COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay

CUARTA PARTE
LA QUINTA COLUMNA JUDÍA EN EL CLERO

Capítulo Segundo

ORÍGENES DE LA QUINTA COLUMNA

   Para comprobar parte de los hechos mencionados en el capítulo anterior echaremos mano de una primera e irrefutable prueba, el testimonio del historiador judío contemporáneo más autorizado en la materia, el diligente y minucioso Cecil Roth, que en justicia es reconocido en los medios israelitas como el investigador contemporáneo más ilustre, sobre todo en materia de criptojudaísmo.

   En su célebre obra "Historia de los Marranos", Cecil Roth da detalles muy interesantes de cómo los judíos, gracias a sus conversiones tan aparentes como falsas, quedaron introducidos dentro de la Cristiandad, actuando en público como cristianos pero conservando en secreto su religión judía. Nos muestra también cómo esta fe clandestina se fue transmitiendo de padres a hijos cubierta con la apariencia de una exterior militancia cristiana.

   Para ser más objetivos dejaremos la palabra al propio historiador israelita Cecil Roth, del que reproducimos a continuación una parte de la introducción a su ya mencionada "Historia de los Marranos", publicada por la Editorial Israel de Buenos Aires, que textualmente dice:

"Introducción. – ANTECEDENTES DEL CRIPTOJUDAÍSMO 

   El criptojudaísmo, en sus diversas formas, es tan antiguo como los mismos judíos. En los tiempos de la dominación helénica en Palestina, los débiles de carácter trataban de esconder su origen, a fin de escapar al ridículo en los ejercicios atléticos. bajo la férula romana extendiéronse igualmente los subterfugios para evitar el pago del impuesto judío especial: el "Fiscus Judaicus", instituido después de la caída de Jerusalén; y el historiador Suetonio hace un animado relato de las indignidades infligidas a un nonagenario, con el ánimo de descubrir si era o no judío.

   La actitud judía oficial, tal como se expresa en las sentencias de los rabinos, no podía ser más clara. Un hombre puede –y debe- salvar su vida en peligro, por cualquier medio, exceptuados el asesinato, el incesto y la idolatría. Este aforismo aplicábase en los casos en que se imponía hacer un gesto público de renuncia a la fe. La simple ocultación del judaísmo, en cambio, era cosa muy distinta. Los rigoristas exigían que no se renunciase a las vestimentas típicas, si ello fuese impuesto como medida de opresión religiosa. Tan firme fidelidad a los principios no podía pedirse a todas las personas. La ley judía tradicional establece excepciones para los casos en que, por compulsión, sea imposible observar los preceptos (`ones´), o en que todo el judaísmo viva días difíciles (`scheat ha-schemad´). El problema actualizóse en las postrimerías de los tiempos talmúdicos, en el siglo quinto, durante las persecuciones zoroástricas en Persia; pero fue resuelto gracias más bien a una forzada negligencia de las observancias tradicionales, que a una positiva conformidad con la religión dominante. El judaísmo volvióse, en cierto modo, subterráneo, y sólo recobró su entera libertad años después.

   "Con el auge de las doctrinas cristianas, impuestas definitivamente en Europa en el siglo cuarto, inicióse una fase muy distinta de la vida judía. La nueva fe reclamaba para sí la exclusiva posesión de la verdad y consideraba, inevitablemente, al proselitismo como una de sus mayores obligaciones morales. La Iglesia reprobaba, por cierto, la conversión forzosa. Bautismos realizados en semejantes condiciones eran considerados írritos. El Papa Gregorio el Grande (590-604) condenólos repetidamente, aunque acogía de buenas ganas a los prosélitos atraídos por otros medios. La mayor parte de sus sucesores siguieron su ejemplo. Con todo, no siempre se hacía caso de la prohibición Papal. Reconocíase, naturalmente, que la conversión forzada no era canónica. Para evitarla, amenazaban a los judíos con la expulsión o la muerte, y les daban a entender que con el bautismo se salvarían. Ocurría, a veces, que los judíos se sometían a la dura necesidad. En tales casos, su aceptación del cristianismo se consideraba espontánea. Así, hubo una conversión forzosa en masa, en Mahón, Menorca (418), bajo los auspicios del obispo Severo. Un episodio similar ocurrió en Clermont, Auvernia, en la mañana del día de la Asunción, del año 576; y, no obstante la desaprobación de Gregorio el Grande, cundió el ejemplo en diversos lugares de Francia. En 629, el rey Dagoberto ordenó a todos los judíos del país que aceptaran el bautismo, so pena de destierro. la medida fue imitada poco después en Lombardía.

   Evidentemente, las conversiones obtenidas por tales medios no podían ser sinceras. En la medida de lo posible, las víctimas continuaban practicando ocultamente el judaísmo, y aprovechaban la primera oportunidad para volver a la fe de sus antepasados. Un caso tal, notable, prodújose en Bizancio, bajo León el Isaurio, en 723. La Iglesia lo sabía y hacía cuanto estaba a su alcance para evitar que los judíos siguiesen manteniendo relaciones con sus hermanos renegados, fuesen cuales fuesen los medios con los cuales se hubiera logrado su conversión. Los rabinos llamaban a esos apóstatas reluctantes: `anusim´ (forzados), tratándolos en modo muy distinto a los que renegaban por propia voluntad. Una de las primeras manifestaciones de la sabiduría rabínica en Europa constituyóla el libro de Gerschom, de Maguncia, "La Luz del Exilio" (escrito más o menos en el año 1000), el cual prohibía tratar rudamente a los `forzados´ que retornaban al judaísmo. Su propio hijo había sido víctima de las persecuciones; y aunque muriera como cristiano, Gerschom estuvo de duelo, como si hubiera muerto en la fe. En el servicio de la sinagoga hay una oración que implora la protección divina para toda la casa de Israel, y también para los `forzados´ que estuviesen en peligro, en tierra o en el mar, sin hacer el menor distingo entre unos y otros. Cuando se inició el martirologio del judaísmo medieval con las matanzas del Rin, durante la primera Cruzada (1096), numerosas personas aceptaron el bautismo para salvar la vida. Más tarde, alentados y protegidos por Salomón ben Isaac de Troyes (Raschi), el gran sabio francojudío, muchos de ellos retornaron a la fe mosaica, por más que las autoridades eclesiásticas veían con malos ojos la pérdida de esas almas preciosas, ganadas por ellos para la Iglesia.

   El fenómeno del marranismo va, sin embargo, más allá de la conversión forzosa y de la consecuente práctica del judaísmo en secreto. Su característica esencial es que esa fe clandestina trasmitíase de padres a hijos. Una de las razones aducidas para justificar la expulsión de los judíos de Inglaterra, en 1290, era que seducían a los recién convertidos, y los hacían volver al `vómito del judaísmo´. Cronistas judíos agregan que muchos niños fueron secuestrados y enviados al norte del país, donde continuaron practicando largo tiempo su religión antigua. A ese hecho débese, informa uno de ellos, que los ingleses hubieran aceptado tan fácilmente la Reforma, así como su predilección por los nombre bíblicos, y ciertas peculiaridades dietéticas que se observan en Escocia. La versión no es tan improbable como podría parecer a simple vista y constituye ejemplo interesante de cómo el fenómeno del criptojudaísmo puede aparecer en los lugares aparentemente menos indicados para ello. Del mismo modo, doscientos años después de haber sido expulsados los judíos del sur de Francia, genealogistas maliciosos encontraban en algunas linajudas familias (que, según díceres, seguían practicando el judaísmo en el interior de sus hogares) trazas de la sangre de aquellos judíos, que prefirieron quedarse en el país como católicos públicos y confesos.

   Existen ejemplos similares mucho más próximos en el tiempo. El más notable de todos es el de los `neofiti´, de Apulia, traído recientemente a la luz después de muchos siglos de olvido. Al finalizar el siglo XIII, los Angevin, que reinaban en Nápoles, provocaron una conversión general de los judíos de sus dominios, ubicados en las cercanías de la ciudad de Trani. Bajo el nombre de `neofiti´, los conversos continuaron viviendo como criptojudíos, por el espacio de más de tres centurias. Su secreta fidelidad al judaísmo fue uno de los motivos por los cuales la Inquisición se volvió activa en Nápoles, en el siglo XVI. Muchos de ellos murieron en la hoguera, en Roma, en febrero de 1572; entre otros, Teófilo Panarelli, sabio de cierta reputación. Algunos lograron escapar a los Balcanes, donde se incorporaron a las comunidades judías existentes. Sus descendientes conservan hasta hoy en el sur de Italia, algunos vagos recuerdos del judaísmo.

   El fenómeno no quedó, de ningún modo, confinado al mundo cristiano. Encuéntranse aún, en diversos lugares del mundo musulmán, antiguas comunidades de criptojudíos. Los `daggatun´ del Sahara continuaron practicando los preceptos judíos mucho después de su conversión formal al Islam, y sus vástagos actuales no los han olvidado del todo. Los `donmeh´ de Salónica, descienden de los partidarios del seudomesías Sabbetai Zeví, que lo acompañaron en la apostasía, y aunque ostensiblemente son musulmanes cumplidos, practican en sus hogares un judaísmo mesiánico. Más al este hay otros ejemplos. Las persecuciones religiosas en Persia, iniciadas en el siglo XVII, dejaron en el país, particularmente en Meshed, a numerosas familias, que observan el judaísmo en privado con puntillosa escrupulosidad, mientras que exteriormente son adeptos devotos de la fe dominante.

   Mas el país clásico del criptojudaísmo es España. la tradición ha sido allí tan prolongada y general, que es de sospechar la existencia de una predisposición marránica en la misma atmósfera del país. Ya en el período romano, los judíos eran numerosos e influyentes. Muchos de ellos pretendían descender de la aristocracia de Jerusalén, llevada al destierro por Tito, o por conquistadores anteriores. En el siglo V, después de las invasiones de los bárbaros, su situación mejoró con mucho, pues los visigodos habían adoptado la forma arriana del cristianismo y favorecían a los judíos, tanto por ser monoteístas estrictos, como por constituir una minoría influyente, cuyo apoyo valía la pena asegurarse; mas, convertidos después a la fe católica, empezaron a demostrar el celo tradicional de los neófitos. Los judíos sufrieron de inmediato las desagradables consecuencias de semejante celo. En 589, entronizado Recaredo, la legislación eclesiástica comenzó a serles aplicada en sus menores detalles. Sus sucesores no fueron tan severos; pero subido Sisebuto al trono (612-620), prevaleció el más cerrado fanatismo. Instigado quizá por el emperador bizantino Heraclio, publicó en 616 un edicto que ordenaba el bautismo de todos los judíos de su reino, so pena de destierro y pérdida de todas sus propiedades. Según los cronistas católicos, noventa mil abrazaron la fe cristiana. Este fue el primero de los grandes desastres que señalaron la historia de los judíos en España.

   Hasta el reinado de Rodrigo, el `ultimo de los visigodos´, la tradición de las persecuciones fue seguida fielmente, salvo breves interrupciones. Durante gran parte de ese período, la práctica del judaísmo estuvo completamente prohibida. Sin embargo, en cuanto se relajó la vigilancia gubernamental, los recién convertidos aprovecharon la oportunidad para retornar a la fe primitiva. Sucesivos Concilios de Toledo, desde el cuarto hasta el decimoctavo consagraron sus energías a inventar nuevos métodos para impedir el retorno de la sinagoga. Los hijos de los sospechosos fueron separados de sus padres, y criados en una atmósfera cristiana incontaminada. Obligóse a los conversos a firmar una declaración, que los comprometía a no respetar en lo futuro ningún rito judío, excepto la interdicción de la carne de cerdo, por la cual decían sentir una repugnancia física. Mas, a pesar de tales medidas, la notoria infidelidad de los recién convertidos y sus descendientes continuó siendo uno de los grandes problemas de la política visigoda, hasta la invasión árabe en 711. El número de judíos encontrados en el país por los últimos prueba el completo fracaso de las repetidas tentativas por convertirlos. La tradición marrana se había ya iniciado en la Península.

   Con el arribo de los árabes comenzó para los judíos de España una Edad de Oro; primero, en el Califato de Córdoba, y, después de su caída (1012), en los reinos menores que se levantaron sobre sus ruinas. Vigorizóse notablemente el judaísmo peninsular. Sus comunidades excedieron en número, en cultura y en riqueza, a las de los demás países del Occidente. Mas la larga tradición de tolerancia interrumpióse con la invasión de los Almorávides, a comienzos del siglo XII. Cuando los puritanos Almohades, secta norteafricana, fueron llamados a la Península, en 1148, para contener el amenazador avance de las fuerzas cristianas, la reacción hízose violenta. Los nuevos gobernantes introdujeron en España la intolerancia que habían ya mostrado en África. La práctica, tanto del judaísmo como del cristianismo, quedó prohibida en las provincias que continuaban aún sujetas al dominio musulmán. La mayor parte de los judíos huyeron entonces a los reinos cristianos del norte: en ese período inicióse la hegemonía de las comunidades de la España cristiana. La minoría que no pudo huir, y que se salvó de ser degollada o vendida como esclavos, siguió el ejemplo dado en años anteriores por sus hermanos del Norte de África, y abrazó la religión del Islam. En lo profundo de sus pechos continuaron, sin embargo, siendo fieles a la fe de sus mayores. Nuevamente conocióse en la Península el fenómeno de los prosélitos insinceros, que pagaban tributo con los labios a la religión dominante y observaban en lo íntimo de sus hogares a las tradiciones judías. Su infidelidad era notoria"(2).

   Hasta aquí el texto íntegro del mencionado historiador judío Cecil Roth, que viene a demostrar:

  • 1º.- Que si el criptojudaísmo o judaísmo clandestino, en sus diversas formas, es tan antiguo como los mismos judíos y que los judíos, incluso en los tiempos de la antigüedad pagana, ya recurrían al artificio de ocultar su identidad como tales, para aparecer como miembros ordinarios del pueblo gentil en cuyo territorio vivían.

  • 2º.- Que en el siglo V de la Era Cristiana, durante las persecuciones en la Persia zoroástrica, el judaísmo volvióse, en cierto modo, subterráneo.

  • 3º.- Que con el auge de las doctrinas cristianas en el siglo IV, inicióse una nueva fase en la vida judía al reclamar para sí la nueva fe, una exclusiva posesión de la verdad, considerando inevitablemente, el proselitismo como una de sus mayores obligaciones morales.

   Aunque la Iglesia de Cristo condenaba las conversiones obligadas y trató de proteger a los judíos contra ellas, aceptó, no obstante, que se les sometiera a dilemas y presiones que les inclinaran a la conversión, en cuyo caso eran juzgadas como espontáneas. Cita luego el autor conversiones de este tipo realizadas en Menorca, Francia e Italia en los siglos V y VI de la Era Cristiana, para luego concluir que tales conversiones de los judíos al cristianismo no podían ser sinceras y que los conversos seguían practicando ocultamente su judaísmo.

   Señala Roth, cómo en Bizancio ocurrió algo semejante en tiempos de León el Isaurio en el año 723, demostrando que ya en el siglo VIII de la Era Cristiana, es decir, hace más de mil doscientos años, de Francia a Constantinopla, de un extremo a otro de la Europa cristiana, se estaba generalizando la infiltración de los judíos en el seno de la Santa Iglesia mediante las falsas conversiones y se iba formando al lado del judaísmo que públicamente practicaba su religión, un judaísmo subterráneo (clandestino) cuyos miembros en apariencia eran cristianos. Cecil Roth(3) habla de la leyenda de Elkanan, el Papa judío. En ella se observa que el ideal supremo que han tenido en todos los tiempos esos falsos cristianos, judíos en secreto, ha consistido en apoderarse de las altas dignidades de la Iglesia Católica, hasta colocar un Papa judío clandestino en el trono de San Pedro, con el que se adueñarían de la Iglesia y la hundirían.

  • 4º.- Que hay en el marranismo, además de la conversión fingida y de la práctica del judaísmo en secreto, una arraigada tradición que obliga a los judíos a transmitir esta práctica de padres a hijos. Cita el autor lo ocurrido en Inglaterra y Escocia a partir de 1290, en donde una de las razones aducidas para expulsar a los judíos, fue la de que inducían a los conversos a practicar el judaísmo, y la de que muchos niños conversos fueron secuestrados y enviados al norte del país, donde continuaron practicando su religión antigua, es decir, la judía. Hay que hacer notar que después de 1290, el judaísmo quedó proscrito en Inglaterra y que nadie podía radicar en el país sin ser cristiano.

   Es muy interesante la mención que hace el ilustre historiador hebreo de la afirmación de un cronista judío, en el sentido de que la presencia del criptojudaísmo se debió el que los ingleses hubieran aceptado tan fácilmente la Reforma, así como su predilección por los nombres bíblicos. Fue, por tanto, una falsa conversión de judíos al cristianismo, lo que formó dentro de la iglesia de Inglaterra esa quinta columna que había de facilitar su separación de Roma. Es también evidente que con las falsas conversiones de los judíos en Inglaterra, lejos de lograr la Santa Iglesia la esperada salvación de almas, obtuvo la pérdida de millones de ellas, cuando los descendientes de esos falsos conversos fomentaron el cisma anglicano.

   Hay otros casos muy destacados de falsas conversiones de judíos al cristianismo, entre ellos el de los `neofiti’ del sur de Italia, consignados por Cecil Roth, que fueron perseguidos por la Inquisición, muriendo muchos en Roma quemados en la hoguera.

   Es importante citar el hecho de que la Inquisición que funcionaba en Roma era, naturalmente, la santa Inquisición Pontificia, cuya benemérita actuación en la Edad Media logró detener durante tres siglos los progresos de la bestia apocalíptica del Anticristo.

  • 5º.- Que el fenómeno del criptojudaísmo no quedó de ningún modo confinado al mundo cristiano. Se encuentran aún en diversos lugares del mundo musulmán antiguas comunidades de criptojudíos, como señala Cecil Roth, quien enumera algunos ejemplos de comunidades judías en que los hebreos, siendo musulmanes en público, siguen siendo en secreto judíos, lo cual quiere decir que también los judíos tienen introducida una quinta columna en el seno de la religión islámica, explicando quizás este hecho, tantas divisiones y tantas revueltas habidas en el mundo de Mahoma.

  • 6º.- Que el país clásico del criptojudaísmo es España, en donde la tradición ha sido prolongada y general, que es de sospechar la existencia de una predisposición marránica en la misma atmósfera del país.

   Creemos que eso mismo puede decirse de Portugal y de la América Latina, en donde las organizaciones secretas de los marranos –cubiertas con la máscara de un falso catolicismo- han creado, como en España, tantos trastornos, infiltrándose en el clero y organizaciones católicas, controlando las logias masónicas y los partidos comunistas, formando el poder oculto que dirige la masonería y el comunismo, estructurando la antipatria, que como en todas partes del mundo, está dirigida por hebreos, cuyo judaísmo es subterráneo y está oculto bajo la máscara de un catolicismo falso, de nombres cristianísimos y apellidos españoles y portugueses, que hace cuatro o cinco siglos tomaron sus antepasados de los padrinos de bautismo que intervinieron en su conversión al catolicismo: conversión tan ostentosa como falsa.

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NOTAS

  • [2] Cecil Roth, Historia de los marranos. Buenos Aires: Editorial Israel, 1946 (año judío de 5706), pp. 11 a 18.
  • [3] Cecil Roth, Historia de los marranos, p. 13, nota 1.
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