Castellar
de Santiago
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LA
VIDA MUNICIPAL CASTELLARENSE: SIGLO XIX. 1864 (I)
...porque en las ambiciones, lo justo y lo honesto hacen
delincuentes a los tiranos
F. de Quevedo: La
hora de todos y la fortuna con seso.
1.-
Entremos en las sendas de aquel tiempo...
Un año interesante de sucesos es
éste de aquel siglo diecinueve. Gracias a ellos seguimos
conociendo muchos aspectos de esos días de antaño (simienza y
germen de la vida de hoy), como retratos firmes y olvidados: los
hombres que formaron sus familias (hoy son nuestros mayores del
recuerdo) hicieron la res pública a su modo, con errores
y aciertos incluidos, con buena voluntad o sinrazones; ese quinto
perdido y yermo entonces, que es ya emporio y fermento de
riqueza; esa costumbre oculta y obsoleta que originó una
práctica perenne; aquel impuesto que produjo enfados fue creando
tal vez infraestructuras; casas y calles han cambiado tanto que
no las concebimos de ese molde; virtud y vicio, fiestas e
infortunios; dolor y amor, cultura e ignorancia; parentescos,
clasismos, amistades; cien negocios y oficios necesarios... Son
otros atavismos, siempre iguales, espejo fiel de tiempos
actuales.
Busquemos en archivos de este
pueblo, que son del Consistorio y la Parroquia. A eso vamos.
Léanse estas líneas con ánimo adivino y creativo. Retrocede
unos años, imagina..., de modo que con algo de invenciones sepas
más de una historia que es tan nuestra... y tan real, no
obstante; que los datos que rezan la vox pópuli y las
crónicas, despiertan paso a paso tantos puntos que el mosaico
parcial que se entretraba revive con bastante exactitud siluetas
de exotismo sugerente. Entremos en las sendas de aquel tiempo...
Veamos como muestra de estos hitos los hechos que enseguida van
escritos.
2.-
Los responsables de la vida municipal.
No hay datos escritos de los años 1862 y 1863. Algunos señores que en este año de 1864 componen, en la sesión extraordinaria del miércoles 6 de enero, el Ayuntamto de esta villa, los hemos conocido tres años atrás. El alcalde es don Pedro Abarca y Abarca (57 años, hijo de D. Luis y Dª Micaela); el teniente de alcalde, don Narciso Gormaz Nieto (28 años, hijo de Ramón y Aniceta); son regidores don Juan Campos Manzanares (54 años, hijo de Joaquín y Catalina), don Miguel Gormaz Castaño (37 años, hijo de Patricio y Gavina, elegido síndico), don José Lebrancón Castaño (57 años, hijo de Francisco y Josefa), don Alfonso Gómez Trujillo y don Manuel Nieto. El secretario sigue siendo don Gonzalo Manuel Martínez.
En la sesión ordinaria de 10 de
enero, domingo, nombra el alcalde a personas de su confianza para
los siguientes cargos:
*Depositario de Propios y Pósito a don Ramón de Tera del Río,
que en los años anteriores ha desempeñaado con toda
rectitud y pureza... (este señor, de 62 años, hijo de
Julián de Tera y de la Torre y de Gertrudis del Río y López
Mena, debía gozar de un reconocido prestigio).
*Peritos de ventas al público a Ramón Tera Río (ahora
escrito así), Basilio de Tera, Pascual García del Cerro y
Tomás Nieto, por la clase de labradores, y a Rafael Coronado por
la de maestros alarifes.
*Hay otro nombramiento para
Francisco del Río Cabadas como recaudador de determinados
impuestos.
Sesiones ordinarias: los domingos a
las 11 de la mañana.
3.-
Las elecciones y sus entresijos. El plano callejero.
Aún a riesgo de que se nos tache
de un cierto desorden cronológico en la reseña de los
acontecimientos de este año, es conveniente saltar al acta de la
sesión ordinaria del domingo 19 de junio en que se dice que hay
que realizar la rectificación de las listas electorales para la
próxima renovación del Ayuntamiento. La Corporación nombra
como asociados al Alcalde a los sugetos sigtes:
don Juan Campos y don Miguel Gormaz, concejales. Don Juan de Dios
del Río y don Pedro Abarca López, mayores contribuyentes.
Suplentes: don José Lebrancón, concejal y don Miguel Cabadas,
mayor contribuyente.
Enlazamos ahora con la del domingo 16 de octubre, en la que se habla de las próximas elecciones municipales y de que la localidad, según su censo, debe tener un Alcalde, dos tenientes y nuebe Regidores, y dos distritos electorales. Estos se forman en la misma sesión y quedan de la siguiente manera:
1º Debe titularse del
Norte, y comprender las calles: Sante Ana, Piedras, Hermita, Oro,
Granada, Cristo, Molino, Leonarda y acera izquierda de la del
Sol.
2º O sea del Sur, y
comprender las calles: Zacatín, Heras, Santo, Empedrada,
Empenta, Duende y acera derecha de la del Sol.
Se añade que es la división más
justa, pues el primer distrito sólo lleva cuatro electores de
ventaja al segundo; asimismo se dice que ha fallecido el concejal
Alfonso Gómez, y que para la práctica del sorteo de que habla
el artículo 31 del Reglamento deben asistir como Electores
Contribuyentes del primer distrito don Andrés Abarca y Evaristo
Cabadas, y por el 2º Franco Vicente
Martín y Julián López Laga.
En la sesión siguiente, 23 de octubre, se discute cuál distrito debe llevar un concejal más, y, convocados los cuatro asistentes de los dos distritos y leído el artículo 31, se sortea y resulta agraciado con un concejal más el primer distrito.
Firman el alcalde, el secretario
-que pone en ésta y otras actas Presente
fui, origen del actual Certifico o
Doy fe--, los tres concejales que saben
firmar (Campos Manzanares, Gormaz Nieto y Gormaz
Castaño) y los cuatro asistentes contribuyentes.
Vistos estos llamativos datos,
hagamos las siguientes observaciones:
*Las palabras regidores
y concejales van alternando desde ahora como
indistintas; ha terminado por imponerse la última.
*Hasta este año de 1864, los
reponsables municipales son elegidos por sorteo; a partir del
año siguiente serán elegidos por votación.
*Sólo votaban los cabezas de familia varones (las mujeres no
tendrán derecho a voto hasta 1932), de modo que si, por ejemplo,
una familia estaba formada por una viuda y su hija, esa familia
no votaba, no era electora. Por eso se hace la división por
distritos según electores. Los vecinos, o sea familias, se dice
en el acta de los presupuestos (que se verán en el próximo
número de esta revista), eran 408 y el número de almas, 1.833.
Pero los electores podían ser menos que familias.
*La Corporación estaba formada, hasta el año objeto de este comentario, por siete personas: un alcalde, un teniente de alcalde y cinco regidores. Luego serán doce -más que hoy--: alcalde, dos tenientes de alcalde y nueve regidores.
*Por la división en distritos,
hemos formado el plano callejero
de Castellar de Santiago en 1864; se inserta en este mismo
número de La Espadaña. Se observa que en la plaza no
había familias electoras; por esa razón no hemos podido
averiguar el nombre que tenía entonces, si lo tenía. Por
cierto, ¿existía aquel año la posada?
4.-
¿Qué eran los amillaramientos?
En la sesión extraordinaria del
jueves 10 de junio, se habla de un apéndice de
amillaramiento de riqueza sobre la reclamación verbal
de don Juan de Dios del Río y Evaristo Cabadas
sobre los bienes cedidos por Eusebia Nieto Rojo y Antonio
Trujillo Castaño de esta vecindad a sus respectivos hijos y
nietos. Eusebia Nieto -leemos en el acta- ha cedido
sus bienes a sus ocho hijos y tres nietos a condición de que no
puedan enagenarlos durante la vida de aquella,
y se especifica lo que han de abonar anualmente en fanegas de
candeal, cebada, arrobas de aceite y cargas de leña.
Eusebia Nieto, octogenaria, era viuda de Claudio Galán López y
su hija mayor había nacido en 1799.
En parecidos términos se expresa el
acta respecto a Antonio Trujillo y sus cuatro hijos. Antonio
Trujillo, sexagenario, viudo de Mª Carmen Ortega Mallol, contaba
con numerosos nietos (sólo de su hija Baldomera, esposa de Blas
Monjón --Blas
Núñez-Manjón--, tenía doce).
El amillaramiento era la regulación
de los caudales (fincas rústicas y urbanas, cosechas fijas,
productos y otros bienes) de los vecinos de un pueblo para
repartir entre ellos las contribuciones. De otro modo: el
amillaramiento era la lista o padrón de esos bienes y sus
titulares. En una palabra, lo que hoy es el Catastro, que
todavía no existía. ¿Quiénes hacían esas listas? La
Corporación aprobaba las altas y bajas (por eso era muy
importante tener una tejica en el Ayuntamiento); la
función del secretario era solamente la de anotarlas. Cuando,
muy pocos años después, se inicia la confección del Catastro
en toda España, se echa mano de esas listas de bienes
amillarados como base de datos. Y a los secretarios de los
pueblos, llamados desde entonces escribanos, se les equipara en
funciones a los notarios, entonces muy pocos. Gonzalo M.
Martínez, que fue el esposo de Ciriaca García, sería conocido
años después como El Escribano, y tenía una
excelente reputación como profesional y como persona, según
consta en algunos documentos de archivo.
Siguiendo con la sesión que nos
ocupa, lo que se pide, en el apéndice antedicho, por parte de Juan de Dios del
Río y Evaristo Cabadas, es que la contribución territorial de
los bienes amillarados de Eusebia Nieto y Antonio Trujillo se
distribuya entre sus respectivos hijos para que la abonen ellos
como llebadores.
En la misma sesión extraordinaria (que era monográfica) hay una reclamación, que la Junta estima admisible, de Francisco del Río, que pedía la baja de unas tierras en el quinto de Lóbrega y alta de otras en el de Valdigüelo para su correcto amillaramiento. Estas altas y bajas o exenciones (para que las fincas quedaran exentas o no del pago de contribución y para cambios de propiedad), se ha hecho hasta casi finales del siglo XX en los Ayuntamientos con el fin de ahorrarse las tasas catastrales y notariales. Por esa razón hay hoy tantos problemas a la hora de particiones y compraventas.
LA
VIDA MUNICIPAL CASTELLARENSE: SIGLO XIX. 1864 (II)
...y
tú, antes de tiempo, contra la ley del razonable discurso, te
ves premiado de tus deseos. Otros cohechan, importunan,
solicitan, madrugan, ruegan, porfían, y no alcanzan lo que
pretenden; y llega otro y sin saber cómo, ni cómo no, se halla
con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron: y aquí
entra y encaja el decir que hay buena y mala fortuna en las
pretensiones.
M.
de Cervantes.- El Quijote, II, cap. XLII.
1.-
Proseguimos el estudio ponderado de ese siglo...
Proseguimos el estudio ponderado
de ese siglo... con las notas que extraemos de papeles del
archivo, o se sacan entre hojas desgastadas de los libros, y
otros datos importantes que no siempre están escritos.
El dinero es valioso, es crucial, definitivo; y por eso el
presupuesto que se hace desde antiguo condiciona nuestra vida,
todo funciona a su abrigo, todo gira en torno suyo, cual las
aspas de un molino.
La Revista La Espadaña, a través de sus capítulos,
nos ofrece en este número, en mosaico variopinto, presupuestos,
con sus gastos, sus ingresos, finiquito del dinero manejado, del
impuesto establecido, de trabajos que acarrean bienestar a los
vecinos, según dicen los asientos que nos dan esos guarismos;
las escuelas para adultos (los que otrora fueron niños y,¡qué
pena!, no pudieron conformarse su destino); las entrañas de los
montes son viveros y muy ricos: no sorprenda que tuvieran
privilegios, mimo y cuido; vigilaban el espacio (tanto urbano o
campesino), a caballo o a pie guardias que cumplían con su
oficio; a los pobres, atenciones; correcciones, a los pillos...
Todo esto (y otras cosas) lo veremos de seguido si ojeamos los
renglones al hojear estos artículos.
2.-
Los presupuestos municipales.
Los presupuestos que se
confeccionaron el año reseñado en el enca-bezamiento debieron
de ser muy discutidos e intempestivos. Su estudio y elaboración
comienza en la sesión extraordinaria del viernes 15 de abril con
la asistenia de la Corporación en pleno y (puesto que se trata
de una verdadera convulsión económica) de los mayores
contribuyentes, a los que ya vimos en 1861 (La Espadaña
nº 48), y además Juan de Dios del Río, Isidoro Núñez, Pedro
Gormaz y Pascual García del Cerro. Ellos eran los que más
pagaban porque tenían más, y habían de vigilar (y aprobar) los
nuevos impuestos toda vez que se produjeran. Cosas de siempre...
Dicen todos los reunidos que se prevén unos gastos, considerados
de absoluta necesidad, de 33.225 reales de vellón y 95
cms., y que los ingresos ordinarios ascienden
a 9.477 reales y 95 cms. El déficit calculado es, pues, de
23.74797 reales. Para hacer frente a ello, el alcalde
propone unos recargos ordinarios que
calculan en 13.31330 reales, y unos recargos
extraordinarios por valor de 10.57340 reales.
Total: 23.88670 reales y un sobrante de
13873 reales. La propuesta del alcalde es aprobada por
unanimidad. Luego, el gobernador civil
reduce el extraordinario de
manera que queden los
ingresos en 23.76166 reales y un sobrante de
sólo ¡1369 reales!
Visto el presupuesto que sale de
esas deliberaciones (para el año económico 1864 a 1865),
observamos que contempla dos apartados: ingresos y gastos. Cada
uno de éstos está dividido en capítulos. Los de Ingresos
son ocho: de Propios, con 3.87626 reales
de vellón; de Montes, sin in-gresos; de Impuestos
establecidos, con 4.300 reales; de
Beneficencia municipal, con 8.17626 reales;
de Corrección pública, sin ingresos;
Ingresos extraordinarios y eventuales, que tiene
asignados 32960 reales; y, por fin, de Resultas de
años anteriores, por adición (es decir, saldo
favorable del ejercicio pasado), 4.60150 reales de vellón.
Hay algunas otras cantidades en otro capítulo.
Los presupuestos se confeccionaban
en un modelo impreso sobre cuyos espacios en blanco se colocaban
los números; por eso, algunos capítulos no tenían cifras. Es
llamativo que el capítulo Montes no tuviera ingresos
y sí muchos gastos. Ello redundaba, sin duda, en beneficio del
vecindario; no olvidemos que en aquella época Castellar contaba
con la Dehesa boyal como propiedad municipal para uso y aprovechamiento de
caza, pastos, leña..., por parte de sus habitantes sin carga
alguna para ellos. Sería veinte años después cuando, por una
ley estatal, sale a la venta pública (ver La Espadaña
nº 47).
En cuanto a los gastos
considerados como obligatorios, están divi-didos en
doce capítulos, de los que los ocho primeros son los más
impor-tantes, porque el resto tiene escaso interés para las
consideraciones que estamos presentando. Los Gastos del
Ayuntamiento (cap. I) y los de Ins-trucción
pública (cap. IV) copan gran parte del volumen
ingresado. En el capítulo I, los empleados y profesores
facultativos titulares (médicos) se llevan 10.000
reales; las oficinas, material y correo, 1.540; las quin-tas,
400; la inscripción de fincas de propios y del común, 230; y
otros, el resto, hasta los 13.560 reales de vellón que suman
estas subdivisiones. En lo que respecta a Instrucción
Primaria (cap. IV), el personal de
ins-trucción primaria tiene consignados 6.325 reales
(para el profesor de la escuela de niños y la
profesora de la escuela de niñas de esta
localidad); el material de escuelas, 1.375; los
alquileres de los edificios de las escuelas, 720,
y los premios y subvenciones para mejorar la
enseñanza, 830 reales. Otros gastos dignos de mención
son, en el cap. II, Policía de seguridad,
1.460 reales que van íntegramente a la guardia municipal de a
pie y a caballo; la Policía urbana y rural
(cap. III) tiene 700 reales, de los que 400 están destinados a premios
para los matadores de animales dañinos; a la Beneficencia
municipal (cap. V) se destinan sólo 400 reales para pobres
transeúntes y pobres emigrados; para Obras
públicas (cap. VI), 1.020 reales; a Corrección
pública (cap. VII) se destinan 2.640 reales, de los
que 2.580 son para la cárcel del partido judicial; y en Montes
(cap. VIII) hay 2.500 para empleados y guardas.
Si miramos con espíritu crítico y
curioso estos datos, podemos sacar algunas conclusiones:
*Los gastos van destinados más al
espacio rural que al urbano.
*La cantidad tan grande que
ocasionaba el funcionamiento del Ayuntamiento, aunque aquí
estaban incluidos los facultativos.
*La instrucción pública era entonces competencia del Ayuntamiento, al menos en cuanto a consignación económica; de ahí el respeto y sumisión (y hasta temor) que nuestros mayores contaban de los maestros a los alcaldes y regidores municipales.
*Los enormes gastos que originaba la
corrección pública, es decir, la cárcel era
visita asidua de gamberros, follonistas y personas de
vida airada.
*Por último, los pocos gastos (a
pesar de los muchos ingresos) que conllevaba la beneficencia
municipal.
No pensemos, no obstante, que en
aquellos tiempos no había morosos, que todos pagaban sus
impuestos puntualmente; no era así, y ocurría, a veces, que los
recaudadores locales no tenían demasiada fuerza para cumplir con
ese desagradable cometido. Por eso, en sesiones de febrero y
marzo (aunque este dato no influye en los presupuestos de los que
estamos hablando) la Corporación nombra a don Perfecto Acosta,
vecino de Ciudad Real, para que cobre diversos expedientes que
estaban al descubierto.
Aquí conviene aclarar que la moneda
oficial era el ducado
moneda
que, aunque no la hay efectiva, sirve su nombre para los
contratos y comercio, satisfaciéndose en otras especies su
valor, que es de 375 maravedís de plata... (Diccionario de
Autoridades, 1726-39).
Como en el caso que nos acupa no hay
contratos y comercio, las cuentas se hacen en
reales de vellón, moneda equivalente a 34 maravedís; esto es,
un ducado equivalía aproximadamente a 11 reales de vellón. La
pe-seta, a punto de su desaparición, estaba a pocos años de su
nacimiento: fue oficial a partir de 1870.
3.-
Creación de una escuela de adultos.
A la sesión ordinaria del domingo 12 de junio asisten la Corporación y la Junta de Enseñanza, compuesta por don Juan Antonio de Tavira y Romero (el párroco), don Pedro Clemente (médico titular), don Juan de Dios del Río y don Miguel Cavadas. No hay en esta Junta ningún maestro que aporte su parecer en cuestiones propias de su profesión; se decidía sin contar con ellos... Se lee una circular de la Junta Provincial de Instrucción Pública por la que se invita a varios pueblos a crear una Escuela de Adultos que empiece a funcionar el primero de octubre. Los presentes acceden gustosos porque
los mayores gastos que se
imponen al vecindario han de hallar su compensación en la mayor
instrucción que al cabo de algunos años se verá en sus
hijos.
Al maestro se le asignará una
gratificación de
la cuarta parte de su sueldo,
o sea, la cantidad de 825 reales, así como la de 300 reales para
luces y material de dicha escuela.
4.-
La guardería rural.
El guarda rural de aquel año era
Francisco Avilés Ferrón, hijo de Miguel y Pascuala y casado con
Josefa Nieto del Amo, y en un escrito que se lee en la sesión
ordinaria del 12 de mayo renuncia al cargo. El Ayun-tamiento
admite la renuncia, y mientras la vacante se anuncia en nuevo
concurso, encargan ese cometido, con el sueldo de
presupuesto, a Juan Antonio Güiza Moreno. Este señor
era natural de la villa de la Concepción de
Almuradiel (llamada también en diversos documentos El
Bisillo, así, con b) y casó en 1828 en
este pueblo con Juana de Tera del Olmo; luego, viudo, en 1830 con
Dolores Galán Ferrón, y viudo nuevamente, contrae ter-ceras
nupcias con Sebastiana Martínez Nieto, en 1837, con la que tiene
numerosa descendencia. El apellido era raro, pues su escritura
osciló desde Buiza hasta mediados de ese siglo, Guiza, y
finalmente Güiza. Alcanzó Juan Antonio larga vida --también su
mujer-- y casi al final del siglo aún lo encontramos en
documentos llamado como testigo de casos antiguos como persona de
probada veracidad.
Siguiendo con el tema del epígrafe,
Juan Antonio Güiza dura poco en el cargo, pues renuncia el 3 de
julio del mismo año, y se nombra entonces a Pedro Abarca del
Río, de 29 años, hijo de Pedro Abarca López y Nicolasa del
Río Abarca, y yerno del concejal Alfonso Gómez Trujillo.
LA VIDA MUNICIPAL CASTELLARENSE:
SIGLO XIX. 1864 (y III)
"Ser príncipe
de pueblo pobre, más es ser pobre y pobreza que príncipe. El
que enriquece [a] los súbditos tiene tantos tesoros como
vasallos; el que los empobrece, otros tantos hospitales y tantos
temores como hombres y menos hombres que enemigos y miedos".
Francisco de Quevedo.
La hora de todos y la fortuna con seso. Cuadro XXVI.
1.-Los quintos.
Se acaba la "mili", y con ella los quintos cuando se
cumpla la vigencia de este número de La Espadaña.
¿Por qué se llaman "quintos"? Es muy sencillo. Cuando
el servicio militar se hizo obligatorio, se calculó que sólo
necesitaba el ejército español el veinte por ciento de los
mozos útiles. Luego las proporciones fueron variando y nosotros
hemos conocido que la totalidad de los nacidos en determinados
años (con las naturales exenciones) han hecho el servicio
militar; si no eran precisos todos, una pequeña parte se
excluía por sorteo. Por los años que comentamos, de cada cinco
mozos, cuatro se libraban y un "quinto" tenía la buena
o mala fortuna de salir del pueblo y "hacerse un
hombre", que se decía entonces, porque, en la mayoría de
los casos, era la única oportunidad que tenían para conocer
mundo. De ahí que fueran llamados los quintos. La denominación
perduró aunque perdiera su significado originario y se hiciera
extensiva a todos los soldados de reclutamiento; y el cupo de
alistamiento de cada año son las quintas.
Que antes del sorteo las madres se encomendaban a todos los
santos es cosa sabida y que refiere con su gracejo literario la
escritora costumbrista Fernán Caballero en su novela de 1856 La
familia de Alvareda, segunda parte, cap. II:
"Encendió su merced luces a todos los santos durante el
sorteo; como no tenía candeleros, pegó caracoles vacíos en la
pared con cal y arena, les metió una torcida, y echó aceite y
se puso a rezar. En esto llegó la madre de Miguel, y le dijo que
su hijo había salido soldado. Mi madre, al oírle, apagó las
luces como si les dijese a los santos: 'Quedaos a oscuras, que no
os necesita ya'."
En la sesión ordinaria del 10 de abril de 1864, la Corporación
acuer-da hacer el sorteo de quintos "el domingo 17 del
corriente", y se nombra a
"Donato Parrilla persona de inteligencia en la talla de
quintos, con una gratificación de dos reales por cada..."
Y que el reconocimiento de las exenciones las practiquen los
"facultativos de Medicina y Cirugía titulares don Pedro
Clemente y don Francisco Blanes, abonándoles los honorarios que
marque..."
Al margen de los datos de archivo que anteceden, permítasenos
unas digresiones no documentadas, pero que han circulado de boca
en boca hasta nuestros días; las oímos hace años en una
tertulia "esquinera" con personas mayores. También la
vox pópuli nos transmite hechos ciertos, si bien en ocasiones
alterados por el paso del tiempo. Las anécdotas son las
siguientes:
Se cuenta que por aquellas fechas el encargado de extraer los
números (no se sabe de quién se trataba), en un determinado
momento se echó a llorar... puesto que él mismo sacó la
papeleta de su hijo y había salido "quinto". Y
asimismo, de un padre que corrió feliz tras aquel acto y, al
preguntarle por la calle la causa de su alegría, respondió:
"Porque 'traíba' buen número".
Donato Parrilla Morcillo, natural de Villamanrique, donde había
nacido hacia mediados de los años treinta de aquel siglo, era
hijo del ma-trimonio formado por Antonio Parrilla y Luciana
Morcillo, que llegaron por motivos de trabajo a nuestro pueblo
con sus siete hijos: José Mª, Eulogio, Donato, Pedro, Tomás,
Carlos y Diego. Todos contrajeron matrimonio en Castellar, y sus
descendientes, ya muy ramificados, están entre nosotros.
Donato casó en 1859 con Mª Josefa Jiménez López y falleció
hacia 1880. Fue sargento licenciado del Ejército; por este
"mérito" ocupó el cargo de guarda de montes. Era
igualmente sargento licenciado del Ejército Telesforo Nieto
Aragón, que en 1852 había casado con Josefa Hontanilla; por
ello era guarda municipal y compartía algunos años con Donato
Parrilla el cometido de tallador de quintos.
2.- A vueltas con los médicos.
"Decía uno que los médicos eran como los halcones: que si
matan perdiz, valen treinta ducados; y si ánades, cincuenta; y
si garzas, docientos. Así los médicos: si matan villanos, son
tenidos en poco; y si a gente de capa prieta, son más estimados;
y si matan señores, a cien mil de partido".
Melchor de Santa Cruz.
Floresta española (1574), cap. VII: "De médicos y
cirujanos".
Como sabemos por La Espadaña nº 48 (marzo-abril de 2001), en
nuestro pueblo se había creado en 1861 una plaza de médico
cirujano, que recayó en la persona de don Jorge Gascón. En la
fecha que nos ocupa, esta plaza la regentaba el cirujano de Torre
de Juan Abad. (Además, contaba Castellar con dos licenciados en
Medicina: don Pedro Clemente Moño y don Francisco Blanes). Pues
bien, en la sesión ordinaria de tres de abril, se lee un escrito
del cirujano de la Torre en que expone que no puede asistir las
consultas en este pueblo por su mal estado de salud, por lo que
"hace dimisión de la titular de Cirujano con que fue
agraciado á fines del año anterior".
El Ayuntamiento admite la dimisión y acuerda que se publique la
vacante en el Boletín Oficial de la Provincia. Y para que
"la clase pobre no carezca de asistencia en la facultad de
Cirugía"
nombra interinamente al profesor don Francisco Blanes para ese
efecto.
El 25 de septiembre, sin embargo, este médico pide a la
Corporación "relebarle" porque
"no produciéndole dicho empleo lo suficiente para el
sostenimiento de su familia y pudiendo optar á otro pueblo de
mayores bentajas..."
La Corporación accede.
También don Pedro Clemente, médico titular, dirige otro escrito
a la Corporación por las mismas fechas anunciando que, cuando
termine su con-trato en diciembre, no piensa continuar y suplica
que se anuncie al vecindario que han concluido las igualas que
con él tenía. El Ayuntamiento delibera y acuerda anunciar las
dos vacantes unidas para "un profesor" con el sueldo de
"cuatro mil doscientos reales para asistencia de
pobres",
y que sólo se admitirán solicitudes de médicos cirujanos.
El dos de octubre se nombra cirujano con la calidad de interino
"al profesor de Medicina y Cirugía don Andrés
García".
Los presentes datos extraídos del Archivo municipal confirman la
opi-nión popular de que los médicos por aquellos tiempos
malvivían en los pueblos (al menos en el nuestro) por el
raquítico sueldo que les asignaba el municipio y las escasas
igualas que conseguían de los "vecinos pudientes".
Don Andrés García Pérez era hijo de Juan Ramón García, de
Cózar, y de Josefa Pérez, de Santa Cruz de Mudela, los cuales
poseían numerosas fincas en Castellar. Tuvieron diez hijos
vivos, todos nacidos en nuestro pueblo, de los que llegaron a
edad adulta ocho: dos varones, Andrés y Nicolás, y seis
mujeres, Jacoba, Nicasia, Josefa, Ciríaca, Dolores e Isidora.
El cirujano que nos ocupa había nacido hacia 1838. Sus hermanas
eran llamadas las "juanramonas". Hace unas décadas un
médico de reconocida competencia profesional y general estima
era uno de los muchos descen-dientes de esta extendida familia.
3.- El "nuevo" matadero.
En La Espadaña nº 49 (mayo-junio de 2001) anunciamos que la
Corporación había acordado la adquisición de un solar en las
afueras para construir un nuevo "matadero y
carnicería" que sustituyera al existente por las continuas
obras de reparación que precisaba y encontrarse en lugar poco
adecuado para sus fines.
El acuerdo tuvo lugar en la sesión de 24 de julio. Se dice que
es conveniente comprar un terreno en la parte norte del pueblo.
El matadero que se ha de construir allí costará 1.500 reales,
que ya estaban previstos en los presupuestos confeccionados el
año anterior. El edificio debe tener
"una habitación de regulares dimensiones y un corral
cercado para... arrojar los despojos de las reses..."
Y que con arreglo a ello
"proceda á formar el presupuesto de la obra el Maestro
alarife de la Villa Rafael Coronado"
El matadero municipal actual, junto a la Rambla, que debe ser
aquél que se proyectó (aunque despiste un poco el dato de
"la parte norte del pueblo"), ha sufrido muchos
avatares a lo largo de su casi siglo y medio de existencia.
El maestro alarife municipal, su constructor, Rafael Coronado de
la Mata, era natural de Cózar, y en 1848 había contraído
matrimonio con Eladia Cavadas Lebrancón, de esta localidad, hija
de Miguel e Isabel. Hijos suyos fueron Ciríaco y Mª Juana.
En muchas obras también se cita al "maestro alarife"
Juan Rubio en presupuestos y proyectos que comparte con Rafael
Coronado; pero era éste el preferido de los regidores.
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