Castellar de Santiago
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Las encinas y nuestra historia.

Puede resultar extraño para muchos este título; para otros, nada sugerente en una investigación histórica relacionar dos elementos que pueden ser dispares sin relación alguna. Pues bien, son ambos una simbiosis ineludible entre la historia y proyección de los pueblos y su entorno natural.
Para desarrollar el prólogo anterior y la investigación histórica cabe resaltar que nunca se han visto tan ligados estos dos elementos. Del entorno natural dependerá todo el entramado cultural y la vida de los pueblos y las comarcas, y de su medio natural dependerán todos sus componentes: Situación geográfica, accesibilidad del terreno, modos del vida, ritos y tradiciones, proyección hacia grandes núcleos de población, etc. De este medio natural desarrollará una comarca sus cambios o progresos ínter económicos, nuevas aportaciones e incluso transformaciones en el entorno natural (desarrollo agrario, industrial, etc.), En sí, todos estos condicionantes son esenciales en su paradero histórico de estas poblaciones y sus comunidades. Así pues, la historia de Castellar de Santiago está profundamente ligada a su entorno natural y geográfico. Su situación orográfica a pie de sierra, su frondosa masa forestal que predominó desde sus orígenes, el predominio de bosques de encinares y robledales, dejaron marcado en su historia sitios, parajes y nombres que hacían referencia a los centenarios robles y carrascos e incluso dieron nombre a nuestro pueblo.
Los orígenes históricos de Castellar se pierden en la noche de los tiempos. De los asentamientos ibero-romanos se tiene una idea muy genérica de su presencia, salvo en restos arqueológicos en el Cerro Castellón que atestiguan esa presencia. Sitio inexpugnable este de "la porra del Castellón" situado al lado de un lugar de paso, la Vía Laminium, desviación de la vía romana Mérida-Zaragoza, y con un viejo yacimiento de oligisto:
Aquí empezaron los orígenes históricos de nuestro pueblo, del que no se conocen más datos, sólo que era una tierra virgen y que su topónimo, el de Castellón, fue el primero que sirvió para determinar el actual de Castellar .
La presencia árabe en Castellar fue tan poco determinante como fugaz, pero intensa ya que al formar parte del Campo de Montiel tuvo gran protagonismo en la dominación árabe, en sus incursiones, así como en los prolegómenos de la reconquista. El legado cultural dejado por ellos fue más de bautizar parajes y sitios que de asentamientos permanentes, ya que fue comarca de paso entre los campos de Montiel, Calatrava y Andalucía. Los árabes bautizan dos atalayas en la sierra del Cambrón conocido el sitio por los Angariles, y que figuran así en las Relaciones topográficas, refiriendo que estás desechas. También existe abundante toponimia conservada sobre la existencia de fortificaciones, sitios hoy conocidos como "Castrillón", "Castillejos", Cerro Atalayón", " Atalaya Alta", "Castellón".
En cuanto al entorno natural, los árabes en sus correrías por estos pagos, debieron quedar prendados por la riqueza de bosques de encinas y robledales, y bautizaron el paraje como "MATA DE VENCALIZ", el cual se situaba en la DEHESA DE LA MATA. El mencionado nombre de Mata de Vencáliz fue variándose con el tiempo como Mencaliz y subsistió hasta bien entrado el siglo XVI.
Es en las relaciones topográficas de Felipe II en 1575 donde se da referencia de las primeras edificaciones en 1545, "en el valle conocido en aquella época como 'Mata de Vencáliz, llamado así por la abundancia de carrascos y robledales que lo poblaban". Así se configura el origen inicial de nuestro pueblo y su primer nombre: CASTELLAR DE SANTIAGO DE LA MATA.
Nuestro pueblo hasta esta época se consideraba un pueblo sin explotar, es decir, un pueblo virgen, sin dedicación agraria, sin variación de su entorno. Sería en pleno siglo XVI cuando Castellar era una pedanía de Torre de Juan Abad donde cuentas las crónicas de dicho pueblo: que antes de 1545 existen en Castellar algunas quinterías y casas de labranza habitadas por labradores de Torre de Juan Abad. Este dato importante demuestra que Castellar apenas posee tierras de cultivo, siendo una tierra sin explotar.
Es en 1563 donde en la Dehesa de la Mata, lugar del asentamiento de nuestro pueblo y jurisdicción de Torre de Juan Abad, cuando Felipe II le otorga la independencia mediante el pago de 5.000 ducados, la mitad de los cuales se obtuvieron del arrendamiento de 20 años de la Dehesa Boyal.
El primer asentamiento de Castellar como pueblo independiente se situó en los Villares, paraje que en la actualidad se encuentra ligeramente apartado de su posición actual. Su nueva condición no modificó en principios su rico entorno natural. Si los árabes bautizaron esta zona con el nombre genérico de MA T A debido a la frondosidad de los bosques, tanto en la Carta de Independencia como en las Relaciones Topográficas se dan muestras evidentes de la hermosura de sus bosques.
Dice la Carta-Puebla de 1563: "Se sitúa a 3 leguas de la villa de Torre de Juan Abad, leguas de áspero y malo camino y que se pasan muchos montes y bosques...". En las Relaciones Topográficas de 1575: "Se llama y nombra Castellar de Santiago de la Mata y el nombre de Castellar se deriva y toma de un cerro de la Mata...". Yen el cap. 17 hace referencia a su entorno: "... La villa está entre el monte y el encinar y hay carrascas y robles, xarales, monte pardo y matarrubia... y es tierra de muchas cazas: perdices, conexos, jabalíes, ciervos y algunos osos".
En una tierra nueva no era de esperar un paisaje tan hermoso. Sólo la mano del hombre en su proceso agrícola de ganar tierras al monte hará ir transformándolo hasta nuestros días, donde las encinas y robles centenarios se han ido replegando. De nuestro rico entorno natural también hablan a mediados del siglo XIX tanto P. Madoz como Hervás y Buendía, elogiando estos parajes. Nuestra rica toponimia y cultura popular ha hecho una constante referencia a los árboles autóctonos, dándoles al sitio el protagonismo de éstos. Para la historia, la cartografía o la cultura popular han quedado bautizados sitios como El Robledillo, Robledal, El Roble de Juanjo el de la Justa, La Mata, La Matilla, La Mata de los Guidos, Mata- Lugar, Alamo Blanco, Mata Gitana, Mata Rodeón, Quince Carrascas, etc., y otros centenarios carrascos solitarios de viejo nombre o nuevo bautismo dan referencia aun sinfin de lugares: Carrasco Martín, Carrasca de las Carcelenas, Guiao de los AImiradores, Carrascos de los Ezequieles, Carrascos de Casito, Carrasco de Patricio el de la Adela, Matas de la Ester, etc.
Si la toponimia es riquísima, la variedad de nombres hace honor a la supervivencia de estos nobles árboles. La encina está directamente relacionada con la agricultura cerealista, con las frondosas umbrías y las tierras de erial. A Castellar de Santiago le vino pequeña aquella legua de término y pronto empezó a colonizar tierras cercanas a su término. Es a finales del xiglo XIX donde se dan las primeras compras de tierras de un modo mayoritario. El influjo de las plantaciones ,de viña, el intercambio comercial con Andalucía y la venida masiva de plantones de olivar, hacen mella en las tierras cerealistas y directamente en las dehesas de encinares. Esta marcha imparable de conseguir tierras a modo de colonos y de una descontrolada plantación del olivar llegan hasta nuestros días: En siglo y medio hemos pasado de 28 Has. de olivar a 4.000.
El protagonismo de la encina centenaria se ha ido perdiendo de las nuevas tierras olivareras.
Fincas como Pozo Esteban, Montagut, los Cotillos, Quince Carrascas, etc., se están viendo seriamente diezmadas de encinas a causa del influjo olivarero. Algunas no subsisten ni en las lindes de estos parajes. La convivencia de estos árboles con el olivar es perfectamente compatible, sin embargo, así como
en lindes o tierras de cereal. Estimo que la pérdida de estos árboles es un grave problema de conciencia y de mentalización. Su destrucción paulatina es suprimir los testigos vivos de nuestra historia, anular los orígenes genéticos de nuestra historia y nuestra cultura popular, reducir el pasado de nuestro pueblo a una simbólica mata de chaparros que queda en el arriate de la plaza de nuestro pueblo.'
Estimo que es un legado vivo que deben heredar nuestros pequeños; no hagamos recordarles nombres como Mata Gitana o Mata Rodeón advirtiendo el lugar de un difunto árbol. Cuidar de las encinas es cuidar de nuestra propia historia.

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