Nº 21 (18/01/07): SOCIALISMO DE LA CINTURA HACIA ABAJO

Imagino que mañana sube la bolsa de Caracas. Lo digo porque después de escuchar a Hugo Chávez explicando, leyendo y firmando los decretos “socialistas”, la Burguesía venezolana y los que vienen comulgando con esas ruedas de molino que son las amenazas socialistas del Gran Timonel de Cartón, deben haber respirado con alivio. No podría detallar algunas cuestiones relativas al supuesto inminente llamado a una Asamblea Constituyente, ya que además de la gélida expectativa popular ante esta propuesta, es un procedimiento que depende de tantas variables que lo menos que se puede pensar es que no se realizará, mucho menos en tanto que ni gobierno ni oposición se sienten muy entusiasmados en meterse en esa aventura que nadie sabe como podría terminar. Tanto temor le tiene el gobierno como la oposición a un Poder Constituyente real y emergente que podría perturbar los planes mejores hechos. Por eso Chávez dice que el Poder Constituyente es algo que está presente aunque no se vea, como los espíritus. El llamado a la Constituyente de 1999 fue casi un milagro, cuyo referendum fue decidido por una escuálida minoría de venezolanos a pesar de que Hugo Chávez estaba en pleno ascenso de popularidad. Bastaría quizá que la oposición llamara a la abstención en este oportunidad para neutralizar el llamado de  elección de diputados constituyentes. Pero lo fundamental de la cadena de Hugo Chávez hoy fue, para mi, cuando apeló a La Biblia para explicar su idea de socialismo. No pude menos que sonreír ante la anécdota de los apóstoles que “vendían cosas” para repartir luego el producto de la venta entre todos, en base a sus necesidades. Sonreí porque basta hojear el libro “La Ideología Alemana”, que reúne una densa cantidad de trabajos filosóficos de Marx-Engels, para darse cuenta que los fundadores de la teoría contemporánea del socialismo no encajaban en absoluto en esa idea. Para el marxismo es una herejía fundar el socialismo en una relación absolutamente mercantil como elemento de producción del valor económico, en especial esa parte que conforme el socialismo debe ser repartida por igual que es el excedente económico, llamado plusvalía, que la teoría socialista reputa originada en la esfera de la producción y no en la esfera del intercambio mercantil. El socialismo no es vender las cosas y repartir el producto de la venta, sino producir las cosas y repartir el valor excedentario una vez sufragados los costos incurridos en esa producción. El vendedor, o comerciante, lo que hace es cambiar mercancías por dinero que utiliza para comprar otras mercancías. El productor sigue un proceso contrario: Cambia(invierte) dinero por mercancías para obtener nuevamente dinero a través de un proceso de transformación de las mercancías compradas. De manera que cuando se escucha lo que Hugo Chávez es capaz de imponer como socialismo, resulta explicable que quienes sin leer teorías sociales son capaces de percibir las cosas que afectan sus intereses económicos, respiren aliviados. Si a ello se le suma que Chávez le espetó a los comuneros con profunda convicción: “Eso es socialismo”, describiendo la acción de compartir cosas con los demás, regalar la ropa vieja, una nevera usada, etc.,y advirtióles: “No nos pidan todo a nosotros, ustedes tienen que poner algo”; se llega a la evidencia de que es exactamente lo que la clase dominante, la Burguesía, viene diciéndole desde hace mucho al pueblo: Ahorren la luz, compartan el carro con los vecinos, regalen las cosas a otros que las reciclen, pongan su trabajo y les regalamos el cemento para que hagan la escalera del barrio, sean como Cristo que se dejó crucificar, y así, palabra de Dios. Nunca la ideología de la clase dominante pudo verse mejor representada. “No nos pidan todo a nosotros”. “Nosotros”, para Hugo Chávez, son los grupos del poder que promueven el socialismo entre los pobres pero viven ellos mismos como capitalistas a expensas del Fisco Nacional.

Er Filósofo de La Pastora

 

 

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