Platón
EUTIFRÓN
INTRODUCCIÓN
A diferencia del Critón, que
está, todo él, dedicado a circunstancias posteriores al juicio, el Eutifrón es
ya un diálogo en el que se trata un tema específico: la piedad. Cualesquiera
que sean los resultados a que lleve la discusión, no obliga a Sócrates, como en
el Critón, a tomar una decisión definitiva para su vida. Aquí nos
encontramos lejos de ese dramatismo característico del Critón. Pero,
aunque es evidente su semejanza con otros diálogos en cuanto a su estructura,
no es posible asemejarlo totalmente con diálogos como los dos HipiaS,
Cármides, Lisis, etc., por ejemplo. Es necesario tener en cuenta que
el Eutifrón toca un punto central de la acusación contra Sócrates: la
piedad o impiedad. Por eso, Sócrates puede decir que si, como discípulo de
Eutifrón, aprende bien, podrá hacer frente a la acusación de Meleto. El
enmarque de la discusión en un cuadro de circunstancias que afecten al proceso
no sería suficiente para considerarlo una pieza apologética escrita en fecha
muy próxima a la Apología y al Critón.
En efecto, el perfecto encuadramiento del Fedón dentro de datos y
circunstancias de la muerte de Sócrates no permitiría a nadie deducir la
proximidad de este diálogo a los anteriormente citados. El Eutifrón parece
estar entre los escritos vinculados al proceso, porque, como hemos dicho,
desarrolla un tema que figura en la acusación de Meleto. Sin embargo, la argumentación
es la misma que en otros diálogos, sin que el pensamiento personal de Sócrates
se manifieste, salvo en una ocasión. La discusión progresa como si se tratara
de la belleza, la verdad u otro tema cualquiera.
Aparte de tratar de obtener,
como en otros diálogos, una definición general, no aparece claramente otra
vinculación con el proceso de Sócrates que el hecho de que el tema abordado sea
la piedad y el que, precisamente, la acusación presentada contra Sócrates
fuera la de impiedad. La intervención de Sócrates en este diálogo en ningún
momento supone ni encubierta exculpación ni siquiera una toma de posición
capaz de aclarar, con fines apologéticos post eventum,
la injusticia de la acusación de Meleto. Parece claro
que, tras la Apología y el Critón,
el Sócrates de los diálogos platónicos empieza a ser un personaje
dramático que representa un papel. En la
Apología y en el Critón, Sócrates vive su papel.
El apasionamiento puesto en
la discusión es, más bien, escaso y, como se acaba de decir, sólo una vez Sócrates
muestra su pensamiento, cuando manifiesta su desacuerdo con los mitos que presentan
continuas querellas entre los dioses1.
El personaje de Eutifrón
está magistralmente perfilado. Se ve obligado en conciencia a acusar2 a
su propio padre, que por negligencia ha dejado morir a un asalariado que, a su
vez, había asesinado a uno de los servidores de la casa. La gran extrañeza de
Sócrates está en la certeza que Eutifrón muestra de que lo que él hace es un
acto piadoso. El mismo Eutifrón no llega a comprender que el resto de los
familiares se irriten con él por haber acusado a su padre. Es muy difícil que
no se trate de un hecho realmente sucedido. Sin embargo, a pesar de tan
extraña conducta, Eutifrón aparece como un hombre corriente sin ningún rasgo de
maldad. Su piedad puede llevarle al error y al absurdo, pero no da la impresión
de ser un hombre capaz de buscar el mal de otro sIn ninguna razón.
1 Véase 6b––c.
2 El anacronismo que supone el que en 399 hubiera que juzgar en Atenas
delitos cometidos en Naxos, ciudad que, como
todos los súbditos de Atenas, quedó libre en 404, autoriza más aún a pensar en
que la acusación de Eutifrón contra su padre se produjo realmente. Si se
tratara de algo imaginario, no sería necesario citar lugares ni datos precisos.
Véase GUTHRIE, A
History of Greek Philosophy,
IV, pág. 102.
EUTIFRÓN
2a
EUTIFRÓN, SÓCRATES
b
EUTIFRÓN. –– ¿Qué ha sucedido, Sócrates, para
que dejes tus conversaciones en el Liceo 1 y emplees tu tiempo aquí,
en el Pórtico del rey 2? Pues es seguro que tú no tienes una causa
ante el arconte rey, como yo la
tengo.
SÓCRATES. –– A esto mío,
Eutifrón3, los atenienses no lo llaman causa, sino
acusación criminal4.
EUT. –– ¿Qué dices? ¿Según
parece, alguien ha presentado contra ti una acusación criminal? Pues no puedo
pensar que la has presentado tú contra otro.
1 Era un lugar al Nordeste de Atenas, ya en las afueras, en el que se
hallaban un santuario de Apolo y un gimnasio. Este último era sitio preferido
para conversar y frecuentado por sofistas.
2 El Pórtico del rey, es
decir, el Pórtico del arconte rey, era el edificio
en el que el arconte rey ejercía sus
funciones. Las competencias de este arconte eran sobre asuntos religiosos y de culto y, en consecuencia, sobre los
delitos de sangre. Por esta razón, causas aparentemente diferentes hacen que
Sócrates y Eutifrón se encuentren en el mismo lugar.
3 Ateniense del demo de Prospalta. Platón lo cita también en el
Crátilo (396d, 399e,
428). Era, sin duda, un personaje bien conocido en la
ciudad, aunque de escasa relevancia. Está suficientemente caracterizado en el
diálogo.
4 Por medio de la oposición de dos términos griegos específicos del
vocabulario procesal queda marcado el carácter de la acusación.
Sóc. –– Ciertamente, no.
Eut. –– Pero sí otro contra
ti.
Sóc. –– Exactamente.
Eut. –– ¿Quién es ese
hombre?
Sóc. –– No lo conozco bien
yo mismo, Eutifrón, pues parece que es joven y poco conocido. Según creo, se llama
Meleto5 y es del demo de Piteo, por si conoces a un Meleto de Piteo,
de pelos largos, poca barba y nariz aguileña..
5 Sobre Meleto,
véase Apología de Sócrates, nota
3.
c
Eut. –– No lo conozco,
Sócrates. Pero, ¿qué acusación te ha presentado?
d
Sóc. –– ¿Qué acusación? Me parece que de altas
aspiraciones. En efecto, no es poca cosa que un joven comprenda un asunto de
tanta importancia. Según dice, él sabe de qué modo se corrompe a los jóvenes y
quiénes los corrompen. Es probable que sea algún sabio que, habiendo observado
mi ignorancia, viene a acusarme ante la ciudad, como ante una madre, de
corromper a los de su edad. Me parece que es el único de los políticos que
empieza como es debido: pues es sensato preocuparse en primer lugar de que los
jóvenes sean lo mejor posible, del mismo modo que el buen agricultor se
preocupa, naturalmente en primer lugar, de las plantas nuevas y, luego, de las
otras. Quizá así también Meleto nos elimina primero a nosotros, los que
destruimos los brotes de la juventud, según él dice. Después de esto, es
evidente que se ocupará de los de mi edad y será el causante de los mayores
bienes para la ciudad, según es presumible que suceda, cuando parte de tan
buenos principios.
3a
Eut. –– Así lo quisiera yo, Sócrates, pero me
da miedo de que suceda lo contrario. Sencillamente, creo que empieza a atacar
en su mejor fundamento a la ciudad, al intentar hacerte daño a ti 6.
Y dime, ¿qué dice que haces para corromper a los jóvenes?
b
Sóc. ––Cosas absurdas, amigo mío, para oírlas
sin más. En efecto, dice que soy hacedor de dioses, y, según él, presentó esta
acusación contra mí porque hago nuevos dioses y no creo en los antiguos.
c
Eut. –– Entiendo, Sócrates, que eso es por el
espíritu 7 que tú dices que está contigo en cada ocasión. Así pues,
en la idea de que tú tratas de hacer innovaciones en las cosas divinas, te ha
presentado esta acusación y, para desacreditarte, acude al tribunal, sabiendo
que las cosas de esta especie son objeto de descrédito ante la multitud. En
efecto, cuando yo hablo en la asamblea sobre las cosas divinas anunciándoles lo
que va a suceder, se ríen de mí pensando que estoy loco. Sin embargo, no he
dicho nada que no fuera verdad en lo que les he anunciado, pero nos tienen
envidia a todos los que somos de esta condición. En todo caso, no hay que
preocuparse de ellos, sino hacerles frente.
6 Como se ve, la actitud de Eutifrón hacia Sócrates es benévola y no parece
hallar motivos para la acusación de Meleto.
7 Por esta frase se ve que lo que Sócrates dice en Apología 40a debía de ser conocido por la mayor parte de
los atenienses.
d
Sóc. –– El ser objeto de risa, querido
Eutifrón, no tiene importancia alguna. Sin duda a los atenienses no les importa
mucho, según creo, si creen que alguien es experto en algo, con tal de que no
enseñe la sabiduría que posee. Pero si piensan que él trata de hacer también
de otros lo que él es, se irritan, sea por envidia, como tú dices, sea por
otra causa.
Eut. –– No deseo mucho hacer
la prueba de cómo son sus sentimientos respecto a mi acerca de esto.
e
Sóc.–– Quizá tú das la impresión de dejarte
ver poco y no querer enseñar tu propia sabiduría. En cambio yo temo que, a
causa de mi interés por los hombres, dé a los atenienses la impresión de que lo
que tengo se lo digo a todos los hombres con profusión, no sólo sin
remuneración, sino incluso pagando yo si alguien quisiera oírme gustosamente.
Si, ciertamente, según ahora decía, fueran a refine de mí, como tú dices que se
ríen de ti, no sería desagradable pasar el tiempo en el tribunal bromeando y
riendo. Pero, si lo toman en serio, es incierto ya dónde acabará esto, excepto
para vosotros, los adivinos.
Eut. –– Será quizá una cosa
sin importancia, Sócrates; tú defenderás tu juicio según tu idea y creo que yo
el mío.
Sóc. –– ¿Cuál es tu proceso,
Eutifrón? ¿Eres acusado, o acusador?
Eut. –– Acusador.
4a
Sóc. ––¿A quién acusas?
Eut. –– A quien, por
acusarle, voy a parecer loco.
Sóc. –– ¿Qué, pues;
persigues a un pájaro?
Eut. –– Está muy lejos de
volar; es, precisamente, un hombre muy viejo.
Sóc. –– ¿Quién es él?
Eut. –– Mi padre.
Sóc. –– ¿Tu padre, amigo?
Eut. –– Ciertamente.
Sóc. –– ¿Cuál es el motivo
de tu acusación y por qué, el juicio?
Eut. –– Homicidio, Sócrates.
b
Sóc. –– ¡Por Heracles! De seguro que la
multitud ignora lo que es realmente obrar bien. En efecto, yo creo que hacer
esto no está al alcance de cualquiera, sino del que ya está adelante en la
sabiduría.
Eut. –– Ciertamente
avanzado, por Zeus,
Sócrates.
Sóc. –– ¿Es algún miembro de
la familia el muerto por tu padre? Es seguro que sí, pues tú no le perseguirías por homicidio a causa de un extraño.
e d c
Eut. –– Es ridículo, Sócrates, que pienses que
hay alguna diferencia en que sea extraño o sea familiar el muerto, y que, por
el contrario, no pienses que es sólo necesario tener en cuenta si el que lo
mató lo hizo justamente o no. Y si lo ha hecho justamente, dejar el asunto en
paz; pero si no, perseguirlo, aunque el matador viva en el mismo hogar que tú y
coma en la misma mesa. En efecto, la impureza es la misma, si, sabiéndolo,
vives con él y no te libras de ella tú mismo y lo libras a él acusándole en
justicia. En este caso, el muerto era un jornalero mío. Como explotamos una
tierra en Naxos, estaba allí a sueldo
con nosotros. Habiéndose emborrachado e irritado con uno de nuestros criados,
lo degolló. Así pues, mi padre mandó atarlo de pies y manos y echarlo a una
fosa, y envió aquí a un hombre para informarse del exegeta8 sobre
qué debía hacer. En este tiempo se despreocupó del hombre atado y se olvidó de
él en la idea de que, como homicida, no era cosa importante si moría. Es lo
que sucedió. Por el hambre, el frío y las ataduras murió antes de que
regresara el enviado al exegeta. A causa de esto, están irritados mi padre y
los otros familiares porque yo, por este homicida, acuse a mi padre de
homicidio; sin haberlo él matado, dicen ellos, y si incluso lo hubiera matado,
al ser el muerto un homicida, no había necesidad de preocuparse por un hombre
así. Pues es impío que un hijo lleve una acción judicial de homicidio contra
su padre. Saben mal, Sócrates, cómo es lo divino acerca de lo pío y lo impío.
8 Es la primera cita, en textos atenienses, de este
Colegio formado sólo por dos miembros, de nombramiento vitalicio. Eran los
intérpretes del derecho sagrado. Tenían sus funciones divididas y a uno de
ellos le competía informar sobre purificaciones.
Sóc. –– ¿Y tú, Eutifrón, por
Zeus, crees tener un conocimiento tan perfecto acerca de cómo son las cosas divinas
y los actos píos e impíos, que, habiendo sucedido las cosas según dices, no
tienes temor de que, al promoverle un proceso a tu padre, no estés a tu vez
haciendo, tú precisamente, un acto impío?
5a
Eut. –– Ciertamente no valdría yo nada,
Sócrates, y en nada se distinguiría Eutifrón de la mayoría de los hombres, si
no supiera con exactitud todas estas cosas.
b
Sóc. –– ¿No es acaso lo mejor para mí,
admirable Eutifrón, hacerme discípulo tuyo y, antes del juicio frente a Meleto,
proponerle estos razonamientos? Le diría que ya antes consideraba muy
importante conocer las cosas divinas y que ahora, cuando él afirma que yo peco
al hablar a la ligera sobre las cosas divinas y al hacer innovaciones, me he
hecho discípulo tuyo. Le diría: «Si tú, Meleto, estás de acuerdo en que
Eutifrón es sabio en estas cosas, considera que yo pienso también rectamente y
renuncia a juzgarme; si no, intenta un proceso contra él, el maestro, antes
que contra mí, el discípulo, porque corrompe a los de más edad, a mí y a su
padre; a mí por enseñarme, a su padre reprendiéndole e intentando que se le
castigue.» Y si no me hace caso ni me libra del juicio y no presenta acusación
contra ti en vez de contra mí, diría yo en el juicio las mismas palabras que le
había propuesto a él.
c
Eut. –– Por Zeus, Sócrates,
si acaso intentara presentar una acusación contra mí, encontraría yo, según
creo, dónde está su punto débil y hablaríamos ante el tribunal más sobre él que
sobre mí.
d
Sóc. –– Por conocer yo, mi buen amigo, esto
que dices, deseo ser discípulo tuyo, sabiendo que ningún otro, ni tampoco este
Meleto, fija la atención en ti; en cambio a mí me examina con tanta penetración
y facilidad, que ha presentado una acusación de impiedad contra mí. Ahora, por
Zeus, dime lo que, hace un moinepto, asegurabas conocer claramente, ¿qué afirmas
tú que es la piedad, respecto al homicidio y a cualquier otro acto? ¿Es que lo
pío en sí mismo no es una sola cosa en sí en toda acción, y por su parte lo
impío no es todo lo contrario de lo pío, pero igual a sí mismo, y tiene un solo
carácter 9 conforme a la impiedad, todo
lo que vaya a ser impío?
Eut. –– Sin ninguna duda,
Sócrates.
Sóc. ––Dime exactamente qué
afirmas tú que es lo pío y lo impío.
6a e
Eut. –– Pues bien, digo que lo pío es lo que
ahora yo hago, acusar al que comete delito y peca, sea por homicidio, sea por
robo de templos o por otra cosa de este tipo, aunque se trate precisamente del
padre, de la madre o de otro cualquiera, no acusarle es impío. Pues observa,
Sócrates, qué gran prueba te voy a decir de que es así la ley. Es lo que ya he
dicho también a otros que sería correcto que sucediera así: no ceder ante el
impío, quienquiera que él sea. En efecto, los mismos hombres que creen
firmemente que Zeus
es el mejor y el más justo de los dioses reconocen que
encadenó a su propio padre, y que éste, a su vez, mutiló al suyo por causas
semejantes. En cambio, esos mismos se irritan contra mí porque acuso a mi
padre, que ha cometido injusticia, y de este modo se contradicen a sí mismos
respecto a los dioses y respecto a mí.
b
Sóc. –– ¿Acaso no es por esto, Eutifrón, por
lo que yo soy acusado, porque cuando alguien dice estas cosas de los dioses las
recibo con indignación 10. A causa de lo cual, según parece, alguno
dirá que cometo falta. Ahora, si también estás de acuerdo tú que conoces bien
estas cosas, es necesario, según parece, que también nosotros lo aceptemos. En
efecto, ¿qué vamos a decir nosotros, los que admitimos que no sabemos nada de
estos temas? Pero dime, por el dios de la amistad, ¿tú de verdad crees que
esto ha sucedido así?
9 Traducimos por carácter la
palabra griega idéa que aparece
usada aquí por primera vez con un sentido especializado. En diálogos
posteriores insistirá Platón en el uso técnico de este término, recargándolo
con una significación filosófica que aún no tiene en este contexto.
10 Esta diferencia de apreciación entre Sócrates y Eutifrón constituye un
dato importante acerca del juicio de Sócrates sobre los dioses.
Eut. ––E, incluso, cosas aún
más asombrosas que éstas, Sócrates, que la mayoría desconoce.
c
Sóc. –– ¿Luego tú crees también que de verdad
los dioses tienen guerras unos contra otros y terribles enemistades y luchas y
otras muchas cosas de esta clase que narran los poetas, de las que los buenos
artistas han llenado los templos y de las que precisamente, en las grandes
Panateneas 11, el peplo que
se sube a la acrópolis está lleno de bordados con estas escenas? ¿Debemos decir
que esto es verdad, Eutifrón?
11 La fiesta más solemne, en honor de la diosa Atenea, protectora de la
ciudad. Se celebraba cada cuatro años. El momento central de la procesión era
la subida, a la acrópolis, del peplo bordado
desde meses antes para la diosa. El peplo de
gran tamaño era llevado sobre un carro en forma de barco.
Eut. –– No sólo eso, Sócrates.
Como te acabo de decir, si quieres, yo te puedo exponer detalladamente otras
muchas cosas sobre los dioses de las que estoy seguro de que te asombrarás al
oírlas.
d
Sóc. ––No me asombraría. Pero ya me las expondrás
con calma en otra ocasión. Ahora intenta decirme muy claramente lo que te
pregunté antes. En efecto, no te has explicado suficientemente al preguntarte
qué es en realidad lo pío, sino que me dijiste que es precisamente, pío lo que
tú haces ahora acusando a tu padre de homicidio.
Eut. –– He dicho la verdad,
Sócrates.
Sóc. –– Tal vez, sí; pero
hay, además, otras muchas cosas que tú afirmas que son pías.
Eut.–– Ciertamente, lo son.
e
Sóc. –– ¿Te acuerdas de que yo no te incitaba
a exponerme uno o dos de los muchos actos píos, sino el carácter propio por el
que todas las cosas pías son pías? En efecto, tú afirmabas que por un sólo
carácter, las cosas impías son impías y las cosas pías son pías. ¿No te
acuerdas?
Eut. –– Sí.
Sóc. –– Expónme, pues, cuál
es realmente ese carácter, a fin de que, dirigiendo la vista a él y sirviéndome
de él como medida, pueda yo decir que es pío un acto de esta clase que realices
tú u otra persona, y si no es de esta clase, diga que no es pío.
Eut. ––Pues, si así lo
quieres, Sócrates, así voy a decírtelo.
Sóc. –– Ciertamente, es lo
que quiero.
7a
Eut. –– Es, ciertamente, pío lo que agrada a
los dioses, y lo que no les agrada es impío.
Sóc. –– Perfectamente,
Eutifrón; ahora has contestado como yo buscaba que contestaras. Si realmente
es verdad, no lo sé aún, pero evidentemente tú vas a explicar que es verdad lo
que dices.
Eut. –– Ciertamente.
Sóc. –– ¡Ea! Examinemos lo
que decimos. El acto agradable para los dioses, y el hombre agradable para los
dioses, es pío, el acto odioso para los dioses, y el hombre odioso para los
dioses, es impío. No son la misma cosa, sino las cosas más opuestas, lo pío y
lo impío. ¿No es así?
Eut. –– Así, ciertamente.
b
Sóc. –– ¿Y nos parece que son palabras
acertadas?
Eut. –– Así lo creo,
Sócrates; es, en efecto, lo que hemos dicho.
Sóc. –– ¿No es cierto que
también se ha dicho que los dioses forman partidos, disputan unos con otros y
tienen entre ellos enemistades?
Eut. –– En efecto, se ha
dicho.
c
Sóc. –– ¿Sobre qué asuntos produce enemistad e
irritación la disputa? Examinémoslo. ¿Acaso si tú y yo disputamos acerca de
cuál de dos números es mayor, la discusión sobre esto nos hace a nosotros
enemigos y nos irrita uno contra otro, o bien recurriendo al cálculo nos
pondríamos rápidamente de acuerdo sobre estos asuntos?
Eut. –– Sin duda.
Sóc. –– ¿Y si disputáramos
sobre lo mayor y lo menor, recurriríamos a medirlo y, en seguida, abandonaríamos
la discusión?
Eut. –– Así es.
Sóc. –– Y recurriendo a
pesarlo, ¿no decidiríamos sobre lo más pesado y lo más ligero?
Eut. –– ¿Cómo no?
d
Sóc. –– ¿Al disputar sobre qué asunto y al no
poder llegar a qué dicisión, seríamos nosotros enemigos y nos irritaríamos uno
con otro? Quizá no lo ves de momento, pero, al nombrarlo yo, piensa si esos
asuntos son lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo.
¿Acaso no son éstos los puntos sobre los que si disputáramos y no pudiéramos
llegar a una decisión adecuada, nos haríamos enemigos, si llegábamos a ello, tú
y yo y todos los demás hombres?
Eut. –– Ciertamente, ésta es
la disputa, Sócrates, y sobre esos temas.
Sóc. –– ¿Y los dioses,
Eutifrón, si realmente disputan, no disputarían por estos puntos?
e
Eut. ––Muy necesariamente.
Sóc. –– Luego también los
dioses, noble Eutifrón, según tus palabras, unos consideran justas, bellas,
feas, buenas o malas a unas cosas y otros consideran a otras; pues no se
formarían partidos entre ellos, si no tuvieran distinta opinión sobre estos
temas. ¿No es así?
Eut. –– Tienes razón.
Sóc. ––Por tanto, ¿las cosas
que cada uno de ellos considera buenas y justas son las que ellos aman, y las
que odian, las contrarias?
Eut. –– Ciertamente.
8a
Sóc. ––Son las mismas cosas, según dices, las
que unos consideran justas y otros, injustas; al discutir sobre ellas, forman
partidos y luchan entre ellos. ¿No es así?
Eut. ––Así es.
Sóc. ––Luego, según parece,
las mismas cosas son odiadas y amadas por los dioses y, por tanto, serían a la
vez agradables y odiosas para los dioses.
Eut. ––Así parece.
Sóc. –– Así pues, con este
razonamiento, Eutifrón, las mismas cosas serían pías e impías.
Eut. –– Es probable.
b
Sóc. ––Luego no respondiste a lo que yo te
preguntaba, mi buen amigo; en efecto, yo no preguntaba qué es lo que, al mismo
tiempo, es pío e impío. Según parece, lo que es agradable a los dioses es
también odioso para los dioses. De esta manera, Eutifrón, si llevas a cabo lo
que ahora vas a hacer intentando castigar a tu padre, no es nada extraño que
hagas algo agradable para Zeus, pero odioso para Crono y Urano, agradable para
Hefesto, y odioso para Hera, y si algún otro dios
difiere de otro sobre este punto también éste estará en la misma situación.
Eut. –– Creo yo, Sócrates,
que sobre este punto ningún dios disiente de otro, diciendo que no debe pagar
su culpa el que mata a otro injustamente.
c
Sóc. –– ¿Has oído tú, Eutifrón, a algún hombre discrepar, diciendo que no debe pagar su culpa el que mata injustamente a
otro o hace injustamente otra cosa cualquiera?
Eut. ––No cesan de discrepar
en este punto, en cualquier parte y ante los tribunales. En efecto, cometen
toda clase de injusticias, pero lo hacen y lo dicen todo tratando de evitar el
castigo.
Sóc. –– ¿Admiten,
ciertamente, Eutifrón, que comenten injusticia y, aun admitiéndolo, afirman
que ellos no deben ser castigados?
Eut. –– De ningún modo.
d
Sóc. –– Luego no lo hacen y dicen todo. Creo,
en efecto, que no llegan a decir ni discuten que, si cometen injusticia, no
deben pagar la culpa. En todo caso, creo, niegan que cometen injusticia. ¿Es
así?
Eut. –– Dices la verdad.
Sóc. –– Luego no discuten
sobre si el que comete injusticia debe pagar su culpa, sino sobre quién es el
que comete injusticia, qué hace y cuándo?
Eut. –– Es verdad.
e
Sóc. –– ¿No les sucede a los dioses lo mismo,
si es que los dioses forman facciones a causa de las cosas justas e injustas,
como tú dices, y algunos afirman que se hacen daño unos a otros, y otros lo
niegan? Pues sin duda, amigo, ningún dios ni ningún hombre se atreve a decir
que no hay que castigar al que comete injusticia.
Eut. –– Sí, lo que dices es
verdad, al menos en lo fundamental.
Sóc. –– Sino que, creo yo,
Eutifrón, discuten cada acto los que lo discuten, sean hombres o dioses, si es
que los dioses lo discuten. Discrepando sobre un acto, unos afirman que ha sido
realizado con justicia, otros, que injustamente. ¿No es así?
9a
Eut. –– Sin duda.
b
Sóc. –– ¡Ea! Enséñame, Eutifrón, para que me
haga más conocedor. ¿Qué señal tienes tú de que todos los dioses consideran que
ha muerto injustamente un hombre que, estando asalariado, comete un asesinato
y que, atado por el dueño del muerto, a causa de las ataduras muere antes de
que el que lo había atado reciba información de los exegetas sobre qué debe
hacer con él; y de que está bien que por tal hombre el hijo lleve a juicio al
padre y le acuse de homicidio? Vamos, intenta demostrarme claramente que, sin
duda, todos los dioses consideran que esta acción está bien hecha. Si me lo
demuestras suficientemente, no cesaré jamás de alabarte por tu sabiduría.
Eut. –– Tal vez no es tarea
pequeña, Sócrates; por lo demás, yo podría demostrártelo muy claramente.
Sóc. –– Me doy cuenta de que
te parezco más torpe que los jueces; pues a ellos les probarás, sin duda, que
es un acto injusto y que todos los dioses odian esta clase de actos.
c
Eut. –– Se lo demostraré muy claramente,
Sócrates, si me escuchan cuando hable.
d
Sóc. ––Te escucharán, si les parece que hablas
bien. Pero, mientras tu hablabas ahora, me ha venido a la mente una idea sobre
la que he reflexionado conmigo mismo así: «Si Eutifrón me enseñara con la mayor
precisión que los dioses en su totalidad consideran que esa muerte es injusta,
¿habría aprendido yo más de Eutifrón qué es realmente lo pío y lo impío? En
efecto, esta muerte sería, según parece, odiosa para los dioses, pero ha
resultado evidente para nosotros que lo pío y lo impío no están delimitados por
esto, pues hemos reconocido que lo odioso para los dioses es también agradable
a los dioses». Así que por mí, Eutifrón, estás libre de demostrarlo; aceptemos
que todos los dioses consideran este acto injusto y que lo aborrecen, si
quieres. Pero con esta rectificación que hacemos en el razonamiento, la de que
es impío lo que todos los dioses odian, que lo que a todos los dioses agrada es
pío, y que lo que a unos agrada y otros odian no es ninguna de las dos cosas, o
ambas a la vez, ¿acaso quieres que establezcamos nosotros ahora esta
delimitación sobre lo pío y lo impío?
Eut. –– ¿Qué impedimento
hay, Sócrates?
Sóc. ––Para mí ninguno,
Eutifrón, pero tú examina, por tu parte, si, admitiendo este supuesto, vas a
poder enseñarme fácilmente lo que prometiste.
e
Eut. –– En cuanto a mí, afirmaría que es pío
lo que agrada a todos los dioses y que, por el contrario, lo que todos los
dioses odian es impío.
Sóc. –– ¿No es cierto que
debemos examinar, Eutifrón, si, a su vez, esto está bien dicho, o bien debemos
dejarlo? De este modo aceptamos, tanto en nosotros como en los otros, el que,
si simplemente uno dice que algo es así, admitimos que es así. ¿Acaso debemos
examinar qué dice el que así habla?
10a
Eut. –– Debemos examinarlo; sin embargo, yo
creo que lo que hemos dicho ahora está bien.
Sóc. –– Pronto, amigo, lo
vamos a saber mejor. Reflexiona lo siguiente. ¿Acaso lo pío es querido por los
dioses porque es pío, o es pío porque es querido por los dioses?
Eut. –– No sé qué quieres
decir, Sócrates.
Sóc. –– Voy a intentar
decírtelo con más claridad. ¿Decimos que algo es transportado y algo
transporta, que algo es conducido y algo conduce, y que algo es visto y algo
ve? Te das cuenta de que todas las cosas de esta clase son diferentes una de
otra y en qué son diferentes.
Eut. ––Creo que me doy
cuenta.
Sóc. –– ¿Lo que es amado no
es una cosa, y otra cosa distinta de ésta lo que ama?
Eut. –– ¿Cómo no?
b
Sóc. –– Dime. ¿Acaso lo que es transportado es
tal porque se lo transporta, o por otra causa?
Eut. –– No, es por ésta.
Sóc. –– ¿Y lo que es
conducido es tal porque se lo conduce y lo que es visto, porque se lo ve?
EUT. –– Ciertamente.
c
Sóc. ––Luego no porque es visto, por eso se lo
ve, sino que, al contrario, porque se lo ve, por eso es visto. Tampoco porque
es conducido, por eso se lo conduce, sino que porque se lo conduce, por eso es
conducido; ni tampoco porque es transportado, por eso se lo transporta, sino
que porque se lo transporta, por eso es transportado. ¿Es evidente, Eutifrón,
lo que quiero decir? Quiero decir lo siguiente. Si algo se produce o algo se
sufre, no se produce porque es producido, sino que es producido porque se
produce, ni tampoco se sufre porque es sufrido, sino que es sufrido porque se
sufre. ¿No estás de acuerdo en esto?
Eut. –– Sí lo estoy.
Sóc. –– Luego también lo que
es amado o es algo que se produce, o algo que se sufre por alguien.
Eut. ––Sin duda.
Sóc. –– Y también este caso
es como los anteriores; no porque algo es amado se lo ama por los que lo aman,
sino que es amado porque se lo ama.
d
Eut. –– Necesariamente.
Sóc. –– ¿Qué decimos, pues,
sobre lo pío, Eutifrón? ¿No es amado por todos los dioses, según tus palabras?
Eut. –– Sí.
Sóc. –– ¿Acaso, porque es
pío, o por otra causa?
Eut. ––No, por ésta.
Sóc. –– ¿Luego porque es pío
se lo ama, pero no porque se lo ama es, por eso, pío?
Eut. ––Así parece.
Sóc. –– ¿Pero, porque lo
aman los dioses, es amado y agradable a los dioses?
Eut. –– ¿Cómo no?
e
Sóc. –– Por tanto, lo agradable a los dioses
no es lo pío, Eutifrón, ni tampoco lo pío es agradable a los dioses, como tú
dices, sino que son cosas diferentes la una de la otra.
Eut. –– ¿Cómo es eso,
Sócrates?
Sóc. ––Porque hemos acordado
que lo pío es amado porque es pío, pero no que es pío porque es amado. ¿No es
así?
Eut. –– Sí.
Sóc. ––Lo agradable a los
dioses, porque es amado por los dioses, por este mismo hecho de ser amado es
agradable a los dioses, pero no es amado porque es agradable a los dioses.
Eut. ––Es verdad.
b 11a
Sóc. ––Con que serían lo mismo, querido
Eutifrón, lo agradable a los dioses y lo pío, si lo pío fuera amado por ser pío
y lo agradable a los dioses fuera amado por ser agradable a los dioses, pero,
si lo agradable a los dioses fuera agradable a los dioses por ser amado por los
dioses, también lo pío sería pío por ser amado. Tú ves que la realidad es que
están en posición opuesta porque son completamente distintos unos de otros. Lo
uno es amado porque se lo ama, a lo otro se lo ama porque es amado. Es
probable, Eutifrón, que al ser preguntado qué es realmente lo pío, tú no has
querido manifestar su esencia, en cambio hablas de un accidente que ha
sufrido, el de ser amado por todos los dioses, pero no dices todavía lo que es.
Así pues, si quieres, no me lo ocultes, sino que, de nuevo, dime desde el
principio qué es realmente lo pío, ya sea amado por las dioses ya sufra otro
accidente cualquiera. En efecto, no es sobre eso sobre lo que vamos a discutir,
pero dime con buen ánimo qué es lo pío y lo impío.
Eut. –– No sé cómo decirte
lo que pienso, Sócrates, pues, por así decirlo, nos está dando vueltas continuamente
lo que proponemos y no quiere permanecer donde lo colocamos.
c
Sóc. –– Lo que has dicho, Eutifrón, parece
propio de nuestro antepasado Dédalo 12. Si
hubiera dicho yo esas palabras y las hubiera puesto en su sitio, quizá te burlarías
de mí diciendo que también a mí, por mi relación con él, las obras que
construyo en palabras se me escapan y no quieren permanecer donde se las
coloca. Pero, como las hipótesis son tuyas, es necesaria otra broma distinta.
En efecto, no quieren permanecer donde las pones, según te parece a ti mismo.
12 Para Dédalo, véase Hipias Mayor,
nota 3.
d
Eut. –– Me parece que precisamente, Sócrates,
lo que hemos dicho se adapta a esta broma. En efecto, no soy yo el que ha
infundido a esto el que dé vueltas y no permanezca en el mismo sitio, más bien
me parece que el Dédalo lo eres tú, pues, en cuanto a mí, permanecería en su
sitio.
e
Sóc. –– Entonces, amigo, es probable que yo
sea más hábil que Dédalo en este arte, en cuanto que él sólo hacía móviles sus
propias obras y, en cambio, yo hago móviles, además de las mías, las ajenas.
Sin duda, lo más ingenioso de mi arte es que lo ejerzo contra mi voluntad.
Ciertamente, desearía que las ideas permanecieran y se fijaran de modo
inamovible más que poseer, además del arte de Dédalo, los tesoros de Tántalo 13.
Pero dejemos esto. Como me parece que tú estás desdeñoso, me voy a esforzar en
mostrarte cómo puedes instruirme acerca de lo pío. No te desanimes. Examina si
no te parece a ti necesario que lo pío sea justo.
13
Mítico rey de Lidia. Los
dioses le concedieron bienes sin cuenta, pero al pretender llevar la vida de
los dioses fue castigado por Zeus.
Eut. –– Sí me lo parece.
12a
Sóc. –– ¿Acaso todo lo justo es pío o bien
todo lo pío es justo, pero no todo lo justo es pío, sino que una parte de ello
es pío y la otra parte no?
Eut. ––No sigo, Sócrates,
tus razonamientos.
Sóc. ––Sin embargo, eres más
joven que yo, con diferencia no menor que con la que eres más sabio 14. Como
digo, estás desdeñoso por la riqueza de tu sabiduría. Pero, hombre afortunado,
esfuérzate. No es nada difícil de comprender lo que digo. Pues digo lo contrario
de lo que dijo el poeta en los versos:
b
De Zeus el
que hizo y engendró todo esto no te atreves a hablar; pues donde está el
temor, allí está también el respeto 15.
Yo no estoy de acuerdo con
el poeta. ¿Te digo en qué?
14 Es decir, «si ciertamente eres más
joven que yo, en cuanto a sabiduría la diferencia a tu favor es aún mayor».
Aunque la construcción de la frase no es la misma, la comparación de términos
no homogéneos es semejante en Apología 39ª-b.
15
Fragmento de las Ciprias, de ESTASINO DE CHIPRE. No recojo
la lección adoptada por BURNET neikeîn «disputar», sino la de eipeîn «hablar», mejor
atestiguada en la tradición manuscrita.
Eut. ––Sin duda.
Sóc.
––No me parece a mí que «donde está el temor, allí está también el respeto». Me
parece que muchos que temen las enfermedades, la pobreza y otros muchos males
los temen ciertamente, pero que en nada respetan lo que temen. ¿No te lo parece
también a ti?
Eut.
–– Sí, ciertamente.
c
Sóc. –– En cambio, donde hay respeto, hay
también temor. ¿Hay alguien que respete una cosa y que sienta vergüenza ante
ella, y que, al mismo tiempo no esté amedrentado y tema una reputación de
maldad?
Eut. –– La teme ciertamente.
Sóc. –– Luego no es adecuado
decir: «pues donde está el temor, allí está también el respeto», sino donde
está el respeto, allí está también el temor. En efecto, donde está el temor no
todo es respeto, pues cubre más campo, creo, el temor que el respeto, porque
el respeto es una parte del temor, como el impar es una parte del número, de
modo que no donde hay número, hay también impar, sino que donde hay impar, hay
también número. ¿Me sigues ahora?
Eut. –– Perfectamente.
d
Sóc. –– Pues algo semejante decía yo antes al
preguntarte si acaso donde está lo justo, está también lo pío. O bien, donde
está lo pío, allí también está lo justo, pero donde está lo justo no todo es
pío, pues lo pío es una parte de lo justo. ¿Debemos decirlo así, o piensas tú
de otro modo?
Eut. –– No, sino así, pues
me parece que hablas bien.
Sóc. –– Mira, pues, lo que
sigue. En efecto, si lo pío es una parte de lo justo, debemos nosotros, según
parece, hallar qué parte de lo justo es lo pío. Así pues, si tú me preguntaras
algo de lo que hemos hablado ahora, por ejemplo, qué parte del número es el par
y cómo es precisamente este número par, yo te diría que el que no es impar, es
decir, el que es divisible en dos números iguales. ¿No te parece así?
e
Eut. –– Sí me lo parece.
Sóc. –– Intenta tú también
ahora mostrarme qué parte de lo justo es lo pío, para que podamos decir a
Meleto que ya no nos haga injusticia ni nos presente acusación de impiedad,
porque ya hemos aprendido de ti las cosas religiosas y pías y las que no lo
son.
13a
Eut. –– Ciertamente, Sócrates, me parece que
la parte de lo justo que es religiosa y pía es la referente al cuidado de los
dioses, la que se refiere a los hombres es la parte restante de lo justo.
Sóc. ––Me parece bien lo que
dices, Eutifrón, pero necesito aún una pequeña aclaración. No comprendo todavía
a qué llamas cuidado. Sin duda no dices que este cuidado de los dioses sea
semejante a los otros cuidados. En efecto, usamos, por ejemplo, esta palabra
cuando decimos: no todo el mundo sabe cuidar a los caballos, excepto el
caballista. ¿Es así?
Eut. –– Ciertamente.
Sóc. –– Luego, de alguna
manera, la hípica es el cuidado de los caballos.
Eut. –– Sí.
Sóc. –– Tampoco saben todos
cuidar a los perros, excepto el encargado de ellos.
Eut. –– Así es.
Sóc. ––Pues, de algún modo,
la cinegética es el cuidado de los perros.
Eut. –– Sí.
Sóc. –– Y la ganadería es el
cuidado de los bueyes.
b
Eut. –– Ciertamente.
Sóc. –– ¿La piedad y la
religiosidad es el cuidado de los dioses, Eutifrón? ¿Dices eso?
Eut. –– Exactamente.
Sóc. –– ¿Luego toda clase de
cuidado cumple el mismo fin? Más o menos, es para bien y utilidad de lo que se
cuida, según ves que los caballos cuidados por el arte de la hípica sacan
utilidad y mejoran. ¿No te parece así?
Eut. –– A mí, sí.
c
Sóc. –– Y los perros cuidados por el arte de
la cinegética, y los bueyes, por el de la ganadería y todas las demás cosas,
del mismo modo. ¿O bien crees tú que el cuidado es para daño de lo cuidado?
Eut. ––No, por Zeus.
Sóc. –– ¿Es para su
utilidad?
Eut. –– ¿Cómo no?
Sóc. –– ¿Acaso también la
piedad, que es cuidado de los dioses, es de utilidad para los dioses y los hace
mejores? ¿Aceptarías tú que, cuando realizas algún acto pío, haces mejor a
algún dios?
Eut. ––De ningún modo, por Zeus.
d
Sóc. –– Tampoco creo yo, Eutifrón, que tú
digas esto. Estoy muy lejos de creerlo; pero, precisamente por esto, te
preguntaba yo cuál creías que era realmente el cuidado de los dioses, porque
pensaba que tú no decías que fuera de esta clase.
Eut. –– Y pensabas
rectamente, Sócrates, pues no hablo de esa clase de cuidado.
Sóc. ––Bien. ¿Pero qué clase
de cuidado de los dioses sería la piedad?
Eut. –– El que realizan los
esclavos con sus dueños, Sócrates.
Sóc. –– Ya entiendo; sería,
según parece, una especie de servicio a los dioses.
Eut. –– Ciertamente.
Sóc–– ¿Puedes decirme
entonces: él servicio a los médicos es un servicio para la realización de qué
obra? ¿No crees que la obra de la salud?
e
Eut. –– Ciertamente.
Sóc. –– ¿Y el servicio a los
constructores de barcos es un servicio para la realización de qué obra?
Eut. –– Es evidente,
Sócrates, que para la de los barcos.
Sóc. –– ¿Y el servicio a los
arquitectos es la edificación de las casas?
Eut. –– Sí.
Sóc. ––Dime ahora, amigo,
¿el servicio a los dioses sería un servicio para la realización de qué obra? Es
evidente que tú lo sabes, puesto que afirmas que conoces las cosas divinas
mejor que ningún'hombre.
Eut. –– Y digo la verdad,
Sócrates.
Sóc. ––Dime, por Zeus, ¿cuál es esa bellísima obra que los dioses producen valiéndose de nosotros
como servidores?
14a
Eut. ––Son muchas y bellas, Sócrates.
Sóc. ––También las producen
los generales, amigo. Sin embargo, podrías decir fácilmente lo más impoitante,
a saber, producen la victoria en la guerra. ¿Es así?
Eut. ––Sin duda.
Sóc. ––Creo que también los
agricultores producen muchas cosas bellas; sin embargo, lo más importante es la
producción del alimento sacado de la tierra.
Eut. –– Ciertamente.
Sóc. –– Y de las muchas
cosas bellas que los dioses producen, ¿cuál es la más importante?
b
Eut. ––Ya te he dicho antes, Sócrates, que
supone bastante esfuerzo aprender con precisión cómo son todas estas cosas.
Sin embargo, te digo, simplemente, que si se sabe decir y hacer lo que complace
a los dioses, orando y haciendo sacrificios, éstos son los actos piadosos y ellos
salvan a las familias en privado y a la comunidad en las ciudades; lo contrario
de lo que agrada a los dioses es lo impío, que destruye y arruina todo.
Sóc. –– Por muy poco,
Eutifrón, habrías podido decirme lo más importante de lo que yo te preguntaba,
si hubieras querido. Pero no estás dispuesto a instruirme; está
claro. En efecto, ahora cuando ya estabas a punto de decirlo, te echaste atrás.
Si lo hubieras dicho, ya habría yo aprendido de ti suficientemente lo que es la
piedad. Pero, ahora ––pues es preciso que el amante siga al amado adonde aquél
lo lleve––, ¿qué dices que es lo pío y la piedad? ¿No es, en algún modo, una
ciencia de sacrificar y de orar?
c
Eut. –– Ciertamente.
Sóc. –– ¿Sacrificar no es
ofrecer dones a los dioses, y orar, hacerles peticiones?
Eut. –– Exactamente,
Sócrates.
d
Sóc. –– Luego, según este razonamiento, la
piedad sería la ciencia de las peticiones y ofrendas a los dioses.
Eut. –– Has comprendido muy bien,
Sócrates, lo que he dicho.
Sóc. ––Estoy deseoso de tu
sabiduría, amigo, y le presto mi atención de modo que nada de lo que dices
caiga a tierra. Explícame cuál es este servicio a los dioses, ¿afirmas que es
hacerles peticiones y ofrecerles presentes?
Eut. –– Sí lo afirmo.
Sóc. –– ¿No es cierto que
pedir adecuadamente sería pedirles lo que necesitamos de ellos?
Eut. –– ¿Qué otra cosa podía
ser?
e
Sóc. –– ¿Y, por otra parte, dar adecuadamente
sería ofrecerles a cambio lo que ellos necesitan de nosotros? En efecto, no
sería. inteligente que alguien ofreciera a uno cosas de las que no tiene
ninguna necesidad.
Eut. –– Dices la verdad,
Sócrates.
Sóc. ––Luego la piedad
sería, para los dioses y los hombres, una especie de arte comercial de los unos
para con los otros, Eutifrón.
Eut. –– Arte comercial, si
te gusta llamarlo así.
15a
Sóc. –– No hay nada agradable para mí, si no
es verdad. Indícame qué utilidad sacan los dioses de las ofrendas que reciben
de nosotros. Lo que ellos dan es evidente para todo el mundo. En efecto, no
poseemos bien alguno que no nos lo den ellos. Pero, ¿de qué les sirve lo que
reciben de nosotros? ¿Acaso conseguimos tanta ventaja en este comercio, que
nosotros recibimos de ellos todos los bienes y ellos no reciben nada de nosotros?
Eut. –– ¿Pero crees tú,
Sócrates, que los dioses sacan beneficio de las cosas que reciben de nosotros?
Sóc. –– ¿Qué serían, en fin,
las ofrendas nuestras a los dioses, Eutifrón?
Eut. –– ¿Qué otra cosa crees
que pueden ser, más que muestras de veneración, de homenaje y, como acabo de
decir, deseos de complacerles?
b
Sóc. –– ¿Luego lo pío, Eutifrón, es lo que les
complace, pero no lo que es útil ni lo que es querido para los dioses?
Eut. –– Yo creo que es
precisamente lo más querido de todo.
Sóc. ––Luego, según parece,
de nuevo lo pío es 1o querido para los dioses.
Eut. –– Exactamente.
c
Sóc. –– ¿Diciendo tú estas cosas, te causará
extrañeza el que te parezca que tus razonamientos no permanecen fijos, sino
que andan, y me acusarás a mí de ser un Dédalo y hacerlos andar, siendo tú
mucho más diestro que Dédalo, pues los haces andar en círculo? ¿No te das
cuenta de que nuestro razonamiento ha dado la vuelta y está otra vez en el
mismo punto? ¿Te acuerdas de que antes nos resultó que lo pío y lo agradable a
los dioses no eran la misma cosa, sino algo distinto lo uno de lo otro? ¿No te
acuerdas?
Eut. –– Sí, me acuerdo.
Sóc. –– ¿Y no te das cuenta
de que ahora afirmas que lo querido para los dioses es pío? ¿Es esto algo
distinto de lo agradable a los dioses, o no?
Eut. –– Es lo mismo.
Sóc. –– Luego, o bien antes
hemos llegado a un acuerdo equivocadamente, o bien, si ha sido acertadamente,
ahora hacemos una proposición falsa.
Eut. –– Así parece.
e d
Sóc. –– Por tanto, tenemos que examinar otra
vez desde el principio qué es lo pío, porque yo, en lo que de mí depende, no
cederé hasta que lo sepa. No me desdeñes, sino aplica, de todos modos, tu mente
a ello lo más posible y dime la verdad. En efecto, tú lo conoces mejor que
ningún otro hombre y no se te debe dejar ir, como a Proteo 16, hasta que lo digas. Porque si tú
no conocieras claramente lo pío y lo impío, es imposible que nunca hubieras
intentado a causa de un asalariado acusar de homicidio a tu viejo padre, sino que
hubieras temido ante los dioses arriesgarte temerariamente, si no obrabas
rectamente, y hubieras sentido vergüenza ante los hombres. Por ello, sé bien
que tú crees saber con precisión lo que es pío y lo que no lo es. Así pues,
dímelo, querido Eutifrón, y no me ocultes lo que tú piensas que es.
16 Es una divinidad marina, con dones
proféticos y con la capacidad de
metamorfosearse de modos muy diversos. Véase Odisea IV 351 sigs. e Ion
541e.
Eur. –– En otra ocasión,
Sócrates; ahora tengo prisa y es tiempo de marcharme.
16a
Sóc. –– ¿Qué haces, amigo? Te alejas
derribándome de la gran esperanza que tenía de que, tras aprender de ti lo que
es pío y lo que no lo es, me libraría de la acusación de Meleto demostrándole
que, instruido por Eutifrón, era ya experto en las cosas divinas y que ya nunca
obraría a la ligera ni haría innovaciones respecto a ellas por ignorancia, y,
además, que en adelante nevaría una vida mejor.