¿POR QUÉ CAMBIARON LA MISA?
HACIA LA RELIGIÓN ÚNICA
Por MAURO CIOTOLA  

JUGANDO CON EL TEXTO:
   ¿TRADUCIR O INVENTAR?  

   Otra traducción curiosa aparece en el Gloria de la misa nueva.  Durante siglos los teólogos católicos y protestantes han discutido sobre la traducción del saludo angélico a los pastores la noche en que nació Nuestro Señor. Los católicos han dicho siempre: "Gloria a Dios en las alturas. Y, en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad."  Mientras tanto los protestantes han dicho: "Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra, buena voluntad a los hombres." La versión católica se basa en San Lucas 2:14, y San Juan 14:27--o sea, que Nuestro Señor y Salvador traía la paz a todos los que Le recibirían, a aquellos cuyas voluntades estaban dispuestas a hacer la voluntad de Dios.  Así son los hombres de buena voluntad, pues no puede haber paz alguna para los hombres de mala voluntad, como se ve en Isaías 48:22: "No hay paz para los malvados."  La traducción protestante tiene sus raíces en la doctrina de Lutero de "la fe solamente."  

   Se ve claramente que estas dos traducciones no son equivalentes en absoluto, e implícitamente representan dos credos distintos: uno católico y el otro protestante. En la misa nueva se encuentra el principio del Gloria traducido al español como: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor."  El protestante no tendría ningún problema con esta traducción; seguramente puede sacar su propio significado de ella.  Mientras el católico puede estar pensando de una forma, el protestante puede pensar de otra.  Muy "ecuménico."  

   La Oración del Señor (El Padre Nuestro) sigue el mismo modelo en la misa nueva. Todos los católicos y los protestantes se dan cuenta de que las dos versiones son distintas en el final de esa oración.  El católico termina con "líbranos del mal. Amén." La versión protestante añade "porque Tuyo es el reino, el poder, y la gloria, por siempre. Amen."  Este final no se encuentra en los manuscritos más primitivos de la Biblia, sino es más bien una glosa que fue añadida al margen por un copista posterior. La Iglesia Católica siempre ha reconocido esta interpolación. Sin embargo, poco después del Padre Nuestro, la misa nueva añade: "Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor."  Esta inserción, mientras no es heterodoxa en sí, claramente es una concesión a las sensibilidades protestantes para dar a la nueva liturgia el carácter ecuménico requerido por los modernistas.  

¿Quién puede negar que las oraciones, como están empleadas en la misa nueva, hacen que se rece más como un protestante que como un católico?  Mas, ¡nadie debería sorprenderse al pensar en los seis protestantes que ayudaron a componer este nuevo servicio!  

   En la Iglesia Católica, la misa es a la vez sacrificio y sacramento, y nosotros, como católicos, sabemos que para que sea válido un sacramento, ha de emplearse la "sustancia propia," o sea, materia y forma, y la "intención debida."    El Papa León XIII nos dice: "En cuanto al pensamiento o intención, puesto que es algo interior por sí mismo, la Iglesia no pronuncia sentencia: pero tiene que juzgarlo en tanto que se manifieste exteriormente."  

 LA INTENCIÓN DEL SACERDOTE
Y EL RITO MANIFESTADO EN PALABRAS,
ACCIONES, Y SÍMBOLOS  

   La intención, pues, siendo algo interno no se puede adivinar, ¡pero puede y debe juzgarse por lo que se pone de manifiesto exteriormente!  La Iglesia siempre ha usado tres métodos para demostrar "intención,"  muy especialmente en la celebración del santo sacrificio de la misa.  Estos tres son: el habla, las acciones, y los símbolos.  

   Un símbolo de éstos, si se le puede llamar así correctamente, es el comulgatorio.  En la Iglesia Católica el comulgatorio simboliza una linea divisoria, una "barrera santa" por decirlo así, que separa lo sagrado de lo profano, lo sobrenatural de lo natural, la distinción del "santo sacerdocio" separado del "sacerdocio común de los laicos." Permanece allí como un obstáculo magnífico que hace eco al mandato de Dios a Moisés: "¡No te acerques más! Pues el lugar en que estás es tierra sagrada." (Éxodo 3:5) "Tierra sagrada," ¡claro que sí!  Porque es aquí donde los sagrados misterios tienen lugar, donde está el sacerdote como "Alter Christus" por los poderes sobrenaturales del santo sacerdocio de Cristo, y Le ofrece a Dios Padre la "hostia sin mancha," la "víctima pura," el "sacrificio perfecto," y donde Cristo mismo, por su amor indecible hacia nosotros, transubstancia el pan y el vino a Su cuerpo y sangre preciosos, igual que lo hizo el jueves santo hace casi 2.000 años.  Y hace esto para que nos alimentemos con el "pan de vida" y participemos de su divinidad, al obedecer su mandato: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque Mi carne es verdadera comida y Mi sangre verdadera bebida."  (S. Juan 6:53-55)  

   Al mismo tiempo, el comulgatorio sugiere a los fieles que se arrodillen ante la presencia real de su Señor y Salvador, y ¡que Le reciban de rodillas con reverencia, amor, respeto y adoración!  "Porque yo soy Dios, no existe ningún otro... Que ante mí se doblará toda rodilla." (Isaías 45:22-23)  Es de rodillas en el comulgatorio que los fieles manifiestan abiertamente su creencia en la verdadera presencia de Cristo en la hostia consagrada y el poder inequívoco del santo sacerdocio de efectuar una verdadera transubstanciación.  

   El comulgatorio es lo que simboliza la "mesa del banquete" donde los fieles participan del pan de la vida.  Por el uso de este "símbolo" sólo, el comulgatorio, la Iglesia manifiesta  claramente y magníficamente su intención en la misa.  

   En la Iglesia conciliar los comulgatorios han sido eliminados por la mayor parte.  ¡Aquella "barrera santa" ha sido derribada!  ¡Y ahora el santuario está pisoteado por los laicos como la Calle Mayor!  Algunos como lectores, algunos como comentaristas, algunos como ministros extraordinarios, algunos hasta como bailarines litúrgicos, payasos, mimos y titiriteros.  Ya no se arrodillan para la "sagrada comunión," sino permanecen de pie y lo reciben en la mano con tanto respeto exterior  ¡como si se tomara un trozo de galleta!  

   Otro cambio introducido en la misa nueva es la omisión de una genuflexión significante--una omisión tan sutil que la mayoría de los católicos ni siquiera se fijarían en ella. En la misa tradicional católica, tan pronto que el sacerdote haya pronunciado las palabras de consagración ("Este es mi Cuerpo," "Esta es...mi Sangre, etc."), inmediatamente dobla la rodilla. Hace aquel acto de reverencia porque cree que, por virtud del poder de Jesucristo obrando en él como en un instrumento, el pan y el vino se transubstancian en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo mismo. En la nueva liturgia, sin embargo, el ministro no dobla la rodilla ni hace reverencia alguna a la hostia o al contenido del cáliz hasta después de que los haya elevado primero para que el pueblo los mire.  ¿Una diferencia sutil?  Sí. ¿Significante? ¡Totalmente! Porque representa precisamente la idea luterana del sacerdocio común del pueblo, en el que el sacerdote no es más que el designado de los fieles.  Así, son los fieles quienes "consagran" el pan y el vino (o sea, ratifican el símbolo del Cuerpo y de la Sangre de Cristo). Así el ministro no hace ninguna reverencia hacia éstos hasta que el pueblo lo haya aceptado por su valor simbólico.  

   Todo esto, pues, se ha de tomar como un medio de expresión, una manifestación de intención, y ya que obviamente se expresa lo opuesto de lo que sabemos es la expresión católica, podemos concluir con seguridad que también se manifiesta una intención opuesta.  

   Esto se hace aún más claro cuando consideramos los seis protestantes quienes compusieron la nueva misa "en colaboración."  Podemos suponer que todos subscribían el parecer de Lutero del sacerdocio: "Todos nosotros que hemos sido bautizados somos sacerdotes sin diferencia, pero aquéllos son ministros a quienes llamamos sacerdotes, escogidos de entre nosotros para que hagan todas las cosas en nombre nuestro, y su sacerdocio no es más que un ministerio.  El sacramento de ordenación, por lo tanto, no puede ser más que un cierto rito para escoger a un predicador en la iglesia."  

   Se hace clarísimo que estas nuevas prácticas, cuando se escudriñan cuidadosamente, expresan una intención que Lutero mismo sancionaría y aprobaría.  

   El criterio de Lutero se puede ver en mucho del Novus Ordo  en sus palabras, acciones, y símbolos. No hay diferencia entre el sacerdocio sacrificador y el "sacerdocio" general de los laicos. Esto conduce a la conclusión de que lo que puede hacer el sacerdote, lo puede hacer los laicos también.  

   La iglesia católica distingue entre el sacerdocio general o pasivo de los laicos por un lado, y el sacerdocio especial o activo del clero ordenado por otro. Por virtud del sacramento del bautismo, todos los laicos se admiten a la comunión de los santos y tienen el poder y el derecho de recibir los sacramentos. Esto se entiende como su sacerdocio en un sentido amplio.  Más sólo aquellos elevados por la Iglesia a los poderes de las órdenes sagradas pueden confeccionar y administrar los sacramentos. Esto es el sacerdocio "activo."  

EL SACERDOTE COMO REPRESENTANTE
DEL PUEBLO NADA MAS  

   Ahora déjenos comparar la oración anterior a la consagración, la cual en el Novus Ordo se llama Invitación a la Oración y en la misa tridentina se llama simplemente por sus dos primeras palabras, el Orate Fratres.        

   La Invitación a la Oración hace que el sacerdote diga: "Orad, hermanos, para que nuestro sacrificio sea aceptable a Dios Padre Todopoderoso." En la misa tradicional, el sacerdote pide, "Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea aceptable ante el Dios Padre omnipotente."      

   Para el incauto o el indiferente puede parecer que no hay diferencia alguna entre estas dos frases; en esto exactamente se confían los innovadores. Las inferencias no producen ninguna alarma, mas el mensaje sutil se hace entender. Si se escudriña bien, hay una diferencia tremenda entre las dos. Para reconocerlo, hay que recordar la creencia católica de que el sacerdocio sacrificador es único; no es lo mismo, sino es superior en autoridad y responsabilidad al sacerdocio común de los laicos.      

   Fíjense como el latín se cuida de distinguir entre el sacrificio del sacerdote y el sacrificio del pueblo: "Mi sacrificio y el vuestro." Los distintos tipos de sacrificio se  destacan, pues en la iglesia católica sólo el sacerdote puede ofrecer el sacrificio a Dios.  Los laicos ofrecen sus sacrificios personales, sus penitencias, oraciones, obras buenas y sus vidas dedicadas a Dios, pero, ¡sólo el sacerdote puede ofrecer el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo!     

   Los laicos pueden y deben asentir de corazón y alma al Sacrificio que se ofrece sobre el altar. Como explica Pío XII en Mediator Dei: "Unen sus votos de alabanzas, de impetración y de expiación, así como su acción de gracias a la intención del Sacerdote, ante el mismo Sumo Sacerdote, a fin de que sean presentadas a Dios Padre en la misma oblación de la Víctima, y con el rito externo del Sacerdote." Sin embargo explica: "Para no hacer nacer errores peligrosos en este importantísimo argumento, es necesario precisar con exactitud el significado del termino “ofrecer”. La inmolación incruenta por medio de la cual, una vez pronunciadas las palabras de la Consagración, Cristo está presente en el Altar en estado de Victima, es realizada solamente por el Sacerdote, en cuanto representa a la Persona de Cristo, y no en cuanto representa a las personas de los fieles."

  El sacerdote ofrece la misa "como representante de Cristo y no como representante de los fieles"--así es la enseñanza católica.  Mientras la enseñanza de Lutero era: "Que ellos (los ministros) hagan todas las cosas en nombre nuestro (de los fieles)," lo cual hace del sacerdote estrictamente un representante del pueblo.  En el Novus Ordo, esta distinción desaparece: "Orad, hermanos, para que nuestro sacrificio sea aceptable a Dios Todopoderoso."  "¿Nuestro sacrificio?"  ¿Es que son uno y el mismo?  ¿Significa esto que el sacerdote y el pueblo pueden ofrecer el mismo sacrificio?  Si es así, ¿qué clase de sacrificio es?      

   ¿Pueden los laicos ofrecer la inmolación incruenta a las palabras de consagración cuando Cristo se hace presente sobre el altar en el estado de Victima?  La iglesia católica dice que no.  Si esto es lo que el Novus Ordo da a entender, ¡pues difícilmente puede ser católico!      

   Por otra parte, quizás la misa nueva no es un verdadero sacrificio, no es una verdadera representación del sacrificio de la cruz, sino simplemente un sacrificio de "alabanza y agradecimiento."  ¡Pues tampoco es católica sino protestantismo cien por cien!      

   No importa que conclusión se intente sacar de esta astuta manipulación de términos, ha de terminar con la convicción de que el sacerdote en el altar de la misa nueva no es más que los "sacerdotes" sentados en el banco. 

   ¡Y esto es exactamente lo que dijo Martín Lutero!  El "sacerdote" según Lutero no era sacerdote en absoluto, sino sólo un ministro. Era simplemente alguien designado por los fieles para predicar el Evangelio. Presidía sobre la asamblea pero no tenía poder sobrenatural alguno.  

   Era  uno designado por el pueblo, no por Dios. Las palabras de Cristo a los apóstoles, "No Me habéis escogido a Mí, sino que Yo os he escogido a vosotros," se tornen más bien en: "Ni vosotros ni Yo hemos escogido, sino que el pueblo os ha escogido."  Ya se acabaron las Sagradas Escrituras. (del Vol. XIV, No. 1, 1992, pp. 9-14)      

   Los modernistas son astutos y bien preparados.  

   Se puede argüir que lo que vemos aquí no es más que una "traducción libre" del latín por motivos de brevedad, y que realmente significa lo mismo.  

   Para aquellos que no tienen estudios de latín esta táctica evasiva sí puede ser suficiente. Sin embargo, hasta un estudiante de primero de latín reconocería que ésta no es ninguna "traducción libre" sino definitivamente una mala traducción. "Meum ac vestrum sacrificium" en latín se traduce por "mi sacrificio y el vuestro." "Nuestro sacrificio" tendría que haber sido "sacrificium nostrum." Si, en mi clase de latín del instituto, hubiera hecho yo una traducción tan libre, habría recibido ¡un cero!      

   La verdad del asunto es que esto es exactamente lo que se propuso ser: nada de una traducción libre, sino una mala traducción intencionada y la omisión, toda designada para reemplazar la fe católica objetiva con una religión subjetiva y ecuménica. Y este escamoteo gramatical se extiende por toda la misa nueva.      

   Las palabras "beatus" y "sanctus"--que significan "bienaventurado" y "santo"--se dejan sin traducir en casi todos los casos donde aparecen en el latín. En el Gloria, las palabras "benedicimus Te," "glorificamus Te"--que significan "Te bendecimos," "Te glorificamos"--no se traducen. En la Profesión de la Fe, aparece una falsificación tan obvia que es difícil creer que los "especialistas" que hacen esta traducción pudiera haber tenido estudio alguno del latín.  "Credo in unum Deum" significa "Creo en un solo Dios," y no "Creemos en Dios."      

   Estas alteraciones y omisiones predominan en la misa nueva ¡y puedes apostar de que no están allí por casualidad!   Antes de la distribución de la Sagrada Comunión, hay una oración que la mayoría de nosotros sabemos tan bien que no se necesita ningún conocimiento del latín para reconocer como ha sido tan enormemente distorsionada en la nueva traducción: "Domine, non sum dignus," "Señor, no soy digno."  El eco de las palabras del centurión romano a Nuestro Señor y una demostración magnífica de la fe que él tenía en el poder de Dios.  Y ¿cómo se han traducido en la nueva misa?  "Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum" se traduce como "Señor, no soy digno de que entres en mi casa," mientras que la verdadera traducción es: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo." La segunda parte, "sed tantum dic verbo, et sanabitur anima mea," se da como "pero una palabra tuya bastará para sanarme." La verdadera traducción es, "pero una palabra tuya y mi alma sanará." 

    Es bastante obvio que hay una aversión clara a la palabra "alma" en la misa nueva.  Aunque aparece no menos de 12 veces en el Ordinario de la misa tridentina, ¡por mucho que he buscado, no podía encontrarla ni una sola vez en el Novus Ordo!   

   El esfuerzo de una persona ha revelado que hay mas de 400 errores en la traducción y la gramática del ordinario de la misa nueva y más de 200 palabras y frases se han omitido totalmente.  

   Mientras algunos puedan encogerse de hombros ingenuamente ante tal fraude atroz como casualidades sin querer, en cuanto a mí mismo, encuentro difícil creer que los "especialistas" fueran incapaces de una traducción verdadera. No tengo mas alternativa que concluir que se hizo deliberadamente con una intención específica: purgar aún más lo que sea católico de la misa nueva.  

   Cuando investigamos más a fondo encontramos que ademas de estas alteraciones y omisiones, en el Ofertorio el Novus Ordo suprime todas las oraciones y rúbricas (acciones) que aclaran en su ofrecimiento que están a punto de llegar a ser el Cuerpo y la Sangre de la Víctima Divina.  El Suscipe, Sancte Pater, que tiene lugar en el ofrecimiento de la Hostia, está suprimido en la misa nueva: "Recibe, ¡oh Padre santo, Dios omnipotente y eterno!, esta Hostia inmaculada, que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, mi Dios vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, y ofensas y negligencias, y por todos los presentes, y también por todos los fieles cristianos, vivos y difuntos, para que, a mí y a ellos, nos aproveche para la salvación en la vida eterna. Amén."  En el ofrecimiento del cáliz, también se suprime la magnífica oración Offerimus Tibi, Domine: "Te ofrecemos, Señor, el cáliz de salvación, implorando tu clemencia para que suba como suave aroma hasta la presencia de tu divina majestad, por nuestra salvación y por la del mundo entero. Amén."  

   Se suprimen la colocación de la Hostia sobre el Corporal, que recuerda la realidad del Cuerpo de Cristo, después de haber hecho la señal de la cruz con ella como recuerdo de la inmolación, y la súplica al Espíritu Santo para efectuar la renovación del sacrificio de la cruz: "Ven, Santificador omnipotente, Dios eterno, y bendice este sacrificio, preparado para tu santo nombre."  

   Todo esto se ha omitido y se ha reemplazado con una oración judía para antes de comer, ¡evocadora de una comida judía "Seder"!  "Bendito seas Señor, Dios del universo, etc."

 

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