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Tesoros encontrados en Castellar de Santiago y aledaños

 

Los Tesoros de la Cabeza del Buey o (de Torre de Juan Abad), de los Aljibillos y de la Sierra del Cambrón o ( de “La Alameda”)

 

                                                                                  Por Agustín Clemente Pliego

 

       (Este estudio fue publicado en La Espadaña en  los números 70 y 71 (años 2004 – 2005). Ahora en 2007 lo retoco y actualizo con los datos proporcionados por el  estudio de Blanco Freijeiro sobre el tesoro de la sierra del Cambrón)

 

 

En este artículo pretendo rememorar -para algunos- y difundir –para la mayoría de los paisanos- los datos que ido entresacando de distintas fuentes, orales y escritas, sobre los tesorillos –más que tesoros, porque estos suelen contener piezas de oro y de gran importancia- que se han encontrado en nuestro pueblo y en sus alrededores durante la centuria pasada, concretamente entre los años 1934 y 1961. Todos ellos pertenecen a pobladores iberos que vivieron por estos lugares y que fueron sometidos al yugo romano. Su datación se remonta a una antigüedad de más de dos mil años.

En primer lugar quiero recordar el tesoro hallado en la Cabeza del Buey (término municipal de Torre de Juan Abad), sierra que constituye una de las máximas cimas de la provincia de Ciudad Real (1.158 m) y albergue de un importante emplazamiento oretano.

Pues bien, en uno de sus cabezos (el segundo por la derecha y en su solana)  hay vestigios que testimonian la ubicación de un poblado oretano entre los que se encuentran cascotes de cerámica ibérica cuyas características son muy  similares a los también encontrados en el cerro Castellón, donde parece ser que también existió otro asentamiento ibero; sin embargo, la cerámica de la Cabeza del Buey posee una mayor variedad y una gran riqueza cromática. Los cascos cerámicos son abundantes y se pueden encontrar a flor de tierra. Pertenecen a vasijas de distintos tamaños, de color rojo anaranjado y gris oscuro y  están fabricadas en torno rápido, de buena cocción y fino desgrasante. Presentan en el exterior decoración pintada en tonos rojos u oscuros como figuras geométricas (círculos o semicírculos concéntricos, franjas con líneas). Otros cascotes son de cerámica estampillada, con incisiones onduladas y espirales. Las características de esta cerámica son propias de yacimientos ibéricos como los de Valdepeñas y otros lugares de la provincia de Ciudad Real.

iberoeza del Bueystintas fuentes, orales y escritas,

 

Cerámica ibérica procedente de la Cabeza del Buey

 

 Junto a estos restos cerámicos también se puede apreciar en el lugar del hallazgo restos muy desmoronados de muros, posiblemente de murallas defensivas que rodearían dicho poblado, o probablemente paredes de las viviendas de sus pobladores.

En la falda de la sierra se han encontrado dos tesoros ibéricos, concretamente en el mismo peazo de tierra de labor al realizar un labrador las faenas agrícolas.

Uno de ellos fue hallado “el 4 de diciembre de 1934 por el campesino, Benito Martínez Santos, en una parcela laborable tropezando, al hacer las labores con el arado, con un vaso lleno de monedas, debajo de lo cual estaban unos brazaletes. No había a la vista restos arquitectónicos ni indicios de vivienda antigua, si bien se tiene noticia de que en la misma finca, y en ocasión anterior, se encontró un cencerro lleno de monedas de oro antiguas[1]”.

  Se trata de un tesoro de plata trabajada anterior a la era cristiana consistente en un cuenco o vaso cónico sin pie, cuatro torques, un braquial, una fibula con representaciones zoomórficas y 480 denarios romanos[2] de los años 268 al 90 a. de C. Se custodia en el Museo Arqueológico Nacional bajo el nombre de Tesoro de la Torre de Juan Abad, porque  el sitio del hallazgo pertenece a este término”[3].

El vaso de plata tiene forma de cuenco, casi cónico. Pesa 321 gr. y tiene de diámetro en la boca 142 mm. por 83 mm. de altura. El borde presenta en su parte interior una moldura. Parece ser que fue fabricado con un disco de plata fundida, posiblemente en molde, dándole a martillo la forma que tiene.

 

 

 

 

Cuenco de plata del tesoro ibérico de la Cabeza del Buey.

 

Los torques son aros metálicos usados como collares trenzados. Eran elaborados con tres tubos que retorciéndose terminan en una presilla para poderlos suspender. Tres de los de este tesorillo están trenzados y carecen de presilla porque los extremos están rotos. Pesan 91 gr., 98 gr. y 174 gr. de plata respectivamente. Un cuarto torque está constituido por una barrita de plata con adornos en su parte central, más gruesa que el resto, que va en disminución hasta los extremos, terminados en un botón.

 El braquial es un brazalete de plata formado por un aro macizo en cuyo centro lleva un adorno resaltado y cuyos extremos pueden interpretarse como cabeza de serpientes. Pesa 68 gr.

La fíbula o imperdible de plata presenta figuras de animales, mide 83 mm. y pesa 69 gr[4]. Todos estos objetos son genuinamente hispánicos, es decir, corresponden a la industria autóctona ibérica y pertenecen al periodo de La Tène II (300 a 100 a de C.)[5].

 

 

Cuenco, torques, braquiales y una fíbula de plata de la Cabeza del Buey. Se pueden contemplar

en el Museo  Arqueológico Nacional  con el nombre de Tesoro  ibérico de Torre de Juan Abad.

 

Este conjunto de objetos, según Gregorio Carrasco Serrano, tiene paralelos con piezas de otros tesoros como el de Mogón (Villacarrillo, Jaén), del que proceden tres torques también trenzados, el de Mengíbar (Jaén), el de Perotito (Santisteban del Puerto, Jaén) o el de “La Alameda”, que no es otro que el de la sierra del Cambrón. Ello viene a confirmar la importancia alcanzada, en una zona rica de metales, por esta actividad artesanal, que estaría destinada a satisfacer muy probablemente las necesidades de las oligarquías indígenas existentes[6]. Otro tesoro como el de los Aljibillos también tiene características similares a los mencionados Todos ellos manifiestan que Sierra Morena era una zona de importante actividad artesanal del metal de la plata.

Las monedas del tesorillo de la Cabeza del Buey constituyen uno de los hallazgos monetarios más notables de la provincia y nos dan la fecha de ocultación del tesoro, que no pudo hacerse antes del año 89 a. de C., y muy probablemente durante la lucha sertoriana[7].

Son cuatrocientos ochenta denarios[8] romanos de la época republicana. Corresponden a los siglos III, II y I a. de C., exactamente entre los años 268 y 90 a. de C., aunque son las del siglo II las más numerosas.

 

 

Puñado de denarios del mismo tesorillo.

 

Los denarios más antiguos son 28 y pertenecen al primer periodo de la moneda romana, o sea, de los años 268 al 217. Les siguen 86 denarios fechados entre los años 217 y 154 (2º segundo periodo). Del tercer periodo (154 al 134) hay 126 monedas. Del cuarto (134 al 104) 192 denarios. Y del quinto (104 al 89) 48 denarios.

En el reverso aparecen, normalmente, escenas ecuestres y otros motivos relativos a los mitos. También reza la palabra “ROMA” y el nombre o las siglas del magistrado monetal que dirigió su acuñación. En las 480 monedas, acuñadas en las cecas de Roma,  aparece  un total de 96 magistrados monetales[9] abundando en el segundo periodo Caius Plutius con 11 ejemplares; en el tercero Marcus Pannius con 11 ejemplares, C. Portius Cato con 24 piezas (acuñó moneda en el 123 a. C.), M. Baebius con 21 y O. Fabius Labeo con 11. En el cuarto periodo abunda M. Portius Laeca con 11, L. Autestius Gragulus con 11, M. Aemilius Lepidus con 14, M. Fourius con 15 monedas acuñadas en 119 a. C.; y Marcus Sergius Silus con 18 (personaje que luchó en la segunda guerra púnica y que acuñó monedas en el 116 a. C.). Finalmente, en el quinto periodo tenemos a Marcus Cipius Marci con 20 ejemplares (magistrado en 115 a. C.) [10]

En el anverso de las monedas aparecen bustos de divinidades romanas, personajes notables o alegorías femeninas que representan a Roma, y  también  el signo X (número diez romano) que indica que se trata de un denario que equivale a diez ases.

 Estos detalles podemos apreciarlos en las monedas de la fotografía. Por ejemplo, en el anverso del denario tercero (empezando por la izquierda)  se puede observar un busto femenino representando a Roma a izquierda, bajo su barbilla el signo X de su valor y detrás TAMPIL. Y en su reverso (debajo) al dios Apolo galopando en una cuadriga a derecha, con palma, arco y flechas; debajo “ROMA” y en el exergo “M. BAEBI Q F” que corresponde a las iniciales del magistrado monetal “M. Baebius Q. F. Tampilus”, que dirigió su acuñación en el año 137 a. C.

 

 

             Monedas romanas (denarios) de la época republicana de la Cabeza del Buey.

Tesoro ibérico de Torre de Juan Abad. (Museo Arqueológico Nacional de Madrid).

 

En el anverso de la cuarta moneda aparece también el busto alegórico de Roma y detrás la victoria coronándola y el signo X. En su reverso, los dióscuros (Cástor y Pólux) cabalgando y las siglas del magistrado monetal “C. TER. LUC” correspondientes a C. Terentius Lucanus que ocupó este cargo en el año 147 a. C.

Como es obvio, gracias a la inscripción de los nombres de los magistrados monetales se puede saber con exactitud el año de acuñación de las monedas romanas[11]

La fecha última de estas monedas, que datan del año 90 a. C., permite situar, desde un punto de vista cronológico, el ocultamiento del tesoro, que no podría ser anterior a ese año.

La existencia de estas monedas de Cabeza del Buey y de otras halladas en nuestra provincia viene a resaltar la importancia que ocuparía el sistema monetario como unidad de cambio en las transacciones comerciales, en las que se fue imponiendo cada vez más entre los pueblos iberos la moneda romana. En un primer momento los iberos del interior de Hispania se intercambiaban los productos mediante “trueque” o trozos de plata; pero bajo la dominación romana, estos fueron implantando poco a poco la moneda de plata y de bronce, acuñada en cecas de Hispania y de Roma, según la metrología romana, y con leyendas en latín y en ibero, o sólo en latín[12]

 Hay informaciones que apuntan a que la Cabeza del Buey ha sido también testigo de la presencia árabe, aunque, que yo sepa, no se haya encontrado hasta la fecha ningún tesoro de esta civilización ni restos cerámicos ni de otra  índole. El historiador manchego, Corchado Soriano, dice que es famosa en nuestra zona por atribuirle a su cumbre ser nido de encantos y fantasmas, basados probablemente en la existencia de ruinas de castillos y manantiales de moros. “Existe un carril que faldea la sierra tradicionalmente nombrado como el Carril de los Moros. En lo alto de la cumbre hay una vereda que conduce a una fuente, en lo más alto de la sierra, sitio conocido con el nombre de Baño de la Mora[13], donde mana agua.

En el siglo XVI las Relaciones topográficas de Torre de Juan Abad mencionaban la existencia en ella de vestigios de un castillo: “Hay otro castillejo en la Cabeza de Buy”[14]. Muy posiblemente estos restos no correspondan a los árabes, como habían señalado las Relaciones topográficas o la tradición popular, sino que son vestigios pertenecientes al poblado ibero que la mentalidad popular ha confundido con los invasores más recientes: los moros. De todas formas cuando se realice una excavación arqueológica en regla se aclararán muchas de las dudas que ahora se nos plantean.

Además de las monedas romanas y otras piezas ornamentales encontradas en la Cabeza del Buey  existen más indicios de la influencia y la dominación romana por estos lares. Uno de ellos lo constituye  la mención a la existencia de una vía romana.

El investigador manchego Corchado Soriano, al extractar las vías romanas que pasaban por el Campo de Montiel, afirma que había una “vía procedente de Sigüenza que pasaba por Alhambra y por Castellar; luego seguía por Aldeaquemada, en dirección a la provincia de Jaén. Se trata, probablemente, del Camino ad Berones mencionado por Tito Livio”[15]. El mismo autor dice más adelante que la actual Vereda de los Serranos de Castellar es una reminiscencia de esa vía romana, la cual al llegar al  término de nuestro pueblo la abandona para atravesarlo diametralmente de norte a sur pasando por el mismo pueblo y luego continuar por el camino de Aldeaquemada.

            Otros indicios romanos están constituidos por dos tesorillos encontrados por paisanos nuestros en 1937 y 1961 respectivamente.

El primero de ellos es el tesoro de los Aljibillos con el que se toparon en el invierno de 1937 el niño, entonces, Alfredo Castellanos, y su padre, Pedro. Ambos tuvieron la suerte de dar con este tesorillo romano, muy similar en su contenido al de la Cabeza del Buey y con el doble de monedas. Descubrieron escarbando en la tierra un recipiente de loza con más de mil monedas de plata, cuatro torques, cuatro braquiales y un brazalete que, a modo de cinta, se liaba desde la muñeca hasta el codo, todos labrados también en plata. Además aparecieron dos diademas  elaboradas con cuerda o lino o  hilo de platino trenzado que, colocadas sobre la cabeza y unidos sus extremos con un broche, servían para recogerse el pelo, a lo que hay que añadir un trozo del tamaño de un puño de mineral muy pesado.

 

 

Pulsera confeccionada con denarios del tesoro de los Aljibillos.

(Foto cedida por Pascual Gómez).

 

El tesoro fue llevado al gobernador civil de C. Real y actualmente desconocemos su paradero. Sin embargo, tenemos la suerte de conservar algunas monedas porque varias paisanas  adquirieron algunas piezas para hacerse una pulsera, como la que se puede ver en la fotografía.

A la vista se puede comprobar que se trata de denarios de plata (obsérvese el signo X), con la leyenda de Roma y  una efigie alegórica que representa a dicha ciudad en el anverso. En el reverso aparecen escenas ecuestres. Aunque la marca de los magistrados monetales apenas se aprecia por el desgaste del uso, podemos anticipar que se trata de denarios de la época republicana, del siglo II y I a. de C. Son muy semejantes a las monedas encontradas en la Cabeza del Buey, por lo que hemos de suponer que alguna invasión sufrieron la poblaciones iberas de estos alrededores en una fecha indeterminada del siglo I a. de C., la cual obligó a los propietarios de estos objetos de valor a ocultarlos para que no cayesen en poder de los enemigos; pero que, afortunadamente para nosotros, sus dueños no pudieron recuperarlos, bien porque murieron en el enfrentamiento bélico, bien porque fueron trasladados a otros lugares como esclavos, bien porque huyeron para nunca más regresar al suelo patrio.

El hallazgo del tesorillo se produjo en un lugar al que se accede desviándonos  unos 20 metros por un camino que sale del Km 65,5 de la carretera L-616 (la hipotética vía romana). Ese lugar es conocido como los Aljibillos por haber junto a unas peñoneras unos aljibes. Lo encontraron a unos dos metros del aljibe mayor, en dirección sur. Desgraciadamente ese afortunado lugar ha estado utilizado hasta hace poco como vertedero municipal.

 

 

Detalle del reverso de algunas monedas de la misma pulsera del tesoro de los Aljibillos

(Foto Pascual Gómez)

 

Los datos sobre los pormenores de este tesoro  los recogí en el año 1981 durante una entrevista que mantuve  con Alfredo Castellanos, su descubridor, quien además me comentó otros detalles del hallazgo:

Él tenía entonces 11 años y estaba con su padre apacentando un rebaño de ovejas en los Aljibillos, cuando un  frío día de invierno encontró a ras del suelo unas monedas, probablemente en una tierra que previamente habían removido las ovejas. “Cogí unas cuarenta monedas y, creyendo que eran botones, tiré algunas; las otras se las enseñé a mi padre”. Cuando regresaron al pueblo dieron noticia del hallazgo y les dijeron que las monedas tenían mucho valor porque estaban acuñadas con plata y eran muy antiguas. Decidieron ir al día siguiente al afortunado lugar por ver si había más y recuperar las que el niño tiró inocentemente; sin embargo, no todo quedó en el intento porque había nevado. Esperaron mejores condiciones atmosféricas y, cuando se derritió el manto de nieve cavaron en el lugar donde se habían encontrado anteriormente las monedas y apareció a unos 30 cm de profundidad una vasija de loza, grande, hecha pedazos, con el contenido descrito anteriormente. Este suceso le hizo recordar a Pedro Castellanos una leyenda que había oído, y que decía que existía un tesoro en el camino del Tobarejo, camino donde precisamente él se lo encontró. 

            El otro es el tesorillo de la sierra del Cambrón, asombrosa y enigmática sierra de la cordillera Mariánica (Sierra Morena). En su solana, lugar cercano a la vía romana, Estanislao Gormaz se encontró veinticuatro años más tarde (primavera de 1961) otro tesoro ibero parecido a los anteriores consistente en un número no precisado de monedas romanas, una copa, seis brazaletes y pulseras de platino o de plata (debe tratarse de torques y braquiales similares a los del tesoro de la Cabeza del Buey y de los Aljibillos). Por pertenecer esas tierras al término de Santisteban del Puerto (Jaén) el tesoro hubo de ser depositado en el Museo Provincial Giennense donde actualmente está expuesto al público con el nombre del descubridor y el lugar del hallazgo.

Cuando Estanislao Gormaz estaba desmontando con su yunta de borricos una suerte de tierra de las faldas de la sierra, la reja de su arado rompió un recipiente de loza con el contenido anteriormente mencionado. El tesoro fue entregado al Ayuntamiento de Castellar y causó tanta expectación que estuvo expuesto al público durante bastantes días. Posteriormente llegaron al pueblo el profesor y arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro y Ramón Espantaleón Molina, Comisario Provincial de Excavaciones de Jaén, para hacerse cargo del hallazgo casual. Después lo remitieron al Museo Arqueológico de Madrid que, tras analizarlo, lo mandó al de Jaén para su guarda y archivo.

Estas informaciones me las suministró Estanislao en una entrevista que sostuve con él en el año 1981. Entre otros comentarios me dijo que el Museo Arqueológico Nacional de Madrid le había enviado varias cartas informándole de las investigaciones que se estaban realizando con el tesorillo y del destino definitivo. Además recibió una onerosa recompensa más una gratificación que le concedió la marquesa de Medinaceli, propietaria de las afortunadas tierras.

El tesoro fue encontrado casualmente a unos cien metros al norte de los Chozos de espuma, donde se halla una especie de galería de una antigua mina, conocida con el nombre de  el Socavón, y que posee un agua sabrosísima, según dicen algunos que la han probado. A este lugar se accede tomando el camino del cortijo de los Ardosos, junto al límite de la provincia de Jaén.

Al profesor Antonio Blanco Freijeiro debemos la descripción y el análisis del tesoro, que fue publicado en 1967 con el título de “Plata oretana de “La Alameda” (Santisteban del Puerto, Jaén)”[16]. Realmente, como sabemos, no apareció en “La Alameda”, sino en la falda de la sierra del Cambrón, un lugar que está próximo a “La Alameda”.

Según el investigador el total de piezas que fueron descubiertas son catorce y no había monedas, lo cual es extraño para el profesor Blanco porque en otras ocultaciones similares siempre han aparecido monedas de cuño romano[17].

Los objetos son los siguientes:

Un jarrillo de plata  de 6’7 cm. de alto, diámetro de la boca 4’2 cm., diámetro del pie 2’9 cm. y 86 gr. de peso. Está hecho de varias piezas soldadas: el pie, el cuerpo, el cuello y el asa. La boca redonda carece de desagüe. El asa tiene al pie una hoja de hiedra y en la parte superior una lengüeta para apoyar el pulgar y dos ramas abrazaderas horizontales provistas de sendas volutas salientes.

 

 

 

Jarrillo de plata del tesoro de la sierra del Cambrón (o de “La Alameda”)

 

Una taza fragmentada de 8’6 cm. de diámetro de la boca, diámetro del pie 3’2 cm. En la pared del cuerpo tiene un resalte que lo rodea como un aro, decorado con rayados incisos y alternantes. Junto al borde se puede observar  un grafito ibérico con caracteres difíciles de leer.

Un cuenco de 9 cm. de altura, diámetro 15 cm., 316 gr. de peso. Es liso y carece de pie. Tiene un orificio cerca del borde.

Tres aros abiertos (probablemente toques)  cuyos diámetros oscilan entre los 12 y los 14 cm.; su espesor se encuentra entre los 6 y los 8 mm., y tienen un peso entre los 100 y los 200 gr. Son barras de sección circular: uno se presenta totalmente liso y los dos restantes tienen decoración.

Cuatro torques de alambre trenzado cuyos diámetros oscilan entre 13 y los15 cm. Tienen de espesor entre  6’5 y 9 mm. y sus pesos oscilan entre 97 y 182 gr. Dos de ellos alternan en el trenzado tres tubos lisos y tres alambres torsos, fundidos en los extremos y terminados en puntas dobladas formando ojales. Otro tiene tres alambres trenzados, lisos; pero en los extremos hay restos de los alambres más finos. El último lleva una decoración grabada de zigzags paralelos.

 

 

Torques lisos y trenzados del tesoro de la sierra del Cambrón (o de “La Alameda”)

 

Cuatro pulseras cuyos diámetros oscilan entre los 8’4 y 9’3 cm. Tienen entre 60 y 97 gr. de peso. Son barras lisas cuyos extremos presentan un espesor menor y se cruzan de tal modo que sus puntas se enrollan sobre el brazo o bien se enlazan formando un nudo sin apretar.

 

 

Pulseras de plata del tesoro de la sierra del Cambrón (o de “La Alameda”)

 

Según el estudio de Blanco Freijeiro, los objetos forman dos grupos claramente definidos: uno de joyas indígenas destinadas al adorno personal (torques y pulseras) y otro de recipientes helenístico-romanos.

Entre los recipientes tenemos el jarrillo de asa floreada que presenta similitudes con otros como los del tesoro de Arcisate (Italia del Norte).

La taza fragmentada y el cuenco son tipos muy frecuentes en la argentería ibérica y aparecen en el tesoro de “Almadenes de Pozoblanco (Córdoba) o en el que hemos visto de la Cabeza del Buey o “Tesoro de Torre de Juan Abad”.

Los torques de barra única y los de alambres o tubos enrollados son joyas muy típicas de esta región e incluso de toda la celtiberia. Tienen correspondencias con los hallados en Salvacañete (Badajoz), Mogón (Villacarrillo-Jaén), Santiago de la Espada (Jaén), Almadenes de Pozoblanco (Córdoba) y el de la Cabeza del Buey (Torre de Juan Abad, C. Real).

Las pulseras también presentan sobrados nexos con la mayoría de los hallazgos de la región y se pueden englobar en un conjunto homogéneo en el que alternan piezas de orfebrería indígena con otras que son el resultado de imitaciones de la orfebrería helenístico-romana.

Dice Blanco Freijeiro que en la mayor parte de los tesoros susodichos han aparecido monedas republicanas, merced a las cuales se puede determinar aproximadamente la fecha de su ocultación. El de Almadenes de Pozoblanco se produjo  hacia 107 a. C. y el de la Cabeza del Buey o “Torre de Juan Abad”, hacia 104-103 a. C., lo cual es falso porque, según Francisco Álvarez –Ossorio, en él hay denarios del año 89 a. de C.

El tesoro de  Salvacañete fue enterrado hacia 95 a. C. y el de Mogón, hacia 90 a. C. Para la ocultación del tesorillo  de “La Alameda” o sierra del Cambrón, el profesor Freijeiro sostiene  que debió de suceder en la primera mitad del siglo I a. C., igual que el de Mogón y el de Salvacañete, y su causa puede estar relacionada con las expediciones de castigo llevadas a cabo por  los romanos, como la emprendida por Escipión Násica, de quien consta haber sojuzgado en 94-93 a. C. a régulos demasiado levantiscos de la provincia Ulterior.

La causa de estas ocultaciones radica en que sus dueños, ante el peligro inminente o distante de perder sus pertenencias por la amenaza de la llegada de enemigos, escondieron aquellas que eran más aptas para su ocultación y cuyo valor, entonces o más tarde, estaba garantizado; pero que afortunadamente no pudieron recuperar.

La mayor parte de la plata de estos tesoros salió del dominio de los oretanos y en ella se aprecia cómo éstos reunían lo celtibérico con lo turdetano y con lo ibérico-levantino, por ocupar precisamente la zona de contacto entre estos tres grandes conjuntos étnicos de la España antigua.

Finalmente, podemos colegir que Castellar se encuentra en una zona rica de asentamientos iberos romanizados y de cierta inestabilidad provocada por el hostigamiento del ejército romano que viniese a sojuzgarlos o por ser escenario de algún episodio de la guerra sertoriana.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

·        ANTONIO BLANCO FREIJEIRO: “Plata oretana en “La Alameda” (Santisteban del Puerto, Jaén)”. Archivo Español de Arqueología, XL, nº 115-116, (1967).

·        FRANCISCO ÁLVAREZ-OSSORIO: “El tesoro ibérico, de plata, procedente de Torre de Juan Abad (Ciudad Real)”. Archivo Español de Arqueología, XVIII, (1945).

·        G. FATÁS Y G. M. BORRÁS: Diccionario de términos de Arte. Madrid, Alianza Editorial, 1993.

·        JOSÉ MARÍA BLÁZQUEZ: La Romanización. Madrid, Ediciones Istmo, 1975.

·        MANUEL CORCHADO SORIANO: Avance de un estudio geográfico-histórico del Campo de Montiel. Madrid, Instituto de Estudios Manchegos, 1971.

·        Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Edic. Carmelo Viñas y Mey y Ramón Paz. Madrid, C.S.I.C., 1971.

·        VARIOS: La provincia de Ciudad Real  (II): Historia. C. Real, Diputación de Ciudad Real, Biblioteca de Autores y Temas Manchegos, 1996.

·        www.tesorillo.com/roma/1tipos.htm  Y también www.denarios.org

 

 

       Madrid, julio de 2007


 

[1] FRANCISCO ÁLVAREZ-OSSORIO: “El tesoro ibérico, de plata, procedente de Torre de Juan Abad (Ciudad Real). Archivo Español de Arqueología XVIII, (1945), p. 205.

[2] El denario era una moneda romana de plata que valía diez ases. G. FATÁS Y G. M. BORRÁS: Diccionario de términos de Arte. Madrid, Alianza Editorial, 1993.

[3] MANUEL CORCHADO SORIANO: Avance de un estudio geográfico-histórico del Campo de Montiel. Madrid, Instituto de Estudios Manchegos, 1971. p. 61.

[4] FRANCISCO ÁLVAREZ-OSSORIO, ob. cit., p. 209.

[5] Ídem, p. 210.

[6] VARIOS: La provincia de Ciudad Real  (II): Historia. C. Real, Diputación de Ciudad Real, Biblioteca de Autores y Temas Manchegos, 1996. p. 85.

[7] La guerra sertoriana se desarrolló en Hispania entre el año 80 y el 72 a. de C. y constituye un episodio entre demócratas y optimates. El dictador Sila provocó con su política la huida de Roma de muchos miembros del extinto partido democrático capitaneado por Sertorio, que utilizó Hispania para que su partido pudiese reconquistar el poder en Roma. Sertorio se apoyó en los lusitanos y en los celtíberos en cuyos territorios se produjeron el mayor número de combates contra los optimates dirigidos por los generales Pompeyo y Metelo, cuya estrategia consistía en atacar a las ciudades y forzar a Sertorio a presentar batalla. No existe documentación que demuestre que hubiese combates de esta guerra civil en la Oretania, por lo que el enterramiento de este tesorillo durante la guerra sertoriana no deja de ser una hipótesis.

[8] El denario, junto con el as, eran las monedas más corrientes en las transacciones comerciales. El denario pesaba  4’54 gr de plata y equivalía a diez ases, frente al  as que era de bronce.

[9] En la época republicana el Senado nombraba a uno o dos magistrados monetarios cada año y eran los encargados de acuñar moneda. En los primeros tiempos las monedas eran anónimas, pero a partir del siglo II a. de JC. fue costumbre que  el nombre del magistrado monetario apareciese en el reverso de las monedas.

[10] FRANCISCO ÁLVAREZ-OSSORIO, ob.cit.,  pp. 206-207.

[11] Los interesados que quieran tener más conocimientos sobre numismática romana pueden consultar en Internet las siguientes direcciones: www.tesorillo.com/roma/1tipos.htm  Y también www.denarios.org

[12] JOSÉ MARÍA BLÁZQUEZ: La Romanización. Madrid, Ediciones Istmo, 1975. pp. 166 a 168.

[13] Ídem, p. 205.

[14] Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. p. 531.

[15] MANUEL CORCHADO SORIANO, ob. cit., pp. 186-187.

[16] ANTONIO BLANCO FREIJEIRO: “Plata oretana de “La Alameda” (Santisteban del Puerto, Jaén). Archivo Español de Arqueología 40, nº 115-116, (1967), págs. 92-99.

[17] ANTONIO BLANCO FREIJEIRO,  ob. cit., p. 93.

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