Castellar de Santiago
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LA VIDA MUNICIPAL CASTELLARENSE: SIGLO XIX. 1861

INTRODUCCIÓN.

Comenzamos una sección que intenta acercar al lector al ambiente que se vivía en Castellar en la segunda mitad del siglo XIX: determinadas costumbres, personas (nuestros antepasados) que influyeron en diversos sentidos, casi siempre positivos, en la formación y transformación de nuestro pueblo, instituciones por las que se regía la vida de sus habitantes, y tantos aspectos de todo tipo; algunos difíciles de comprender hoy, otros que nos parecerán elementales, los de más allá necesarios y lógicos, pero todos, de alguna manera, origen y causa de lo que en estos tiempos tenemos.

Se pretende, pues, mostrarlos tal como eran entonces, sin enjuiciarlos. Por eso, mejor que una interpretación particular es una trascripción exacta (lo entrecomillado, incluidos los errores ortográficos) de lo averiguado. No extrañe, en consecuencia, que algunos datos sean una mera reproducción literal de las fuentes. Nos hemos valido de documentos (no de habladurías ni suposiciones ni inexactitudes), en una labor de zapa que roba tiempo y restituye, a cambio, numerosos quebraderos de cabeza. No obstante, esta sección podrá ir alternando con otras futuras si posibles hallazgos así lo aconsejan.

Los archivos parroquial y municipal (y otros organismos provinciales) nos han servido de valiosa ayuda. Es preciso agradecer las facilidades y confianza que nos dispensan sus responsables, así como las de los funcionarios y empleados de los mismos.

1.- La constitución del Ayuntamiento y cargos.

El día 6 de enero de 1861 se celebra sesión extraordinaria en las dependencias consistoriales de Castellar, siguiendo la Ley Orgánica de Ayuntamientos, vigente desde 8 de enero de 1845. De acuerdo con ella, ese día se hace sorteo público y quedan como antiguos regidores (hoy llamados concejales) don Ramón Rubio (a quien al final eligen para el cargo de síndico), don Antonio López Laguna, don Francisco Cavadas Galán y don Blas Abarca del Cerro; a continuación, y también por sorteo, son elegidos nuevos regidores don Narciso Gormaz Nieto y don Miguel Gormaz Castaño. Junto con el Alcalde-Presidente, don Juan de Dios del Río Abarca, con el Teniente-Alcalde, don Juan Campos Manzanares, y con el Secretario, don Gonzalo Manuel Martínez, componen todos ellos la Corporación municipal de ese año.

En esa misma sesión, el alcalde, que veinte años antes había sido el secretario del pueblo, nombra (pues tenía la facultad de nombrar, en virtud de la ley citada, a “personas de su confianza”) los siguientes cargos:

*Depositario de Fondos y Pósito, 1º, a don Pedro Abarca, y 2º, a don Ramón Tera del Río.

*Expendedor de bulas, a don Ildefonso Ciprián Cavadas.

*Ventas al público, a don Marcos López, don Juan López y don Francisco Antonio Castaño, por la clase de labradores, y a don Rafael Coronado, por la de maestros alarifes (hoy llamados albañiles).

Se señala sesión ordinaria la mañana, a las 11 horas, de cada domingo del año.

2.- Mayores contribuyentes.

El jueves 10 de enero se celebra una sesión extraordinaria al recibir un escrito del gobernador civil de la provincia para que el Ayuntamiento, juntamente con los de otros del mismo partido judicial, ayude a sufragar los gastos del mobiliario de la sala de la Audiencia  del Juzgado de Valdepeñas. Para ello solicita una relación de mayores contribuyentes que son los que han de aportar la cantidad pedida, que se eleva a la cantidad de 109 reales de vellón. El alcalde cita y reúne ese día a los mayores contribuyentes, que son don Pedro Clemente Moño, don Pedro Abarca Abarca, don Evaristo Cavadas Liétor, don Juan Manuel Tera, don Manuel Nieto y don Antonio Trujillo. Éstos manifiestan

“que no tenían inconveniente en acceder a lo que se solicita por ser tan pequeña suma, pero que en el caso de satisfacerla tendrá que librarse con cargo al capítulo de imprevistos del presupuesto municipal por no haber en otro, crédito alguno aprobado para este gasto”

La ortografía, que ya estaba fijada por la Academia de la Lengua desde hacía más de un siglo, brillaba por sus “peculiaridades”.

3.- Las bulas.

En la sesión ordinaria del domingo 20 de enero, el alcalde hace entrega a don Ildefonso Ciprián Cavadas, expendedor de bulas, de las siguientes:

200 bulas de vivos, 10 de difuntos, 2 de lacticinios de 4ª clase y 40 indultos de 3ª clase, obligándose a responder de ellas o de su importe ante el alcalde.

¿Qué son estas bulas? Por lo que hemos podido averiguar, son diversas dispensas, que provienen de la Iglesia (del papa Benedicto XIV en el siglo XVIII, modificadas por Gregorio XVI en la primera mitad del XIX), para poder comer carne en determinados días mediante pago en metálico que, a diferencia de lo que hemos conocido hasta hace poco tiempo, eran ingresos que controlaba el Ayuntamiento, pues debía tener más fuerza coercitiva, ya que no impositiva, sobre los ciudadanos. Fuera de caso de enfermedad, para poder comer carne en los días de prohibición, era necesario tener el llamado Indulto cuaresmal, excepto el día de Ceniza, todos los viernes de Cuaresma, los cuatro últimos días de la Semana Santa y las vigilias de Navidad, Pentecostés, Asunción de la Virgen y San Pedro y San Pablo, en los que no se puede comer carne, con o sin bula. Los sacerdotes no sexagenarios, además, no podían comer carne los lunes y martes de Cuaresma.

¿Qué eran los lacticinios que nosotros no hemos conocido? Una prohibición para comer huevos y leche y sus derivados sólo para “cualesquiera días de Cuaresma” (fuera de esos días no hay prohibición), que afecta exclusivamente a “sacerdotes no sexagenarios”. Porque éstos, “tanto seculares como regulares exclaustrados”, necesitan esa bula de lacticinios para comer huevos y leche en los días de Cuaresma. De ahí que sólo sean dos las bulas de lacticinios que se entregan al expendedor. Hay otras disposiciones  sobre prohibiciones de mezclar carne con pescado en días en que se puede comer de aquélla si se tiene la bula de indulto de 3ª, o no comer caldo de carne. Cinco años más tarde del que nos ocupa, llega la no prohibición del uso del aceite con el que se había frito la carne y el permiso del uso de ese aceite para mezclarlo con pescado; y otras modificaciones que no son para comentar en este momento.

4.- Creación y adjudicación de la plaza de cirujano.

En la sesión del 23 de julio hay otra relación de mayores contribuyentes (don Pedro Clemente, don Claudio Medina, don Antonio Ferrón, don Andrés Abarca, don Juan Manuel Tera, don Evaristo Cavadas, don Pedro Abarca López, don Cayetano Araque y don Francisco Martínez) que juntamente con el alcalde y regidores acuerdan crear una plaza de cirujano

“pues eran frecuentes los casos en los que tenía que recurrirse a los de los pueblos circumbecinos tanto para la curación de causas provocadas naturalmente como las que heran  efecto de mano airada con gran detrimento de todos los pacientes que por no poder ser atendidos a tiempo (...) pagándose toda ella del presupuesto municipal o por igualas”.

Después se dice que unos eran partidarios de que la asistencia fuera gratis  para todo el vecindario, y otros de que sólo gratis para los pobres

“dejando en libertad a los becinos pudientes para que se les trate o no por el profesor que desempeñase la plaza de cirujano titular”

Tras las deliberaciones, acuerdan dotar la plaza de Médico en Cirugía con la cantidad anual de dos mil reales que se incluirán en los presupuestos para la asistencia de pobres y casos de oficio. Especifican más adelante que las igualas no deben interferir con las del médico titular (a la sazón don Pedro Clemente, que era uno de los se encontraba allí).

Sacada la vacante en el Boletín de la Provincia, llegan al Ayuntamiento dos instancias dirigidas al alcalde solicitando la plaza. Una el 9 de septiembre, fechada en Madrid, de don Quintín Valverde, “vecino de esta Corte, cirujano de segunda clase y Bachiller en Medicina”,

“que siendo savedor hallarse vacante la titular de esa Villa, y conviniendo al exponente obtar a ella, conteniendo como méritos (...) catorce años de práctica, y de estos seis en Hiendelaencina, donde por los trabajos mineros se ejerce la Cirujía con más profusión que en ningún otro punto de España, y tener aprobado en la facultad de medicina el sesto año de medicina (...) se digne agraciarle con el nombramiento de esa titular”.

 La segunda, del 16 del mismo mes, de don Jorge Gascón, “profesor de cirujía residente en esta villa” (está fechada en Alcoy), en la que expone:

“noticioso de  que se halla vacante la plaza de cirujano titular de esa villa, á creido combeniente optar á ella por esta solicitud. La practica del esponente bastante dilatada, no cree necesario mencionarla detalladamente por la circunstancia de haber estado muchos años en la proxima villa de Sta Cruz de Mudela y por consiguiente conocidos por  muchos de esa villa (...)tendrá un placer en volver a un pais que merece sus simpatias (...) suplica se dignen agraciarle con la espresada plaza (...) con lo cual vivirá el esponente muy reconocido...”

En la sesión ordinaria del domingo 6 de octubre se resuelve la solicitud de los cirujanos, y dice el acta de ese pleno:

“... siéndole conocido a don Jorge Gascón por haber residido muchos años en la inmediata villa de Sta Cruz de Mudela, en uso de la atribución (...) acordó unánimemente nombrarle para el desempeño de dicha plaza (...) que participe el nombramiento al interesado (...) en que consten las obligaciones y el sueldo que disfruta por la asistencia a los pobres y casos de oficio...”

                    *******************************

LA VIDA MUNICIPAL CASTELLARENSE: SIGLO XIX. 1861 (II).

INTRODUCCIÓN.

      Rastreando en los distintos archivos que podemos consultar, se en-cuentran datos o coyunturas aparentemente sin importancia, pero que nos dan una visión de lo que ha sido la evolución de la vida de los pueblos -–de nuestro pueblo en concreto--. Así, observamos costumbres que persisten tal como eran antes o algo modificadas por el paso de los años; otras, muy curiosas, que han desaparecido por innecesarias u obsoletas; algunas que, aunque persistentes, se están perdiendo engullidas por la tecnología y ade-lantos sociales, comerciales o mercantiles que nos invaden constantemente.

      Es posible llegar a la conclusión, si pensamos un poco o hablamos con los más viejos del lugar, de que en los últimos cincuenta años el cambio ha sido brutal: en el siglo XIX y primera mitad del XX la vida se ha desarro-llado de forma lineal, uniforme, por el camino trillado de la imitación y el atavismo; por el contrario, en la última mitad del siglo XX todo se ha trastocado de manera súbita. Lo de “el tiempo pasa volando” es ahora más cierto: hoy la transformación es un huracán; antaño se vivía en una suave brisa...

    1.- Costumbres vigentes o modificadas.

      1.1.- ¿Ante quién se daba el consentimiento paterno para que un joven decidiera, por ejemplo, sobre su futuro? Hoy se hace ante una persona jurídica: juez, notario... En aquellos tiempos, en el Ayuntamiento.

      Hay un acta de la sesión ordinaria de diecisiete de febrero de 1861 por la que sabemos que Santos Resa comparece ante “los Srs. de Ayuntº Consistal” y dice que

“queriendo su hijo Francisco seguir la carrera militar alistándose como voluntario en el ejército y siendo para ello requisito preciso la licencia o consentimiento paterno...”

se lo da para que

“el citado hijo abrazase la carrera en cualquiera de los Institutos o Cuerpos...”

1.2.- ¿Sigue todavía  hoy pagando el Ayuntamiento la cera para la función de la Candelaria? Hace unos treinta años, sí; ya es dato intranscendente.

En la sesión ordinaria de veinte de enero de 1861 expone el alcalde- presidente que por olvido dejó de consignarse en el Presupuesto Municipal para el corriente año la partida correspondiente a cera para la función de la Candelaria. Como este gasto es de los considerados como obligatorios y

“que ha benido  figurando siempre en los presupuestos”

la “Municipalidad” dispuso acceder a lo expuesto y que el referido gasto se efectúe, etc., etc.

1.3.- ¿Desde  cuándo es costumbre  iniciar o renovar los arriendos de pastos  y ajustes de gañanes el día 29 de septiembre de cada año?

Observemos el acta de la sesión ordinaria de 18 de agosto. El Ayuntamiento –-se lee en ella—- procede al arriendo de “pastos de Propios”, sitos en los quintos de Gomera, Sierra del Maestre, Almagrero, Piedras, Peñuela, Rambla y Pilón y Valdigüelo del término de esta villa. Acordó

“que se proceda al arriendo de dichos pastos por tiempo de un año a contar  desde el espresado día veinte y nuebe de Septiembre...”

Y añade después que se haga conforme a la legislación realizada en 28 de enero de 1854. Ya tenemos la fecha exacta. Esa legislación, que suponemos de ámbito municipal y ya no vigente, pasó a ser costumbre.

2.- Costumbres desaparecidas.

      2.1.- Hoy el jabón casi no se usa; lo han sustituido los detergentes, champús y otros productos químicos. El jabón se hacía –-algunas familias aún lo siguen haciendo—- fundamentalmente con los turbios del aceite.

      En 1861 había fabricantes en el pueblo que se ocupaban de esta actividad regulada por el Ayuntamiento. En la sesión ordinaria de veinte de septiembre se dice que

“el ramo del Jabón no había sido concertado por los fabricantes de esta villa en el tiempo marcado por la legislación vigente de Consumos”

por lo que se saca a pública subasta para el año próximo. Poco a poco las familias debieron aprender la receta y dejaron de recurrir a los fabricantes.

      2.2.- Los impuestos municipales se han tecnificado demasiado, y los ordenadores y organismos provinciales los simplifican y engloban en pocos recibos. En 1861 había dos que no conocemos en estos tiempos, y que debieron de ser una recaudación notable para las arcas municipales.

      En la sesión ordinaria de trece de octubre se dice que uno de los varios ingresos con que cuenta el pueblo es el

      “arbitrio de pesos y medidas y terrero de la Greda blanca”.

      En otros documentos se habla de “Terrero de Gredablanca” como un considerable beneficio para la tesorería del pueblo. Son “Los Terreros”, actual piscina,  de los que se sacaba la tierra para construir las tapias de las casas, mucho antes de que apareciera la cerámica.

3.- Obras en el Matadero Municipal.

En la sesión ordinaria del veinticuatro de mayo se anuncia subasta para cubrir lo que falta en las obras de reparación del “Matadero y carnicería”. Se hace

“por medio de licitación pública y en un solo remate y subasta, subiendo de tipo las cantidades de ciento cincuenta reales y quinientos veinte en que respectivamente se han presupuesto  por el Maestro Alarife” ... “La subasta constará de un solo remate” ... “no escedan de dichos tipos ó que los rebajen...”

      Las obras empezarán a los treinta días de aprobado el “Espediente”

“dándose concluidas a los quince de su comienzo, sin que sean admisibles dilaciones ni escusas de ningún género”.

Añade que se pagará en dos plazos iguales: el día antes del comienzo y al fin de ellas. Antes de hacerse el último pago se reconocerán las obras

“por un Maestro Alarife de inteligencia y probidad”.

Ignorammos si el “Matadero y carnicería” es el que conocemos junto a la Rambla, porque años después (aparecerá este dato oportunamente en esta revista) se dice que se comprará un solar en las afueras para construir un nuevo matadero.

4.- Junta pericial: constitución y actuaciones.

Este organismo local se había creado en el pueblo dos años antes, porque en la sesión ordinaria de 17 de marzo se hace la renovación “por sorteo” de la “Junta pericial de esta villa instituida en el año 1859...”

“a cuyo efecto las papeletas de cada sorteo fueron enrrolladas é introducidas en bolas iguales y estas depositadas en un globo ó caja preparada al intento...”

Los peritos del sorteo fueron:

Nombrados por el Ayuntamiento:

Don Pedro Merlo – hacendado forastero (era de Valdepeñas).

Don Evaristo Cavadas – de esta villa.

Nombrados por el Gobernador:

Don Francisco de las Ribas y don José Enríquez – hacendados forasteros (eran de Madrid y de La Solana, respectivamente).

¿Cuáles eran los cometidos de esta Junta? En la sesión ordinaria de veintiséis de mayo se insta a la junta pericial “ya instalada, así vecinos como forasteros” a que hagan

“relaciones circunstanciadas de las alteraciones que hubieren esperimentado en los tres conceptos de rústica, urbana y ganadería” ... ”que ha de regir como vase de reparto individual en año 1862”.

5.- El Pósito.

Un organismo local desaparecido era el Pósito. En la sesión de veintisiete de octubre se dice que “muchos Labradores y deudores del Pósito” habían pedido

“moratoria en sus descubiertos de granos hasta la cosecha venidera, pues no había sido posible solventarlos por la escasez de la próxima pasada”.

El Ayuntamiento accedió a ese aplazamiento. Y además se acuerda prestarles granos del Pósito para

“empanar todos los barbechos en la próxima sementera”.

Los concejales encargados de estos préstamos eran Miguel Gormaz Castaño  y Francisco Cavadas Galán.

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