Platón
INTRODUCCION
El Critón es el más breve de los
escritos de la primera época de Platón. Por su contenido está muy próximo a la
Apología. Se trata todavía de tomar decisiones que pueden salvar la vida. La
prisión y la próxima ejecución son las secuencias obligadas de la sentencia
dictada en el juicio. Encierra, incluso, una justificación de la actitud
adoptada por Sócrates en su defensa. Esta última afirmación no se da
aisladamente en ninguna parte del diálogo, como sucede en otras obras, sino que
toda la exposición es una confirmación de la personalidad de Sócrates, tal como
es posible deducirla de la Apología. Es un escrito que no se parece en nada al resto de los diálogos. No se
trata de buscar una definición general de un concepto ni de rechazar un
razonamiento por defecto en la argumentación. Se trata, sobre todo, de adoptar
una posición definitiva. Aun en los momentos en que parece que nos movemos en
el ámbito de la abstracción, ésta se halla en un segundo plano, puesto que lo
único importante es la decisión que al fin se va a tomar.
La propuesta que Sócrates hace a
Critón es la de repasar los conceptos y los puntos de vista que ambos daban
antes por buenos, para comprobar si ahora, en la nueva situación, siguen
pareciendo los mismos o hay que rechazarlos. Éste es el tema del diálogo, pero
con la circunstancia de que la confirmación va a ser hecha por un hoombre al que quedan unas pocas horas
de vida. Es el dramatismo que se añade -a toda la argumentación. El heroísmo
es, en principio, objeto de admiración para todos los hombres; pero el acto
heroico no puede existir sin el héroe. Es ciertamente decepcionante que, una
vez creadas las circunstancias para el acto heroico, el llamado a llevarlo a
cabo se retire de la única manera en que esto es posible: vergonzosamente. El
acto heroico es el resultado de una decisión personal y única, que supone la
adecuación, más allá de toda dificultad, de la conducta a una idea o a un deber
moral. De todo esto tuvo clara intuición Sócrates y, por ello, quizá, tomó una
decisión, aun antes de comparecer ante el tribunal[L1].
Parece lógico pensar que el Critón
sigue a la Apología, pero esto
no es necesariamente deducible de las referencias a hechos que aparecen
también en la Apología[L2]. Ésta es lla opinión de Guthrie, con la que
coincidimos plenamente[L3]. Por
las razones apuntadas más arriba, parece que el Critón es
el diálogo más próximo a la Apología, pero de ello no se infiere que su
redacción sea casi simultánea, aunque de hecho pudo haberlo sido. El gran
número de diálogos
escritos en un período limitado reduce mucho el tiempo que pudo transcurrir
entre la redacción de ambos escritos.
Parece fuera de duda que
Sócrates fue invitado a huir de la prisión y que esta invitación no se limitó a
su buen amigo Critón ni a los forasteros citados en 44b. Este proppósito, nacido del dolor y la
irritación de los discípulos y amigos, debió de encontrar un callado estímulo
en el evidente desagrado que muchos atenienses tenían que sentir ante la
monstruosidad que, inevitablemente, se iba a producir. Platón cita sólo a
Critón y no nombra a otros atenienses; únicamente cita a dos extranjeros. La
amistad de Critón con Sócrates y el que realmente éste se negara a evadirse
eran atenuantes, si alguien hubiera querido presentar una acusación. Pero de
que Platón no les cite no se puede deducir que su número fuera muy pequeño. Los
«otros amigos», de 44e, aparecen
más bien como un grupo de apoyo a Critón.
El diálogo no sería concebible
si no se hubiera dado esta incitación a que Sócrates se evadiera y sin que esta
circunstancia fuera conocida, al menos, por una buena parte de los que iban a
ser sus primeros lectores. No tuvo Platón que imaginar una situación a fin de
que en ella Sócrates mostrara su entereza moral. La actitud de Sócrates se
resume muy brevemente. Ninguna otra circunstancia va a ser válida, más que la
razón. Si los razonamientos son buenos también ahora, hay que seguirlos sin
tener en cuenta ningún peligro. La prosopopeya de las leyes, que no actúan sólo
con argumentos sino tratando de hacer coherente el comportamiento de Sócrates
con toda su vida anterior, es una presentación de máxima eficacia para
contrastar su conducta, aunque algunos razonamientos nos resulten chocantes
por nuestra diferente concepción del Estado. ¡Qué diferente resulta el Sócrates
de este diálogo del que tuvo que presentar Meleto en la acusación!
Sobre que, en realidad, esta
conversación se hubiera producido es imposible decidir. Lo que parece menos
probable es que fuera el día antes de que regresara el barco de Delos. Tan
inquietos como Critón estarían los otros amigos que, como se nos dice en el Fedón, se reunían en la prisión desde el amanecer. Pero una
conversación semejante pudo haberla tenido Critón en cualquiera de sus
intentos de persuadir a Sócrates a que huyera. Critón habría hablado con Platón
de esta conversación y éste, con su maravilloso estilo, habría compuesto esta
pieza bellísima.
El hecho de que, en el orden de
la realidad cronológica., la continuación de este diálogo se halle en el
comienzo y el final del Fedón no implica la menor relación de un diálogo con otro. En
época posterior, cuando la temática. apologética estaba cerrada, al menos
formalmente, encontró Platón que era muy bello encuadrar un diálogo sobre la
inmortalidad del alma entre las primeras luces del día de la muerte del maestro
y las últimas palabras que éste pronunció cuando ya el veneno ponía fin a su
vida.
CRITÓN
43a
SÓCRATES Y CRITÓN
SÓCRATES. - ¿Por qué vienes a esta hora, Critón? ¿No es pronto
todavía?
CRITÓN. - En efecto, es muy pronto.
SÓC. - ¿Qué hora es exactamente?
CRIT. - Comienza
a amanecer.
SÓC. -Me extraña que el guardián de la prisión haya
querido atenderte.
CRIT. -Es
ya amigo mío, Sócrates, de tanto venir aquí; además ha recibido dé mí alguna
gratificación.
SÓC. - ¿Has venido ahora o hace
tiempo?
CRIT. -Hace
ya bastante tiempo.
b
SÓC. -¿Y cómo no me has
despertado en seguida y te has quedado sentado ahí al lado, en silencio?
CRIT. - No,
por Zeus, Sócrates, en esta
situación tampoco habría querido yo mismo estar en tal desvelo y sufrimiento,
pero hace rato que me admiro viendo qué suavemente duermes, y a intención no te
desperté para que pasaras el tiempo lo más agradablemente. Muchas veces, ya
antes durante toda tu vida, te consideré feliz por tu carácter, pero mucho más
en la presente desgracia, al ver qué fácil y apaciblemente la llevas.
SÓC. -Ciertamente, Critón, no
sería oportuno irritarme a mi edad, si debo ya morir.
c
CRIT. -También otros de tus años, Sócrates, se encuentran
metidos en estas circunstancias, pero su edad no les libra en nada de irritarse
con su suerte presente.
SÓC. -Así es. Pero, ¿por qué has venido tan temprano?
d
CRIT. -Para traerte,
Sócrates, una noticia dolorosa y agobiante, no para ti, según veo, pero ciertamente
dolorosa y agobiante para mí y para todos tus amigos, y que para mí, según veo,
va a ser muy difícil de soportar.
SÓC. - ¿Cuál es la noticia? ¿Acaso ha llegado ya desde Delos [L4]el
barco a cuya llegada debo yo morir?
CRIT. - No ha llegado aún, pero
me parece que estará aquí hoy, por lo que anuncian personas venidas de Sunio [L5]que
han dejado el barco allí. Según estos mensajeros, es seguro que estará aquí
hoy, y será necesario, Sócrates, que mañana acabes tu vida.
44a
SÓC. -Pues, ¡¡buena suerte!, Critón. Sea así, si
así es agradable a los dioses. Sin embargo, no creo que el barco esté aquí hoy.
CRIT. -¿De
dónde conjeturas eso?
SÓC. - Voy a decírtelo. Yo debo morir al día siguiente
de que el barco llegue.
CRIT. -Así dicen los encargados
de estos asuntos.
SÓC. - Entonces, no creo que
llegue el día que está empezando sino el siguiente. Me fundo en cierto sueño
que he tenido hace poco, esta noche. Probablemente ha sido muy oportuno que no
me despertaras.
CRIT. - ¿Cuál era el sueño?
b
SÓC. -Me pareció que una
mujer bella, de buen aspecto, que llevaba blancos vestidos se acercó a mí, me
llamó y me dijo: «Sócrates,
al tercer día llegarás a la
fértil Ptía[L6]».
CRIT. - Extraño
es el sueño, Sócrates.
SÓC. - En todo caso, muy claro, según yo creo, Critón.
c
CRIT. - Demasiado claro, según parece. Pero, querido
Sócrates, todavía en este momento hazme caso y sálvate. Para mí, si tú mueres,
no será una sola desgracia, sino que, aparte de verme privado de un amigo como
jamás encontraré otro, muchos que no nos conocen bien a ti y a mí creerán que,
habiendo podido yo salvarte, si hubiera querido gastar dinero, te he abandonado.
Y, en verdad, ¿hay reputación más vergonzosa que la de parecer que se tiene en
más al dinero que a los amigos? Porque la mayoría no llegará a convencerse de
que tú mismo no quisiste salir de aquí, aunque nosotros nos esfozábamos en
ello.
d
SÓC. -Pero ¿ppor qué damos tanta importancia, mi
buen Critón, a la opinión de la mayoría? Pues los más capaces, de los que sí
vale la pena preocuparse, considerarán que esto ha sucedido como en realidad
suceda.
CRIT. - Pero ves, Sócrates, que
es necesario también tener en cuenta la opinión de la mayoría. Esto mismo que
ahora está sucediendo deja ver, claramente, que la mayoría es capaz de producir
no los males más pequeños, sino precisamente los mayores, si alguien ha
incurrido en su odio.
e
SÓC.- ¡Ojalá, Critón, que los más
fueran capaces de hacer los males mayores para que fueran también capaces de
hacer los mayores bienes! Eso sería bueno. La realidad es que no son capaces nni de lo uno ni de lo otro; pues, no
siendo tampoco capaces de hacer a alguien sensato ni insensato, hacen lo que la
casualidad les ofrece.
45a
CRIT. -Bien, aceptemos que es así. ¿Acaso no te estás tú
preocupando de que a mí y a los otros amigos, si tú sales de aquí, no nos creen
dificultades los sicofantes [L7]al
decir que te hemos sacado de la cárcel, y nos veamos obligados a perder toda
nuestra fortuna o mucho dinero o, incluso, a sufrir algún otro daño además de
éstos? Si, en efecto, temes algo así, déjalo en paz. Pues es justo que nosotros
corramos este riesgo para salvarte y, si es preciso, otro aún mayor. Pero hazme
caso y no obres de otro modo.
SÓC. - Me preocupa eso, Critón, y otras muchas cosas.
CRIT. - Pues
bien, no temas por ésta. Ciertamente, tampoco es mucho el dinero que quieren
recibir algunos para salvarte y sacarte de aquí. Además, ¿no ves qué baratos
están estos sicofantes y que no sería necesario gastar en ellos mucho dinero?
Está a tu disposición mi fortuna que será suficiente, según creo. Además, si
te preocupas por mí y crees que no debes gastar lo mío, están aquí algunos
extranjeros dispuestos a gastar su dinero. Uno ha traído, incluso, el
suficiente para ello, Simias [L8]de
Tebas. Están dispuestos también Cebes y otros muchos. De manera que, como digo,
por temor a esto no vaciles en salvarte; y que tampoco sea para ti dificultad
lo que dijiste en el tribunal[L9], que
si salías de Atenas, no sabrías cómo valerte. En muchas partes, adonde quiera
que tú llegues, te acogerán con cariño. Si quieres ir a Tesalia, tengo allí
huéspedes que te tendrán en gran estimación y que te ofrecerán seguridad, de
manera que nadie te moleste en Tesalia.
46a e d c b
Además, Sócrates,
tampoco me parece justo que intentes traicionarte a ti mismo, cuando te es posible
salvarte. Te esfuerzas porque te suceda aquello por lo que trabajarían con afán
y, de hecho, han trabajado tus enemigos deseando destruirte. Además, me parece
a mí que traicionas también a tus hijos; cuando te es posible criarlos y
educarlos, los abandonas y te vas, y, por tu parte, tendrán la suerte que el
destino les depare, que será, como es probable, la habitual de los huérfanos
durante la orfandad. Pues, o no se debe tener hijos, o hay que fatigarse para
criarlos y educarlos. Me parece que tú eliges lo más cómodo. Se debe elegir lo
que elegiría un hombre bueno y decidido, sobre todo cuandó se ha dicho durante
toda la vida que se ocupa uno de la virtud. Así que yo siento vergüenza, por ti
y por nosotros tus amigos, de que parezca que todo este asunto tuyo se ha
producido por cierta cobardía nuestra: la instrucción del proceso para el
tribunal, siendo posible evitar el proceso, el mismo desarrollo del juicio tal
como sucedió, y finalmente esto, como desenlace ridículo del asunto, y que
parezca que nosotros nos hemos quedado al margen de la cuestión por incapacidad
y cobardía, así como que no te hemos salvado ni tú te has salvado a ti mismo,
cuando era realizable y posible, por pequeña que fuera nuestra ayuda. Así pues,
procura, Sócrates, que esto, además del daño, no sea vergonzoso para ti y para
nosotros. Pero toma una decisión; por más que
ni siquiera es ésta la hora de
decidir, sino la de tenerlo decidido. No hay más que. una decisión;
en efecto, la próxima noche tiene que estar todo realizado. Si esperamos más,
ya no es posible ni realizable. En todo caso, déjate persuadir y no obres de
otro modo.
d c b
SÓC. - Querido Critón, tu
buena voluntad sería muy de estimar, si le acompañara algo de rectitud; si no,
cuanto más intensa, tanto más penosa. Así pues, es ne cesario que reflexionemos
si esto debe hacerse o no. Porque yo, no sólo ahora sino siempre, soy de condición
de no prestar atención a ninguna otra cosa que al razonamiento que, al
reflexionar, me parece el mejor. Los argumentos que yo he dicho en tiempo
anterior no los puedo desmentir ahora porque me ha tocado esta suerte, más bien
me parecen ahora, en conjunto, de igual valor y respeto, y doy mucha
importancia a los mismos argumentos de antes. Si no somos capaces de decir
nada mejor en el momento presente, sabe bien que no voy a estar de acuerdo
contigo, ni aunque la fuerza de la mayoría nos asuste como a niños con más
espantajos que los de ahora en que nos envía prisiones, muertes y privaciones
de bienes. ¿Cómo podríamos examinar eso más adecuadamente? Veamos, por lo
pronto, si recogemos la idea que tú expresabas acerca de las opiniones de los
hombres, a saber, si hemos tenido razón o no al decir siempre que deben tenerse
en cuenta unas opiniones y otras no. ¿O es que antes de que yo debiera morir
estaba bien dicho, y en cambio ahora es evidente que lo decíamos sin
fundamento, por necesidad de la expresión, pero sólo era un juego infantil y
pura charlatanería? Yo deseo, Critón, examinar contigo si esta idea me parece
diferente en algo, cuando me encuentro en esta situación, o me parece la misma,
y, según el caso, si la vamos a abandonar o la vamos a seguir. Según creo, los
hombres cuyo juicio tiene interés dicen siempre, como yo decía ahora, que
entre las opiniones que los hombres manifiestan deben estimarse mucho algunas
y otras no. Por los dioses, Critón, ¿no te parece que esto está bien dicho? En
efecto, tú, en la medida de la previsión humana, estás libre de ir a morir
mañana, y la presente desgracia no va a extraviar tu juicio. Examínalo. ¿No te
parece que está bien decir que no se deben estimar todas las opiniones de los
hombres, sino unas sí y otras no, y las de unos hombres s1 y las de otros no?
¿Qué dices tú? ¿No está bien decir esto?
47a
CRIT.- Está bien.
SÓC. - ¿Se deben estimar las
valiosas y. no estimar las malas?
CRIT. - Sí.
SÓC. - ¿Son valiosas las
opiniones de los hombres juiciosos, y malas las de los hombres de poco juicio?
CRIT. - ¿Cómo no?
b
SÓC. - Veamos en qué
sentido decíamos tales cosas. Un hombre que se dedica a la gimnasia, al
ejercitarla ¿tiene en cuenta la alabanza, la censura y la opinión de cualquier
persona, o la de una sola persona, la. del médico o el entrenador?
CRIT. -La de una sola persona.
SÓC. -Luego debe temer las
censuras y recibir con agrado los elogios de aquella sola persona, no los de la
mayoría.
CRIT. - Es evidente.
SÓC.-Así pues, ha de obrar,
ejercitarse, comer y beber según la opinión de ése solo, del que está a su
cargo y entiende, y no según la de todas los otros juntos.
c
CRIT. - Así es.
SÓC. - Bien. Pero si no hace
caso a ese solo hombre y desprecia su opinión y sus elogios, y, en cambio,
estima las palabras de la mayoría, que nada entiende, ¿es que no sufrirá algún
daño?
CRIT. - ¿Cómo no?
SÓC. - ¿Qué
daño es este, hacia dónde tiende y a qué parte del que no hace caso?
CRIT. - Es
evidente que al cuerpo; en efecto, lo arruina.
d
SÓC. - Está bien. Lo mismo
pasa con las otras cosas, Critón, a fin de no repasarlas todas. También
respecto a lo justo y lo injusto, lo feo y lo bello, lo bueno y lo malo, sobre
lo que ahora trata nuestra deliberación, ¿acaso debemos nosotros seguir la
opinión de la mayoría y temerla, o la de uno solo que entienda, si lo hay, al
cual hay que respetar y temer más que a todos los otros juntos? Si no seguimos
a éste, dañaremos y maltrataremos aquello que se mejora con lo justo y se destruye
con lo injusto. ¿No es así esto?
CRIT. -Así
lo pienso, Sócrates.
e
SÓC. -Bien, si lo que se
hace mejor por medio de lo sano y se daña por medio de lo enfermo, lo arruinamos
por hacer caso a la opinión de los que no entienden, ¿acaso podríamos vivir al
estar eso arruinado? Se trata del cuerpo, ¿no es así?
CRIT. - Sí.
SÓC. -¿Acaso podemos vivir con
un cuerpo miserable y arruinado?
CRIT. -De
ningún modo.
48a
SÓC. -Pero ¿podemos vivir,
acaso, estando dañado aquello con lo que se arruina lo injusto y se ayuda a lo
justo? ¿Consideramos que es de menos valor que el cuerpo la parte de nosotros,
sea la que fuere, en cuyo entorno están la injusticia y la justicia?
CRIT.-De ningún modo.
SÓC. - ¿Ciertamente es más
estimable?
CRIT. - Mucho
Más.
b
SÓC. -Luego, querido
amigo, no debemos preocuparnos mucho de lo que nos vaya a decir la mayoría,
sino de lo que diga el que entiende sobre las cosas justas e injustas, aunque
sea uno sólo, y de lo que la verdad misma diga. Así que, en primer término, no
fue acertada tu propuesta de que debemos preocuparnos de la opinión de la
mayoría acerca de lo justo, lo bello y lo bueno y sus contrarios. Pero podría
decir alguien que los más son capaces de condenarnos a muerte.
CRIT. - Es
evidente que podría. decirlo, Sócrates.
SÓC. -
Tienes razón. Pero, mi 'buen
amigo, este razonamiento que hemos recorrido de cabo a cabo me parece a mí
que es aún el mismo de siempre. Examina, además, si también permanece firme
aún, para nosotros, o no permanece el razonamiento de que no hay que considerar
lo más importante el vivir, sino el vivir bien.
CRIT. - Sí
permanece.
SÓC. -¿La idea de que vivir bien, vivir honradamente
y vivir justamente son el mismo concepto, permanece, o no permanece?
CRIT. - Permanece.
d c
SÓC. -Entonces, a partir de lo
acordado hay que examinar si es justo, o no lo es, el que yo intente salir de
aquí sin soltarme los atenienses. Y si nos parece justo, intentémoslo, pero si
no, dejémoslo. En cuanto a las consideraciones de que hablas sobre el gasto de
dinero, la reputación y la crianza de los hijos, es de temer, Critón, que
éstas, en realidad, sean reflexiones adecuadas a éstos que condenan a muerte y
harían resucitar, si pudieran, sin el menor sentido, es decir, a la mayoría.
Puesto que el razonamiento lo exige así, nosotros no tenemos otra cosa que
hacer, sino examinar, como antes decía, si nosotros, unos sacando de la cárcel
y otro saliendo, vamos a actuar justamente pagando dinero y favores a los que
me saquen, o bien vamos a obrar injustamente haciendo todas estas cosas. Y si
resulta que vamos a realizar actos injustos, no es necesario considerar si, al
quedarnos aquí sin emprender acción alguna, tenemos que morir o sufrir cualquier
otro daño, antes que obrar injustamente.
CRIT. -Me parece acertado lo que dices, Sócrates, mira qué
debemos hacer.
49a e
SÓC. -Examinémoslo en
común, amigo, y si tienes algo que objetar mientras yo hablo, objétalo y yo te
haré caso. Pero si no, mi buen Critón, deja ya de decirme una y otra vez la
misma frase, que tengo que salir de aquí contra la voluntad de los atenienses,
porque yo doy mucha importancia a tomar esta decisión tras haberte persuadido y
no contra tu voluntad; mira si te parece que está bien planteada la base del
razonamiento e intenta responder, a lo que yo pregunte, lo que tú creas más
exactamente.
CRIT. - Lo intentaré.
b
SÓC. - ¿Afirmamos
que en ningún caso hay que hacer el mal voluntariamente, o que en unos casos sí
y en otros no, o bien que de ningún modo es bueno y honrado hacer el mal, tal
como hemos convenido muchas veces anteriormente? Eso es también lo que acabamos
de decir. ¿Acaso todas nuestras ideas comunes de antes se han desvanecido en
estos pocos días y, desde hace tiempo, Critón, hombres ya viejos, dialogamos
uno con otro, seriamente sin darnos cuenta de que en nada nos distinguimos de
los niños? O, más bien, es totalmente como nosotros decíamos entonces, lo afirme
o lo niegue la mayoría; y, aunque tengamos que sufrir cosas aún más penosas que
las presentes, o bien más agradables, ¿cometer injusticia no es, en todo caso,
malo y vergonzoso para el que la comete? ¿Lo afirmamos o no?
CRIT. -Lo afirmamos.
SÓC. -Luego de ningún modo se
debe cometer injusticia.
CRIT. -Sin duda.
c
SÓC. -Por tanto, tampoco
si se recibe injusticia se debe responder con la injusticia, como cree la mayoría,
puesto que de ningún modo se debe cometer injusticia.
CRIT. - Es evidente.
SÓC. - ¿Se debe hacer mal, Critón, o no?
CRIT. - De ningún modo se debe, Sócrates.
SÓC. -¿Y responder
con el mal cuando se recibe mal es justo, como afirma la mayoría, o es injusto?
CRIT. -De ningún modo es justo.
SÓC. - Pues el hacer daño a la
gente en nada se distingue de cometer injusticia.
CRIT. - Dices la verdad.
e d
SÓC. -Luego no se debe
responder con la injusticia ni hacer mal a ningún
hombre, cualquiera que sea el daño que se reciba de él. Procura, Critón, no
aceptar esto contra tu opinión, si lo aceptas; yo sé, ciertamente, que esto lo
admiten y lo admitirán unas pocas personas. No es posible una determinación
común para los que han formado su opinión de esta manera y para los que
mantienen lo contrario, sino que es necesario que se desprecien unos a otros,
cuando ven la determinación de la otra parte. Examina muy bien, pues, también
tú si estás de acuerdo y te parece bien, y si debemos iniciar nuestra
deliberación a partir de este principio, de que jamás es bueno ni cometer
injusticia, ni responder a la injusticia con la injusticia, ni responder
haciendo mal cuando se recibe el mal. ¿O bien te apartas y no participas de
este principio? En cuanto a mí, así me parecía antes y me lo sigue pareciendo
ahora, pero si a ti te parece de otro modo, dilo y explícalo. Pero si te
mantienes en lo anterior, escucha lo que sigue.
CRIT. -Me
mantengo y también me parece a mí. Continúa.
SÓC. - Digo lo
siguiente, más bien pregunto: ¿las cosas que se ha convenido con alguien que
son justas hay que hacerlas o hay que darles una salida falsa?
CRIT. -Hay que hacerlas.
50a
SÓC. - A partir de esto,
reflexiona. Si nosotros nos vamos de aquí sin haber persuadido a la ciudad,
¿hacemos daño a alguien y, precisamente, a quien me nos se debe, o no? ¿Nos
mantenemos en lo que hemos acordado que es justo, o no?
CRIT. - No
puedo responder a lo que preguntas, Sócrates; no lo entiendo.
b
SÓC. -Considéralo de este
modo. Si cuando nosotros estemos a punto de escapar de aquí, o como haya que
llamar a esto, vinieran las leyes y el común de la ciudad y, colocándose
delante, nos dijeran: «Dime, Sócrates, ¿qué tienes intención de hacer? ¿No es
cierto que, por medio de esta acción que intentas, tienes el propósito, en lo
que de ti depende, de destruirnos a nosotras y a toda la ciudad? ¿Te parece a
ti que puede aún existir sin arruinarse la ciudad en la que los juicios que se
producen no tienen efecto alguno, sino que son invalidados por particulares y
quedan anulados?» ¿Qué vamos a responder, Critón, a estas preguntas y a otras
semejantes? Cualquiera, especialmente un orador, podría dar muchas razones en
defensa de la ley, que intentamos destruir, que ordena que los juicios que han
sido sentenciados sean firmes. ¿Acaso les diremos: «La ciudad ha obrado
injustamente con nosotros y no ha llevado el juicio rectamente»? ¿Les vamos a
decir eso?
c
CRIT. - Sí, por Zeus, Sócrates.
c b 51a e d
SÓC. - Quizá dijeran las leyes: «¿Es esto, Sócrates, lo que hemos convenido tú y
nosotras, o bien que hay que permanecer fiel a las sentencias que dicte la ciu
dad?» Si nos extrañáramos de sus palabras, quizá dijeran: «Sócrates no te
extrañes de lo que decimos, sino respóndenos, puesto que tienes la costumbre de
servirte de preguntas y respuestas. Veamos, ¿qué acusación tienes contra
nosotras y contra la ciudad para intentar destruimos? En primer lugar, ¿no te
hemos dado nosotras la vida y, por medio de nosotras, desposó tu padre a tu
madre y te engendró? Dinos, entonces, ¿a las leyes referentes al matrimonio les
censuras algo que no esté bien?» «No las censuro», diría yo. «Entonces, ¿a las que se refieren a la crianza
del nacido y a la educación en la que te has educado? ¿Acaso las que de
nosotras estaban establecidas para ello no disponían bien ordenando a tu padre
que te educara en la música y en la gimnasia?» «Sí disponían bien», diría yo.
«Después que hubiste nacido y hubiste sido criado y educado, ¿podrías decir,
en principio, que no eras resultado de nosotras y nuestro esclavo, tú y tus
ascendientes? Si esto es así, ¿acaso crees que los derechos son los mismos
para ti y para nosotras, y es justo para ti responder
haciéndonos, a tu vez, lo que
nosotras intentemos hacerte? Ciertamente no serían iguales tus derechos
respecto a tu padre y respecto a tu dueño, si lo tuvieras, como para que
respondieras haciéndoles lo que ellos te hicieran, insultando a tu vez al ser
insultado, o golpeando al ser golpeado, y así sucesivamente. ¿Te sería posible,
en cambio, hacerlo con la patria y las leyes, de modo que si nos proponemos
matarte, porque lo consideramos justo, por tu parte intentes, en la medida de
tus fuerzas, destruimos a nosotras, las leyes, y a la patria, y afirmes que al
hacerlo obras justamente, tú, el que en verdad se preocupa de la virtud? ¿Acaso
eres tan sabio que te pasa inadvertido que la patria merece más honor que la
madre, que el padre y que todos los antepasados, que es más venerable y más
santa y que es digna de la mayor estimación entre los dioses y entre los
hombres de juicio? ¿Te pasa inadvertido que hay que respetarla y ceder ante la
patria y halagarla, si está irritada, más aún que al padre; que hay que
convencerla u obedecerla haciendo lo que ella disponga; que hay que padecer sin
oponerse a ello, si ordena padecer algo; que si ordena recibir golpes, sufrir
prisión, o llevarte a la guerra para ser herido o para morir, hay que hacer
esto porque es lo justo, y no hay que ser débil ni retroceder ni abandonar el
puesto, sino que en la guerra, en el tribunal y en todas partes hay que hacer
lo que la ciudad y la patria ordene, o persuadirla de lo que es justo; y que es
¡nipío hacer violencia a la madre y al padre, pero lo es mucho más aún a la
patria?» ¿Qué vamos a decir a esto, Critón? ¿Dicen la verdad las leyes o no?
CRIT. - Me
parece que sí.
SÓC. -Tal vez dirían aún las
leyes: «Examina, además, Sócrates, si es verdad lo que nosotras decimos, que
no es justo que trates de hacernos lo que ahora intentas. En efecto, nosotras
te hemos engendrado, criado, educado y te hemos hecho participe, como a todos
los demás ciudadanos, de todos los bienes de que éramos capaces; a pesar de
esto proclamamos la libertad, para el ateniense que lo quiera, una vez que haya
hecho la prueba legal para adquirir los derechos ciudadanos y, haya conocido
los asuntos públicos y a nosotras, las leyes, de que, si no le parecemos bien,
tome lo suyo y se vaya adonde quiera. Ninguna de nosotras, las leyes, lo
impide, ni prohibe que, si alguno de vosotros quiere trasladarse a una colonia,
si no le agradamos nosotras y la ciudad, o si quiere ir a otra parte y vivir en
el extranjero, que se marche adonde quiera llevándose lo suyo.
52a e d
»El que de vosotros se quede aquí
viendo de qué modo celebramos los juicios y administramos la ciudad en los
demás aspectos, afirmamos que éste, de hecho, ya está de acuerdo con nosotras
en que va a hacer lo que nosotras ordenamos, y decimos que el que no obedezca
es tres veces culpable, porque le hemos dado la vida, y no nos obedece, porque
lo hemos criado y se ha comprometido a obedecemos, y no nos obedece ni procura
persuadirnos si no hacemos bien alguna cosa. Nosotras proponemos hacer lo que
ordenamos y no lo imponemos violentamente, sino que permitimos una opción entre
dos, persuadirnos u obedecernos; y el que no obedece no cumple ninguna de las
dos. De. cimos, Sócrates, que tú vas a quedar sujeto a estas inculpaciones y no
entre los que menos de los atenienses, sino entre los que más, si haces lo que
planeas.»
d c b
Si
entonces yo dijera: «¿Por qué, exactamente?», quizá me respondieran con
justicia diciendo que precisamente yo he aceptado este compromiso como muy
pocos atenienses. Dirían: «Tenemos grandes pruebas, Sócrates, de que nosotras y
la ciudad te parecemos bien. En efecto, de ningún modo hubieras permanecido en
la ciudad más destacadamente que todos los otros ciudadanos[L10], si ésta no te
hubiera agradado especialmente, sin que hayas salido nunca de ella para una
fiesta, excepto una vez al Istmo, ni a ningún otro territorio a no ser como
soldado; tampoco hiciste nunca, como hacen los demás, ningún viaje al
extranjero, ni tuviste deseo de conocer otra ciudad y otras leyes, sino que nosotras
y la ciudad éramos satisfactorias para ti. Tan plenamente nos elegiste y
acordaste vivir como ciudadano según nuestras normas, que incluso tuviste
hijos en esta ciudad, sin duda porque te encontrabas bien en ella. Aún más, te
hubiera sido posible, durante el proceso mismo, proponer para ti el destierro,
si lo hubieras querido, y hacer entonces, con el consentimiento de la ciudad,
lo que ahora intentas hacer contra su voluntad. Entonces tú te jactabas de que
no te irritarías, si tenías que morir, y elegías, según decías, la muerte
antes que el destierro. En cambio, ahora, ni respetas aquellas palabras ni te
cuidas de nosotras, las leyes, intentando destruirnos; obras como obraría el
más vil esclavo intentando escaparte en contra de los pactos y acuerdos con
arreglo a los cuales conviniste con nosotras que vivirías como ciudadano. En
primer lugar, respóndenos si decimos verdad al insistir en que tú has convenido
vivir como ciudadano según nuestras normas con actos y no con palabras, o bien
si no es verdad.» ¿Qué vamos a decir a esto, Critón? ¿No es cierto que estamos
de acuerdo?
e
CRIT. -Necesariamente,
Sócrates.
SÓC. - «No es cierto -dirían
ellas- que violas los pactos y los acuerdos con nosotras, sin que los hayas
convenido bajo coacción o engaño y sin estar obligado a tomar una decisión en
poco tiempo, sino durante setenta años[L11], en
los que te fue posible ir a otra parte, si no te agradábamos o te parecía que
los acuerdos no eran justos. Pero tú no has preferido a Lacedemonia ni a Creta,
cuyas leyes afirmas continuamente que son buenas, ni a ninguna otra ciudad
griega ni bárbara; al contrario, te has ausentado de Atenas menos que los
cojos, los ciegos y otros lisiados. Hasta tal punto a ti más especialmente que
a los demás atenienses, te agradaba la ciudad y evidentemente nosotras, las
leyes. ¿Pues a quién le agradaría una ciudad sin leyes? ¿Ahora no vas a
permanecer fiel a los acuerdos? Sí permanecerás, si nos haces caso, Sócrates, y
no caerás en ridículo saliendo de la ciudad.
b 54a e d c b 53a
»Si tú violas estos
acuerdos y faltas en algo, examina qué beneficio te harás a ti mismo y a tus
amigos. Que también tus amigos corren peligro de ser deste rrados, de ser
privados de los derechos ciudadanos o de perder sus bienes es casi evidente. Tú
mismo, en primer lugar, si vas a una de las ciudades próximas, Tebas o Mégara[L12], pues
ambas tienen buenas leyes, llegarás como enemigo de su sistema político y todos
los que se preocupan de sus ciudades te mirarán con suspicacia considerándote
destructor de las leyes; confirmarás para tus jueces la opinión de que se ha
sentenciado rectamente el proceso. En efecto, el que es destructor de las
leyes, parecería fácilmente que es también corruptor de jóvenes y de gentes de
poco espíritu. ¿Acaso vas a evitar las ciudades con buenas leyes y los hombres
más honrados? ¿Y si haces eso, te valdrá la pena vivir? O bien si te diriges a
ellos y tienes la desvergüenza de conversar, ¿con qué pensamientos lo harás,
Sócrates? ¿Acaso con los mismos que aquí, a saber, que lo más importante para
los hombres es la virtud y la justicia, y también la legalidad y las leyes? ¿No
crees que parecerá vergonzoso el comportamiento de Sócrates? Hay que creer que
sí. Pero tal vez vas a apartarte de estos lugares; te irás a Tesalia con los
huéspedes de Critón. En efecto, allí hay la mayor indisciplina y libertinaje, -y quizá les
guste oírte de qué manera tan graciosa te escapastes de la cárcel poniéndote
un disfraz o echándote encima una. piel o usando cualquier otro medio habitual
para los fugitivos, desfigurando tu propio aspecto. ¿No habrá nadie que diga
que, siendo un hombre al que presumiblemente le queda poco tiempo de vida,
tienes el descaro de desear vivir tan afanosamente, violando las leyes más
importantes? Quizá no lo haya, si no molestas a nadie; en caso contrario,
-tendrás que oír muchas cosas indignas. ¿VVas a vivir adulando y sirviendo a
todos? ¿Qué vas a hacer en Tesalia sino darte buena vida como si hubieras
hecho el viaje allí para ir a un banquete? ¿Dónde se nos habrán ido aquellos
discursos sobre la justicia y
las otras formas de virtud? ¿Sin duda quieres vivir por tus hijos, para
criarlos y educarlos? ¿Pero, cómo? ¿Llevándolos contigo a Tesalla los vas a
criar y educar haciéndolos extranjeros para que reciban también de ti ese
beneficio? ¿O bien no es esto, sino que educándose aquí se criarán y educarán
mejor, si tú estás vivo, aunque tú no estés a su lado? Ciertamente tus amigos
se ocuparán de ellos. ¿Es que se cuidarán de ellos, si te vas a Tesalia, y no
lo harán, si vas al Hades, si
en efecto hay una ayuda de los que afirman ser tus amigos? Hay que pensar que
sí se ocuparán.
c
»Más bien, Sócrates, danos
crédito a nosotras, que te hemos formado, y no tengas en más ni a tus hijos ni
a tu vida ni a ninguna otra cosa que a lo justo, para que, cuando llegues al Hades, expongas en tu favor todas estas razones ante
los que gobiernan allí. En efecto, ni aquí te parece a ti, ni a ninguno de los
tuyos, que el hacer esto sea mejor ni más justo ni más pío, ni tampoco será
mejor cuando llegues allí. Pues bien, si te vas ahora, te vas condenado injustamente
no por nosotras, las leyes, sino por los hombres. Pero si te marchas tan
torpemente, devolviendo injusticia por injusticia y daño por daño, violando los
acuerdos y los pactos con nosotras y haciendo daño a los que menos conviene, a
ti mismo, a tus amigos, a la patria y a nosotras, nos irritaremos contigo
mientras vivas, y allí, en el Hades, nuestras
hermanas las leyes no te recibirán de buen ánimo, sabiendo que, en la medida de
tus fuerzas has intentado destruirnos. Procura que Critón no te persuada más
que nosotras a hacer lo que dice.»
d
Sabe bien, mi querido
amigo Critón, que es esto lo que yo creo oír, del mismo modo que los coribantes [L13] creen
oír las flautas, y el eco mismo de estas palabras retumba en mí y hace que no
pueda oír otras. Sabe que esto es lo que yo pienso ahora y que, si hablas en
contra de esto, hablarás en vano. Sin embargo, si crees que puedes conseguir
algo, habla.
CRIT. -No tengo nada que decir,
Sócrates.
SÓC. - Ea pues, Critón, obremos en ese sentido, puesto
que por ahí nos guía el dios.
[L1]Véase Introducción a la Apolog ía
[L2]Véanse Critón 45b, 52c, y Apología 37c, 37d, respectivamente. La idea de que la vida lejos de Atenas fuera poco deseable para Sócrates no es una circunstancia de carácter limitado a la que Sócrates aludiera durante la defensa y que Critón cita, es una circunstancia a la que, sin duda, Sócrates daba gran importancia. Por otra parte, las referencias a la defensa misma, al tratarse de hechos reales, no suponen de ningún modo la existencia de la Apología. Lo mismo sucede con la referencia a que en el juicio pudo Sócrates cmtraproponer el edlio; se trata de algo que sucedió en el juicio y a ello se refiere Critón.
[L3]Guthrie, A History of Greek Philosophy,, vol. IV: Plato. The man and his Dialogues. Earlier Period, Cambridge, 1975, pág. 93.
[L4]Todos los años se enviaba una procesión a Delos en recuerdo de la victoria de Teseo sobre el Minotauro, victoria que liberó a Atenas del tributo humano que debía pagar a Minos. Desde que la nave salía hasta su regreso, no se podía ejecutar ninguna sentencia de muerte.
[L5]El cabo Sunio se halla en el vértice sur del Ática. A partir de ahí los barcos navegaban sin perder de vista la costa.
[L6]Es el verso 363 de Ilíada IX, en el que Platón ha cambiado la Primera persona por la segunda.
[L7]Los sicofantes eran denunciantes profesionales. Generalmente cobraban del interesado en denunciar, que no deseaba hacerlo por sí mismo. Eran conocidos y temidos por las personas honradas que siempre podían verse envueltas en una denuncia falsa. El primer elemento sico- es la palabra higo (gr. syŷkon).
[L8]Simias y Cebes eran tebanos. En su ciudad habían sido discípulos del pitagórico Filolao. Después, en Atenas, fueron ambos discípulos de Sócrates. A los dos les hace Platón interlocutores de Sócrates en el Fedón, si bien el primer dialogante con Sócrates es Simias.
[L9]Véase la Introducción.
[L10]Sócrates no había salido de Atenas, más que en cumplimiento de sus deberes militares. La fiesta en el Istmo no supone contradicción. El mismo cita, en Apología 28c, los lugares de las campañas.
[L11]Es la edad de Sócrates, y las leyes suponen que durante toda su vida ha podido reflexionar si le gustaban o no las leyes que regian la ciudad.
[L12]Estas ciudades están citadas también, en este mismo sentido, en Fedón 99a.
[L13]Los coribantes eran los seguidores de la diosa Cíbele, procedente de Asia Menor. Con sus danzas rituales y el sonido de sus flautas producían el éxtasis en los iniciados.