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"..........A BLAS"    A MODO DE ELEGÍA:
Por  Elías Cobos Fuentes
Publicado en La Espadaña en Febrero de 2004.

Hoy he dejado pronto mis tareas y mis haciendas. Llevo días obsesionado con abandonar tales avatares de trabajo, cuando se cumple casi un mes de la irrepetible pérdida de mi estimado amigo BLAS, que se fue tras un dulce letargo para él, de apenas tres meses y para sus más allegados y amigos una amarga e indecisa espera. ¡Maldito destino! Este que nos arrebata a un muchacho de edad casi cristeña!

Trazo estos renglones como surcos de besana, sembrando una cuartilla de palabras, a modo de elegía, en honor a un hombre de campo, caballero de fina estampa, que hoy duerme en la tierra que lo vio nacer y que él con tanto acervo la labró.

Se fue Blas hacia el camposanto una fría mañana de mediados de enero, donde el alba se abrió entre mudas nieblas, que con su color plomizo, caían como una losa mortuoria sobre el campo mencaleño. Quiso el sol benevolente abrir el velo nebuloso y al doblar de las campanas, que epilogaban el sepelio, brillaba como imponente fuerza. Un puñado de familiares y amigos lo portábamos en hombros, agradecimos la bonanza mañanera y en un simbólico adiós, lo despedíamos de las hazas cerealistas, que él tantas veces preñó el surco de avenas y chamorros y allá a lo lejos a su paso, el plantío de letargadas cepas y el inmenso olivar, aliviado ya de fruto, enmudecía y se doblegaba reverente, ante aquel joven labriego, que ya no volvería jamás a alegrar la tierra con su arado.

Fugaz pasó el día, como los cortos días de invierno, pero aquella tarde cayó paulatinamente sin arrebatos, y el campo todo quiso dormirse antes. La astuta liebre, no quiso bajar a la charca, a beber su canción fresca y más intuitiva esta vez, que cautelosa, buscó su improvisado lecho... Y la torcaz y la zurita, se arrebujaron en la espesura de la encina más temprano que nunca y la sombra vespertina de los chaparrales, languidecía como la de cipreses camposanteros. El crepúsculo sucumbió en arreboles, cubriendo el inmenso campo como un velo enlutecido donde un gélido aire del norte aderezaba los vigores del invierno.

Desde entonces y en un imposible anhelo, quiero verlo en cualquier tajo o en un cruce de caminos. ¡Triste deseo el mío que se torna en iluso desaliento! La cita ineludible de su cuerpo con la tierra, sentencia mis afanes... Pero me reconforta pensar que no se nos fue del todo, que su espíritu ronda como un hálito que nos llenará de vida. Su alma volará, a buen seguro, entre los aires que vienen del ábrego, algodonando el cielo de nubes venturosas, que traducida a temporales, bendecirán esta áspera tierra, harta de meses de sequía. Estará también entre pólenes y flores, que preñarán la tierra de colores, entre la uva en ciernes y la cuaja de nuestro inmenso mar olivarero, cuando ya mayo dé sus coletazos.

Correteará su alma por la caliente llanura veraniega, donde la calma difumina la impetuosa cosechadora, sustituta de la hoz y la caraña ¡efímera siega, la de ahora, que apenas dura dos semanas!... él infundirá entereza y alegría en los tajos de vendimia septembrina, donde él tanto disfrutó... será aliento del sembrador en días otoñales y calor en las cuadrillas en frías mañanas de aceituna.

Me da sosiego pensar que aunque su cuerpo ya es tierra madre, su alma queda aquí, reconfortándonos a los que nos dejamos la existencia en las besanas.

Compartir con él todo tipo de avatares, me hace sentirme un privilegiado. Blas fue una persona sensiblemente comprometida como un joven de su tiempo. No hubo parcela que cultivara desinteresadamente en ámbitos tanto religiosos, sociales o culturales, amén de ser un abnegado agricultor. Como padre y esposo ejemplares a él y a Hortensia les dio la vida y el destino tres hermosos frutos: Carlos, Andrés y María, que, a buen seguro tendrán en él, ejemplo y obligada referencia.

Amigo Blas, hoy el campo y yo estamos tristes, pero nos queda el hermoso sosiego de tu recuerdo y el afán diario de que tu alma revolotea por esta tierra.

Elías Cobos Fuentes.
febrero de 2004

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