no
es precisa "la organización de revolucionarios". El "tiene
profunda fe en que la vida acabará por imponerse en nuestra organización de
partido, independientemente de que le cerréis el camino con la formulación de
Mártov o con la formulación de Lenin". No valdría la pena de detenerse en
esta concepción "seguidista" de la "vida", si no
tropezáramos con ella también en los discursos del camarada Mártov. Su segunda intervención
(pág. 245) es, en general, tan interesante, que merece ser examinada en
detalle.
Primer argumento del camarada Mártov: el
control de las organizaciones del Partido sobre los miembros del mismo que no
figuren en una de sus organizaciones "es posible por cuanto un comité, al
encargar a cualquier persona una función determinada, puede controlar su
cumplimiento" (pág 245), Tesis en extremo característica, pues
"delata", si es que podemos permitirnos esta expresión, a quién
le hace falta y a quién senirá, en realidad, la formulación de Mártov, a
intelectua-
* El camarada Martinov, por lo demás, quiere distinguirse del camarada
Akímov, quiere demostrar que conspirativo no quiere decir clandestino, que la
diferencia existente entre estas dos palabras envuelve una diferencia de
conceptos. Pero ni el camarada Martínov ni el camarada Axelrod, que ahora sigue
sus huellas, han explicado al fin en qué consiste esa diferencia. El camarada
Martínov "hace como" si yo, por ejemplo, en ¿Qué
hacer? (lo mismo
que en Las tareas ) [véase: V. I. Lenin, Obras Completas, t. II.
-- N. de la Red.] no me hubiera deedarado terminantemente en contra de
"reducir la lucha política a una conspiración". El camarada
Martinov quiere forzar a sus oyentes a olvidar que aquellos contra
quienes yo luchaba no veían la necesidad de una organización de
revolucionarios, como no la ve tampoco ahora el camarada Akímov.
pág. 82
les aislados o a grupos de obreros y a las masas obreras.
Por que la fórmula de Mártov puede ser interpretada de dos maneras: 1) todo
aquel que preste al Partido de un modo regular su colaboración personal, bajo
la dirección de una de sus organizaciones, tiene derecho a "declararse "
(palabra del mismo camarada Mártov) miembro del Partido; 2) toda organización
del Partido tiene derecho a reconocer como miembro del mismo a toda
persona que le preste de un modo regular su colaboración personal, bajo su
dirección. Sólo la primera interpretación permite, en efecto, que "todo
huelguista" se llame miembro del Partido, y sólo esta interpretación,
por eso mismo, conquistó en seguida el corazón de los Líber, Akímov y Martínov.
Pero esta interpretación es ya, evidentemente, una frase, porque entonces
quedaría incluida en ella toda la clase obrera y se borraría la diferencia
entre partido y clase; tan sólo "simbólicamente" puede hablarse de
control y dirección de la actividad de todo "huelguista". Esta es la
razón de que, en su segundo discurso, el camarada Mártov se haya desviado hasta
caer en la segunda interpretación (aunque, dicho sea entre paréntesis, ha
sido francamente rechaza da por el Congreso, que no aprobó la resolución de
Kóstich, pág, 255): el comité encomendará las funciones y controlará su
cumplimiento. Naturalmente, nunca existirán semejantes encargos especiales en
relación con la masa de los obreros, de los millares de
proletarios (de quienes hablan los camaradas Axelrod y Martínov): se darán
muchas veces precisamente a los profesores que recordaba el camarada
Axelrod, a los estudiantes de bachillerato de quienes se preocupaban los
camaradas Líber y Popov (pág 241), a la juventud revolucionaria a que se
refería el camarada Axelrod en su segundo discurso (pág 242), En una palabra,
la fórmula del camarada Mártov, quedará reducida a letra muerta, a frase vacía
o ser-
pág. 83
virá principalmente y de un modo casi exclusivo "a
intelectuales, imbuidos de individualismo burgués " y que no
desean ingresar en una organización. De palabra, la fórmula de Mártov
parece defender los intereses de las extensas capas del proletariado; pero, de
hecho, esta fórmula servirá a los intereses de la intelectualidad
burguesa, que rehuye la disciplina y la organización proletarias. Nadie se
atreverá a negar que la intelectualidad, como una capa especial
dentro de las sociedades capitalistas contemporáneas, se caracteriza, en
conjunto, precisamente por su individualismo y su incapacidad de
someterse a la disciplina y a la organización (v. Ios conocidos artículos de
Kautsky sobre los intelectuales); en esto consiste, por cierto, la diferencia
que separa del proletariado, con desventaja, a ese sector social; en esto
reside una de las razones que explican la flojedad y vacilación de los
intelectuales, que tantas veces ha sentido el proletariado. Y esta cualidad de
los intelectuales está inseparablemente ligada a sus condiciones habituales de
vida, a sus condiciones de salario, que en muchísimos puntos se acercan a las
condiciones de existencia pequeñoburguesa (trabajo individual o en
colectividades muy pequeñas, etc.). ¡Por último, no es tampoco un fenómeno
casual el que precisamente los defensores de la fórmula del camarada Mártov
hubieran de poner ejemplos de profesores y estudiantes de bachillerato! No
fueron paladines de una amplia lucha proletaria los que, en la discusión acerca
del artículo primero, intervinieron contra los paladines de una organización
radical clandestina, como pensaban los camaradas Martínov y Axelrod, sino que
los partidarios del individualismo intelectual burgués chocaron con los
partidarios de la organización y disciplina proletarias.
El camarada Popov decía: "En todas
partes, tanto en Petersburgo como en Nikoláiev o en Odesa, según atestiguan
pág. 84
representantes de estas ciudades, hay decenas de obreros
que hacen circular publicaciones, realizan agitación oral y no pueden ser
miembros de la organización. Se les puede adscribir a ella, pero es imposible
considerarlos como miembros" (pág. 241). ¿Por qué no pueden ser miembros
de la organización? Sólo Popov conoce el secreto. Ya he citado más arriba un
pasaje de la "Carta a un camarada" que demuestra que es posible e
imprescindible incluir precisamente en organizaciones a todos estos obreros
(por centenares, y no por decenas), y, además, que muchísimas de estas
organizaciones pueden y deben ingresar en el Partido.
Segundo argumento del camarada Mártov:
"Para Lenin, no hay en el Partido otras organizaciones que las del Partido
. . ." ¡Absolutamente exacto! . . . "Para mí, por el contrario, deben
existir semejantes organizaciones. La vida crea y multiplica organizaciones con
mayor rapidez de la que alcanzamos a incluirlas en la jerarquía de nuestra
organización combativa de revolucionarios profesionales. . ." Esto es
incierto en dos sentidos: 1) la "vida" crea muchas menos verdaderas
organizaciones eficientes de revolucionarios que las que necesitamos, que las
que precisa el movimiento obrero; 2) nuestro Partido debe ser jerarquía no sólo
de las organizaciones de revolucionarios, sino de la masa de las organizaciones
obreras. . . "Lenin cree que el C.C. sólo concederá el título de
organizaciones del Partido a las que sean completamente seguras en el sentido
de los principios. Pero el camarada Brúker comprende perfectamente que la vida
(¡sic! ) se impondrá y que el C.C., para no dejar fuera del Partido a
numerosas organizaciones, tendrá que legalizarlas, aun cuando sean
completamente inseguras: por eso es por lo que se adhiere el camarada Brúker a
Lenin. . ." ¡Esto sí que es una concepción seguidista de la
"vida"! Desde luego, si el C.C.
pág. 85
se compusiera obligatoriamente de personas que se
orientaran, no por su propio juicio, sino por lo que digan los demás (v. el
incidente con el C.O.), en ese caso la "vida" se
"impondría" en el sentido de que prevalecerían los elementos más
atrasados del Partido (como ha sucedido ahora, al formarse de los
elementos atrasados "una minoría" en el Partido ). Pero no podrá
citarse ni un motivo razonable que obligue a un C.C. inteligente
a admitir en el Partido a elementos "que no sean seguros".
¡Precisamente con esta alusión a la "vida" que "crea"
elementos "no seguros" demuestra el camarada Mártov palpablemente el
carácter oportunista de su plan de organización. . . "Yo, por el
contrario, creo -- continúa -- que si una organización de este tipo [que no es
completamente segura] está conforme en aceptar el programa del Partido y el
control del Partido, podemos admitirla en él sin convertirla por ello en
organización del mismo. Yo consideraría un gran triunfo de nuestro Partido el
que, por ejemplo, cualquier unión de "independientes" determinara
aceptar el punto de vista de la socialdemocracia y su programa e ingresar en el
Partido, cosa que, sin embargo, no significaría que incluyéramos dicha unión en
la organización del Partido. . ." He ahí a qué confusión lleva la fórmula
de Mártov: ¡organizaciones sin partido que pertenecen al Partidol Imaginaos su
esquema: el Partido = 1) organizaciones de revolucionarios, +2) organizaciones
obreras a las que se reconoce como organizaciones del Partido, +3)
organizaciones obreras no reconocidas como organizaciones del Partido (sobre
todo, formadas por "independientes"), +4) individuos encargados de
diversas funciones, profesores, estudiantes de bachillerato, etc, +5)
"cualquier huelguista". Con tan excelente plan sólo pueden
parangonarse las palabras del camarada Líber: "Nuestra tarea no consiste
sólo en organizar una organiza-
pág. 85
ción [¡¡], sino que podemos y debemos organizar un partido"
(pág. 241). Sí, desde luego, podemos y debemos hacerlo, pero para ello hace
falta, no las palabras sin sentido de "organizar una organización",
sino exigir directamente a los miembros del Partido que lleven a cabo
efectivamente una labor de organización. Hablar de "organización de
un partido" y propugnar que se encubra con la palabra partido toda especie
de desorganización y dispersión, es hablar par hablar.
"Nuestra formulación -- dice el camarada
Mártov -- expresa la aspiración a que existan una serie de organizaciones entre
la organización de revolucionarios y la masa". No es eso, precisamente.
Esta aspiración, en efecto obligatoria, justamente no la expresa la
fórmula de Mártov, porque no estimula a organizarse, no contiene la
exigencia de organizar se, no separa lo organizado de lo inorganizado. No da
más que un título *, y a este respecto no puede uno menos de re-
* En el Congreso de la Liga,
el camarada Mártov expuso aún otro argumento en favor de su formulación, que
mueve a risa. "Podríamos indicar -- dice -- que la fórmula de Lenin,
entendida al pie de la letra excluye del Partido a los agentes del C.C.,
ya que estos últimos no constituyen una organización" (pág. 59). Ya en el
Congreso de la Liga este argumento fue acogido con risas, según consta
en las actas. El camarada Mártov supone que la "dificultad" por él
indicada sólo puede solucionarse si los agentes del C.C. entran a formar parte
de una "organización del C.C.". Pero la cosa no consiste en esto.
Consiste en que, con su ejemplo, el camarada Mártov ha demostrado palmariamente
una incomprensión total de la idea del artículo primero, ha dado ejemplo
de una crítica pedantesca que, en efecto, merece la burla. Formalmente,
bastaría crear una "organización de agentes del C.C.", redactar una
resolución que la incluyera en el Partido y habría desaparecido al momento
la "dificultad" que tantos quebraderos de cabeza ha causado al
camarada Mártov. Pero la idea del artículo primero, en mi formulación,
consiste en el estímulo : "¡Organizaos!"; en asegurar
un control y una dirección reales. Desde el punto de vista del fondo
del asunto, es ya ridículo preguntar si so incluirán en el Partido los
agentes del C.C., porque el control real de su [cont. en pág. 87. --
DJR] actividad está plena e indudablemente asegurado por el
mismo hecho de su designación como agentes, por el mismo hecho de que
siguen en este cargo. Por consiguiente, no puede aqui ni hablarse de confusión
entre lo organizado y lo inorganizado (base del error de la formulación del
camarada Mártov). La fórmula del camarada Mártov no sirve, porque todos y cada
uno pueden declararse miembros del Partido, todo oportunista, todo charlatán,
todo "profesor" y todo "estudiante de bachillerato". El
camarada Mártov trata empeñadamente de velar este talón de Aquiles de su
formulación con ejemplos en los que no puede ni hablarse de que alguien se
incluya a sí mismo en la categoría de miembro, de que se declare miembro.
pág. 87
cordar las palabras del camarada Axélrod: "No hay decreto
que pueda prohibirles a ellos (a los círculos de la juventud revolucionaria,
etc.) y a personas aisladas que se llamen socialdemócratas (¡santa verdad!) e
incluso que se consideren parte integrante del Partido. . ." ¡Esto ya es absolutamente
inexacto! ¡No se puede y carece de objeto prohibir que se tome el
nombre de socialdemócrata, porque esta palabra sólo expresa directamente
un sistema de convicciones, y no determinadas relaciones de organización. Se
puede, se debe prohibir a círculos y personas aisladas "que se consideren
parte integrante del Partido", cuando estos círculos y perso nas
perjudican a la causa del Partido, lo corrompen o desorganizan. ¡Sería ridículo
hablar de un partido como de un todo, como de una entidad política, si
no pudiera "prohibir por decreto" a un círculo "que se considere
parte integrante" del todol ¿Qué objeto tendría entonces el establecer un
procedimiento y condiciones para la expulsión del Partido? El camarada Axelrod
ha llevado en forma palpable al absurdo el error fundamental del camarada
Mártov; ha erigido incluso este error en una teoría oportunista, al
añadir: "en la formulación de Lenin, el artículo primero está
manifiestamente en pugna de principios con la misma esencia (¡¡) y con las
tareas
pág. 88
del Partido socialdemócrata del proletariado" (pág.
243). Esto significa, ni más ni menos, lo siguiente: exigir más del Partido que
de la clase, está en pugna de principios con la esencia misma de las tareas del
proletariado. No es de extrañar que Akímov se levantara con todas sus fuerzas
en favor de semejante teoría.
Hay que decir con justicia que el camarada
Axelrod, deseoso ahora de convertir esta formulación errónea,
manifiestamente inclinada hacia el oportunismo, en germen de nuevas
opiniones, en el Congreso se mostró, por el contrario, dispuesto a
"regatear", diciendo: "Pero advierto que estoy llamando a una
puerta abierta. . . (esto mismo advierto yo en la nueva Iskra ), porque
el camarada Lenin, con sus círculos de la periferia, que se consideran partes
integrantes de la organización del Partido, se adelanta a mi exigencia. . . (y
no sólo con los círculos de la periferia, sino con toda clase de uniones
obreras: cfr. la pág 242 de las actas, el discurso del camarada Strájov y los
pasajes de ¿Qué hacer? y de la "Carta a un camarada" que más
arriba hemos citado). . . Aún quedan las personas aisladas, pero también sobre
este punto podría regatearse". Yo contesté al camarada Axelrod que, ha
blando en general, no era contrario a lo de regatear, y tengo que aclarar ahora
en qué sentido lo dije. Precisamente, por lo que se refiere a personas
aisladas, a todos esos profesores, estudiantes de bachillerato, etc., es donde
menos concesiones hubiera yo hecho; pero si se tratara de una duda acerca de
las organizaciones obreras, yo hubiera consentido (a pesar de que, como he
demostrado más arriba, tales dudas carecen en absoluto de fundamento) en añadir
a mi artículo primero una nota, aproximadamente del tenor siguiente: "Las
organizaciones obreras que acepten el programa y los estatutos del Partido
Obrero Socialdemócrata de Rusia deberán ser inclui-
pág. 89
das, en el mayor número posible, entre las organizaciones
del Partido". Claro que, hablando en rigor, el lugar de semejante deseo no
está en los estatutos, que deben limitarse a de finiciones jurídicas, sino én
comentarios aclaratorios, en folletos (y ya he dicho que, en mis folletos,
tiempo antes de los estatutos, figuraban tales aclaraciones), pero esa nota no
contendría, por lo menos, ni sombra de ideas falsas, que pudieran llevar
a la desorganización, ni sombra de elucubraciones oportunistas * ni de
"concepciones anárquicas ", que indudablemente entran en la
formulación del camarada Mártov.
* A estas elucubraciones,
que inevitablemente surgen cuando se trata de fundamentar la fórmula de Mártov,
pertenece en particular la frase del camarada Trotski (págs. 248 y 346) de que
"el oportunismo se debe a causas más complejas (o es determinado por
causas más profundas) que tal o cual punto de los estatutos: se debe al nivel
relativo de desarrollo de la democracia burguesa y del proletariado. . ."
No se trata de que los puntos de los estatutos puedan dar lugar al oportunismo,
sino de forjar, con ellos, un arma más o menos afilada contra el oportunismo.
Cuanto más profundas sean sus causas, tanto más afilada deberá ser el arma. Por
consiguiente, justificar por las "causas profundas" del
oportunismo una formulación que le abre las puertas, es el más genuino de los
seguidismos. Cuando el camarada Trotski estaba en contra del camarada Líber,
comprendía que los estatutos son "la desconfianza organizada" del
todo hacia la parte, del destacamento de vanguardia hacia el atrasado; pero
cuando el camarada Trotski resultó estar al lado del camarada Líber se olvidó
de ello, e incluso llegó a justificar la debilidad e inconstancia en
nuestra organización de esta desconfianza (desconfianza hacia el oportunismo),
con "causas complejas", con el "nivel de desarrollo del
proletariado", etc. Otro argumento del camarada Trotski: "a la
juventud intelectual, de uno u otro modo organizada, le es mucho más fácil
incluirse (subrayado por mí) en las listas del Partido". Precisamente. Por
esto adolece de vaguedad intelectual una formulación en virtud de la cual
incluso elementos desorganizados se declaran miembros del Partido, y no
la mia, que elimina el derecho a "incluirse" en las listas. El
camarada Trotski dice que si el C.C. "no reconoce" las organizaciones
de oportunistas, ello se debe sólo al caracter de las personas, y si estas
personas [cont. en pág. 90. --
DJR] son conocidas como personalidades políticas, no son
peligrosas, se las puede alejar por medio del boicot de todo el Partido. Esto
sólo es verdad para aquellos casos en que es preciso alejar del Partido
(y aún es una verdad a medias, porque un partido organizado aleja mediante el
voto y no por medio de un boicot). Pero es absolutamente inexacto para los
casos, mucho más frecuentes, en que es absurdo alejar, en que es preciso
solo controlar. Para fines de control, el C.C. puede incluir infencionadamente
en el Partido, con ciertas condiciones, una organización no completamente
segura, pero que sea capaz de trabajar, para probarla, para intentar encauzarla
por el correcto camino, para paralizar mediante su dirección las
desviaciones parciales, etc. Incluir de este modo no es peligroso, siempre
que no se consienta en general el "incluirse a sí mismo "
en las listas del Partido. Una inclusión de esta índole será muchas veces
beneficiosa, para que se expresen (y se examinen) con franqueza y responsabilidad,
bajo control, los puntos de vista equivocados y la táctica equivocada.
"Pero si las definidones jurídicas han de corresponder a relaciones
reales, la fórmula del camarada Lenin tiene que ser rechazada", dice el
camarada Trotski y lo dice de nuevo como un oportunista. Las relaciones reales
no son una cosa muerta, sino que viven y se desarrollan. Las definiciones
jurídicas pueden estar a tono con el desarrollo progresivo de esas relaciones,
pero (si estas definiciones son malas) pueden también "corresponder"
a una regresión o a un anquilosamiento. Este último caso es precisamente el
"caso" del camarada Mártov.
pág. 90
La última expresión, que he citado entre
comillas, pertenece al camarada Pavlóvich, que atribuye, con mucha razón, a anarquismo
el reconocer como miembros a elementos irresponsables y que se
incluyen ellos mismos en el Partido". "Traducida al lenguaje
corriente -- decía el camarada Pavlóvich explicando mi formulación a Líber --
significa: si quieres ser miembro del Partido, debes reconocer también las
relaciones de organización, y no sólo de una manera platónica". Por
sencilla que sea esa "traducción", no ha resultado, sin embargo,
estar demás (según han demostrado los acontecimientos posteriores al Congreso),
no sólo para los diversos profesores y estudiantes de bachillerato dudosos,
sino incluso para los más auténticos miembros del Partido, para la gente de
arri-
pág. 92
ba. . . Con igual razón ha señalado el camarada Pavlóvich
la contradicción existente entre la fórmula del camarada Mártov y el principio
indiscutible del socialismo científico que con tan poca forturia citó el mismo
camarada Mártov: "Nuestro Partido es el intérprete consciente de un
proceso inconsciente". Exacto. Y precisamente por eso es un error el pretender
que "tódo huelguista" pueda adjudicarse el título de miembro del
Partido, porque si "toda huelga" no fuera sólo la expresión
espontánea de un poderoso instinto de clase y de lucha de clases, que conduce
inevitablemente a la revolución social, sino una expresión consciente de
ese proceso, entonces. . . , entonces la huelga general no sería una frase
anarquista, entonces nuestro Partido englobaría inmediatamente y de
golpe a toda la clase obrera y, por consiguiente, también acabaría de golpe con
toda la sociedad burguesa. . . Para ser en efecto intérprete
consciente, el Partido debe saber establecer unas relaciones de organización
que aseguren determinado nivel de conciencia y eleven sistemáticamente
este nivel. "De ir por el camino de Mártov -- dijo el camarada Pavlóvich
--, ante todo hay que suprimir el punto aacerca del reconocimiento del programa,
porque para aceptar un programa es menester asimilarlo y comprenderlo. . . El
reconocimiento del programa está condicionado por un nivel bastante elevado de
conciencia política". Nunca consentiremos nosotros que el apoyo a
la socialdemocracia, la participación en la lucha que ella dirige, se
limiten artificialmente por ninguna exigencia, cualquiera que sea
(asimilación, comprensión, etc.), porque esa misma participación, por el
mero hecho de manifestarse, eleva tanto la conciencia como los instintos
de organización, pero ya que nos hemos agrupado en un partido para un
trabajo metódico, debemos preocuparnos de asegurar que sea metódico.
pág. 92
Inmediatamente, en el transcurso de aquella
misma sesión, se vio que no estaba de más la advertencia del camarada
Pavlóvich acerca del programa. Los camaradas Akímov y Líber, que habían hecho
triunfar la formulación del camara da Mártov[*], descubrieron inmediatamente su
verdadera naturaleza, al exigir (págs. 254-255) que (para "ser
miembro" del Partido) también el programa había que reconocerlo tan sólo
de un modo platónico, tan sólo en sus "principios fundamentales".
"La proposición del camarada Akímov es absolutamente lógica desde el punto
de vista del camarada Mártov", obsenó el camarada Pavlóvich. Es de
lamentar que las actas no digan cuántos votos reunió esa proposición de
Akímov, pero según todas las probabilidades, obtuvo no menos de siete (cinco
del Bund, Akímov y Brúker). ¡Y precisamente al retirarse siete delegados
del Congreso se convirtió la "compacta mayoría" (de los
antiiskristas, "centro" y martovistas), que se había comenzado a
formar alrededor del artículo primero de los estatutos, en compacta minoría!
¡Precisamente por haberse retirado siete delegados se vino abajo la
proposi ción de confirmar la vieja redacción, al parecer terrible trans gresión
de la "continuidad" en la dirección de Iskra! El original
grupo de siete era la única salvación y garantía de la
"continuidad" de Iskra : los siete eran los bundistas, Akímov
* Obtuvo 28 votos a favor y 22 en contra. De los ocho antiiskristas,
siete votaron por Mártov y uno por mí. Sin el auxilio de los oportunistas, el
camarada Mártov no hubiera podido hacer triuníar su fórmula oportunista. (En el
Congreso de la Liga, el camarada Mártov, con muy poca fortuna, trató de negar
este hecho indudable, limitándose por no sé qué razón a los votos de los
bundistas y olvidando al camarada Akímov y a sus amigos, o, mejor dicho,
recordándolos tan sólo cuando este recuerdo podía constituir un
testimonio contra mí, es decir, recordando la conformidad del camarada Brúker
conmigo.)
pág. 93
y Brúker, es decir,
precisamente los delegados que votaron contra las razones de reconocer a Iskra
como Organo Central; precisamente los delegados cuyo oportunismo reconoció
decenas de veces el Congreso y reconocieron, particularmente, Mártov y Plejánov
en lo tocante a suavizar el artículo primero acerca del programa ¡La
"continuidad" de Iskra salvaguardada por los antiiskristas!
Nos acercamos al nudo de la tragicomedia que se desarrolló después del
Congreso
* *
*
El
agrupamiento de votos que se produjo con motivo del artículo primero de los
estatutos puso de manifiesto un fenómeno absolutamente del mismo tipo que el
que se obsenó en el incidente con motivo de la igualdad de derechos de las
lenguas: el hecho de que de la mayoría iskrista se separase (aproximadamente)
su cuarta parte, permitió el triunfo de los antiiskristas, respaldados por el
"centro". Claro que también en este caso hay votos aislados que
alteran la armonía total del cuadro: en reunión tan numerosa como fue nuestro
Congreso no puede evitarse que haya una parte de "salvajes", que se
inclinan por casualidad hacia uno u otro lado, sobre todo en un problema como
fue el artículo primero, donde el verdadero carácter de la divergencia tan sólo
apuntaba y muchos, en realidad, no llegaban aún a orientarse (por no
haberse tratado previamente del problema en las publicaciones). De los
iskristas de la mayoría se apartaron cinco votos (Rúsov y Karski, con dos votos
cada uno, y Lensky, con un voto); en cambio, se les unió un voto antiiskrista
(Brúker) y tres del centro (Medviédiev, Iegórov y Tsariov); resultó así una
suma de 23 votos (24 - 5 + 4), un voto menos que el agrupamiento definitivo en
las elecciones. La mayoría se la dieron
pág. 93
a Mártov los
antiiskristas, siete de los cuales
votaron por él y uno por mí (del "centro" hubo siete votos a favor de
Mártov y tres a mi favor). La coalición de la minoría iskrista con los
antiiskristas y el "centro", que constituía una minoría compacta a la
terminación del Congreso y después de él, empezaba a formarse. El error
político de Mártov y Axelrod, que indudablemente habían dado un paso
hacia el oportunis mo y hacia el individualismo anarquista en la
formulación del artículo primero, y sobre todo en la defensa de esta
formulación, se manifestó en seguida y con peculiar relieve merced a la lucha,
libre y franca, que se desarrolló en el Congreso; se manifestó en que los
elementos menos estables y menos firmes en cuanto a los principios lanzaron
inmediatamente todas sus fuerzas para ensanchar los resquicios, la brecha que
se había abierto en las opiniones de la socialdemocracia revolucionaria. La
labor conjunta en el Congréso, por parte de gentes que en el terreno de la
organización perseguían abiertamente objetivos distintos (v. el discurso
de Akímov), llevó inmediatamente a los adversarios de principio de
nuestro plan de organización y de nuestros estatutos a apoyar el error de los
camaradas Mártov y Axelrod. Los iskristas, que también en este punto se mantuvieron
fieles a las concepciones de la socialdemocracia revolucionaria, quedaron en
minoría. Esta es una circunstancia de enorme importancia, pues sin
aclarárse la es absolutamente imposible comprender ni la lucha por
particularidades de los estatutos, ni la lucha por la composición personal del
Organo Central y del Comité Central.
pág. 95
j) VICTIMAS INOCENTES DE UNA FALSA
ACUSACION DE OPORTUNISMO
Antes de pasar
a los debates que siguieron sobre los estatutos, es menester, para explicar
nuestra divergencia en el problema de la composición personal de los organismos
centrales, tratar de pasada las sesiones privadas de la organización de Iskra
que tuvieron lugar durante el Congreso. La última y más importante de estas
cuatro sesiones tuvo lugar precisamente después de la votación sobre el
artículo primero de los estatutos, de modo que la escisión de la organización
de Iskra que tuvo lugar en esta sesión fue, lógica y cronológicamente,
condición previa de la lucha que se desarrolló luego.
Las sesiones
privadas de la organización de Iskra * comenzaron poco después del
incidente con el Comité de Organización, incidente que dio motivo para tratar
de las candidaturas posibles para el C.C. Se sobreentiende que, por haberse
suprimido los mandatos imperativos, tales sesiones tuvieron un carácter
meramente consultivo, que a nadie obligaba, pero no obstante, su importancia
fue enorme. La elección
* Ya en el Congreso de la Liga, para evitar discusiona sin solución,
procuré exponer con la mayor brevedad posible lo que sucedió en las reuniones
privadas. Los hechos fundamentales quedan tambien expuestos en mi "Carta a
la redacción de Iskra" (pág 4). El camarada Mártov no ha protestado contra
ellos en su "Respuesta".
pág. 96
para el C.C. presentaba
considerables dificultades para delegados que no conocían ni los nombres
clandestinos, ni el trabajo interior de la organización de Iskra,
organización que había creado la unidad de hecho del Partido, que había llevado
una dirección del movimiento práctico, la cual fue uno de los motivos de que se
reconociera oficialmente Iskra. Ya hemos dicho que los iskristas,
manteniendo su unidad, tenían plenamente asegurada en el Congreso una gran
mayoría, hasta los 3/5, y todos los delegados lo comprendían a la perfección.
Todos los iskristas esperaban precisamente que la organización de Iskra
inteniniera recomendando una composición personal determinada para el C.C., y
ni un miembro de esta organización opuso ni una palabra a que se examinara
previamente, en su seno, la composición personal del C.C., nadie dijo ni una
palabra de aprobar toda la composición del Comité de Organización, es decir, de
transformarlo en C.C., ni una palabra siquiera de celebrar una reunión
con todos los miembros del Comité de Organización para tratar de los candidatos
al C.C. Esta circunstancia es también extraordinariamente característica, y es
importante en extremo tenerlo en cuenta, porque ahora los partidarios de
Mártov, con fecha atrasada, defienden empeñadamente al Comité de
Organización, probando así tan sólo, por centésima y milésima vez, su falta de
carácter en política*. Mientras la escisión por la composición de los
organismos centrales no unió a Mártov con los Akímov, todo el mundo veía
claramente en el Congreso una cosa, de la que podrá convencerse fácilmente por
* Imaginaos bien este "cuatro de costumbres": un delegado
de la organizadón de Iskra en el Congreso delibera sólo con ella
y no dice ni una palabra de la reunión con el Comité de Organización. ¡Cuando
es derrotado, tanto en esta organización como en el Congreso, empieza a
lamentar que no haya sido confirmado el Comité de Organización, a [cont. onto pág. 97. -- DJR] canurle loas con fecha atrasada y a desentenderse
altivamente de la organizadón que le había otorgado el mandato! Puede
asegurarse que no hay hecho análogo en la historia de ningún partido
verdaderamente socialdemócrata y verdaderamente obrero.
pág. 97
las actas del mismo, y por
toda la historia de Iskra, toda persona imparcial, a saber: que el
Comité de Organización era ante todo una comisión formada para convocar
el Congreso, una comisión formada intencionadamente por representantes de
diversas tendencias, incluso del Bund; pero que el verdadero trabajo de crear
la unidad orgánica del Partido lo había llevado por entero sobre sus hombros la
organización de Iskra (hay que tener igualmente en cuenta que, por pura
casualidad, estuvieron ausentes del Congreso unos cuantos miembros
iskristas del Comité de Organización, por detenciones y otras circunstancias "ajenas a su
voluntad"). El folleto del camarada Pavlóvich (v. su "Carta sobre el
II Congreso", pág. 13)[10] da ya la composición de la organización de Iskra
en la forma en que asistió al Congreso.
El resultado definitivo de los acalorados
debates que tuvieron lugar en la organización de Iskra fueron dos
votaciones que ya he citado en la "Carta a la redacción". Primera
votación: "se rechaza una de las candidaturas apoyadas por Mártov, por
nueve votos contra cuatro, con tres abstenciones". Parece que nada puede
haber más sencillo y más natural que este hecho: por común acuerdo de los
dieciséis miembros de la organización de Iskra que asisten al Congreso,
se examinan las candidatúras posibles y se rechaza pdr mayoría de votos una de
las candidaturas del camarada Mártov (precisamente la candidatura del camarada
Stein, cosa que ha soltado ya ahora, no pudiendo resistir más, el mismo
camarada Mártov, pág. 69 del "Estado de sitio"). Porque
pág. 98
no hay que olvidar que nos habíamos reunido en el Congreso
del Partido, entre otras cosas, precisamente para tratar y resolver el problema
de a quién había que entregar "la batuta de director", y era
obligación general de partido para todos nosotros dedicar a este punto del
orden del día la más seria atención, resolver este problema desde el punto de
vista de los intereses de la causa y no de "sentimentalismos
pequeñoburgueses", según dijo después, con toda razón, el camarada Rúsov.
Claro que, al tratar de los candidatos en el Congreso, no hubo manera de
no tocar a ciertas cualidades personales, no hubo manera de no expresar
aprobación o desaprobación*, sobre todo en una reunión extraoficial y poco
numerosa. Y ya hice en el Congreso de la Liga la advertencia de que era
absurdo considerar como algo "infamante" la desaprobación de una
candidatura (pág. 49 de las actas de la Liga), que era absurdo "armar escándalo"
y entregarse a la histeria por una cosa que entra de lleno en el cumplimiento
de los deberes de partido en lo que se refiere a elegir de un modo consciente y
* El camarada Mártov se lamentó en la Liga de la dureza de mi
desaprobadón, sin advertir que de sus quejas resultaba un argumento contra él
mismo. Lenin se condujo -- según la expresión que él emplea -- con verdadera
furia (pág. 63 de las actas de la Liga). Exacto. Dio portazos. Exacto. Con su
conducta (en la segunda o tercera reunión de la organización de Iskra )
provocó la indignación de los miembros que quedaban en la reunión. Es verdad.
Pero ¿qué se deduce de eso? Unicamente que mis argumentos sobre el fondo de los
problemas en cuestión eran convincentes y fueron confirmados por la marcha del
Congreso. Porque lo cierto es que si a mi lado quedaron, en fin de cuentas,
nueve de los dieciséis miembros de la organización de Iskra, bien claro
está que este hecho se produjo a pesar de todas las asperezas malignas, a
despecho de ellas. Por tanto, si no hubiera habido "asperezas",
quizá habrían votado conmigo aún más de nueve. De modo que tanto más
convincentes eran los argumentos y los hechos si tan grande fue la "in
dignación" que hubieron de contrapesar.
pág. 99
cuidadoso a las personas
para los cargos. Y, sin embargo, por ahi empezó todo el barullo para nuestra
minoría; después del Congreso pusieron el grito en el cielo, diciendo
que se "destruía una reputación" (pág. 70 de las actas de la Liga) y
asegurando en letras de molde al gran público que el camarada Stein era
el "principal militante" del que fue Comité de Organización y que se
le había acusado sin fundamento "de no sé qué planes siniestros"
(pág. 69 del "Estado de sitio"). ¿No es histerismo gritar que se
"destruye una reputación" porque se apruebe o se desapruebe a unos
candidatos? ¿No es baja querella el que, después de haber sufrido una derrota
tanto en la reunión privada de la organización de Iskra como en la
reunión oficial, superior, del Partido, en el Congreso, salga la gente a
quejarse a la calle y recomiende al respetable público a los candidatos
rechazados como "principales militantes"? ¿No es baja querella el
tratar después de imponer sus candidatos al Partido, yendo a la escisión y
exigiendo cooptación? ¡Los conceptos políticos han llegado entre
nosotros, en la viciada atmósfera extranjera, a una confusión tan grande, que
el camarada Mártov no sabe ya distinguir entre el deber de partido y el
espíritu de círculos y el compadrazgo! Por lo visto, es burocratismo y
formalismo pensar que la cuestión de los candidatos debe tratarse y resolverse tan
sólo en los congresos, donde los delegados se reúnen para tratar antes que
nada de importantes problemas de principios, donde se congregan representantes
del movimiento capaces de tratar desapasionadamente de las personas,
representantes que pueden (y deben ) exigir y reunir toda clase de
informes sobre los candidatos para emitir un voto decisivo, donde es natural e
imprescindible que se dedique cierto espacio de tiempo a discutir sobre quién
debe llevar la batuta de director. En lugar de este concepto burocrático y
formalista, nos-
pág.
100
otros hemos establecido
ahora otros usos: después de los congresos hablaremos a derecha e izquierda del
entierro político de Iván Ivánovich y de la destrucción de la reputación de
Iván Nikíforovich; unos u otros escritores recomendarán a los candidatos en
folletos, asegurando farisaicamente, dándose golpes de pecho: no es un círculo,
sino el Partido. . . Y entre los lectores, el público aficionado a los
escándalos recogerá ávidamente la sensacional novedad de que Fulano era el
principal militante del Comité de Organización, según asegura el mismo Mártov[*]. Este público de lectores es mucho más ca paz
de juzgar y resolver el problema que los organismos formalistas por el estilo
de los congresos, con su grosero mecanismo de acuerdos por mayoría. . . ¡Sí,
los verdaderos militantes de nuestro Partido tienen aún que limpiar grandes es
tablos de Augias de bajas querellas en el extranjero!
*
* *
Segunda votación de la organización de Iskra
: "por diez votos contra dos, con cuatro abstenciones, se aprueba una lista
de cinco (para el C.C.) entre los cuales se ha incluido, a propuesta mía, un
líder de los elementos no iskristas y un líder de la minoría iskrista"**.
Este voto tiene extraordinaria importancia, porque demuestra de un modo claro e
irrefuta-
* También yo propuse en la organización de Iskra y como Mártov,
no conseguí hacedo triunfar, un candidato para el C.C., de cuya magnífica
reputación, demostrable por hechos excepcionales, habría yo podido hablar antes
del Congreso y a principios del mismo. Pero no se me ocurre hacerlo. Este
camarada tiene dignidad suficiente para no permitir a nadie que
después del Congreso proponga en letras de molde su candidatura o se queje de
entierros políticos, de reputaciones deshechas, etc.
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de
la Red.)
pág. 101
ble toda la falsedad de
las invenciones que surgieron después, en una atmósfera de querellas,
pretendiendo que nosotros habíamos querido echar del Partido o dejar de lado a
los no iskristas, y que la mayoría había participado en las elecciones con sólo
la mitad del Congreso y elegía de entre esa mitad, etc. . . Todo esto es
completamente falso. La votación que he citado demuestra que nosotros no
apartamos a los no iskristas, no sólo del Partido, sino ni siquiera del C.C., y
que dimos a nuestros adversarios una minoría bastante considerable. Lo
sucedido fue que ellos querían tener la mayoría y cuando este modesto
deseo no pudo realizarse, armaron un escándalo, negándose
terminantemente a participar en los organismos centrales. Y que las cosas
ocurrieron efectivamente así, a despecho de lo afirmado por Mártov en la Liga,
lo demuestra la siguiente carta que la minoría de la organización de Iskra
nos envió a nosotros, mayoría iskrista (y mayo ría del Congreso al retirarse
los siete), poco tiempo después de aprobarse el artículo primero de los
estatutos en el Congreso (hay que observar que la reunión de la organización de
Iskra, de la que he hablado, fue la última : después de ella, la
organización se disolvió de hecho y ambas partes procuraron convencer a
los demás delegados del Congreso de que tenían razón).
He aquí el
texto de la carta:
"Oídas las explicaciones de los delegados Sorokin y Sablina[11] sobre el deseo de la mayoría
de la redacción y del grupo "Emandpadón del Trabajo" de participar en
la reunión (de tal fecha)* y habiendo com-
* Según mis cálculos, la
fecha que cita la carta corresponde a un martes. La reunión tuvo lugar un
martes por la noche, es decir, después de la vigesima octava reunión del
Congreso. Este dato cronologico tiene gran importancia. Es una prueba
documental contra la opinión del camarada Mártov de que la divergencia
entre nosotros se había producido en [cont. en pág. 102. --
DJR] el problema de la organización de los organismos
centrales, y no en el de su composición personal. Es una prueba documental
de que era justa la exposición que yo hice en el Congreso de la Liga y en la
"Carta a la redaccíón". Después de la vigésima octava
sesión del Congreso, los camaradas Mártov y Starovier se empeñan en hablar de
una falsa acusación de oportunismo y no dicen ni una palabra de la
divergencia que se produjo en lo tocante a la composición del Consejo o a la
cooptación para los organismos centrales (problemas sobre los que discutimos en
las sesiones 25, 26 y 27).
pág. 102
probado, por mediación de dichos
delegados, que en la reunión anterior se había leido una lista de candidatos al
C.C. que se decía proceder de nosotros, lista que se utilizó para dar una
característica falsa de toda nuestra posición política, y teniendo en
cuenta que, en primer lugar, se nos atribuia esta lista sin intentar siquiera
poner en claro su origen; que, en segundo lugar, esta circunstancia se
relaciona indudablemente con la acusación de oportunismo que se divulga
abiertamente contra la mayoría de la redacción de Iskra y el grupo
"Emancipación del Trabajo"; y que, en tercer lugar, nosotros vemos
con toda claridad la relación que esta acusación guarda con el plan
absolutamente determinado que existe para modificar la composición de la
redacción de Iskra, consideramos que las explicaciones que se nos han dado
sobre los motivos de no habernos admitido a la reunión no nos satisfacen y que
el no habernos querido dejar asistir a ella demuestra que no se nos quiere
permitir refutar las falsas acusaciones a que más arriba hemos hecho
referencia.
Por lo que se refiere a un posible acuerdo entre nosotros sobre
una lista común de candidatos para el C.C., declaramos que la única lista que
podemos aceptar como base de acuerdo es la siguiente: Popov, Trotski, Gliébov,
subrayando que esta lista tiene un carácter de compromiso, porque el
induir en ella al camarada Gliébov no significa más que una concesión a los
deseos de la mayoría, ya que, después de haber puesto en claro el papel del
camarada Gliébov en el Congreso, no consideramos que el camarada Gliébov
responda a lo que debe exigirse de un candidato al C.C.
Al mismo tiempo, subrayamos el hecho de que, al entrar en
negociaciones sobre las candidaturas para el C.C., lo hacemos sin tocar para
nada el problema de la composición de la redacción del Organo Central, ya que
no estamos dispuestos a iniciar negociaciones de ninguna clase sobre este punto
(composición de la redacción).
Por los
camaradas Mártov y Starovier ".
pág. 103
Esta carta, que refleja fielmente el estado
de ánimo de los contrincantes y la forma en que se desarrollaba la discusión,
nos adentra en seguida en el "centro" de la escisión que se iniciaba
y nos muestra sus verdaderas causas ¡La minoría de la órganización de Iskra,
no queriendo ponerse de acuerdo con la mayoría, prefiriendo la agitación libre
en el Congreso (teniendo, desde luego, pleno derecho a ello), consigue, no
obstante, que los "delegados" de la mayoría la admitan a una reunión
privada suya! Claro que la divertida exigencia sólo pudo ser acogida en nuestra
reunión (naturalmente, la carta se leyó en la reunión) con una sonrisa y un
encogimiento de hombros, y los gritos, ya casi histéricos, de que se
"había acusado falsamente de oportunismo" provocaron la risa franca.
Pero veamos primero, por puntos, cuáles son las amargas quejas de Mártov y Starovier.
Se les atribuye injustamente la lista; se da
una característica falsa de su posición política. Pero, según reconoce el mismo
Mártov (pág. 64 de las actas de la Liga), a mí se me ha ocurrido sospechar de
la veracidad de sus palabras cuando dice que él no es el autor de la lista. En
general, la cuestión del autor no tiene nada que ver con lo que estamos
examinando y carece en absoluto de importancia si la lista se hizo por algún
iskrista o por alguno de los representantes del "centro", etc. Lo importante
es que esta lista, en la que sólo figuran miembros de la actual minoría,
circuló en el Congreso, aunque sólo fuera, en realidad, como simple conjetura o
hipótesis. Lo más importante, por último, es que, en el Congreso, el
camarada Mártov se vio obligado a renegar con todas sus fuerzas de una
lista que ahora tendría que aceptar con entusiasmo. ¡No puede
dibujarse con mayor relieve la inestabilidad en la valoración de personas y
matices que con este salto que se da, en el transcurso de un par de meses, del
cla-
pág. 104
mor sobre "rumores denigrantes" a imponer al
Partido para su organismo central a esos mismos candidatos de la lista que se
decía denigrante![*]
"Esa lista -- decía el camarada Mártov
en el Congreso de la Liga -- significaba una coalición política entre nosotros
y el grupo "Iuzhni Rabochi", por una parte, y el Bund, por otra, una
coalición en el sentido de pacto directo " (pág. 64). Esto no es
exacto, porque, en primer lugar, el Bund no hubiera aceptado nunca pacto sobre
una lista en la que no figuraba ningún miembro del Bund; y, en segundo lugar,
no sólo con el Bund, sino ni aun con el grupo "Iuzhni Rabochi" no
se podía ni hablar de un pacto directo (que parecía denigrante a Mártov).
Precisamente no se trataba de un pacto, sino de una coalición, no se trataba de
que el camarada Mártov llegara a una componenda, sino de que inevitablemente
habían de apoyarle los mismos elementos antiiskristas y vacilantes contra
los que había luchado en la primera mitad del Congreso y que se habían aferrado
a su error en lo tocante al artículo primero de los estatutos. La carta que he
insertado más arriba demuestra del modo más irrefutable que el origen de
la "ofensa" está precisamente en una acusación de oportunismo,
franca y, además, falsa. Estas "acusaciones" por
las que se ha armado toda la historia y de las que tan cuidadosamente evita
hablar ahora el camarada Mártov, a pesar de que yo las he recordado en
la "Carta a la redacción", eran de dos géneros: en primer lugar,
durante la discusión del artículo primero de los estatutos, Piejánov dijo
claramente que en él
* Cuando los renglones precedentes estaban ya en prensa hemos tenido
noticias del incidente entre el camarada Gúsiev y el camarada Deich.
Examinaremos este incidente de un modo especial en el anexo. (N. de la Red.)
pág. 105
se trataba de "separar" de nosotros "todo
género de representantes del oportunismo" y que a favor de mi proyecto,
como garantía contra la penetración de los representantes del oportunismo en el
Partido, "debían votar, aunque sólo fuera por eso, todos los enemigos del
oportunismo" (pág. 246 de las actas del Congreso). Estas enérgicas
palabras, a pesar de que yo las suavicé un poco (pág 250)[*], produjeron una sensación que se obsenó
claramente en los discursos de los camaradas Rúsov (pág. 247), Trotski (pág.
248) y Akímov (pág. 253). En los "pasillos" de nuestro
"parlamento" se comentó animadamente la tesis de Plejánov y se dieron
de ella mil variantes en interminables discusiones sobre el artículo primero.
¡Y ahora, en lugar de defenderse en lo tocante al fondo, nuestros queridos
camaradas han concebido un ridículo sentimiento de ofensa llegando a quejarse
por escrito de una "falsa acusación de oportunismo"!
Con toda evidencia ello es resultado de una
psicología propia de círculos y de asombrosa falta de madurez en cuestiones de
partido, que impide soportar el viento fresco de discusiones francas ante todo
el mundo. Es la psicología, tan conocida del ruso, que expresa el viejo dicho:
"¡Tan pronto me besas la mano como me das de puñetazos!" La gente
está tan acostumbrada al fanal de un estrecho y amistoso compadrazgo, que ha
desmayado al actuar por primera vez con responsabilidad propia, en campo libre
y abierto. Acusar -- ¿y a quién? -- al grupo "Emancipación del
Trabajo", y, además, a su mayoría, de oportunismo ¡Podéis imaginaros se
mejante horror! 0 se llega a una escisión del Partido por tan imborrable ofensa
o se disimula ese "disgusto casero" restableciendo la
"continuidad" del fanal: éste es el dilema que
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
pág.
106
con trazos ya bastante
determinados se dibuja en la carta insertada más arriba. La psicología del
individualismo propio del intelectual y de los círculos ha chocado con la
exigencia de una intervención abierta ante el Partido. ¡Imagináos si es posible
en el Partido alemán un absurdo, una querella semejante a las quejas por una
"falsa acusación de oportunismo"! La organización y disciplina
proletarias han desacostumbrado allí hace ya tiempo a la gente de esa flojedad
propia de intelectuales. Nadie siente allí sino profundo respeto, por ejemplo,
hacia Liebknecht, pero qué risas habría levantado la queja de que se le había
"acusado francamente de oportunismo" (junto con Bebel) en el Congreso
de 1895, cuando, en lo tocante a la cuestión agraria, se encontró en la mala
compañía del conocido oportunista Vollmar y sus amigos. Claro que el nombre de
Liebknecht está indisolublemente ligado a la historia del movimiento obrero
alemán, no porque Liebknecht haya incurrido en oportunismo en una cuestión
relativamente particular y sin importancia, sino a pesar de ello. Y del mismo
modo, a pesar de todas las irritaciones de la lucha, el nombre del camarada
Axelrod, por ejemplo, inspira e inspirará siempre respeto a todo
socialdemócrata ruso, pero no porque al camarada Axelrod se le haya ocurrido
defender una ideucha oportunista en el II Congreso de nuestro Partido, ni
porque se le haya ocurrido sacar a relucir viejas vaciedades anarquistas en el
II Congreso de la Liga, sino a pesar de ello. Tan sólo la más rutinaria
psicología de círculos, con su lógica, del "tan pronto me besas la mano
comó me das de puñetazos", pudo provocar esos histerismos, esas peleas y
una escisión del Partido porque se "acusara falsamente de oportunismo a la
mayoría del grupo 'Emancipación del Trabajo'".
La otra
base de esta terrible acusación se relaciona del modo más íntimo con la
precedente (en el Congreso de la
pág. 107
Liga (pág. 63), el
camarada Mártov trato cuidadosamente de pasar por alto y escamotear una de las
partes de este incidente). Se relaciona precisamente con la coalición
que entre elementos antiiskristas y vacilantes, por una parte, y el camarada
Mártov, por otra, apuntó ya en lo tocante al artículo primero de los
estatutos. Claro que no hubo ni pudo haber acuerdo alguno directo ni indirecto
entre el camarada Mártov y los antiiskristas y nadie concibió contra él
semejante sos pecha: sólo a él se lo hizo creer el miedo. Pero en el sentido
político su error se traslució precisamente en que las personas que de un
modo indudable tendían hacia el oportunismo comenzaron a formar alrededor de
él, cada vez más apretadas, una mayoría "compacta" (que ahora se ha
hecho minoría sólo merced a la retirada "casual" de siete
delegados). Llamamos la atención sobre esta "coalición", desde luego,
también de un modo público, inmediatamente después del artículo primero,
tanto en el Congreso (v. la ya citada observación del camarada Pavlóvich, pág.
255 de las actas del Congreso) como en la organización de Iskra
(recuerdo que lo subrayó especialmente Plejánov). Esto es, literalmente, la
misma indicación y la misma burla que cayó sobre Bebel y Liebknecht en 1895,
cuando Zetkin les dijo: "Es tut mir in der Seele weh, dass ich dich in der
Gesellschaft seh" (me apena el verte a ti -- es decir, a Bebel -- en
semejante compañía -- es decir, con Vollmar y compañía --). En verdad que es de
extrañar que Bebel y Liebknecht no enviaran entonces a Zetkin y Kautsky un
mensaje histérico sobre la falsa acusación de oportunismo. . .
Por lo que
se refiere a la lista de candidatos para el C.C., la carta demuestra el error
del camarada Mártov, que dijo en la Liga que la negativa a llegar a un acuerdo
con nosotros no era aún terminante; un ejemplo más de cuán poco razo-
pág.
108
nable es, en la lucha
política, tratar de repetir de memoria conversaciones, en lugar de
aportar documentos. En realidad, la "minoría" fue tan modesta, que
presentó a la "mayoría" un ultimátum: aceptar dos de la
"minoría" y uno de la "mayoría" (¡en calidad de compromiso
y, en realidad, tan sólo como concesión!). Es monstruoso, pero es un
hecho. Y este hecho demuestra palpablemente hasta qué punto es una invención
todo lo que se dice ahora de que la "mayoría", con una mitad del
Congreso, no elegía representantes sino de una mitad. Precisamente lo
contrario : sólo como concesión nos ofrecían los martovistas a uno de los
tres, deseando, por consiguiente, hacer triunfar a todos los suyos, en
caso de que nosotros no estuviéramos conformes con tan original
"concesión". Nosotros, en nuestra reunión privada, nos reímos de la
modestia de los martovistas y compúsimos nuestra lista: Gliébov, Travinski
(elegido después para el C.C.) y Popov. En lugar de este último (también
en una reunión privada de los 24) pusimos a Vasíliev (elegido después para el
C.C.) sólo porque el camarada Popov se negó a figurar en nuestra lista;
se negó primero en una conversación particular y después públicamente en el
Congreso (pág. 338).
Así es
cómo sucedieron las cosas.
La modesta
"minoría" tuvo el modesto deseo de ser mayoría. Y no habiendo
obtenido satisfacción este modesto deseo, la "minoría", en general,
tuvo a bien renunciar e iniciar un pequeño escándalo. ¡Y ahora resulta que hay
aún gentes que hablan con majestuosa condescendencia de la
"terquedad" de la "mayoría"!
La
"minoría" presentó a la "mayoría" divertidos ultimátums,
emprendiendo una cruzada en favor de la libre agitación en el Congreso.
Habiendo sufrido una derrota, nuestros
pág. 109
héroes se entregaron a
llantos y gritos sobre el estado de sitio. Voilà tout.
La terrible
acusación de que nos proponíamos modificar la composición de la redacción, la
recibimos también con una sonrisa (reunión privada de los 24): todos sabian
perfectamente desde el mismo principio del Congreso, y aún antes de él, que
había un plan de renovar la redacción eligiendo el trío inicial (hablaré
con más detalle de esto cuando trate de la elección de la redacción en el
Congreso). Nada nos extrañó, ya que era absolutamente natural, el que la
"minoría" se asustara de este plan después de ver que era
magnífica confirmación de la justeza del mismo su coalición con los
antiiskristas. Claro que nosotros no podíamos tomar en serio la proposición de
convertirnos, por las buenas, antes de luchar en el Congreso, en minoría, ni
podíamos tomar en serio toda la carta, cuyos autores habían llegado a tan
increíble grado de irritación, que hablaban de "falsas acusaciones de
oportunismo". Teníamos firme confianza en que el deber de partido se
impondría muy rápidamente sobre el natural deseo de "desahogar la
rabia".
pág.
k) CONTINUA LA DISCUSION SOBRE LOS
ESTATUTOS. COMPOSICION DEL CONSEJO
Los demás
artículos de los estatutos dieron lugar a muchas más discusiones sobre detalles
que sobre principios de organización. La vigésima cuarta sesión del Congreso se
dedicó por entero a tratar de la representación en los congresos del Partido,
sosteniendo nuevamente tan sólo los bundistas (Goldblat y Líber, págs. 258-259)
y el camarada Akímov una lucha empeñada y definida contra los planes que eran
comunes a todos los iskristas. El camarada Akímov reconoció, con franqueza
digna de encomio, su papel en el Congreso: "Cada vez que intervengo tengo
la plena convicción de que no voy a influir con mis argumentos sobre mis
camaradas, sino que, por el contrario, perjudicaré al punto que defiendo"
(pág. 261). Esta certera observación estaba sobre todo en su lugar
inmediatamente después del artículo primero de los estatutos; lo único que no
es muy apropiado es la expresión "por el contrario", porque el
camarada Akímov no sólo supo hacer daño a determinados puntos, sino que a la
vez y por lo mismo supo también "influir sobre sus camaradas". . . de
entre los iskristas muy poco consecuentes, inclinados a la fraseología
oportunista.
En conjunto, el
artículo tercero de los estatutos, que determina las condiciones de
representación en el Congreso, fue
pág. 111
aprobado por mayoría, con
siete abstenciones (pág. 263), que evidentemente corresponden a los
antiiskristas.
La discusión
sobre la composición del Consejo, que se llevó la mayor parte de la 25 sesión
del Congreso, demostró cuán extraordinariamente fragmentados estaban los grupos
alrededor de una cantidad enorme de diversos proyectos. Abramson y Tsariov
rechazan totalmente el plan del Consejo. Panin se empeña en hacer del Consejo,
exclusivamente, un tribunal de arbitraje y por ello propone con toda
consecuencia que se suprima
la indicación de que el Consejo es el organismo superior y de que pueden
convocarlo dos cualesquiera de sus miembros*. Guertz[12] y Rúsov propugnan formas diferentes de
composición del Consejo, como complemento a las tres formas propuestas
por los cinco miembros de la comisión de estatutos.
Los problemas en discusión se reducían ante
todo a determinar las tareas del Consejo: tribunal de arbitraje u organismo
superior del Partido. Por la primera versión estaba, de un modo consocuente,
según ya he dicho, el camarada Panin. Pero estaba solo. El camarada Mártov se
declaró terminantemente en contra: "Propongo que se rechace la proposición
de suprimir las palabras 'el Consejo es el organismo superior'; nuestra
formulación [es decir, la formulación de las tareas del Consejo, sobre la que
habíamos llegado a un acuerdo en la comisión de estatutos] deja intencionadamente
la posibilidad
* El camarada Starovier se
inclinaba también, por lo visto, hacia el punto de vista del camarada Panin,
con la única diferencia de que este último sabía lo que quería, y, con toda
consecuencia, proponía resoluciones que convertían el Consejo en un organismo
puramente arbitral, de conciliación, mientras que el camarada Starovier no
sabía lo que quería al decir que, según el proyecto, el Consejo debía reunirse
"solo cuando lo desearan las partes" (pág. 266). Esto es francamente
inexacto.
pág. 112
de que el Consejo se desarrolle y llegue a ser el organismo
superior del Partido. Para nosotros, el Consejo no es simplemente un organismo
de conciliación". Pero la composición del Consejo, según el proyecto del
camarada Mártov, correspondía plena y exclusivamente al carácter de
"organismo de conciliación" o tribunal de arbitraje: dos miembros de
cada uno de los dos organismos centrales y un quinto miembro invitado por estos
cuatro. No sólo semejante composición del Consejo, sino incluso la composición
que aprobó el Congreso, a propuesta de los camaradas Rúsov y Guertz (el quinto
miembro es designado por el Congreso), responde exclusivamente a objetivos de
conciliación o de mediación. Hay una contradicción insuperable entre semejante
composición del Consejo y el designio de que llegue a ser organismo superior
del Partido. El organismo superior del Partido debe estar siempre constituidó,
y no depender de modificaciones casuales en la composición de los centros (a
veces como consecuencia de redadas). El organismo superior debe hallarse en
relación directa con el Congreso del Partido, recibiendo sus poderes de este
último, y no de otros dos organismos del Partido subordinados al Congreso. El
organismo superior debe estar compuesto por personas que el Congreso del
Partido conozca. Por último, el organismo superior no puede estar organizado
de modo que su propia existencia dependa de una casualidad: ¡basta que
las dos instancias no lleguen a un acuerdo en la elección del quinto miembro y
el Partido se ha quedado sin su organismo superior! Se objetó contra esto: 1)
que también puede llegarse a una situación sin salida en caso de abstenerse uno
de los cinco y dividirse los otros cuatro por parejas (Iegórov). Esta objeción
carece de fundamento, porque todo organismo de dirección colectiva está
sujeto a veces, inevitablemente, a la imposibilidad de adoptar un acuerdo,
pero esto no tiene nada
pág. 113
que ver con la imposibilidad de constituir dicho
organismo de dirección colectiva. 2) "Si un organismo como el Consejo no
puede elegir a su quinto miembro, ello querrá decir que, en general, es un
organismo incapaz de actuar" (Zasúlich). Pero no se trata aquí de que no
sea capaz de actuar el organismo superior, sino de que no existe: sin
quinto miembro no existirá Consejo alguno, no existirá "organismo"
alguno y no podrá ni hablarse de su capacidad de actuar. Por último, aún
sería un mal reparable si pudiera darse el caso de no constituirse una
instancia del Partido sobre la cual hay otra más alta, por que entonces esta
instancia más alta podría siempre, en casos extraordinarios, de uno u otro
modo, llenar el hueco. Pero por encima del Consejo no existe instancia
alguna fuera del Congreso, y por ello se falta evidentemente a la lógica dejan
do en los estatutos una posibilidad de que el Consejo no pue da ni
siquiera constituirse.
Mis dos breves discursos en el Congreso sobre
esta cuestión los consagré únicamente (págs. 267 y 269) al examen de estas
dos objeciones injustas, con las que defendieron el proyecto de Mártov él
mismo y otros camaradas. En cuanto al predominio del Organo Central o del
Comité Central en el Consejo, ni siquiera lo toqué de pasada. El camarada
Akímov trató de él por primera vez, en el sentido de llamar la
atención sobre el peligro que representaba un predominio del Organo Central, ya
en la 14 sesión del Congreso (pág. 157), y sólo después del Congreso los
camaradas Mártov, Axelrod y otros siguieron a Akímov inventando la absurda y
demagógica leyenda de que la "mayoría" quería convertir el C.C. en
arma de la redacción. ¡Tratando de esta cuestión en su "Estado de
sitio", el camarada Mártov deja modestamente a un lado a su ver dadero
iniciador!
pág. 114
Quien desee saber con todos los
detalles cómo se planteó el problema del predominio del Organo Central sobre el
Comité Central en el Congreso del Partido, y no limitarse a citas sueltas y sin
conexión, comprenderá fácilmente cómo desvirtúa el camarada Mártov las cosas.
Ya en la 14 sesión, nadie más que el camarada Popov empieza por una
polémica contra las opiniones del camarada Akímov, que quiere
"defender en la cumbre del Partido 'la más rigurosa centralización', para
reducir la influencia del Organo Central " (pág. 154, subrayado por
mí), "que es en lo que consiste propiamente todo el objeto de semejante
sistema [del sistema de Akímov]". "No sólo -- añade el camarada Popov
-- no defiendo yo semejante centralizacióón, sino que estoy dispuesto a luchar
contra ella por todos los medios, ya que es una bandera de oportunismo ".
Aquí es donde está la raiz de la famosa cuestión del predominio del
Organo Central sobre el Comité Central, y no es de extrañar que el camarada
Mártov se vea obligado ahora a silenciar el verdadero origen del
problema. Ni aun el mismo camarada Popov pudo dejar de ver el carácter oportunista
de estas disquisiciones de Akímov sobre el predominio del Organo Central*, y
para establecer una distinción bien clara entre
* Ni el camarada Popov ni el
camarada Mártov tuvieron reparo en llamar al camarada Akímov oportunista, y
sólo comenzaron a sentirse ofendidos y a indignarse cuando se les tildó a
ellos mismos con ese nombre, y con razón, por la "igualdad de derechos
de las lenguas" o por el artículo primero. El camarada Akímov, cuyas
huellas siguió el camarada Mártov, supo, sin embargo, portarse en el Congreso
del Partido con más dignidad y hombría que el camarada Mártov y sus secuaces en
el de la Liga. "A mí -- decía el camarada Akímov en el Congreso del
Partido -- me llaman oportunista; personalmente, considero que esta palabra es
una injuria y una ofensa y creo que no la merezco en absoluto; sin embargo, no
protesto" (pág. 296). ¿Le propondrían quizá los camaradas Mártov y
Starovier al camarada Akímov firmar su protesta contra la falsa acusación de
oportunismo y se negaría el camarada Akímov?
pág. 115
su posición y la del camarada Akímov, el camarada Popov
declara categóricamente : "poco importa que haya en este centro (en
el Consejo) tres miembros de la redacción y dos del Comité Central. Esta es
una cuestión secundaria [subrayado por mí]; lo importante es que la
dirección, la alta dirección del Partido tenga un solo punto de origen"
(pág. 155). El camarada Akímov objeta: "según el proyecto, el Organo
Central tiene ya asegurado el predominio en el Consejo por el mero hecho de que
la redacción tiene una composición permanente, mientras que la del Comité
Central es modificable" (pág. 157), argumento que sólo se refiere al
"carácter permanente" de la dirección en el terreno de los principios
(fenómeno normal y deseable), pero en modo alguno al "predominio" en
el sentido de una intervención o un atentado contra la autonomía. Y el camarada
Popov, que entonces no pertenecía aún a la "minoría", que disimula su
descontento por la composición de los organismos centrales, chismorreando sobre
la falta de independencia del C.C, responde al camarada Akímov de un modo
absolutamente razonable: "Yo propongo que se le considere [al Consejo]
centro directivo del Partido, y entonces carece en absoluto de importancia
la cuestión de si hay en el Consejo mayor número de representantes del O.C. o
del C.C. " (págs. 157-158; subrayado por mí).
Cuando volvió a tratarse de la composición
del Consejo en la sesión 25, el camarada Pavlóvich, prosiguiendo las viejas
deliberaciones, se declara en favor de un predominio del Organo Central sobre
el Comité Central "teniendo en cuenta la estabilidad del primero"
(264), refiriéndose precisamente a la firmeza de principios, según
entendió también el camarada Mártov, que habló inmediatamente después del
camarada Pavlóvich, considerando innecesario "hacer constar el predominio
de un organismo sobre otro" y señalando la posibilidad
pág. 116
de que uno de los miembros del Comité Central resida en el
extranjero: "lo cual conservará hasta cierto punto la firmeza de
principios del Comité Central" (264). Aquí no hay aún ni sombra de
demagógica confusión entre el problema de la firmeza de principios
y de su salvaguardia, con la salvaguardia de la autonomía e independencia del Comité
Central. Esta confusión, que después del Congreso se ha convertido casi
en caballo de batalla del camarada Mártov, en el Congreso la propugnó
con empeño tan sólo el camarada Akímov, que fue quien habló ya
entonces del "espíritu de Arákchéiev de que estaban penetrados los
estatutos" (268), de que "si en el Consejo del Partido hay tres
miembros del Organo Central, el Comité Central guedará reducido a mero
ejecutor de la voluntad de la redacción [subrayado por mí]. Tres personas
residentes en el, extranjero recibirán facultades ilimitadas [!!] para disponer
del trabajo de todo [!!] el Partido. Quedan salvaguardados en el sentido de su
seguridad personal y por ello su poder es vitalicio" (268). Y contra estas
frases absolutamente absurdas y demagógicas, que sustituyen una dirección
ideológica por la intervención en el trabajo de todo el Partido (y que
después del Congreso proporcionaron al camarada Axelrod una consigna barata
para sus discursos sobre "teocracia"), fue contra lo que
protestó nuevamente el camarada Pavlóvich, subrayando que estaba "por
mantener en su firmeza y pureza los principios que representaba Iskra.
Concediendo el predominio a la redacción del Organo Central, afirmo de este
modo la posición de estos principios".
Tal es, en realidad, el problema acerca del
célebre predominio del Organo Central sobre el Comité Central. La famosa
"divergencia de principio" de los camaradas Axelrod y Mártov no es
sino una repetición de las frases oportunistas y demagógicas del camarada
Akímov, frases cuyo verdadero
pág. 117
carácter vio claramente incluso el camarada Popov, y lo vio
cuando aún no había sido derrotado en lo tocante a la composición de los
organismos centrales.
*
* *
Resumen de la cuestión de la composición del
Consejo: a pesar de los intentos del camarada Mártov de demostrar en
"Estado de sitio" que era contradictoria e inexacta mi exposición en
la "Carta a la redacción", las actas del Congreso demuestran
claramente que, en comparación con el artículo primero, este problema no
es efectivamente más que un detalle, y que era una verdadera
desvirtuación lo manifestado en el artículo "Nuestro Congreso"
(núm. 53 de Iskra ) de que "casi exclusivamente" nosotros
habíamos discutido sobre la formación de los organismos centrales del Partido.
Tanto más clama al cielo esta desvirtuación cuanto que el autor del artículo pasa
en completo silencio la discusión sobre el artículo primero. Las actas
demuestran, además, que no hubo agrupamiento determinado de los iskristas en lo
que se refiere a la composición del Consejo: no hay votaciones nominales,
Mártov disiente de Panin, yo estoy de acuerdo con Popov; Iegórov y Gúsiev se
mantienen aparte, etc. Finalmente, mi última afirmación (en el Congreso de la
Liga de la socialdemocracia revolucionaria rusa en el extranjero) de que se
afianzaba la coalición de los martovistas con los antiiskristas, se confirma
también por el viraje que, de un modo bien claro ahora para todos, han
hecho también en este problema los camaradas Mártov y Axelrod hacia la posición
del camarada Akímov.
pág. 118
l) TERMINA LA DISCUSION SOBRE LOS
ESTATUTOS. LA COOPTACION PARA LOS
ORGANISMOS CENTRALES. SE RETIRAN
LOS DELEGADOS DE "RABOCHEIE DIELO"
De los debates
que tuvieron lugar posteriormente sobre los estatutos (sesión 26 del Congreso)
sólo es digno de mención el problema de la limitación de poderes del Comité
Central, que arroja luz sobre el carácter de los ataques que ahora dirigen
los martovistas contra el hipercentralismo. Los camaradas Iegórov y Popov
tendían a limitar el centralismo con alguna mayor convicción,
independientemente de su candidatura propia o de la que ellos presentaran. Ya
en la comisión de estatutos propusieron que se limitara el derecho del C.C. a
disolver los comités locales exigiendo la conformidad del Consejo, y, además,
reservándolo a una serie de casos especialmente enumerados (pág. 272, nota 1).
Tres miembros de la comisión de estatutos (Gliébov, Mártov y yo) nos declaramos
en contra, y en el Congreso el camarada Mártov defendió nuestra opinión (pág.
273), haciendo a Iegórov y Popov la objeción de que "sin necesidad de más,
el Comité Central, antes de decidirse a dar un paso tan serio como el de disolver
una organización, lo examinaría detenidamente". Como veis, el camarada
Mártov hacía aún entonces oídos sordos a todas las insinuaciones
anticentralistas, y el Congreso rechazó la proposición de Iegórov y Popov. Lo
único
pág. 119
que no nos dicen las actas, y
es de lamentar, es el número de votos.
En el Congreso
del Partido, el camarada Mártov se declaró también "en contra de que se
sustituyera la palabra organiza [el C.C. organiza los comités, etc. en el
artículo 6 de los estatutos del Partido] por la palabra confirma. Hay que
conceder también derecho a organizar", decía entonces el camarada
Mártov, que no había llegado aún a la maravillosa idea, que sólo descubrió en
el Congreso de la Liga, de que confirmar no entraba en el concepto
"organizar".
Fuera de estos
dos puntos, apenas si presenta interés el resto de los debates, dedicados ya
plenamente a cuestiones de detalle sobre las particularidades de los artículos
5-11 de los estatutos (págs. 273-276 de las actas). El artículo 12 trata de la
cooptación en todos los organismos de dirección colectiva del Partido, en
general, y en los organismos centrales, en particular. La comisión propone que
se aumente la mayoría calificada, indispensable para la cooptación, de 2/3 a
4/5. El informante (Gliébov) propone la cooptación por unanimidad para
el C.C. El camarada Iegórov, reconociendo que no son de desear las asperezas,
se declara partidario de la simple mayoría en caso de no haber veto motivado.
El camarada Popov no está de acuerdo ni con la comisión ni con el camarada
Iegórov y exige, o simple mayoría (sin derecho de veto), o unanimidad. El
camarada Mártov no está de acuerdo ni con la comisión, ni con Gliébov, ni con
Iegórov, ni con Popov; se declara en contra de la unanimidad, en contra de los
4/5 (en favor de los 2/3), contra la "cooptación recíproca", es
decir, contra el derecho de la redacción del Organo Central a apelar
contra la cooptación en el C.C. y a la inversa (contra el "derecho al
control recíproco de la cooptación").
pág. 120
¡Como ve el
lector, resulta un agrupamiento de lo más abigarrado, y las discrepancias se
fragmentan hasta llegar casi a unánimes particularidades personales en el punto
de vista de cada delegado!
El camarada
Mártov dice: "Reconozco que es psicológicamente imposible trabajar con
personas desagradables. Pero a nosotros nos importa también que nuestra
organización sea capaz de vivir y actuar. . . No es necesario el derecho al
control recíproco del C.C. y de la redacción del Organo Central en la
cooptación. Y no me opongo a ello por pensar que uno no pueda ser competente en
la jurisdicción del otro. ¡No! La redacción del Organo Central, por ejemplo,
podría dar al Comité Central un buen consejo: si convenía, por ejemplo, admitir
en el C.C. al señor Nadiezhdin. Me sublevo porqúe no quiero que se creen una
serie de trámites que produzcan irritación recíproca".
Yo le hice la
objeción siguiente: "Hay aquí dos problemas. En primer lugar, se trata de
la mayoría calificada; yo me declaro en contra de la proposición de que se
rebaje de 4/5 a 2/3. No es razonable establecer el veto motivado y estoy en
contra de él. Muchísimo más importante es el segundo problema: sobre el derecho
al control recíproco del C.C. y del Organo Central en la cooptación. El acuerdo
recíproco de los dos organismos centrales es condición imprescindible de
armonía. Se trata aquí de la ruptura entre los dos organismos centrales. Quien
no quiera una escisión debe preocuparse de que haya armonía. La vida del
Partido demuestra que ha habido gentes que han sembrado la escisión. Se trata
de un problema de principio, importante, del que puede depender toda la suerte
futura del Partido" (276-277). Tal es el texto completo del resumen que en
el Congreso se hizo de mi discurso, al cual el camarada Mártov atribuye una
importancia
pág. 121
singularmente seria. Pero es
de lamentar que, aun atribuyéndole una seria importancia, no se haya molestado
en relacionarlo con todas las discusiones y con toda la situación política del
Congreso cuando este discurso fue pronunciado.
En primer
lugar, cabe preguntar: ¿por qué en mi proyecto inicial (v. pág. 394, artículo
11)[*] me limitaba a los 2/3 y no exigía el control
recíproco en la cooptación para los organismos centrales? El camarada Trotski,
que habló después de mí (pág. 277), hizo inmediatamente esta pregunta.
Respuesta a ella es mi discurso en el
Congreso de la Liga y la carta del camarada Pavlóvich sobre el II Congreso. En
el Congreso de la Liga dije que el artículo prlmero de los estatutos había
"roto el vaso" y había que atarlo "con un nudo doble". Lo
cual quería decir, en primer lugar, que en un problema puramente teórico Mártov
había resultado ser un oportunista, y su error lo habían defendido Líber
y Akímov. Quería decir, en segundo lugar, que la coalición de los martovistas
(es decir, de una insignificante minoría de iskristas con los antiiskristas les
daba mayoría en el Congreso al votarse la composición personal de los
organismos centrales. Y yo hablaba precisamente en ese caso de la composición
personal de los organismos centrales, subrayando que era imprescindible la
armonía y poniendo en guardia contra las "gentes que sembraban la
escisión ". Esta advertencia adquiría, en efecto, gran importancia de
principios, porque la organización de Iskra (sin duda alguna más
competente en lo que se refiere a la composición personal de los organismos
centrales, por conocer más de cerca todos los asuntos en la práctica y a todos
los candidatos), había emitido ya su voto consultivo sobre esta cuestión, había
adoptado el acuerdo que ya conocemos sobre las candi-
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
pág.
122
datutas que le infundían
dudas. Tanto desde un punto de vista moral como teniendo en cuenta la esencia
del asunto (es decir, en punto a la competencia de quien resolvía), la
organización de Iskra debía tener valor decisivo en esta cuestión tan
delicada. Pero, desde un punto de vista formal, el camarada Mártov
tenía, naturalmente, pleno derecho a apelar contra la mayoría de la
organización de Iskra ante los Líber y Akímov. ~Y el camarada Akímov, en
su brillante discurso sobre el artículo primero, dijo con notable claridad e
inteligencia que él, cuando veía una discrepancia entre los iskristas sobre los
medios de conseguir su objetivo común, iskrista, votaba consciente e
intencionadamente por el peor medio, porque sus fines, los de Akímov,
eran diametralmente opuestos a los de los iskristas. Por tanto, no podía caber duda
alguna de que, incluso independientemente de la voluntad y la conciencia
del camarada Mártov, sería precisamente la peor composición personal de los
organismos centrales la que obtendría el apoyo de los Líber y Akímov. Ellos
podían votar, debían votar (a juzgar, no por sus palabras, sino por sus actos,
por su voto sobre el artículo primero) precisamente por la lista que pudiera
prometer la presencia de "gentes que sembraran la escisión", y votar
precisamente para "sembrar la escisión". ¿Puede extrañar que,
ante semejante situación, hablara yo de una cuestión importante de principio
(la armonía de los dos organismos centrales), de la que podía depender toda la
suerte futura del Partido?
Ningún
socialdemócrata que conociera algo las ideas y los planes iskristas y la
historia del movimiento, y que las compartiera con alguna sinceridad, pudo
dudar ni un momento de que, si los Líber y Akímov decidían la disputa promovida
en el seno de la organización de Iskra sobre la composición de los
organismos centrales, esta decision se hallaría formal-
pág. 123
mente dentro del
reglamento, pero aseguraría el peor resulta do posible. Y contra este peor
resultado posible había que luchar necesariamente.
Pero: ¿cómo luchar? Nosotros no luchamos con histerismos ni con pequeños
escándalos, naturalmente, sino con procedimientos en absoluto leales y en
absoluto legítimos : comprendiendo que estábamos en minoría (lo mismo que
en el artículo primero), solicitamos del Congreso que fuesen salvaguardados
los derechos de la minoría. Nos pusimos a defender una mayor severidad de
calificación en la admisión de los miembros (4/5 en lugar de 2/3), la
unanimidad en la cooptación y el control recíproco en la cooptación de los
organismos centrales, nos pusimos a defender todo esto cuando nos vimos en
minoría en la cuestión de la composición personal de los organismos centrales.
Este hecho lo dejan siempre de lado los Juanes y los Pedros, inclinados a
hablar y juzgar del Congreso de un modo irreflexivo, después de un par de
conversaciones de amigos, sin estudiar seriamente todas las actas y
todas las "declaraciones" de las personas interesadas. Y todo el que
quiera estudiar a conciencia esas actas y esas declaraciones, llegará
inevitablemente al hecho que he indicado: en ese momento del Congreso, la
base de la discusión estaba precisamente en el problema de la composición
personal de los organismos centrales, y tratábamos de conseguir condiciones
más severas de control precisamente porque estábamos en minoría, porque
queríamos "atar con doble nudo el vaso" roto por Mártov con júbilo y
con la jubilosa participación de los Líber y Akímov.
"Si no
fuera así -- dice de este momento del Congreso el camarada Pavlóvich --, sólo
queda suponer que, al proponer el punto de la unanimidad en la cooptación, nos
preocupába-
pág.
124
mos de nuestros
adversarios, porque para el partido dominante en cualquier organismo la
unanimidad. además de ser innecesaria, es incluso desventajosa" (pág. 14
de la "Carta sobre el II Congreso"). Pero en el momento actual se
olvida con demasiada frecuencia la cronología de los hechos, se olvida que, durante
todo un período del Congreso, la actual minoría era mayoría (gracias a la
participación de los Líber y Akímov) y precisamente a este período corresponde
el debate sobre la cooptación para los organismos centrales, que tuvo por base
la divergencia en la organización de Iskra sobre la composición personal
de éstos. Quien vea con claridad esta circunstancia comprenderá también lo
apasionado de nuestros debates y no se extrañará ante la aparente
contradicción de que discrepancias menudas y de detalle provoquen cuestiones
realmente importantes, de principio.
El camarada
Deich, que habló en la misma sesión (pág, 277), tenía bastante razón al decir:
"Es indudable que esta proposición está calculada para el momento
actual". En efecto, tan sólo comprendiendo aquel momento en toda su
complejidad puede comprenderse el verdadero sentido de la discusión. Y es de
extraordinaria importancia tener en cuenta que, cuando nosotros
estábamos en minoría, defendimos los derechos de la minoría por
procedimientos que todo socialdemócrata europeo considera legítimos y
admisibles, a saber: solicitando del Congreso un control más severo de la
composición personal de los organismos centrales. Del mismo modo tenía también
bastante razón el camarada Iegórov cuando igualmente en el Congreso, pero en
otra sesión, dijo: "Me extraña sobremanera oir de nuevo en los debates
referencias a los principios. . . [Lo dijo con motivo de las elecciones al
C.C., en la sesión 31 del Congreso, es decir, si no me
pág. 125
equivoco, un jueves por
la mañana, y la sesión 26, de la que ahora se trata, se celebró un lunes por la
tarde]. . . Me parece que todo el mundo ve claramente que en los últimos días
todos los debates no han girado alrededor de uno u otro modo de plantear el
asunto en principio, sino exclusivamente alrededor de la forma de asegurar o
impedir el acceso de esta o de la otra persona a los organismos centrales.
Reconozca mos que hace ya tiempo se han perdido los principios en este Congreso
y llamemos las cosas por su nombre. (R i s a g e n e r a l. M u r a
v i o v: "Ruego se haga constar en el acta que el camarada Mártov se ha
sonreído"; pág. 337)". No es de extrañar que tanto el camarada
Mártov, como todos nosotros, nos riéramos a carcajadas de las lamentaciones del
camarada Iegórov, que efectivamente mueven a risa. Sí, "en los últimos
días ", muchísimas cosas giraron alrededor de la composición
personal de los organismos centrales. Es verdad. Todo el mundo lo veía
claramente en el Congreso, en efecto (y sólo ahora trata la minoría
de poner sombras en este hecho claro). Por último, también es verdad que
hace falta llamar las cosas por sus verdaderos nombres. Pero, por Dios, ¿a qué
viene aquí lo de "perder los principios"? Precisamente
habíamos ido al Congreso (v. pág. 10, orden del día del Congreso) para
hablar en los primeros días del programa, de la táctica y de los
estatutos y resolver las cuestiones correspondientes, y para tratar en los
últimos días (puntos 18-19 del orden del día) de la composición personal de
los organismos centrales y resolver estos problemas. Es muy natural y
absolutamente legítimo el dedicar los últimos días de los congresos a
luchar por la batuta de director. (Lo que es baja querella, es pelearse por la
batuta de director una vez celebrados los congresos ). Si una persona
sufre en un congreso una derrota
pág.
126
en lo tocante a la
composición personal de los organismos centrales (como le ha ocurrido al
camarada Iegórov), es sencillamente ridículo hablar después de esto de
que se han "perdido los principios". De modo que es natural que todo
el mundo se riera del camarada Iegórov. Y también es natural que el camarada
Muraviov pidiera que constara en acta la participación que en esta risa tuvo el
camarada Mártov: al reirse del camarada Iegórov, el camarada Mártov
se reía de sí mismo.
Para
completar la ironía del camarada Muraviov, no estaría quizá de más relatar el
hecho siguiente. Después del Congreso, el camarada Mártov, como es
sabido, afirmó a diestro y siniestro que el papel cardinal en nuestra
divergencia lo había desempeñado precisamente el problema de la cooptación para
los organismos centrales, que "la mayoría de la antigua redacción"
estaba terminantemente en contra del control recíproco en la cooptación para
los organismos centrales. Antes del Congreso, aceptando mi proyecto de
elegir dos tríos, con cooptación por ambas partes con 2/3, el camarada Mártov me
escribió sobre esto: "Aceptando esta forma de cooptación recíproca,
hay que subrayar que, después del Congreso, todas las instancias completarán el
número de sus miembros sobre principios algo distintos (yo recomendaría el
procedimiento siguiente : cada instancia coopta nuevos miembros, poniendo
su propósito en conocimiento de la otra instancia: esta última puede
protestar, y entonces resuelve la cuestión el Consejo. Para que no
haya trámites pesados, este procedimiento se aplicaría a candidatos señalados
de antemano, por lo menos para el C.C., los cuales pueden ya
cooptarse por un procedimiento más rápido). Para subrayar que, en el futuro, la
cooptación se haría por un procedimiento que se establecerá
pág. 127
por los estatutos del
Partido, hay que añadir al artículo 22[*]: '. . . que deberán confirmarse las decisiones
adoptadas'" (Subrayado por mí).
Huelgan los comentarios.
Explicada ya la significación del momento en
que tuvo lugar la discusión sobre la cooptación para los organismos centrales,
debemos detenernos brevemente a examinar las votaciones relacionadas con
este punto; no hay por qué detenerse en los debates, porque después del
discurso del camarada Mártov y el mío, que he citado, sólo hubo breves
réplicas, en las que tomaron parte un número insignificante de delegados (v.
págs. 277-280 de las actas). En lo tocante a las votaciones, el camarada Mártov
afirmó ante el Congreso de la Liga que yo, en mi exposición, había
"desvirtuado enormemente" los hechos (pág. 60 de las actas de la
Liga), "al trazar el cuadro de la lucha en torno a los estatutos. . . [sin
querer ha dicho el camarada Mártov una gran verdad: después del artículo
primero, la discusión giró acalorada, precisamente en torno a los
estatutos]. . . como lucha de Iskra contra los martovistas, que habían
formado coalición con el Bund".
Veamos con más detalle este interesante
problema de "desvirtuar enormemente". El camarada Mártov reúne las
votaciones sobre la composición del Consejo con las votaciones
* Se trata de mi proyecto inicial de Tagesordnung [orden del día. -- N.
de la Red.] del Congreso y del comentario al mismo, que conocían todos los
delegados. El artículo 22 de este proyecto trataba precisamente de la elección
de dos tríos para el Organo Central y el C.C., de la "cooptación
recíproca" por estos seis por mayoría de 2/3, de la confirmación de esta
cooptación reciproca por el Congreso y de la ulterior cooptación independiente
para el Organo Central y el Comité Central.
pág.
128
sobre la cooptación y
cita ocho votaciones: 1) Elección de dos miembros para el Consejo por el Organo
Central y otros dos por el Comité Central: 27 votos a favor (M), 16 en contra
(L), 7 abstenciones[*]. (Digamos entre paréntesis que las actas, pág.
270, dan ocho abstenciones, pero esto es una minucia.) 2) Elección del quinto
miembro del Consejo por el Congreso: 23 votos a favor (L), 18 en contra (M), 7
abstenciones. 3) Provisión de los puestos vacantes en el Consejo por este
mismo: 23 votos en contra (M), 16 a favor (L) y 12 abstenciones. 4) Unanimidad
en el C.C.: 25 votos a favor (L), 19 en contra (M), 7 abstenciones. 5)
Necesidad de una protesta motivada para que un miembro no sea admitido: 21
votos a favor (L), 19 en Gontra (M), 11 abstenciones. 6) Unanimidad en la
cooptación para el Organo Central: 23 votos a favor (L), 21 en contra (M), 7
abstenciones 7) Posibilidad de una votación sobre el derecho del Consejo a
anular los acuerdos del Organo Central y del Comité Central en lo tocante a la
no admisión de un nuevo miembro: 25 votos a favor (M), 19 en contra (L), 7
abstenciones. 8) El proponer esto: 24 votos a favor (M), 23 en contra (L), 4
abstenciones. "En este caso -- concluye el camarada Mártov (pág. 61 de las
actas de la Liga), es evi dente que un delegado del Bund votó por la
proposición y los demás se abstuvieron ". (Subrayado por mí).
Cabe preguntar: ¿por qué considera el
camarada Mártov evidente que un delegado del Bund había votado por él,
por Mártov, cuando no hubo votaciones nominales?
Porque se fija en el número de votantes,
y cuando este número indica que el Bund ha tomado parte en la votación,
entonces él, el camarada Mártov, no duda de que haya tomado parte a su
favor, de Mártov.
* Las letras M y L entre paréntesis indican de qué lado estábamos Mártov
(M) y yo (L).
pág. 129
¿De dónde
resulta aquí que yo haya "desvirtuado enormemente"?
Había en
total 51 votos, 46 sin los del Bund, 43 sin los partidarios de "Rabócheie
Dielo". En siete de las ocho votaciones que cita el camarada Mártov
tomaron parte 43, 41, 39, 44, 40, 44, y 44 delegados; en una tomaron
parte 47 delegados (o mejor dicho, hubo 47 votos) y en este caso el mismo
camarada Mártov reconoce que le apoyó un bundista. De este modo resulta que el
cuadro que traza Mártov (y que traza de un moclo incompleto, según veremos en
seguida) ¡no hace sino confirmar y acentuar la exposición que yo hice de la
lucha! Resulta que en muchos casos fue muy grande el número de las
abstenciones: lo cual demuestra que todo el Congreso tenía relativamente
poco interés por ciertos detalles y que no hubo agrupamiento totalmente
definido de los iskristas sobre estas cuestiones. Al decir que los bundistas
"ayudan manifiestamente a Lenin con su abstención" (pág. 62 de las
actas de la Liga), Mártov habla precisamente en contra de sí mismo ;
porque resulta que sólo en el caso de estar ausentes los bundistas, o en
el caso de que se abstuvieran, podía yo esperar un triunfo. Pero todas las
veces que los bundistas consideraban que valía la pena intervenir en la
lucha, apoyaron al camarada Mártov, y semejante intervención no tuvo lugar
tan sólo en el caso que más arriba he citado, cuando participaron 47
delegados. Quien tenga a bien consultar las actas del Congreso verá que el
cuadro trazado por el camarada Mártov queda, de un modo muy extraño, incompleto.
El camarada Mártov ha omitido sencillamente otros tres casos en que el
Bund tomó parte en las votaciones, con el detalle de que en todos
estos casos, naturalmente, salió vencedor el camarada Mártov. Se
trata de los casos siguientes: 1)
pág.
130
Se acepta la enmienda del
camarada Fomín, reduciendo la mayoría calificada de 4/5 a 2/3; 27 votos a
favor, 21 en contra (pág. 278), es decir, que participaron 48 votos. 2) Se
acepta la proposición del camarada Mártov de suprimir la cooptación recíproca:
26 votos a favor, 24 en contra (pág. 279), es decir, han tomado parte 50 votos.
Por último, 3) se rechaza mi proposición de que es indispensable la conformidad
de todos los miembros del Consejo para que se admita la cooptación para el C.C.
y el Organo Central (pág. 280): 27 votos en contra, 22 a favor (hubo incluso
votación nominal, pero no figura en las actas, y es de lamentar), es decir, que
fueron 49 los votantes.
Total: en
lo que se refiere a la cooptación para los organismos centrales, los bundistas no
tomaron parte sino en cuatro votaciones (las tres que yo acabo de citar,
con 48, 50 y 49 votantes, y una citada por el camarada Mártov, con 47
votantes). En todas estas votaciones resultó vencedor el camarada
Mártov. Mi exposición resulta exacta en todos sus puntos : cuando indico
la coalición con el Bund, cuando hago constar que lós problemas tratados son
relativamente cuestiones de detalle (muchísimos casos con un número
considerable de abstenciones), cuando digo que no hay agrupamiento determinado
de los iskristas (no hay votacioens nominales; muy pocas personas expresan su
opinión en los debates).
Cuando el
camarada Mártov intenta encontrar en mi exposición contradicciones, lo hace con
medios que de nada le sirven, porque el camarada Mártov ha arrancado palabrejas
aisladas y no se ha tomado la molestia de reproducir el cuadro por entero.
El último
artículo de los estatutos consagrado a la organización en el extranjero,
provocó de nuevo debates y votacio-
pág. 131
nes sumamente
característicos, desde el punto de vista de los agrupamientos que había en el
Cóngreso. Se trataba de reconocer a la Liga como organización del Partido en el
extranjero. El camarada Akímov, naturalmente, se opuso en seguida, recordando
la Unión en el extranjero, aprobada por el I Congreso, y llamando la atención
sobre la importancia que el problema revestía desde el punto de vista de los
principios. "En primer lugar, he de decir -- declaró -- que no concedo
gran valor práctico a esta o la otra solución de este problema. La lucha
ideológica que ha venido desarrollándose hasta ahora en nuestro Partido no ha
terminado, indudablemente; pero continuará en otros planos y con otra
agrupación de fuerzas. . . En el artículo 13 de los estatutos ha quedado
reflejada nuevamente, y de un modo muy marcado, la tendencia a hacer de nuestro
Congreso, en lugar de un congreso de partido, un congreso de fracción. En vez
de obligar, en Rusia, a todos los socialdemócratas a someterse a las decisiones
del Congre so del Partido en aras de la unidad de éste, unificando todas sus
organizaciones, se propone al Congreso que disuelva la organización de la
minoría, que obligue a esta última a desaparecer" (281). Como puede ver el
lector, "la continuidad", que tanto aprecio le merece ahora al
camarada Mártov después de su derrota en el problema de la composición de los
organismos centrales, no era menos estimada por el camarada Akímov. Pero, en el
Congreso, los que aplicaban medidas distintas según se tratara de ellos mismos
o de los demás, se levantaron apasionadamente contra el camarada Akímov. Aunque
se ha aceptado el programa, aunque se ha reconocido a Iskra y se han
aprobado casi todos los estatutos, se saca a escena precisamente el
"principio" que separa "en principio" a la Liga de la
Unión. "Si el camarada Akímov quiere plantear la cuestión en el terreno de
los principios -- excla-
pág.
132
ma el camarada Mártov --
nada tenemos que objetar; sobre todo, teniendo en cuenta que el camarada Akímov
ha hablado de las combinaciones posibles en la lucha contra dos tendencias. El
triunfo de una tendencia no debe sancionarse [¡no olvidéis que esto se ha
dicho en la sesión 27 del Congreso!] para poder hacer una nueva reverencia ante
Iskra, sino para despedirse definitivamente de todas las combinaciones
posibles de que ha empezado e hablar el camarada Akímov " (282.
Subrayado por mí).
Cuadro: el camarada Mártov, después de terminadas en el Congreso
todas las discusiones sobre el programa, aún continúa despidiéndose
definitivamente de todas las combinaciones posibles. . . ¡mientras no ha
sido derrotado en el problema de la composición de los organismos centrales! En
el Congreso el camarada Mártov "se despide definitivamente" de la posible
"combinación" que con tanto éxito pone en práctica inmediatamente
después del Congreso. Pero el camarada Akímov demostró ya entonces
ser mucho más perspicaz que el camarada Mártov; el camarada Akímov se refirió a
los cinco años de trabajo de "la vieja organización del Partido, que por
voluntad del I Congreso llevaba el nombre de Comíté", y terminó con un
ultraponzoñoso y providencial alfilerazo: "Por lo que se refiere a
la opinión del camarada Mártov, que considera vanas mis esperanzas de que surja
en nuestro Partido una tendencia nueva, debo decir que incluso él mismo me
da esperanzas " (pág. 283).
¡Sí, hay
que reconocer que el camarada Mártov ha confirmado brillantemente las
esperanzas del camarada Akímov!
El camarada
Mártov ha seguido al camarada Akímov, convencido de que éste tenía razón,
después de que se rompió la "continuidad" en el antiguo organismo de
dirección colectiva del Partido que, según constaba, había trabajado tres
pág. 133
años. No le ha costado
muy caro al camarada Akímov su triunfo.
En el
Congreso, sin embargo, sólo se pusieron de parte del camarada Akímov -- y de un
modo consecuente -- los camaradas Martinov, Brúker y los bundistas (8 votos).
El camarada Iegórov, como auténtico jefe del "centro", prefiere la
dorada medianía: está de acuerdo, como dice, con los iskristas, "simpatiza"
con ellos (pág. 282) y demuestra esta simpatía proponiendo (pág.
283) que se pase por alto todo el problema de principios planteado, que no
se hable ni de la Liga ni de la Unión. Se rechaza la proposición por 27
votos contra 15. Es evidente que, además de los antiiskristas (8), votó con el
camarada Iegórov casi todo el "centro" (10) (los votantes son en
total 42, de modo que hay un número considerable de abstenciones o de ausentes,
como sucedía muy a menudo con las votaciones que carecían de interés y cuyo
resultado era indudable ). En cuanto se habla de llevar a la
práctica los principios iskristas, resulta en seguida que la
"simpatía" del "centro" es puramente verbal y sólo
nos siguen treinta votos o poco más. Lo demuestran de un modo aún más diáfano
los debates y las votaciones sobre la proposición de Rúsov (reconocer a la Liga
como única organización en el extranjero). Los antiiskristas y la
"charca" adoptan ya francamente una posición de principios,
que defienden los camaradas Líber y Iegórov, declarando que la proposición del
camarada Rúsov no puede ponerse a votación y es ilegitima: "Con ella se da
muerte a todas las demás organizaciones en el extranjero" (Iegórov). Y el
orador, no queriendo intervenir en lo de "dar muerte a organizaciones",
no sólo se niega a votar, sino que incluso abandona la sala. Sin embargo, hay
que hacer justicia al lider del "centro": dio diez veces más pruebas
de convicción (en sus equivocados principios) y de
pág.
134
valentía política que el
camarada Mártov y compañía, pues salió en defensa de la organización liquidada no
sólo cuando se trataba de su propio círculo, que había sido derotado en
lucha franca.
Por 27
votos contra 15 se acuerda someter a votación la proposición del camarada
Rúsov, que es aprobada por 25 votos contra 17. Añadiendo a estos 17 el voto del
camarada Iegórov, ausente, tenemos el conjunto completo (18) de
antiiskristas y "centro" .
Todo el
artículo 13 de los estatutos, sobre la organización en el extranjero, se
aprueba sólo por 31 votos contra 12, con 6 abstenciones. Este número,
31, que nos da aproximadamente el número de iskristas que había en el Congreso,
es decir, de las personas que propugnan consecuentemente y aplican en la
práctica las opiniones de Iskra, lo encontramos ya por lo menos la
sexta vez al analizar las votaciones del Congreso (lugar que correspondía a la
cuestión del Bund, incidente con el Comité de Organización, disolución del
grupo "Iuzhni Rabochi" y dos votaciones sobre el programa agrario).
¡Y el camarada Mártov, en serio, quiere convencernos de que no hay fundamento
alguno para señalar tan "reducido" grupo de iskristas!
Tampoco
podemos dejar de consignar que la aprobación del artículo 13 de los estatutos
provocó debates extremadamente característicos cuando los camaradas Akímov y
Martínov declararon "que se negaban a tomar parte en la votación"
(pág. 288). El Buró del Congreso examinó esta declaración y reconoció -- con
toda razón -- que incluso la misma disolución de la Unión no hubiera dado a los
delegados de ésta ningún derecho a negarse a tomar parte en la labor del
Congreso. El negarse a votar era indudablemente algo anormal e inadmisible: tal
era el punto de vista que, con el Buró, adoptó
pág. 135
todo el Congreso,
incluidos los iskristas de la minoría, que en la sesión 28 ¡censuraron
apasionadamente lo que ellos mismos habían de hacer en la sesión 31! Cuando
el camarada Martínov salió en defensa de lo que había dicho (pág. 291), se
levantaron contra él Pavlóvich, Trotski, Karski y Mártov. Con peculiar claridad
reconoció el camarada Mártov los deberes de una minoría descontenta (imientras
no quedó él mismo en la minoría!) y de un modo muy didáctico discurseó sobre
ellos. "O sois miembros del Congreso -- exclamaba, dirigiéndose a los
camaradas Akímov y Martínov -- y entonces debéis tomar parte en todos
sus trabajos [subrayado por mí; ¡el camarada Mártov no veía aún entonces
formalismo y burocratismo en la sumisión de la minoría a la mayoríal], o no lo sois,
y entonces no podéis permanecer en la sesión. . . Con su declaración, los
delegados de la Unión me obligan a hacerles dos preguntas: ¿Son miembros del
Partido? ¿Son miembros del Congreso?" (pág. 292).
¡El
camarada Mártov alecciona al camarada Akímov sobre los deberes de un miembro
del Partido! Pero no en vano había ya dicho el camarada Akímov que tenía
ciertas esperanzas en el camarada Mártov. . . Estas esperanzas habían de
convertirse en realidad, pero sólo después de la derrota del camarada
Mártov en lás elecciones. Cuando no se trataba de él mismo, sino de otros, el
camarada Mártov hizo oídos sordos incluso a, las terribles palabras de
"ley de excepción", que pronunció por primera vez (si no me
equivoco) el camarada Martínov. "Las explicaciones que se nos han
dado -- contesta el camarada Martínov a los que trataban de convencerle para
que retirara su declaración -- no han puesto en claro sí se trataba de una
decisión en principio o de una medida de excepctón contra la Unión. En
este caso, consideramos que se ha inferido a la Unión un agravio. El camarada
pág.
136
Iegórov, lo mismo que
nosotros, tiene la impresión de que se trata de una ley de excepción
[subrayado por mí] contra la Unión y por ello incluso ha abandonado la
sala" (pág. 295). Tanto el camarada Mártov como el camarada Trotski se
alian enérgicamente, con Plejánov, contra la idea absurda, verdaderamente
absurda, de ver un agravio en el voto del Congreso, y el camarada
Trotski, defendiendo la resolución adoptada, a propuesta suya, por el Congreso
(los camaradas Akímov y Martínov pueden considerarse absolutamente
satisfechos), afirma que "tiene un carácter de principio y no filisteo, y no
nos importa que alguien se sienta agraviado por él " (pág. 296). Muy
pronto resultó, sin embargo, que la mentalidad de círculos y el espíritu
filisteo eran aún demasiado fuertes en nuestro Partido, y las orgullosas
palabras que he subrayado quedaron reducidas a una frase altisonante.
Los
camaradas Akímov y Martínov se negaron a retirar su declaración y abandonaron
el Congreso entre exclamaciones de todos los delegados "¡No hay
motivo!"
pág. 137
ll) LAS ELECCIONES. FINAL DEL CONGRESO
Después de los
estatutos, el Congreso aprobó una resolución sobre las organizaciones
regionales, una serie de resoluciones sobre diversas organizaciones del Partido
y, después de un debate sumamente instructivo sobre el grupo "Iuzhni
Rabochi", que he analizado más arriba, pasó a tratar de las elecciones
para los organismos centrales del Partido.
Ya sabemos que
la organización de Iskra, de la que todo el Congreso esperaba una
recomendación autorizada, se escindió sobre este punto, pues su minoría
quiso probar en el Congreso, en lucha abierta y libre, si conseguía conquistar
la mayoría. Sabemos también que, mucho antes del Congreso y en el
Congreso, todos los delegados tenían conocimiento del plan de renovar la
redacción eligiendo dos tríos para el Organo Central y el Comité Central.
Detengámonos en este plan con más detalle para aclarar las discusiones del
Congreso.
He aquí el
texto exacto de mi comentario al proyecto de Tagersordnung del Congreso
que exponía este plan*. "El Congreso eligirá tres personas para la
redacción del Organo Central y tres para el Comité Central. Estas seis personas
juntas, por mayoría de 2/3, completarán en caso necesario el número de
miembros de la redacción del Organo Central y
* Véase mi "Carta a la redacción de Iskra ", pág. 5, y
las actas de la Liga, pág. 53.
pág. 138
del Comité Central por
cooptación y harán el correspondiente informe ante el Congreso. Cuando el
Congreso haya aprobado este informe, la cooptación se hará luego separadamente
por la redacción del Organo Central y por el Comité Central".
El plan se
pone de relieve en este texto del modo más claro e inequívoco: el plan
significa que la redacción se renueva con la participación de los
dirigentes más influyentes del trabajo práctico. Los dos rasgos de este plán
que he señalado los notará en seguida todo el que se tome la molestia de leer
con atención el texto insertado. Pero en los tiempos actuales hay que pararse a
explicar las cosas más elementales. El plan significa precisamente que la
redacción se renueva, y no necesariamente que se amplíe o se rduzca el
número de sus miembros, sino precisamente que se renueva, porque se deja en
suspenso la cuestión de una posible ampliación o reducción; la cooptación
se establece tan sólo para el caso en que sea imprescindible. Entre las
hipótesis que diversas personas formularon en lo tocante a esta renovación,
hubo también planes de una posible reducción o aumento del número de miembros
de la redacción hasta siete (yo mismo he considerado siempre que siete era
mucho más conveniente que seis) e incluso hasta once (cosa que yo consideraba
posible en caso de una unión pacífica con todas las organizaciones
socialdemócratas en general, y de un modo particular con el Bund y con la
socialdemocracia polaca). Pero lo más importante, que de ordinario olvidan
quienes hablan del "trío", es la exigencia de que los miembros del
C.C. tomen luego parte en la solución del problema de la cooptación para el
Organo Central. Ni un solo camarada, entre toda la masa de miembros
pág. 139
de la organización y
delegados de la "minoría" en el Congreso que conocían este plan y lo
aprobaban (expresando su conformidad bien de un modo explícito, bien con su
silencio), se molestó en explicar lo que significaba esa exigencia En primer
lugar: ¿por qué se tomaba como punto de partida para renovar la redacción
precisamente un trío y sólo un trío? Es evidente que esto carecería en
absoluto de sentido, si exclusivamente, o incluso principalmente, se
tratara de ampliar ese organismo, si se reconociera que ese organismo
era realmente "armónico". Sería extraño que para ampliar un organismo
"armónico" no se partiera de su conjunto, sino solamente de
una parte de él. Es evidente que no se consideraba a todos los
miembros de ese organismo plenamente aptos para tratar y resolver sobre
la renovación de su composición personal, sobre la conversión del viejo círculo
de redactores en un organismo del Partido. Es evidente que, incluso
quien personalmente deseara una renovación en forma de ampliación, reconocía
que la vieja composición no era armónica, que no respondía al ideal de
organismo del Partido, porque de otro modo no había por qué empezar por
reducir los seis a tres para ampliar su número. Repito que esto es de
sobra evidente y sólo pudo caer en olvido por haberse encizañado temporalmente
el problema con "cuestiones personales".
En segundo
lugar, por el texto arriba citado se ve que no bastaba ni aun la conformidad
de los tres miembros del Organo Central para ampliar el trío. También esto
se olvida siempre. Para la cooptación se necesitan dos tercios de seis,
es decir, cuatro votos; por tanto, bastaba con que los tres miembros
elegidos para el Comité Central presentaran su "veto", para que toda
ampliación del trío fuese imposible. Por el contrario, incluso si dos de
los tres miembros
pág. 140
de la redacción del Organo
Central estaban en contra de que siguiera la cooptación, ésta podía, sin
embargo, realizarse, en caso de estar conformes los tres miembros del C.C. De
este modo es evidente que, al convertir el viejo círculo en organismo del Partido,
se quería dar el voto decisivo a los dirigentes del trabajo práctico,
elegidos por el Congreso. Un hecho muestra qué camaradas teníamos
aproximadamente en cuenta al hacerlo: antes del Congreso, la redacción eligió
por unanimidad como séptimo miembro al camarada Pavlóvich para el caso de que
hubiera que intervenir en el Congreso en nombre de nuestro organismo; además
del camarada Pavlóvich, se propuso para el séptimo puesto a un viejo miembro de
la organización de Iskra y miembro del Comité de Organización, que
luego fue elegido miembro del C. C.
Así, pues, el
plan de elegir dos tríos tenía, evidentemente, el objeto siguiente: 1) renovar
la redacción, 2) borrar en ella algunos rasgos del viejo espíritu de círculo,
inadecuado en un organismo del Partido (¡si no hubiera nada que borrar no había
por qué inventar el trío como punto inicial!) y, por último, 3) borrar los
rasgos "teocráticos" de un organismo de literatos (borrarlos haciendo
que destacados militantes prácticos intervinieran en la solución del
problema de la ampliación del trío). Este plan, que se puso en conocimiento de
todos los redactores, se fundaba, de un modo evidente, en tres años de
experiencia de trabajo y respondía, de un modo absolutamente
consecuente, a los principios de organización revolucionaria que nosotros
ponemos en práctica: en la época de dispersión, cuando apareció Iskra,
los diversos grupos se formaban con frecuencia de un modo casual y espontáneo,
adoleciendo inevitablemente de ciertas nocivas ma-
pág. 141
nifestaciones del espíritu
de círculo. Crear un partido suponía borrar tales rasgos y exigía que fuesen
borrados; era imprescindible la participación de destacados militantes
prácticos en dicho organismo, porque algunos miembros de la redacción se
ocupaban siempre de asuntos de organización, y en el sistema de
organismos del Partido tenía que haber no sólo un organismo de literatos, sino
un organismo de dirigentes políticos. Igualmente era natural, desde el punto de
vista de la política que siempre había propugnado Iskra, que se diera a
elegir al Congreso el trío que debía servir de punto de partida: nosotros
preparamos el Congreso con extremo cuidado, en espera de que se
aclararan totalmente los problemas de principio que estaban en discusión
en cuanto al programa, a la táctica y organización; no dudábamos de que
el Congreso serfa un congreso iskrista, en el sentido de que la inmensa
mayoría se solidarizaría en estos problemas fundamentales (cosa que demuestran
también, en parte, las resoluciones por las que se reconocía a Iskra
como órgano dirigente); por ello mismo, teníamos que permitir a los
camaradas sobre cuyos hombros había pesado toda la labor de difusión de las
ideas de Iskra y de preparación de su conversión en Partido, que ellos
mismos resolvieran quiénes eran los candidatos más aptos para el nuevo
organismo del Partido. Sólo este carácter natural del plan de los
"dos tríos", sólo el hecho de que respondiera plenamente
a toda la política de Iskra y a todo lo que sabía de Iskra quien
tuviera la más mínima relacion con el trabajo, puede explicar que el
plan mereciera la aprobación general y que no hubiera ningún otro plan que le
hiciera competencia.
Y he aquí que
en el Congreso el camarada Rúsov propone ante todo que se elijan los dos
tríos. Los partidarios de Mártov, el cual nos había comunicado por
escrito la relación
pág. 142
que existía entre este
plan y la falsa acusación de oportunismo, ni siquiera pensaron, sin embargo, en reducir la discusión sobre los seis y los
tres al problema sobre la corrección o in corrección de semejante acusación. ¡Ni
uno de ellos lo men cionó siquiera! Ni uno de ellos se atrevió a decir ni una
palabra acerca de la diferencia de principio en los matices relacionados
con los seis y los tres. Prefirieron un procedimiento más corriente y más
barato: apelar a la lástima, hablar de un posible agravio, fingir
que el problema de la redacción estaba ya resuelto al dar a Iskra
el título de Organo Central. Este último argumento, utilizado por el camarada
Koltzov contra el camarada Rúsov, es manifiestamente falso. En el orden
del día del Congreso figuraban -- y desde luego no por casualidad -- dos puntos
especiales (v. pág. 10 de las actas): p. 4, "El Organo Central del
Partido", y p. 18, "Elecciones al C.C. y a la redacción- del Organo
Central". Eso, en primer lugar. En segundo lugar, al designar el Organo
Central, todos los delegados declararon categóricamente que con ello no
se confirmaba la redacción, sino sólo la orientación* y no hubo protesta
alguna contra tales declaraciones.
* Véase pág. 140 de las actas, el discurso de Akímov : ". .
. se me dice que de las elecciones para el Organo Central hablaremos al
final"; el discurso de Muraviov contra Akímov, "quien toma
demasiado a pecho el problema de la futura redacción del Organo Central"
(pág. 141); el discurso de Pavlóvich, cuando dice que, una vez designado
el Organo Central, teníamos "datos concretos con los cuales podíamos hacer
las operaciones de las que tanto se preocupaba el camarada Akímov", y que,
en cuanto a la "sumisión" de Iskra a los "acuerdos del
Partido", no podía haber ni sombra de duda (pág. 142); el discurso de
Trotski: "si no confirmamos la redacción, ¿qué es lo que confirmamos en
Iskra? . . . No un nombre, sino una orientación. . . , no un nombre, sino una
bandera" (pág. 142); el discurso de Martínov: ". . . Como muchos
otros camaradas, creo que, al tratar del reconocimiento de Iskra como
periódico de deterrninada tendencia, como Organo Central nuestro, no debemos
tratar ahora de la [cont.
en pág.
143. -- DJR] forma
te elegir o confirmar su redacción; trataremos de ello más adelante, en el
lugar correspondiente del orden del día. . ." (pág. 143).
pág. 143
Por tanto,
al decir que, por aprobar un órgano determinado, el Congreso, en el fondo,
había confirmado ya también con ello mismo a la redacción -- cosa que dijeron
muchas veces los partidarios de la minoría (Koltzov, pág. 321; Posadovski,
idem; Popov, pág. 322, y muchos otros) --, se incurría de hecho en una
falsedad. De un modo evidente para todos, se trataba de una maniobra
que encubria el abandono de las posiciones ocupadas cuando todos
podían adoptar todavía una actitud realmente imparcial en lo que se
refería a la composición de los organismos centrales. El abandono no podía
justificarse, ni por motivos de principio (porque plantear en el Congreso
la cuestión de la "falsa acusación de oportunismo" era demasiado desventajoso
para la minoría, que no dijo ni una palabra de ello ), ni alegando hechos
acerca de la efectiva capacidad de trabajo de los seis o los tres (porque sólo
el tocar esos hechos hubiera acumulado una montaña de pruebas en contra de la
minoría) Tuvieron que salir del paso con las frases sobre el "todo armónico",
sobre la "colectividad armónica", o sobre la "armonía y la
integridad cristalina del todo", etc. No es de extrañar que semejantes
argumentos fueran inmediatamente llamados por su nombre: "palabras
lastimeras " (pág. 328). El mismo plan del trío era ya un testimonio
evidente de la falta de "armonía", y las impresiones recogidas por
los delegados en el transcurso de más de un mes de trabajo en común les
proporcionaron evidentemente una gran cantidad de datos para que pudieran
juzgar de un modo independiente. Cuando el camarada Posadovski aludió a
estos datos (de un modo imprudente e irreflexivo, desde su punto de vista: v.
págs. 321 y 325 sobre el
pág.
144
uso
"condicional" que hace de la palabra "asperezas"), el
camarada Muraviov declaró francamente: "A mi juicio, la mayoría del
Congreso ve con toda claridad en el momento actual que indudablemente existen
tales[*] asperezas" (pág. 321). La minoría tuvo a
bien entender la palabra "asperezas" (que puso en circulación
Posadovski, y no Muraviov) exclusivamente en el sentido de algo personal, sin
decidirse a recoger el guante arrojado por el camarada Muraviov, sin decidirse
a exponer ni un solo argumento que en realidad sirviera para
defender a los seis. Resultó una discusión archicómica, por su esterilidad: la
mayoría (por boca del camarada Muraviov) dice que ve con toda claridad
lo que actualmente significan los seis y los tres, y la minoría se empeña en no
oírlo y afirma que "no tenemos la posibilidad de entrar en
análisis". La mayoría no sólo considera que se puede entrar en análisis,
sino que ella ya "ha entrado en análisis", y habla de los re sultados
de este análisis, absolutamente claros para ella; la minoría, por lo
visto, tiene miedo al análisis, y se defiende tan sólo con
"palabras lastimeras". La mayoría aconseja "que se tenga en
cuenta que nuestro Organo Central no es meramente un grupo literario", la
mayoría "quiere que figuren al frente del Organo Central personas
perfectamente de terminadas, conocidas del Congreso, personas que
respondan a las condiciones de que he hablado" (es decir, a
condiciones no solamente literarias, pág. 327, discurso del camarada Lan-
* Terminó el Congreso sin que nos enteráramos a qué
"asperezas" se refería el camarada Posadovski. En cambio, el camarada
Muraviov, en la misma sesión (pág. 322), puso en duda que se hubiera
interpretado fielmente su pensamiento, y cuando se ratificaba las actas,
declaró francamente que "había hablado de asperezas que había habido en
las deliberaciones del Congreso sobre diversas cuestiones, de asperezas de un
carácter de principio, cuya existencia, por desgracia, es en el momento actual
un hecho que nadie negará" (pág. 353).
pág. 145
gue). Tampoco esta vez se
decide la minoría a recoger el guante y no dice ni una palabra sobre quien
pueda ser, a su juicio, apto para un organismo de dirección colectiva que no
sea sólo literario, quién pueda ser la persona "perfectamente determinada
y conocida del Congreso". La minoría sigue atrincherándose tras la tan
decantada "armonía". Y aún más: la minoría llega a utilizar
argumentos que son absolutamente falsos en principio y que por elío, y con
justa razón, son enérgicamente desechados. "El Congreso -- ¡figuráos! --
no tiene derecho moral ni político para modificar la composición de la
redacción" (Trotski, pág. 326), "ésta es una cuestión demasiado
delicada [¡sic!] " (el mismo orador); "¿qué actitud deberán
adoptar los miembros de la redacción no elegidos ante el hecho de que el
Congreso no desea verlos más entre los componentes de la redacción? "
(Tsariov, pág. 324)*.
Semejantes
argumentos transferían ya plenamente la cuestión al terreno de la lástima y
de los agravios, reconociendo así abiertamente la bancarrota en el terreno
de los argumentos efectivamente de principio, efectivamente políticos. Y la
mayoría caracterizó al instante este modo de plantear el problema con la
palabra que le cuadraba: filisteísmo (el camarada Rúsov). "En boca
de revoíucionarios -- dijo el camarada Rúsov con razón --, se oyen palabras
extrañas, que están en completa desarmonía con el concepto de trabajo de
partido, de ética de partido. El argumento fundamental de los adversarios de la
elección de tríos se reduce a un punto de vista puramente filisteo sobre los
asuntos del Partido [todo el
* Cfr. el discurso del camarada Posadovski: ". . . Eligiendo a tres
de entre los seis miembros de la antigua redacción decís por ello mismo que los
otros tres no hacen falta, que están de más. Y no tenéis ni derecho ni motivos
fundados para hacerlo."
pág.
146
subrayado es mío]. . .
Colocándonos en este punto de vista, que no es de partido, sino filisteo,
nos encontraremos en cada elección ante el problema de si se ofenderá Petrov
porque no le han elegido a él, sino a Ivanov, de si se ofenderá determinado
miembro del Comité de Organización, porque no ha sido elegido él, sino otro
para el C.C. ¿Adónde nos llevará todo esto, camaradas? Si nos hemos reunido
aquí, no para dirigirnos mutuamente discursos agradables, ternuras
filisteas, sino para formar un partido, no podemos en modo alguno estar
conformes con semejante punto de vista. Se trata de elegir funcionarios
y no puede plantearse la cuestión de falta de confianza hacia ninguno de los no
elegidos, sino sólo del bien de la causa y lo adecuado de la persona elegida
para el cargo de que se trate " (pág. 325).
A todo el
que quiera entender por sí mismo los motivos de la escisión del Partido y
llegar a sus raíces en el Congreso, le aconsejaríamos que leyera y
releyera el discurso del camarada Rúsov, cuyos argumentos no sólo no refutó
la minoría, sino que ni siquiera los puso en discusión. Por lo demás, tampoco
pueden ponerse en duda verdades tan elementales y primarias, cuyo olvido explicó
ya el mismo camarada Rúsov, con razón, sólo por "excitación nerviosa ".
Y ésta es, efectivamente, para la minoría la explicación menos desagradable del
hecho de que haya podido pasar del punto de vista del Partido al punto de vista
del espíritu filisteo y de círculos*.
* El camarada Mártov, en su "Estado de sitio", se ha referido
a esta cuestión del mismo modo que a los demás problemas que trata. No se ha
molestado en trazar un cuadro completo de la discusión. Ha pasado modestamente
por alto el unico problema que, con verdadero carácter de principio,
surgió en aquella discusión: ¿ternuras filisteas o elección de funcionarios?
¿Punto de vista de partido o agravio a fulano o mengano? También aquí se ha
limitado el camarada Mártov a desgajar de lo sucedido [cont. en pág. 147. -- DJR] trocitos aislados y faltos de ilación,
añadiendo toda clase de injurias para mí. ¡Poco es eso, camarada Mártov!
Especialmente, insiste Mártov en preguntarme a mi, por
qué no se eligió en el Congreso a los camaradas Axelrod, Zasúlich y
Starovier. El punto de vista filisteo en el que se ha colocado, le impide ver
lo indecoroso de semejantes preguntas (¿por qué no pregunta a su colega
de redacción, al camarada Plejánov?). Ve una contradicción en el hecho de que
yo considere como "falta de tacto" la conducta de la minoría en el
Congreso en la cuestión de los seis y en que yo exija, al mismo tiempo, que se
informe de ello al Partido. No hay en este caso contradicción, según podría ver
el mismo Mártov, si se hubiera tomado la molestia de exponer con ilación todas
las peripecias del problema, y no partes aisladas. Palta de tacto era plantear
la cuestión desde un punto de vista filisteo, apelar a la lástima y a la
ofensa; los intereses de la publicidad de partido hubieran exigido que se
juzgara a fondo las ventajas de los seis en comparación con los tres,
que se valorara a los candidatos para los cargos, que se juzgaran los matices: la
minoría no dijo ni una palabra de eso en el Congreso.
Si hubiera estudiado atentamente las actas, el camarada Mártov
hubiera visto en los discursos de los delegados toda una serie de
argumentos en contra de los seis. He aquí algunos puntos de estos discursos: 1)
se aprecian claramente, en el antiguo grupo de los seis, rozamientos en el
sentido de matices de principio; 2) es de desear que el trabajo de redacción se
simplifique desde el punto de vista técnico; 3) el bien de la causa esta por
encima de las ternuras filisteas; sólo la elección puede asegurar que las
personas escogidas sean adecuadas a sus cargos; 4) no se pueden poner limites a
la libertad de elección por el Congreso; 5) el Partido no necesita tan sólo en
la actualidad un grupo literario en el Organo Central, en el Organo Central no
hacen falta sólo hombres de letras, sino también admi nistradores; 6) en el
Organo Central debe haber personas absolutamente determinadas, a las que
conozca el Congreso ; 7) un organismo formado por seis personas es
muchas veces incapaz de actuar, y su trabajo no se hace merced a
unos estatutos anormales, sino a pesar de ellos; 8) el dirigir un
periódico es cosa que corresponde al Partido (y no a un circulo), etc. Que
trate el camarada Mártov, si es que tanto le interesan los motivos de no haber
sido elegidas ciertas personas, de comprender cada una de esaf
consideraciones y de refutar aunque sca una sola de ellas.
pág. 147
Pero la
minoría estaba hasta tal punto imposibilitada de buscar argumentos razonables y
serios contra las elecciones,
pág.
148
que, además de poner
espíritu filisteo en un asunto de partido, llegó a procedimientos de
carácter francamente escandaloso. En efecto, ¿qué otro calificativo
puede darse al proce dimiento que empleó el camarada Popov cuando aconsejó al
camarada Muraviov "que no aceptara encargos delicados" (pág.
322)? ¿Qué es esto sino "indagar en conciencia ajena", según dijo con
razón el camarada Sorokin (pág. 328)? ¿Qué es esto sino especular con "ofensas
personales " cuando faltan argumentos políticos? ¿Tenía o no
razón el camarada Sorokin al decir que "siempre hemos protestado contra
procedimientos semejantes"? "¿Es admisible la conducta del
camarada Deich, que de un modo ostensible trató de poner en la picota a los
camaradas que no estaban conformes con él?"* (pág. 328).
Resumamos
los debates sobre la redacción. La minoría no refutó (ni intentó refutar) las
numerosas indicaciones de la mayoría sobre el hecho de que los delegados
conocían el pro-
* Así entendió el camarada Sorokin las palabras del camarada Deich (cfr.
pág. 324, "diálogo violento con Orlov") en aquella misma sesión. El
camarada Deich explica (pág. 351) que "no ha dicho nada de eso", pero
el mismo reconoce en seguida que ha dicho algo surnamente "parecido".
"Yo no he dicho: quién se decidirá -- explica el camarada Deich --, sino:
me interesa ver quienes son los que se decidirán [¡sic!] [¡el camarada Deich se
corrige de mal en peor!] a apoyar tan criminal [¡sic!] proposición como es la
elección de los tres" (pág. 351). El camarada Deich no ha refutado, sino
que ha confirmado las palabras del camarada Sorokin. Las palabras del camarada
Deich confirman que tenía razón el camarada Sorokin al censurar que "todos
los conceptos estuvieran allí confundidos" (en los argumentos de la
minoría a favor de los seis). El camarada Deich confirmaba cuán oportunamente
había recordado el camarada Sorokin la elemental verdad de que "somos
miembros del Partido y debemos proceder guiándonos exclusivamente por
consideraciones políticas". ¡Gritar que las elecciones eran criminales
significaba rebajarse, no sólo al espíritu filisteo, sino francamente al escándalo!
pág. 149
yecto del trío en el
comienzo del Congreso y antes del Congreso y de que, por consiguiente,
aquel proyecto se basaba en consideraciones y datos que no dependían de lo
que sucediera ni de lo que se discutiera en el Congreso. Al defender a los
seis, la minoría mantenía la posición de las consideraciones filisteas, falsa
e inadmisible en principio. La minoría demostró haber olvidado plenamente
el punto de vista del Partido en la elección de funcionarios sin
intentar siquiera valorar a cada candidato, saber si era o no adecuado a
las funciones del cargo. La minoría evitaba tratar el problema a fondo,
aduciendo la tan decantada "armonía", "derramando
lágrimas", "tomando actitudes patéticas" (pág. 327, discurso de
Langue), como si se tratara de "matar" a alguien. Llegó la minoría a
"indagar en conciencia ajena ", a clamar que las elecciones
eran "criminales" y a otros procedimientos igualmente inadmisibles,
bajo la influencia de la "excitación nerviosa " (pág. 325).
La lucha
del espíritu filisteo contra el espíritu de partido, de las
"cuestiones personales " del peor gusto contra las consideraciones
políticas, de palabras lastimeras contra los conceptos más elementales
del deber revolucionario : eso es lo que fue la lucha por los seis y los
tres en la sesión 30 de nuestro Congreso.
Y también
en la sesión 31, cuando, por una mayoría de 19 votos contra 17, con tres
abstenciones, el Congreso rechazó la proposición de confirmar toda la
redacción antigua (v. pág. 330 y la fe de erratas ), y cuando los antiguos
redactores volvieron al salón de sesiones, el camarada Mártov, en su
"declaración en nombre de la mayoría de la antigua redacción" (págs.
330-331), mostró en proporciones aún más considerables las mismas vacilaciones
y la misma falta de firmeza en su posición política y en sus conceptos
políticos. Examinemos
pág.
150
en detalle cada uno de
los puntos de la declaración colectiva y de mi respuesta (págs. 332-333)
a la misma.
"Desde
ahora -- dice el camarada Mártov cuando la antigua redacción no ha sido
confirmada --, no existe ya la vieja Iskra, y seria más consecuente que
cambiara su nombre De todos modos, en el nuevo acuerdo del Congreso vemos una
limitación sustancial del voto de confianza que se dio a Iskra en una de
las primeras sesiones del Congreso".
El camarada
Mártov, con sus colegas, plantea un problema realmente interesante e
instructivo en muchos sentidos: el de la consecuencia política. Ya
contesté a esto remitiéndome a lo que todos habían dicho cuando se
confirmó a Iskra (pág. 349 de las actas: cfr. más arriba, pág. 82)*.
Indudablemente, estamos en presencia de uno dé los casos más flagrantes de
inconsecuencia política; el lector dirá por parte de quién: si por parte de la
mayoría del Congreso o por parte de la mayoría de la antigua redacción. Y
dejaremos también que el lector resuelva otras dos cuestiones, muy
oportunamente planteadas por el camarada Mártov y sus colegas: 1) ¿es un punto
de vista filisteo o de partido el que se manifiesta en el deseo
de ver una "limitación del voto de confianza a Iskra en la
resolución del Congreso de elegir funcionarios para la redacción del Organo
Central? 2) ¿En qué momento deja realmente de existir la vieja
Iskra ": desde el número 46, cuando empezamos a dirigirla los dos con
Plejánov, o desde el número 53, en que empezó a dirigirla la mayoría de la
antigua redacción? Mientras que la primera pregunta es un interesantisimo problema
de principio, la segunda es una interesantisima cuestión de hechos.
* Véase la presente edición, pág. 141-142. (N. de la Red.)
pág. 151
"Como ahora se ha acordado -- continúa
el camarada Mártov -- elegir una redacción de tres personas, yo declaro, en
nombre propio y en el de mis otros tres camaradas, que ninguno de nosotros
formará parte de esa nueva redacción. Por lo que a mí personalmente se refiere,
añadiré que si es verdad que algunos camaradas han querido inscribir mi nombre
entre los candidatos a ese 'trío' me veo obligado a ver en ello una ofensa que
no he merecido [¡sic!]. Lo digo por las circunstancias que han acompañado a la
decisión de modificar la redacción. Se llegó a este acuerdo por ciertos
'rozamientos'*, por la incapacidad de la antigua redacción para actuar,
habiendo resuelto, además, el Congreso este problema en determinado-sentido sin
preguntar a la redacción sobre esos rozamientos y sin nombrar siquiera una
comisión para poner en claro eso de su incapacidad de actuar. . . [¡Lo extraño
es que a nadie de la minoría se le ocurriera proponer al Congreso que
"preguntara a la redacción" o que nombrara una comisiónl ¿No se
deberá esto a que, después de la escisión de la organización de Iskra y
del fracaso de las negociacio-
* El camarada Mártov se
refiere, probablemente, a la expresión del camarada Posadovski:
"asperezas". Repito que terminó el Congreso sin gue Posadovski le
explicara lo que él quería decir, y el camarada Muraviov, que utilizó la
misma expresión, aclaró que hablaba de asperezas de principio, que
babian surgido en las deliberaciones del Congreso. Los lectores recordarán
que el único caso de deliberaciones que realmente se desarrollaron en el
terreno de los principios, deliberaciones en las que tomaron parte
cuatro redactores (Plejánov, Mártov, Axelrod y yo), se refería al artículo
primero de los estatutos y que los camaradas Mártov y Starovier se quejaron por
escrito de una "falsa acusación de oportunismo", como si fuera
uno de los argumentos de la "modificación" de la redacción. En
aquella carta, el camarada Mártov veía claramente un nexo entre el
"oportunismo" y el plan de modificar la redacción, mientras que en
el Congreso se limitó a una vaga alusión a "ciertos rozamientos ".
¡Ya se había olvidado la "falsa acusación de oportunismo"!
pág. 152
nes, sobre las que han escrito los camaradas Mártov y
Starovier, no hubiera tenido objeto alguno?]. . . En semejantes circunstancias
tengo que considerar como una mancha en mi reputación política* la conjetura de
algunos camaradas de que yo consentiría en trabajar en la redacción reformada
de esta manera. . ."
He citado con toda intención el texto
completo de este razonamiento, para que el lector pudiera ver el ejemplo y
principio de lo que llegó a espléndida floración después del Congreso y
que no puede llamarse de otro modo que querella. Ya he empleado esta
expresión en mi "Carta a la redacción de Iskra " y, a pesar del
disgusto de la redacción, me veo obligado a usarla de nuevo, porque su
exactitud es indiscutible. Se equivocan los que piensan que tales querellas
suponen "motivos bajos" (según la conclusión a que ha llegado la
redacción de la nueva Iskra ): todo revolucionario que conoz-
* El camarada Mártov añadió
además: "Quizá consintiera en hacer semejante papel Riazánov, pero no el
Mártov que supongo conocéis por su erabajo". Por cuanto esto significa un
ataque personal contra Riazánov, el camarada Mártov retiró sus palabras.
Pero Riazanov figuro en el Congreso como tipo representativo no por ostenear
eales o cuales cualidades personales (y no seria oporeuno referirse a ellas),
sino por la fisonomía política del grupo "Borbá", por sus errores
políticos. El camarada Mártov hace muy bien en retirar las ofensas
personales, supuestas o realmente inferidas, pero por ello no deben echarse en
olvido los errores políticos, que deben servir de lección al Partido. En
nuesero Congreso se acusó al grupo "Borbá" de sembrar "el caos
en la organización", de sembrar "una fragmentación no motivada por
ninguna consideración de principio" (pág. 38, discurso del camarada
Mártov). Semejante conducta política es indudablemente acreedora a la
censura, y no sólo cuando la observamos en un pequeño grupo, antes del Congreso
del Partido, en un período de caos general, sino eambién cuando la vemos
después del Congreso del Partido, en un período en que se ha puesto fin
al caos, cuando la vemos aunque sea por parte de "la mayoría de la redacción
de Iskra y la mayoría del grupo 'Emancipación del Trabajo'".
pág. 153
ca algo nuestras colonias de desterrados y emigrados ha
visto, seguramente, decenas de casos de semejantes querellas, en que se
planteaban y se examinaban hasta la saciedad las más absurdas acusaciones,
sospechas, autoacusaciones, "cuestiones personales", etc., querellas
a las que daba lugar la "excitación nerviosa" y unas condiciones de
vida anormales, viciadas. Ninguna persona razonable tratará de buscar a toda
costa en semejantes querellas motivos bajos, por bajas que sean sus
manifestaciones. Porque precisamente la "excitación nerviosa" es
lo único que puede explicar ese embrollado ovillo de absurdos, de cuestiones
personales, de fantásticos horrores, de pesquisas en conciencias ajenas, de
atormentadas ofensas e imputaciones que es el párrafo del discurso del camarada
Mártov que acabo de reproducir. Las condiciones de vida viciadas engendran
entre nosotros, a centenares, semejantes querellas, y un partido político no
sería merecedor de respeta si no supiera dar a la enfermedad que padece su
verdadero nombre, sentar un diagnóstico despiadado y buscar el medio de
curarse.
Por cuanto puede distinguirse en ese ovillo
algo de principios, se ha de llegar inevítablemente a la conclusión de
que "las elecciones no tenían nada de común con una ofensa inferida a la
reputación política", que "negar el derecho del Congreso a realizar
nuevas elecciones, a introducir cualquier modificación en el número de funcionarios,
a seleccionar los organismos a quienes otorga poderes" significa embrollar
la cuestión, y que "el punto de vista del camarada Mártov referente a si
era admisible el elegir parte del antiguo organis mo, demostraba una enorme
confusión de conceptos políticos " (según dije en el Congreso, pág.
332)*.
* Véase V. I. Lenin, Obras
Completas, t. VI. (N. de la Red.)
pág. 154
Hago caso omiso de la observación
"personal" del camarada Mártov sobre la persona de quien partió el
plan del trío y paso a la característica "política" que dio del
sentido que tiene el hecho de no haber sido confirmada la antigua redacción:
". . . Lo que acaba de suceder es el último acto de la lucha que se ha
desarrollado a lo largo de la segunda mitad del Congreso. . . [¡Muy bien! Y esa
segunda mitad empieza desde el momento en que Mártov, en lo tocante al artículo
primero de los estatutos, cae en el apretado abrazo del camarada Akímov]. . .
Para nadie es un secreto que en esta reforma no se trata de 'capacidad de
trabajo', sino de una lucha por la influencia sobre el C.C. . . ." [En
primer lugar, para nadie es un secreto que se trataba tanto de la ca
pacidad de trabajo, como de una divergencia por la composición personal
del C.C., porque el plan de la "reforma" se propuso cuando aún no
podía ni hablarse de la segunda divergencia, ¡cuando, juntamente con el
camarada Mártov, elegimos como séptimo miembro de la redacción al camarada
Pavlóvich! En segundo lugar, ya hemos demostrado a base de datos documentales
que se trataba de la composición personal del C.C. y que, à fin des
fins la cosa se redujo a una diferencia de listas: Gliébov-Travinski-Popov
y Gliébov-Trotski-Popov]. . . "La mayoría de la redacción ha hecho ver que
no desea que el C.C. se convierta en un instrumento de la redacción. . ."
[Empieza la canción de Akímov: el problema de la influencia, por la que lucha
toda mayoría en todo congreso de partido, siempre y en todas partes, para consolidar
esta influencia con la mayoría en los organismos centrales, pasa al
terreno del chisme oportunista con lo de "instrumento" de la redacción,
lo de "mero apéndice " de la redacción, según dijo el mismo
camarada Mártov un poco después, pág. 334]. . . "Por este motivo ha sido
necesario redu-
pág. 155
cir el número de miembros de la redacción [!!]. Y por eso
mismo, no puedo yo entrar a formar parte de semejante redacción. . ."
[Fijaos bien en este "por eso mismo": ¿cómo hubiera pódido la
redacción convertir al C.C. en apéndice o instrumento? ¿Tan sólo en el
caso de tener tres votos en el Consejo y de abusar de este predominio?
¿No está claro? ¿Y no está igualmente bien claro que el camarada Mártov,
elegido como tercer miembro, siempre hubiera podido impedir cualquier abuso y
deshacer, con su solo voto, todo predominio de la redacción en el
Consejo? Por tanto, la cosa se reduce precisamente a la composición personal
del C.C., y al punto queda bien claro que lo del instrumento y el apéndice son
meros chismes ]. . . "Como la mayoría de la antigua redacción, yo
pensaba que el Congreso pondría término al "estado de sitio" dentro
del Partido y establecería en él un régimen normal. En la práctica, el estado
de sitio, con las leyes de excepción contra algunos grupos, se ha prorrogado e
incluso agudizado. Sólo con el conjunto de toda la antigua redacción podemos
garantizar que las facultades que los estatutos conceden a la redacción no se
utilizarán en perjuicio del Partido. . ."
Tal es el pasaje completo del discurso del
camarada Mártov en que lanzó por primera vez la tristemente célebre con signa
del "estado de sitio ". Y ahora ved mi contestación:
". . . Al corregir la
declaración de Mártov sobre el carácter particular de los dos trios, ni se me
ocurre, sin embargo, oponerme a lo que el mismo Mártov dice sobre la
'significación política' del paso que hemos dado al no confirmar la antigua
redacción. Por el contrario, estoy plena e incondicionalmente de acuerdo con el
camarada Mártov en que este paso tiene gran importancia política, pero no en el
sentido que le atribuye Mártov. Según él dice, es un acto de la lucha por la
influencia sobre el C.C. en Rusia. Voy a ir más lejos que Mártov. Lucha por la
influencia ha sido hasta ahora toda la actuación de Iskra como grupo
particular, y
pág. 156
ahora se trata ya de algo más, de afirmar
orgánicamente la influencia, y no solo de luchar por ella. La profundidad de
nuestra divergencia política con el camarada Mártov sobre este punto se ve
claramente cuando él me echa en cara este deseo de influir sobre el C.C.,
mientras yo me precio de haber procurado y de seguir procurando afirmar por la
vía de organización, esta influencia. Resulta que hasta hablamos lenguajes
diferentes. ¿De qué serviria todo nuestro trabajo, todos nuestros esfuerzos, si
viniera a coronarlos la misma vieja lucha por la influencia, y no la influencia
plenamente adquirida y afirmada? Si, el camarada Mártov tiene completa razón:
el paso dado es indudablemente un paso de gran importancia política, prueba de
que se ha elegido una de las tendencias que en la actualidad se han señalado para
el trabajo ulterior de nuestro Partido. Y a mí no me asustan lo más minimo
las terribles palabras de 'estado de sitio en el Partido', de 'leyes de
excepción contra determinadas personas y grupos', etc. Respecto a
los elementos vacilantes y poco firmes, no sólo podemos, sino que estamos
obligados a declarar el 'estado de sitio', y todos los estatutos de nuestro
Partido, todo nuestro centralismo desde ahora ratificado por el Congreso no es
sino el 'estado de sitio' para tan numerosas fuentes de vaguedad política. Y
precisamente contra la vaguedad es contra lo que hacen falta leyes especiales,
aunque sean de excepción, y el paso dado por el Congreso ha señalado con
acierto la dirección política a seguir, estableciendo una sólida base para
tales leyes y tales medidas"[*].
He subrayado en este resumen de mi discurso
en el Congreso la frase que el camarada Mártov, en su "Estado de
sitio " (pág. 16) ha preferido omitir. No es de extrañar que
esta frase no le agradara y que no quisiera comprender sy claro sentido.
¿Qué significa la expresión "terribles
palabras", camarada Mártov?
Es una burla, una burla dirigida
contra quien da grandes nombres a cosas pequeñas, contra quien embrolla una
cuestión sencilla con verborrea pretenciosa.
El único hecho, pequeño y sencillo,
que pudo dar y dio motivo a la "excitación nerviosa" del camarada
Mártov consis-
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
pág. 157
tía exclusivamente
en que el camarada Mártov había sido derrotado en el Congreso en el
problema de la composición personal de los organismos centrales. La
significación política de este sencillo hecho se cifraba en que la mayoría del
Congreso del Partido, habiendo triunfado, afirmaba su influencia estableciendo
igualmente la mayoría en la dirección del Partido, sentando, en el terreno de
la organización, una base para la lucha, por medio de los estatutos, contra lo
que esa mayoría consideraba falta de firmeza, inestabilidad y vaguedad*. Hablar
a este propósito, con un semblante de horror, de una "lucha por la
influencia" y quejarse del "estado de sitio" no sería más que verborrea
pretenciosa, terribles palabras.
¿No está de
acuerdo con esto el camarada Mártov? ¿Por qué no intenta demostrarnos si ha
habido en el mundo un congreso de partido, si es posible en general un congreso
de partido en que la mayoría no afirme la influencia que ha conquistado: 1)
estableciendo la misma mayoría en los organismos centrales, 2) dándole poderes
para neutralizar la falta de firmeza, la inestabilidad y la vaguedad?
Antes de
las elecciones, nuestro Congreso tenía que resolver un problema: ¿era a la
mayoría o a la minoría del Partido a quien se debía reservar el tercio
de los votos para el
* ¿En qué se manifestaron durante el Congreso la inestabilidad, la falta
de firmeza y la vaguedad de la minoría iskrista? En primer lugar, en frases
oportunistas sobre el artículo primero de los estatutos; en se gundo lugar, en
la coalición con el camarada Akímov y Líber, que creció rapidamente en la
segunda mitad del Congreso; en tercer lugar, en la capacidad de rebajar el
problema de la elección de funcionarios para el Organo Central a un nivel
filisteo, a lastimeras palabras y hasta a pesquisas en conciencias ajenas.
Después del Congreso, tan bellas cualidades de capullos se convirtieron en
flores y frutos.
pág.
158
C.C. y para el Organo
Central? Los seis y la lista del camarada Mártov significaban que el tercio nos
correspondía a nosotros y los dos tercios a sus partidarios. El trío para el
Organo Central y nuestra lista significaban que nosotros teníamos dos tercios y
un tercio los partidarios del camarada Mártov. El camarada Mártov se negó a
llegar a un acuerdo con nosotros o a ceder y nos llamó a combate, por
escrito, ante el Congreso: ¡derrotado ante ei Congreso, se echó a llorar y
empezó a quejarse del "estado de sitio"! ¿No es esto querella? ¿No es
esto una nueva manifestación de flojedad propia de intelectuales?
No podemos
menos de recordar, con este motivo, la brillante definición psicológico-social
que hace poco ha dado C. Kautsky de esta última cualidad. Los Partidos
socialdemócratas de diversos países tienen que padecer muchas veces, en la actualidad,
las mismas enfermedades, y nos es sumamente útil aprender de los camaradas que
tienen más experiencia el diagnóstico justo y el tratamiento acertado. Por
ello, la característica que C. Kautsky hace de ciertos intelectuales no nos
apartará sino en apariencia de nuestro tema.
". . . En el momento actual presenta de nuevo un vivo interés para
nosotros el problema del antagonismo entre los intelectuales* y el
proletariado. Mis colegas [el mismo Kautsky es intelectual, literato y
redactor] se indignarán en muchos casos al ver que yo reconozco este
antagonismo. Pero es que existe de hecho, y la táctica más absurda (tanto aquí,
como en otros casos) sería intentar deshacerse de él negando un hecho. Este
antagonismo es un antagonismo social, que se manifiesta en las clases, y
* Traduzco con la palabra intelectual, intelectuales, los términos
alemanes Literat, Literatentum, que no sólo abarcan a los
literatos, Sino a todas las personas cultas, a los representantes de las profesiones
liberales en general, a los representantes del trabajo intelectual (brain
worker, como dicen los ingleses), a diferencia de los representantes del
trabajo manual.
pág. 159
no en
individuos aislados. Lo mismo que un capitalista, un intelectual puede,
individualmente, incorporarse de lleno a la lucha de clase del proletariado.
Cuando esto sucede, el intelectual cambia asimismo de carácter. En lo que sigue
no trataré, principalmente, de este tipo de intelectuales, que siguen
constituyeqdo aún excepciones en su clase. En lo que sigue, cuando no hay una
advertencia especial en contra, no entiendo por intelectual sino al
intelectual común, que se coloca en el terreno de la sociedad burguesa,
representante característico de la clase intelectual. Esta clase se
mantiene en cierto antagonismo respecto al proletariado.
Este antagonismo es de un tipo distinto al que existe entre el
trabajo y el capital. El intelectual no es un capitalista. Es cierto que su
nivel de vida es burgués y que se ve obligado a mantener este nivel a menos que
se convierta en un vagabundo, pero al mismo tiempo se ve obligado a vender el
producto de su trabajo y muchas veces su fuerza de trabajo y sufre con
frecuencia la explotación por los capitalistas y cierta humillación social. De
este modo, no existe antagonismo económico alguno entre el intelectual y el
proletariado. Pero sus condiciones de vida y de trabajo no son proletarias y de
aquí resulta cierto antagonismo en su sentir y pensar.
El proletario no es nada mientras sigue siendo un individuo
aislado. Todas sus fuerzas, toda su capacidad de progreso, todas sus esperanzas
y anhelos las extrae de la organización, de su actuación sistemática, en
común con sus camaradas. Se siente grande y fuerte cuando constituye una parte
de un organismo grande y fuerte. Este organismo es todo para él, y el individuo
aislado, en comparación con él, significa muy poco. El proletario lucha con la
mayor abnegación, como partícula de una masa anónima, sin vistas a ventajas
personales, a gloria personal, cumpliendo con su deber en todos los puestos
donde se le coloca, sometiéndose voluntariamente a la disciplina, que penetra
todos sus sentimientos, todas sus ideas.
Muy distinto es lo que sucede con el intelectual. No lucha
aplicando, de un modo u otro, la fuerza, sino con argumentos. Sus armas son sus
conocimientos personales, su capacidad personal, sus convicciones personales.
Sólo puede hacerse valer merced a sus cualidades personales. Por esto la plena
libertad de manifestar su personalidad le parece ser la primera condición de
éxito en su trabajo. No sin dificultad se somete a un todo determinado como
parte al servicio de este todo, y se somete por necesidad, pero no por
inclinación personal. No reconoce la necesidad de la disciplina sino para la
masa, pero no para los espíritus selectos. Se induye a sí mismo, naturalmente,
entre los espíritus selectos. . .
pág.
160
. . . La filosofía de Nietzsche, con su culto del superhombre, para el
que todo se reduce a asegurarse el pleno desarrollo de su propia personalidad,
al que parece vil y despreciable toda sumisión de su persona a cualquier gran
fin social, esta filosofía es la verdadera concepción del mundo del
intelectual, que le inutiliza en absoluto para tomar parte en la lucha de clase
del proletariado.
Al lado de Nietzsche, Ibsen es un representante destacado de la
concepción del mundo del intelectual, concepción que coincide con su manera de
sentir. Su doctor Stockmann (en el drama "Enemigo del pueblo") no es
un socialista, como han pensado muchos, sino un tipo de intelectual que
inevitablemente tiene que chocar con el movimierito proletario, y en general
con todo movimiento popular, si intenta actuar en él. La razón está en que la
base del movimiento proletario, como de todo movimiento democrático*, es el
respeto a la mayoría de los camaradas. El intelectual típico a lo Stockmann ve
en la 'compacta mayoría' un monstruo que debe ser derribado.
. . . Liebknecht fue ejemplo ideal del intelectual totalmente
penetrado de sentimiento proletario, que siendo brillante escritor perdió los
rasgos psicológicos específicamente intelectuales, que iba en las filas sin
refunfuñar, que trabajaba en todos los puestos a los que se le mandaba, que se
había consagrado por entero a nuestra gran causa y despreciaba el lloriqueo
blandengue (weiches Gewinsel ) sobre lo de ahogar la personalidad, que
muchas veces oimos de labios de intelectuales educados en Ibsen y en Nietzsche,
cuando suelen quedarse en minoría; fue un ejemplo ideal de los intelectuales
que necesita el movimiento socialista. También podemos nombrar aquí a Marx, que
nunca trató de ponerse en primer plano y se sometió de un modo ejemplar a la
disciplina de partido en la Internacional, donde más de una vez estuvo en
minoría"**
Y precisamente
uno de estos lloriqueos blandengues de intelectual en minoría, y nada más, fue
la renuncia de Mártov
* Es muy característico del confusionismo que han sembrado en todos los
problemas de organización nuestros martovistas el hecho después de haber virado
hacia Akímov y hacia una democracia, fuera de lugar, están al mismo
tiempo irritados por la elección democrática de la redacción, elección
hecha en el Congreso y prevista de antemano por todos. ¿A lo mejor es
éste vuestro principio, señores?
** Carlos Kautsky, "Franz Mehring", ed.
"Neue Zeit", XXII, 1, págs. 101-103, 1903, núm. 4. (N. de la Red.)
pág. 160
y sus colegas al cargo,
sólo porque no se había aprobado eí antiguo círculo: y lo mismo puede decirse
de las lamentaciones sobre el estado de sitio y las leyes de excepción
"contra determinados grupos", que a Mártov no le merecieron aprecio
cuando se disolvieron los grupos "Iuzhni Rabochi" y "Rabócheie
Dielo", pero por los que cobró gran estima cuando se disolvió su
organización.
Y nada más
que lloriqueo blandengue de intelectuales en minoría fue todo ese sinfín de
quejas, recriminaciones, alusiones, acusaciones, chismes e insinuaciones sobre
la "compacta mayoría" que, como un río, inundaron todo nuestro
Congreso del Partido[*] (y aún crecieron más después de él) por obra y
gracia de Mártov.
La minoría se quejaba amargamente de que la
compacta mayoría tuviera sus reuniones privadas: de algún modo, en verdad,
tenía que encubrir la minoría la desagradable realidad de que los delegados que
ella invitaba a sus reuniones particulares se negaban a concurrir a ellas, y
los que hubieran ido con gusto (los Iegórov, los Májov, los Brúker) no podían
ser invitados por la minoría después de toda la lucha entre unos y otros en el
Congreso.
Se quejaban amargamente de la "falsa
acusación de oportunismo": de algún modo, en verdad, tenían que encubrir
la desagradable realidad de que precisamente los oportunistas, que con
mucha más frecuencia seguían a los antiiskristas, y en parte, estos mismos
antiiskristas formaban la compacta minoría y se aferraban obstinadamente al
mantenimiento del espíritu de círculo en los organismos, del oportunismo en los
razonamientos, del espíritu filisteo en los asuntos de parti-
* Véase págs. 337, 338, 340, 352, etc. de las actas del Congreso.
pág.
162
do, de la falta de
firmeza y de la blandenguería propia de intelectuales.
En el
apartado siguiente veremos qué es lo que explicaba el interesantísimo hecho
político de que, al final del Congreso, se formara una "compacta
mayoría" y de que la minoría, a pesar de las repetidas invitaciones,
tuviera tal empeño en dejar a un lado el problema de las causas y
la historia de su formación. Pero vamos primero a terminar el análisis
de los debates en el Congreso.
Durante las
elecciones para el C.C., el camarada Mártov propuso una resolución
extraordinariamente característica (pág. 336) cuyos tres rasgos fundamentales
he llamado yo algunas veces "mate en tres jugadas". He aquí estos
rasgos: 1) se votan listas de candidatos para el C.C. y no candidaturas
individuales; 2) después de leídas las listas se dejan pasar dos sesiones (por
lo visto, para discutirlas); 3) no habiendo mayoría absoluta, la segunda
votación se declara definitiva. Esta resolución es de una estrategia
admirablemente medita da (¡también al adversario hay que hacerle justicia!),
con la que no está de acuerdo el camarada Iegórov (pág. 337), pero que seguramente
hubiera dado un completo triunfo a Mártov, si el grupo de los siete formado
por los bundistas y los partidarios de "Rabócheie Dielo" no se
hubieran retirado del Congreso. La estrategia se explica precisamente
porque no había ni podía "acuerdo directo" de la minoría
iskrista (como la había de la mayoría iskrista) no sólo con el Bund y con
Brúker, sino ni siquiera con camaradas como los legórov y los Májov.
Recordad
que el camarada Mártov se dolió en el Congreso de la Liga de que la "falsa
acusación de oportunismo" supusiera un acuerdo directo entre él y el Bund.
Repito que fue el miedo lo que inspiró al camarada Mártov esa idea, y
pág. 163
precisamente el no
estar conforme el camdrada Iegórov con la votación de las listas (el camarada Iegórov "no había perdido aún sus
principios", probablemente los principios que le llevaron a unirse a
Goldblat en la apreciación del valor absoluto de las garantías democráticas)
derriuestra de un modo evidente qué enorme importancia tiene el hecho de
que no se pudiera ni hablar de "acuerdo directo" ni aún con
Iegórov. Pero podía haber y había coalición tanto con Iegórov como
con Brúker, coalición en el sentido de que los martovistas tenían asegurado
su apoyo cada vez que surgía un conflicto serio entre los martovistas y
nosotros, y cuando Akímov y sus amigos tenían que escoger el mal menor.
No cabía ni cabe la menor duda de que, como mal menor, como lo que
menos convenía a los fines iskristas (v. el discurso de Akímov sobre el
artículo primero y sus "esperanzas" en Mártov), los camaradas
Akímov y Líber hubieran elegido, desde luego, tanto a los seis
para el Organo Central, como la lista de Mártov para el C.C. La
votación por listas, el dejar pasar las dos sesiones y la nueva votación tenían
precisamente por objeto conseguir este resultado con precisión casi mecánica,
sin ningún acuerdo directo.
Pero como
nuestra compacta mayoría seguía siendo mayoría compacta, el rodeo del camarada
Mártov no era sino un entorpecimiento y nosotros no pudimos menos de
rechazarlo. La minoría, por escrito (en una declaración, pág. 341), desahogó
sus quejas y, siguiendo el ejemplo de Martínov y Akímov, se negó a
votar y a tomar parte en las elecciones para el C.C. "en vista de las
condiciones en que se celebraban". Después del Congreso, estas quejas
sobre las condiciones anormales de las elecciones (v. "El estado de
sitio", pág. 31) se derramaron a diestro y siniestro ante centenares de
coma tres del Partido. Pero, ¿en qué consistía la anormalidad?
pág.
164
¿En la votación seSreta,
prevista ya de antemano por el reglamento del Congreso (apart. 6, pág. 11 de
las actas) y en la que era ridículo ver "hipocresía" o
"injusticia"? ¿En la formación de una mayoría compacta,
"monstruosa" para los intelectuales dados al lloriqueo? ¿O en el anormal
deseo de estos respetables intelectuales de faltar a la palabra de
reconocer todas las elecciones del Congreso, palabra que ellos habían empeñado
ante el mismo Congreso (pág. 380, artículo 8 de los estatutos del Congreso)?
El camarada
Popov hizo una fina alusión a este deseo cuando, el día de las
elecciones, preguntó directamente en el Congreso: "¿Está seguro el Buró de
que la decisión del Congreso es legítima y válida cuando la mitad de los
participantes en él se han negado a votar?"*. El Buró, naturalmente,
contestó que estaba seguro y recordó el incidente con los camaradas Akímov y
Martínov. El camarada Mártov se adhirió al Buró y declaró terminantemente que
el camarada Popov se equivocaba y que "las decisiones del Congreso son
legítimas " (pág. 343). El lector puede juzgar por sí mismo de la
consecuencia política -- por lo visto, altamente normal -- que resulta al
confrontar semejante declaración ante el Partido con la conducta seguida
después del Congreso y con la frase de "El estado de sitio" sobre
"la sublevación de la mitad del Partido, que había empezado ya
en el Congreso " (pág. 20). Las esperanzas que en el camárada Mártov
cifraba el camarada Akímov resultaron ser más fuertes que las pasajeras buenas
intenciones del mismo Mártov.
* Pág. 342. Se trata de la elección del quinto miembro del Consejo. Se
entregaron 24 papeletas (44 votos en total), de las cuales había dos en blanco.
pág. 165
¡"Venciste
", camarada Akímov!
* *
*
Algunos
detalles del final del Congreso, de aquel final que tuvo lugar después
de las elecciones, detalles aparentemente menudos, pero que, en el fondo, son
muy importantes, pueden servirnos para comprender hasta qué punto era
"terrible palabra" la tristemente célebre frase del "estado de
sitio", que ha adquirido ya para siempre un sentido tragicómico. El
camarada Mártov anda ahora por todas partes hablando de ese tragicómico
"estado de sitio", afirmando muy en serio, a sí mismo y al lector,
que ese espantajo inventado por él significaba una persecución anormal, un
acoso, un atropello de la "minoría" por la "mayoría". En
seguida vamos a ver lo que sucedió después del Congreso. Pero básta
fijarse in cluso en el final del Congreso para ver que, después de las
elecciones, no sólo no persigue la "compacta mayoría" a los
pobrecitos martovistas, atropellados, ofendidos y llevados al patíbulo, sino
que, al contrario, les ofrece (por boca de Liádov) ella misma dos
puestos, de tres, en la comisión de actas (pág. 354). Fijáos en las
resoluciones sobre problemas de táctica y sobre otros puntos (pág. 355 y
siguientes) y veréis que fueron discutidos en sí mismos de un modo puramente
oficial y que las firmas de los camaradas que proponían resoluciones
corresponden muchas veces alternativamente tanto a representantes de la
monstruosa y compacta "mayoría", como a partidarios de la
"humillada y ofendida" "minoría" (págs. 355, 357, 363, 36S,
367 de las actas). ¿Verdad que se parece esto mucho a un "apartamiento del
trabajo" y a todos los demás "atropellos"?
pág.
166
La única
discusión de fondo interesante, pero por desgracia demasiado breve, surgió con
motivo de la resolución de Starovier sobre los liberales. El Congreso la
aprobó, según puede verse por las
firmas que figuran a su pie (págs. 357, 358), porque tres partidarios de la
"mayoría" (Braun, Orlov, Osipov[13]) votaron tanto por ella, como por la
resolución de Plejánov, sin percatarse de la irreductible contradicción que
existía entre ambas. A primera vista, no hay entre ellas contradicción
irreductible, porque la de Plejánov establece un principio general, expresa una
determinada actitud de principios y táctica respecto al liberalismo burgués
en Rusia, y la de Starovier trata de determinar las condiciones
concretas en que son posibles "acuerdos temporales " con
"tendencias liberales o democrático-liberales". Ambas resoluciones
tienen temas distintos. Pero la de Starovier adolece precisamente de vaguedad
política, siendo por ello fútil y mezquina. No determina el contenido de
clase del liberalismo ruso, no indica determinadas tendencias
políticas que le sirven de expresión, no explica al proletariado sus tareas fundamentales
en propaganda y agitación respecto a estas tendencias determinadas, confunde (a
consecuencia de su vaguedad) cosas tan distintas como el movimiento estudiantil
y "Osvobozhdenie", prescribe con cierta nimiedad, de un modo
casuístico, tres condiciones concretas en las que pueden admitirse los
"acuerdos temporales". La vaguedad política, también en este caso,
como en muchos otros, conduce a la casuística. La falta de un principio general
y el intento de enumerar las "condiciones" lleva a que éstas se
indiquen de un modo mezquino y, rigurosamente hablando, inexacto. En
efecto, ved esas tres condiciones de Starovier: 1) "Las tendencias
liberales o de mocrático-liberales" deben "decir de un modo claro e
inequívoco que en su lucha contra el Gobierno autócrata se colocan
pág. 167
resueltamente al lado de la socialdemocracia de
Rusia". ¿En qué consiste la diferencia existente entre las tendencias
liberales y las tendencias democrático-liberales? La resolución no contiene
dato alguno que permita contestar a esta pregunta ¿No consistirá la diferencia
en que las tendencias liberales expresan la posición de las capas de la
burguesía políticamente menos progresivas, mientras que las tendencias
democrático-liberales expresan la posición de las capas más progresivas de la burguesía
y de la pequeña burguesía? Si es así ¿¿acaso el camarada Starovier considera
posible que las capas menos progresivas (pero, no obstante, progresivas, porque
de otro modo no cabría hablar de liberalismo) de la burguesía "se pondrán
resueltamente al lado de la socialdemocracia"?? Esto es un absurdo, y aun
cuando los representantes de semejante tendencia "lo dijeran de un modo
claro e inequívoco " (hipótesis absolutamente imposible), nosotros,
Partido del proletariado, estaríamos obligados a no dar crédito a sus
declaraciones. Ser liberal y ponerse resueltamente al lado de la
socialdemocracia son cosas que se excluyen mutuamente.
Y aún más. Supongamos el caso de que las
"tendencias liberales o democrático-liberales" declaren de un modo
claro e inequívoco que, en su lucha contra la autocracia, se ponen
resueltamente al lado de los socialrevolucionarios. Esta hipótesis es
mucho menos inverosímil que la del camarada Starovier (en virtud del fondo
democrático-burgués de la tendencia de los socialrevolucionarios). Por el
sentido de su resolución, en virtud de su vaguedad y carácter casuístico,
resulta que en tal caso no son admisibles acuerdos temporales con
semejantes liberales. Y, sin embargo, esta consecuencia inevitable de la
resolución del camarada Starovier lleva a una tesis francamente falsa.
Los acuerdos temporales son
pág. 168
también admisibles con los socialrevolucionarios (v. la
resolución del Congreso sobre ellos), y, por consiguiente, con los
Iiberales que se pusieran al lado dé los socialrevolucionarios.
Segunda condición: si dichas tendencias
"no incluyen en sus programas reivindicaciones que estén en pugna con los
intereses de la clase obrera y de la democracia en general, o reivindicaciones
que oscurezcan su conciencia". Se repite el mismo error: no ha habido ni
puede haber tendencias democrático-liberales que no incluyan en sus programas
reivindicaciones que no estén en pugna con los intereses de la clase obrera y
no oscurezcan su conciencia (la conciencia del proletariado) Incluso una de las
fracciones más democráticas de nuestra tendencia democrático-liberal, la
fracción de los socialrevolucionarios, tiene en su programa, embrollado, como
todos los programas liberales, reivindicaciones que están en pugna con los
intereses de la clase obrera y que oscurecen su conciencia. De este hecho hay
que deducir que es imprescindible "desenmascarar la estrechez e
insuficiencia del movimiento de liberación de la burguesía", pero en modo
alguno que sean inadmisibles los acuerdos temporales.
Por último, también la tercera
"condición" del camarada Starovier (que los demócratas-liberales
hagan consigna de su lucha el derecho al sufragio universal, igual, secreto y
directo) es falsa en la forma general que se le ha dado: no sería
razonable, en caso alguno, declarar inadmisibles acuerdos temporales y
particulares con las tendencias democrático-liberales que propugnaran la
consigna de una constitución limitada por los censos, una constitución
"menguada" en general. En el fondo, precisamente a este caso
correspondería la "tendencia" de los señores del grupo
"Osvobozhdenie", pero sería miopía política, incompatible con los
principios del marxismo, atarse las manos, prohibiendo de antemano los
pág. 169
"acuerdos temporales" aunque fuera con los
liberales más tímidos.
En resumen: la resolución del camarada
Starovier, firmada también por los camaradas Mártov y Axelrod, es equivocada,
y el III Congreso procederá de un modo razonable en caso de abolirla. Adolece
de vaguedad política en su posición teórica y táctica, de casuística en
las "condiciones" prácticas que exige. Confunde dos cuestiones
distintas : 1) el desenmascaramiento de los rasgos
"antirrevolucionarios y antiproletarios" de toda tendencia
democrático-liberal y la necesidad de luchar contra estos rasgos, y 2)
las condiciones para los acuerdos temporales y particulares con
cualquiera de dichas tendencias. No da lo que es preciso dar (un análisis del
contenido de clase del liberalismo) y da lo que no es necesario (prescripción
de "condiciones"). En un congreso de partido es, en general, absurdo
establecer "condiciones" concretas para acuerdos temporales, cuando
no se ha presentado todavía ningún contratante determinado -- sujeto del
posible acuerdo. Y aunque existiera tal "contratante" sería cien
veces más racional dejar que fueran los organismos centrales del Partido
quienes establecieran las "condiciones" del acuerdo temporal, como lo
ha hecho el Congreso en lo que se refiere a la "tendencia" de los
señores socialrevolucionarios (v. la modificación introducida por Plejánov al
final de la resolución del camarada Axelrod, págs. 362 y 15 de las actas).
Por lo que se refiere a las objeciones de la
"minoría" contra la resolución de Plejánov, el único argumento del
camarada Mártov decía: la resolución de Plejánov "termina por un argumento
mísero: hay que desenmascarar a un hombre de letras. ¿No será eso 'atacar a una
mosca con un mazo'?" (pág. 358). Este argumento, en el que la ausencia de
ideas se disfraza con la mordaz expresión de "mísero argumento", nos
pág. 170
proporciona un nuevo modelo de frases pretenciosas. En
primer lugar, la resolución de Plejánov habla de "desenmascarar ante el
proletariado la estrechez y la insuficiencia del movimiento de liberación de la
burguesía en todos los puntos en que se manifiesten esa estrechez y esa
insuficiencia". De aquí que sea la más simple de las tonterías la
afirmación del camarada Mártov (en el Congreso de la Liga, pág. 88 de las
actas) de que "toda la atención debe concentrarse únicamente en Struve, en
un solo liberal". En segundo lugar, comparar al señor Struve con una
"mosca", cuando se trata de la posibilidad de acuerdos temporales con
los liberales rusos, es sacrificar a la mordacidad algo que es de elemental
evidencia política. No, el señor Struve no es una mosca, sino una magnitud
política, y no es una magnitud por ser personalmente una figura muy destacada.
El valor de magnitud política se lo da su posición, su posición de único
representante del liberalismo ruso, del liberalismo con cierta organización y
capacidad de actuar, en el mundo de la clandestinidad. Por eso, hablar de los
liberales rusos y de la actitud de nuestro Partido respecto a ellos y no tener
en cuenta precisamente al señor Struve, precisamente a
"Osvobozhdenie", es hablar por hablar. ¿O quizás probará el camarada
Mártov a indicarnos aunque sea una sola "tendencia liberal o
democrático-liberal", en Rusia, que pueda compararse, aunque sea de lejos,
en el momento actual, con la tendencia de "Osvobozhdenie"? ¡Sería
curioso ver semejante tentativa!*
* En el Congreso de la Liga,
el camarada Mártov adujo todavía otro argumento en contra de la resolución del
camarada Plejánov: "la principal razón que contra ella se levanta, el
principal defecto de esta resolucion, consiste en que desconoce por completo
que, en la lucha contra la autocracia, tenemos el deber de no rehuir la alianza
con los elementos democrático-liberales. El camarada Lenin hubiera calificado
semejante ten- [cont. en pág. 171. --
DJR] dencia de tendencia martinoviana, En la nueva Iskra
se deja ya ver esta tendencia" (pág. 88).
Este pasaje es una colección de "perlas", raro por la
abundancia de éstas. 1) Las palabras que se refieren a la alianza con
los liberales son un solemne embrollo. Nadie ha hablado siquiera de una
alianza, camarada Mártov, sino tan sólo de acuerdos temporales o particulares.
Son cosas muy distintas. 2) El que Plejánov, en su resolución, nada diga de una
"alianza" inverosímil, y hable sólo en general de "apoyo",
no es un defecto, sino un mérito de su resolución. 3) ¿No se va a tomar el
camarada Mártov la molestia de explicarnos qué es lo que caracteriza en general
las "tendencias martinovianas"? ¿No va a contarnos nada de la
relación que existe entre estas tendencias y el oportunismo? ¿No querrá ver la
relación de estas tendencias con el artículo primero de los estatutos? 4) Yo,
en verdad, ardo en impaciencia por oir decir al camarada Mártov en qué se han
manifestado las "tendencias martinovianas" en la "nueva" Iskra.
¡Por favor, líbreme usted cuanto antes del tormento de la espera, camarada
Mártov!
pág. 171
"Nada significa el nombre de Struve para
los obreros", decía el camarada Kostrov en apoyo del camarada Mártov. Esto, dicho sea sin molestar al camarada Kostrov ni al camarada
Mártov, es un argumento a lo Akímov. Como lo del proletariado en caso genitivo[14].
¿Para qué obreros "no significa nada el
nombre de Struve" (y el nombre de "Osvobozhdenie", citado en la
resolución del camarada Plejánov junto al nombre del señor Struve)? Para los
obreros que conocen muy poco o no conocen en absoluto las "tendencias
liberales y democrático-liberales" de Rusia Cabe preguntar ¿en qué debe
consistir la actitud del Congreso de nuestro Partido para con semejantes
obreros: en encargar a los miembros del Partido que les hagan conocer a estos
obreros la única tendencia definitivamente liberal que existe en Rusia, o en callar
un nombre poco conocido de los obreros precisamente porque ellos entienden poco
de política? Si el camarada Kostrov, después de dar el primer paso tras
pág. 172
el camarada Akímov, no quiere dar el segundo, resoIverá
seguramente este dilema decidiéndose por lo primero. Y en cuanto lo haya
resuelto en este primer sentido verá cuán inconsistente era su argumento. En
todo caso, las palabras "Struve" y "Osvobozhdenie", de
la resolución de Plejánov, pueden dar a los obreros mucho más que las
palabras "tendencia liberal y democrático-liberal" de la resolución
de Starovier.
Sólo por "Osvobozhdenie" puede
conocer en la práctica el obrero ruso, en el momento actual, las tendencias
políticas un poco precisas de nuestro liberalismo. Las publicaciones liberales
de carácter legal no sirven en este caso, precisamente por su nebulosidad Y
nosotros, con el mayor celo (y ante masas obreras lo más amplias posible),
debemos dirigir el arma de nuestra crítica contra los elementos de
"Osvobozhdenie", para que, en el momento de la revolución que se
avecina, el proletariado ruso sepa parar con la verdadera crítica de las armas
las inevitables tentativas de los señores de "Osvobozhdenie" por
cercenar el carácter democrático de la revolución.
Fuera de la "perplejidad" del
camarada Iegórov con respecto al "apoyo" que hayamos de prestar al
movimiento oposicionista y revolucionario, "perplejidad" que he
referido más arriba, la discusión sobre las resoluciones no dio material
interesante, y en general casi no hubo discusión.
Terminó el Congreso con unas palabras del
presidente, en las que se recordó brevemente que las decisiones adoptadas en el
Congreso eran obligatorias para todos los miembros del Partido.
pág. 173
m) CUADRO GENERAL DE LA LUCHA
EN EL CONGRESO. EL ALA REVOLUCIONARIA
Y EL ALA OPORTUNISTA DEL PARTIDO
Termínado el
análisis de las deliberaciones y votaciones del Congreso, debemos hacer ahora
el resumen, para, fundándonos en todos los materiales que proporciona el
Congreso, contestar a la pregunta siguiente: ¿cuáles fueron los elementos,
grupos y matices que formaron, en definitiva, la mayoría y la minoría que vimos
en las elecciones y que estaban destinadas a constituir durante cierto tiempo
la división fundamental de nuestro Partido? Es necesario hacer un resumen de
todos los datos sobre matices de principios, de teoría y de táctica que ofrecen
en tanta abundancia las actas del Congreso. Sin este "resumen"
general, sin un cuadro general de todo el Congreso y de todos los agrupamientos
más importantes en las votaciones, estos materiales quedarán demasiado
fragmentados, dispersos, pareciendo, a primera vista, que los diversos
agrupamientos son obra de la casualidad, sobre todo para quien no se tome la
molestia de estudiar personalmente y en todos sus aspectos las actas del
Congreso (¿serán muchos los lectores que se hayan tomado tal molestia?)
En los diarios
de sesiones del Parlamento de Inglaterra se encuentra con frecuencia la típica
palabra división. La Cámara "se ha dividido" en tal mayoría y
tal minoría, se
pág. 174
dice hablando de la votación
de un asunto determinado. La "división" de nuestra cámara
socialdemócrata, en las diversas cuestiones tratadas en el Congreso, nos
proporciona un cuadro, único en su género, insustituible por lo
completo y exacto, de la lucha interna que se desarrolla en el Partido, un
cuadro de sus matices y grupos. Para dar relieve a este cuadro, para que sea un
verdadero cuadro y no un amontonamiento de hechos y pequeños hechos sin
ilación, fragmentados y aislados, para poner término a las discusiones, sin fin
y sin sentido, sobre las diversas votaciones (de quién votó a quién y quién
apoyó a quién), he decidido intentar representar todos los tipos fundamentales
de "división" en nuestro Congreso en forma de diagrama.
Semejante procedimiento parecerá, se guramente, extraño a muchos, pero yo dudo
de que pueda encontrarse otra forma de exposición que en efecto sintetice y
formule los resultados, que sea más completa y más exacta. En las votaciones
nominales se puede determinar con absoluta exactitud si este o el otro delegado
ha votado a favor o en contra de determinada proposición; y en algunas
votaciones importantes no nominales se ptlede determinar esto, por me dio de
las actas, con gran aproximación a la verdad. Si al hacerlo se tienen en cuenta
todas las votaciones nominales y no nominales en las que se trataba de
puntos de alguna importancia (a juzgar, por ejemplo, por lo detallado y
apasionado de las discusiones), obtendremos un esquema de la lucha interna de
nuestro Partido, esquema que tendrá la máxima objetividad que es posible
alcanzar con los materiales de que disponemos. Al hacerlo, en lugar de dar un
esquema fotográfico, es decir, en lugar de dar cada votación por separado,
procuraremos trazar un cuadro, es decir, presentar todos los tipos
principales de votaciones, pasando por alto las diferen-
pág. 175
cias y variedades que
relativamente carecen de importancia y que sólo podrían enredar las cosas. En
todo caso, cualquiera podrá, a base de las actas, comprobar cada trazo de
nuestro cuadro, completarlo con cualquier votación aislada y, en una palabra,
someterlo a crítica, no sólo con consideraciones, dudas e indicaciones sobre
casos aislados, sino trazando otro cuadro a base de los mismos
materiales.
Al hacer
figurar en el diagrama cada uno de los delegados que tomaron parte en las
votaciones, representaremos gráficamente, de un modo distinto, los cuatro
grupos fundamentales que hemos ido siguiendo minuciosamente en el transcurso de
todos los debates del Congreso, a saber: 1) iskristas de la mayoría; 2)
iskristás de la minoría; 3) "centro", y 4) antiiskristas. En
multitud de ejemplos hemos visto la diferencia de matices de principios
existente entre estos grupos, y si a al guien le disgustan los nombres
que les hemos dado, por recordar excesivamente a los aficionados al zig-zag la
organización de Iskra y la tendencia de Iskra, les haremos
observar que no se trata de nombres. Ahora, cuando ya hemos seguido los matices
en todos los debates del Congreso, pueden sustituirse fácilmente los
nombres ya establecidos y habituales en el Partido (pero que hieren ciertos
oídos) por la característica de la esencia del matiz de cada grupo. Al
hacerlo, obtendremos los siguientes nombres para los cuatro grupos: 1)
socialdemócratas revolucionarios consecuentes; 2) pequeños oportunistas; 3)
medianos oportunistas y 4) grandes oportunistas (grandes medidas por la escala
rusa). Esperemos que estos nombres causarán menos extrañeza a los que desde
hace cierto tiempo han empezadD a decir, para sí y para los demás, que
"iskrista" es un nombre que sólo comprende un "círculo". y
no una tendencia.
pág. 176
Pasemos a
exponer en detalle qué tipos de votaciones "fotografía" el diagrama
adjunto (v. el diagrama "Cuadro general de la lucha en el Congreso").
CUADRO
GENERAL DE LA LUCHA EN
EL CONGRESO
pág. 177
El primer tipo
de votaciones (A) comprende los casos en que a los iskristas se unió el
"centro", contra los antiiskristas o contra una parte de éstos.
Pertenecen a este tipo la votación del programa en su conjunto (el camarada Akímov
fue el único que se abstuvo, los demás votaron a favor), la votación de la
resolución de principio contra la federación (todos a favor, menos los cinco
bundistas), la votación del artículo segundo de los estatutos del Bund (votaron
contra nosotros los cinco bundistas, y hubo cinco abstenciones: Martínov,
Akímov, Brúker y Májov con dos votos, y los demás con nosotros): esta
votácíón es la representada en el diagrama A. Del mismo tipo fueron luego
las tres votaciones sobre la confirmación de Iskra como órgano
central del Partido; la redacción (cinco votos) se abstuvo, votaron en contra
en las tres votaciones dos personas (Akímov y Brúker) y, además, al votarse los
motivos de confirmación de Iskra, se abstuvieron los cinco
bundistas y el camarada Martínov*.
El tipo de
votación que acabamos de examinar contesta a una pregunta de extraordinario
interés e importancia: ¿cuándo votó con los iskristas el "centro" del
Congreso? Cuando, con contadas excepciones, estaban también con nosotros los
antiiskristas (aprobación del programa, confirmación de Iskra
prescindiendo de~motivos), o cuando se trataba de declaraciones que no
obligan aún directamente a determinada posición política (reconocer el trabajo
de organización de Iskra no
* ¿Por qué hemos elegido para el diagrama precisamente la votación del
artículo 2 de los estatutos del Bund? Porque las votaciones sobre la
confirmación de Iskra son menos completas, y las votaciones sobre el
programa y sobre la federación atañen a decisiones políticas concretas menos
determinadas. En general, el elegir una u otra de una serie de votaciones del
mismo tipo en nada modificará los trazos fundamentales del cuadro, según
podrá ver todo el que introduzca las correspondientes modificaciones.
pág. 178
obliga aún a llevar a la
práctica su política de organización en cuanto a los grupos particulares;
rechazar la federación no impide aún abstenerse cuando se trata de un proyecto
concreto de federación, como vimos en el ejemplo del camarada Májov). Ya hemos
visto más arriba, al hablar de la significación de los agrupamientos en el
Congreso, en general, cuán inexactamente se enfoca este problema en la
exposición oficial de la Iskra oficial, que (por boca del camarada
Mártov) borra y vela la diferencia entre iskristas y "centro",
entre los socialdemócratas revolucionarios consécuentes y los oportunistas,
¡aludiendo a los casos en que también los antiiskristas fueron con nosotros!
Incluso los más "derechistas" de los oportunistas alemanes y
franceses en los partidos socialdemócratas no votan en contra sobre puntos como
el reconocimiento del prográma en su conjunto.
El segundo tipo
de votaciones (B) comprende los casos en que los iskristas, consecuentes e
inconsecuentes, se unieron contra todos los antiiskristas y todo el
"centro". Corresponden estos casos, principalmente, a las cuestiones
en que se trataba de aplicar los planes concretos y determinados de la política
iskrista, cuando se trataba de reconocer a Iskra en la práctica y no sólo de
palabra. A este grupo pertenece el incidente con el Comité de
Organización *, la prelación del asunto relativo a la situación del Bund en
el Partido, la diso-
* Esta es precisamente la votación que representa el diagrama B: los
iskristas obtuvieron 32 votos y la resolución bundista 16. Es de advertir que
no hay entre las votaciones de este tipo ni una sola votación nominal.
Tan sólo dos géneros de datos nos indican, con enorme grado de verosimilitud,
la distribución de delegados: 1) en los debates, los oradores de los dos grupos
de iskristas se declaran a favor, y en contra, los oradores de los
antiiskristas y del centro; 2) el número de votos "a favor "
se aproxima siempre mucho a 33. Tampoco debemos olvidar que al analizar los
debates del Congreso hicimos notar, también fuera de las votaciones, [cont. en pág. 179. -- DJR] toda una serie de casos en que el
"centro" se unió a los antiiskristas (a los oportunistas) contra
nosotros, como sucedió al tratarse del valor absoluto de las reivindicaciones
democráticas, del apoyo a los elementos oposicionistas, de la limitación del
centralismo, etc.
pág. 179
lución del grupo "Iuzhni
Rabochi", las dos votaciones sobre el programa agrario y, por último, en
sexto lugar, la votación contra la Unión de socialdemócratas rusos en el
extranjero ("Rabócheie Dielo"), es decir, el reconocimiento de la
Liga como única organización del Partido en el extranjero. El viejo espíritu de
círculos, anterior a la formación del Partido, los intereses de organizaciones
o grupitos oportunistas y una concepción restringida del marxismo luchaban allí
con la política, firme y consecuente en los principios, de la socialdemocracia
revolucionaria; los iskristas de la minoría estuvieron todavía a nuestro lado
en toda una serie de casos, en toda una serie de votaciones de la máxima
importancia (desde el punto de vista del Comité de Organización, de
"Iuzhni Rabochi" y de "Rabócheie Dielo"). . . , mientras no
se trató de su propio espíritu de círculos, de su propia inconsecuencia. Las "divisiones",
en el tipo de votaciones que examinamos, demuestran de un modo evidente que en
una serie de cuestiones concernientes a la aplicación de nuestros principios, el
centro estaba al lado de los antiiskristas, resultaba mucho más próximo a
ellos que a nosotros, mucho más inclinado de hecho hacia el ala oportunista
que hacia el ala revolucionaria de la socialdemocracia.
"Iskristas" de nombre, con verguenza de serlo, ponían
al desnudo su naturaleza, y la inevitable lucha provocaba no poca irritación
que ocultaba a los espíritus menos reflexivos y más impresionables el sentido
de los matices de principio que se revelaban en esa lucha. Pero ahora, cuando
se ha calmado algo el ardor de la lucha y han quedado las actas como extracto
objetivo de una serie de encarnizadas
pág. 180
batallas, ahora, sólo quien
cierre los ojos puede dejar de ver que no era ni podía ser casualidad la unión
de los Májov y Iegórov con los Akímov y los Líber. A Mártov y Axelrod no les
queda sino esquivar el análisis completo y minucioso de las actas o intentar,
con fecha atrasada, modificar su conducta en el Congreso con toda clase
de expresiones de arrepentimiento. ¡Como si con el arrepentimiento
pudiera suprimirse la diferencia de opiniones y la diferencia de política! Y
como si la actual alianza de Mártov y Axelrod con Akímov, Brúker y Martínov
pudiera hacer que nuestro Partido, restaurado en el II Congreso, olvide la
lucha que los iskristas sostuvieron contra los antiiskristas durante casi todo
el Congreso.
El tercer tipo
de votaciones del Congreso, que comprende las tres últimas partes del diagrama,
de cinco (a saber: C, D y E), se caracteriza por el hecho de que una pequeña
parte de los iskristas se separa y pasa al lado de los antiiskristas, que
por ello mismo vencen (mientras permanecen en el Congreso). Para seguir con
plena exactitud el desarrollo de esta célebre coalición de la minoría
iskrista con los antiiskristas, cuya sola mención inducía a Mártov a histéricos
mensajes en el Congreso, citamos los tres tipos fundamentales de votaciones nominales
de esta clase. C, es la votación sobre la igualdad de derechos de las
lenguas (tomando la tercera de las votaciones nominales sobre este punto, por
ser la más completa). Todos los antiiskristas y todo el centro se levantan como
una muralla contra nosotros, y de los iskristas se separa una parte de la
mayoría y una parte de la minoría. No puede verse aún qué iskristas son
capaces de una coalición sólida y definitiva con la "derecha"
oportunista del Congreso. Sigue la votación de tipo D, sobre el artículo
primero de los estatutos (de las dos votaciones hemos tomado la más definida,
es decir, la votación en que nadie se abstuvo). La coalición adquiere
contor-
pág. 181
nos de mayor relieve y se
hace más sólida [*]: los iskristas de la minoría están ya todos
al lado de Akímov y Líber; de los iskristas de la mayoría lo están muy pocos,
compensando el paso a nuestro lado de tres delegados del "centro" y
uno de los antiiskristas. Una simple ojeada al diagrama bastará para
convencerse de qué elementos fueron los que, por casualidad y temporalmente,
pasaban ora a un lado ora a otro, y cuáles iban con fuerza irresistible
hacia una firme coalición con Akímov. En la última votación (E, elecciones
para el Organo Central, para el C.C. y para el Consejo del Partido), que
representa precisamente la división definitiva en mayoría y minoría, se ve
con claridad la completa fusión de la minoría iskrista con todo el
"centro" y con los restos de los antiiskristas. De los ocho
antiiskristas sólo quedaba entonces en el Congreso el camarada Brúker (a quien
el camarada Akímov había ya explicado su error y que había ocupado en las filas
de los martovistas el lugar que de derecho le correspondía). La retirada
de los siete oportunistas más "derechistas " decidió la suerte
de las elecciones en contra de Mártov**.
* A juzgar por todo, del mismo tipo fueron otras cuatro
votaciones sobre los estatutos : pág. 278, con 27 votos a favor de Fomín y
21 contra nosotros; pág. 279, con 26 a favor de Mártov y 24 a nuestro favor;
pág. 280, con 27 contra mí y 22 a favor, y en la misma página, 24 a favor de
Mártov y 23 a favor nuestro. Son las votaciones sobre cooptación para los
organismos centrales, de las que ya he hablado antes. No hay votaciones
nominales (hubo una, pero se han perdido los datos). Los bundistas (todos o en
parte) tratan de salvar, por lo visto, a Mártov. Ya hemos corregido más
arriba las afirmaciones erróneas de Mártov (en la Liga) sobre las votaciones de
este tipo.
** Los siete oportunistas que se retiraron del II Congreso fueron
los cinco bundistas (el Bund se separó del Partido en el II Congreso, después
de que se hubo rechazado el principio federativo) y dos de "Rabócheie
Dielo", el camarada Martínov y el camarada Akímov. Estos últimos se
retiraron del Congreso después de ser reconocida la Liga iskrista como la [cont. en pág. 182. -- DJR] única organización del Partido en
el extranjero, es decir, después de ser disuelta la "Unión de
socialdemócratas rusos en el extranjero", afecta a "Rabócheie
Dielo". (Nota de Lenin a la edición de 1907. N. de la Red.)
pág.
182
Hagamos
ahora un resumen del Congreso, basándonos en datos objetivos sobre ]as
votaciones de todo tipo.
Mucho se ha
hablado del carácter "casual" de la mayoría de nuestro Congreso. Ese
fue el único argumento con que se consolaba el camarada Mártov en su "De
nuevo en minoría". El diagrama muestra claramente que en un sentido,
pero sólo en uno, puede considerarse que la mayoría fuera obra de la
casualidad, a saber: en el sentido de que puede decirse que los siete elementos
más oportunistas de la "derecha " se retiraron por
casualidad. En lo que tenga de casual esta retira da (nada más que en eso)
es también obra de la casualidad nuestra mayoría. Mejor que largos
razonamientos, una simple ojeada al diagrama demuestra al lado de quién hubiera
estado y debiera haber estado el grupo de los siete*. ¿Pero, cabe preguntar,
hasta qué punto puede considerarse la retirada de estos siete como obra de la
casualidad? Esto es cosa que no gustan de preguntarse los aficionados a hablar
de la "casualidad" de la mayoría. Les molesta esa pregunta. ¿Es
casualidad que se retiraran los más acérrimos representantes del ala derecha
de nuestro Partido, y no del ala izquierda? ¿Es casualidad que se
retíraran los oportunistas y no los socialdemócratas revolucionarios
consecuentes? ¿No guardará esta retirada "casual" cierta relación con
la lucha contra el ala oportunista, que se sostuvo durante todo el Congreso y
que con tanta evidencia se señala en nuestro diagrama?
* Más adelante veremos que, después del Congreso, tanto el
camarada Akímov como el Comité de Vorónezh, el más afín al camarada
Akímov, expresaron francamente sus simpatías por la "minoría ".
pág. 183
Basta
formular estas preguntas, desagradables para la minoría, para aclararnos cuál
es el hecho que se oculta tras las habladurías sobre el carácter casual
de la mayoría Es un hecho indudable e indiscutible que la minoría estaba
formada por los miembros de nuestro Partido más indinados al oportunismo.
Constituyeron la minoría los elementos del Partido menos firmes desde el
punto de vista teórico, menos consecuentes en el terreno de los principios.
Formó la minoría precisamente el ala derecha del Partido. La división en
mayoría y minoría es continuación directa e inevitable de la división de la socialdemocracia
en revolucionaria y oportunista, en Montaña y Gironda[15], que no es de ayer, que no sólo existe en el
Partido obrero ruso y que, seguramente, no desaparecerá mañana.
Este hecho tiene cardinal importancia para
explicar los motivos y las peripecias de las divergencias. Tratar de eludir
este hecho, negando o disimulando la lucha que tuvo lugar en el Congreso y los
matices de principios que en ella se señalaron, significa firmarse a uno mismo
el certificado de la más completa pobreza mental y política. Y para refutar
ese hecho, hay que demostrar, en primer lugar, que el cuadro general de
las votaciones y "divisiones" en el Congreso de nuestro Partido no es
como yo lo he expuesto; en segundo lugar, hay que demostrar que, en
el fondo de todas las cuestiones por las que "se dividió" el
Congreso, estaban equivocados los socialdemócratas revolucionarios más
consecuentes, que llevan en Rusia el nombre de iskristas*. ¡Probad a demostrar
esto, señores!
* Nota para el camarada
Mártov. Si el camarada Mártov ha olvidado ahora que iskrista significa partidatio
de una tendencia, y no miemóro de un círculo, le aconsejamos que lea
en las actas del Congreso cómo explicó Trotski esta cuestión al camarada
Akímov. Círculos iskristas en el Con- [cont. en pág. 184. --
DJR] greso (en relación al Partido) lo fueron tres: el grupo
"Emancipación del Trabajo", la redacción de Iskra y la
organización de Iskra. Dos de estos tres círculos fueron tan razonables,
que se disolvieron por propio acuerdo; el tercero no tuvo bastante espíritu de
partido para hacerlo y fue disuelto por el Congreso. El más amplio de los
círculos iskristas, la organización de Iskra (que comprendía la
redacción y el grupo "Emancipación del Trabajo"), contaba en total en
el Congreso con 16 delegados, de los cuales sólo once tenían voto.
Iskristas por tendencia, sin pertenecer a ningún "circulo"
iskrista, hubo en el Congreso, según mis cálculos, 27, con 33 votos.
De modo que menos de la mitad de los iskristas pertenecía a círculos
iskristas.
pág. 184
El hecho de que formaran la minoría los
elementos más oportunistas, menos firmes y menos consecuentes del Partido,
contesta, entre otros, a muchas dudas y a objeciones que dirigen a la mayoría
gentes que conocen poco el asunto o no han pensado bastante en la cuestión. ¿No
es mezquino, se nos dice, explicar la divergencia por un pequeño error
del camarada Mártov y del camarada Axelrod? Sí, señores, el error del camarada
Mártov fue pequeño (y yo lo señalé ya en el Congreso, en el ardor de la lucha),
pero de ese pequeño error podía resultar (y resultó ) un gran
daño, porque al camarada Mártov lo arrastraron a su lado delegados que habían
cometido toda una serie de errores, que habían demostrado en toda una
serie de cuestiones su inclinación hacia el oportunismo y su inconsecuencia en
el terreno de los principios. Hecho individual y sin importancia fue el de
mostrar inconsecuencia, por parte del camarada Mártov y del camarada Axelrod;
pero no fue ya hecho individual, sino de partido y no por completo privado
de importancia, la formación de una minoría muy significativa de todos
los elementos menos firmes, de todos aquellos que no reconocian en
absoluto la tendencia de Iskra y luchaban francamente contra ella o la
reconocían
pág. 185
de palabra, mientras que de hecho iban constantemente con
los antiiskristas.
¿No es ridículo explicar la divergencia por
el predominio del viejo espíritu rutinario de círculos y de la mentalidad
revolucionaria pequeñoburguesa en el pequeño círculo de la vieja redacción de Iskra
? No, no es ridículo, porque en apoyo de ese espíritu de círculos individual
se levantó todo lo que en nuestro Partido, durante todo el Congreso, había
luchado por el espíritu de círculos en todas sus formas, todo lo que
en general no había podido elevarse por encima de la mentalidad
revolucionaria pequeñoburguesa, todo lo que invocaba el carácter
"histórico" del mal de la mentalidad pequeñoburguesa y del mal de los
círculos para justificar y mantener ese mal. Aún podría considerarse, quiza,
como casualidad el hecho de que los intereses estrictamente de círculo
triunfaran sobre el espíritu de partido en el pequeño círculo de la redacción
de Iskra ; pero no fue una casualidad el hecho de que se levantaran en
espesa muralla para defender ese espíritu de círculos los Akímov y Brúker, que tenían en igual aprecio (si no en más) la "continuidad
histórica" del célebre Comité de Vorónezh y de la famosa
"Organización Obrera" de Petersburgo[16], que se levantaran los camaradas Iegórov,
llorando el "asesinato" de "Rabócheie Dielo" tan
amargamente (si no más) como el "asesinato" de la vieja redacción,
que se levantaran los camaradas Májov, etc., etc. Dime con quién andas y te
diré quién eres, dice la sabiduría popular. Dime quién es tu aliado político,
quién vota por ti y te diré cuál es tu fisonomía política.
El pequeño error del camarada Mártov y del
camarada Axelrod siguió y podía seguir siendo pequeño mientras no sirvió
de punto de partida para una firme alianza entre ellos y toda el ala
oportunista de nuestro Partido; mientras, en vir-
pág. 186
tud de esta alianza, no condujo a una reincidencia
del oportunismo, a un desquite de todos aquellos contra quienes luchaba Iskra
y que, con inmenso gozo, estaban dispuestos a desahogar toda su rabia en
los partidarios consecuentes de la socialdemocracia revolucionaria. Lo ocurrido
después del Congreso ha conducido precisamente a que, en la nueva Iskra,
veamos justamente una reincidencia del oportunismo, el desquite de los Akímov y
Brúker (v. Ia hoja del Comité de Vorónezh)[*], el entusiasmo de los Martínov, que por fin
(¡por fin!) se les permitía cocear en la odiada Iskra al odiado
"enemigo" por todos los viejos agravios. Esto nos demuestra con
singular evidencia hasta qué punto era imprescindible "restablecer la
vieja redacción de Iskra (del ultimátum del camarada Starovier, de fecha
3 de noviembre de 1903) para salvaguardar la "continuidad" iskrista.
. .
De por sí, el hecho de la división del
Congreso (y del Partido) en ala izquierda y derecha, en ala revolucionaria y
oportunista, no sólo no representaba aún nada terrible ni nada crítico, sino ni
siquiera absolutamente nada anormal. Por el contrario, todo el último decenio
de la historia de la socialdemocracia rusa (y no sólo de la rusa) llevaba de un
modo fatal e ineludible a semejante división. El que el motivo de esta última
fuera una serie de bien pequeños errores del ala derecha, de
discrepancias sin gran importancia (relativamente), es una circunstancia que
(pareciendo chocante a un observador superficial y a un espíritu filisteo)
significaba un gran paso hacia adelante de todo nuestro Partido en su
conjunto. Antes, divergíamos por grandes problemas que, a veces, hasta
podían justificar una escisión; ahora, estamos ya de acuerdo en todo lo grande
e importante; ahora, sólo nos separan
* Véase la presente edición, págs. 269-270. (N. de la Red.)
pág. 187
matices, por los cuales se puede y se debe discutir, pero
sería absurdo e infantil separarse (como ya ha dicho con toda razón el camarada
Plejánov en el interesante artículo "¿Qué es lo que no hay que
hacer?", artículo del que aún hemos de volver a hablar). Ahora,
cuando la conducta anarquista de la minoría después del Congreso
casi ha llevado al Partido a la escisión, es frecuente encontrar sabios que
digan: ¿acaso valía, en general, la pena de haber luchado en el Congreso por
pequeñeces como el incidente con el Comité de Organización, la disolución del
grupo "Iuzhni Rabochi", o "Rabócheie Dielo", el artículo
primero, la disolución de la vieja redacción, etc.? Quien así razona*
transfiere precisamente el punto de vista de círculos a los asuntos del
Partido: la lucha de matices es, en el Partido, inevitable y
necesaria, mientras la lucha no lleva a la anarquía y a la escisión,
mientras la lucha transcurre en el marco aceptado de común acuerdo por
todos los camaradas y miembros del Partido. Y nuestra lucha contra el
ala derecha del Partido en el Congreso, contra Akímov y Axelrod, contra
Martínov y Mártov en nada se salió de ese marco.
* No puedo menos de recordar
con ese motivo una conversación que tuve en el Congreso con uno de los
delegados del "centro". "¡Que cargada está la atmósfera de
nuestro Congreso!" -- me decía en tono de queja --. "¡Esa lucha
encarnizada, esa agitación de uno contra otro, esa polémica tan dura, esa
actitud impropia de camaradas! . . ." "¡Que cosa más maravillosa es
nuestro Congreso! -- le contestaba yo --. Lucha franca, libre. Se han expresado
las opiniones. Se han señalado matices. Apuntan grupos. Se han levantado las
manos. Se ha adoptado una decisión. Se ha dejado atrás una etapa. ¡Adelante!
Muy bien. Eso es la vida. Esto no son ya las interminables y aburridas
discusiones en que todo son palabras de intelectuales y que terminan, no porque
se haya resuelto un problema, sino sencillamente porque la gente se ha cansado
de hablar. . ."
El camarada del "centro" me miraba con ojos asombrados
y se encogía de hombros. Hablábamos lenguajes distintos.
pág. 188
Bastará, aunque sólo sea, recordar dos hechos que lo
atestiguan del modo más indiscutible: 1) cuando los camaradas Martínov y Akímov
se retiraron del Congreso, todos estábamos dispuestos a eliminar por
todos los medios la idea de "agravio", todos adoptamos (por 32
votos) la resolución de Trotski, que invitaba a estos camaradas a darse por
satisfechos con las explicaciones y a retirar su declaración; 2) cuando se
llegó a la elección de los organismos centrales, nosotros concedíarnos a la
minoría (o ala oportunista) del Congreso la minoría en ambos organismos :
a Mártov en el Organo Central, a Popov, en el C.C. No podíamos proceder
de otro modo desde el punto de vista de partido, ya que aún antes del Congreso
habíamos decidido elegir dos tríos. Si no era considerable la diferencia de
matices que se señaló en el Congreso, tampoco era considerable la
consecuencia práctica que nosotros deducíamos de la lucha de tales
matices: consecuencia que se reducía exclusivamente a la necesidad de
atribuir a la mayoría del Congreso del Partido los dos tercios en
ambos tríos.
Sóío el que la minoría del Congreso del
Partido no estuviera conforme con ser minoría en los organismos centrales
condujo, primero, al "blandengue lloriqueo" de intelectuales
derrotados, y después a frases anarquistas y actos anarquistas.
Para terminar, echemos una nueva ojeada al
diagrama, desde el punto de vista de la composición de los organismos
centrales. Es completamente natural que, además del problema de los
matices, se planteara también ante los delegados, en las elecciones, el
problema de la aptitud, de la capacidad de trabajo, etc. de esta o de la
otra persona. La minoría recurre ahora gustosamente a la confusión de
estos problemas. Pero es evidente que son problemas distintos y lo demuestra
aunque sólo sea el sencillo hecho de que, aún antes del Con-
pág. 189
greso, cuando absolutamente nadie podía prever la alianza de
Mártov y Axelrod con Martínov y Akímov, se proyectó la elección del trío inicial
para el Organo Central. A cuestiones distintas tiene también que buscarse
solución por distintos medios: al problema de los matices debemos buscarle
solución en las actas del Congreso, en la discusión pública y en
la votación de todos y cada uno de los puntos. El problema de la aptitud de las
personas, según acordamos todos en el Congreso, había de decidirse en votaciones
secretas. ¿Por qué adoptó semejante resolución todo el Congreso por
unanimidad? La cuestión es tan elemental que resulta extraño examinarla.
Pero la minoría (después de su derrota en las elecciones) ha empezado a olvidar
hasta el abecé. Hemos oído torrentes de discursos ardientes, apasionados,
excitados casi hasta la locura, en defensa de la vieja redacción, pero absolutamente
nada hemos oído de los matices que en el Congreso guardaban relación
con la lucha por los seis y los tres. Oímos haklar y charlar por todas las
esquinas de incapacidad para el trabajo, de ineptitud, de malas intenciones,
etc, refiriéndose a las personas elegidas para el C.C., pero no oímos absolutamente
nada sobre los matices que en el Congreso lucharon por el predominio
en el Comité Central. A mí me parece que fuera del Congreso es indigno e
indecoroso hablar y charlar de aptitudes y actos de la gente (porque estos actos,
en el 99 por ciento de los casos, constituyen un secreto de organización que
sólo debe descubrirse a la instancia superior del Partido). Estoy convencido de
que luchar fuera del Congreso por medio de semejantes habladurías
significaría luchar por medio de chismes. Y la única respuesta que
podría dar a la gente respecto a tales habladurías sería indicarles la lucha en
el Congreso: decís que el C.C. ha sido elegido por una pequeña mayoría. Es
verdad. Pero esa pequeña mayoría la
pág. 190
constituían todos los que, del modo más consecuente, no de
palabra, sino en la práctica, luchaban para realizar los planes iskristas. La
autoridad moral de tal mayoría debe estar, por ello, muchísimo más alta
aún que su autoridad formal, para todo el que tenga en más la continuidad
de la tendencia de Iskra que la de cualquiera de los círculos de Iskra.
¿Quién era más competente para juzgar de la aptitud de estas o las otras
personas para llevar a la práctica la política de Iskra ? ¿Los que
habían aplicado esta política en el Congreso, o los que, en toda una serie de
casos, habían luchado contra dicha política, defendiendo toda clase de cosas
atrasadas, toda clase de morrallas, toda clase de espíritu de círculos?
pág. 191
n) DESPUES DEL CONGRESO. DOS
METODOS DE LUCHA
El análisis de
los debates y votaciones del Congreso, que acabamos de terminar, explica in
nuce (en embrión) todo lo ocurrido después del Congreso, y podemos
ser breves al señalar las etapas siguientes en la crisis de nuestro Partido.
La negativa de
Mártov y Popov a hacerse elegir dio en seguida un tono de querella a la
lucha de los matices de partido dentro del mismo. El camarada Gliébov,
considerando inverosímil que los redactores no elegidos hubieran decidido
seriamente volverse hacia Akímov y Martínov, y explicándose lo sucedido
más que nada por exaltación, nos propuso, a Plejánov y a mí, al día siguiente
de terminar el Congreso, que acabáramos por una paz, "cooptando" a
los cuatro con la condición de que se asegurara una representación de la
redacción en el Consejo (es decir, que de dos representantes, uno perteneciera
necesariamente a la mayoría del Partido ). Esta condición nos pareció, a
Plejánov y a mí, razonable, ya que aceptarla significaba reconocer
tácitamente el error cometido en el Congreso, significaba un deseo de paz y
no de guerra, un deseo de estar más cerca de mí y de Plejánov que de Akímov y
Martínov, Iegórov y Májov. La concesión en lo tocante a la
"cooptación" adquiría de ese modo un carácter personal, y no valía la
pena de negarse a una concesión personal que había de calmar la
irritación y restablecer
pág. 192
la paz. Por ello dimos,
Plejánov y yo, nuestro consentimiento. La mayoría de la redacción rechazó la
condición. Gliébov se marchó. Nosotros esperamos las consecuencias: ¿se
mantendría Mártov en el terreno leal en que se había colocado (contra el
camarada Popov, representante del centro) en el Congreso, o se impondrían los
elementos inestables e inclinados a la escisión, a los que había seguido?
Estábamos ante
el dilema siguiente: ¿tendría el camarada Mártov a bien considerar su
"coalición" en el Congreso como un hecho político aislado (como había
sido un hecho aislado la coalición de Bebel con Vollmar en 1895, si licet
parva componere magnis [*]), o querrá afianzar esa coalición, encaminará
todos los esfuerzos a demostrar el error cometido por mí y por Plejánov
en el Congreso, se convertirá en verdadero adalid del ala oportunista de
nuestro Partido? Dicho de otro modo, este dilema se expresaba en las palabras
siguientes: ¿querella o lucha política de Partido? De nosotros tres que, al día
siguiente de la terminación del Congreso, éramos los únicos miembros presentes
de los organismos centrales, Gliébov era el más inclinado a resolver el dilema
en el primer sentido y el que más procuraba reconciliar a los niños que habían
peleado. Por la segunda variante se inclinaba más bien el camarada Plejánov, al
que, materialmente, no había modo de acercarse. Yo desempeñaba en aquella
ocasión el papel de "centro" o de "charca" y procuré
convencer. Tratar de reconstruir ahora esos argumentos verbales sería meterse
en un laberinto, y no seguiré el mal ejemplo del camarada Mártov ni del
camarada Plejánov. Pero considero imprescindible reproducir algunos pasajes de
algunos pasajes persuasivos que dirigí por escrito a uno de los iskristas de la
"minoría":
* Si es lícito comparar lo pequeño con lo grande. (N. de la Red.)
pág. 193
. . . "La negativa de Mártov a formar parte de la redacción, su
negativa a colaborar. así como la de otros literatos del Partido, la negativa
de toda una serie de personas a trabajar para el C.C., Ia propaganda de ideas
de boicot o de resistencia pasiva, todo ello conducirá inevitablemente, aun
contra la voluntad de Mártov y sus amigos, a una escisión en el Partido. Induso
si Mártov se mantiene en terreno leal (en el que tan decididamente se ha
colocado en el Congreso), los demás no se mantendrán, y el final que he
indicado será inevitable. . .
. . . Y yo me pregunto ahora: ¿por qué, en verdad, hemos de
separar nos? Repaso todo lo sucedido en el Congreso, las impresiones allí
recogidas, y reconozco que muchas veces mi conducta y mis actos respondían a
una irritación extrema, 'furiosa', estoy dispuesto a reconocer gustosamente,
ante quien quiera, esta falta mía, si puede llamarse falta lo que naturalmente
era provocado por el ambiente, la reacción, la réplica, la lucha, etc. Pero,
considerando ahora sin furia alguna los resultados obtenidos, lo realizado en
esa lucha furiosa, decididamente no puedo ver en esos resultados nada,
absolutamente nada perjudicial para el Partido y absolutamente ningún agravio u
ofensa para la minoría.
Claro que no podía menos de resultar desagradable el mismo hecho
de haber tenido que quedarse en minoría, pero yo protesto categóricamente
contra la idea de que hayamos 'mancillado' a alguien, que hayamos querido
ofender o humillar a quien sea. Nada de eso. Y no debe consentirse que una
divergencia política lleve a interpretar los hechos acusando a la parte
contraria de mala fe, de villanía, de intrigas y demás cosas agradables de las
que se oye hablar cada vez con mayor frecuencia en la atmósfera de la escisión
que se avecina. No debe consentirse esto, porque, en el mejor de los casos, es
hasta el nec plus ultra de lo irrazonable.
Nosotros estamos en desacuerdo con Mártov en el terreno político
(y en el de organización), como habíamos estado antes decenas de veces.
Derrotado en el problema del artículo primero de los estatutos, yo no podía
menos de buscar con todo empeño un desquite en los problemas que me quedaban a
mí (y al Congreso). No podía menos de desear, por una parte, un C.C.
rigurosamente iskrista, y por otra, un trio en la redacción. . . Yo considero
que este trio es el único capaz de ser un organismo de funcionarios, y
no un organismo en que todo se hace en familia y con negligencia, el único
verdadero centro al que cada cual puede llevar en todo momento su punto de
vista de partido y defenderlo, ni un ápice más e irrespective de todo lo
personal, de todas las consideraciones de agravio, de retirada, etc.
pág.
194
Este trío, después de lo sucedido en el Congreso, legalizaba, sin duda
alguna, una línea que, en el terreno político y en el de organización se
dirigia en cierto sentido contra Mártov. Desde luego. Pero ¿habíamos de romper
por ello? ¿Escindir por ello el Partido? ¿No habían estado Mártov y Plejánov
contra mí en la cuestión de las manifestaciones? ¿No estuvimos Mártov y yo
contra Plejánov en lo tocante al programa? ¿No está siempre dirigido todo grupo
de tres, por uno de sus lados, contra cada una de las personas que lo forman?
Si la mayoría de los iskristas, tanto en la organización de Iskra como
en el Congreso, había juzgado erróneo ese matiz especial de la línea de Mártov
en el terreno de organización y en el político, ¿no son, en verdad,
descabellados los intentos de explicar esto por 'maquinaciones' y
'azuzamientos', etc.? ¿No hubiera sido descabellado querer refutar este hecho tildando
a la mayoría de 'gentuza'?
Repito: lo mismo que la mayoría de los iskristas del Congreso, yo
estoy profundamente convencido de que Mártov ha seguido una línea errónea y de
que había que corregirle. No es razonable ver un agravio en esta corrección,
deducir de ella una ofensa, etc. A nadie hemos 'mancillado' en nada, ni
'mancillamos', ni separamos del trabajo. Y originar una escisión por
haber sido apartado del organismo central sería una locura para mí
incomprensible"*.
He creído
necesario reproducir ahora estas declaraciones mías, hechas por escrito, porque
demuestran exactamente que la mayoría deseaba establecer inmediatamente
cierta línea de demarcación entre las ofensas personales posibles (e inevitable
en una lucha encarnizada), la irritación personal por lo duro y
"furioso" de los ataques, por una parte, y determinado error
político, determinada línea política (la coalición con el ala derecha), por
otra.
* Esta carta [la carta a A. N. Potrésov, del 31 de agosto (13 de
septiembre) de 1903. N. de la Red.] se escribió todavía en septiembre
(del nuevo calendario). He omitido en ella lo que me parecía no hacer al caso.
Si el destinatario considera que es precisamente importante lo omitido, puede
completarlo sin dificultad. A propósito. Aprovecho la ocasión para autorizar de
una vez para siempre a todos mis adversarios a publicar todas mis cartas
particulares, si lo consideran útil a la causa.
pág. 195
Estas
declaraciones demuestran que la resistencia pasiva de la minoría comenzó
inmediatamente después del Congreso y provocó en seguida por nuestra parte
la advertencia de que aquello era un paso hacia la escisión del Partido ;
de que estaba directamente en pugna con las declaraciones de lealtad hechas
en el Congreso ; de que sería una escisión exclusivamente motivada por
la separación de los organismos centrales (es decir, por no haber sido
elegidos), porque nadie había pensado nunca en separar a ninguno de los
miembros del Partido del trabajo ; de que la divergencia política entre
nosotros (inevitable mientras no esté aclarada y resuelta la cuestión de si fue
en el Congreso la línea de Mártov o la nuestra la equivocada) empieza a degenerar
cada vez más en querella con injurias, sospechas, etc., etc.
De nada
sirvieron las advertencias. La conducta de la minoría demostraba que se
imponían entre ella los elementos menos firmes, los que menos apreciaban al
Partido. Esto nos obligó, a Plejánov y a mí, a retirar nuestro
consentimiento a la proposición de Gliébov: porque, en efecto, si la minoría
daba en sus actos pruebas de vacilación política, no sólo en el terreno
de los principios, sino en el de la más elemental lealtad al Partido,
¿qué valor podían tener ya las palabras acerca de la decantada
"continuidad"? ¡Nadie ha ironizado con más agudeza que Plejánov sobre
lo absurdo que era exigir que "se cooptara" para la redacción de
partido a una mayoría de personas que hablaban francamente de sus nuevas y crecientes
discrepancias! ¿En qué parte del mundo se ha visto que antes de explicar
en la prensa, ante el Partido, las nuevas discrepancias, la mayoría del
Partido en los organismos centrales se convierta a sí misma en minoría?
¡Expónganse antes las discrepancias, juzgue el Partido de su profundidad e
importancia, corrija el Partido mismo el error que ha cometído
pág.
196
en el II Congreso, si es
que se demuestra que ha habido algún error! El mero hecho de formular semejante
exigencia en nombre de discrepancias aún desconocidas demostraba la
plena inestabilidad de quienes lo exigían, la degeneración de divergencias
políticas en una querella, una total falta de consideración hacia todo el
Partido y hacia sus propias convicciones. No ha habido aún y no habrá nunca en
el mundo personas convencidas en principio que renuncien a convencer,
hasta obtener (por vía privada ) la mayoría en el organismo que se
proponen convencer.
Por fin, el
4 de octubre, el camarada Plejánov declara que va a hacer el último intento
de acabar con ese absurdo. Se reúnen los seis miembros de la vieja redacción en
presencia de un nuevo miembro del C.C.* Tres horas enteras se pasa el camarada
Plejánov demostrando que es absurdo exigir la "cooptación" de cuatro
de la "minoría" por dos de la "mayoría". Propone la cooptación
de dos, por una parte, para eliminar el temor de que queramos
"atropellar", aplastar, rechazar, sentenciar y enterrar a alguien, y
por otra parte, para salvaguardar los derechos y la posición de la
"mayoría" del Partido. La cooptación de dos es igualmente
rechazada.
El 6 de
octubre, Plejánov y yo escribimos una carta oficial a todos los antiguos
redactores de Iskra y a su colaborador, camarada Trotski, en los
términos siguientes:
"Estimados camaradas: La tedacción del Organo Central se considera
en el deber de expresar oficialmente cuánto lamenta vuestro apartamiento de la
colaboración en Iskra y Zariá. A pesar de las repetidas
invitaciones a colaborar que hemos hecho inmediatamente después del II Congreso
* Este miembto del C.C.[17] organizó, además,
especialmente una serie de entrevistas particulares y colectivas con la
minoría, refutando absurdas habladurías y llamando al cumplimiento de los
deberes de partido.
pág. 197
del Partido y que hemos tepetido más de
una vez con posterioridad, no hemos recibido de vosotros ni una sola obra
literaria. La redacción del Organo Central declara que no cree haber provocado
en modo alguno vuestro apartamiento de esa colaboracion. Ninguna irritación
personal debe, naturalmente, ser obstáculo para el trabajo en el Organo Central
del Partido. Si vuestro apartamiento se debe a una divergencia de opi niones
entre vosotros y nosotros, consideraríamos de extraordinaria uti lidad, en
interés del Partido, una exposición detallada de tales discre pancias. Aún más.
Consideraríamos muy deseable qae el carácter y la profundidad de tales
discrepancias se pongan cuanto antes en claro ante todo el Partido en las
páginas de las publicaciones que redactamos"[*].
Como ve el lector, seguiamos aún sin ver
claramente si en los actos de la "minoría" predominaba la irritación
personal o el deseo de imprimir al Organo (y al Partido) un rumbo nueuo ;
qué rumbo y en qué debía consistir. Yo creo que si ahora mismo se pusieran los
70 interpretadores a explicar este problema, a base de todas las publicaciones
y de todos los testimonios que se quisiera, nunca llegarian a poner en claro
ese embrollo. Muy pocas veces puede ponerse en claro una querella: hay que
cortar por lo sano o apartarse**.
A la carta del 6 de octubre nos contestaron
Axelrod, Zasúlich, Starovier, Trotski y Koltzov con un par de renglones,
diciendo que los firmantes no aceptaban participación alguna en Iskra
desde el momento de su paso a manos de una nueva
* En la carta al camarada Mártov figuraba, además, otro pasaje, en que
se preguntaba por un folleto, y la frase sigúiente: "Por último, mirando
por los intereses de la causa, volvemos a comunicarle que en el momento actual
estamos dispuestos a cooptarle a usted como miembro de la redacción del Organo
Central, para darle plena posibilidad de manifestar y defender oficialmente
todos sus puntos de vista en el organismo superior del Partido".
** El camarada Plejánov, probablemente, hubiera añadido aquí: o
dar satisfacción a toda clase de pretensiones de los iniciadores de la
querella. Ya veremos por qué era imposible hacerlo.
pág.
198
redacción. El camarada
Mártov fue más explícito y nos honró con la respuesta siguiente;
"A la redacción del Organo Central del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia. Estimados camaradas: En respuesta a vuestra carta del
6 de octubre, declaro lo siguiente: Considero que todas nuestras explicaciones
sobre el trabajo en común en un mismo órgano han terminado después de la
reunión que tuvo lugar en presencia de un miembro del C.C. el 4 de octubre,
reunión en la que vosotros os negasteis a contestar sobre las causas que os
habían inducido a retirar la proposición que nos habíais hecho, en el sentido
de que Axelrod, Zasúlich, Starovier y yo entraramos a formar parte de la
redacción con la condición de comprometernos a elegir al camarada Lenin
'representante' nuestro en el Consejo. Después de que en la mencionada reunión
rehuísteis repetidas veces formular vuestras propias declaraciones, hechas ante
testigos, yo no considero necesario explicar en una carta dirigida a vosotros
los motivos de mi negativa a trabajar en Iskra en las condiciones
actuales. Cuando haga falta, hablaré de esto detalladamente ante todo el
Partido, que ya por las actas del II Congreso sabrá por qué he rechazado la
proposición, que ahora repetís vosotros, de ocupar un puesto en la redacción y
en el Consejo. . .[*]
L.
Mártov "
Esta carta, juntamente con los documentos
precedentes, explica de un modo irrefutable la cuestión del boicot, de la
desorganización, de la anarquía y de la preparación de la escisión, que con
tanto celo (con admiraciones y puntos suspensivos) evita el camarada Mártov en
su "Estado de sitio", la cuestión de los medios de lucha leales y
desleales.
Se ofrece al camarada Mártov y a otros
que expongan las discrepancias, se les ruega que digan con franqueza qué
es lo que pasa y qué es lo que se proponen, se les persuade de que dejen
sus caprichos y pongan tranquilamente en claro el error sobre el artículo
primero (ligado de un modo indisoluble al error del viraje hacia la derecha), y
el camarada Mártov y
* Omito la respuesta sobre el folleto de Mártov que se reeditaba
entonces.
pág. 199
compañía se niegan a
hablar, y gritan: ¡Nos asedian, nos atropellan! Las ironías de que fue
objeto la "palabra terrible" no han enfriado el ardor de estas
cómicas lamentaciones.
Porque
¿cómo se puede asediar al que se niega a trabajar en común? -- le
preguntábamos al camarada Mártov --. ¿¿Cómo puede agraviarse,
"atropellarse" y oprimirse a una minoría cuando se niega a ser
minoría?? Porque el estar en una minoría significa, absoluta e
indefectiblemente, ciertas desventajas para el que ha quedado en minoría. Estas
desventajas consisten, bien en la necesidad de formar parte de un organismo en
el que se impondrá la mayoría en determinados problemas, bien en la necesidad
de quedarse fuera del organismo, atacándolo y exponiéndose, por consiguiente,
al fuego de bien fortificadas baterías.
¿Es que con
sus gritos sobre el "Estado de sitio" quería el camarada Mártov decir
que se luchaba de un modo injusto y desleal contra los que habían quedado en
minoría, o que se les dirigía de ese modo? Solamente esta tesis hubiera
tenido (a los ojos de Mártov) cuando menos una sombra de razón, porque, repito,
el estar en minoría trae consigo, de un modo obligado e indefectible, ciertas
desventajas. ¡Pero lo cómico está precisamente en que no había manera de
luchar contra el camarada Mártov mientras él se negaba a hablar con
nosotros! ¡No había manera de dirigir la minoría mientras se negara a
ser minoría!
Ni un
solo caso de abuso de autoridad o de exceso de poder pudo demostrar el
camarada Mártov respecto a la redacción del Organo Central cuando Plejánov y yo
estábamos en ella. Ni un solo caso han demostrado tampoco los militantes
prácticos de la minoría por parte del Comité Central. Por muchas vueltas que le
dé ahora el camarada Mártov en su
pág.
200
"Estado de
sitio", queda como hecho incontrovertible que en las lamentaciones
sobre el "estado de sitio" no había absolutamente nada más que
"lloriqueo blandengue" .
La carencia
total de argumentos razonables contra la redacción nombrada por el
Congreso, por parte del camarada Mártov y compañía, ilustra mejor que nada su
frasecilla: "Nosotros no somos siervos" ("Estado de sitio",
pág. 34). En esta frase se trasluce con notable nitidez la psicología del
intelectual burgués, que se considera un "espíritu selecto", por
encima de la organización de masas y de la disciplina de masas. Explicar
la negativa a trabajar en el Partido diciendo "nosotros no somos
siervos", es descubrirse por entero, reconocer una completa
carencia de argumentos, una total incapacidad de motivar, una ausencia total de
causas razonables de descontento. Plejánov y yo declaramos considerar que, por
nuestra parte, nada ha provocado la negativa, rogamos que se expongan las
discrepancias y se nos contesta: "nosotros no somos siervos"
(añadiendo: aún no hemos llegado a un arreglo por lo que hace a la cooptación).
Para el
individualismo propio de intelectuales, que ya se asomó en los debates sobre el
artículo primero, descubriendo su inclinación hacia los razonamientos
oportunistas y las frases anarquistas, toda organización y toda
disciplina proletarias son un avasallamiento feudal. Pronto sabrán los
lectores que también el nuevo Congreso del Partido es para estos
"militantes" y "funcionarios" del Partido una institución
feudal, terrible e insoportable para los "espíritus selectos". . . Y,
en efecto, es una "institución" terrible para los que quieren
aprovecharse de su título de miembros del Partido, pero que se dan cuenta de
que ese título no corresponde a los intereses del Partido y a la
voluntad del Partido.
pág. 201
Las
resoluciones de los comités, que he enumerado en mi carta a la redacción de la
nueva Iskta y que el camarada Mártov ha insertado en su "Estado de
sitio" demuestran de hecho que la conducta de la minoría fue una constante
insubordinación a las decisiones del Congreso, una desorganización
del trabajo práctico positivo. Compuesta de oportunistas y gentes que odiaban a
Iskra, la minoría destrozaba el Partido, estropeaba,
desorganizaba el trabajo, buscando venganza por la derrota sufrida en el
Congreso y comprendiendo que, por medios honrados y leales (explicando
las cosas en la prensa o en el Congreso?, no lograría nunca refutar la
acusación de oportunismo e mconsecuencia propia de intelectuales de que había
sido objeto en el II Congreso. Comprendiendo su impotencia para convencer
al Partido, actuaban desorganizando al Partido y entorpeciendo todo
el trabajo. Se les echaba en cara que (por la confusión que habían sembrado
en el Congreso) habían quebrado nuestro vaso y ellos contestaban al reproche
procurando por todos los medios que se acabara de romper el vaso ya
quebrado.
La
confusión llegó a tal punto que el boicot y la negativa a colaborar se
declaraban "medios honrados "* de lucha. El camarada Mártov no
hace ahora más que dar vueltas alrededor de este delicado punto. ¡Está tan
aferrado a los "principios", que defiende el boicot . . . cuando lo
hace la minoría y lo censura cuando constituye una amenaza para el propio Mártov,
una vez que se encuentra en la mayoría!
Yo creo
que, por lo que se refiere a los medios de lucha honrados en el Partido Obrero
Socialdemócrata, podemos pasar por alto la cuestión sin establecer si es
"discrepancia de principio" o querella.
* Resolución de la zona minera ("Estado de sitio", pág. 38).
pág.
202
* *
*
Después de
haber intentado en vano (4 y 6 de octubre) obtener una explicación por parte de
los camaradas que habían iniciado la historia a causa de la
"cooptación", no les quedaba a los organismos centrales sino ver qué
sería en la práctica la lealtad de lucha que habían prometido de palabra. El 10
de octubre, el C.C. dirige una circular a la Liga (v. actas de la Liga, págs.
3-5), poniendo en su conocimiento que está redactando unos estatutos e
invitando a los miembros de la Liga a colaborar. La administración de la Liga
había denegado por aquel entonces la celebración de un congreso (por dos votos
contra uno; v. pág. 20, lug. cit.). Las respuestas de los partidarios de la
minoría a dicha circular demostraron en seguida que la decantada lealtad y
aceptación de las decisiones del Congreso no eran más que frases, y que, en
realidad, la minoría había decidido terminantemente no someterse a los
organismos centrales del Partido, contestando a sus llama mientos para una
labor en común con frases llenas de sofismas y palabras anarquistas.
A la célebre carta abierta de uno de los miembros de la administración, Deich
(pág. 10), contestamos, Plejánov, otros partidarios de la mayoría y yo, con una
enérgica nota de "protesta contra las burdas infracciones de la disciplina
del Partido que permiten a una persona que desempeñe un cargo en la Liga
entorpecer el trabajo de organización de una institución del Partido y llamar a
otros camaradas a idéntica violación de la disciplina y de los estatutos.
Frases como 'no me considero autorizado a tomar parte en semejante trabajo por
invitación del C.C.' o 'camaradas, de ningún modo debemos confiarle (al C.C.)
la redacción de los nuevos estatutos de la Liga', etc., son procedimientos de
agi-
pág. 203
tación de un tipo que
sólo puede despertar indignación en cualquier persona que entienda lo más
mínimo lo que significan los conceptos de partido, organización y disciplina de
partido. Semejantes procedimientos producen tanta mayor indignación cuanto que
se dirigen contra un organismo del Partido que acaba de ser creado y
representan, por tanto, una tentativa indudable de privarle de la confianza de
los camaradas del Partido; además, se ponen en circulación bajo el nombre de un
miembro de la administración de la Liga y a espaldas del C.C." (pág. 17).
En
semejantes condiciones, el Congreso de la Liga prometía no ser más que un
escándalo.
El camarada
Mártov, desde el primer momento, continuó la táctica que seguía en el Congreso
de "indagar en conciencia ajena", esta vez en la del camarada
Plejánov, desvirtuando conversaciones particulares. El camarada Plejánov
protesta y el camarada Mártov se ve obligado a retirar (págs. 39 y 134 de las
actas de la Liga) palabras de reproche pronunciadas a la ligera o por
irritación.
Llega el
momento del informe. Yo había sido delegado de la Liga en el Congreso del
Partido. Con una simple ojeada al resumen de mi informe (págs. 43 y
siguientes)* verán los lectores que yo hice un bosquejo del mismo análisis de
las votaciones del Congreso que en forma detallada constituye el contenido del
presente folleto. El centro de gravedad de mi informe iba dirigido precisamente
a probar que Mártov y compañía, a consecuencia de los errores por ellos
cometidos, habían quedado en el ala oportunista de nuestro Partido. A
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
pág.
204
pesar de que hice mi
informe ante una mayoría de los más rabiosos adversarios, nada absolutamente
pudieron descubrir en él que se apartara de los procedimientos leales de lucha
y polémica del Partido.
El informe
de Mártov, en cambio, prescindiendo de pequeñas "enmiendas"
particulares a mi exposición (ya hemos demostrado más arriba que estas
enmiendas eran inexactas) representaba. . . algo así como un producto de unos
nervios enfermos.
Nada es
extraño que la mayoría se negara a luchar en semejante atmósfera. El camarada
Plejánov protestó contra el "escándalo " (pág. 68) -- ¡en
efecto, había sido un verdadero "escándalo"! -- y se retiró del
Congreso, no queriendo exponer las objeciones que ya tenía preparadas sobre el
fondo del informe. Igualmente se retiraron del Congreso casi todos los demás
partidarios de la mayoría, consignando por escrito su protesta contra "la
indigna conducta" del camarada Mártov (pág. 75 de las actas de la Liga).
Todo el
mundo veía con entera claridad cuáles eran los procedimientos de lucha de la
minoría. Nosotros echábamos en cara a la minoría el error político cometido en
el Congreso, su viraje hacia el oportunismo, su coalición con los bundistas,
con los Akímov, los Brúker, los Iegórov y los Májov. La minoría había sufrido
una derrota en el Congreso y "fraguaba" en aquel momento dos
precedimientos de lucha, que comprendían toda la infinita variedad de ataques
por sorpresa, a saltos, golpes de mano, etc.
Primer
procedimiento : desorganizar todo el trabajo del Partido, estropear
las cosas, procurar entorpecerlo todo "sin explicar las causas".
pág. 205
Segundo
procedimiento : armar "escándalos", etc., etc.[*]
Este "segundo procedimiento de
lucha" aparece también en las decantadas resoluciones de
"principio" de la Liga, en cuyo examen, naturalmente, no tomó parte
la "mayoría". Veamos más de cerca estas resoluciones, que el camarada
Mártov ha reimpreso ahora en su "Estado de sitio".
La primera resolución, firmada por los
camaradas Trotski, Fomín, Deich y otros, contiene dos tesis, dirigidas contra
la "mayoría" del Congreso de Partido: 1) "La Liga expresa su
profundo sentimiento ante el hecho de que, merced a las tendencias surgidas en
el Congreso, contrarias en el fondo a la política anterior de Iskra, no
se haya concedido la debida atención, al redactarse los estatutos del Partido,
al problema de establecer garantias suficientes para asegurar la independencia
y la autoridad del C.C." (pág. 83 de las actas de la Liga).
Esta tesis "de principio" se
reduce, según ya hemos visto, ¡a la frase de Akímov, cuyo carácter oportunista
fue desenmascarado en el Congreso del Partido incluso por el camarada
Popov! En el fondo, nunca fueron más que chismes todo lo que se habló de
que la "mayoría" no pensaba salvaguardar la independencia y la
autoridad del C.C. Baste decir que, cuando Plejánov y yo estábamos en la
redacción, no teníamos en el Consejo predominio del Organo Central sobre
el Comité
* Ya he dicho que no sería razonable reducir a motivos ínfimos las más
bajas formas de manifestación de semejantes querellas, habituales en la
emigración y en el destierro. Se trata de una especie de enfermedad que se
extiende epidémicamente en determinadas condiciones anormales de vida, en
determinados estados de desequilibrio nervioso, etc. Me he visto
precisado a determinar aquí el verdadero carácter de este sistema de lucha,
porque el camarada Mártov lo ha repetido por entero en su "Estado do
sitio" .
pág.
206
Central, mientras que
cuando los martovistas entraron en la redacción, resultó en el Consejo un
predominio del Organo Central sobre el Comité Central. Cuando nosotros
estábamos en la redacción, en el Consejo predominaban los militantes
prácticos que trabajan en Rusia sobre los literatos que residen en el
extranjero; con los martovistas resultó lo contrario. Mientras nosotros
estábamos en la redacción, ni una sola vez intentó el Consejo intervenir
en ningún problema práctico ; desde el momento de la cooptación por
unanimidad, comenzó semejante intervención, según podrán verlo de un
modo completo más adelante los lectores.
La tesis
siguiente de la resolución que examinamos decía: ". . . al formar los
organismos centrales oficiales del Partido, el Congreso prescindía de las
relaciones de continuidad con los ya formados de hecho. . ."
Esta tesis
se reduce, por entero, al problema de la composición personal de los
organismos centrales. La "minoría" prefirió dejar de lado el hecho de
que los viejos organismos centrales habían demostrado en el Congreso su
incapacidad y cometido una serie de errores. Pero lo más cómico es la alusión a
la "continuidad" en lo tocante al Comité de Organización. En el
Congreso, según hemos visto, nadie dijo una palabra de confirmar a todos los
miembros de dicho Comité. Mártov profirió en el Congreso exaltados gritos sobre
la ver guenza que para él representaba figurar en una lista con tres miembros
de este Comité. En el Congreso, la "minoría" propuso su última
lista con un miembro del Comité de Organización (Popov, Gliébov o
Fomín y Trotski), mientras que la "mayoría" hizo triunfar una lista
con dos miembros de dicho Comité (Travinski, Vasíliev y
Gliébov). Cabe preguntar: ¿acaso esta alusión a la "continuidad"
puede calificarse de "discrepancia de principios"?
pág. 207
Pasemos a
la otra resolución, firmada por cuatro miembros de la vieja redacción con el
camarada Axelrod al frente. Encontramos en ella todas las principales
acusaciones contrá la "mayoría", repetidas más de una vez en la
prensa. Lo más conveniente es examinarlas precisamente tal como las formularon
los miembros del círculo de redactores. Las acusaciones van dirigidas contra
"el sistema burócrata-autocrático de dirigir el Partido", contra el
"centralismo burocrático", que, a diferencia del "centralismo
verdaderamente socialdemócrata", se define del modo siguiente: "No
coloca en primer plano la unidad interna, sino la externa, la unidad formal,
realizada y defendida por medios puramente mecánicos, aplastando
sistemáticamente la iniciativa individual y la actuación social"; de aquí
que resulte "por su misma esencia incapaz de unificar orgánicamente los
elementos que componen la sociedad".
Alá sabrá a
qué "sociedad" se refieren aqui el camarada Axelrod y compañía. Por
lo visto, el mismo camarada Axelrod no sabía muy bien si escribía el mensaje de
un zemstvo sobre las reformas que serían de désear en la administración,
o exponia las quejas de la "minoría". ¿Qué puede querer decir
lo de la "autocracia" en el Partido, sobre la que chillan los
"redactores" descontentos? La autocracia es el poder supremo,
incontrolado, irresponsable y no electivo de una persona. Por las publicaciones
de la "minoría", se sabe perfectamente que como semejante autócrata
se me considera a mí, y a nadie más. Cuando se redactó y se aprobó la
resolución que ahora examinamos, yo estaba en el Organo Central juntamente con
Plejánov. Por consiguiente, el camarada Axelrod y compañía quieren decir que
están convencidos de que tanto Plejánov, como todos los miembros del Comité
Central, "no dirigían el Partido" de acuerdo con su concepto del bien
de la causa, sino siguiendo la voluntad del autócrata
pág.
208
Lenin. El acusar de
dirección autócrata conduce, necesaria e inevitablemente, a reconocer que todos
los demás miembros de la dirección, menos el autócrata, son meros instrumentos
en manos ajenas, peones, ejecutores de una voluntad ajena. Y nosotros
preguntamos una y otra vez: ¿es en verdad posible que sea ésta la
"discrepancia de principio" del respetabilísimo camarada Axelrod?
Prosigamos.
¿De qué unidad exterior, formal, hablan aquí nuestros "miembros del
Partido", que acaban de volver de un Congreso del Partido, cuyas
decisiones han reconocido solemnemente como legítimas? ¿No conocerán, fuera del
Congreso del Partido, otro medio de conseguir la unidad de un partido
organizado sobre la base de principios más o menos firmes? Si es así, ¿por qué
no tienen el valor de decir claramente que ya no consideran legítimo el II
Congreso? ¿Por qué no prueban a exponernos sus nuevas ideas y los nuevos medios
de conseguir la unidad en el supuesto partido supuestamente organizado?
Prosigamos.
¿De qué "iniciativa individual aplastada" hablan nuestros
intelectuales individualistas, a quienes un momento antes había rogado
nuestro Organo Central que expusieran sus discrepancias y que, en lugar de
hacerlo, regateaban sobre la "cooptación"? ¿Cómo es posible, en
general, que Plejánov y yo o el C.C. aplastáramos la iniciativa y la actuación
individual de gentes que se negaban a toda "actuación" con nosotros?
¿Cómo puede "aplastarse" a alguien en un organismo o grupo en que
se han negado a tomar parte los sojuzgados? ¿Cómo pueden quejarse los
redactores no elegidos del "sistema de dirección", cuando se han
negado a "ser dirigidos"? No pudimos nosotros cometer falta alguna
al dirigir a nuestros camaradas, por la sencilla razón de que
pág. 209
estos camaradas no
trabajaban en absoluto bajo nuestra dirección.
Está claro,
me parece, que los clamores contra el famoso burocratismo no son más que un
medio de encubrir el descontento por la composición de los organismos
centrales, no son más que una hoja de parra que oculta una palabra solemnemente
empeñada en el Congreso y a la que se ha faltado. ¡Eres un burócrata, porque
has sido designado por el Congreso sin mi voluntad y contra ella! ¡Eres un
formalista, porque te apoyas en las decisiones formales del Congreso, y no en
mi consentimiento! ¡Obras de un modo brutalmente mecánico, porque te remites a
la mayoría "mecánica" del Congreso del Partido y no prestas atención
a mi deseo de ser cooptado! ¡Eres un autócrata, porque no quieres poner el
poder en manos de la vieja tertulia de buenos compadres que defienden su
"continuidad" de círculo con tanta mayor energía cuanto que le es más
desagradable la desaprobación directa de ese mismo espíritu de círculo por
parte del Congreso.
Ningún
contenido real, fuera del indicado, tuvo ni tiene ese griterío sobre el
burocratismo*. Y precisamente este método de lucha no hace sino probar una vez
más la inestabilidad intelectual de la minoría. Quería convencer al Partido de
que no habían sido bien elegidos los organismos centrales. ¿Cómo? ¿Criticando
la Iskra que habíamos dirigido Plejánov y yo? No, no tenían fuerzas para
hacerlo. Quisieron convencerle por la negativa de un sector del Partido a
trabajar bajo la dirección de los odiados organismos centrales. Pero ningún
organismo central de ningún partido del mundo podrá
* Baste decir que, para la minoría, el camarada Plejánov dejó de ser
partidario del "centraíismo burocrático" después de que hubo
realizado una bienhechora cooptación.
pág.
210
demostrar que es capaz de
dirigir a personas que no quieran someterse a la dirección. No someterse a la
dirección de los organismos centrales equivale a una negativa a seguir en el
Partido, equivale a deshacer el Partido, no es una medida de persuasión, sino
una medida de destrucción. Y precisamente el trocar de este modo la
persuasión por la destrucción demuestra una falta de firmeza de principios, una
falta de fe en las ideas propias.
Se habla de
burocratismo. Burocratismo puede traducirse al ruso por una palabra: puestismo.
Burocratismo es subordinar los intereses de la causa a los intereses de
la carrera, es conceder la más profunda atención a los puestos y
desentenderse del trabajo, pelearse por la cooptación, en lugar de
luchar por las ideas. Semejante burocratismo, en efecto, es, sin duda
alguna, indeseable y perjudicial para el Partido, y yo dejo con toda
tranquilidad al lector que juzgue cuál de los dos bandos actualmente en lucha
dentro de nuestro Partido adolece de tal burocratismo. . . Se habla de
procedimientos toscamente mecánicos en la unificación. Desde luego, los
procedimientos toscamente mecánicos son perjudiciales, pero yo vuelvo a dejar
al lector que juzgue si puede imaginarse un procedimiento de lucha más tosco y
más mecánico entre la nueva y la vieja tendencia, que el introducir a
determinadas personas en los organismos del Partido antes de haber convencido a
éste de la justeza de las nuevas concepciones, antes de haber expuesto al
Partido estas concepciones.
Pero ¿quizá
las palabrejas de que tanto gusta la minoría tengan también cierto sentido de
principio, expresen cierto orden especial de ideas, independientemente del
motivo, pequeño y particular, que, sin duda alguna, ha servido en este caso de
punto de partida para el "viraje"? ¿Quizá, dejando a un lado la pelea
por la "cooptación", estas palabrejas sean,
pág. 211
sin embargo, refíejo de
un sistema de concepciones distinto?
Examinemos
el problema desde este punto de vista. Antes de hacerlo, deberemos decir ante
todo que el primero en intentar semejante examen fue el camarada Plejánov en la
Liga, al indicar que la minoría había virado hacia el anarquismo y el oportunismo,
y que precisamente el camarada Mártov (que ahora se muestra muy dolido porque
no todos quieren reconocer que su posición es una posición basada en los
principios)* había preferido pasar totalmente por alto este incidente en
su "Estado de sitio".
En el
Congreso de la Liga se planteó la cuestión general de si serían o no efectivos
los estatutos que la Liga o un comité redactaran para sí mismos, sin la
aprobación de tales estatutos por el C.C., o a pesar de su aprobación. La
cuestión parece estar más clara que el agua: los estatutos son la expresión
formal del estado de organización, y el derecho a organizar comités está
reservado de un modo terminante, por el artículo 6 de nuestros estatutos,
precisamente al C.C.; los estatutos determinan los límites de autonomía del
comité, y
* Nada hay más cómico que esta ofensa de la nueva Iskra,
porque, según ella, Lenin no quería ver las discrepancias de principio o las
negaba. Cuanto más se atuviera a los principios vuestra actitud ante la causa,
tanto antes hubierais comprendido mis repetidas indicaciones sobre el viraje
hacia el oportunismo. Cuanto más se atuviera a los principios vuestra posición,
tanto menos hubierais podido rebajar la lucha de ideas a una lucha por los puestos.
Culpaos a vosotros mismos de haber hecho todo lo posible para impedir que se os
considere hombres de principios. El camarada Mártov, por ejemplo, al hablar en
su "Estado de sitio" del Congreso de la Liga, pasa en silencio la
discusión con Plejánov sobre el anarquismo, pero, en cambio, cuenta que Lenin
es un supercentro, que basta que Lenin parpadee para que el centro adopte una
medida, que el Comité Central ha entrado en la Liga montado en caballo blanco,
etc. Estoy lejos de dudar que precisamente eligiendo estos temas haya
demostrado el camarada Mártov su profundo apego a las ideas y a los principios.
pág.
212
el voto decisivo en la
definición de tales límites corresponde al organismo central del Partido y no
al organismo local. Esto es elemental, y era sencillamente cosa de niños
la grave disquisición de que "organizar" no supone siempre
"aprobar unos estatutos" (como si la misma Liga no hubiera expresado
espontáneamente su deseo de ser organizada precisamente a base de unos estatutos
formales). Pero el camarada Mártov ha llegado a olvidar (es de esperar que
temporalmente) hasta el abecé de la socialdemocracia. Según él, exigir que se
aprueben los estatutos significa sólo "sustituir el anterior centralismo
revolucionario iskrista por el centralismo burocrático" (pág. 95 de las
actas de la Liga), declarando en ese mismo discurso el camarada Mártov que
precisamente en ello ve el "aspecto de principios" del asunto (pág.
96), ¡aspecto de principios que prefirió pasar por alto en su "Estado de
sitio"!
El camarada
Plejánov coatesta inmediatamente a Mártov, rogándole que se abstenga de
expresiones como las de burocratismo, despotismo, etc., que "atentan a la
dignidad del Congreso" (pág. 96). Sigue un intercambio de observaciones
con el camarada Mártov, que ve en tales expresiones "una definición de
principios de determinada tendencia". El camarada Plejánov, como todos los
partidarios de la mayoría, veía entonces en dichas expresiones su
significación concreta, comprendiendo claramente su sentido, no de principio,
sino exclusivamente "cooptacionista", si se me permite emplear esta
expresión. Sin embargo, cede a la insistencia de los Mártov y los Deich (págs.
96-97) y pasa a examinar, desde el punto de vista de los principios,
opiniones que pretenden ser de principio. "Si así fuera -- dice -- [es
decir, si los comités tuvieran autonomía para crear sus organizaciones y
redactar sus estatutos], serían autónomos respecto al todo, al Partido. Esto no
es ya un punto de vista bundista, sino franca-
pág. 213
mente anarquista. En
efecto, los anarquistas razonan del modo siguiente: los derechos del individuo
son ilimitados; pueden llegar a un choque; cada individuo determina por sí
mismo los límites de sus derechos. Los límites de la autonomía no los debe
definir el grupo mismo, sino el todo del que forma parte el grupo. De ejemplo
evidente de falta a este priacipio puede servir el Bund. De modo que los
límites de la autonomía los determina el Congreso o el organismo superior que
éste haya constituido. La autoridad del organismo central debe basarse en su
prestigio moral e intelectual. Desde luego, estoy de acuerdo con esto. Todo
representante de una organización debe preocuparse de que ésta tenga prestigio
moral. Pero de ello no se sigue que, si hace falta prestigio, no es, en cambio,
necesaria la autoridad. . . Oponer el prestigio de la autoridad al prestigio de
la idea es hacer una frase anarquista que no debe pronunciarse aquí" (98).
Estas tesis son absolutamente elementales, verdaderos axiomas que es incluso
extraño someter a votación (pág. 102), y que sólo han sido objetó de duda
porque "en el momento actual se han confundido los conceptos"
(ibídem). Pero el individualismo propio de intelectuales condujo fatalmente a
la minoría al deseo de hacer fracasar el Congreso, de no someterse a la
mayoría; semejante deseo no podía justificarse más que con la fraseología
anarquista. Y es sumamente curioso que la minoría no pudiera contestar a
Plejánov sino con lamentaciones por el uso de palabras demasiado
fuertes, como oportunismo, anarquismo, etc. Plejánov, con razón, puso en
ridículo estas lamentaciones, preguntando por qué "no estaban bien
empleadas las palabras jauresismo y anarquismo y en cambio podían emplearse las
de lèse-majesté (lesa majestad) y despotismo". No se contestó a
estas preguntas. Siempre sucede
pág.
214
este original qui pro
quo [*] con los camaradas Mártov, Axelrod y compañía:
sus nuevas palabrejas tienen un evidente sello de "resentimiento";
les ofende el indicárselo, porque dicen: nosotros somos hombres de principios;
pero si por principio negáis la subordinación de la parte al todo, sois
anarquistas, se les dice. ¡Nueva ofensa por una palabra fuerte! Dicho de otro
modo: ¡quieren luchar contra Plejánov, pero a condición de que no les ataque en
serio!
Muchas veces se han entretenido el camarada
Mártov y toda clase de "mencheviques" en dirigir contra mí la no me
nos infantil acusación de la "contradicción" siguiente. Se coge un
pasaje de ¡Qué hacer? o de la "Carta a un camara da", en que se habla
de la influencia ideológica, de la lucha por la influencia, etc. y se enfrenta
con la influencia "burocrática" por medio de los estatutos, con la
tendencia "autócrata" a apoyarse en la autoridad, etc. ¡Gentes
cándidas! Han olvidado ya que antes nuestro Partido no era un todo
formalmente organizado, sino, simplemente una suma de diversos grupos, razón
por la cual no podía de ningún modo existir entre ellos otra relación que la de
la influencia ideológica. Ahora, somos ya un Partido organizado, y esto entraña
la creación de una autoridad, la transformación del prestigio de las ideas en
el prestigio de la autoridad, la sumisión de las instancias inferiores a las
instancias superiores del Partido. ¡En verdad que parece algo incómodo tener
que rumiar, para viejos camaradas, semejante abecé, sobre todo cuando uno
comprende que todo se reduce sencillamente a que la minoría no quiere someterse
a la mayoría en lo que se refiere a las elecciones! Pero, en principio, este
sinfín de acusaciones de contradicción dirigidas contra mí quedan totalmente
reducidas
* Equivocación. (N. de la Red.)
pág. 215
a frases anarquistas. La
nueva Iskra no tiene inconveniente en utilizar el título y derechos de
organismo de partido, pero no quiere subordinarse a la mayoría del Partido.
Y si hay en
las frases sobre burocratismo algún principio, si no son una negación
anarquista de la obligación de la parte a someterse al todo, estamos ante el
principio del oportunismo, que quiere disminuir la responsabilidad de
ciertos intelectuales ante el Partido del proletariado, debilitar la influencia
de los organismos centrales, reforzar la autonomía de los elementos menos
firmes del Partido, y reducir las relaciones de organización a su
reconocimiento meramente platónico, de palabra. Ya lo hemos visto en el
Congreso del Partido, donde los Akímov y los Líber pronunciaron sobre el
"monstruoso" centralismo, palabra por palabra, los mismos discursos
que en el Congreso de la Liga fluyeron de labios de Mártov y compañía. Y más
abajo, cuando examinemos el artículo del camarada Axelrod en la nueva Iskra,
veremos que, no por obra del azar, sino por su propia naturaleza, y no sólo en
Rusia, sino en todo el mundo, el oportunismo conduce al "punto de
vista" de Mártov y Axelrod sobre la organización.
pág.
216
ñ) PEQUEñOS DISGUSTOS NO DEBEN
EMPANAR UN GRAN PLACER
El rechazo de
la Liga a la resolución acerca de la necesidad de someter a la aprobación del
Comité Central sus estatutos (pág. 105 de las actas de la Liga) era, como lo
hizo notar en seguida toda la mayoría del Congreso del Partido, "una
flagrante violación de los estatutos del Partido ". Esta violación,
considerada como acto de hombres de principios, era del más puro anarquismo;
pero en el ambiente de la lucha que siguió al Congreso producía fatalmente el
efecto de que la minoría del Partido "ajustaba las cuentas" con su
mayoría (pág. 112 de las actas de la Liga), significaba que no quería someterse
al Partido ni seguir en él. El negarse la Liga a aceptar la resolución en
cuanto a la declaración del Comité Central de que era necesario modificar los estatutos
(págs. 124-125) tuvo como consecuencia inevitable el que se declarara ilegítima
una reunión que quería ser considerada como reunión de una organización
del Partido y, al mismo tiempo, no someterse al organismo central de éste. Y
los partidarios de la mayoría del Partido abandonaron inmediatamente esta
pretendida reunión de partido para no participar en una indigna comedia.
El
individualismo propio de intelectuales, con su reconocimiento platónico de las
relaciones de organización, que ya se había dejado ver en las vacilaciones del
pensamiento sobre el artículo primero de los estatutos, llegaba de este modo,
en
pág. 217
la práctica, al fin lógico
que ya en septiembre, es decir, mes y medio antes, había yo predicho: la destrucción
de la organización del Partido. Y en aquel momento, en la tarde del mismo día
en que terminó el Congreso de la Liga, el camara da Plejánov declaró a sus
colegas de ambos organismos centrales del Partido que no se sentía con fuerzas
de "disparar contra los suyos", que "mejor era pegarse un tiro
que ir a la escisión" y que, para evitar mayores males, había que hacer
las máximas concesiones en el terreno personal, concesiones que, en el fondo,
eran la causa de esa lucha enconada (mucho más que los principios que habían
mostrado en la injusta posición respecto al artículo primero). Para definir de
un modo más exacto este viraje del camarada Plejánov, que ha cobrado gran
importancia para todo el Partido, considero que lo más conveniente es partir no
de conversaciones o cartas particulares (dejando este recurso para casos
extremos), sino de la propia exposición que del asunto hace el mismo Plejánov
ante todo el Partido, de su artículo "¿Qué es lo que no hay que
hacer?", en el número 52 de Iskra, artículo escrito precisamente
después del Congreso de la Liga, después de mi retirada de la redacción del
Organo Central (1 de noviembre de 1903) y antes de la cooptación de los
martovistas (26 de noviembre de 1903).
La idea
fundamental del artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?" es que,
en política, no se debe ser rectilíneo, inoportunamente áspero e
inoportunamente intransigente, que algunas veces, para evitar la escisión, es
preciso hacer concesiones tanto a los revisionistas (de los que se aproximan a
nosotros o de los inconsecuentes), como a los individualistas anarquistas. Es
muy natural que tales tesis generales y abs-
pág. 218
tractas hayan dejado
totalmente perplejos a los lectores de Iskra. No puede uno menos de
reírse a leer las magníficas y orgullosas declaraciones del camarada Plejánov
(en artículos siguientes) de que no se le había comprendido por la novedad de
sus pensamientos, por no conocer la dialéctica. La verdad es que el artículo
"¿Qué es lo que no hay que hacer?", cuando fue escrito, sólo podían
haberlo comprendido unas diez personas en dos pueblecitos situados en los
alrededores de Ginebra cuyos nombres empiezan por las mismas iniciales. La
desgracia del camarada Plejánov fue poner en circulación ante decenas de miles
de lectores un sinfín de alusiones, reproches, charadas y signos algebraicos
que sólo estaban destinados a esa decena de personas que habían tomado parte en
todas las peripecias de la lucha con la minoría después del Congreso. El
camarada Plejánov incurrió en esta desgracia pór violar el principio fundamental
de la dialéctica que con tan poca fortuna había invocado: no hay verdades
abstractas la verdad es siempre concreta. Precisamente por ello estaba fuera de
lugar el revestir de una forma abstracta el concretísimo pensamiento de hacer
una concesión a los martovistas después del Congreso de la Liga.
Las
concesiones, idea que el camarada Plejánov propugna como nueva palabra de
combate, son legítimas e imprescindibles en dos casos: o cuando el que cede se
ha convencido de que tiene razón quien le exige que ceda (los dirigentes
políticos honrados reconocen en este caso franca y terminantemente su error), o
cuando se cede a una exigencia que no es razonable ni beneficiosa para la causa
en evitación de mayores males. Del artículo que examinamos resulta bien claro
que el autor se refiere al segundo caso: habla francamente de hacer una
concesión a revisionistas y a individualistas anarquistas (es
pág. 219
decir, a los martovistas,
según saben ahora, por las actas de la Liga, todos los miembros del Partido),
concesión que es imprescindible para evitar la escisión. Como veis, la
pretendida idea nueva del camarada Plejánov se reduce plenamente a la no muy
nueva sabiduría popular: los pequeños disgustos no deben empañar un gran placer,
una pequeña necedad oportunista y una pequeña frase anarquista son preferibles
a una gran escisión del Partido. El camarada Plejánov veía claramente, cuando
escribía este artículo, que la minoría representa el ala oportunista de nuestro
Partido y que lucha empleando procedimientos anarquistas. El camarada Plejánov
proponía combatir a esta minoría por medio de concesiones personales, algo así
como (de nuevo si licet parva componere magnis ) la socialdemocracia
alemana luchó contra Bernstein. Bebel de claraba públicamente en los congresos
de su Partido que no conocía hombre más sensible a la influencia del ambiente
que el camarada Bernstein (no el señor Bernstein, según gustaba de decir antes
el camarada Plejánov, sino el camarada Bernstein): lo acogeremos entre
nosotros, le haremos delegado en el Reichstag, lucharemos contra el
revisionismo, pero no lo combatiremos con inoportuna aspereza (a lo
Sobakévich-Parvus), sino que le daremos "dulce muerte" (kill with
kindness ), según la definición que, si no recuerdo mal, hizo el camarada
M. Beer en una reunión socialdemócrata inglesa, defendiendo el espíritu de
concesión de los alemanes, su espíritu pacífico, dulce, flexible y prudente
ante los ataques del Sobakévich Hyndman inglés. Del mismo modo deseaba el camarada
Plejánov "dar dulce muerte" al pequeño anarquismo y al pequeño
oportunismo de los camaradas Axelrod y Mártov. Verdad es que, junto a alusiones
bien claras a los "anarquistas individualistas", el camarada Plejánov
habla intencionada-
pág. 220
mente con poca claridad de
los revisionistas, como si se refiriera a los miembros de "Rabócheie
Dielo" que pasaban del oportunismo a la ortodoxia, y no a Axelrod y
Mártov, que empezaban a pasar de la ortodoxia al revisionismo. Pero esto
fue un inocente ardid* militar, una mala obra de fortificación que no podía
resistir al fuego de artillería de la publicidad hecha en el seno del Partido.
En efectó,
quien se entere de las circunstancias concretas del momento político que
describimos, quien penetre en la psicología del camarada Plejánov comprenderá
que yo no pude entonces proceder de otro modo que como procedí. Lo digo para
los partidarios de la mayoría que me acusaron de haber hecho entrega de la
redacción Cuando el camarada Plejánov viró, después del Congreso de la Liga, y
de partidario de la mayoría se hizo partidario de la reconciliación a toda
costa, yo estaba obligado a interpretar este viraje en el
* Ni se habíó después del Congreso de ceder a los camaradas Martínov
Akímov y Brúker. Nada he oído de que exigieran ellos también
"cooptación". Dudo incluso de que el camarada Starovier o el camarada
Mártov hubieran hablado con el camarada Brúker cuando nos escribían sus papeles
y "notas" en nombre de "la mitad del Partido". . . En el
Congreso de la Liga, con profunda indignación de inflexible luchador político,
el camarada Mártov negó incluso la idea de "unirse con Riazánov o con
Martínov", de un posible "acuerdo" con ellos o aunque sólo fuera
de "servir al Partido" juntos (en calidad de redactor) (pág. 53 de
las actas de la Liga). El camarada Mártov censuró severamente
las "tendencias martinovistas" en el Congreso de la Liga (pág. 88), y
cuando el camarada Ortodox[18] aludió finalmente a que, por
lo visto, Axelrod y Mártov "reconocian a los camaradas Akímov, Martínov y
otros, el derecho a reunirse, a redactar para sí estatutos y aplicarlos según
les pareciera" (pág. 99), los martovistas empezaron a renegar, como Pedro de
Cristo (pág. 100, "los temores del camarada Ortodox" "respecto a
los Akímov, los Martínov y otros" "carecen de fundamento").
pág. 221
mejor sentido. ¿Habría querido dar el camarada Plejánov en
su artículo un programa de buena y honrada paz? Todo programa de este tipo se
reduce a que ambas partes reconozcan sinceramente las faltas cometidas. ¿Cuál
era el error que el camarada Plejánov señalaba en la mayoría? Una aspereza
fuera de lugar, digna de Sobakévich, para los revisionistas. No sabemos a qué
se refería el camarada Plejánov al decir esto: a su chiste de los asnos o a
aquella alusión de imprudencia suma en presencia de Axelrod, al anarquismo y al
oportunismo; el camarada Plejánov había preferido expresarse en forma
"abstracta", señalando, además, a Pedro. Cuestión de gustos, claro.
Pero yo había reconocido mi aspereza personal francamente tanto en mi carta a
un iskrista, como en el Congreso de la Liga: ¿cómo podía dejar de reconocer tal
"error" en la mayoría? Por lo que hace a la minoría, el camarada Plejánov
indicaba claramente su falta: revisionismo (cfr. su observación sobre el
oportunismo en el Congreso del Partido y sobre el jauresismo en el Congreso de
la Liga) y anarquismo, que había conducido hasta la escisión. ¿Podía yo
oponerme a que, por medio de concesiones personales y en general de toda clase
de "kndness " (amabilidad, dulzura, etc.), se consiguiera el
reconocimiento de esas faltas y se para lizara el mal por ellas originado?
¿Podía yo oponerme a se mejante tentativa, cuando el camarada Plejánov trataba
directamente de convencer en el artículo "¿Qué es lo que no hay que
hacer?" que se "perdonara a los adversarios "
revisionistas, que sólo eran revisionistas "por cierta
inconsecuencia"? Y si yo no creía en semejante tentativa, ¿podía proceder
de otro modo que no fuera haciendo una concesión personal en lo tocante al
Organo Central y pasando al C.C. para defender
pág. 222
la posición de la mayoría?* Negar en absoluto la
posibilidad de semejantes tentativas y cargar yo solo con la responsabilidad de
la inminente escisión era cosa que yo no podía hacer, por el solo hecho de que
yo mismo, en mi carta del 6 de octubre, me inclinaba a explicar la pelea por
"irritación personal". Por otra parte consideraba y considero que es
para mí un deber político defender la posición de la mayoría. Era difícil y
arriesgado confiar en este sentido en el camarada Plejánov, porque todo
indicaba que su frase: "un dirigente del proletariado no tiene derecho a
ceder a sus inclinaciones combativas cuando son contrarias a los cálculos
políticos", el camarada Plejánov estaba dispuesto a interpretarla
dialécticamente en el sentido de que, ya que había que tirar, lo más ventajoso
(dado el clima de Ginebra en noviembre) era tirar contra la mayoría. . . Era
imprescindible defender la posición de la mayoría, porque el camarada Plejánov
-- mofándose de la dialéctica, que pide uun examen concreto y omnilateral --,
* El camarada Mártov dijo
con mucha precisión sobre este punto que yo me había pasado avec armes et
bagages [con armas y bagajes. N. de la Red.]. Gusta el camarada Mártov
de hacer comparaciones militares: expedición contra la Liga, combate, heridas
incurables, etc., etc. He de reconocer que yo también tengo debilidad por las
comparaciones militares, sobre todo ahora, cuando uno sigue con tanto interés
las noticias del Pacífico. Pero si hablamos en términos militares, camarada
Mártov, las cosas sucedieron del modo siguiente. Nosotros conquistamos dos
fortines en el Congreso del Partido. Vosotros los atacasteis en el Congreso de
la Liga. Ya después del primer ligero tiroteo, un colega mio, jefe de una de
las fortalezas, abre las puertas al enemigo. Yo, naturalmente, reúno mi pequeña
artilleria y me retiro al otro fuerte, muy mal fortificado, para
"atrincherarme" contra un enemigo superior en número. Incluso
propongo la paz: ¿cómo luchar contra dos potencias? Pero los nuevos aliados
contestan a la proposición de paz bombardeando mi "último" reducto.
Contesto al fuego. Y entonces mi antiguo colega -- el jefe de la fortaleza --
exclama con magnifica indignación: ¡mirad, hombres buenos, cuán poco amor a la
paz tiene este Chamberlain!
pág. 223
al tratar el problema de la buena (?) voluntad del
revolucionario, dejó modestamente a un lado la cuestión de la confianza en
el revolucionario, de la fe en el "dirigente del proletariado"
que dirigía un ala determinada del Partido. Ha blando del individualismo
anarquista y recomendando cerrar "de cuando en cuando" los ojos a los
casos de infracción de la disciplina, y ceder "a veces" al
relajamiento propio de intelectuales, que "radica en un sentimiento que
nada tiene de común con la fidelidad a una idea revolucionaria", olvidaba
el camarada Plejánov, por lo visto, que también hay que tener en cuenta la
buena voluntad de la mayoría del Partido, y que son precisamente los
militantes prácticos quienes deben determinar la medida en que ha de
cederse a los individualistas anarquistas. El trabajo práctico con un
individualista anarquista en una misma organización es tan difícil como fácil
resulta la lucha literaria contra los infantiles absurdos anarquistas. El
escritor que se comprometiera a determinar la medida en que es posible ceder al
anarquismo en la práctica, sólo demostraría al hacerlo desmesurada fatuidad
literaria, una fatuidad realmente de doctrinario. El camarada
Plejánov observaba majestuosamente (para darse aires de importancia como decía
Basárov[19]) que en caso de una nueva escisión los obreros
dejarían de comprendernos, y a la vez iniciaba él mismo en la nueva Iskra
una infinita serie de artículos que en su verdadero sentido, en sentido
concreto, tenían necesariamente que ser incomprensibles, no sólo para los
obreros, sino en general para todo el mundo. No es de extrañar, pues, que un
miembro del C.C., que leyó en las pruebas el artículo "¿Qué es lo que no
hay que hacer?", advirtió al camarada Plejánov que su plan de reducir
hasta cierto punto determinada publicación (las actas del Congreso del Partido
y del Congreso de la Liga) lo desbarataba precisamente ese artículo, que
encendía
pág. 224
la curiosidad, sacaba al juicio de la calle[*] algo picante y falto, al mismo tiempo, de toda
claridad, provocando inevitablemente preguntas de personas extrañadas:
"¿Qué es lo que ha pasado?" No es de extrañar que precisamente este
artículo del camarada Plejánov, por el carácter abstracto de sus razonamientos
y la falta de claridad de sus alusiones, fuera motivo de júbilo en las filas de
los enemigos de la socialdemocracia: un cancán en las páginas de
"Revolutsiónnaia Rossía" y entusiastas elogios de los consecuentes
revisionistas de "Osvobozhdenie". El origen de todas estas divertidas
y amargas confusiones, de las que en forma tan divertida y amarga se desenredó
después el camarada Plejánov, estaba precisamente en una violación del
principio fundamental de la dialéctica: los problemas concretos hay que
tratarlos plenamente de un modo concreto. Sobre todo, el júbilo del señor
Struve no podía ser más natural: a él no le importaban los "buenos"
fines (kill with kindness ) que perseguía (pero podía no alcanzar) el
camarada Plejánov; el señor Struve aplaudía, y no podía por menos de aplaudir el
viraje hacia el ala oportunista de nuestro Partido que se había iniciado en
la nueva Iskra, como ve ahora todo el mundo. Los demócra-
* Discutíamos con acaloramiento y pasión en cierto local cerrado. De
pronto, uno de nosotros salta, abre una ventana que da a la calle y empieza a
gritar contra los Sobakévich, los individualistas anarquistas, los
revisionistas, etc. Naturalmente que en la calle se reunió una multitud de
curiosos holgazanes y nuestros enemigos sintieron maligna alegria. Los demás
participantes en la discusión se acercan también a la ventana manifestando su
deseo de contar las cosas como es debido desde el principio y sin aludir a
cosas que nadie sabe. Entonces se cierra la ventana de golpe: no vale la pena,
dicen, hablar de querellas. (Iskra, núm 53, pág. 8, segunda
columna, renglón 24 por abajo) ¡La verdad es, camarada Plejánov, que más le
hubiera valido a Iskra no haber empezado a hablar de
"querellas"![20]
pág. 225
tas burgueses rusos no son los únicos en aplaudir cualquier
viraje hacia el oportunismo, por pequeño y provisional que sea, en todos los
partidos socialdemócratas. Lo más raro en el juicio que viene de un enemigo
inteligente es la total confusión: dime quién te alaba y te diré en qué te has
equivocado. Y en vano cuenta el camarada Plejánov con un lector poco atento,
tratando de presentar las cosas como si la mayoría estuviera terminantemente en
contra de la concesión personal en lo tocante a la cooptación, y no contra el
paso del ala izquierda del Partido a la derecha. La cuestión no consiste de
ningún modo en que el camarada Plejánov, para evitar la escisión, haya hecho
una concesión personal (lo cual es muy de elogiar), sino en que, después de
reconocer plenamente la necesidad de discutir con los revisionistas
inconsecuentes y con los individualistas anarquistas, prefirió discutir con la
mayoría, de la que se había separado por la medida de las concesiones
prácticas que era posible hacer al anarquismo. La cuestión no consiste de
ningún modo en que el camarada Plejánov haya cambiado la composición personal
de la redacción, sino en que ha cambiado su posición en el debate contra el
revisionismo y el anarquismo, ha cesado de defender esta posición en el Organo
Central del Partido.
Por lo que se refiere al C.C., que era entonces
el único representante organizado de la mayoría, la divergencia entre él (el
C.C.) y el camarada Plejánov consistía en aquel momento exclusivamente en la
medida de las concesiones prácticas que era posible hacer al anarquismo.
Había pasado casi un mes desde el primero de noviembre, fecha en que, al
retirar me, dejé las manos libres a la política del kill with kindness.
Por medio de toda clase de relaciones, el camarada Plejánov pudo comprobar
perfectamente lo que vale esta política. En
pág. 226
este período, el camarada Plejánov publicó su artículo
"¿Qué es lo que no hay que hacer?", artículo que fue -- y sigue
siendo -- el único pase, por decirlo así, con que los martovistas entraron
en la redacción. Las consignas de revisionismo (con el que hay que discutir,
pero perdonando al adversario) e individualismo anarquista (al que hay que
mimar, dándole dulce muerte) están escritas en este pase en llamativa negrilla.
Venid, señores, venid, yo os daré dulce muerte, eso es lo que dice el camarada
Plejánov con esa tarjeta de invitación a sus nuevos colegas de redacción. Claro
que al C.C. no le quedaba sino decir su última palabra (que es lo que quiere
decir ultimátum: última palabra sobre las posibilidades de paz) acerca de la
medida en que podrían consentirse, desde su punto de vista, concesiones
prácticas al individualismo anarquista. O queréis la paz, en cuyo caso ahí
tenéis determinado número de puestos, que demuestran nuestra bondad, nuestro
deseo de paz, nuestra condescendencia, etc. (y más no podemos dar, si queremos
garantizar la paz en el Partido, y no la paz en el sentido de no haber
discusiones, sino en el sentido de no destruir el Partido por el individualismo
anarquista); tomad estos puestos e iniciad nuevamente, poco a poco, el viraje
des de las posiciones de Akímov hasta las de Plejánov. O bien queréis
manteneros en vuestro punto de vista y desarrollarlo, virar definitivamente
(aunque sólo sea en el terreno de los problemas de organización) hacia Akímov,
y convencer al Partido de que tenéis razón contra Plejánov, y en ese caso
haceos cargo del grupo literario, obtened una representación en el Congreso y
poneos a conquistar la mayoría en lucha honrada, en franca polémica. Esta
alternativa, que con toda claridad ponía ante los martovistas el ultimátum del
Comité Central, el 25 de noviembre de 1903 (v "Estado de sitio" y
pág. 227
"Comentarios a las actas de la Liga")* concuerda
plenamente con la carta que el 6 de octubre de 1903 dirigíamos Plejánov y yo a
los antiguos redactores: irritación personal (y entonces, en el peor de los
casos, se podía "cooptar") o divergencia de principio (y entonces
había que empezar por convencer al Partido, y luego hablar de cambios en
la composición personal de los organismos centrales). El C.C. podía dejar la
solución de tan delicado dilema a los mismos martovistas, tanto más cuanto que precisamente
por entonces el camarada
* Desde luego que dejo sin
desembrollar el enredo que ha hecho Mártov, en su "Estado de sitio",
alrededor de ese ultimátum del C.C., remitiéndose a conversaciones
particulares, etc. Es uno de los casos del "segundo procedimiento de
lucha" que he definido en el apartado anterior, y que sólo un especialista
en neuropatología puede tratar de desentrañar con esperanzas de éxito. Baste
decir que, en él, insiste el camarada Mártov sobre el acuerdo con el Comité
Central para que no se publiquen las negociaciones, acuerdo que a pesar de todas
las pesquisas, no ha sido hallado todavía. El camarada Travinski, que llevaba
las negociaciones en nombre del Comité Central, me comunicó por escrito que me
consideraba autorizado a publicar fuera de Iskra mi carta a la
redacción.
Una sola expresión del camarada Mártov me ha gustado
especialmente: "bonapartismo de la peor especie". A mi juicio, el
camarada Mártov ha puesto en circulación esta categoría con mucha oportunidad.
Vamos a ver serenamente lo que significa ese concepto. A mi modo de ver, significa
la toma del poder por medios formalmente legales, pero, en realidad, contra la voluntad del pueblo (o del Partido). ¿No es así, camarada
Mártov? Y si así es, dejo tranquilamente a la opinión que decida de qué lado
estaba ese "bonapartismo de la peor especie", si del lado de Lenin y
de Igrek[21], que podían aprovecharse de su
derecho formal a no dejar entrar a los martovistas, apoyándose, además,
en la voluntad del II Congreso, pero que no hicieron uso de ese derecho
o del lado de quienes ocuparon la redacción de un modo formalmente legal
("cooptación unánime"), pero sabiendo que este acto no respondía
en realidad al deseo del II Congreso y temiendo la comprobación de este
deseo por el III Congreso.
pág. 228
Mártov escribía en su profesión de fe ("De nuevo en
minoría") los renglones siguientes:
"La minoría aspira a un solo honor :
dar en la historia de nuestro Partido el primer ejemplo de que es posible ser
"vencido" sin formar un nuevo Partido. Esta posición de la
minoría resulta de todas sus opiniones sobre el desarrollo del Partido en el
terreno de la organización, resulta de la conciencia de los fuertes lazos que
la unen al anterior trabajo del Partido. La minoría no cree en la fuerza
mística de las 'revoluciones en el papel' y ve en la profunda razón de ser
de sus aspiraciones la garantía de que, por medio de una propaganda
puramente ideológica en el seno del Partido, conseguirá el triunfo de
sus principios de organización " (subrayado por mí).
¡Bellas y altivas palabras! Y qué amargo fue
convencerse en la práctica de que eran sólo palabras. . . Perdóneme
usted, camarada Mártov, pero ahora yo en nombre de la mayoría, declaro
aspirar a ese "honor", que usted no ha merecido. El honor
será, en efecto, considerable y vale la pena luchar por él, porque la tradición
del espíritu de círculo nos ha dejado una herencia de escisiones
extraordinariamente fáciles, un aplicar con inusitado celo la regla de: tan
pronto me besas la mano como me das de puñetazos.
Un gran placer (tener un partido único) debía
pesar más, y pesó más, que pequeños disgustos (las querellas por la
cooptación). Yo me retiré del Organo Central, y el camarada Igrek (delegado por
mí y por Plejanov al Consejo del Partido, por la redacción del Organo Central)
se retiró del Consejo. Los martovistas contestaron a la última palabra del C.C.
sobre la paz con una carta (v. obras citadas) que equivalía a una declaración
de guerra. Entonces, y sólo entonces, escribo
pág. 229
yo a la redacción (N. 53 de Iskra ) la carta
en que exigía la publicidad[*]. Si hablamos de revisionismo, si discutimos
sobre inconsecuencia y sobre individualismo anarquista, sobre el fracaso de
diversos dirigentes, vamos a contarlo todo, señores, sin ocultar nada de lo
sucedido: ése era el contenido de mi carta sobre la publicidad. La redacción
contesta a ella con furiosas injurias e instructivos consejos: no te atrevas a
venir con "minucias y querellas propias de la vida de círculos "
(N. 53 de Iskra). Ah, con que "minucias y querellas propias de la
vida de círculos", pienso para mis adentros. . . es ist mir recht,
señores, en eso estoy de acuerdo. Porque eso quiere decir que toda la historia
de la cooptación vosotros la colocáis directamente entre las querellas de
círculos. Y es verdad. Pero ¡qué extraña disonancia resulta cuando, en el
artículo de fondo del mismo número 53, la misma (parece ser que la misma)
redacción empieza a hablar de burocratismo, formalismo, etc.!** No te atrevas a
plantear la cuestión de la lucha por la cooptación para el Organo Central,
porque eso son querellas. Pero nosotros plantearemos la cuestión de la cooptación
para el Comité Central y no la llamaremos querella, sino divergencia de
principio sobre "formalismo". -- Bueno, me parece, queridos
camaradas, que nos permitiréis no consentiros esto. Queréis tirar contra mi
fortaleza y me exigís que os entregue mi artillería. ¡Qué bromistas! Y yo
escribo y publico fuera de Iskra mi "Carta a la redacción"
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
** Según resultó luego, la "disonancia" se explicaba
muy sencillamente por una disonancia en la composición personal de la redacción
del Organo Central. De "querellas" habló Plejánov (v. su confesión en
"Triste confusión", núm. 57) y el artículo de fondo "Nuestro
Congreso", lo escribio Mártov ("Estado de sitio", pág. 84). Cada
cual va por su lado.
pág.
230
("Por qué me he
retirado de la redaccián de Iskra)[*], refiriendo en ella brevemente lo sucedido,
tratando de saber, al mismo tiempo, si es posible la paz a base de la
distribución siguiente: el Organo Central para vosotros y el Comité Central
para nosotros. Nadie se sentirá "extraño" en su Partido, y
discutiremos sobre el viraje hacia el oportunismo, discutiremos primero en las
publicaciones, y después, quizá, también en el III Congreso del Partido.
A esta mención de la paz contestaron abriendo
fuego todas las baterías enemigas, incluso el Consejo. Llovían los proyectiles.
Autócrata, Schweitzer, burócrata, formalista, supercentro, unilateral, rígido,
terco, estrecho, sospechoso, intratable . . . ¡Muy bien, amigos! ¿Habéis
terminado? ¿No tenéis nada más en reserva? Malas son vuestras municiones.
Ahora tengo yo la palabra. Vamos a ver qué contenido
tienen los nuevos puntos de vista de la nueva Iskra en el terreno de la
organización y la relación que estos puntos de vista guardan con la división de
nuestro Partido en "mayoría" y "minoría", división cuyo
verdadero carácter hemos demostrado al analizar los debates y votaciones del II
Congreso
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
pág. 230
o) LA NUEVA ISKRA EL OPORTUNISMO
EN LAS CUESTIONES DE ORGANIZACION
Para analizar
la posición de principios de la nueva Iskra, hay que tomar por base, sin
duda, dos folletones del camarada Axelrod[*]. Ya hemos indicado detalladamente más arriba la
significación concreta de toda una serie de sus locuciones favoritas; ahora
debemos procurar hacer abstracción de esa significación concreta y penetrar en
el curso del pensamiento que ha llevado a la "minoría" (por uno u
otro motivo fútil y mezquino) a adoptar precisamente estas y no otras
consignas, debemos examinar la significación de estas consignas en el terreno
de los principios, independientemente de su origen, independientemente de la
"cooptación". Vivimos ahora bajo el signo de las concesiones:
hagamos, pues, una concesión al camarada Axelrod y "tomemos en serio"
su "teoría".
La tesis fundamental del camarada Axelrod
(N. 57 de Iskra ) es la siguiente: "Nuestro movimiento ha
encerrado en sí desde el primer momento dos tendencias opuestas, cuyo mutuo
antagonismo no podía por menos de desarrollarse y reflejarse en él
paralelamente a su propio desarrollo" A saber: "En principio, el
objetivo proletario del movimiento (en Rusia) es el mismo que el de la
socialdemocracia de Occidente".
* Estos folletones entraron en la recopilación Dos años de Iskra,
parte II, pág. 122 y sigts. (San Petersburgo, 1906). (Nota del autor para la
edicion de 1907. N. de la Red.)
pág.
232
Pero en nuestro país la
influencia sobre las masas obreras emana "de un elemento social que les es
extraño": los intelectuales radicales. De modo que el camarada Axelrod
constata que en nuestro Partido existe un antagonismo entre las tendencias
proletarias y las tendencias intelectuales radicales.
En esto
tiene el camarada Axelrod absoluta razón. No hay duda de que existe semejante
antagonismo (y no sólo en el Partido Socialdemócrata Ruso). Y aún más: todo el
mundo sabe que precisamente este antagonismo explica en gran medida la división
de la socialdemocracia contemporánea en socialdemocracia revolucionaria
(ortodoxa también) y socialdemocracia oportunista (revisionista,
ministerialista, reformista), división que también se ha puesto con plena
claridad de manifiesto en Rusia en el transcurso de los últimos diez años de
nuestro movimiento. Todo el mundo sabe también que es precisamente la
socialdemocracia ortodoxa la que expresa las tendencias proletarias del
movimiento, mientras que la socialdemocracia oportunista expresa las tendencias
intelectuales democráticas.
Pero, al
abordar de lleno este hecho notorio, el camarada Axelrod, temeroso, empieza a
retroceder. No hace ni el mínimo intento de analizar cómo se ha
manifestado esta división en la historia de la socialdemocracia rusa, en
general, y en el Congreso de nuestro Partido, en particular, launque el
camarada Axelrod escribe precisamente con motivo del Congreso! Lo mismo que
toda la redacción de la nueva Iskra, el camarada Axelrod da myestras de
un miedo mortal ante las actas de este Congreso. Esto no debe
extrañarnos después de todo lo que hemos dicho más arriba, pero, tratándose de
un "teórico" que pretende estudiar las diversas tendencias de nuestro
movimiento, es un caso original de fobia a la verdad. Después de haber
relegado al olvido, por esta particularidad
pág. 233
que le caracteriza, los
datos más recientes y más exactos sobre las tendencias de nuestro movimiento,
el camarada Axelrod busca la salvación en la esfera de los dulces sueños:
"Puesto que el marxismo legal o semimarxisrno, dice, ha dado un jefe
literario a nuestros liberales, ¿por qué no ha de procurar la traviesa historia
a la democracia burguesa revolucionaria un jefe procedente de la escuela del
marxismo ortodoxo, revolucionario?" A propósito de este sueño, grato al
camarada Axelrod, sólo podemos decir que, si la história hace a veces
travesuras, ello no justifica las travesuras del pensamiento de una
persona que se pone a analizar esa misma historia. Cuando bajo el jefe del
semimarxismo aparecía el liberal, las personas que querían (y sabían )
averiguar el fondo de sus "tendencias", no se remitían a posibles
travesuras de la historia, sino a decenas y centenares de rasgos psicológicos y
lógicos de ese jefe, a las
particularidades de toda su fisonomía literaria, que delataban el reflejo del
marxismo en la literatura burguesa[22]. Pero si el camarada Axelrod, que emprendió la
tarea de analizar "las tendencias revolucionarias en general y las
tendencias proletarias en nuestro movimiento", no ha sabido poner de
manifiesto ni demostrar, en nada, absolutamente en nada,
determinadas tendencias en ciertos representantes de esa, por él odiada, ala
ortodoxa del Partido, con ello lo único que ha hecho es firmarse a sí mismo un
solemne certificado de pobreza. ¡Muy mal deben andar ya los asuntos del
camarada Axelrod cuando no le queda más salida que invocar las posibles
travesuras de la historia!
La otra referencia del camarada Axelrod -- a
los "jacobinos" -- es aún más instructiva. El camarada Axelrod no
ignora, probablemente, que la división de la socialdemocracia contemporánea en
revolucionaria y oportunista ha dado lugar hace ya tiempo, y no solamente en
Rusia, "a analogías histó-
pág. 234
ricas con la época de la Gran Revolución Francesa". El
camarada Axelrod no ignora, probablemente, que los girondinos de la
socialdemocracia contemporánea recurren siempre y en todas partes a los
términos de "jacobinismo", "blanquismo", etc. para
caracterizar a sus adversarios. No imitemos, pues, al camarada Axelrod en su
fobia a la verdad y veamos las actas de nuestro Congreso, por si contienen
datos para el análisis y comprobación de las tendencias que estudiamos y de las
analogías que estamos examinando.
Primer ejemplo. La discusión del programa en
el Congreso del Partido. El camarada Akímov ("enteramente de acuerdo"
con el camarada Martínov) declara: "El párrafo sobre la conquista del
Poder político (sobre la dictadura del proletariado), si se compara con todos
los demás programas socialdemócratas, ha sido redactado de un modo que puede
interpretarse, y en efecto ya ha sido interpretado por Plejánov, en el sentido
de que el papel de la organización dirigente deberá dejar en un segundo plano a
la clase por ella dirigida, y aislar a la primera de la segunda. Y la
formulación de nuestras tareas políticas es exactamente igual que la hecha por
'La Voluntad del Pueblo'" (pág. 124 de las actas). El camarada Plejánov y
otros iskristas replican al camarada Akímov, acusándole de oportunismo. ¿No
cree el camarada Axelrod que esta discusión nos demuestra (en realidad, y no en
imaginarias travesuras de la historia) el antagonismo existente entre los modernos
jacobinos y los modernos girondinos de la socialdemocracia? ¿Y no
será que el camarada Axelrod ha hablado de jacobinos porque (a consecuencia de
los errores que ha cometido) se encuentra entre los girondinos de la
socialdemocracia?
Segundo ejemplo. El camarada Posadovski
plantea la cuestión de una "seria discrepancia" sobre la
"cuestión fun-
pág. 235
damental" del "valor absoluto de los principios
democráticos" (pág. 169). Juntamente con Plejánov, niega que tengan un
valor absoluto. Los líderes del "centro" o de la charca (Iegórov) y
de los antiiskristas (Goldblat) se alzan resueltamente contra esto,
considerando que Plejánov "imita la táctica burguesa" (pág. 170). Esto
es precisamente la idea del camarada Axelrod sobre la relación entre la
ortodoxia y la tendencia burguesa, con la única diferencia de que Axelrod
deja esta idea en el aire, mientras que Goldblat la relaciona con determinados
debates. Una vez más preguntamos si el camarada Axelrod no cree que también
esta discusión nos muestra palpablemente, en nuestro Congreso del
Partido, el antagonismo entre los jacobinos y girondinos de la socialdemocracia
contemporánea ¿No gritará el camarada Axelrod contra los jacobinos porque ha
resultado que se encuentra entre los girondinos?
Tercer ejemplo. La discusión sobre el
artículo primero de los estatutos. ¿Quién defiende "las tendencias
proletarias en nuestro movimiento ", quién subraya que el obrero no
teme a la organización, que el proletario no simpatiza con la anarquía, que
aprecia el estímulo de la consigna "¡Organizaos!"? ¿Quién pone en
guardia contra la intelectualidad burguesa, penetrada hasta la médula de
oportunismo? Los jacobinos de la socialdemocracia. ¿Y quién pasa de
contrabando en el Partido a los intelectuales radicales, quién se preocupa de
los profesores, de los estudiantes de bachillerato, de los individuos sueltos,
de la juventud radical? El girondino Axelrod juntamente con el girondino
Líber.
¡Con qué falta de habilidad se defiende el
camarada Axelrod de la "falsa acusación de oportunismo" que se
extendió abiertamente en el Congreso de nuestro Partido contra la
pág. 234
mayoría del grupo "Emancipación del Trabajo"! ¡Se
defien de de manera que confirma la acusación, con su cantinela de la machacada
melodía bernsteiniana sobre el jacobinismo, el blanquismo, etc.! Ahora grita
sobre el peligro que representan los intelectuales radicales, para amortiguar
sus propios discursos en el Congreso del Partido, que respiran solicitud por
esos mismos intelectuales.
Las "terribles palabras" de
jacobinismo, etc. no significan absolutamente nada más que oportunismo.
El jacobino, in disolublemente ligado a la organización del proletariado
consciente de sus intereses de clase, es precisamente el socialdemócrata
revolucionario. El girondino, que suspira por los profesores y los
estudiantes de bachillerato, que teme la dictadura del proletariado, que sueña
en un valor absoluto de las reivindicaciones democráticas, es precisamente el oportunista.
Los oportunistas son los únicos que pueden todavía, en la época actual, ver un
peligro en las organizaciones de conjuradores, cuando la idea de reducir la
lucha política a un complot ha sido refutada mil veces en las publicaciones y
desechada hace mucho tiempo por la vida, cuando se ha explicado y rumiado hasta
la saciedad la cardinal importancia de la agitación política de masas. El
fundamento real del miedo a la conjuración, al blanquismo, no está en uno u
otro rasgo manifiesto del movimiento práctico (como desde hace tiempo y en vano
intentan demostrar Bernstein y compañía), sino en la timidez girondina del
intelectual burgués, cuya psicología se manifiesta tantas veces entre los
socialdemócratas contemporáneos. Nada más cómico que estos desesperados
esfuerzos de la nueva Iskra por decir algo nuevo (dicho a su
tiempo centenares de veces), poniendo en guardia contra la táctica de los
revolucionarios conspiradores de Francia en las décadas
pág. 237
del 40 y tel 60 (N.
62, artículo de fondo)[23]. En el próximo número de Iskra, los
girondinos de la socialdemocracia contemporánea nos indicarán, probablemente,
un grupo de conspiradores franceses de la década del 40 para quienes la
importancia de la agitación política en las masas obreras, la importancia de
los periódicos obreros, como bases de la influencia del Partido sobre la clase,
era una noción elemental, aprendida y asimilada.
La tendencia de la nueva Iskra a
repetir como palabras nuevas cosas archisabidas y a rumiar lo más elemental, no
es, sin embargo, nada casual, sino consecuencia inevitable de la situación en
que se encuentran Axelrod y Mártov, que han caído en el ala oportunista de
nuestro Partido. La situación obliga. Hay que repetir frases oportunistas, hay
que retroceder, para tratar de encontrar en un pasado remoto
alguna justificación de su posición, que es imposible defender desde el punto
de vista de la lucha en el Congreso y de los matices y divisiones del Partido
que se han señalado en aquél. A las elucubraciones de Akímov sobre el
jacobinismo y el blanquismo une el camarada Axelrod lamentaciones del mismo
Akímov, que se queja de que no sólo los "economistas", sino también los
"políticos" hayan sido "unilaterales", se hayan
"apasionado" demasiado, etc., etc. Cuando se leen los rimbombantes
razonamientos sobre este tema en la nueva Iskra, que pretende
presuntuosamente estar por encima de todas esas parcialidades y apasionamientos,
se pregunta uno con perplejidad: ¿A quién retratan? ¿Dónde oyen esas razones?
¿Quién no sabe que la división de los socialdemócratas rusos en economistas y
políticos ha pasado hace ya tiempo a la historia? Revísese la Iskra del
año último, o de los dos últimos años que han precedido al Congreso del
Partido, y veréis
pág. 238
que la lucha contra el "economismo" pierde
intensidad y cesa por completo ya en 1902; veréis que, por ejemplo, en julio de
1903 (N. 43), se habla de los "¿iempos del economismo" como de
una cosa "definitivamente pasada", el economismo se considera
"definitivamente enterrado", y los apasionamientos de los políticos,
como evidente atavismo. ¿Por qué, pues, vuelve la nueva redacción de Iskra
a esa división definitivamente enterrada? ¿Es que hemos luchado en él Congreso
contra los Akímov por los errores que cometieron hace dos años en
"Rabócheie Dielo"? Si hubiésemos procedido así, seríamos
rematadamente imbéciles. Pero todo el mundo sabe que no hemos procedido así,
que hemos luchado contra los Akímov en el Congreso no por sus viejos errores de
"Rabócheie Dielo", definitivamente enterrados, sino por los nuevos
errores que han cometido en sus intervenciones y al emitir sus votos en el
Congreso. No es su posición en "Rabócheie Dielo", sino la que
adoptaron en el Congreso lo que nos ha servido para juzgar cuáles son los
errores definitivamente liquidados y cuáles los que persisten y originan la
necesidad de discusiones. En la época del Congreso no existía ya la antigua
división en economistas y políticos, pero continuaban existiendo aún diversas
tendencias oportunistas, que se manifestaron en los debates y votaciones sobre
una serie de cuestiones, y que, al fin y al cabo, llevaron a una nueva división
del Partido en "mayoría" y "minoría". La esencia de la
cuestión estriba en que la nueva redacción de Iskra, por razones fáciles
de comprender, trata de velar la relación de esta nueva división con el
oportunismo actual en nuestro Partido, y por ello mismo se ve obligada a
retroceder, de la nueva división a la antigua. La incapacidad de explicar el
origen político de la nueva
pág. 239
división (o el deseo, por espíritu de concesión, de ocultar[*] este origen) obliga a rumiar lo ya rumiado a
propósito de la vieja división, que ha pasado hace ya tiempo a la historia.
Todo el mundo sabe que la nueva división tiene por base la divergencia en las
cuestiones de organización, que empezó por una controversia sobre principios
de organización (artículo primero de los estatutos) y terminó por una
"práctica" digna de los anarquistas. La antigua división en
economistas y políticos tenía por base un desacuerdo sobre problemas,
principalmente, de táctica.
Pasando así de problemas más complejos,
efectivamente actuales y esenciales en la vida de nuestro Partido, a problemas
hace tiempo resueltos y artificialmente exhumados, la nueva Iskra trata
de justificar su retirada con divertidas elucubraciones, a las que no puede darse
otro nombre que el dc seguidismo. Todos los renglones de la nueva Iskra,
por obra y gracia del camarada Axelrod, están impregnados de la profunda
"idea" de que el contenido es más importante que la forma, de que el
programa y la táctica son más importantes
* Véase el artículo de Plejanov sobre el "economismo" en el
núm. 53 de Iskra. Por lo visto, en el subtítulo de este artículo se ha
deslizado una pequeña errata. En lugar de "opiniones abiertas acerca del
II Congreso del Partido", hay que leer evidentemente, "acerca del
Congreso de la Liga ", o quizás "acerca de la cooptación ".
En el mismo grado en que es oportuno hacer una concesión, en ciertas
condiciones, al tratarse de pretensiones personales, es inadmisible (desde el
punto de vista de partido y no desde el punto de vista pequeñoburgués)
confundir los problemas que agitan al Partido, sustituir la cuestión del nuevo
error de Mártov y Axelrod, quienes han comenzado a virar de la ortodoxia hacia
el oportunismo, por la cuestión del viejo error (que nadie, salvo la nueva Iskra,
recuerda hoy) de los Martínov y los Akímov, los cuales ahora están tal vez
dispuestos a virar del oportunismo hacia la ortodoxia en muchos problemas del
programa y de la táctica.
pág.
240
que la organización, de
que "la vitalidad de la organización es directamente proporcional al
volumen y a la importancia del contenido que aporta al movimiento", de que
el centralismo no es "algo que se baste a sí mismo", no es un "talismán
universal", etc., etc. ¡Grandes, profundas verdades! El programa,- en
efecto, es más importante que la táctica, y la táctica es más importante que la
organización. El alfabeto es más importante que la etimología y la etimología
más que la sintaxis; pero ¿qué puede decirse de gentes que han sido reprobadas
en el examen de sintaxis y que ahora se dan importancia, presumiendo de tener
que repetir el curso anterior? El camarada Axelrod ha razonado como un
oportunista sobre cuestiones de principio en materia de organización (artículo
primero), en la organización ha actuado como un anarquista (Congreso de la
Liga), y ahora ahonda la socialdemocracia: ¡las uvas están verdes! Propiamente,
¿qué es la organización? No es más que una forma. ¿Qué es el centralismo? No es
un talismán. ¿Qué es la sintaxis? Tiene menos importancia que la etimología, no
es más que la forma de unir los elementos de la etimología . . "¿No estará
de acuerdo con nosotros el camarada Alexándrov -- pregunta triunfalmente la
nueva re dacción de Iskra --, si decimos que, elaborando el programa del
Partido, el Congreso ha contribuido mucho más a la centralización de la labor
del Partido que adoptando los estatutos, por muy perfectos que parezcan estos
últimos?" (núm. 56, suplemento). Es de esperar que este enunciado clásico
adquiera una notoriedad histórica no menos vasta y no menos sólida que la
famosa frase del camarada Krichevski de que la socialdemocracia, como la
humanidad, se plantea siempre tareas realizables. Esta elucubración de la nueva
Iskra es exactamente del mismo calibre. ¿Por qué ha suscitado burlas la
frase del camarada Krichevski? Porque, con una
pág. 241
vulgaridad que trataba de
hacer pasar por filosofía, justificaba el error de cierta parte de los
socialdemócratas en cuestiones de táctica y su incapacidad de plantear
debidamente las tareas políticas. Exactamente lo mismo sucede con la nueva Iskra,
que, con la vulgaridad de declarar que el programa es más importante que los
estatutos y que las cuestiones programaticas son más importantes que las cuestiones
de organización, justifica el error de cierta parte de los socialdemócratas en
problemas de organización, la falta de firmeza, propia de intelectuales, de
ciertos camaradas, que los ha llevado hasta la fraseología anarquista. Pues
bien, ¿no es esto seguidismo? ¿Acaso no es esto fanfarronear por haberse
quedado a repetir el curso anterior?
La adopción
del programa contribuye más a centralizar el trabajo que la adopción de los
estatutos. ¡Esta vulgaridad, qúe se quiere hacer pasar por filosofía, cómo
huele a intelectual radical, mucho más afín al decadentismo burgués que al
socialdemocratismo! Porque la palabra centralización, en esta célebre frase,
está tomada ya en un sentido completamente simbólico. Si los autores de
esta frase no saben o no quieren pensar, que recuerden, por lo menos, el simple
hecho de que la adopción del programa juntamente con los bundistas, no sólo no
ha producido una centralización de nuestro trabajo común, sino que ni siquiera
nos ha preservado de la escisión. La unidad en cuestiones de programa y en
cuestiones de táctica es una condición indispensable, pero aún insuficiente
para la unificación del Partido, para la centralización del trabajo del
Partido. (¡Dios santo, qué cosas elementales hay que masticar en estos tiempos
en que todas las nociones se han confundido!) Para esto último es necesaria,
además, la unidad de organización, es inconcebible en un partido que se salga,
por poco que sea, de los límites familiares de círculo,
pág.
242
sin estatutos aprobados,
sin subordinación de la minoría a la mayoría, sin subordinación de la parte al
todo. Mientras no hemos tenido unidad en las cuestiones fundamentales de
programa y de táctica, decíamos sin rodeos que vivíamos en una época de
dispersión y de círculos, declarábamos francamente que antes de unificarnos
teníamos que deslindar los campos; ni hablábamos siquiera de formas de
organización conjunta, sino que tratábamos exclusivamente de las nuevas
cuestiones (entonces realmente nuevas) de la lucha contra el oportunismo en materia
de programa y de táctica. Ahora, esta lucha, según todos reconocemos, ha
asegurado ya suficiente unidad, formulada en el programa del Partido y en las
resoluciones del Partido sobre la táctica; ahora tenemos que dar el paso
siguiente y, de común acuerdo, lo hemos dado: hemos elaborado las formas
de una organización única en la que se funden todos los círculos. ¡Se nos ha
arrastrado ahora hacia atrás, destruyendo a medias estas formas, se nos ha
arrastrado hacia una conducta anarquista, hacia una fraseología anarquista,
hacia el restablecimiento del círculo en lugar de la redacción del Partido, y
ahora se justifica este paso atrás diciendo que el alfabeto es más útil al
discurso correcto que el conocimiento de la sintaxis!
La
filosofía del seguidismo, que florecía hace tres años en cuestiones de táctica,
renace ahora aplicada a problemas de organización. Ved este razonamiento de la
nueva redacción: "La orientación socialdemócrata combativa -- dice el
camarada Alexándrov -- no debe realizarse en el Partido tan sólo por la lucha
ideológica, sino también por determinadas formas de organización". La
redacción nos alecciona: "No está mal esta confrontación de la lucha
ideológica y de las formas de organización. La lucha ideológica es un proceso,
mientras que las formas de organización son sólo. . . formas [¡lo ju-
pág. 243
ro, así está impreso en
el núm. 56, suplemento, pág. 4, columna 1, abajo!] que deben revestir un
contenido flúido, en des arrollo: el trabajo práctico en desarrollo del
Partido". Esto es ya lo de la anécdota de que el proyectil es proyectil y
la bomba es bomba. ¡La lucha ideológica es un proceso y las formas de
organización son sólo formas que revisten un contenido! De lo que se trata es
de saber si nuestra lucha ideológica revestirá formas más elevadas, las
formas de una organización del Partido obligatoria para totos, o las formas de
la antigua dispersión y de la antigua desarticulación en círculos. Se nos ha
arrastrado hacia atrás, apartándonos de formas más elevadas, hacia formas más
primitivas, y se justifica esto afirmando que la lucha ideológica es un proceso
y las formas son sólo formas. Exactamente del mismo modo nos arrastraba el
camarada Krichevski, en sus tiempos, hacia atrás, de la táctica-plan a la
táctica-proceso.
Ved estas
frases pretenciosas de la nueva Iskra sobre la "autoeducación del
proletariado", frases dirigidas contra aquellos que, según se dice, son
capaces de no ver el contenido debido a la forma (núm. 58, artículo de fondo).
¿No es esto un akimovismo número dos? El akimovismo número uno había
justificado el retraso de cierta parte de los intelectuales socialdemócratas,
en lo que se refiere a plantear cuestiones de táctica invocando un contenido
más "profundo" de la "lucha proletaria", invocando la
autoeducación del proletariado. El akimovismo número dos justifica el retraso
de cierta parte de los intelectuales socialdemócratas en los problemas de la
teoría y la práctica de la organización, con el no menos profundo argumento de
que la organización no es más que una forma y lo esencial es la autoeducación
del proletariado. El proletariado no teme la organización ni la disciplina,
¡sépanlo los señores que se preocupan tanto del her-
pág.
244
mano menor! El
proletariado no va a preocuparse de que los señores profesores y estudiantes,
que no quieran entrar en ninguna organización, sean considerados como miembros
del Partido porque trabajen bajo el control de sus organizaciones. La vida
entera del proletariado educa a éste para la organización de un modo mucho más
radical que muchos intelectuales pedantes. El proletariado, a poco que
comprenda nuestro programa y nuestra táctica, no se pondrá a justificar el
retraso en la organización invocando que la forma es menos importante que el contenido.
No es el proletariado, sino que son algunos intelectuales en nuestro
Partido, los que adolecen de falta de autoeducación en el espíritu de
organización y disciplina, en el espíritu de hostilidad y desprecio hacia la
fraseología anarquista. Los Akímov número dos calumnian de igual manera al
proletariado, al decir que no está preparado para la organización, lo mismo que
lo calumniaron los Akímov número uno, diciendo que no estaba preparado para la
lucha política. El proletario que se haya hecho socialdemócrata consciente y se
sienta miembro del Partido, rechazará el seguidismo en materia de organización
con el mismo desprecio con que ha rechazado el seguidismo en los problemas de
táctica.
Ved, por
último, la profunda sabiduría del "Práctico" de la nueva Iskra :
"Interpretada en su verdadero sentido, la idea de una organización
'combativa' centralista -- dice -- que unifique y centralice la actividad
[subrayado para marcar la profundidadJ de los revolucionarios, no toma,
naturalmente, cuerpo sino en el caso de que esta actividad exista
[¡nuevo e ingenioso!]; la misma organización, como forma [¡escuchad,
escuchad!], no puede desarrollarse sino simultáneamente [subrayado por
el autor, como en los demás casos de esta cita] con el desarrollo del trabajo revolucionario
que constituye su
pág. 245
contenido" (núm.
57). ¿No recuerda esto, una vez más, a aquel héroe de la épica popular que,
viendo un cortejo fúnebre, gritaba: felicidades? De seguro que no se encontrará
en nuestro Partido ni un solo práctico (sin comillas) que no comprenda que es
precisamente la forma de nuestra actividad (es decir, la organización) lo que
hace tiempo está retrasada respecto al contenido, terriblemente retrasada, y
que los gritos a los rezagados: "¡Al paso! ¡No os adelantéis!", no
pueden venir en el Partido sino de Juan el tonto. Tratad de comparar aunque
sólo sea, por ejemplo, a nuestro Partido con el Bund. Está fuera de duda que el
contenido * del trabajo de nuestro Partido es infinitamente más rico,
más variado, más amplio y más profundo que en el Bund. Tiene una mayor
envergadura teórica; su programa está más desarrollado; su influencia sobre las
masas obreras (y no sólo sobre los artesanos organizados) es más amplia y más
profunda; la propaganda y la agitación son más variadas; el ritmo del trabajo
político es más vivo en los militantes de vanguardia y en los militantes de
base; los movimientos populares, con motivo de las manifestaciones y de
las huelgas generales, son más grandiosos; la actividad entre las capas no
proletarias es más enérgica. Pero ¿y la "forma"? La "forma"
de nuestro trabajo está retrasada, en comparación con la del Bund, hasta un
punto inadmisible, está retrasada hasta el punto de hacer
* Por no hablar ya de que el contenido del trabajo de nuestro Partido
ha sido fijado en el Congreso (en el programa, etc.) en el espíritu de la
socialdemocracia revolucionaria sólo a costa de lucha, lucha contra esos
mismos antiiskristas y contra esa misma charca cuyos representantes predominan
numéricamente en nuestra "minoría". En lo que atañe al
"contenido", es interesante comparar, por ejemplo, seis números de la
antigua Iskra (46-51) con doce números de la nueva Iskra (52-63)
Pero quede esto para otra vez.
pág.
246
enrojecer de verguenza a
todo el que "tome a pecho" los asuntos de su Partido. El retraso de
la organización del trabajo, en comparación con su contenido, es nuestro punto
débil, y era ya un punto débil mucho tiempo antes del Congreso, mucho tiempo
antes de que se constituyera el Comité de Organización. El estado rudimentario
e inestable de la forma no permite hacer progresos nuevos y serios en el
desarrollo del contenido, provoca un marasmo vergonzoso, lleva a malgastar las
fuerzas y hace que los actos no correspondan a las palabras. Todos están hartos
de sufrir de esta incongruencia, ¡y ahora los Axelrod y los
"Prácticos" de la nueva Iskra vienen a predicarnos el profundo
pensamiento de que la forma debe de un modo natural desarrollarse sólo
simultáneamente con el contenido!
Adónde
conduce un pequeño error en materia de organización (artículo primero), si se
pone uno a ahondar la necedad y a fundamentar filosóficamente una frase
oportunista. ¡Despacito, con tímido zigzag!: ya hemos oído esta canción
aplicada a los problemas de táctica; ahora, la oímos aplicada a los problemas
de organización. El seguidismo en cuestiones de organización es un
producto natural e inevitable de la psicología del individualista anarquista,
cuando este último empieza a erigir en sistema de concepciones, en
peculiares divergencias de principio sus desviaciones anarquistas (quizá
accidentales en un comienzo). En el Congreso de la Liga hemos visto los
comienzos de este anarquismo; en la nueva Iskra vemos tentativas de
erigirlo en sistema de concepcio nes. Estas tentativas confirman admirablemente
lo que ya se dijo en el Congreso del Partido, sobre la diferencia de pun tos de
vista que hay entre el intelectual burgués, adherido a la socialdemocracia, y
el proletario que ha adquirido conciencia de sus intereses de clase. Por ejemplo,
ese mismo "Práctico"
pág. 247
de la nueva Iskra,
cuya profundidad de pensamiento ya conocemos, me echa en cara el que yo me
represente el Partido "como una enorme fábrica" con un director, el
Comité Central, a su frente (núm. 57, suplemento). El "Práctico" no
sospecha siquiera que la terrible palabra por él lanzada nos descubre en
seguida la psicología de un intelectual burgués, que no conoce ni la práctica
ni la teoría de la organización proletaria. Precisamente la fábrica, que a
algunos les parece sólo un espantajo, representa la forma superior de
cooperación capitalista que ha unificado y disciplinado al proletariado, que le
ha enseñado a organizarse, lo ha colocado a la cabeza de todos los demás
sectores de la población trabajadora y explotada. Precisamente el marxismo,
como ideología del proletariado instruido por el capitalismo, ha enseñado y
enseña a los intelectuales vacilantes la diferencia que existe entre el factor
de explotación de la fábrica (disciplina fundada en el miedo a la muerte por hambre)
y su factor organizador (disciplina fundada en el trabajo en común, unificado
por las condiciones en que se realiza la producción, altamente desarrollada
desde el punto de vista técnico). La disciplina y la organización, que tan
difícilmente adquiere el intelectual burgués, son asimiladas con singular
facilidad por el proletariado, gracias precisamente a esta "escuela"
de la fábrica. El miedo mortal a esta escuela, la completa incomprensión de su
valor organizador, caracterizan precisamente los métodos del pensamiento que
reflejan las condiciones de vida pequeñoburguesas, a las que debe su origen el
tipo de anarquismo que los socialdemócratas alemanes llaman Edelanarchismus,
es decir, anarquismo del señor "distinguido", anarquismo señorial,
diría yo. Este anarquismo señorial es algo muy peculiar del nihilista ruso. La
organización del Partido se le antoja una "fábrica" monstruosa; la
sumisión
pág.
248
de la parte al todo y de
la minoría a la mayoría le parece un "avasallamiento" (véanse los
folletos de Axelrod); la división del trabajo bajo la dirección de un organismo
central hace proferir alaridos tragicómicos contra la transformación de los
hombres en "ruedas y tornillos" de un mecanismo (y entre estas
transformaciones, la que juzga más espantosa es la de los redactores en simples
periodistas), la mención de los estatutos de organización del Partido suscita
en él un gesto de desprecio y la desdeñosa obsenación (dirigida a los
"formalistas") de que se podría vivir sin estatutos.
Es
increíble, pero es un hecho: precisamente ésta es la edificante observación que
me hace el camarada Mártov en el núm 58 de Iskra, citando, para ser más
convincente, mis propias palabras de la "Carta a un camarada". ¿Acaso
no es esto "anarquismo señorial", acaso no es seguidismo el justificar
con ejemplos sacados de la época de dispersión, de la época de desarticulación
en círculos, el manténimiento y la glorificación del sistema de círculos y de
la anarquía, en una época en que ya está constituido el espíritu del Partido?
¿Por qué no
necesitábamos antes los estatutos? Porque el Partido se componía de círculos
aislados, no enlazados entre sí por ningún nexo orgánico El pasar de un círculo
a otro era simplemente cuestión de la "buena voluntad" de este o el
otro individuo, que no tenía ante sí ninguna expresión netamente definida de la
voluntad del todo. Las cuestiones en litigio, en el seno de los círculos, no se
resolvían según unos estatutos, "sino luchando y amenazando con
marcharse ": esto es lo que decía yo en la "Carta a un
camarada"* fundándome en la experiencia de una serie de círculos en
general, y en particular en la de nuestro grupo de seis que constituíamos la
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
pág. 249
redacción. En la época de
los círculos, tal fenómeno era nabural e inevitable, pero a nadie se le ocurría
elogiarlo ni hacer de ello un ideal: todos se quejaban de semejante dispersión,
todo el mundo sufría a causa de ella y ansiaba la fusión de los círculos
dispersos en una organización de partido con una forma definida. Y ahora,
cuando esta fusión ha tenido lugar, se nos arrastra hacia atrás, se nos sirve,
como si fueran principios superiores de organización, lla fraseología
anarquistal A los que están acostumbrados a la holgada bata y a las zapatillas
de la vida de familia de los círculos, al oblomovismo, unos estatutos formales
les parecen algo estrecho, apretado, pesado, bajo, burocrático, avasallador, un
estorbo para el libre "proceso" de la lucha ideológica. El anarquismo
señorial no comprende que hacen falta unos estatutos formales precisamente para
sustituir el estrecho nexo de los círculos con un amplio nexo del Partido. No
se precisaba ni era posible revestir de una forma definida el nexo existente en
el interior de un círculo, o entre los círculos, porque dicho nexo estaba
basado en un compadrazgo o en una "confianza" incontrolada y no
motivada. El nexo del Partido no puede ni debe descansar ni en el uno ni en la
otra; es indispensable basarlo precisamente en unos estatutos formales,
redactados "burocráticamente" (desde el punto de vista del
intelectual relajado), y cuya estricta observancia es lo único que nos
garantiza de la arbitrariedad y de los caprichos de los círculos, del régimen
de querellas instituido en los círculos y calificado de libre
"proceso" de la lucha ideológica.
La
redacción de la nueva Iskra lanza contra Alexándrov la edificante
indicación de que "la confianza es una cosa delicada, que no se puede
meter a martillazos en los corazones y en las cabezas" (núm. 56,
suplemento). La redacción no comprende que precisamente el colocar en primer
plano la
pág.
250
confianza, la mera
confianza, delata una vez más su anarquismo señorial y su seguidismo en materia
de organización. Cuando yo era sólo miembro de un círculo, del grupo de los
seis redactores, o de la organización de Iskra, tenía derecho a
justificar, por ejemplo, mi negativa a trabajar con X., alegando sólo la falta
de confianza, sin tener que dar explicaciones ni motivos Una vez miembro del
Partido, no tengo derecho a invocar sólo una vaga falta de confianza,
porque ello equivaldría a abrir de par en par las puertas a todas las
extravagancias y a todas las arbitrariedades de los antiguos círculos; estoy obligado
a motivar mi "confianza" o mi "desconfianza" con un
argumento formal, es decir, a referirme a esta o a la otra disposición
formalmente fijada de nuestro programa, de nuestra táctica, de nuestros
estatutos; estoy obligado a no limitarme a un "tengo confianza" o
"no tengo confianza" sin más control, antes bien reconocer que debo
responder de mis decisiones. como en general toda parte integrante del Partido
debe responder de las suyas ante el conjunto del mismo; estoy obligado a
seguir la vía formalmente prescrita para expresar mi
"desconfianza", para imponer las ideas y los deseos que emanan de
esta desconfianza Nos hemos elevado ya de la "confianza"
incontrolada, propia de los círculos, al punto de vista de un partido,
que exige la observación de procedimientos controlados y formalmente
determinados para expresar y comprobar la confianza. ¡Y la redacción nos
arrastra hacia atrás y llama a su seguidismo concepto nuevo de la organización!
Ved cómo
razona nuestra redacción, que pretende ser una redacción de partido, sobre los
grupos literarios que podrían exigir una representación en ella: "No nos
indignaremos, no invocaremos a gritos la disciplina", nos sermonean estos
anarquistas señoriales, que han mirado siempre y en todas
pág. 251
partes con arrogancia la
disciplina. Nosotros, dicen, nos "entenderemos" [¡sic!] con el grupo
si es serio, o nos reiremos de sus exigencias.
¡Ya veis
qué elevada nobleza se afirma aquí contra el vulgar formalismo "de
fábrica" I En realidad, tenemos ante nosotros la misma fraseología de los
círculos, un poco remozada, ofrecida al Partido por una redacción que siente
que no es un organismo del Partido, sino un resto de un antiguo círculo, la
falsedad interna de esta posición conduce de modo inevitable a la elucubración anarquista,
que erige en principio de organización socialdemócrata la dispersión, a
la que de palabra se la declara farisaicamente como cosa ya pasada No-hace
falta ninguna jerarquía de instituciones e instancias superiores e inferiores
del Partido: para el anarquismo señorial una tal jerarquía es invención
burocrática de ministerios, departamentos, etc. (v. el folletón de Axelrod); no
hace falta subordinación alguna de la parte al todo, no hace falta ninguna
definición "burocrática y formal" de los procedimientos propios del Partido
para "entenderse" o deslindarse: que sean consagradas las antiguas
querellas de los círculos por la fraseología sobre los métodos de organización
"auténticamente socialdemócratas".
Y aquí es
donde el proletario que ha pasado por la escuela "de la fábrica"
puede y debe dar una lección al individualismo anarquista. Hace ya tiempo que
el obrero consciente ha salido de los pañales: ya no rehuye al intelectual como
tal. El obrero consciente sabe apreciar el acervo de conocimientos, más rico,
el horizonte político más amplio, que encuentra en los intelectuales
socialdemócratas. Pero a medida que se estructura en nuestro país un verdadero
Partido, el obrero consciente debe aprender a distinguir la psicología del combatiente
del ejército proletario de la psicología del intelectual
pág.
252
burgués que se pavonea
con frases anarquistas; debe aprender a exigir que cumplan sus deberes
de miembros del Partido no sólo los militantes de filas, sino también "los
de arriba"; debe aprender a tratar el seguidismo en problemas de
organización con el mismo desprécio con que en otros tiempos trataba el
seguidismo en problemas de táctica.
En conexión
inseparable con el girondismo y el anarquismo señorial se halla una última particularidad
característica de la posición de la nueva Iskra en cuestiones de
organización: la defensa del autonomismo contra el centralismo. Este es
precisamente el sentido de principios que tienen (si es que tienen alguno[*]) los clamores contra el burocratismo y la
autocracia, las lamentaciones a propósito del "desdén inmerecido de que se
hace objeto a los no iskristas" (que defendieron el autonomismo en el
Congreso), los cómicos gritos de que se exige "una sumisión
absoluta", las amargas quejas sobre "absolutismo", etc., etc. El
ala oportunista de cualquier partido defiende y justifica siempre todo lo
atrasado, en materia de programa, de táctica y de organización. La defensa de
las ideas atrasadas de la nueva Iskra en materia de organización
(seguidismo) está estrechamente ligada a la defensa del autonomismo.
Verdad es que el autonomismo, en general, está tan desacreditado por los tres
años de propaganda de la vieja Iskra, que a la nueva Iskra le da
verguenza todavía pronunciarse abiertamente en su favor; nos asegura aún
que siente simpatía por el centralismo, pero lo demuestra únicamente
imprimiendo en cursiva la palabra centralismo. En realidad, aplicando la más
ligera crítica a los "principios" del casi-centralismo
"auténticamente socialdemócrata" (¿y no
* Dejo aquí de lado, como en general en todo este apartado, el sentido
"cooptacionista" de estas lamentaciones.
pág. 253
anarquista?) de la nueva Iskra,
se descubre a cada paso el punto de vista del autonomismo. ¿Acaso no queda
ahora claro para todo el mundo que Axelrod y Mártov, en problemas de
organización, han virado hacia Akímov? ¿Acaso no lo han reconocido solemnemente
ellos mismos en sus significativas palabras sobre el "desdén inmerecido de
que se hace objeto a los no iskristas"? ¿Y acaso no es el autonomismo lo
que han defendido en el Congreso de nuestro Partido Akímov y sus amigos?
Precisamente el autonomismo (si no el anarquismo) es lo que defendieron Mártov
y Axelrod en el Congreso de la Liga, cuando con divertido empeño trataban de
demostrar que la parte no debe subordinarse al todo, que la parte es autónoma
en la determinación de sus relaciones con el todo, que los estatutos de la Liga
del extranjero, que formulan estas relaciones, son válidos contra la voluntad
de la mayoría del Partido, contra la voluntad del organismo central del
Partido. Precisamente el autonomismo es lo que defiende ahora el camarada
Mártov de una manera abierta también en las columnas de la nueva Iskra
(núm 60) a propósito de la introducción por el Comité Central de miembros en
los comités locales. No hablaré de los sofismas infantiles con que defendió el
camarada Mártov el autonomismo en el Congreso de la Liga y lo defiende ahora en
la nueva Iskra *. Me importa señalar aquí la tendencia indiscutible a defender
el autonomismo en
* Examinando los diversos artículos de los estatutos, el camarada Mártov
ha pasado por alto precisamente el artículo que trata de las relaciones
entre el todo y la parte: El Comité Central "distribuye las fuerzas del
Partido" (artículo 6). ¿Es posible distribuir las fuerzas sin trasladar a
los militantes de un comité a otro? Resulta hasta embarazoso detenerse en
verdades tan elementales.
pág. 254
contra del centralismo,
como un principio característico del oportunismo en las cuestiones de
organización.
Tentativa
casi única de analizar la noción del burocratisma es la que hace la
nueva Iskra (núm. 53), que opone el "principio formalmente democrático
" (subrayado por el autor) al "principio formalmente burocrático
". Esta contraposición (desgraciadamente, tan poco desarrollada y
explicada como la alusión a los no iskristas) contiene un grano de verdad. El
burocratismo versus (contra) el democratismo, es precisamente el
centralismo versus el autonomismo; es el principio de organización de la
socialdemocracia revolucionaria frente al principio de organización de los
oportunistas de la socialdemocracia. Este último trata de ir de abajo arriba, y
por ello defiende, siempre que puede y cuando puede, el autonomismo, el
"democratismo" que va (en los casos en que hay exceso de celo) hasta
el anarquismo. El primero trata de empezar por arriba, preconizando la
extensión de los derechos y poderés del organismo central respecto a las
partes. En la época de la dispersión y de la desarticulación en círculos, la
cima de donde quería partir la socíaldemocracia revolucionaria en su
organización era inevitablemente uno de los círculos, el más influyente por su
actividad y su consecuencia revolucionaria (en nuestro caso, la organización de
Iskra ). En una época de restablecimiento de la unidad efectiva del
Partido y de dilución de los círculos anticuados en esa unidad, esa cima es
inevitablemente el Congreso del Partido, como órgano supremo del mismo.
El Congreso agrupa, en la medida de lo posible, a todos los representantes de
las organizaciones activas y, designando organismos centrales (muchas veces con
una composición que satisface más a los elementos de vanguardia que a los
retardatarios, que gusta más al ala revolucionaria que a su ala oportunista),
hace de ellas la cima hasta
pág. 255
el Congreso siguiente.
Así proceden, por lo menos, los europeos de la socialdemocracia, aunque poco a
poco, y no sin dificultades, no sin lucha ni sin querellas, esta costumbre, que
los anarquistas odian en principio, comienza a extenderse también a los
asiáticos de la socialdemocracia.
Es
interesante en sumo grado observar que los principios característicos que he indicado
en el oportunismo en materia de organización (autonomismo, anarquismo señorial
o propio de intelectuales, seguidismo y girondismo) también se observan mutatis
mutandis (con las modificaciones correspondientes) en todos los partidos
socialdemócratas de todo el mundo donde existe una división en ala
revolucionaria y ala oportunista (¿y dónde no la hay?). Esto se ha puesto de
manifiesto muy recientemente con singular relieve en el Partido Socialdemócrata
alemán, cuando la derrota sufrida en la 20 circunscripción electoral de Sajonia
(el llamado Incidente Göhre)*, ha puesto al orden del día los principios
de organización de partido El celo de los oportunistas alemanes contribuyó
especialmente a suscitar la cuestión de principio con motivo de este incidente.
Göhre mismo (antes pastor protestante, autor de un libro bastante conocido: Drei
Monate Fabrikarbeiter ** y uno de los "héroes" del Congreso de
Dresde) es un oportunista empedernido, y el órgano de los
* Göhre había sido elegido diputado del Reichstag el 16 de junio de
1903, en la 15 circunscripción sajona, pero después del Congreso de Dresde[24] presento su dimisión. Los
electores de la circunsripción 20, cuando quedó vacante por muerte de Rosenow,
quisieron proponer de nuevo la candidatura de Göhre. La dirección central del
Partido y el Comité Central de agitación de Sajonia se opusieron y, no teniendo
derecho a prohibir formalmente la candidatura de Göhre, consiguieron, sin
embargo, que Göhre renunciara a ella. Los socialdemócratas sufrieron en las
elecciones una derrota.
** Tres meses de obrero en una fábrica. (N. de la Red.)
pág. 256
oportunistas alemanes consecuentes Sozialistische
Monatshefte [Revista Mensual Socialista ] ha "intercedido"
inmediatamente por él.
El oportunismo en el programa está,
naturalmente, ligado al oportunismo en la táctica y al oportunismo en las
cuestiones de organización. El camarada Wolfgang Heine se ha encargado de exponer
el "nuevo" punto de vista. Para caracterizar al lector la fisonomía
de este típico intelectual, que al adherirse a la socialdemocracia ha
conservado su manera oportunista de pensar, bastará decir que el camarada
Wolfgang Heine es un poco menos que un camarada Akímov alemán y un poco más que
un camarada Iegórov alemán.
El camarada Wolfgang Heine ha abierto una
campaña, en Sozialistische Monatshefte, con no menos aparatosidad que el
camarada Axelrod en la nueva Iskra. El título de su artículo es ya muy
significativo: "Notas democráticas a propósito del Incidente Göhre"
(núm. 4 de Sozialistische Monatshefte, de abril). Y el contenido es no
menos atronador. El camarada W. Heine se alza contra "los atentados a la
autonomía de la circunscripción electoral", defiende "el principio
democrático", protesta contra la intervención de una "autoridad
nombrada" (es decir, de la dirección central del Partido) en la libre
elección de los delegados por el pueblo. No se trata aquí de un incidente
fortuito, nos alecciona el camarada W. Heine, sino de toda una "tendencia
al burocratismo y al centralismo en el Partido ", tendencia que, según
él dice, se había observado ya antes, pero que ahora se hace especialmente
peligrosa. Es preciso "reconocer en principio que los organismos locales
del Partido son los portadores de su vida" (plagio del folleto del
camarada Mártov: "De nuevo en minoría"). No hay que
"acostumbrarse a que todas las decisiones políticas importantes partan de
un solo centro", es preciso prevenir
pág. 257
al Partido contra "una política doctrinaria que pierde
el contacto con la vida" (tomado del discurso del camarada Mártov en el
Congreso del Partido sobre que "la vida se impondrá"). ". . .
Mirando a la raiz de las cosas -- dice profundizando su argumentación el
camarada W. Heine --, haciendo abstracción de los conflictos personales que
aquí, como siempre, han desempeñado un papel no pequeño, veremos en este
ensañamiento contra los revisionistas [subrayado por el autor, que, es
de suponer, alude a la distinción de conceptos entre la lucha contra el
revisionismo y lucha contra los revisionistas] principalmente una desconfianza
de los representantes oficiales del Partido respecto-al 'elemento extraño '
[por lo visto, W. Heine no ha leido todavía el folleto sobre la lucha contra el
estado de sitio, y por eso recurre al anglicismo: Outsidertum ], la
desconfianza de la tradición frente a lo que no es habitual, de la institución
impersonal frente a lo que es individual [v. la resolución de Axelrod en el
Congreso de la Liga acerca de la coacción ejercida sobre la iniciativa
individual], en una palabra, la misma tendencia que ya hemos caracterizado más
arriba como tendencia al burocratismo y al centralismo en el Partido".
La noción de "disciplina" inspira
al camarada W. Heine no menos noble indignación que al camarada Axelrod.
". . . Se ha reprochado a los revisionistas -- escribe -- falta de
disciplina, por haber escrito en Sozialistische Monatshefte, órgano al
que no querian reconocer ni siquiera como socialdemócrata, porque no está bajo
el control del Partido. Ya este solo intento de reducir el concepto
'socialdemócrata', esta sola exigencia de disciplina en el campo de
producción ideológica, donde debe reinar una libertad absoluta [recordad la
frase: la lucha ideológica es un proceso, y las formas de organización no son
más que formas], testimonian una ten-
pág. 258
dencia al burocratismo y al sojuzgamiento de la
individualidad". Y W. Heine sigue durante largo tiempo fulminando en todos
los tonos esa odiosa tendencia a crear "una vasta organización
omnímoda, lo más centralizada posible, una táctica, una
teoría", fulmina el que se exija "obediencia incondicional",
"sumisión ciega", fulmina "el centralismo simplificado", etc,
etc., literalmente "a lo Axelrod".
La discusión iniciada por W. Heine se ha
extendido, y como en el partido alemán no la encizañaba ninguna querella con
motivo de la cooptación, como los Akímov alemanes esclarecen su fisonomía no
sólo en los congresos, sino también constantemente en un órgano especial, la
discusión se ha reducido pronto a un análisis de las tendencias de principios
de la ortodoxia y del revisionismo en materia de organización. C. Kautsky ha
intervenido como uno de los representantes de la tendencia revolucionaria
(acusada, claro está, como entre nosotros, de espíritu "dictatorial",
"inquisitorial" y demás cosas terribles) (Neue Zeit, 1904,
núm. 28: artículo "Wahlkreis und Partei" ["La circunscripción
electoral y el Partido"]). "El artículo de W. Heine -- declara
Kautsky -- muestra el curso del pensamiento de toda la tendencia
revisionista". No sólo en Alemania, sino también en Francia y en Italia,
los oportunistas defienden a capa y espada el autonomismo, el debilitamiento de
la disciplina del Partido, su reducción a cero; en todas partes conducen sus
tendencias a la desorganización, a la degeneración del "principio
democrático" en anarquismo, "La democracia no es la ausencia
del poder -- enseña C. Kautsky a los oportunistas en el problema de
organización --, la democracia no es la anarquía, es la supremacía de las masas
sobre sus mandatarios, a diferencia de otras for mas de poder en que los
seudoservidores del pueblo son en realidad sus amos". C. Kautsky examina
detalladamente el
pág. 259
papel desorganizador del autonomismo oportunista en los
distintos países; demuestra que precisamente la adhesión a la socialdemocracia
"de una masa de elementos burgueses "[*] tefuerza el oportunismo, el autonomismo y las
tendencias a la infracción de la disciplina; recuerda una y otra vez que
precisamente "la organización es el arma con la cual se emancipará el
proletariado", que precisamente "la organización es el arma
característica del proletariado en la lucha de clases".
En Alemania, donde el oportunismo es más
débil que en Francia e Italia, "las tendencias autonomistas no han
conducido hasta ahora sino a declamaciones más o menos patéticas contra los
dictadores y los grandes inquisidores, contra las excomuniones[**]y la persecución de herejías, a enredos y
querellas sin fin, cuyo análisis no conduciría más que a incesantes
disputas".
No es de extrañar que en Rusia, donde el
oportunismo es en el Partido aún más débil que en Alemania, las tendencias
autonomistas hayan dado lugar a menos ideas y a más "declamaciones
patéticas" y querellas.
No es de extrañar que Kautsky llegue a la
conclusión siguiente: "Quizá no haya cuestión en que el revisionismo de
todos los países, a pesar de todas sus diversidades y de la variedad de sus
matices, se distinga por tanta uniformidad como en el problema de organización
precisamente". C. Kautsky también formula las tendencias fundamentales de
* Como ejemplo cita C. Kautsky a Jaurés. A medida que se iban
desviando hacia el oportunismo, tales hombres debían considerar
indefectiblemente "la disciplina del Partido como una coacción inadmisible
de su libre personalidad".
** Bannstrahl, anatema. Es el equivalente alemán del
"Estado de sitio" y de las "leyes de excepción". Es la
"palabra terrible" de los oportunistas alernanes.
pág.
260
la ortodoxia y del revisionismo
en este terreno, recutriendo a la "palabra terrible": burocratismo
versus (contra) democratismo. Se nos dice -- escribe C. Kautsky -- que conceder
a la dirección del Partido el derecho de influir en la elección de candidatos
(a diputado) por las citcunscripciones electorales locales, es "atentar
vergonzosamente al principio democrático, que exige que toda la actividad
política se ejerza de abajo a arriba, por iniciativa de las masas, y no de
arriba abajo, por vía burocrática. . . Pero si existe algún principio
verdaderamente democrático es el de que la mayoría debe tener supremacía sobre
la minoría, y no al contrario. . ." La elección de diputados al
Parlamento, por cualquier circunscripción, es un asunto importante para todo el
Partido en su conjunto, que por ello mismo debe influir sobre la designación de
los candidatos, al menos por medio de personas de confianza del Partido (Vertrauensmänner
). "Quien crea que este procedimiento es demasiado burocrático o
demasiado centralista, que pruebe proponer que los candidatos sean designados
por votación directa de todos los miembros del Partido en general (sämtliche
Parteigenossen ). Y como esto es irrealizable, no hay razón para quejarse
de falta de democratismo cuando la función de que se trata, como muchas otras
que se refieren al Partido en conjunto, es desempeñada por una o varias
instancias del Partido". Según el "derecho usual" del Partido
alemán, las distintas circunscripciones electorales "se entendían ya antes
amigablemente" con la dirección del Partido para presentar uno u otro
candidato. "Pero el Partido es ya demasiado grande para que baste este
tácito derecho usual. El derecho usual deja de ser derecho cuando deja de ser
reconocido como algo que se entiende por sí mismo, cuando se ponen en duda sus
definiciones e incluso su propia existencia. En este caso resulta absolutamente
imprescindible formular
pág. 261
de un modo exacto este
derecho, codificarlo". . . "fijar de un modo más exacto en los
estatutos[*] (statutarische Festlegung ) y reforzar
simultáneamente el carácter riguroso (grössere Straffheit ) de la
organización".
Veis, pues, en circunstancias distintas, la
misma lucha entre el ala oportunista y el ala revolucionaria del Partido sobre
la cuestión de organización, el mismo conflicto entre autonomismo y
centralismo, democratismo y "burocratismo", entre la tendencia a
debilitar y la tendencia a reforzar el carácter riguroso de la organización y de
la disciplina, entre la psicología del intelectual vacilante y la del
proletario consecúente, entre el individualismo propio de intelectuales y la
cohesión proletaria. Cabe preguntar: ¿Qué actitud ha adoptado ante este
conflicto la democracia burguesa, no la democracia que la traviesa
historia prometió sólo enseñar en secreto algún día al camarada Axelrod, sino
la verdadera, la democracia burguesa real, que tiene también en Alemania
representantes no menos sabios ni menos observadores que nuestros señores de
"Osvobozhdenie"? La democracia burguesa alemana ha respondido
inmediatamente a la nueva discusión y -- como la rusa, como siempre, como en
todas partes -- se ha colocado de lleno al lado del ala oportunista del Partido
socialdemócrata. El destacado órgano del capital bursátil de Alemania, la Gazeta
de Francfurt, ha publicado un artículo de fondo fulminante (Frankf. Ztg.,
7 de abril de 1904,
* Resulta muy instructivo confrontar estas notas de C. Kautsky sobre la
sustitución del derecho usual, tácitamente reconocido, por un derecho
formalmente inscrito en estatutos, con toda la "renovación" por la
que atraviesa nuestro Partido en general y la redacción en particular, después
del Congreso del Partido. Cfr. el discurso de V. Sasúlich (en el Congreso de la
Liga, actas, págs. 66 y sig.) que, probablemente, no se da plena cuenta de todo
el alcance de esta renovación.
pág.
262
núm. 97, Abendblatt), que
demuestra que la manía poco escrupulosa de plagiar a Axelrod se ha convertido
simplemente en una especie de enfermedad de la prensa alemana. Los terribles
demócratas de la Bolsa de Francfurt fustigan la "autocracia" en el
Partido Socialdemócrata, la "dictadura del Partido", "el dominio
autocrático de las autoridades del Partido", esas "excomuniones"
por las que se quiere (recuérdese la "falsa acusación de
oportunismo") "algo así como castigar a todo el revisionismo",
esa exigencia de "obediencia ciega", esa "disciplina que
mata", esa exigencia de "subordinación lacayuna", de hacer de
los miembros del Partido "cadáveres políticos" (¡esto es mucho más
fuerte que lo de los tornillos y ruedecitas!). "Toda originalidad personal
-- dicen indignados los caballeros de la Bolsa al observar el estado de cosas
antidemocrático que rige en la socialdemocracia --, toda individualidad, ya lo
veis, ha de verse sujeta a persecuciones, porque amenazan con llevar al estado
de cosas que rige en Francia, al jauresismo y al millerandismo, como ha
declarado francamente Zindermann, que informó sobre este problema" en el
Congreso del partido de los socialdemócratas sajones.
Así, pues,
por cuanto los nuevos terminajos de la nueva Iskra sobre el problema de
organización tienen un sentido de principio, no cabe duda de que este sentido
es oportunista. Se confirma esta deducción tanto por todo el análisis del
Congreso de nuestro Partido, que se escindió en ala revolucionaria y ala
oportunista, como por el ejemplo de todos los partidos socialdemócratas
europeos, en cuyo seno se manifiesta el oportunismo en materia de organización
en las mismas tendencias, en las mismas acusaciones y muy a menudo en los
pág. 263
mismos terminajos.
Naturalmente, imprimen su sello las particularidades nacionales de los diversos
partidos y las distintas condiciones políticas de los diversos países, haciendo
que el oportunismo alemán no se parezca en nada al oportunismo francés, ni el
francés al italiano, ni el italiano al ruso. Pero, a pesar de toda esta
diferencia de condiciones*, se observa claramente la homogeneidad de la
división fundamental de todos estos partidos en ala revolucionaria y ala
oportunista, la homogeneidad del curso del pensamiento y de las tendencias del
oportunismo en el problema de organización. El gran número de representantes de
la intelectualidad radical que figura entre nuestros marxistas y nuestros
socialdemócratas ha traído y trae como consecuencia inevitable el oportunismo,
que su psicología engendra en los terrenos y en las formas más diversas. Hemos
luchado contra el oportunismo en las cuestiones fundamentales de nuestra concepción
del mundo, en cuestiones programáticas, y la divergencia absoluta en lo que se
refiere a los fines ha conducido inevitablemente a un deslindamiento definitivo
entre los liberales, que han estropeado nuestro marxismo legal, y los
socialdemócra-
* Nadie dudará ahora de que
la antigua división de los socialdemocratas rusos, en cuanto a los problemas de
la táctica, en economistas y políticos, se identificaba con la división de toda
la socialdemocracia inter nacional en oportunistas y revolucionarios, aunque
fuese muy grande la diíerencia entre los camaradas Martínov y Akímov, por una
parte, y los camaradas von-Vollmar y von-Elm o Jaurés y Millerand, por otra.
Del mismo modo es indudable la homogeneidad de las divisiones fundamentales en
el problema de organización, a pesar de la enorme diferencia de condiciones que
existe entre los países privados de derechos políticos y los países
políticamente libres. Es extremadamente caractaístico que la redacción de la
nueva Iskra, tan afecta a los principios, después de haber tratado de
pasada la discusión entre Kautsky y Heine (núm. 64), haya pasado por alto
temerosa la cuestión de las tendencias de principio de todo
oportunismo y de toda ortodoxia en el problema de organización.
pág. 264
tas. Hemos luchado contra el oportunismo en problemas de
táctica y nuestra divergencia con los camaradas Krichevski y Akímov, en lo que
se refiere a estos problemas menos importantes, tuvo tan sólo, naturalmente, un
carácter temporal, no siguiéndole la formación de partidos distintos. Ahora,
hemos de vencer el oportunismo de Mártov y Axelrod en problemas de
organización, aun menos cardinales, claro está, que las cuestiones de programa
y de táctica, pero problemas que en el momento actual aparecen en el primer
plano de la vida de nuestro Partido.
Cuando se habla de lucha contra el
oportunismo, no hay que olvidar nunca un rasgo característico de todo el
oportunismo contemporáneo en todos los terrenos: su carácter in definido,
difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva
siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la
resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen
mutuamente, esforzándose por "estar de acuerdo" con uno y otro,
reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos
inocentes, etc., etc. El camarada E. Bernstein, oportunista en cuestiones
programáticas, "está de acuerdo" con el programa revolucionario del
Partido, y aunque, probablemente, desearía una "reforma cardinal" del
mismo, considera que esta reforma no es oportuna ni conveniente, ni tan
importante como la aclaración de los "principios generales" de
"crítica" (que consisten, principalmente, en aceptar sin crítica
alguna los principios y los terminajos de la democracia burguesa). El camarada
von-Vollmar, oportunista en problemas de táctica, está también de acuerdo con
la vieja táctica de la socialdemocracia revolucionaria y más bien se limita
igualmente a declamaciones, a ligeras enmiendas e ironías, no proponiendo nunca
ninguna táctica "minis-
pág. 265
terialista" determinada. Los camaradas Mártov y
Axelrod, oportunistas en problemas de organización, tampoco han dado hasta
ahora tesis determinadas de principio que puedan ser "fijadas en unos
estatutos", a pesar de que se les ha llamado directamente a hacerlo;
también ellos desearían, indudablemente que la desearían, una "reforma
cardinal" de los estatutos de nuestra organización (Iskra, núm. 58,
pág. 2, columna 3); pero con preferencia hubieran empezado por ocuparse de
"problemas generales de organización" (porque una reforma
efectivamente cardinal de nuestros estatutos que, a pesar del artículo primero,
tienen un carácter centralista, si se hiciera en el espíritu de la nueva Iskra,
conduciría inevitablemente al autonomismo, y el camarada Mártov, claro está, no
quiere reconocer ni aun ante sí mismo su tendencia en principio al
autonomismo). De aquí que su posición "en principio", en cuanto al
problema de organización, tenga todos los colores del arco iris: predominan
inocentes y patéticas declamaciones sobre la autocracia y el burocratismo,
sobre la obediencia ciega, sobre tornillos y ruedecitas, declamaciones tan
inocentes, que en ellas es aún sumamente difícil distinguir lo que son efectivamente
principios de lo que es en realidad cooptación. Pero cuanto más se adentra uno
en el bosque? tanta más leña se encuentra: los intentos de analizar y definir
exactamente el odioso "burocratismo" conducen inevitablemente al
autonomismo; los intentos de "profundizar" y fundamentar, llevan
indefectiblemente a justificar el atraso, llevan al seguidismo, a la
fraseología girondina. Por último, como único principio efectivamente definido,
y que por ello mismo se manifiesta con peculiar claridad en la práctica (la
práctica precede siempre a la teoría), aparece el principio del anarquismo.
Ridiculización de la disciplina -- autonomismo -- anarquismo: he ahí la
escalera por la que ora baja ora su-
pág. 266
be nuestro oportunismo en materia de organización, saltando
de peldaño en peldaño y evitando hábilmente toda formulación precisa de sus
principios*. Exactamente la misma gradación presenta el oportunismo en cuanto
al programa y a la táctica: burla de la "ortodoxia", de la estrechez
y de la inflexibilidad -- "crítica" revisionista y ministerialismo --
democracia burguesa.
En estrecha relación psicológica con el odio
a la disciplina, está la constante y monótona nota de ofensa, que suena
en
* Quien recuerde ia
discusión sobre el articúlo primero verá ahora claramente que el error del
camarada Mártov y del camarada Axelrod acerca de este artículo, desarrollado y
profundizado, conduce inevitablemente al oportunismo en lo que se
refiere a la organización. La idea básica del camarada Mártov -- lo de incluirse
uno mismo en el Partido -- es precisamente el falso "democratismo",
la idea de estructurar el Partido de abajo arriba. Mi idea, por el contrario,
es "burocrática" en el sentido de que el Partido se estructura de
arriba abajo, empezando por el Congreso y siguiendo por las diversas
organizaciones del Partido. Tanto la psicología de intelectual burgués como las
frases anarquistas y las elucubradones oportunistas y seguidistas, todo ello
apuntaba ya en la discusion sobre el artículo primero. En "Estado de
sitio" (pág. 20), el camarada Mártov habla del "trabajo del
pensamiento que ha comenzado" en la nueva Iskra. Lo cual es verdad
en el sentido de que él y Axelrod dirigen efectivamente el pensamiento por un
rumbo nuevo, empezando por el artículo primero. Lo malo es que ese rumbo es
oportunista. Cuanto más "trabajen en ese rumbo, cuanto más limpio esté su
trabajo de bajas querellas de cooptación, tanto más se hundirán en la charca.
El camarada Plejánov lo ha comprendido ya claramente en el Congreso, y en su artículo
"¿Qué es lo que no hay que hacer?" les ha advertido por segunda vez:
estoy dispuesto, -- dice --, incluso a cooptaros a vosotros, pero no sigáis ese
camino, que sólo conduce al oportunismo y al anarquismo. No han aceptado este
buen consejo Mártov y Axelrod: ¿Cómo, no ir? ¿dar la razón a Lenin en el
sentido de que la cooptación no es más que una baja querella? ¡Nunca! ¡Le
demostraremos que somos gente de principios! Y lo han demostrado. Han
demostrado a todos con plena evidencia que, si tienen principios nuevos, estos
principios son los principlos del oportunismo.
pág. 267
todos los escritos de todos los oportunistas contemporáneos
en general y de-nuestra minoría en particular. Se ven perseguidos, oprimidos,
expulsados, asediados, atropellados. En esas palabrejas hay mucha más verdad
psicológica y política de la que, probablemente, suponía el mismo autor de la
encantadora y aguda broma sobre atropellados y atropelladores. Recorred, en
efecto, las actas del Congreso de nuestro Partido y veréis que constituyen la
minoría todos los ofendidos, todos aquellos a los que alguna vez o en algo ha
ofendido la socialdemocracia revolucionaria. Allí están los bundistas y los de
"Rabócheie Dielo", a los que "ofendimos" hasta el punto de
que se retiraron del Congreso; allí están los de "Iuzhni Rabochi",
mortalmente ofendidos porque se ha dado muerte a las organizaciones en general
y a la suya en particular; allí está el camarada Májov, al que se ofendió cada
vez que hizo uso de la palabra (porque cada vez se ponía exactamente en una
situación ridícula); allí están, por último, el camarada Mártov y el camarada
Axelrod, ofendidos por la "falsa acusación de oportunismo" con motivo
del artículo primero de los estatutos y por su derrota en las elecciones. Y
todas estas amargas ofensas no fueron resultado casual de inadmisibles
agudezas, de bruscas salidas de tono, de una polémica furiosa, de portazos y de
enseñar puños, como aún siguen pensando muchísimos filisteos, sino la
consecuencia política inevitable de tres años de labor ideológica de Iskra.
Si nosotros, en el transcurso de estos tres años, hacíamos algo más que dar
rienda suelta a la lengua, si expresábamos convicciones que deben convertirse
en realidad, no pudimos menos de luchar en el Congreso contra los antiiskristas
y contra la "charca". Y cuando, junto con el camarada Mártov, que
combatía en las primeras filas, con la visera levantada, hubimos agraviado a
tal cantidad de gente, sólo nos faltaba
pág. 268
agraviar un poco, muy poco, al camarada Axelrod y al
camarada Mártov, para que rebasara la copa. La cantidad se convirtió en
calidad. Se produjo una negación de la negación. Todos los ofendidos olvidaron
sus cuentas recíprocas: sollozando, se arrojaron los unos en brazos de los otros
y levantaron la bandera de la "insurrección contra el leninismo"[*].
La
insurrección es una cosa magnífica cuando se alzan los elementos avanzados
contra los reaccionarios. Está muy bien que el ala revolucionaria se alce
contra el ala oportunista. Pero es malo que el ala oportunista se alce contra
la revolucionaria.
El
camarada Plejánov se ve obligado a tomar parte en este feo asunto en calidad,
por decirlo así, de prisionero de guerra. Trata de "desahogarse"
pescando una que otra frase poco hábil del autor de tal o cual resolución
favorable a la "mayoría", y al hacerlo exclama: "¡Pobre camarada
Lenin! ¡Buenos son sus ortodoxos partidarios!" (Iskra, núm. 63, suplemento).
Bueno,
¿sabe usted, camarada Plejánov?, si yo soy pobre, la redacción de la nueva Iskra
está completamente en la miseria. Por pobre que yo sea, no he llegado todavía a
un grado de miseria tan absoluto, que tenga que cerrar los ojos ante el
Congreso del Partido y buscar en resoluciones de miembros de los comités
material para ejercitar la agudeza de mi espíritu. Por muy pobre que yo sea,
soy mil veces más rico que los hombres cuyos partidarios, no sólo dicen por
casualidad alguna que otra frase poco hábil, sino que en todos los problemas,
tanto de organización como de táctica y de pro-
* Esta maravillosa expresión
pertenece al camarada Mártov ("Estado de sitio", pág. 68). El
camarada Mártov ha aguardado el momento de multiplicar su voto por cinco para
organizar la "sublevación" contra mí solo. Polemiza el camarada
Mártov con bien poca habilidad: quiere aniquilar a su adversario, diciéntole
las mayores amabilidades.
pág.
269
grama, se aferran, firme y empeñadamente, a principios que
están en pugna con los de la socialdemocracia revolucionaria. Por pobre que yo
sea, no he llegado aún al extremo de tener que ocultar al público los
elogios ofrecidos por semejantes partidarios. Y eso es lo que se ve obligada a
hacer la redacción de la nueva Iskra.
¿Sabes, lector, lo que es el Comité de
Vorónezh del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia? Si no lo sabes, lee las
actas del Congreso del Partido. Allí verás que la tendencia de ese Comité es la
que expresan plenamente los camaradas Akímov y Brúker, que lucharon en toda la
línea contra el ala revolucionaria del Partido en el Congreso y que, decenas de
veces, fueron colocados entre los oportunistas por todo el mundo, empezando por
el camarada Plejánov y acabando por el camarada Popov. Pues este Comité de
Vorónezh, en su hoja de enero (núm. 12, enero de 1904), declara:
"En nuestro Partido,
siempre en crecimiento, se ha producido el año pasado un acontecimiento de
trascendental importancia para el Partido: se ha celebrado el II Congreso del P.O.S.D.R.,
en el que se han reunido representantes de sus organizaciones. La convocatoria
de un congreso del Partido es algo muy complejo y muy arriesgado bajo la
monarquía, algo muy difícil, y por ello no es de extrañar que la convocatoria
del Congreso del Partido no se haya hecho ni con mucho de un modo perfecto,
y que el mismo Congreso, aunque ha transcurrido con toda normalidad, no haya
dado satisfacción a todo lo que de él exigía el Partido. Los camaradas a
quienes la Conferencia de 1902 encomendó la convocatoria del Congreso habían
sido detenidos, y el Congreso lo prepararon personas designadas por una sola
tendencia de la socialdemocracia rusa: la tendenaa iskrista. Muchas
organizaciones socialdemócratas, pero no iskristas, no fueron in corporadas al trabajo
del Congreso: a ello se debe, en parte, el hecho de que el
Congreso haya cumplido de un modo extremadamente imperfecto su cometido
en lo que se refiere a redactar el programa y los estatutos del Partido,
que haya en los estatutos grandes lagunas 'que pueden dar lugar a peligrosas
confusiones', según reconocen las mismas personas que han tomado parte en el
Congreso. Los mismos iskristas se han escindido en el Congreso, y muchos
militantes destacados de nuestro P.O.S.D.R.
pág. 270
que antes, al parecer, aceptaban
totalmente el programa de acción de Iskra, han reconocido que eran
irreales muchos de sus puntos de vista, propugnados principalmente por Lenin
y Plejánov. Aunque estos últimos triunfaron en el Congreso, la fuerza de la
vida práctica, las exigencias del trabajo real, en cuyas filas están también
todos los no-iskristas, corrigen rápidamente los errores de los teóricos y han
introducido ya serias rectificaciones después del Congreso. Iskra ha
cambiado mucho y promete prestar oído atento a las exigencias de los
militantes de la socialdemocracia en general. Por tanto, aunque los trabajos
del Congreso deben ser revisados por el Congreso siguiente y -- cosa
evidente incluso para los que han tomado parte en él -- no son satisfactorios, y
por lo mismo no pueden entrar en el Partido como decisiones inmutables, el
Congreso, sin embargo, ha puesto en claro el estado de cosas que existe en el
Partido ha proporcionado bastante material para la ulterior actividad teórica y
de organización del Partido y constituye una experiencia de enorme interés para
el trabajo del Partido en conjunto. Todas las organizaciones tendrán en cuenta
las resoluciones del Congreso y los estatutos que ha elaborado, pero muchas se
abstendrán de guiarse únicamente por ellos, a causa de sus evidentes
imperfecciones.
El Comité de Vorónezh, comprendiendo toda la importancia del
trabajo del Partido en conjunto, se hizo vivamente eco de todos los
problemas relacionados con la convocatoria del Congreso. Reconoce toda la
importancia de lo sucedido en el Congreso, celebra el cambio que se ha
producido en Iskra, convertida en Organo Central (organo principal).
Aunque no nos satisfaga todavía el estado de
cosas que se observa en el Partido y en el C.C., confiamos, sin embargo, que
los esfuerzos comunes conseguirán perfeccionar la difícil labor de la
organización del Partido. Frente a los rumores falsos que circulan, el Comité
de Vorónezh declara a los camaradas que no puede ni hablarse de que el Comité
de Vorónezh salga del Partido. El Comité de Vorónezh comprende perfectamente
cuán peligroso precedente (ejemplo) sería la salida, del seno del P.O.S.D.R.,
de una organización obrera como es el Comité de Vorónezh, y qué reproche
recaería sobre el Partido y qué perjudicial sería para las organizaciones
obreras que pueden seguir ese ejemplo. No debemos pro
pág. 271
vocar nuevas escisiones, sino aspirar tenazmente a la
unificación de todos los obreros conscientes y socialistas en un Partido único.
Además, el II Congreso ha sido un congreso ordinario y no constituyente. Sólo
el tribunal del Partido puede acordar una expulsión del Partido, pero ninguna
organización, ni aun el mismo Comité Central tienen derecho a excluir del
Partido a ninguna organización socialdemócrata. Aún más: en el II Congreso se
ha aprobado el artículo octavo de los estatutos, según el cual cada
organización es autónoma en sus asuntos locales, por lo cual el Comité de
Vorónezh tiene pleno derecho a aplicar en el Partido sus puntos de vista en
materia de organización ".
La redacción de la nueva Iskra, al
referirse a esta hoja en su número 61, ha publicado la segunda parte del pasaje
que hemos reproducido, la parte impresa en caracteres corrientes; la primera,
reproducida en tipo menor, ha preferido omitirla.
Les ha dado verguenza.
pág. 272
p) ALGO SOBRE LA
DIALECTICA.
DOS REVOLUCIONES
Al abarcar de una mirada general el
desarrollo de la crisis de nuestro Partido, veremos sin dificultad que, salvo
raras excepciones, la composición fundamental de los dos bandos en pugna ha
sido siempre la misma. Era la lucha entre el ala revolucionaria de nuestro
Partido y el ala oportunista. Pero esta lucha pasó por las fases más diversas,
y todo el que quiera ver claro en el enorme fárrago de publicaciones ya acumulado,
en una inmensidad de indicaciones aisladas, citas truncadas, diversas
acusaciones, etc., etc., ha de tener un conocimiento exacto de las
particularidades de cada una de estas fases.
Enumeremos las principales fases, que
difieren manifiestamente entre sí: 1) Discusión sobre el artículo primero de
los estatutos. Lucha puramente ideológica sobre los fundamentales principios de
organización. Plejánov y yo estamos en minoría. Mártov y Axelrod proponen una
formulación oportunista y caen en brazos de los oportunistas. 2) Escisión de la
organización de Iskra con motivo de las listas de candidatos al C.C.:
Fomín o Vasiliev en una lista de cinco, Trotski o Travinski en un grupo de
tres. Plejánov y yo conquistamos la mayoría (nueve contra siete), en parte justamente
porque habíamos sido minoría en el artículo primero. La coalición de Mártov con
los oportunistas confirma en la práctica todos
pág. 272
mis temores, debidos al incidente con el Comité de
Organización. 3) Continúan las discusiones sobre detalles de los estatutos.
Vuelven a salvar a Mártov los oportunistas. Nosotros estamos nuevamente en
minoría y defendemos los de rechos de la minoría en los organismos centrales.
4) Los siete oportunistas extremos se retiran del Congreso. Nosotros quedamos
en mayoría y vencemos en las elecciones a la coalición (minoría iskrista,
"charca" y antiiskristas). Mártov y Popov renuncian a sus puestos en
nuestros trios. 5) Después del Congreso, querellas por la cooptación. Orgia de
actos anarquistas y fraseologia anarquista. En la "minoría" se
imponen los elementos menos firmes e inestables. 6) Para evitar la escisión,
Plejánov pasa a la política de kill with kindness. La
"minoría" ocupa la redacción del Organo Central y el Consejo y ataca
con todas sus fuerzas al Comité Central. La querella continúa llenándolo todo.
7) El primer ataque contra el C.C. es rechazado. La querella parece empezar a
calmarse. Resulta pssible examinar con relativa tranquilidad dos problemas que,
en el terreno puramente ideológico, preocupan hondamente al Partido: a) qué
significa políticamente y cómo se explica la división de nuestro Partido en
"mayoría" y "minoría" que se ha plasmado en el II Congreso,
viniendo a sustituir todas las divisiones anteriores; b) qué valor de principios
tiene la nueva posición de la nueva Iskra en el problema de
organización.
Cada una de estas fases se caracteriza por
una coyuntura de lucha esencialmente distinta y un objetivo inmediato de
ataque; cada fase representa, por decirlo así, un combate aislado en una campaña
general. Nada podrá entenderse en nuestra lucha sin estudiar las condiciones
concretas de cada batalla. Y, al estudiarlas, veremos bien claro que, en
efecto, su desarrollo sigue la via dialéctica, la vía de las con-
pág. 274
tradicciones: la minoría se convierte en mayoría, la
mayoría en minoría; cada beligerante pasa de la defensiva a la ofensiva, y a la
inversa; "se niega" el punto de partida de la lucha ideológica
(artículo primero), cediendo su puesto a las querellas, que lo llenan todo[*], pero luego
empieza "la negación de la negación", y "congeniando" mal
que bien, en los diversos organismos centrales, con la mujer que Dios le ha dado
a uno, volvemos al punto de partida de la lucha puramente ideológica. Pero la
"tesis" está ya enriquecida por todos los resultados de la
"antítesis" y se ha elevado a síntesis superior, cuando el error
aislado y casual del artículo primero se ha convertido en un quasi-sistema de
concepciones oportunistas sobre el problema de organización, cuando para todo
el mundo es cada vez más evidente la relación que guarda este fenómeno con la
división fundamental de nuestro Partido en ala revolucionaria y ala oportunista.
En una palabra, no sólo crece la cebada a lo Hegel, sino que, también a lo
Hegel, luchan los socialdemócratas rusos entre sí.
Pero la
gran dialéctica hegeliana, que el marxismo ha adoptado después de haberla
puesto de pie, no debe confundirse nunca con el vulgar método de justificar los
zig-zags de los dirigentes políticos que se pasan del ala revolucionaria del
partido al ala oportunista, con la vulgar manera de echar a un solo montón
declaraciones diversas, momentos distintos del desarrollo de diversas fases de
un proceso único. La verdadera dialéctica no justifica los errores personales,
sino que estudia los virajes inevitables, demostrando su inevi-
* El difícil problema de
establecer una frontera entre la querella y la divergencia de principios se
resuelve ahora por sí mismo: es querella todo lo que se refiere a la
cooptación, y es divergencia de principios todo lo tocante al análisis de la
lucha en el Congreso, a los debates sobre el artículo primero y al viraje hacia
el oportunismo y el anarquismo.
pág.
275
tabilidad a base del estudio más detallado del desarrollo
en todos los aspectos concretos. El principio fundamental de la dialéctica es:
no hay verdad abstracta, la verdad es siempre concreta. . . Y tampoco debe
confundirse esta gran dialéctica hegeliana con la acomodaticia y vulgar
sabiduna que expresa el proverbio italiano: mettere la coda dove non va il
capo (meter la cola donde no cabe la cabeza).
El resultado del desarrollo dialéctico de la
lucha que tiene lúgar en nuestro Partido, se reduce a dos revoluciones. El
Congreso del Partido fue una verdadera revolución, según observó con razón el
camarada Mártov en su "De nuevo en minoría". Razón tienen también los
graciosos de la minoría que dicen: ¡el mundo avanza por revoluciones, por eso
hemos hecho nosotros una revolución! En efecto, han hecho una revolución
después del Congreso; y también es verdad que, hablando en términos generales,
el mundo avanza por revoluciones. Pero este aforismo general no determina
todavía la significación concreta de cada una de las revoluciones concretas:
hay revoluciones que son como reacciones, parafraseando la inolvidable
expresión del inolvidable camarada Májov. Para determinar si esta o la otra
revolución concreta ha hecho avanzar o retroceder al "mundo" (a
nuestro Partido), hay que saber si era el ala revolucionaria del Partido o el
ala oportunista la fuerza real que producia la revolución; hay que saber si
eran los principios revolucionarios o los principios oportunistas los que
inspiraban a los combatientes.
El Congreso de nuestro Partido fue un
fenómeno único en su genero, sin precedentes en toda la historia del movimiento
revolucionario ruso. Por primera vez, ha conseguido un partido revolucionario
clandestino salir de las tinieblas de la ilegalidad a la luz del día, mostrar a
todos y a cada uno la trayectoria y el desenlace de la lucha interna de nuestro
pág. 276
Partido, toda la fisonomía del Partido y cada una de sus
partes de cierta importancia, en las cuestiones de programa, de táctica y de
organización. Por vez primera, conseguimos librarnos de las tradiciones de
indisciplina de círculo y del filisteismo revolucionario, reunir decenas de los
grupos más diversos, muchas veces terriblemente hostiles, unidos exclusivamente
por la fuerza de la idea y dispuestos (en principio) a sacrificar todo
particularismo e independencia de grupo en aras del gran todo que por primera
vez creábamos de hecho: el Partido. Pero, en política, estos sacrificios
no se obtienen sin esfuerzo, sino que se conquistan combatiendo. Por fuerza
hubo de ser terriblemente encarnizado el combate por la muerte de las
organizaciones. El viento fresco de la lucha franca y libre se convirtió en
torbellino. Y este torbellino barrió -- ¡bien barridos están! -- todos los
restos sin excepción de todos los intereses, sentimientos y tradiciones de
círculos, creando por primera vez organismos efectivamente de partido.
Pero una cosa es decir que se es algo y otra
serlo en realidad. Una cosa es sacrificar en principio el espíritu de círculos
en aras del Partido y otra renunciar a su propio círculo. El viento fresco lo
era demasiado para quienes estaban habituados a la atmósfera viciada del
filisteismo. "El Partido no ha soportado su primer Congreso", según
dijo, con razón (con razón, pero sin darse cuenta), el camarada Mártov en su
"De nuevo en minoría". Era demasiado fuerte el sentimiento de ofensa
por la muerte dada a las organizaciones. El torbellino levantó todo el limo que
estaba en el fondo de la corriente de nuestro Partido y el limo ha tomado su
revancha. El viejo y anquilosado espíritu de círculo ha podido más que el joven
espíritu de partido. El ala oportunista del Partido, totalmente derrotada, se
ha impuesto --
pág.
277
claro que temporalmente -- al ala revolucionaria, reforzada
con la conquista casual de Akímov.
En fin de cuentas, ha resultado una nueva Iskra,
que se ve precisada a desarrollar y profundizar el error cometido por sus
redactores en el Congreso del Partido. La vieja Iskra enseñaba las
verdades de la lucha revolucionaria. La nueva Iskra predica la sabiduría
filistea: la transigencia y el pancismo. La vieja Iskra era el órgano de
la ortodoxia militante. La nueva Iskra nos obsequia con un recrude
cimiento del oportunismo, sobre todo en cuestiones de organización. La vieja Iskra
se había granjeado la honrosa enemistad de los oportunistas de Rusia y del
occidente de Europa. La nueva Iskra se "ha hecho más prudente"
y pronto dejará de avergonzarse de los elogios que le prodigan los extremistas
del oportunismo. La vieja Iskra iba firmemente hacia su objetivo, y sus
palabras no se apartaban de sus hechos. En la nueva Iskra, la falsedad
interior de su posición engendra de modo inevitable -- incluso independientemente
de la voluntad y conciencia de tal o cual persona -- la hipocresía política.
Grita contra la desarticulación en círculos para encubrir la victoria de esta
última sobre el espíritu de partido. Censura farisaicamente la escisión, como
si en un partido algo organizado pudiera imaginarse contra ésta un medio que no
sea la subordinación de la minoría a la mayoría. Declara que es imprescindible
tener en cuenta la opinión pública revolucionaria y, ocultando los elogios de
los Akímov, se dedica a un mezquino chismorreo contra los comités del ala
revolucionaria del Partido*. ¡Qué verguenza! ¡Cómo han cubierto de oprobio a
nuestra vieja Iskra!
* Para tan agradable
ocupación se ha establecido ya una forma estereotipada: nuestro corresponsal X
comunica que el comité Y de la mayoría ha tratado mal al camarada Z de la
minoría.
pág. 278
Un paso adelante, dos pasos atrás. . . Es
algo que sucede en la vida de los individuos, en la historia de las naciones y
en el desarrollo de los partidos. Y sería la más criminal de las cobardías
dudar, aunque sólo fuera por un momento, del inevitable y completo triunfo de
los principios de la socialdemocracia revolucionaria, de la organización
proletaria y de la disciplina del Partido. Hemos conseguido ya mucho y debemos
continuar luchando, sin que nuestro ánimo decaiga ante los reveses, luchando
consecuentemente, despreciando los procedimientos filisteos de querellas
propias de círculos, salvaguardando en la máxima medida posible el nexo que
enlaza en un Partido único a todos los socialdemócratas de Rusia, nexo
establecido a costa de tantos esfuerzos, y consiguiendo, con una labor tenaz y
sistemática que todos los miembros del Partido, y especialmente los obreros,
conozcan plena y conscientemente los deberes de partido, la lucha que ha tenido
lugar en el II Congreso del Partido, todos los motivos y peripecias de nuestra
divergencia, todo lo funesto del oportunismo, que en el terreno de organización
-- al igual que en el terreno de nuestro programa y de nuestra táctica -- capitula
impotente ante la psicología burguesa, adopta sin crítica alguna el punto de
vista de la democracia burguesa y embota el arma de lucha de clase del
proletariado.
El proletariado no dispone, en su lucha por
el Poder, de más arma que la organización. El proletariado, desunido por el
imperio de la anárquica concurrencia dentro del mundo burgués, aplastado por
los trabajos forzados al servicio del capital, lanzado constantemente "al
abismo" de la miseria más completa, del embrutecimiento y de la degeneración,
sólo puede hacerse y se hará inevitablemente invencible, siempre y cuando que
su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance
mediante la unidad material
pág.
279
de la organización, que cohesiona a los millones de trabajadores
en el ejército de la clase obrera. Ante este ejército no prevalecerán ni el
Poder senil de la autocracia rusa ni el Poder caduco del capitalismo
internacional. Cada vez se estrecharán más las filas de este ejército, a pesar
de todos los zig-zags y pasos atrás, a pesar de las frases oportunistas de los
girondinos de la socialdemocracia contemporánea, a pesar de los fatuos elogios
del atrasado espíritu de círculos, a pesar de los oropeles y el alboroto del
anarquismo propio de intelectuales.
pág. 280
ANEXO
EL INCIDENTE DEL CAMARADA
GUSIEV
CON EL CAMARADA DEICH
Lo esencial de este incidente, estrechamente
relacionado con la que se ha llamado lista "falsa" (según la
expresión del camarada Mártov), que se menciona en la carta de los camaradas
Mártov y Starovier, insertada en el texto del apartado j, es lo
siguiente. El camarada Gúsiev informó al camarada Pavlóvich de que aquella
lista, en la que figuraban los camaradas Stein, Iegórov, Popov, Trotski y
Fomín, se la había dado a él, a Gúsiev, el camarada Deich (pág. 12 de la
"Carta" del camarada Pavlóvich). Por este informe, el camarada Deich
acusó al camarada Gúsiev de "calumnia intencionada", y el juicio
arbitral de camaradas declaró que el "informe" del camarada Gúsiev
"no había sido exacto " (véase la sentencia del juicio en el
núm. 62 de Iskra ). Después de que la redacción de Iskra
hubo publicado la sentencia del juicio, el camarada Mártov (no ya la
redacción) publicó cierta hoja con el título "Sentencia de un juicio
arbitral de camaradas", reproduciendo por entero no sólo la sentencia,
sino todo el juicio y unas palabras finales suyas. En ellas, éntre otras
cosas, califica el camarada Mártov de "vergonzoso" el "hecho de
falsificar una lista en interés de la lucha fraccional". Contestaron a la
hoja los delegados del II Congreso, camaradas Liádov y Gorin, con una hoja que
llevaba el título de "Una cuarta persona en un tribunal de
arbitraje", "protestando
pág. 281
enérgicamente contra el
hecho de que el camarada Mártov se permita ir más allá de la sentencia del
tribunal, atribuyento al camarada Gúsiev mala fe", mientras que el
tribunal no había reconocido calumnia intencionada, sino que se había limitado
a decir exclusivamente que el informe transmitido por el camaradá Gúsiev no era
exacto. Los camaradas Gorin y Liádov explican detalladamente que el informe del
camarada Gúsiev pudo producirlo un error muy natural, y califican de "indigna
" la conducta del camarada Mártov, que ha hecho (y hace en su hoja)
una serie de declaraciones erróneas, atribuyendo arbitrariamente al camarada
Gúsiev mala fe. En general, dicen, no podía en este caso haber mala fe. Esta
es, si no me equivoco, toda la "bibliografía" sobre esta cuestión y
me considero obligado a contribuir a su aclaración.
Ante
todo, es preciso que el lector se dé exacta cuenta del momento y de las
condiciones en que aparece esa lista (la lista de candidatos para el C.C.).
Según ya he dicho en el texto, la organización de Iskra, durante el
Congreso, se reunió para tratar de la lista de candidatos al C.C. que podía
proponer de común acuerdo al Congreso. Terminó la reunión con disparidad de
opiniones; la mayoría de la organización de Iskra aprobó la lista:
Travinski, Gliébov, Vasíliev, Popov y Trotski, pero la minoría no quiso ceder,
insistiendo en la lista: Travinski, Gliébov, Fomín, Popov, Trotski. Las dos
partes de la organización de Iskra no volvieron a reunirse después de
aquella ocasión en que se propusieron y se votaron las listas. Las dos partes
pasaron a la agitación libre en el Congreso, deseando que fuera el voto de todo
el Congreso del Partido lo que decidiera el pleito que las separaba y es
forzándose por atraer a su lado el mayor número posible de delegados. Esta
agitación libre en el Congreso puso inmediatamente de manifiesto el hecho
político que con tanto de-
pág.
282
talle he analizado en
el texto, a saber: la minoría iskrista (con Mártov a la cabeza) tenía
necesariamente que apoyarse en el "centro" (charca) y en los
antiiskristas para triunfar sobre nosotros. Era imprescindible, porque la
inmensa mayoría de los delegados, defendiendo de un modo consecuente el
programa, la táctica y los planes de organización de Iskra contra el
empuje de los antiiskristas y del "centro", se habían puesto con gran
rapidez y firmeza a nuestro lado. De 33 delegados (o más exactamente: votos) no
pertenecientes ni a los antiiskristas ni al "centro", conquistamos muy
pronto 24, concluyendo con ellos "acuerdo directo", formando la
"mayoría compacta". Al camarada Mártov, en cambio, no le quedaban más
que nueve votos; para triunfar, necesitaba todos los votos de los antiiskristas
y del "centro". Podía ir con estos grupos (lo mismo que en el
artículo primero de los estatutos), podía "coligarse", es decir,
podía contar con su apoyo, pero no podía estipular con ellos un acuerdo
directo, y no podía hacerlo precisamente porque durante todo el Congreso había
luchado contra esos grupos con no menos energía que nosotros. ¡En esto
consistía lo tragicómico de la posición del camarada Mártov! En su "Estado
de sitio" el camarada Mártov quiere aniquilarme con una mortífera pregunta
ponzoñosa: "rogamos respetuosamente al camarada Lenin que nos conteste con
franqueza a una pregunta: ¿para quién era extraño en el Congreso el
grupo 'Iuzhni Rabochi'?" (pág. 23, nota). Contesto respetuosa y
francamente: extraño para el camarada Mártov. Prueba: yo concluí bien pronto un
acuerdo directo con los iskristas, mientras que el camarada Mártov no llegó ni
pudo llegar a un acuerdo directo, ni con el "Iuzhni Rabochi", ni con
el camarada Májov, ni con el camarada Brúker.
pág. 283
Sólo
quien vea claramente la situación política podrá comprender el "quid"
del álgido problema que es la decantada lista "falsa" Imaginaos las
condiciones concretas del asunto: la organización de Iskra se ha
escindido, y nosotros realizamos en el Congreso una agitación libre en defensa
de sus propias listas. Durante esta defensa, en infinidad de conversaciones
particulares, se hacen con las listas centenares de combinaciones, se indican
tres nombres en lugar de cinco y, en todas las formas posibles, se propone
sustituir a unos delegados por otros. Yo recuerdo bien, por ejemplo, que en
conversaciones particulares de la mayoría se propusieron, y luego
se rechazaron, después de examinarlas y discutirlas, las candidaturas de los
camaradas Rúsov, Osipov, Pavlóvich y Diédov[25]. Y muy bien
puede ser que se propusieran otras, sin que yo lo haya sabido. Cada uno de los
delegados del Congreso decía en conversaciones su punto de vista, proponía
enmiendas, discutía, etc. Es extremadamente difícil imaginarse que sólo
sucediera así en el seno de la mayoría. Es incluso indudable que en la minoría
ocurría lo mismo, porque su primer grupo de cinco (Popov, Trotski, Fomín,
Gliébov, Travinski) se sustituyó luego, según vimos por la carta de los
camaradas Mártov y Starovier, por un grupo de tres: Gliébov, Trotski, Popov, y
además, no les gustaba Gliébov y lo sustituían gustosamente por Fomín (véase la
hoja de los camaradas Liádov y Gorin). No debe olvidarse que los grupos en que
divido a los delegados del Congreso en el texto del presente folleto, los he
formado a base de un análisis hecho post factum : mas en la práctica
tales grupos no hacían sino apuntar en la agitación que precedió a las
elecciones, y el intercambio de opiniones entre los delegados se llevaba a cabo
con entera libertad; no había "muralla" alguna entre nosotros, y cada
cual hablaba con cualquiera de los delegados con quien
pág.
384
deseaba tener una
convetsacion particular. Absolutamente nada de extraño tiene el que en
semejantes condiciones, entre el infinito número de combinaciones y listas
posiblest surgiera, junto a la lista de la minoría de la organización de Iskra
(Popov, Trotski, Fomín, Gliébov, Travinski), una lista que no difería mucho de
ella: Popov, Trotski, Fomín, Stein y Iegórov. Es naturalísimo que surgiera tal
combinación de candidatos, porque de antemano se sabía que los nuestros,
Gliébov y Travinski, no les gustaban a la minoría de la organización de Iskra
(véase en el texto, apartado j, su carta, en la que eliminan del trío a Travinski,
y respecto a Gliébov dicen claramente que se trata de un compromiso). Era
absolutamente natural sustituir a Gliébov y a Travinski por dos miembros del
Comité de Organización, Stein y Iegórov, y hubiera sido de extrañar que a
ninguno de los delegados de la minoría del Partido se les ocurriera la idea de
semejante sustitución.
Veamos
ahora las dos cuestiones siguientes: 1) de dónde venía la lista: Iegórov,
Stein, Popov, Trotski, Fomín, y 2) cuál era la razón de que el camarada Mártov
sintiera tan profunda indignación porque se le atribuyera esa lista. Para
contestar exactamente al primer punto, habría que interrogar a todos los
delegados del Congreso. No es posible hacerlo ahora. Sería preciso poner en
claro, ante todo, qué delegados de la minoría del Partido (que no debe
confundirse con la minoría de la organización de Iskra ) oyeron hablar
en el Congreso de las listas que han provocado la escisión de la organización
de Iskra ; cúál fue su actitud respecto a las dos listas de la mayoría y
de la minoría de la organización de Iskra ; si no formularon u oyeron
alguna proposición u opinión sobre las modificaciones que debían introducirse
en la lista de la minoría de la organización de Iskra. Es de lamentar
pág. 285
que, por lo visto,
tampoco se hayan hecho estas preguntas en el juicio arbitral, que incluso (a
juzgar por el texto de la sentencia) no ha llegado a saber por qué "grupos
de cinco" se había escindido la organización de Iskra. Así, el
camarada Bielov (que yo incluía en el "centro") "declaró que
estaba en buenas relaciones de camaradería con Deich, que le co municaba todas
sus impresiones sobre los trabajos del Congreso, y que si Deich hubiera hecho
cualquier agitación en favor de alguna de las listas, se lo hubiera comunicado
también a Bielov". No podemos menos de lamentar que no se haya puesto en
claro si el camarada Deich comunicó al camarada Bielov sus impresiones sobre
las listas de la organización de Iskra ; si habló con él, cómo veía el
camarada Bielov la lista de cinco nombres de la minoría de la organización de Iskra
; si no propuso u oyó hablar de alguna modificación que fuera deseable
introducir en ella. Por no haberse aclarado este detalle, resulta en las
declaraciones de los camaradas Bielov y Deich la contradicción que ya han obsenado
los camaradas Gorin y Liádov, a saber: que el camarada Deich, en contra de lo
que decía, "agitaba en favor de unos u otros de los candidatos al
C.C." indicados por la organización de Iskra. El camarada Bielov
declara más adelante que "se había enterado, por vía particular, de la
lista que circulaba en el Congreso, unos dos días antes de la terminación del
Congreso, porque se había encontrado con los camaradas Iegórov y Popov y con
los delegados del comité de Járkov, Iegórov se mostró en aquella ocasión
extrañado de que su nombre figurara en la lista de candidatos al C.C., ya que,
a su juicio, su candidatura no podía contar con Ias simpatías de los delegados
del Congreso, ni en la mayoría ni en la minoría". Es característico en
extremo que en este pasaje se habla, evidentemente, de la minoría de la organización
de
pág.
286
Iskra, porque en el
resto de la minoría del Congreso del Partido la candidatura del camarada
Iegorov, miembro del Comité de Organización y destacado orador del
"centro", no sólo podía, sino que debía, según todas las
probabilidades, despertar simpatías. Es de lamentar que nada nos diga el
camarada Bielov precisamente de la simpatía o antipatía de los miembros de la
minoría del Partido que no pertenecían a la organización de Iskra. Y,
sin embargo, ésta es precisamente una cuestión importante, ya que Deich se
indignaba porque se atribuyera aquella lista a la minoría de la organización de
Iskra, ¡mientras que la lista podía proceder de una minoría que no
perteneciera a dicha organización!
Claro que
en el momento actual es muy difícil recordar quién fue el primero en suponer
semejante combinación de candidatos y de quién la oyó cada uno de nosotros. Yo,
por ejemplo, no me comprometo a recordar no sólo esto, sino ni siquiera quién
precisamente de la mayoría propuso el primero las candidaturas, que ya he
citado, de Rúsov, Diédov y otros: del infinito número de conversaciones,
suposiciones y rumores sobre las diversas combinaciones de candidatos, sólo han
quedado grabadas en mi memoria las "listas" que se pusieron
directamente a votación en la organización de Iskra o en las reuniones
privadas de la mayoría. Esas "listas" se transmitian en la mayor
parte de los casos oralmente (en mi carta a la redacción de Iskra, pág.
4, renglón 5 por abajo, doy justamente el nombre de "lista" a una
combinación de cinco candidatos que yo propuse oralmente en la reunión), pero
muchas veces se apuntaban en notas que por lo general se hacian pasar de
delegado a delegado durante las sesiones del Congreso y solian destruirse
después de la sesión.
Ya que no
hay datos exactos sobre el origen de la famosa lista, no queda más que suponer
que un delegado de la mino-
pág. 287
ría del Partido,
desconocido para la minoría de la organización de Iskra, se manifestó en
favor de la combinación de candidatos que figura en esa lista y que esa
combinación, en forma oral y escrita, empezó a circular por el Congreso, o que
se declaró partidario de dicha combinación en el Congreso alguno de los
miembros de la minoría de la organización de Iskra, olvidándose de ello
después. Me parece más probable la segunda hipótesis, porque la candidatura del
camara da Stein, sin duda alguna, contaba ya en el Congreso con la
simpatia de la minoría de la organización de Iskra (véase el texto de mi
folleto), mientras que, indudablemente, sólo después del Congreso pensó esa
minoría en la candidatura del camarada Iegórov (porque tanto en el Congreso de
la Liga, como en el "Estado de sitio" se ha lamentado que el Comité
de Organización no haya sido aprobado en calidad de Comité Central, y el
camarada Iegórov era miembro del Comité de Organización). Es natural suponer
que la idea de con vertir a los miembros del Comité de Organización en miembros
del Comité Central, idea que, por lo visto, flotaba en el aire, se expresara
por alguno de los miembros de la minoría en una conversación privada también en
el Congreso del Partido.
Pero, en
lugar de buscar una explicación natural, el camarada Mártov y el camarada Deich
tienden a buscar a toda costa algo sucio, algo indecoroso, mala fe,
difusión de "rumores falsos a sabiendas, con el fin de
difamar", "falsificación en interés de la lucha de fracciones ",
etc. Esta tendencia enfermiza sólo puede explicarse por las condiciones mal
sanas de la vida en la emigración, o por un estado anormal del sistema
nervioso, y yo no me hubiera parado siquiera en este punto, si no se hubiera
llegado a atentar de un modo indigno contra el honor de un camarada. Figuraos:
¿qué ra-
pág.
288
zones podían tener los
camaradas Deich y Mártov para buscar mala fe, mala intención en un informe
inexacto, en un rumor falso? Su imaginación enfermiza les ha dibujado, por lo
visto, un cuadro en que la mayoría les "mancillaba", pero no por
indicar un error político de la minoría (artículo primero y coalición con los
oportunistas), sino por atribuir a la minoría listas "falsas a
sabiendas", "falsificadas". ¡La minoría prefería no explicar las
cosas por un error suyo, sino por procedimientos sucios, indignos y vergonzosos
de la mayoría! Ya hemos demostrado más arriba hasta qué punto es absurdo buscar
mala fe en un "informe inexacto" y hemos detallado las circunstancias
del asunto; así lo veía claramente el juicio arbitral de camaradas, que no
encontró ni calumnia ni nada indecoroso y malintencionado. ¡Lo demuestra, por
último, con máxima evidencia el hecho de que, ya en el Congreso del Partido,
aún antes de las elecciones, la minoría de la organización de Iskra tuvo
una explicación con la mayoría sobre el rumor inexacto, y el camarada Mártov
llegó a escribir para justificarse una carta que fue leída en una reunión de
los 24 delegados de la mayoría! A la mayoría no se le había ocurrido ocultar a
la minoría de la organización de Iskra que en el Congreso circulaba
aquella lista: el camarada Lenski se lo dijo al camarada Deich (v. Ia
sentencia); el camarada Plejánov habló de ello con la camarada Sazúlich
("es imposible hablar con ella, creo que me toma por Trépov" -- me
dijo a mí el camarada Plejánov --, y esta broma, muchas veces repetida, vuelve
a demostrar la anormal irritación de la minoría), y yo le dije al camarada
Mártov (actas de la Liga, pág. 64) que me bastaba su afirmación (de que la
lista no le pertenecía a él, a Mártov). Entonces, el camarada Mártov (según
recuerdo, junto con el camarada Starovier) nos envió a la secretaría una nota
aproximadamente del tenor siguiente:
pág. 289
"La mayoría de la
redacción de Iskra ruega se la deje asistir a la reunión privada de la
mayoría para desmentir los rumores comprometedores que se propalan contra
ella" Plejánov y yo contestamos en la misma nota: "No hemos oído
ningún rumor comprometedor. Si hace falta que se reúna la redacción, hay que
ponerse de acuerdo para ello especialmente. Lenin. Plejánov". Al llegar
por la noche a la reunión de la mayoría referimos lo sucedido a los 24
delegados. Para evitar cualquier equivocación, se decidió elegir de común
acuerdo delegados que, en nombre de todos los demás, de los 24, fueran a explicarse
con los camaradas Mártov y Starovier. Los designados, camaradas Sorokin y
Sabliná, fueron a explicarles que nadie atribuía especialmente a Mártov o a
Starovier la lista, sobre todo después de su declaración, y que en general
carecía de importancia el que, de uno o de otro modo, aquella lista procediera
de la minoría de la organización de Iskra o de una minoría del Congreso
que no perteneciera a dicha organización ¡Porque no se iba a hacer, en verdad,
una investigación en el Congreso! ¡No se iba a interrogar sobre la lista a
todos los delegados! Pero los camaradas Mártov y Starovier, además, nos
escribieron aún una carta con un mentís formal (v. apartado j ).
Nuestros apoderados, los camaradas Sorokin y Sabliná, leyeron aquella carta en
una reunión de los 24. Parece que el incidente podía darse por terminado; no
terminado en el sentido de las pesquisas sobre el origen de la lista (si es que
eso le interesaba a alguien), sino en el sentido de que quedaba plenamente
eliminado hasta el pensamiento de cualquier intención de "hacer daño a la
minoría", "difamar" a alguien o aprovecharse de una
"falsificación en interés de la lucha fraccional". Pero en la Liga
(actas, págs. 63-64), el camarada Mártov vuelve a sacar a relucir aquella
suciedad creada por una imaginación enfermi-
pág.
290
za y da, al mismo
tiempo, una serie de informes inexactos (evidentemente, a consecuencia
de su estado de excitación). Dijo que en la lista había un bundista. Esto no es
verdad. Todos los testigos del juicio arbitral, y entre ellos los camaradas
Stein y Bielov, confirman que en la lista figuraba el camarada Iegórov. El
camarada Mártov dijo que aquella lista significaba una coalición en el sentido
de acuerdo directo. Ya he explicado que esto no es exacto. El camarada Mártov
dice que "no había ni siquiera falsificadas" otras listas procedentes
de la minoría de la organización de Iskra (y que podían apartar de
aquella minoría a la mayoría del Congreso). Esto no es exacto, porque toda la
mayoría del Congreso del Partido conocia por lo menos tres listas procedentes
del camarada Mártov y compañia y que no habían sido aprobadas por la mayoría
(v. la hoja de los camaradas Liádov y Gorin).
¿Por qué,
en general, indignaba tanto al camarada Mártov aquella lista? Porque la lista
significaba un viraje hacia el ala derecha del Partido. Entonces clamaba el
camarada Mártov contra la "falsa acusación de oportunismo", se
indignaba por una "definición inexacta de su posición política", y
ahora, todo el mundo puede ver que no podía tener importancia política alguna
el hecho de que determinada lista perteneciera a los camaradas Mártov y Deich y
que, en realidad, independientemente de aquella y de todas las listas,
la acusación no era falsa, sino justa, como era enteramente justa la definición
de su posición política.
El
resumen de la cuestión sobre la famosa lista falsa, cuestión traida por los
pelos, conduce a lo siguiente:
1) Juntamente con los camaradas Gorin y Liádov, no podemos menos de llamar
indigna la forma en que el camarada Mártov atenta al honor del camarada Gúsiev
con sus
pág. 291
clamores sobre la
"vergonzosa falsificación de la lista en interés de la lucha
fraccional".
2) Para sanear el ambiente y eximir a los miembros del Partido de la
obligación de tomar en serio toda suerte de salidas enfermizas, quizá deba
establecerse en el III Congreso del Partido una norma que figura en los
estatutos del Partido Obrero Socialdemócrata alemán. El artículo 2 de sus
estatutos dice: "No podrá pertenecer al Partido quien haya cometido una
falta grave contra los principios del programa del Partido o un acto indigno.
Un tribunal arbitral convocado por la dirección del Partido decidirá de la
permanencia ulterior en el mismo. La mitad de los jueces la designará quien
proponga la expulsión, la otra mitad la persona a quien se quiera expulsar,
nombrando la dirección del Partido al Presidente. Se podrá recurrir contra el
acuerdo del tribunal arbitral ante la Comisión de Control o el Congreso del
Partido". Semejante norma puede ser buen arma de lucha contra los que
lanzan a la ligera acusaciones (o difunden rumores) sobre actos indignos. De
existir semejante norma, todas esas acusaciones quedarian de una vez para
siempre relegadas a la categoria de indignos chismorreos, mientras a los
acusadores les faltara la hombría moral de levantarse ante el Partido en
el papel de tales para conseguir un veredicto del correspondiente organismo del
Partido.
Escrito en febrero-mayo de
1904.
Publicado como libro en mayo de
1904 en Ginebra.
From
Marx to Mao |
Apuntos
sobre |
pág.
292
NOTAS
[1] V. I.
Lenin empleó varios meses en la preparadón del libro Un paso adelante, dos
pasos atrás (Una crisis en nuestro Partido). Estudiú detalladamente las
actas de las sesiones y las resoluciones del II Congreso de P.O.S.D.R., las
intervenciones de cada delegado, los agrupamientos políticos que se habían
formado en el Congreso y los documentos de Comité Central y del Consejo del
Partido.
El libro provocó una tremenda furia de los mencheviques. Plejanov
exigió que el Comité Central proclamase su desacuerdo con la obra de Lenin. Los
conciliadores en el seno del C.C. trataron de impetir su publicación y
difusión.
Un paso adelante, dos pasos atrás, publicado en el
extranjero, se propagó ampliamente entre los obreros avanzados de Rusia. Las
autoridades zaristas se incautaban del libro durante los registros y las
detenciones en Moscú, Petersburgo, Riga, Sarátov, Tula, Otiol, Ufá, Perm, Kostromá,
Schigri, Shavlí (de la provincia, de Kovno), etc. La obra fue reeditada por
Lenin en la recopilación 12 años en 1907 (en el título figuraba el año
1908). En la nueva edición, Lenin excluyó los apartados j, k, l, m, o, p,
redujo algunos apartados más y añadió varias notas.
En el tomo VII de la 4aedición de las Obras
Completas de V. I. Lenin, el texto se publica íntegro, tal y como se había
publicado en la primera edidón (de 1904), con las adiciones hechas por el autor
a la segunda edición (de 1907). [pág. tít.]
[2] "Práctico " (Panin ):
seudónimos del menchevique M. S. Makadziub. [pág. 1]
[3] La Conferencia de 1902. La Conferencia de los representantes
de los comités del P.O.S.D.R. se celebró del 23 al 28 de marzo (del 5 al 10 de
abril) de 1902 en Bielostok. Los "economistas" y los del Bund tenían
el propósito de hacer de la Conferenda un Congreso del Partido. En el informe,
preparado por Lenin y expuesto por el representante de Iskra, se
demostró que no se habían hecho los debidos preparativos para ello y que por
tanto el Congreso no sería competente. La Conferencia formo un Comité de
Organizadón para la convocatoria del II Congreso del
pág. 293
P.O.S.D.R.,
pero la mayoría de los miembros de dicho comité fue detenida. El nuevo Comité
de Otganización para la convocatoria del II Congreso del P.O.S.D.R. fue
constituido en la Conferencia de Pskov en noviembre del mismo año. Lenin exponé
su opinión de la conferencia de Bielostok en su "Informe de la redacción
de Iskra en la conferencia de los comités del P.O.S.D.R." (Véase:
V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI.) [pág. 2]
[4] Pavlóvich. "Carta a los camaradas acerca
del segundo Congreso del P.O.S.D.R.", Ginebra, 1904. [pág. 13]
[5] Sorokin : seudónimo del bolchevique N. E. Bauman. Lange :
seudónimo del bolchevique A. M. Stopani. [pág. 13]
[6] "Rabochaia Misl "
("El Pensamiento Obrero"): grupo de "economistas"; publicó
un periódico bajo el mismo nombre desde octubre de 1897 hasta diciembre de
1902. Aparederon 16 números redactados por K. M. Tajtariov y otros.
Lenin hizo la crítica de los puntos de vista del oportunismo
internacional en las páginas de Iskra y en el libro ¿Qué Hacer? [pág. 23]
[7] Kostrov : seudónimo del menchevique caucasiano N. N. Jordania.
[pág. 42]
[8] Véase "El P.C.U.S. en las resoludones
y decisiones de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del C.C.",
parte I. [pág. 43]
[9] Se alude al incidente que tuvo lugar en
1900 en Hamburgo con motivo de la conducta de un grupo de miembros de la
"Unión Libre de Albañiles" que trabajaron a destajo durante una
huelga, a pesar de haberlo prohibido la agtupadón central. La Unión de
Albañiles de Hamburgo planteó a la organización local del partido el problema
de la conducta de los esquiroles socialdemócratas de dicho grupo. El tribunal
de arbitraje del partido, nombrado por el C.C. de la socialdemocracia alemana,
condenó la conducta de los socialdemócratas miembros de la "Unión Libre de
Albañiles", pero rechazó la propuesta de expulsarlos del partido.
[pág. 76]
[10] La organización de Iskra estuvo
representada en el II Congreso del P.O.S.D.R. por 16 miembros, de los cuales 9
eran partidarios de la mayoría, con Lenin al frente y 7 eran partidarios de la
minoría, con Mártov al frente. [pág. 97]
[11] Sabliná : seudónimo de N. K. Krúpskaia. [pág. 101]
[12] Guertz : seudónimo de D. I. Uliánov. [pág. 111]
[13] Osipov : seudónimo de la bolchevique R. S. Zemliachka, miembro del
C.C. del P.O.S.D.R. [pág. 166]
pág.
294
[14] Lenin se refiere a la intervención del
"economista" Akímov en el II Congreso del P.O.S.D.R., quien, para
rechazar el programa del Partido, propuesto por Iskra, se valió entre
otros del argumento de que la palabra "proletariado" no figuraba en
el programa como sujeto, sino como complemento. [pág. 171]
[15] Montaña y Gíronda : denominación de dos grupos políticos de
la burguesía durante la revolución burguesa francesa de fines del siglo XVIII.
Se llamaba Montaña -- jacobinos -- a los representantes más decididos de la
burguesía, la clase revolucionaria de aquel tiempo, que defendían la necesidad
de destruir el absolutismo y el feudalismo. Los girondinos, a diferencia de los
jacobinos, vacilaban entre la revolucion y la contrarrevolución y seguían la
senda de las componendas con la monarquía.
Lenin llamó "gironda socialista" a la corriente
oportunista de la socialdemocracia, y "Montaña", jacobinos
proletarios, a los socialdemócratas revolucionarios. [pág. 183]
[16] El Comité de Vorónezh y la
"Organización Obrera" de Petersburgo se hallaban en manos de los
"economistas" y ocupaban una posición hostil respecto a la Iskra
leninista y a su plan organizativo de estructuración del partido marxista.
[pág. 185]
[17] Nuevo miembro del CC : F. V. Lengnik. [pág. 196]
[18] Ortodox : seudónimo de la menchevique L. I. Axelrod. [pág. 220]
[19] Bazárov : protagonista principal de la novela Padres e hijos
de I. S. Turguéniev. [pág. 223]
[20] En el número 53 de Iskra, del 25 de
noviembre de 1903, al mismo tiempo que la "Carta a la redacción de Iskra
", de Lenin (Véase: V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII.), se
publicó la respuesta de la redacción, escrita por Plejánov. En la carta, Lenin
proponía que en las páginas del periódico se discutiesen las discrepancias de
principio entre los bolcheviques y los mencheviques. Plejánov, en cambio,
contestó con una negativa, diciendo que las discrepancias no eran otra cosa que
"querellas de la vida de círculos". [pág. 224]
[21] Igrek : seudónimo del conciliador L. E. Galperin, miembro del
C.C. [pág. 227]
[22] Se alude a los puntos de vista del P. B.
Struve, representante del "marxismo legal", contra quien dirigió
Lenin en el otoño de 1894 su informe titulado "Las publicaciones burguesas
acerca del marxismo". [pág. 233]
pág. 295
[23] Lenin alude al artículo de Mártov
aparecido en Iskra bajo el título "¿Es así como hay que
prepararse?", en el que Mártov se pronuncia en contra de la preparación de
la insurrección armada de toda Rusia, considerando la preparación de la
insurrección como una utopía y conjuración. [pág. 237]
[24] EI Congreso de Dresde de la
socialdemocracia alemana se realizó de 31 de agosto al 7 de septiembre (13-20
de septiembre) de 1903. En él se criticaron las concepciones revisionistas de
E. Bernstein, P. Göhre W. Heine, E. David y otros socialdemócratas alemanes,
pero no fueron expulsados del partido, y éstos continuaron sin obstáculo
haciendo propaganda de sus concepciones oportunistas. [pág. 255]
[25] Diédov : seudónimo de L. M. Knipóvich, partidaria de la mayoría
del II Congreso del P.O.S.D.R. [pág. 283]