La Copa
América de fútbol realizada en Venezuela estuvo signada por el desespero
político del régimen de Hugo Chávez por esconder las manifestaciones
populares de rechazo.
En los días previos al inicio del evento, el gobierno hizo un despliegue
militar-policial para impedir la continuación de las manifestaciones
estudiantiles que venían repitiéndose en todo el país como protesta por el
cierre forzoso de la señal abierta del canal RCTV. El ministro del interior
hizo ver que la FIFA había impuesto la norma de que en una milla cuadrada
alrededor de los stadiums no podía permitirse manifestaciones políticas, lo
cual fue llamado milla FIFA; pero tal argumento resultó no solamente
incierto como norma de la FIFA sino por el hecho de que el evento COPAMERICA
no dependía de la FIFA y por tanto no está sujeto a sus normas sino a las
normas de CONMEBOL(Confederación Suramericana de Fútbol).
En el día de la inauguración, el gobierno habilitó unas dos o tres mil
personas entre empleados públicos, reserva militar y policías de civil, para
ocupar un amplio espacio dentro del stadium, con la misión de aplaudir al
Presidente de la República; lo cual no funcionó ante la enorme masa de
asistentes que gritaban consignas contra el gobierno, a pesar de que al
momento de tomar la palabra Hugo Chávez habían preparado el lanzamiento de
miles de cohetes y la puesta de una escandalosa música de fondo para tapar
el ruido de las consignas antigobierno; generando una escena grotesca de un
Presidente que habló unos dos o tres minutos pegando gritos destemplados en
medio de la barahúnda.
El gobierno tenía la esperanza de presentar la celebración de la competencia
como una vitrina a favor de su imagen, pero en vez de eso, ha sido la
vitrina para demostrar el rechazo universal de la sociedad venezolana contra
el régimen.
Las maniobra del gobierno ha sido el acaparamiento de las entradas, que son
obsequiadas a funcionarios públicos y partidarios con la esperanza de forzar
manifestaciones a su favor. Ello ha implicado un colosal fraude contra
quienes previamente habían adquirido y pagado entradas por Internet y por
teléfono y esperaban recibirlas con antelación en sus casas. El gobierno
habilitó el fraude mediante una supuesta empresa privada que ha quedado en
la picota pública. Como ejemplo, la gobernación del estado Monagas, en cuya
capital Maturín se realizará mañana Domingo el partido México-Paraguay,
adquirió 43.000 entradas para regalar a los funcionarios y partidarios; pero
descubierto y denunciado por los medios el acaparamiento, ofreció vender en
taquillas de la empresa de lotería estatal, la mitad de dichas entradas al
público; lo cual está por verse. La gobernación del estado Anzoátegui ha
controlado la venta de las entradas para el partido Chile-Brasil (hoy) en la
sede de Puerto La Cruz, y habilitó en la sede de la policía estatal una
supuesta venta, adónde han acudido y permanecen millares de fanáticos en
cola sin poder las adquirir dichas entradas, ni siquiera las que ya están
pagadas por sus adquirientes. Estas entradas han sido distribuidas a los
funcionarios policiales y empleados públicos, a quienes se dota de un
llamado “combito”, que consta de una gorra y una franela rojas con
propaganda de gobierno.
A estas alturas, miles de extranjeros han experimentado las consecuencias
del fraude colectivo, se han devuelto a sus países o permanecen y se han
integrado a las protestas de los fanáticos que desean adquirir entradas y no
pueden.
Lo peor de este grotesco fraude ha sido el hecho de que no ha impedido que
en cada juego los fanáticos comiencen masivamente a gritar consignas contra
el régimen, lo cual trasciende con toda claridad a los micrófonos de la TV y
la Radio, excepto los medios del gobierno que silencian el audio ambiental.
Existen decenas de videos posteados en Internet por aficionados que dan
cuenta de este hecho. Esto se explica porque el fanático de fútbol en
Venezuela no puede ser fabricado de la noche a la mañana, ni que sea
partidario del régimen. La vitrina que quería colocar el gobierno por medio
de maniobras desesperadas comunicacionales, quedó frustrada completamente.
Lo que el turista se lleva es la imagen de un pueblo que odia a su gobierno,
por encima de las declaraciones oficiales y oficiosas.
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