Castellar
de Santiago
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“Los bancos de la plaza”
A esos bancos de la plaza,
bancos de piedra y de cielo,
quiero cantarles el día
que se agolpan mis recuerdos.
Fuisteis de noble madera
y de sarmentosos hierros,
con sus brazos y respaldos
de estilo poco moderno.
Hoy de piedra bien labrada
con cinceles y con mazos,
con el tesón y el primor
de sabias y expertas manos.
Presumo que habéis sufrido
las inclemencias del tiempo:
en verano, sus calores ;
las heladas, en invierno.
Estáis ahí, siempre en pie,
como viejos centinelas:
atentos durante el día
y de noche siempre en vela.
Y apenas la noche inunda
la plaza y sus recovecos,
solitarios vigiláis
de la población el sueño.
*
Pétreos testigos inmóviles
de cuanto ocurre en el pueblo,
de sus historias y chismes,
del laborar del obrero.
En la estación estival
visteis mal al segador
oliendo a sudor y a polvo
y a penas su corazón.
Y en otoño a las bodegas
llegar el vendimiador
con la carga de las uvas,
su tesoro, su primor.
¡Cómo huelen las tinajas!
¿Qué exhalan de su interior?
Sahumerios de la pajuela
y aromas del vino son.
Y en las tardes invernales
regresar del olivar
al sufrido aceitunero
cansado de varear.
Y cuando la noche cae
por las lomas de los cerros
una copla castellana
rompe el cristal del silencio.
Ya estamos en primavera
cuando florecen los campos
y oís rondar a los mozos
con coplas de enamorados.
Y cómo año tras año
regresan de allende el mar
las blanquinegras cigüeñas
a la espadaña a anidar.
Y también seguís oyendo
el triste y lúgubre tan,
la campana del reloj
que en el Consistorio está.
Y si hay fuego o muere alguien
o la misa va a empezar,
las campanas de la iglesia
un poquito más allá.
Alegres visteis jugar
por las tardes del domingo
los niños al escondite
y las niñas al anillo.
La correa, los paquetes,
mariquilla la del corro,
pídola, el ron, aceitera,
pava, la taba y el mocho.
Esos juegos infantiles
que se han pasado de moda
el paraíso perdido
con nostalgia nos evocan.
Y soportáis con paciencia
las concurrencias seniles
con sus cotilleos continuos,
sus lamentos, sus sentires.
“Que si la lluvia no llega,
que hogaño no hay aceituna,
que en Los Cotillos no hay caza,
que la Pacona es muy tuna”.
*
La fuente canta dormida
en el centro del lugar,
cantos de ayer y de hoy
que saben a eternidad.
Fuente de aguas cristalinas
y que fluyen sin cesar,
con su pupila brillante
viendo la vida pasar.
Bancos de la plaza, ¡ay! bancos,
bancos de piedra y de cielo,
vosotros fuisteis testigos
de los amores primeros.
(Agustín Clemente Pliego)