Castellar
de Santiago
(Sitio NO
oficial del pueblo)
Este
lugar es tuyo y de todo aquel que desee participar con sus
artículos, fotos, recopilaciones, enlaces, opiniones...
En este momento se encuentra en construcción. Si deseas aportar
algo, ponte en contacto con el Administrador
Historia de la
tauromaquia Castellareña.
Por Elías Cobos Fuentes
Capitulo II
Historia de las plazas
Como ya dijimos en el apartado anterior y
posterior capítulo en lo concerniente a nuestros avatares
históricos de la tauromaquia, todo o casi todo está lleno de
datos de información oral, con lo cual la investigación se hace
más difícil. Pues bien, ánimos no me faltan y no cejaré en mi
interés de ahondar en un tema tan apasionante como es el mundo
taurino.
Las plazas de toros, los improvisados cosos, han supuesto para la
afición taurina un penoso trasiego de sitios a través de los
años. Ir y venir de gentes de carros y galeras, de talanqueras
que parapetaban a la afición en las tardes cristeñas de
Septiembre. Por mencionar un dato significativo, en este siglo
que va a acabar podemos decir que las fiestas de toros en
Castellar, han conocido al menos una docena de sitios diferentes,
sí, y no estoy exagerando, una docena de pequeñas cátedras de
la tauromaquia, que han alegrado nuestras fiestas mayores de
Septiembre, que tras este siglo que acaba han demostrado no
solamente la enorme tradición taurina de Castellar, sino que lo
han convertido en uno de los pueblos con una excelente afición
que sabe entender este hermoso arte, haciendo de Castellar uno de
los de mejor afición y más entendida de la comarca.
No es apasionamiento, pero puedo aportar otro dato significativo
que demuestra que nuestra pasión por los toros es fruto de
nuestros albores históricos: Sólo en las Ventas, hay más de
una veintena de abonados a las corridas Isidriles, de Castellar
claro, amén de otros paisanos que viajan desde el pueblo,
Sevilla, Granada, escapándose una "semanilla" al
"evento isidril". También están las plazas de
Linares, Almagro, Manzanares, Alcázar, que desde hace lustros se
completan con la afición castellareña en las tardes estivales.
Por lo tanto repito que estos datos, no son un aporte pasional de
aficionado, son la consecución de una trayectoria histórica,
que la llena ese ir y venir de nuestras gentes por esa más de
una docena de cosos taurinos, que han imprimido nuestro carácter
recio que culmina para más inri, en que estamos situados en una
de las comarcas más prolíficas en cabaña ganadera de reses
bravas del sur de C. Real y aledaños andaluces de S. Morena.
Pero dejemos aparte esas credenciales históricas que avalan
nuestra arraigada afición y retomando nuestro capítulo inicial,
hablaremos de nuestra primera plaza de toros en la cual se tienen
datos de que se celebraban
espectáculos taurinos.
LA PRIMERA PLAZA: LA PLAZA
DEL PUEBLO.
Según informaciones de nuestros "viejos contactos"
Adrián Abarca y Misericordia Fuentes (esta informante,
lamentablemente, no la tenemos ya entre nosotros) nos cuentan que
, de "oídas de sus mayores", las fiestas de toros
siempre se celebraron en la plaza del pueblo, al menos desde sus
orígenes hasta la llegada de la contienda civil en el 1939. Por
lógica, casi todos los pueblos, hacían sus fiestas de toros en
sus plazas públicas, salvo en algunos como Infantes, Tomelloso,
las Virtudes, etc. donde sus ermitas poseían una plaza aledaña,
donde el día de la celebración de su santo se organizaban los
festejos taurinos. No es este nuestro caso ni el de muchos otros.
Nuestra plaza pública ha sido, durante décadas y podríamos
apuntar que siglos, escenario de los festejos taurinos.
Según el Diccionario de Pascual Mador de 1845, poseía Castellar
una hermosa plaza cuadralonga, grande donde los edificios más
importantes eran el Pósito el Ayuntamiento, que no eran de más
de una planta ni estos ni los demás edificios aledaños. Esta
plaza con accesos al atrio de la Iglesia, calles de Cristo y
Granada y del Molino y del Sol, constituían su emplazamiento. A
la llegada de los toros en las fiestas, la plaza se acordonaba
con los carros y galeras de los lugareños donde se reforzaba a
modo de barrera, con maromas, rollizos, tablas y tableros de
bolsas, constituyendo un entramado de estos elementos que hacían
a la vez de tendidos y barrera. Poseía esta plaza accesos para
las reses por la calle del Cristo y la de Granada, puesto que
había ocasiones donde el ganado era hostigado para subir por la
calle de Granada ya veces cambiaba "la vuelta"
rompiendo calle del Oro arriba y tenía que ser acosado para
entrar por la calle del Cristo hasta llegar al coso.
Poseía también esta improvisada plaza una puerta "no de
arrastre", ya que inicialmente no se mataban las reses,
donde calle del Molino abajo se les daba suelta. La Presidencia
llegó a estar tanto en el sol, bajo el Ayuntamiento, como en la
sombra, junto al Pósito y al Iado del corral de toriles, casa de
la familia Rabadán, donde en un portón con arco de medio punto,
se encerraban las reses. Constituía el albero de esta plaza un
"tortuoso empedrado" que hacía peligrar a los mozos y
a los astados, donde la barrera no poseía ni un solo burladero.
Poseía la plaza unos bancos para sentarse, que más que bancos
eran grandes piedras cuadrangulares y pilastras o bebederos que
puestos al revés, hacían oficio de bancos. En medio de la
plaza, cuentan estos informantes mayores que existía una piedra,
mitad columna mitad piedra monolítica, que pudo tratarse de una
picota "ejemplarizante" de reos y pendencieros y que
posiblemente se plantara desde los orígenes del pueblo y que
estuvo hasta el último cuarto del siglo pasado.
Constituían todos estos elementos un medio de burla para las
reses y aficionados.
Cabe resaltar que como ya apuntamos en el 1° capítulo, las
reses eran vacunas de labor, bueyes y becerros de la labranza que
se utilizaron inicialmente en nuestros festejos; también tenemos
que resaltar que no se conocen ni carteles ni temas de toreros
confeccionando un festejo serio, es decir, se trataba de festejos
por y para la gente del pueblo.