Nº 19 (12/12/06): EL TRIUNFO DEL VENTAJISMO

Artículo publicado en el diario 2.001 por Domingo Alberto Rangel

Domingo Alberto Rangel / 2001

Triunfó la democracia, así exclamaron muchos titulares de prensa al día siguiente de la elección. Triunfó la democracia corean el gobierno y la oposición que veinticuatro horas antes urdían el ataque recíproco y la calumnia mutua para desacreditarse. Triunfó el presidente, dicen los áulicos inevitables, no, responden otros, triunfó la madurez cívica del pueblo. Y caen sobre el pueblo los elogios más inverosímiles.

Nadie o muy pocos nombran, sin embargo, al verdadero vencedor, al Sucre de este supuesto Ayacucho, al Ribas de esta imaginaria batalla de La Victoria. El verdadero vencedor de la batalla del domingo 3 de diciembre fue el presupuesto nacional. Triunfó ese día el petróleo a más de cincuenta dólares que permite captar a toda la población menesterosa de Venezuela y sobra para crear o financiar una Escuela Simón Bolívar en Libia y otra, Francisco de Miranda en Camerún.

El opulento fisco de emirato que hoy detenta Venezuela fue el gran vencedor del domingo pasado.

Ese fisco pagó las cuñas o "jingles" de radio y televisión, los avisos de prensa profusos, aplastantes y abrumadores con que el oficialismo cubrió, atiborró y saturó al país entero. El aparato propagandístico movido por la renta petrolera que puso en marcha el oficialismo en la reciente campaña electoral lo habría envidiado hasta el propio cojo Goebbels desde la paila del infierno en que estará cociéndose o, en otra hipótesis, enseñándole maldades al mismísimo demonio…

EL VENTAJISMO La despistada oposición, que parece hecha a la medida de las necesidades del señor Chávez, clamaba contra unas tales "cazahuellas", revisaba máquinas, hurgaba mecanismos en las oficinas del llamado CNE e interrogaba a los técnicos que manejan o deben manejar tales aparatos en la jornada electoral. Allí no estaba, no podía estar y no estuvo el fraude.

El fraude estuvo en el descarado ventajismo con que el Gobierno, todo el Gobierno, sin excepción, civiles y militares, ministros y subalternos, altos y bajos empleados exhibió a lo largo de la campaña electoral. No hubo recurso, no hubo ventaja, no hubo facilidad que el Gobierno no utilizara para favorecer a su candidato. El señor Hugo Chávez gozó de cuanto atributo, favor o beneficio puede detentar o conceder el Estado.

Pdvsa, la "nueva" Pdvsa, tan corrupta y miserable como la de los "escuálidos", desplegó ese ventajismo de empresa con alma gringa y nombre criollo, para apabullar al televidente durante meses sin que la señora Lucena, supuesta cancerbera de la imparcialidad del Estado -otro supuesto inexistente- rezongara o tomara la menor medida para recortarle las uñas a tan consuetudinario ventajismo. Todo el aparato del Estado obró de la manera más descarada, con prepotencia y pertinencia a favor de Hugo Chávez y la oposición tiene, ya en el anochecer del 3 de diciembre, la ingenuidad estúpida de felicitarse por la espléndida jornada cívica.

¿FARSA O QUÉ? Los revolucionarios -cuando estos especímenes existían en Venezuela y no había "izquierdosos" que cobran los quince y último con puntualidad rigurosa en el Conac o en otros organismos de corrupción política-, hablaban de la farsa electoral para referirse a las elecciones. Esos mismos revolucionarios que me tildaban a mí y a otras personas de "conciliadores" o "reformistas", saqueando el vocabulario leninista. Ahora las elecciones son más farsa que nunca, pero los revolucionarios son empleados del Estado.

Y quienes fuimos tildados de "conciliadores" seguimos en la posición de siempre, llamando entre otras cosas, a cada proceso o realidad política por su propio nombre. El ventajismo electoral es igual con el avispado de Carlos Andrés Pérez, con el seráfico doctor que es Rafael Caldera o con el comandante Hugo Chávez.

Pero, con una salvedad, el ventajismo jamás alcanzó el descaro o la impudicia a que ha llegado con la "revolución bolivariana". Para concurrir a unas elecciones con este régimen hay que extremar la bobería o la complicidad. O ser cínico hasta la extravagancia. El 3 de diciembre de 2006 no triunfó una candidatura, triunfó el ventajismo más desembozado que registre nuestra historia. Y todo con la complicidad de una oposición que conocía y sufría ese ventajismo y quiso avalarlo yendo a unas elecciones donde Chávez era, para decirlo en frase extraída de la jerga popular, "manager, cuarto bate y novio de la madrina".

ABSTENCIÓN PERMANENTE La única posición de principios es la abstención. Resulta fastidioso, decepcionante y quijotesco negarse a votar por el sistema. Los ánimos tienden a cansarse. Para sostener a lo largo de toda una vida la misma posición no se necesita la bravura del Cid Campeador, pero sí hay que tener la humildad de Francisco de Asís con la perseverancia de Fray Luis de León. La intransigencia ideológica fastidia, pero alguien debe echarse encima el fardo y adherirse a ella. Para ello se necesita llevar en el alma un poco de volterianismo, es decir, un espíritu burlesco y despreciativo.

En el fondo me hacen reír los compañeros izquierdosos que hicieron conmigo un trecho cualquiera en el camino de la abstención y luego se cansaron. Los pretextos que utilizan para justificar su deserción son divertidísimos. Pero es la propia democracia la que me inspira mejores y más seguras diversiones. Ver, a quienes hasta la víspera de una elección llaman casi a la guerra contra quienes son sus contrincantes y en la noche de las elecciones abrazarse con esos mismos contrincantes para exaltar juntos el espíritu cívico excepcional del pueblo, es la más divertida de todas las farsas.

Elecciones fraudulentas es una frase pleonástica, no hay elecciones sin algún aliño fraudulento, pero bien disimulado. Porque hay que presumir, si hasta México, patria de la "mordida", presume de elecciones limpias…

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