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Gripe aviar.

Agustín Clemente Pliego

 

            Veíamos en el número anterior de La Espadaña cómo en el año 1918 se registraron en nuestro pueblo 87 muertos, de los que 43 lo hicieron por gripe aviar. En España hubo entonces cerca de 8 millones de personas infectadas y se estima en unos 3 millones los españoles muertos por el virus asesino, generalmente personas jóvenes y fuertes, de entre 20 y 40 años de edad. Pero el país más castigado del mundo fue la India, con más de 15 millones de fallecimientos. Se calcula que en todo el globo murieron más de cincuenta millones de personas.

            Es imposible saber el origen de esta pandemia, sin embargo se han barajado algunas teorías que sitúan la enfermedad en el Tíbet durante el año 1917 y de allí se propagó por América y  Europa por las movilizaciones militares de la I Guerra Mundial. No faltan otras hipótesis que trasladan su inicio en Kansas, Estados Unidos, durante la primavera de 1918. La gripe se propagó entre los soldados del ejército norteamericano que esperaban acuartelados su traslado al frente en la guerra Europea. Uno de los primeros casos conocidos fue el ocurrido el 11 de marzo de 1918 en la base militar Fort Riley de Kansas.

            La falta de higiene junto a las condiciones de hacinamiento de los soldados debieron crear un caldo de cultivo fértil para el virus hasta el punto de que en una semana habían ingresado en el hospital de campaña más de 500 soldados aquejados de la misma sintomatología. El ejército americano informó de otros brotes similares en distintos estados como Alabama, Carolina del Sur, Florida, Georgia, California, Virginia e incluso en algunos buques de la Marina Estadounidense anclados en los puertos de la costa este, por lo que se pensó que la gripe parecía atacar sólo a los militares y no a los civiles. Los periódicos no dieron importancia a este hecho, más preocupados por noticias como la implantación de la Ley Seca o las batallas de la I Guerra Mundial.

            Parece ser que en mayo de 1918 la gripe empezó a ceder en Estados Unidos, sin embargo los soldados de Fort Riley, listos para intervenir en Europa, debieron de incubar el virus durante su largo viaje hasta Francia. Más de un millón desembarcaron en Francia y al pisar sus playas el virus se propagó atacando con igual fuerza a las tropas aliadas como a las del Comando Central. Los estadounidenses caían enfermos con fiebre de tres días llamada “la muerte púrpura”, los franceses contraían la “bronquitis purulenta”, los alemanes eran víctimas del Blitzkatarrh o “fiebre de Flandes”  y los italianos llenaban sus hospitales de la “fiebre de las moscas de arena”. No importaba el nombre que se le daba, el virus contagiaba a todos por igual y en las autopsias practicadas se comprobaban los pulmones rojos, endurecidos y llenos de líquido.

            Tras registrarse los primeros casos en Francia, la enfermedad pasó a España y al resto del mundo prolongándose hasta principios de 1919. Toda la población mundial, excepto unos pocos isleños del Pacífico, estuvo expuesta al virus asesino y la mitad enfermó.

            La revista de divulgación científica National Geographic (“Tras las huellas de la gripe aviar” octubre 2005) habla de su sintomatología: “Los afectados caían en cama con fiebre, fuertes dolores de cabeza y dolor en las articulaciones. Muchos enfermos morían en apenas dos o tres días, con la cara violácea, ya que básicamente perecían por sofocación. Los médicos que realizaban las autopsias de los soldados fallecidos se horrorizaban: los pulmones, por lo general ligeros y elásticos, pesaban como esponjas saturadas de agua, encharcados por los fluidos corporales”.

            Esta pandemia es  el primer caso de gripe aviar reconocido y documentado. Además de los nombres con que fue bautizada en los distintos frentes, también fue conocida indebidamente como la “gripe española” o la “dama española”, denominación que ha perdurado hasta nuestros días. Debido a la censura de la guerra tanto las fuerzas aliadas como las del Comando Central, que sufrían grandes bajas por causa de la enfermedad, no reconocían en los partes de guerra ser esta la causa para que no llegara al enemigo y éste pudiera utilizarla provechosamente. Ahora bien, en España (país neutral) los periódicos, que no estaban censurados, hablaban abiertamente de los millones de españoles que caían a causa de la gripe. Las noticias sobre el azote de la gripe llegaron al resto de los rotativos del mundo que la bautizaron con el nombre erróneo de “gripe española”.

 

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