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Historia de la
tauromaquia Castellareña.
Por Elías Cobos Fuentes
Capitulo II
Historia de las plazas. Las otras plazas
Según
comentábamos en el cap. II, la plaza del pueblo constituyó la
primigenia plaza de toros desde sus orígenes históricos. Pues
bien, la vida taurina tan dilatada, se vería truncada en este
coso a raíz de un acontecimiento que marcó decisivamente a
nuestro país y que consternó a gentes y a pueblos y que marcó
decisivamente la trayectoria histórica de nuestro país. Nos
referimos claro está, a nuestra contienda civil.
No sólo en los tres años de guerra se perdió la fiesta taurina
en Castellar (ver
corrección en capitulo siguiente), sino que su plaza del pueblo jamás vería una tarde
de toros en el Cristo.
Empezaría entonces un penoso trasiego de plazas improvisadas en
cercados y quiñones aledaños del pueblo. La contienda civil
marcó este paso decisivo negativo por una parte, ya que se
perdía una plaza permanente, ágora del pueblo y cátedra del
toreo, pero las improvisadas plazas que se hicieron después de
la guerra condujeron a la pérdida del toreo con reses vacunas de
la labranza pero la enriquecieron con los encierros de reses
bravas traídas de fincas de la comarca (Marín, Frías, etc.).
Este paso decisivo de traer encierros de reses bravas de dehesas
aledañas en las improvisadas plazas de turno configuró un
relevante hecho en la historia de la tauromaquia castellareña:
la confección de festejos con un cartel taurino medianamente
serio. Quiero decir con esto que el festejo taurino empieza a
reflejarse en los carteles donde las 4 primeras reses aparecen
como encierro para los aficionados locales y el último novillo,
que es el único de muerte, será lidiado por un torero de fuera,
casi siempre vestido de corto. Así pues, podemos decir que la
aportación de las plazas trae consigo una nueva faceta en la
historia taurina.
OTRAS PLAZAS:
La segunda plaza de toros de la que se tienen datos se alzaba en
los días de Septiembre de la misma manera que en la plaza del
pueblo, a base de carros y talanqueras. Se trataba del cercado de
los Pacomios y que posteriormente fue almacén de abonos
propiedad de la Familia Campos. El cercado de los Pacomios fue
plaza de toros en las fiestas del Cristo desde el año 39-40
hasta 1946. Allí se llegaban a celebrar uno o dos festejos y
casi siempre para Septiembre. Era rara la fiesta del Cristo donde
hubiera dos festejos, porque los dos festejos taurinos se
concebirían ya en los años 60. Incluso la carencia económica
de la posguerra haría peligrar la fiesta taurina, hasta tal
punto que no se llegaran a realizar festejos.
Valga este inciso y sucesión de datos para comentar un hecho
anecdótico que marcó la vida de esta efímera plaza del cercado
de los Pacomios. Fue el 14 de Septiembre de 1945 "el año de
la nube"(ver
corrección en capitulo siguiente). Aquel día del Cristo se presentó frío y con el
cielo plomizo y aborregado, trabajaba el aire desde temprano y
según testimonio de los mayores, la procesión del santo patrono
parecía más otoñal que nunca y auguraba inesperada gota fría.
Los castellareños comieron con presura, como es la comida del
día del Cristo, casi de arrebato, y las gentes boyaban con sus
pertrechos taurinos ( constituyó el hato taurino del
castellareño aficionado una componenda de muebles y trastos
mientras se celebraron festejos en estas improvisadas plazas. Se
llevaba el respetable desde los taburetes y pequeñas sillas para
mujeres y chiquillería, almohadas y cojines para la comodidad de
otros, la canasta de mimbre con las viandas de merienda
aderezadas con las tortas de tornasol, la damajuanilla del vino o
la bota de brocalillo hecha de piel vieja de zaque arriero).
Cuentan los más viejos que el ganado se trajo "a mano"
desde la finca que en la "Aldea" poseen los Marines y
que el único diestro de cartel que debía estoquear era
Montorito de Linares, pero antes debían soltar cuatro
enormes vacazos resabiados para el disfrute de la afición local
Aderezaba el festejo en sus sones de paseíllo de entrada la
banda de música de la Carolina intentando alegrar aquella tarde
de fiesta friolera. Cada vez se cerraba más el nublado y dicen
algunos mayores que sólo bastó un trueno seco por las
inmediaciones del Cambrón para que el aguacero acompañara a los
acordes ya la afición que bregaba con la primera vaca. Lo que en
un principio se pensó que fuera un mero nieblazo en vísperas de
vendimia se convirtió en un terrible aguacero que convirtió
aquel festejo en un caos y el ruedo en un cenagal.
Mientras la vaca permanecía en el ruedo, la gente se apresuraba
por salir de la plaza incluso pasando al lado de ella, haciendo
peligrar su vida y sus criaturas que intentaban sacarlas de las
primeras. Las mujeres ,y los más pequeños se pertrechaban bajo
las galeras y los carros, y unos lograban resguardarse en la nave
de tijerilla que la familia de Pacomio María poseía en el
cercado para pertrecho carros y guarniciones.
El caos reinaba en el recinto mientras caía el agua por arrobas.
Cuentan que el Alcalde por entonces, Raimundo Fuentes tuvo que
sacar de entre los carros a dos criaturas que casi se cubrían de
agua y barro y embracilándolos en sus ijares los metió en
aquellos boladizos. Multitud de alpargatas y zapatos, de los de
aquellos acartonados se quedaron enterrados en el barro. Mientras
la vaca en el ruedo quedaba al resguardo y amparo de la
Benemérita.
Cesó el impetuoso temporal. Las gentes empezaban a salir bajo
los carros y tendidos y de los boladizos, amén de las casas
colindantes. Todos como una sopa iban en empapada procesión
calle la Empenta arriba. Cuenta Uve que a sus siete años vio las
estilizadas siluetas del torero y su cuadrilla embozados en sus
capotes de brega y alza de la esclavina en aquel trasiego de
gentes empapadas dio aquella estampa una imagen siniestra y
oscura de una tarde de toros.
"El año de la nube" constituyó el penúltimo año de
existencia de esta plaza en el cercado de los Pacomios. Solo
duró aquí la fiesta septembrina hasta el 46. Delante quedarán
un sinfín de sitios y de plazas... y Septiembre de toros y de
Cristo, matices de fiesta en la posguerra del estraperlo y de la
hambruna.
Elías Cobos Fuentes -1999
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