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La iglesia de Santa Ana

 

Primer edificio (2ª parte)

 

                                                                                                     Agustín Clemente Pliego

 

Sobre la fecha de construcción Pilar Chamizo sostiene que “esta parroquia es un ejemplo de construcción tardía situada ya en los años finales del siglo XVII, cuya tipología nos demuestra cómo ya, en esas fechas, habían triunfado plenamente los modelos de edificios religiosos difundidos por la escuela purista herreriana. Paralelamente mantiene elementos cuya construcción se produjo en el siglo XVI, aunque adaptándolos al nuevo estilo; siendo su mejor ejemplo la construcción de su antigua tribuna, sillería y tribunillas laterales”.

En el último trabajo de esta investigadora de 2006, que versa sobre la arquitectura religiosa de los siglos XV al XVIII de la Orden de Santiago en nuestra provincia[1], realiza un estudio diacrónico de nuestra iglesia, entre otras, y sostiene que en su construcción se pueden observar dos fases constructivas: una primera, que corresponde al primer edificio del siglo XVI, y otra de construcción de un nuevo templo realizado en el siglo XVII.

Nuestro pueblo fue fundado en 1545 y cinco años más tarde (1550) tenemos la primera referencia sobre el estado del primer edificio de la iglesia, lo cual indica que su construcción se sitúa en los primeros años de la andadura histórica de Castellar

El 7 de enero del 1550 los visitadores de la Orden de Santiago se personaron por primera vez en Castellar y encontraron un humilde templo realizado en tapial, con una sola nave cubierta de madera tosca. El altar mayor no tenía retablo y se adornaba con dos tablas de pincel que representaban respectivamente a la Virgen con el Niño Jesús en brazos y a Santa Verónica. Este edificio carecía de ábside, crucero y sacristía, tampoco tenía campanario ni espadaña, por lo que la campana señalera estaba suspendida de una encina. Estaba desprovisto también de pila bautismal, sacramentos y óleos, lo que nos indica su precariedad y su sencillez[2].

Los alcaldes ordinarios y demás miembros del concejo informaron a los visitadores de que al ser aldea de reciente fundación no contaban con un dezmero[3] escusado con el que afrontar los gastos de construcción de un templo decente. El edificio se había levantado con el dinero de los escasos vecinos y por ello estaba hecho de tierra y carecía de campanario. Además no tenía sacerdote asignado, por lo que los fieles que querían  recibir algún sacramento (bautismo, matrimonio, eucaristía…) se veían obligados, con grandes gastos, a desplazarse  a las villas contiguas. Ante esta tesitura la aldea elevó súplica al Consejo de Órdenes, a través de los visitadores, para que les concediera un dezmero con el que levantar un campanario, mantener la humilde fábrica del templo en buen estado y poder pagar a un sacerdote que residiera definitivamente en Castellar. Los visitadores prometieron llevar su petición al rey  Carlos I y a su Consejo de Órdenes para conseguir la correspondiente licencia real. Mientras durasen los trámites ordenaron al mayordomo que encargase una pila bautismal de barro en la Membrilla para poder bautizar a los niños nacidos en Castellar[4].

En la década siguiente Castellar conseguiría su independencia  respecto a la Torre de Juan Abad y su conversión en villa (1564), iniciándose una etapa de crecimiento tanto poblacional como económico que tendría sus consecuencias en el futuro de la fábrica de la iglesia.

En la década de los ochenta las peticiones que los castellareños habían hecho en 1550 habían sido concedidas y así el 28 de abril de 1581 podemos demostrar que ya se había terminado el campanario, el cual, según Pilar Molina, “nunca debió de pasar de una modesta estructura de mampostería, ladrillo y madera[5]”.

La pila bautismal también había sido instalada en 1580 y ello lo corrobora el libro más antiguo del Archivo parroquial que no es sino el primer libro de bautismos, sacramento que a partir de esa fecha de 1580 ya se podía administrar en Castellar por el cura párroco. Ese mismo año fueron bendecidas las nuevas obras por el obispo Julio de la Calzada, sufragáneo y diputado por el arzobispo de Toledo, Gaspar de Quiroga, el cual  vino a Castellar para consagrar “en la iglesia parroquial tres canpanas: la una mayor al honor de Nuestra Señora Santa María y la otra al onor de Señora Santa Bárbara y otra más pequeña al onor de Señora Santa Catalina” (advocaciones de gran raigambre entre los habitantes de estas villas manchegas). Además administró el sacramento de la confirmación a “quinientos sesenta y siete castellareños[6]”. Si no lo hizo el arzobispo fue porque era frecuente que no visitase las parroquias y en su caso mandase a un subordinado. El obispo aprovechó su estancia en Castellar para bendecir la ermita de la Santa Veracruz que ya existía.

A finales del siglo XVI volvieron los visitadores de la Orden de Santiago y ordenaron a los mayordomos, al cura y al concejo que construyeran una sacristía con su correspondiente archivo de memorias perpetuas, con el objeto de controlar las mandas ordenadas por los difuntos de la villa.

En mayo de 1609 volvieron los visitadores para comprobar si se había cumplido lo ordenado en el tiempo previsto. En efecto, la sacristía, con ventana al mediodía, y el archivo estaban terminados; pero consideraron que había existido cierta dejadez y tardanza en su ejecución, por lo que acusaron al cura y al concejo de no cumplir con su obligación[7].

Por lo tanto, la fábrica de la iglesia se debió de levantar a raíz de la fundación del pueblo y los últimos remates concluyeron antes de 1609. Esta iglesia, según Pilar Chamizo,  era muy modesta y estaba alejada de la reforma constructiva experimentada en la mayoría de las iglesias del Campo de Montiel. Las circunstancias y la escasez de medios no permitieron la factura de un edificio más decente. Con este edificio no se buscó la belleza sino la utilidad de sus componentes básicos: una nave bajo la que cobijarse, una torre para las campanas y una sacristía. Por los materiales empleados (tapial y madera tosca para la armadura) y por su sencillez hay que pensar que no se requirió mano de obra especializada, sino que su construcción corrió a cargo de albañiles locales ayudados por los propios vecinos[8].

                                                                                  (continuará)


 

[1] PILAR MOLINA CHAMIZO: De la fortaleza al templo…, op. cit. pp. 209-238.

[2] ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, OOMM, Orden de Santiago, Libro de visita, año 1550, sign. 1.085c, pp. 999-1.004, (citado por PILAR MOLINA CHAMIZO, op. cit. p. 211)

[3] Dezmero o diezmero: Parte de los frutos, regularmente la décima parte, que pagaban los fieles a la Iglesia.

[4] PILAR MOLINA CHAMIZO, op. cit. p. 212.

[5] Ídem, p. 212.

[6] Archivo parroquial. Libro I de bautismos. Folios 10 al 14. En ellos consta la relación de las personas confirmadas y el nombre de los padrinos, Francisco Abarca y Martín de Catalaya, alcaldes del estado noble y del llano de la villa de Castellar.

[7] ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, OOMM, Orden de Santiago, Libros de visita, años 1605.1610, sign. 1.461c, fols. 235r-242r. (Citado por PILAR MOLINA CHAMIZO, op. cit. p. 213)

[8] PILAR MOLINA CHAMIZO, op. cit. pp. 213-214.

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