Castellar
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Historia de la
tauromaquia Castellareña.
Por Elías Cobos Fuentes
Capitulo 1
Los orígenes
Como cada página histórica que aglutina nuestro devenir y
nuestro paso por la misma historia, la que tiende a la
tauromaquia también está llena de grandes vacíos históricos
sin base documental, sin un soporte mínimo de archivos, de
hemerotecas donde exista un mínimo reflejo o apunte, algún
dato.
La historia de la tauromaquia no iba a ser menos en esta ausencia
de datos, en esas lagunas históricas vacías. Yo siempre he
dicho que la historia de Castellar a la hora de configurar un
sencillo libro de apuntes históricos, esa publicación tendría
un virus, un mal endémico que prevalecería hasta su última
página: la ausencia de datos en su cronología histórica.
Viene esta introducción "a pelo", porque los toros en
Castellar se han mantenido como los romances, por transmisión
oral, de boca en boca, hasta bien entrado los años 40 donde se
configuran festivales con cierta seriedad. Desde ahí para atrás
se puede decir que una tarde de toros en 1930 tenía tanto
parecido o idéntico a un siglo o dos atrás. Aunque a algunos
les resulte una paradoja así es.
Los orígenes de Castellar en su concepción de fiesta taurina
son claramente inciertos, pero existe un pueblo en el Campo de
Montiel, donde prevalece una fiesta taurina de gran arraigo y que
en sus orígenes taurinos,nuestro pueblo de Castellar, hace siglo
y medio mantenía una tradición taurina que era idéntica a la
que se originó en este pueblo. Para más datos se trata de
Villamanrique, un pueblo con una solera taurina que se remonta
entre los siglos XVII y XVIII donde ya existen datos de fiestas
de toros en la plaza del pueblo, así como el nacimiento de las
primeras ganaderías de reses bravas que durante generaciones han
mantenido y mantienen una familia taurina histórica: los Frías.
Pero no fueron las reses bravas las que protagonizaban los
festejos taurinos de Villamanrique entre los siglos XVII y XVIII.
Los encierros taurinos comenzaron con reses vacunas traídas
desde su dehesa boyal hasta las casas del pueblo. (esa es la
similitud que apuntaba yo hace unas líneas con la de nuestra
fiesta taurina).
Tanto los orígenes taurinos de Villamanrique como los datos que
me aportaron dos lúcidos ancianos informantes sobre los toros en
el siglo XIX son los mismos. Misericordia Fuentes y Adrián
Abarca me comentaban que en el siglo pasado recuerdan de
comentarios de padres y de abuelos que se traían becerros y
bueyes de la dehesa boyal, desde los toriles, donde pacían estos
bóvidos, los primeros sin domar y dóciles en la embestida, y
los segundos, bueyes de arar, de media casta denominados pajunos,
también de raza "bervenda colorá", que son los
idóneos para la labranza, pero que sin domar eran algo ariscos y
embestían. También existía otra casta denominada
"morucha", originaria o autóctona de tierras de
Salamanca. Eran ásperos y acometedores, muy corpulentos y de
capa negra. Por extensión se denomina actualmente al ganado de
media casta. El ganado pajuno era más dócil que el morocho.
Así pues, tanto Castellar como Villamanrique utilizaron en sus
orígenes taurinos su ganado de arar, que por cierto se mantuvo
hasta finales del siglo pasado aquí en Castellar, pues la
pervivencia de la dehesa boyal y sus pastos así lo hicieron
posible. Castellar concretamente en 1850 poseía 150 pares de
bueyes de la labor. La
desamortización de las dehesas bóyales a partir de 1850 marcó
la decadencia de los ganados vacunos para la labor así como el
incremento del cultivo de viñas en el último tercio que los
hizo desaparecer, ya que los bueyes eran muy malos para arar
estos cultivos ya que causaban gran destrozo de pulgares y
sarmientos.
Mientras tanto los becerros boyunos eran el principal aporte de
reses para la fiesta taurina que por otra parte Castellar no
conoce otras fiestas taurinas que las de Septiembre.
Según estos informantes antes mencionados, las fiestas de los
toros entran profundamente ligadas a los días 14 y 15 de
Septiembre, a veces sólo el día del Cristo y en algunos años
no se han llegado a celebrar toros en el Cristo.
LOS ENCIERROS Y LA FIESTA:
Los preámbulos de la fiesta eran los siguientes. A pie y a
caballo se iba pertrechado de varas donde algunos le amarraban un
"quizque" simulando una garrocha con la cual acometían
a la res. Otros portaban hasta horcas de palo para repeler la
embestida, aunque hay que puntualizar que el ganado de labor
aunque sin domar y algo arisco, era más fácil de manejar .
Así pues y llegados a los toriles se apartaban las reses y en
manada se traían bien por el camino de las tejeras o por el
camino de la Aldea, hasta las paredes del pueblo donde enfilaban
la calle Granada arriba entrando a la plaza donde previamente se
había habilitado una improvisada plaza de toros cuadrada a base
de carros y galeras donde se ataban las talanqueras a base de
maromas y rollizos, palos de amontonar y tableros de bolsas. Los
"toriles "estaban situados en un corralón con acceso a
la plaza propiedad de la familia Gª Rabadán, lindera con el
antiguo pósito, hoy Casa de Cultura. Allí se encontraba la
Presidencia. Los encierros se solían hacer la víspera y antes
de las hogueras, a veces por la mañana. Casi nunca se hacía el
día del Cristo por si la tardanza en los encierros hacía
coincidir con la hora de la procesión.
La fiesta tras la comida del día del Cristo se aderezaba con
bandas de música traídas por el Ayuntamiento de pueblos de la
zona del norte de Jaén, donde Castellar mantenía un gran
intercambio económico por medio de la "arriera".
Bandas de Rus, de Cazorla, de V. de los Santos, aderezaban los
días del Cristo y solían dormir y comer en casas particulares.
No se conocen festejos configurados con cierta seriedad, con
carteles previos, donde alguna figura aunque desconocida se
enfrentara a las reses. Tengamos en cuenta que se trataba de
ganado de labor. Los becerros o bueyes se soltaban uno a uno a la
plaza donde aguerridos aficionados locales con cualquier manta
mulera le pegaban unos pases más bien heterodoxos y se cambiaba
el tercio soltando lares por un portillo que daba a la calle del
Molino, hoy Ramón y Cajal donde un "turbión" de
zagales y mozos la esperaba y procuraban entretenerla, antes de
que el animal huyera hacia la querencia natural del cerrillo del
toril.
Para tal efecto era muy típico cruzar la calle con gran número
de sogas y maromas que se ataban a balcones y ventanas y en medio
de dichas cuerdas se ataban a modo de "peleles",
"zaques pellejos o fudres" de vino hinchados de aire
que con la embestida de las reses eran bamboleados. Este detalle
era una práctica muy habitual en las tardes de toros hasta bien
entrados los años 20. La utilización de "zaques de
vino" como peleles está profundamente ligada a la gran
tradición arriera que ha poseído Castellar en sus años de
apogeo del viñedo. En 1860 poseía Castellar casi una treintena
de arrieros. Esta cifra puede explicar la utilización de
pellejos de este ritual. Como podemos comprobar los orígenes
taurinos de Castellar están llenos de incertidumbre, pues no hay
datos exactos, sólo ese apunte de similitud con Villamanrique,
donde cada pueblo evolucionó por derroteros distintos. Si
sabemos que hace siglo y medio nuestros bisabuelos ya traían sus
bueyes de arar para disfrutar en los días del Cristo. Ese dato
es el que me hace pensar que posiblemente la fiesta de los toros
en Castellar esté profundamente ligada a los orígenes del
Cristo como fiesta patronal. Nos conformaremos con saber que
estos informantes ancianos nos han aportado una base muy
importante para iniciar este trabajo.
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